Alocución de monseñor José María Arancedo, arzobispo de Santa Fe de la Vera Cruz para el Domngo del Buen Pastor (25 de abril de 2015)
Domingo del Buen Pastor
En el marco de la Pascua celebramos la Fiesta del Buen Pastor. En este día la oración de la Iglesia se dirige a Dios pidiendo por las vocaciones sacerdotales. Esta actitud orante nos habla de una certeza: la vocación sacerdotal tiene su fuente en Dios. Es Él el que llama y quien nos muestra la realidad del sacerdocio ministerial en su Hijo, Jesucristo. Esto es lo primero que debemos tener en cuenta. Pero también debemos hablar de la concreción de esta vocación en la vida de un joven. Para ello es necesario considerar las condiciones que permiten descubrir, escuchar y seguir este llamado. Es un tema que, lamentablemente, no está en el horizonte vocacional de muchos jóvenes.
Sabemos, sin embargo, que estamos ante un tema central del evangelio y que hace a la vida misma de la Iglesia, tal cual la ha querido Jesucristo. La vida y la misión del sacerdote no es algo que dependa de una época ni tampoco es una construcción de la Iglesia, sino que tiene su raíz en Jesucristo. Él ha querido prolongar, sacramentalmente y de un modo personal, su misión sacerdotal. Comprender esto es ubicar la vocación sacerdotal en el marco que corresponde, es decir, en el proyecto de Dios manifestado Jesucristo. No hablamos del sacerdocio de los fieles que tiene su fuente en el “bautismo”, sino del sacerdocio que se trasmite por el sacramento del orden sagrado.
El camino para descubrir esta vocación que tiene su fuente en Dios, es el de la escucha. Siempre debemos partir de Dios que en su Hijo nos habla, y nos muestra el camino de la vocación. Esto implica tener oídos para escuchar este llamado que tiene en la Palabra de Dios, especialmente en los Evangelios, su fuente y lugar de encuentro. Pero también Él nos habla desde la misma realidad, cuando nos interpela la necesidad del sacerdote. Siempre hay algo objetivo que debo ver y escuchar. No se trata de un proyecto personal que yo defino, sino tomar conciencia de que soy llamado: “tomado de entre los hombres, para intervenir a favor de los hombres en todo aquello que se refiere al servicio de Dios” (Heb. 5, 1). Esto define el sentido de la vocación sacerdotal y se convierte en signo de discernimiento vocacional. Todo se mueve en un plano de fe y de escucha, que se apoya en Jesucristo que es su verdad y el camino que nos orienta.
La preparación a la “escucha”, como la sensibilidad para ver su “necesidad” en el mundo, requiere de un contexto espiritual y eclesial que permita despertar una vocación sacerdotal. En esto es importante la familia y la parroquia como lugares donde se vive el amor, la generosidad y la entrega apostólica, que son elementos esenciales en un camino vocacional. Dios habla desde muchos lugares y circunstancias.
Reciban de su obispo, junto a mi afecto y oraciones, mi bendición en el Señor.
Mons. José María Arancedo, arzobispo de Santa Fe de la Vera Cruz