Viernes, 17 de abril de 2015

Reflexión a las lecturas del domingo tercero de Pascua ofrecida por el sacerdote Don Juan Manuel Pérez Piñero bajo el epígrafe "ECOS DEL DÍA DEL SEÑOR"

Domingo 3º de Pascua B

 

Realmente los discípulos eran torpes para creer. Lo constatamos  una vez más en el Evangelio de este domingo: Ante la presencia de Cristo Resucitado, se  llenan de miedo por la sorpresa y creen ver un fantasma. Jesús les habla, les enseña sus manos y sus pies y come delante de ellos para ayudarles a comprender que realmente había resucitado, que no podía ser un fantasma, que era el mismo que había convivido con ellos…

S. León Magno, Papa en el siglo V, decía que “el Espíritu de la Verdad jamás hubiera permitido que los discípulos dudaran, si no hubiera sido a favor de nuestras dudas”.

Hemos de tener una fe firme, segura, convencida, más allá de toda duda; pero eso tiene su proceso, y lo normal es que, mientras no se llegue a una cierta madurez, surjan dudas y dificultades  para creer.

Con relación a la Resurrección de Cristo, cualquier cristiano podría preguntarse muchas cosas, como, por ejemplo: “¿Cómo saber con certeza que Jesucristo realmente ha resucitado? ¿Los apóstoles lo habrán constatado todo? ¿Habrán visto realmente a Cristo Resucitado o habrá sido todo una ilusión óptica, o una visión, o una sugestión colectiva? ¿Habrán sido ellos los testigos de todo o será, más bien, que otros se lo contaron y ellos les creyeron y se dedicaron a anunciarlo?” Sin embargo, cuando contemplamos en los cuatro evangelios cómo Jesús va deshaciendo las dificultades de los discípulos para creer, se van deshaciendo también las nuestras, y se va acrecentando la firmeza y la seguridad de nuestra fe. Es lo que sucede este domingo. Y todo llega a su punto culminante en la tercera aparición, según el cómputo de San Juan, que escribe: “Ninguno de los discípulos se atrevía a preguntarle quién era, porque sabían bien que era el Señor” (Jn 21,12).

Una de las realidades que más repite el Señor en sus apariciones es ésta que leemos en el Evangelio de hoy: “Esto es lo que os decía mientras estaba con vosotros: que todo lo escrito en la Ley de Moisés y en los profetas y salmos acerca de mí, tenía que cumplirse”. Y dice el Evangelio que “entonces les abrió el entendimiento para comprender las Escrituras…”. ¡Qué importante es eso! ¡Qué necesario es también para nosotros! Hace falta que Jesucristo, por el Espíritu Santo, abra nuestro entendimiento para comprender cada vez mejor las Escrituras.

Podemos recordar aquí la célebre oración del Papa Pablo VI implorando el don de la fe, en la que le pide al Señor, entre otras cosas, una fe cierta. Y dice: “Cierta por una exterior congruencia de pruebas y por un interior testimonio del Espíritu Santo…”

La Muerte y Resurrección de Cristo es, además, el punto de partida de la obra de la salvación; hace falta ahora llevarla a cada ser humano de cada lugar y de cada tiempo. Por eso, nos advierte el Señor que “en su nombre se predicará la conversión y el perdón de los pecados a todos los pueblos, comenzando por Jerusalén”.

En la primera lectura constatamos la transformación que se había realizado en los apóstoles. Con qué firmeza y autoridad hablan de la Resurrección del Señor. Es el fruto de las apariciones del Señor Resucitado y de la acción del Espíritu Santo.

Es necesario que también nuestro testimonio cristiano sea cada vez más firme y convincente.

                                                     ¡FELIZ DÍA DEL SEÑOR!

 


Publicado por verdenaranja @ 22:46  | Espiritualidad
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