Comentario a la liturgia dominical por el P. Antonio Rivero, L.C. Doctor en Teología Espiritual, profesor y director espiritual en el seminario diocesano Maria Mater Ecclesiae de são Paulo (Brasil). (Zenit.org)
Idea principal: Cristo es la Vid o Cepa, nosotros los sarmientos.
Síntesis del mensaje: la imagen de la vid es constante en la Biblia. La relación de Israel con Dios es presentada con esta comparación. La vid alimenta los ramos, les da vida. Por los ramos corre y circula la savia, formada por agua y compuestos nutrientes. La savia transporta el alimento para los sarmientos. Cristo es la Vid y la savia de la Iglesia, de nuestras comunidades y de nuestra alma (Evangelio). Y los frutos de esos sarmientos unidos a la Vid son: la caridad (2ª lectura), la valentía en la predicación para que otros se injerten a esa Vid que es Cristo (1ª lectura).
Puntos de la idea principal:
En primer lugar, la viña era el emblema nacional para Israel, que lo mismo iba en el escudo guerrero de los macabeos –héroes de la resistencia palestina contra Siria en el siglo II a.C- que colgaba en el templo de Jerusalén. En el vestíbulo del Sancta Sanctorum colgaba una gigantesca vid de oro y la ilusión del judío emigrante, peregrino o turista, era llegar un día con un puñado de oro para añadir una uva a aquel racimo, una hoja, un zarcillo, un sarmiento…a aquella vid. Fue en este contexto agrícola y ampelográfico, cultual y cultural cuando Jesús dijo: “Yo soy la vid, vosotros los sarmientos”, “sin mí no podéis hacer nada”, y todos entendieron. ¿Nosotros también? Lo entendió san Juan, que en sus escritos repite 24 veces y san Pablo hasta 164 veces la frase o su equivalente insertados e injertados “en Cristo Jesús”, pues fuera de Él, nada, nada de nada. ¿Lo entendemos nosotros, colonos de la viña mística, que es la Iglesia, sarmientos vivos de la Vid inmortal, que es Cristo? ¿Nosotros, por cuyos vasos cribosos y liberianos corre la savia divina, que arrastra en emulsión la gracia sobrenatural, que es la vida de Dios?
En segundo lugar, ¿sarmientos unidos o desprendidos de la Vid-Cristo? Desenlace distinto y distante. Los sarmientos unidos a esa Vid-Cristo, darán mucho fruto. Fue el día de nuestro bautismo cuando nuestros ramos se unieron a esa Vid-Cristo. Desde ese día comenzó a fluir en todo nuestro organismo la savia divina, la vida de Dios, con los nutrientes de la fe, de la esperanza y de la caridad. Nuestro sarmiento necesita más savia, es decir, vida divina, para que crezca, se desarrolle y obtenga los tallos, las ramas, las hojas y los frutos esperados. Esta savia nos viene inyectada en la participación de los sacramentos, sobre todo en la Eucaristía. ¿Qué frutos? Frutos en la vida personal son las virtudes. Frutos en la vida familiar: unión, diálogo, respeto, fidelidad, educación de los hijos. Frutos en la vida profesional: honestidad, rectitud, responsabilidad. Frutos en la vida pastoral: interés por las personas, apertura a los diversos grupos, movimientos y carismas, colaboración mutua, compromiso con la evangelización. Pero lossarmientos desprendidos de esa Vid-Cristo, morirán. El sarmiento se desprende de la Vid-Cristo cuando peca. ¿Qué pasa? El pecado mortal impide totalmente la irrigación sobrenatural y nos convierte en una rama seca y estéril. ¿Y para qué sirve una rama seca sino para tirarla al fuego de la inutilidad? Las faltas veniales, las imperfecciones y mediocridades constantes son como una arteriosclerosis que endurecen poco a poco nuestro corazón por falta de irrigación, pues las arterias del alma se vuelven rígidas y gruesas, dificultando la circulación sanguínea de la vida divina.
Finalmente, tiene que quedar bien claro que los sarmientos más fructíferos serán podados para que den más fruto. Es una paradoja que no podemos entender. Dios a veces la quiere y la permite. Es curioso repasar la vida de los santos: cuanto más santos, más podas y pruebas tenían, físicas, morales y espirituales. Dios los podaba para que dieran más fruto. Probó a santa Teresa de Jesús y a san Juan de la Cruz, y cómo. Probó y podó a santa Teresita de Lisieux. Probó y podó a san Juan Bosco. Probó y podó al santo padre Pio de Pietrelcina. Probó y podó a san Juan Pablo II. Gracias a esa poda, caen de nosotros las ramas inútiles, los retoños que dificultaban al paso triunfal de la savia de Cristo, las hojas secas de nuestra voluntad propia, de nuestros deseos vacuos, infantiles y caprichosos. Ante las podas, paciencia. Y mirar a Cristo que fue podado hasta el final de su vida: abofeteado, pisoteado, hecho gusano por nosotros en la cruz. Y al final dio el fruto de los frutos: la salvación eterna de la humanidad y la reconciliación con su Padre celestial.
Para reflexionar: ¿Estoy unido a Cristo-Vid en la oración, en la Eucaristía? ¿Qué pámpanos está dando mi sarmiento? Cuando he tenido la desgracia de desprenderme de esa Vid, ¿he acudido a la confesión donde recibiré de nuevo la irrigación de la vida divina perdida por el pecado? ¿Me dejo podar por Dios para que mi sarmiento produzca mejor fruto o me rebelo? ¿Ofrezco a mis hermanos los frutos de mis sarmientos?
Para rezar: Señor, aprieta mi sarmiento a tu Vid para que cada día tu vida divina invada todo mi ser. Señor, manda tu lluvia del cielo para que siempre esté verde mi sarmiento y crezca. Señor, no tengas miedo a la poda, porque así me desprenderás de todos los zarcillos inútiles.
Cualquier sugerencia o duda pueden comunicarse con el padre Antonio a este email: [email protected]
El Pontificio Consejo de la Pastoral para los Migrantes e Itinerantes, junto a Cáritas Internacional, presentan un documento conjunto para llamar a un empeño cristiano contra la trata de seres humanos o tráfico de personas. 28 de abril de 2015 (Zenit.org)
“Creados a imagen de Dios, tratados como esclavos…”
“La persona humana nunca debe ser comprada y vendida como si fuera una mercancía; quién la utiliza y la explota, aunque sea indirectamente, se convierte en cómplice de este abuso”
Papa Francisco
Introducción
Cada año, miles de personas son engañadas y vendidas al mercado de la esclavitud como trabajadores forzados, prostitutas o mendigos, en otras palabras, se convierten en víctimas del tráfico humano.
El tráfico humano es una forma moderna de esclavitud. Esto implica controlar a una persona a través de la fuerza, el fraude o la coacción con el propósito del sometimiento a trabajos forzados y a la explotación sexual, a la servidumbre por endeudamiento u otras formas de sumisión. El tráfico humano les arranca la libertad a las víctimas y viola la dignidad de la persona humana, creada a imagen de Dios. Esto es también, y ante todo, un crimen.
Una vez que una persona cae en el tráfico humano, escapar de esa situación es siempre muy difícil y a menudo peligroso. Los supervivientes del tráfico humano, si consiguen huir, casi siempre se enfrentan a una multitud de desafíos. Se les niega el acceso a derechos legales, protección médica y servicios de asesoramiento. Puede que deban enfrentarse a la criminalización y la persecución, así como a la estigmatización y la discriminación, y esto no solo concierne a la persona sometida al tráfico humano sino también a su familia y entorno. Además, cualquier asistencia que puedan recibir está a menudo condicionada por la cooperación con las autoridades, sin que se tenga en cuenta el peligro que esto pueda causar a la víctima.
Según las estimaciones de la OIT, al menos 2,4 millones de personas han sido sometidas al tráfico humano en un determinado momento. Aun así, solo hay unos pocos de miles de condenas de traficantes cada año 1. La mayoría de las víctimas no son identificadas y consecuentemente nunca reciben justicia por el daño que se les ha infligido 2. A pesar de la existencia de una mayor concienciación y de respuestas de aplicación de la ley más eficaces, el tráfico humano sigue siendo una actividad delictiva de bajo riesgo y alta rentabilidad. La OIT estima que los beneficios anuales generados por el tráfico de seres humanos alcanzan los 32 billones de dólares americanos.
Entre las “causas fundamentales” del tráfico de seres humanos en los países de origen están la privación de los derechos humanos básicos y del acceso a necesidades básicas y por lo tanto, la pobreza extrema, que afecta especialmente a las mujeres, la falta de estabilidad política, social y económica, las situaciones de conflictos armados y opresión, el bajo estatus de las mujeres en algunas culturas y la violencia doméstica.
En los países de destino, el tráfico de personas se produce debido al aumento de la demanda de trabajadores baratos a los que se pueda explotar, en el campo, fábricas, mercados de pescado, zonas de construcción y en el trabajo doméstico. La falta de respeto por la dignidad humana origina el tráfico de personas para el sometimiento a matrimonios forzosos y a la extracción de órganos. La “cultura de la indiferencia”, como la llama el papa Francisco, conduce a la violencia y al abuso. No es suficientemente combatida por las autoridades, la opinión pública, los educadores y la Iglesia.
Otros “desencadenantes” pueden ser: una falta de concienciación pública sobre el tráfico de personas, entre el público en general y entre los grupos vulnerables en particular, el potencial de alto beneficio para aquellos implicados en la actividad delictiva del tráfico de seres humanos, la falta de una legislación anti tráfico de personas que sea efectiva y, aunque esa legislación exista, la ausencia de una aplicación adecuada y efectivade tal legislación por parte de las autoridades responsables. Esto es a menudo resultado de la corrupción, los obstáculos de los canales de migración legal a países con economías más fuertes y/o regiones con mejores perspectivas.
Los esfuerzos para combatir el tráfico de personas deben proponerse abarcar y abordar todas o la mayoría de las causas anteriormente mencionadas. Se plantea un desafío particular por la complejidad de tratar de forma eficaz el lado de la “demanda” del fenómeno. En muchos casos puede que el lado de la “demanda” ni siquiera sea consciente de que la persona es víctima del crimen del tráfico de seres humanos. Este desafío requiere por tanto un amplio alcance de los esfuerzos realizados para el aumento de la concienciación pública, a través de los medios, de programas de educación, del debate público y a través de las Iglesias.
El tráfico humano es un “negocio internacional” que crece rápido y que es altamente lucrativo, el cual conduce inevitablemente a la destrucción de las vidas de cientos de miles de personas. El fenómeno tiene una dimensión internacional y solo puede ser abordado de forma adecuada mediante esfuerzos conjuntos.
La Iglesia, incluidas las congregaciones religiosas, las organizaciones católicas y los fieles, tiene un potencial único y, por defecto, la obligación de participar en un esfuerzo mundial coordinado para combatir el tráfico de seres humanos.
Lo que puede hacer la Iglesia
Prevención y aumento de concienciación: apoyar y llevar a cabo actividades de prevención, principalmente a través del aumento de la concienciación. Las actividades de aumento de la concienciación pueden estar dirigidas agrupos de riesgo, (p.ej. a personas que intentan activamente migrar en busca de un trabajo lejos de casa, dentro o fuera del propio país, a migrantes en una situación irregular o a grupos que, debido a sus circunstancias, están más expuestos al riesgo de convertirse en víctimas del crimen del tráfico de personas), aeducadores y profesionales (como médicos, sacerdotes, enfermeros/as, trabajadores sociales no especializados y funcionarios del gobierno) o alpúblico en general.
Asistencia a víctimas del tráfico de personas: proporcionar alojamiento seguro a las víctimas del tráfico de personas en los países de destino, tránsito y origen (para víctimas repatriadas), proporcionar asistencia social, médica, psicológica y legal de forma individual, así como formación profesional para fortalecer profesionalmente a las víctimas del tráfico de seres humanos. La asistencia eficaz requiere cooperación transnacional y trabajo en red. A este respecto, el trabajo en red y la cooperación con órdenes de religiosas serán particularmente valiosos y eficaces. Es necesario respetar completamente la pluralidad religiosa de las víctimas y, si es posible, ofrecer una asistencia efectiva que también preste particular atención a su curación espiritual y a su completa rehabilitación espiritual y mental, de modo que puedan afrontar el sufrimiento de por vida que el tráfico de personas ocasiona.
Incidencia política: La labor de incidencia política es tan importante como la asistencia a las víctimas del tráfico de personas y debe abordar en particular las causas fundamentales de este, centrándose en defender alternativas para los grupos vulnerables. La incidencia política en los países de destino y hacia instituciones internacionales debería apuntar específicamente a asegurar que haya en vigor una legislación adecuada y que esta sea adecuadamente ejecutada a nivel nacional e internacional para proteger a las víctimas del tráfico de personas, para castigar a los traficantes y para garantizar los derechos de las víctimas, pero también debe mirar hacia políticas de migración y políticas económicas que reduzcan la vulnerabilidad de las personas al tráfico de seres humano. Por último, la incidencia política debe destacar la necesidad de la erradicación del trabajo forzado y la promoción de condiciones de trabajo decentes.
Networking: Es muy importante trabajar, tanto nacional como internacionalmente, en redes de trabajo interdisciplinares, donde mejore la cooperación entre autoridades, ONG y organizaciones internacionales. Al mismo tiempo, existe la necesidad de trabajar en red dentro de la Iglesia y de organizaciones eclesiales para reforzar la colaboración y la coordinación de los diferentes esfuerzos, y también con compañeros ecuménicos de otras Iglesias. El networking debe proponerse mejorar la asistencia transnacional y la protección de las víctimas del tráfico de personas. El networking es además una herramienta en la labor de incidencia política conjunta para buscar la mejora de la legislación a nivel internacional y nacional y su aplicación.
Para ello, las organizaciones cristianas, entre ellas miembros de Cáritas que participan o desean participar en la lucha contra el tráfico de personas, pueden emplear instrumentos y herramientas ya existentes en la red de Caritas Internationalis – La red de Organizaciones Cristianas Contra la Trata de personas (COATNET). La red ofrece fórums de discusión e intercambio de prácticas, fomento de capacidades, aboga a nivel mundial en representación de los miembros y también facilita la cooperación entre los miembros y con las partes interesadas(www.coatnet.org).
Cómo empezar
Ayudar a prevenir y aumentar la concienciación sobre el tráfico de personas en comunidades cristianas de base, escuelas, parroquias y centros sociales a través de homilías, discusiones y en otros momentos importantes. Informar sobre los peligros que conlleva el tráfico de personas, sobre el hecho de llegar a ser presa de agencias de reclutamiento sin escrúpulos, sobre la necesidad de guardar los documentos y sobre otros peligros (consultar la página web de COATNET www.coatnet.org para más información).
Organizar sesiones de oración y actos informativos el Día internacional de la Oración y la Sensibilización sobre la Trata de personas (Día internacional de la Trata de personas, 8 de febrero, Día de Santa Bakhita), promovidos por el Consejo Pontificio de Atención Pastoral a Migrantes y Personas Itinerantes, el Consejo Pontificio para la Justicia y la Paz y la Unión Internacional de Superioras Generales (UISG y USG). Los materiales para la oración pueden consultarse en www.coatnet.org.
Desarrollar proyectos que apunten a ofrecer asistencia a las víctimas; apoyo legal, psicosocial y espiritual, en particular.
Establecer colaboración con otras organizaciones locales que asisten a las víctimas (para derivación y líneas directas) y con organizaciones encargadas de la aplicación de la ley, construir alianzas. Unirse a COATNET para una mejor coordinación de estrategias de base confesional y unir las voces en el campo internacional.
Abogar por leyes anti tráfico de personas y por su aplicación en nuestros respectivos países.
Desarrollar las propias directrices de acuerdo con el propio contexto local.
Buenas Prácticas que pueden ser reproducidas en el propio contexto
El proyecto Cáritas Sri Lanka, Cáritas Líbano y Cáritas Nepal: Networking entre países emisores y receptores de fuerza de trabajo para prevenir la explotación laboral y asistir a las víctimas.
Cáritas Sri Lanka difunde información sobre los servicios y los refugios proporcionados por Cáritas Líbano y Cáritas Jordania entre los migrantes y las víctimas del tráfico y también entre los futuros migrantes durante los programas de concienciación previos a la salida. Cáritas Sri Lanka asiste a las familias de aquellos que se convirtieron en víctimas del tráfico humano en Líbano y Jordania. Cuando son informadas, Cáritas Líbano y Cáritas Jordania localizan a las víctimas e informan de su situación tras haberlas visitado en los centros de detención y en las casas de los patronos. Cáritas Sri Lanka ofrece a las víctimas asistencia en el aeropuerto a su llegada.
Incidencia política internacional
Caritas Internationalis, junto con organizaciones internacionales de la sociedad civil, participó en el proceso de lobbying para un convenio sobre el trabajo decente para las trabajadoras y los trabajadores domésticos, incluidos aquí los migrantes y los menores de edad. Este convenio (Convenio 189/2011 de la OIT) fue adoptado durante la CIT 2011 y fue luego abierto para ratificación.CI preparó una guía para sus Organizaciones Miembro en la cual explicaba el Convenio de modo que estas pudieran afrontar el desafío de realizar una labor de incidencia política a nivel nacional y solicitar a sus respectivos gobiernos nacionales que modificaran la legislación, que la hicieran más favorable para las trabajadoras y trabajadores domésticos y que la adaptaran al Convenio para prepararse para ratificarla. En la misma guía, CI analiza algunos de los artículos del Convenio que son de gran importancia para los menores trabajadores domésticos y para los trabajadores domésticos migrantes. Para los trabajadores domésticos migrantes existen importantes previsiones tales como un contrato que debería ser firmado antes de la salida del país de origen y que debería ser válido en el país de destino.Hay también disposiciones para supervisar a las agencias de contratación internacionales y sanciones para aquellas que no actúen según las normas. Existe también el principio de acceso a mecanismos de reparación. Por todas estas razones, es muy importante promover la ratificación de este convenio para proteger los derechos de todos los trabajadores domésticos, incluidos los migrantes, lo cual prevendría también el tráfico de personas.
CI ha organizado/asistido a varios actos para promover la ratificación del convenio y varios testigos de las Cáritas nacionales han asistido a algunos de ellos. Además, algunos responsables de incidencia política de CI han contado sus historias ante audiencias internacionales para que estas entiendan mejor la gravedad del asunto y la importancia de asegurar que el trabajo doméstico llegue a ser un empleo formal y esté regulado por la ley y acuerdos nacionales.
Incidencia política nacional
Secours Catholique – Cáritas Francia ha tratado de poner en común el conocimiento y la experiencia de la sociedad civil por medio de la creación de una amplia red nacional de la sociedad civil para vigilar la implementación del “Plan de acción nacional francés para combatir el tráfico humano en 2014-2016”. El colectivo de 23 organizaciones francesas llamado “Juntos contra el tráfico de seres humanos” (Ensemble contre la traite des êtres humains), coordinado por Secours Catholique, se reunió con varios funcionarios gubernamentales para recordarle al Gobierno que la implementación del Plan de acción nacional es de suma importancia.
El Plan de acción nacional está ya promulgado y pendiente de implementación, lo cual constituye un gran paso hacia mejores medidas de prevención y protección para las víctimas del tráfico de seres humanos. Secours Catholique y sus colaboradores vigilarán la implantación del Plan: deberían destinarse suficientes fondos y combatirse todas las formas de tráfico de seres humanos, prestando la debida atención a todas las víctimas, especialmente a las más vulnerables, como son los niños.
Proyecto sobre el aumento de la concienciación entre los líderes religiosos de las comunidades
Cáritas Albania coordina iniciativas conjuntas con la Iglesia Ortodoxa y las Iglesias Evangélicas de Albania para aumentar la concienciación sobre el tráfico de personas. Un grupo ecuménico de líderes de la Iglesia ortodoxa, católica y protestante fue creado para aunar fuerzas contra el tráfico de personas. El coordinador nacional de tráfico de personas y el Ministerio del Interior también participan en las reuniones del grupo. Este organiza programas de formación para jóvenes implicados en actividades sociales en sus parroquias y también para grupos de mujeres, se reúne con las instituciones públicas responsables de combatir el tráfico de personas, tales como la policía (para derivar a las víctimas a los servicios ofrecidos por las Iglesias) o las prisiones (ofreciendo servicios sociales y de formación para las mujeres que son víctimas). El grupo también organiza campañas conjuntas de aumento de la concienciación a nivel nacional para cada comunidad.
Las actividades del grupo incluyen también la participación de comunidades musulmanas. El grupo ha establecido además cooperación con el clero de países vecinos como Macedonia y Kósovo, en particular con sacerdotes, religiosas e imanes.
1 Según el Informe del Tráfico de Personas (TIP) generado por del Gobierno de EE.UU, en 2014 el número estimado de condenas fue de 5.776. (http://www.state.gov/j/tip/rls/tiprpt/2014/?utm_source=NEW+RESOURCE:+Trafficking+in+Persons+R)
2 En 2014 el número de víctimas indentificadas fue de 44.758 (según el mismo Informe de TIP)
El domingo, 26 de abril, IV domingo de Pascua, el Card. Filoni ha presidido la celebración eucarística en la Basílica de Notre Dame de Fourvière, donde la Venerable Pauline-Marie Jaricot, la mujer de las Obras Misionales, la trabajadora incansable de la oración y la víctima de la solidaridad para con los trabajadores, a menudo venía para manifestar a María sus ansias y deseos y para poner bajo su protección, los proyectos que nacían de su genio femenino y de un corazón ardiente y indomable, de hecho después de la Eucaristía y del Sagrado Corazón de Jesús, su amor más grande era María.
Omelia della IV Domenica di Pasqua
(Lione, 26 aprile 2015)
Cari Fratelli e Sorelle in Cristo,
Oggi è la IV domenica dopo Pasqua, detta anche domenica del «Buon Pastore» per via del brano del Vangelo, dove Gesù proclama di essere il buon pastore: “Io sono il buon pastore”(Gv 10, 11). Per tale ragione, questa domenica è dedicata anche alla preghiera per le vocazioni sacerdotali.
Celebrare per me oggi nella presente circostanza in questa Basilica di Notre Dame de Fourvière, è motivo di particolare emozione, giacché, in questo luogo mariano, di cui tanto avevo sentito parlare e letto, sono venuti, lungo numerosi secoli, uomini e donne santi e sante, fondatori e fondatrici di istituti religiosi e semplici pellegrini, trovandovi, in questa «Casa di Maria», accoglienza, ospitalità e luce; qui si percepisce l’abbraccio tenero di Maria, quale Madre; da qui , poi, ripartivano tutti rigenerati per una vita nuova. Quest’accoglienza, quest’ospitalità, quest’abbraccio di Maria non si sono esauriti; Maria continua ancora oggi la sua missione e, come a Cana di Galilea, ci ottiene da Gesù il vino nuovo e migliore della speranza e della grazia.
Ieri sera ho parlato a Saint Nizier della Venerabile Pauline-Marie Jaricot, figlia eletta di questa Città: la donna delle Opere Missionarie, l’operatrice instancabile della preghiera e la vittima della solidarietà operaia. In questa Basilica Ella veniva spesso per manifestare a Maria le proprie ansie, i propri desideri e mettere sotto la Sua protezione i progetti che nascevano dal suo genio femminile e da un cuore ardente e indomito. La Venerabile Jaricot ricordava quei momenti trascorsi in questo tempio come momenti di grazia; così, per esempio, a proposito della sua conversione, scriveva: “Ho sofferto terribilmente durante i primi mesi della mia conversione. Non sarei mai stata capace di curarmi dalla vanità se non avessi vigilato su me stessa con diligenza. Mi sembrava che la morte fosse stata preferibile, più che rinunciare a tutte le vanità del mondo”. Dopo l’Eucaristia e il Sacro Cuore di Gesù, il suo più grande amore fu Maria; sappiamo che, nel 1826, quando aveva solo 27 (ventisette) anni concepì di dar vita all’Opera del Rosario vivente, un’associazione accessibile a tutti, che legava, attraverso la preghiera mariana del Rosario migliaia di persone; la Jaricot riteneva, giustamente, che in questo modo si sarebbero raggiunti due scopi: il primo, quello di meditare i misteri della vita di Gesù e di Maria - “pènétrer dans l’interieur de Jésus et Marie” - attraverso la contemplazione dei quindici momenti più significativi della loro vita; il secondo, che la preghiera sarebbe venuta in soccorso dell’opera di evangelizzazione nel mondo, che era la sua intima vocazione ecclesiale. Davanti all’Eucaristia e nell’abbraccio di Maria, la Jaricot viveva il suo martirio interiore e, nel momento ultimo della sua vita, il 9 marzo 1862, mentre la malattia si aggravava definitivamente, pronunciava le sue ultime parole di abbandono: “ Marie… Marie, ma Mère, je suis toute à vous!”. Giustamente, questa grande figlia di Lione è considerata “Mère des Missions et Apôtre du Rosaire”.
Dopo questa riflessione, vorrei farne una seconda desunta dal Vangelo di oggi, che è molto bello, e che, come ho detto prima, è quello del «buon pastore» Anzi è Gesù stesso che dice, parlando di sé stesso: “Io sono il buon pastore”. Gesù è il Buon Pastore. Il senso di queste parole è estremamente semplice, ricco e profondo di significato. L’immagine è tratta dalla vita della pastorizia; era un’immagine familiare al tempo di Gesù. Forse meno per noi oggi. Ma non è incomprensibile.
Io penso che tutti noi, nella nostra vita, amiamo dare un’immagine appropriata di noi stessi, e questo avviene in vari modi. Pensiamo ad esempio ad una nostra fotografia, che ferma un istante di noi e che sembra darci l’immagine che noi stessi vorremmo: una fotomodella pensa alla sua avvenenza, un calciatore alla spettacolarità di un suo gol, una coppia di giovani ad un momento della loro felicità, ecc.; a volte sono immagini casuali, a volte studiate, ma sono frammenti significativi della nostra vita. Anche a livello morale ci piace avere una considerazione positiva, così, ad esempio circa il giudizio che gli altri si fanno di noi, dove si cristallizza qualcosa del nostro carattere o del nostro modo di essere; sappiamo che il giudizio può essere positivo o negativo; a volte vero, ma a volte falso. Anche con il nostro modo di vestire, ad esempio, trasmettiamo un’immagine di noi. Ciò che diciamo, crea un’opinione. Il camminare può far suscitare un’impressione. Quel che facciamo, non di rado ci qualifica. Con tutto ciò, vorrei dire che noi non siamo, in quanto esseri umani, insignificanti, lasciamo una traccia. E non siamo indifferenti verso la valutazione che gli altri hanno di noi. La domanda allora è: ma tutto ciò, corrisponde effettivamente a ciò che io sono, a ciò che noi siamo?
Gesù dice: “Io sono il buon pastore”. Queste parole significano che egli si auto-definisce e desidera essere considerato come un pastore buono. L’aggettivo «buono» qualifica l’essere «pastore». Egli vuole che gli altri abbiano questa conoscenza di lui. E parlando ai suoi conterranei, agli ebrei del suo tempo, questi sapevano bene quante volte nella Sacra Scrittura si parlava di pastori che curano il gregge o se ne servono, di pastori che difendono il gregge o fuggono davanti al pericolo, di pastori che conoscono le fresche sorgenti d’acqua, i buoni pascoli e vi conducono il gregge, di pastori che curano o sono indifferenti verso la pecorella zoppa o malata. Tutte queste sono analogie con valore biblico e sapienziale. L’immagine principe, che Gesù dà di sé, è quella del «pastore buono che lascia le 99 (novantanove) pecorelle al sicuro e va il cerca di quella smarrita». In quest’immagine c’è amore, misericordia, servizio, donazione, altruismo. Jaweh era il proprietario del gregge, Gesù si qualifica come buon pastore che sacrifica la vita per le sue pecorelle affidate a lui da Jaweh; egli non è il mercenario che fugge. In questo suo donarsi, in questo suo offrirsi, non solo Gesù afferma, ma è il Buon Pastore. Una missione che non si è esaurita nei secoli, perché egli stesso afferma che nessuna delle pecorelle che il Padre gli ha affidato, verrà lasciata fuori dell’ovile, fuori di casa. Egli sa di avere “altre pecore che non sono di questo ovile” ed aggiunge: “anche queste io devo condurre; ascolteranno la mia voce e diverranno un solo gregge” (Gv 10, 16). Con tali espressioni egli inaugurava la missionarietà, affidando questo impegno dapprima ai suoi discepoli e poi alla Chiesa tutta. Il servizio reso da Gesù al Padre supera allora la Palestina, supera tutti i tempi e si allarga a tutto il mondo. Qui è la radice della missionarietà della Chiesa, la radice dell’intuizione della Jaricot che intendeva coinvolgere nella missionarietà anche i laici.
Il Beato Paolo VI, in una meditazione del 28 aprile 1968, invitava a riflettere che era stato proprio Gesù a voler essere ricordato in quest’immagine del Buon Pastore e che Egli, il Cristo, voleva essere pensato, ricordato e visto così, ossia, come colui che ci chiama nella sua casa per nome, perché per lui ogni essere umano non è anonimo e che a tutti dà accoglienza, non fa differenza di persona, conosce l’intimo mio e tuo, gli è cara la mia e la tua vita e a tutti sa dare tenerezza. Mi piacerebbe pensare che tu ed io, oggi potessimo avere questa esperienza dell’affetto di Dio; un affetto che, senza pregiudizio egli estende all’intera umanità. In questo c’è anche la nostra vera dignità salvata.
In Gesù, Buon Pastore, il Padre ci ama, ci consola e ci rende liberi.
Conferencia del Card. Fernando Filoni, Prefecto de la Congregación para la Evangelización de los Pueblos, en el curso de la conferencia que ha tenido en la tarde del sábado 25 de abril en Lyon, en la iglesia de Saint-Nizier, donde está enterrada Pauline Marie Jaricot (1799-1862), en ocasión del lanzamiento oficial del nuevo sitio Internet dedicado a la vida y al compromiso apostólico y misionero de la Venerable de Lyon (véase Fides 25/04/2015). (FIDES)
Conferenza su PAULINE-MARIE JARICOT
(Lione, Église Saint Nizier, 25 aprile 2015)
Pauline-Marie hier, Pauline-Marie aujourd’hui, Pauline-Marie demain?
1799-1862. Le date sono gli occhi della storia. E qui, oggi, parliamo della storia, ossia della vita di Pauline-Marie Jaricot, stella luminosa di quell’era di forte evangelizzazione che fu il XIX secolo. Sappiamo che la storia, per essere tale, deve essere attraversata da uomini e donne, che, con la loro vita e con il loro pensiero, ne caratterizzano il tempo. Sappiamo anche che la storia, ossia il tempo, è, per così dire, un segmento dell’eternità.
Chi guarda oggi la facciata della Basilica di San Pietro a Roma individua, sulle due alte estremità esterne, due orologi molto grandi, e subito noterà che uno di essi segna il corretto orario, quello di sinistra, e l’altro, quello di destra, è fermo. Simbolicamente e visualmente cogliamo, nell’intuizione dell’artefice, la dimensione che la Chiesa vive nella storia, dove Cristo l’ha voluta e le ha dato il proprio mandato da svolgere nel tempo, benché essa tenda all’eternità. La Parola di Gesù è eterna e per l’eternità. Pur proclamata nell’oggi, essa non passa.
Mentre il «Momento», dunque, -l’elemento che, nella successione ripetuta, costituisce il tempo, la durata, la cronologia, il passare, il rincorrersi continuamente dei minuti e dei giorni e quindi l’inafferrabilità- è tracciato dal cronografo a sinistra della Basilica, l’«Ora» -ossia il metastorico, il perenne, l’eterno, che è fisso, che permane attraverso il succedersi dei fatti storici e che pertanto ha la capacità di spiegarli secondo la nostra percezione intellettiva- è segnata dal quadrante di destra.
Se fermiamo la nostra attenzione sulla dimensione della storia trascorsa, non possiamo non parlare degli attori che l’hanno marcata, lasciando un’impronta che, quanto meno, ci incuriosisce; nascono allora gli interrogativi: chi, perché, come, quando, in che modo? Cioè la non contemporaneità con il personaggio o l’evento, suscita in noi il desiderio di conoscere. Più poi ci si allontana dal personaggio o dall’evento, più sentiamo il bisogno di mettere a fuoco quegli elementi che ci permettono la comprensione più profonda e corretta di esso o di essi.
Parliamo ora di Pauline-Marie Jaricot. Di lei non possiamo non comprendere quello «ieri» che fu il tempo in cui Ella nacque, si formò e operò; ossia, non possiamo non fermare la nostra attenzione anche sullo sfondo, come in un quadro, entro cui collocarne la vita, l’esperienza umana e spirituale di questa lionese, nata in una famiglia numerosa (fu la settima tra fratelli e sorelle), una famiglia pia, di media borghesia, attaccata e fedele alla Chiesa.
Devo però dire, prima di tutto, che ho accettato con piacere, di venire qui, a Lione, e parlare della Jaricot, non solo per l’affascinante sua personalità e per l’attualità di questa donna, ma anche per quel profondo legame che, quale Prefetto della Congregazione per l’Evangelizzazione dei Popoli, lega la mia Congregazione alla Venerabile Pauline-Marie.
Lo sfondo in cui collochiamo le date d’inizio e fine dell’avventura umana, 1799-1862, della Jaricot, è quello di una Francia che viveva la fase più delicata e critica del passaggio dall’ancien régime, della commistione tra Chiesa e Stato, ad una nuova prospettiva, di cui la società era alla ricerca. Nei suoi 63 (sessantatre) anni di vita, la Jaricot fu testimone dello stato d’indifferenza e dell’ignoranza religiosa tra il popolo del suo tempo e del risveglio, di cui Ella divenne parte. Il suo, fu anche il tempo, dal punto di vista del risveglio religioso, che avviava i suoi strumenti nelle missioni parrocchiali e nell’educazione dei ragazzi, mentre, proprio a Lione, il cardinale (Joseph) Fesch, arcivescovo della Città, formulava il progetto di una Società nazionale delle missioni che, poi messa sotto la direzione del Reverendo Rauzan, celebre missionario, sarebbe stata inserita nell’organizzazione missionaria, poi proibita da Napoleone per timore di troppa fedeltà al Papa. Era anche il tempo della fioritura delle Congregazioni mariane del padre ex-gesuita Delpuits, restaurate a Parigi nel 1801, alle quali aderiva la nuova gioventù studentesca, delle Congregazioni della gioventù dell’abate (Guillaume-Joseph) Chaminade (1806), della formazione di una specie di istituti secolari destinati agli «ambienti di vita», per non dire della congregazione lionese a carattere laicale, che poneva allora la Chiesa di Lione all’avanguardia della restaurazione religiosa della Francia del secolo XIX[1]. Questi scenari fanno da sfondo all’infanzia e all’adolescenza di Pauline-Marie Jaricot; un periodo che fu anche marcato da momenti personali di depressione, connessi ad un incidente in casa che ne comprometteva alquanto la deambulazione, nonché, poco dopo, all’età di 15 (quindici anni) della morte della sua cara mamma (1814). La preghiera in cui fu introdotta dal parroco di Tassin(la-Demi-Lune) l’aiutò spiritualmente, superando anche un desiderio di vita mondana da cui era attratta, verso un ideale di vita centrata sulla carità verso i poveri di Lione e verso la missionarietà.
A 17 anni Pauline-Marie ebbe dunque una prima, generosa e ideale trasformazione religiosa: il 25 dicembre 1816, nella cappella di Fourvière, assumendo il voto di castità, scelse di intraprendere “il cammino mistico della riparazione e della carità”, in considerazione delle rovine spirituali causate dalla rivoluzione, attraverso l’educazione dell’infanzia e la cura dei malati. Secondo la più nota e radicata devozione in Francia, la Jaricot, che era accompagnata dalla lettura dell’Imitazione di Cristo, sentì il fascino e l’attrazione per il Sacro Cuore. Erano, infatti, gli anni in cui il gesuita Pierre-Joseph Picot de Clorivière aveva dato vita alla Fraternità dei Sacerdoti del Cuore di Gesù (1791), a Lione nascevano i Fratelli del Sacro Cuore del padre André Coindre (1821), e a Bétharram sarebbe sorta la Congregazione dei Preti del Sacro Cuore di Gesù (1832).
È in questo contesto che nacque la prima Opera della Jaricot, quella delle Riparatrici del Cuore di Gesù misconosciuto e disprezzato (1817), associandovi giovani operaie che si dedicavano ad una vita di pietà e di apostolato. Fu anche il tempo in cui Pauline-Marie, con fervore giovanile, apprendeva ad entusiasmarsi per la Chiesa e per la sua missione evangelizzatrice nel mondo. Una passione che le nacque dal momento in cui vide il fratello Philéas, il più prossimo a sé anche per l’età, entrare in seminario nel desiderio di essere missionario in Cina. I due pensarono a come aiutare i missionari sparsi nel mondo; Pauline-Marie, era propensa ad un sistema permanente di aiuto alle missioni estere e fu così che convinse una decina di amiche a mettere settimanalmente da parte qualche soldo per le missioni; al tempo stesso esse si sarebbero dovute impegnare a trovare ciascuna altre dieci persone, con lo stesso scopo, e così via, coinvolgendo il più ampio numero di persone. Nacque allora quell’aiuto continuato per la propagazione della fede che non era soltanto di tipo finanziario, ma aggiungeva l’impegno quotidiano di pregare per la conversione dei popoli non ancora cristiani. Stava per nascere ciò che sarà un giorno nella Chiesa l’Opera della Propagazione della Fede e le annesse Pontificie Opere Missionarie. Mentre il fratello Philéas continuava la sua formazione seminaristica, Pauline-Marie vedeva riconosciuta la sua Opera, tanto a livello parrocchiale (nella parrocchia di San Policarpo), quanto dal direttore per le Missioni Esteri di Parigi e, ben presto, anche per le missioni di tutto il mondo.
L’«originalità», o se si vuole anche la «genialità», della sua visione non sta solo nel rinnovamento spirituale avviato tra i laici e le lavoratrici, ma anche in quell’ampio respiro missionario dato dal suo cuore, che travalicava i confini sia locali, sia della Francia, per estendersi nel mondo. Ella non amava fondare una congregazione religiosa missionaria, femminile o maschile che fosse, quanto amava coinvolgere i laici in virtù della fede di ogni battezzato nell’azione evangelizzatrice.
Va rilevato che dalla prima metà del XIX secolo furono messi i prodromi del clima del grande risveglio del fervore missionario che pervase in particolare l’Europa del XIX secolo e della nascita di numerose istituzioni missionarie per l’evangelizzazione dell’Africa, dell’Asia, dell’Oceania e dell’America del Nord. Penso, ad esempio, in Francia, ai Padri Maristi, o Società di Maria, fondata da un giovane prete di Lione, Jean Claude Colin, che a Fourvière consacrava nel 1816 la sua vita a Maria e che nel 1836 riceveva l’impegno di evangelizzare in Oceania, agli Oblati di Maria Immacolata (OMI), fondati dal vescovo Eugènie de Mazenod nel 1826, contemporaneo della Jaricot, alla Congregazione dello Spirito Santo e del Sacro Cuore di Maria del Padre Liberman (1848), ai Missionari d’Africa o Padri Bianchi, fondati dal cardinale Lavigerie (1868), ai Missionari del Sacro Cuore di Gesù, del sacerdote Jean Jules Chevalier, che dal 1881 partiranno per il lontano Pacifico; in Italia, al Pontificio Istituto Missioni Estere (PIME) di Milano (1850), istituzione non dissimile di quella di Parigi, ai Comboniani o Figli del Sacro Cuore di Gesù, con relativo ramo femminile (1866), ai Saveriani di Parma (1890), ai Missionari della Consolata di Torino (1901); in Germania alla Società del Verbo Divino (SVD), maschile e femminile, del sacerdote Arnold Janssen (1875), in Belgio alla Congregazione del Cuore Immacolato di Maria (o di Scheut), del sacerdote Teophiel Verbist (1862), in Gran Bretagna ai Missionari di Mill Hill del card. Herbert Vaughan (1866) e poi negli USA i Missionari di Maryknoll(1911) di James Anthony Walsh. E l’enumerazione, per essere completi, non si fermerebbe qui, perché bisognerebbe nominare anche altre istituzioni maschili e femminili, come ad esempio i Salesiani e le Salesiane di Don Bosco (1859), che accanto a finalità pastorali specifiche, non disdegnarono di entrare nell’ambio missionario con grande profitto e benemerita attività.
A Roma la Congregazione de Propaganda Fide,[2] riceveva nuovo impulso per le missioni, alla quale il Pontefice Pio IX chiedeva chiarezza di idee, energia, capacità di concretizzare i piani e grande visione evangelizzatrice.
In un tempo in cui la missionarietà era organizzata, diretta e sostenuta da grandi istituzioni come appunto Propaganda Fide ed era prevalentemente in mano agli antichi ordini e società clericali, -come francescani, domenicani, carmelitani e gesuiti- assente anche quella che noi oggi chiamiamo la cooperazione diocesana o inter-diocesana, il coinvolgimento o meglio la cooperazione dei laici rimaneva ai margini, per non dire che era inesistente. Pertanto, l’impegno missionario di una giovane donna, che manifestava amore e intendeva partecipare all’annuncio del Vangelo ad gentes, in modo non-occasionale, né solo personale ma coinvolgente anche altri laici e che come impegno perseguirà per tutta la vita, fu un aspetto ecclesialmente antesignano, precorritore dei tempi. Ella, attraverso anche le sue vicende personali, come alcuni problemi di salute che nel 1820 l’afflissero, ed a motivo dei quali dovette allontanarsi “dal suo frenetico impegno di apostolato missionario, coltivò e diede il suo contributo soprattutto attraverso la preghiera e il raccoglimento adorante. Trascorreva molto tempo in adorazione eucaristica e in una notte, particolarmente ispirata, compose un testo molto intenso dal titolo «L’amour infini dans la divine Eucaristie, fontaine divine, source des tous les autres sacremants»”[3]. Aveva 23 anni (1822)! Sono pagine straordinarie -commenta un autore- che fanno conoscere un bellissimo aspetto della sua spiritualità di vera contemplativa, innamorata dell’Eucaristia, ma -direbbe oggi Papa Francesco- di una contemplativa “in uscita missionaria” (EG[4] 20).
La sua personalità, che volle rimanere libera da legami affettivi e forse poco apprezzata ai suoi tempi, decisamente femminile, profondamente e spiritualmente legata a Cristo, così attiva e inserita nel mondo, si temprava, al tempo stesso tra ideali e sofferenze, si pensi: alla malattia del padre, della sorella Loretta e del fratello Philéas, che dopo l’ordinazione sacerdotale (1823) non era potuto partire per l’agognata missione in Cina e dalla loro morte nel giro di breve tempo. Tuttavia, per Lei la Provvidenza forniva un aiuto e sostegno da veri uomini di Dio, come il curato d’Ars, Giovanni Maria Vianney, il Rev. Würtz, suo primo direttore spirituale, poi il Rev. Renault, e il Rev. Colin, grande amico e suo sostenitore nelle missioni in Oceania.
In un tempo che si annunciava difficile, la Jaricot si affidò alla Vergine Maria; già nel 1826 aveva dato vita all’Opera “Rosario vivente”: la «questione sociale» in Lione, sul tema del lavoro e degli operai, aveva un terreno fertile con l’introduzione di nuove macchine che rivoluzionavano l’aspetto manifatturiero, ma creavano anche forti tensioni. Ella percepì la necessità di avvicinare i lionesi alla preghiera mariana del rosario, al fine di recuperarne la fede in Gesù che salva. La recita del rosario era un modo concreto attraverso cui, similmente all’Opera della Propagazione della Fede, intendeva coinvolgere quindici persone, ognuna delle quali ne avrebbe coinvolto altre quindici, in una catena infinita. La Sede Apostolica approvò il Rosario Vivente nel 1832 e, dalla sua Casa di Lorette, la Jaricot dirigeva e organizzava questa nuova avventura, senza dimenticare il suo impegno per le Missioni. Stimata dal cardinale Lambruschini, in pellegrinaggio prima a Loreto e poi a Roma, ebbe la felice avventura di essere visitata dal Papa Gregorio XVI. Fortemente ammalata, su invito del Curato d’Ars andò in pellegrinaggio a Mugnano di Napoli, dove ottenne la guarigione in preghiera nella Chiesa di Santa Filomena.
Riprese le forze, una nuova avventura l’attendeva: la fondazione dell’Opera Associazione delle Figlie di Maria (1835), che ha delle caratteristiche non dissimili dalle odierne associazioni di vita apostolica, senza uno stato di vita consacrata, vivendo in semplicità, come un piccolo cenacolo che irradia carità ovunque,[5] e con una spiritualità derivata dalla meditazione dei misteri del Rosario e della Via Crucis, l’adorazione e la devozione ai Cuori di Cristo e Maria.
Nel 1842 la Jaricot, che aveva a cuore il movimento «mutualistico» della sua città, progetta un’altra Opera, La Banca del Cielo, nel contesto di favorire la situazione operaia, dove gli i lavoratori dovevano affrontare turni massacranti nelle fabbriche, spesso poco retribuiti e senza garanzia. Avventurandosi nell’impresa di dar vita ad una fabbrica in cui fosse promossa la dignità della classe operaia, intraprese l’Opera di Nostra Signora degli Angeli, ma raggirata e ingannata dall’amministratore, il Sig. Perre, cadde in forti debiti; la vicenda provò a tal punto la Jaricot da metterla in stato di indigenza (1851). Gli ultimi dieci anni della sua vita, ci mostrano una donna dalla personalità piegata dal dolore ma non spezzata, ferita in tutto, ma con una fede forte e inossidabile.[6] Così scrisse all’amica Madre Saint-Laurent: “Le croci più dolorose, e che stupiscono un po’ la nostra debolezza, sono quelle che con buone intenzioni ci vengono dagli amici di Dio. E bisogna pure amarle, perché esse sono scelte da Dio per santificarci”. Da questa radice nobile e solida, nascerà ben presto, per incoraggiamento di Pauline-Marie e del Vescovo Forbin-Janson, di Nancy, l’Opera della Santa Infanzia.
La Jaricot si addormentò nel Signore il 9 gennaio 1862. Era come il chicco di grano che caduto in terra fruttifica, una benedizione per la Chiesa missionaria, al tempo stesso Maria e Marta, sapendo che accogliere Gesù significava godere della sua amicizia; un’amica delle missioni, che Ella sostenne con la preghiera e una solidarietà efficace; una pioniera del mondo operaio che si affacciava prepotentemente alla ribalta sociale.
La Congregazione per l’Evangelizzazione dei Popoli e le Pontificie Opere Missionarie la considerano, insieme a San Francesco Saverio e a Santa Teresina di Gesù, il terzo elemento del tripode su cui poggia l’opera missionaria: al tempo stesso ad Gentes e interna, ossia di trasformazione della Chiesa, proprio come fu intesa dalla Venerabile Pauline-Marie Jaricot con la creazione delle sue sei “Opere” e che sono tanto simili al “sogno”(EG 27) o all’auspicata “conversione”(EG 30) ecclesiale di Papa Francesco: “Come vorrei trovare parole per incoraggiare una stagione evangelizzatrice più fervorosa, gioiosa, generosa, audace, piena d’amore fino in fondo e di vita contagiosa!”(EG 261).
Vorrei concludere questo mia Conferenza con le parole della Lettera enciclica Lumen Fidei; queste due parole -Lumen fidei, la luce della fede- scrive il Papa Francesco, sono un’espressione con cui “la tradizione della Chiesa ha indicato il grande dono portato da Gesù, il quale, nel Vangelo di Giovanni, così si presenta: «Io sono venuto nel mondo come luce, perché chiunque crede in me non rimanga nelle tenebre»(Gv 12, 46)”(LF 1).
Perché intendo concludere con questo riferimento? Perché immagino la luce della fede non come una potenza che abbaglia o che acceca, ma come una luce che proviene da una torcia, che si trasmette per contatto, che va passata e che, in questo modo, si trasmette in ogni luogo e in ogni tempo; un po’ come succede con i tedofori delle olimpiadi: portano una fiamma che non deve spegnersi e passa di mano in mano; che si dona e si porta.
Ebbene, Pauline-Marie Jaricot, toccata dalla fede, è stata una tedofora, amando costantemente di trasmettere la luce che aveva ricevuto e di ravvivarla, portando con sé sempre, quale donna saggia, l’olio della profonda spiritualità che le proveniva dall’Eucaristia, mai dimenticando di averne una scorta. Ed è proprio in questo senso che la sua attualità, ieri, oggi e domani rimane assolutamente intatta. Un’attualità, anche sotto l’aspetto antropologico-culturale, ci sorprende e continua a destare meraviglia, tanto più, quanto più si approfondisce la conoscenza della sua vita e del suo impegno cristiano.
E sono ormai in tanti ad esserne affascinati e a studiarla. La stessa Conferenza dei Vescovi di Francia, in un documento (n.6) del 2013, l’ha riproposta all’attenzione di tutti, con un titolo bello e significativo, che anch’io sottoscriverei: «Pauline-Marie Jaricot - Une oeuvre d’amour».
Il mio auspicio è che, in un futuro prossimo, a questa figlia di Lione, a questa figlia della Chiesa, si riconosca quell’esemplarità di testimonianza cristiana che la collochi tra i Beati e i Santi della Chiesa stessa.
Grazie per la vostra attenzione.
[1] Cf. A. LESTRA, Histoire secrète de la congregation de Lyon, Paris, 1967.
[2 Nel periodo della vita della Jaricot , Propaganda Fide fu retta dai seguenti Prefetti: Stefano Borgia (1798-1800), Antonio Dugnani (pro-prefetto, 1804-1805), Michele Di Pietro (1805-1808), Lorenzo Litta (1814-1818), Francesco Fontana (1818-1822), Ercole Consalvi (1822-1824), Giulio Maria della Somaglia (1824-1826), Mauro Cappellari, O.S.B.Cam. (1826-1831 eletto Papa, con nome di Gregorio XVI), Carlo Maria Pedicini (1831-1834), Giacomo Filippo Fransoni (1834-1856), Alessandro Barnabò (1856-1874), Alessandro Franchi (1874-1878).
[3] Cf. M. TIRONI, Paolina Jaricot, Velar ed., Gorle 2014, p.21.
[4] EG – Evangelii Gaudium
[5] Cf. C. GIACOVELLI, La Donna delle due Lampade, POM Italia, Roma 1999.
[6] Cf. M. TARONI, cit, p. 37.
El día que la Iglesia celebra la 52ª Jornada mundial de oración por las vocaciones, IV Domingo de Pascua, el Santo Padre Francisco ha presidido la eucaristía en la Basílica de San Pedro en la que ha ordenado a 19 nuevos sacerdotes, 13 de los cuáles provienen de seminarios diocesanos romanos y 6 de otros Colegios. Texto completo de la homilía del Papa. 26 de abril de 2015 (Zenit.org)
Queridos hermanos,
Estos nuestros hijos han sido llamados al orden presbiteral. Nos hará bien reflexionar un poco en el ministerio al que será elevados en la Iglesia. Como sabéis bien, el Señor Jesús es el único Sumo Sacerdote del Nuevo Testamento. Pero es Él, y también todo el pueblo santo de Dios, ha sido constituido pueblo sacerdotal, todos nosotros.
Sin embargo, entre todos sus discípulos, el Señor Jesús quiso elegir algunos en particular, para que ejercitando públicamente en la Iglesia en su nombre el oficio sacerdotal a favor de todos los hombres, continuaran su misión personal de maestro, sacerdote y pastor. Como Él había sido enviado por el Padre, Él envió a su vez en el mundo primero a los apóstoles, luego a los obispos sus sucesores, a los cuales finalmente se les dio como colaboradores, los presbíteros que unidos al ministerio sacerdotal son llamados al servicio del pueblo de Dios.
Ellos han reflexionado sobre esta vocación ya, y ahora vienen para recibir el orden de los presbíteros. El obispo corre el riesgo de elegirles, como el Padre ha corrido el riesgo por cada uno de nosotros.
Serán configurados en Cristo sumo y eterno sacerdote, o sea serán consagrados como verdaderos sacerdotes del Nuevo Testamento, y con este título, que les une en el sacerdocio al Obispo, serán predicadores del Evangelio, pastores del pueblo de Dios, y presidirán las acciones de culto, especialmente en las celebraciones del Sacrificio del Señor.
A vosotros, que vais a ser promovidos al orden del presbiterado, considerad que ejercitando el ministerio de la sagrada doctrina seréis partícipes de la misión de Cristo, único maestro. Dad a todos esa Palabra de Dios, que vosotros mismos habéis recibido con alegría. Leed y meditad asiduamente la palabra del Señor para creer lo que habéis leído, enseñad lo que habéis aprendido de la fe, vivir lo que habéis enseñado.
Esto sea el alimento para el pueblo de Dios. Que vuestras homilías no sean aburridas, que vuestras homilías lleguen al corazón de la gente porque salen de vuestro corazón. Porque lo que vosotros decís a ellos es lo que tenéis en el corazón. Así se da la Palabra de Dios. Y así vuestra doctrina será alegría y apoyo a los fieles de Cristo. El perfume de vuestra vida será el testimonio porque el ejemplo edifica, pero las palabras sin ejemplo son palabras vacías, son ideas, no llegan nunca al corazón. Incluso hacen mal, no hacen bien.
Vosotros continuaréis la obra santificadora de Cristo. Mediante vuestro ministerio el sacrificio espiritual de los fieles se hace perfecto, porque junto al Sacrificio de Cristo, que por vuestras manos en nombre de toda la Iglesia viene ofrecido de forma incruenta en el altar en la celebración de los santos misterios. Cuando vosotros celebréis la misa, reconoced por tanto lo que hacéis. No hacerlo deprisa. Imitad lo que celebráis, no es un rito artificial, un ritual artificial. Porque así, participando en el misterio de la muerte y resurrección del Señor, lleváis la muerte de Cristo en vuestros miembros y caminad con Él en novedad de vida.
Con el bautismo agregaréis nuevos fieles al pueblo de Dios. No rechacéis nunca el bautismo a quien lo pide. Con el sacramento de la penitencia perdonáis los pecados en nombre de Cristo y de la Iglesia. Y yo, en nombre de Jesucristo el Señor y de su esposa la Santa Iglesia, os pido que no os canséis de ser misericordiosos. En el confesionario, vosotros estaréis para perdonar, no para condenar. Imitad al Padre. Nunca se cansa de perdonar.
Con el óleo santo daréis alivio a los enfermos. Celebrando los sagrados ritos, elevando a las distintas horas del día la oración de alabanza y súplica, os haréis voz del pueblo de Dios y de la humanidad entera.
Conscientes de haber sido elegidos entre los hombres y constituidos a su favor para atender las cosas de Dios, ejercitad con alegría y en sincera caridad la obra sacerdotal de Cristo, únicamente con la intención de agradar a Dios, no a vosotros mismos. Es feo un sacerdote que vive para gustarse a sí mismo, parece un pavo real.
Finalmente, participando en la misión de Cristo, cabeza y pastor, en comunión filial con vuestro obispo, comprometeos a unir a los fieles en una única familia, sed ministros de la unidad en la Iglesia, la familia, para conducirlos a Dios Padre por medio de Cristo en el Espíritu Santo. Tened siempre delante de los ojos el ejemplo del Buen Pastor, que no ha venido para ser servido, sino para servir, no para quedarse en sus comodidades sino para salir y buscar y salvar lo que estaba perdido.
El santo padre Francisco, el domingo 26 de abril de 2015, se ha asomado a la ventana del estudio del Palacio Apostólico para rezar el Regina Coeli con los fieles presentes en la plaza de San Pedro. (Zenit.org)
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
El Cuarto Domingo de Pascua, llamado “Domingo del Buen Pastor”, cada año nos invita a redescubrir, siempre con nuevo asombro, esta definición que Jesús ha dado de sí mismo, leyéndola a la luz de su pasión, muerte y resurrección. “El buen pastor ofrece la vida por las ovejas”: estas palabras se realizan plenamente cuando Cristo, obedeciendo libremente la voluntad del Padre, se ha inmolado en la Cruz. Entonces queda completamente claro qué significa que Él es “el buen pastor”: da la vida ha ofrecido su vida en sacrificio por nosotros. Por ti, por ti, por ti, por mí, por todos ¡Por eso es el buen pastor!
Cristo es el verdadero pastor, que realiza el modelo más alto de amor por el rebaño: Él dispone libremente de su vida, nadie se la quita, sino que la dona a favor de las ovejas. En abierta oposición a los falsos pastores, Jesús se presenta como el verdadero y único pastor del pueblo: el mal pastor piensa en sí mismo y explota a las ovejas; el pastor bueno piensa en sus ovejas y se dona a sí mismo. A diferencia del mercenario, Cristo pastor es un guía pensativo que participa en la vida de su rebaño, no busca otro interés, no tiene otra ambición que la de guiar, alimentar y proteger a sus ovejas. Y todo esto al precio más alto, el del sacrificio de la propia vida.
En la figura de Jesús, buen pastor, nosotros comtemplamos la Providencia de Dios, su preocupación paterna por cada uno de nosotros. La consecuencia de esta contemplación de Jesús Pastor verdadero y bueno, es la exclamación de asombro conmovido que encontramos en la segunda Lectura de la liturgia de hoy: “Mirad qué amor nos ha tenido el Padre, mirad qué amor nos ha tenido el Padre, …” Es realmente un amor sorprendente y misterioso, porque donándonos Jesús como Pastor que da la vida por nosotros, ¡el Padre nos ha dado todo lo más grande y precioso que podía darnos! Es el amor más alto y más puro, porque no está motivado por ninguna necesidad, no está condicionado por ningún cálculo, no es atraído por ningún deseo de intercambio interesado. Frente a este amor de Dios, nosotros experimentamos una alegría inmensa y nos abrimos al reconocimiento por lo que hemos recibido gratuitamente.
Pero contemplar y dar gracias no basta. Es necesario también seguir al Buen Pastor. En particular, los que tienen la misión de guías en la Iglesia --sacerdotes, obispos, Papas-- están llamados a asumir no la mentalidad del líder sino la de siervo, imitando a Jesús, que despojándose de sí mismo, nos ha salvado con su misericordia. A este estilo de vida pastoral están llamados también los nuevos sacerdotes de la diócesis de Roma, que he tenido la alegría de ordenar esta mañana en la Basílica de San Pedro. Dos de ellos se asomarán para dar las gracias por vuestras oraciones y para saludaros.
María Santísima obtenga para mí, para los obispos y para los sacerdotes de todo el mundo la gracia de servir al pueblo santo de Dios mediante la alegre predicación del Evangelio, la sentida celebración de los sacramentos y la paciencia y mansa guía pastoral.
Carta pastoral del arzobispo de Madrid, Mons. Carlos Osoro Sierra. 'Él viene a poner Luz en nuestra oscuridad, a regalarnos esperanza, a darnos su amistad'. MADRID, 23 de abril de 2015 (Zenit.org)
El Resucitado nos lleva siempre de la duda a la confianza
“El Resucitado nos lleva siempre de la duda a la confianza” es el título de la carta pastoral del arzobispo de Madrid, Mons. Carlos Osoro Sierra, para esta semana. A continuación publicamos el texto íntegro de la misma:
¡Cuántos hombres y mujeres en nuestros días viven marcados por las dudas, los miedos, las inquietudes, la desorientación, la desesperanza, la desilusión y el sin sentido de la vida! ¡Cuánta gente, ante la pregunta de cómo están, responde con sinceridad: voy tirando! Para salir de esta situación es necesario que escuchemos al Señor una y otra vez: “Yo soy la resurrección y la vida. El que cree en mí, aunque muera, vivirá; y todo el que vive y cree en mí, no morirá jamás” (Jn 11, 25-26). Esta realidad que nos manifiesta Jesucristo, diciéndonos lo que Él es para nosotros, nos hace acudir a su Persona para beber, para entrar en comunión con Él, para vivir en su amor infinito que es fuente de vida.
A todos vosotros, los que tenéis fe y vivís en una adhesión sincera a Jesucristo siendo miembros activos de la Iglesia, y a los que por los motivos que fuere dudáis o no creéis en Jesucristo, os hago las mismas preguntas que les hizo el Señor a los primeros discípulos: ¿Por qué os alarmáis? ¿Por qué surgen dudas en vuestro corazón? Es muy importante que nos veamos en la verdad de todos los sentimientos que están en el fondo de nuestras vidas. Hay miedos y falta de confianza, hay soledades y tristezas. No sabemos salir por nosotros mismos de esta situación. Y Jesucristo, mientras vamos por el camino de la vida, por esa senda en la que se construye nuestra historia personal y colectiva, se presenta en medio de nosotros. Tengamos la valentía de escucharle y acogerle. Tengamos la osadía de acoger las preguntas que nos hace en lo más profundo de nuestro corazón. Pero, primero, seamos valientes para escuchar lo que nos dice: “Paz a vosotros”. ¿Qué paz es esta? Es el mismo Cristo. Nos lo dice el apóstol Pablo: “Él, Cristo, es nuestra paz” (Ef 2, 14). Y es que Jesucristo no sólo nos ha traído la paz: Él es nuestra paz. Por eso, el apóstol Pablo, en muchas ocasiones, nos dice: “Gracia y paz de parte de Dios nuestro Padre y del Señor Jesucristo” (Ef 1, 2). Es importante experimentar que la paz es el mismo Jesucristo. Por eso, el ser humano necesita acoger al Señor, que es acoger la paz, para quitar los miedos, las dudas, los desconciertos, todos los estados anímicos que nos impiden ser felices y no nos dejan hacer felices a los demás. Y que destruyen al hombre y la convivencia entre todos. Hemos de acoger con confianza al Señor.
Lo primero que entrega Jesucristo a los hombres que le abren las puertas de sus vidas es la paz. Así lo vemos en el Evangelio: “Estaban hablando de estas cosas, cuando él se presentó en medio de ellos y les dice: paz a vosotros” (Jn 24, 36). Él es la paz. Él es modelo, y da fondo y forma a quien lo acoge en su Vida. Esa Vida es la Paz de Jesucristo, que da a todo ser humano capacidad y gracia para expresar, manifestar y hacer en este mundo que el Amor de Dios sea la fuerza que construye, dinamiza y une a todos los hombres, capacitándonos para crear la “cultura del encuentro”. La Paz que regala el Señor es el conjunto de bienes mesiánicos. Es un don que se nos ofrece; es Cristo mismo, un regalo inmenso para que el hombre, acogiendo al Señor en su vida, dejando que su vida entera sea ocupada por Él, sea capaz de realizar la revolución auténtica que da un rostro de novedad absoluta al hombre y a la historia, haciendo posible que se pongan los cimientos de la civilización que da el Resucitado. Cimientos nuevos para un mundo nuevo. ¡Atrévete a vivir así!
Precisamente eso fue lo que el Señor dice a los discípulos: “¿Por qué os alarmáis? ¿Por qué surgen dudas en vuestro corazón?” (Jn 24, 38). Esos miedos, dudas, desconciertos, reflejan todo un estado de ánimo que Jesús quiere quitar de sus vidas. Y es que con ese estado anímico no se puede hacer nada de nada. Los discípulos del Señor tienen que ser instrumentos de cambio real en este mundo, tienen la Vida misma del Señor y, por ello, es necesario que vivan en su confianza. Nosotros necesitamos pasar de la duda a la confianza. Para ello, no hay más remedio que volver la mirada al Señor, como nos invita el Papa Francisco. Volver al Señor: se nos pide que volvamos a mirarle, nos lo pide Él mismo: “Mirad mis manos y mis pies: soy yo en persona. Palpadme y daos cuenta de que un espíritu no tiene carne y huesos, como veis que yo tengo. Dicho esto les mostró las manos y los pies” (Jn 24, 39-40). El Resucitado es la persona entera de Jesús. Mirar las manos y los pies de Jesús es volver a descubrir esas manos que curan, que liberan, que despiertan vida, que son vitalizantes, que acarician a los niños, que expulsan demonios, que lavan los pies y vendan las heridas, que multiplican los panes y nos hacen descubrir que la lógica del hombre no es la de Dios, que bendicen y perdonan. Y los pies de Jesús, que abren camino, que son pacientes y ligeros, que se gastan de tanto caminar en búsqueda de las ovejas perdidas, que son pies entregados en búsqueda de todos los hombres sin excepción, pies que regalan y acercan el abrazo y la misericordia de Dios a todos los hombres.
Pasemos de la duda a la confianza en el Resucitado. Él viene a poner Luz en nuestra oscuridad, a regalarnos esperanza, a darnos su amistad. En la confianza que supone abrir las puertas de nuestra vida a Jesucristo se hacen verdad aquellas palabras de Jesús: “Entonces les abrió el entendimiento para comprender las Escrituras” (Jn 24, 45). Y también cuando les dio un imperativo: “Vosotros sois testigos de esto” (Jn 24, 48). Tenemos que tener modelos para pasar de la duda a la confianza en Jesucristo. Modelos como Abrahán, que escuchó siempre a Dios y lo obedeció. O Salomón, un buscador apasionado de la sabiduría de Dios que cuando el Señor le dice: “pídeme lo que quieras que te de”, el sabio rey responde: “concede, pues, a tu siervo, un corazón que entienda”. Escuchar y entender nos llevan siempre a la confianza.
Pasar de la duda a la confianza nos hace experimentar estas bienaventuranzas:
1) Bienaventurados, porque en la confianza tenemos los mismos sentimientos de Cristo.
2) Bienaventurados, porque en la confianza creemos en el amor: Dios es amor. Hemos conocido el amor que Dios nos tiene y hemos creído en Él.
3) Bienaventurados, porque al darnos la vida el Señor nos convierte en evangelios vivientes: “no se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva” (Deus caritas est, 1).
4) Bienaventurados, porque hemos sido llamados a ser discípulos misioneros: id por todo el mundo y proclamar la buena nueva a toda la creación.
5) Bienaventurados, porque en Cristo encontramos la fuerza necesaria para vivir el amor fraterno.
6) Bienaventurados, porque en cualquier oscuridad tenemos siempre la Luz, que es Cristo.
7) Bienaventurados, porque ser cristianos es pertenecer a Cristo y tenerlo como único dueño y Señor de nuestra vida y de la historia.
8) Bienaventurados, porque en Jesucristo encontramos la verdad de Dios y la verdad del hombre, la gloria de Dios y la gloria del hombre.
Con gran afecto, os bendice:
+Carlos, Arzobispo de Madrid
Reflexión a las lecturas del domingo cuarto de Pascua B ofrecida por el sacedote Don Juan Manuel Pérez Piñero bajo el epígrafe "ECOS DEL DÍA DEL SEÑOR"
Domingo 4º de Pascua B
El Domingo del Buen Pastor nos ofrece la oportunidad de mirar la Pascua desde una perspectiva concreta: Jesús, dirigiéndose a los fariseos, les habla de su condición de Buen Pastor. De este modo, se identifica con el Dios del Antiguo Testamento, que se presenta tantas veces, como pastor del pueblo de Israel.
Jesús se nos manifiesta como el Pastor Bueno, porque hay también pastores malos: aquellos fariseos que le escuchan y toda la clase dirigente de Israel, que se han sentado en la “Cátedra de Moisés” (Mt 23,2ss). Recordemos también la enseñanza del profeta Ezequiel sobre los malos pastores (Ez 34,1-25), y la de Jeremías, que nos anuncia pastores según el corazón de Dios (Jer 3,15).
Todos sabemos lo que hace un pastor, cuidar de su rebaño: guía a las ovejas, las cuida y las alimenta. Cura a la enferma, está pendiente de las más débiles, busca a la que se ha perdido. Podríamos decir que atiende al conjunto de las ovejas, y a cada una en particular. Pero lo específico de Jesucristo, es llegar hasta “dar la vida” por el rebaño, porque Jesús no es un asalariado a “quien no le importan las ovejas”, como sucedía con los malos pastores.
“Yo soy el buen Pastor –dice- que conozco a las mías y las mías me conocen… Yo doy mi vida por las ovejas”. Y éstas no son palabras huecas, hiperbólicas, o imaginarias, porque esto es lo que estamos celebrando en este Tiempo de Pascua. Por eso, la Iglesia, exultante de gozo, proclama este día: "¡Ha resucitado el buen Pastor, que dio la vida por sus ovejas y se dignó morir por su grey. Aleluya!” De esta forma realizó la salvación. La primera lectura nos presenta a San Pedro, lleno del Espíritu Santo, que dice ante el Sanedrín: “Jesús es la piedra que desechasteis vosotros, los arquitectos, y que se ha convertido en piedra angular; ningún otro puede salvar y, bajo el cielo, no se nos ha dado otro nombre que pueda salvarnos”. Y la salvación que Él nos ha obtenido y nos ofrece a todos, no sólo nos libera del pecado y nos reconcilia con Dios Padre, sino que llega hasta hacernos hijos de Dios, como escuchamos en la segunda lectura. San Juan, en efecto, lleno de asombro, escribe: “Mirad qué amor nos ha tenido el Padre para llamarnos hijos de Dios, pues ¡lo somos!”. ¡Y con todas sus consecuencias!
Todo esto nos llena de una inmensa alegría y nos mueve a la alabanza y a la acción de gracias a Jesucristo y a Dios Padre que nos lo envió.
Desde hace muchos años se celebra este domingo, la Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones: Jesús, en su ausencia visible, nos invita a todos a cooperar con Él en la hermosa tarea de ser el Buen Pastor de su pueblo; y elige, de una manera particular, a muchos hombres y mujeres, para que dediquen todo su tiempo, todo su corazón y toda su vida, a esta tarea apasionante, como sacerdotes, religiosos, misioneros, consagrados en medio del mundo. Y por eso se llaman “vocaciones de especial consagración al servicio de la Iglesia”. Y, como es Dios, el que llama, el que tiene la iniciativa, se dedica esta Jornada a la oración, para que el Dueño de la mies envíe abundantes obreros –ellos y ellas- a sus campos. A todos los miembros de la Iglesia se nos urge, por tanto, en esta Jornada, orar y trabajar para que haya muchas vocaciones; porque el Buen Pastor ha querido tener necesidad de nosotros, también para hacer resonar su voz en el corazón de los que Él llama. Por eso la abundancia o escasez de vocaciones depende también de nuestra preocupación, de nuestra oración y de nuestro trabajo.
¡Qué hermosa es la tarea de suscitar en medio de la Iglesia, las vocaciones de especial consagración a su servicio!
¡FELIZ DÍA DEL SEÑOR!
DOMINGO 4º DE PASCUA B
MONICIONES
PRIMERA LECTURA
En estos domingos de Pascua escuchamos, en la primera lectura, relatos de los primeros tiempos de la Iglesia. Hoy se nos presenta la respuesta de Pedro al Sanedrín, con relación a la curación del paralítico del templo, y de la que toma pie para anunciar a Jesucristo como único Salvador.
SALMO
Jesús es la piedra que desecharon los arquitectos, y que se ha convertido en la piedra angular, es decir, la más necesaria e importante. Cantemos ahora su alabanza con las palabras del salmo.
SEGUNDA LECTURA
Dispongámonos a escuchar ahora unas palabras breves y sencillas, pero muy importantes, que nos invitan a vivir la alegría y la esperanza de nuestra condición de hijos de Dios.
TERCERA LECTURA
Jesús es el Pastor bueno que conoce a sus ovejas y las suyas le conocen. Él ha entregado su vida por su rebaño, y lo cuida con infinito amor. Él ha querido contar con nosotros para que le ayudemos, en su ausencia visible, en la hermosa tarea de continuar siendo el Pastor bueno de su pueblo.
Aclamémosle ahora con el canto del aleluya.
COMUNIÓN
En la Comunión recibimos a Jesucristo que, como Pastor bueno de su pueblo, ha muerto y resucitado por nosotros. Él, que nos llama a todos a trabajar en su viña, invita, especialmente, a algunos hombres y mujeres a una dedicación total a esa misión, como sacerdotes, religiosos, misioneros y consagrados en medio del mundo. Ellos y ellas.
Pidamos al Señor que nos conceda las vocaciones que necesitamos, y que, para ello, nosotros estamos dispuestos a colaborar con Él.
Reflexiones del obispo Arizmendi Esquivel. SAN CRISTóBAL DE LAS CASAS, 22 de abril de 2015 (Zenit.org)
Generemos confianza
Por Felipe Arizmendi Esquivel
VER
En la actual campaña política, los partidos se están dando “hasta con la cubeta”. En sus anuncios publicitarios, que ya nos están fastidiando, sólo se dedican a atacarse unos a otros, como si el propio partido fuera impoluto, en vez de hacer propuestas a la ciudadanía. Con esto, no se dan cuenta de que están provocando que la gente desconfíe más de ellos mismos y de todo el sistema de partidos.
¡Cuánto daño nos hace desconfiar de todo y de todos! Obviamente no podemos ser ingenuos y pensar que todo está bien, que no hay problemas, que en la Iglesia todos somos santos, que los del gobierno son muy honestos y fieles cumplidores de sus responsabilidades, que las votaciones son ejemplares en transparencia, que la economía nacional va en auge, que los líderes políticos son impecables… No. No es así, lamentablemente. Pero tampoco nos podemos ir al otro extremo: afirmar que todo es corrupción y mentira, que lo único que prevalece son intereses de personas y de grupos, que todos los ministros de la Iglesia son pederastas, que la Iglesia es sólo una institución de poder, o un sistema de enriquecimiento y de manipulación de los sencillos.
Hay personas que son incapaces de valorar lo bueno que se hace en el ambiente político, económico, cultural y eclesial. Tienen una actitud sistemática, arraigada en su mente y en su corazón, que les impide ver lo positivo que existe, los avances que tenemos, los cambios positivos que se han logrado. Aparecen como muy críticos, inconformes con el sistema, decididos a enfrentarse con cualquier persona que ejerza un poder, y son muy aplaudidos por quienes tienen la misma postura. En algunos casos, habría que analizar cómo fue la relación con su figura paterna, porque su rechazo a la misma, inconsciente e involuntaria, les genera actitudes de oposición a cualquier autoridad, civil o eclesial. Son mecanismos muy estudiados por la psicología, y se necesita mucha humildad y sabiduría para manejarlos y asumir actitudes más equilibradas. Ni todo es blanco, ni todo es negro.
PENSAR
Nuestro país está sufriendo una grave crisis de confianza en nosotros mismos, en nuestras autoridades e instituciones. Por ello, los obispos mexicanos, al término de la reciente asamblea plenaria, emitimos un documento que, ya en su título, nos indica lo que intentamos decir a nuestro pueblo: ¡Sin confianza y participación no se avanza!
Decimos: “Los obispos de México somos conscientes del creciente reclamo de los ciudadanos que, cada vez con mayor insistencia, piden ser escuchados y atendidos, sobre todo por quienes se han comprometido a servir al pueblo. No hay razón para oídos sordos. Un pueblo sin confianza alimenta la indiferencia, el desaliento o la agresividad. El mal no tiene la última palabra. ¡Nos urge la honestidad!
No nos acostumbremos a lo que destruye la dignidad del ser humano y el valor de la vida: la injusticia, la corrupción, la violencia, la impunidad… Todo esto provoca la desconfianza y desalienta la participación.
¡Los obispos queremos ayudar a restaurar la confianza de nuestro pueblo! Esa es nuestra misión. La confianza se gana hablando con la verdad, cumpliendo los compromisos, construyendo la justicia y respetando la vida; a ejemplo de Cristo, en quien todos confiaron viéndolo hacer el bien. Los mexicanos podemos reconocer el bien y vivirlo”.
ACTUAR
¿Cómo generar confianza? Empecemos en casa. Tu esposa, tu esposo, tus hijos, tus padres, tus familiares, tus vecinos, ¿te tienen confianza, o desconfían de ti? Gánate su confianza diciendo siempre la verdad, cumpliendo tus obligaciones, llegando a tiempo, siendo fiel y comprensivo, respetando los derechos de los otros.
¿Tienes un cargo de autoridad, eres líder social o político? No prometas lo que no puedes cumplir, atiende a las necesidades de quienes dependen de ti, escucha y da razones de por qué algunas cosas no se pueden hacer, no robes ni corrompas a tu alrededor, ama la verdad, la justicia, la humildad y lleva una vida austera. No provoques desconfianzas.
Los servidores de la Iglesia, tengamos un corazón abierto a quienes necesiten nuestra cercanía.
Texto completo de la catequesis del Papa en la audiencia del miércoles 22 de abril de 2015 (Zenit.org)
En la catequesis precedente sobre la familia, me detuve en el primer pasaje de la creación del ser humano, en el primer capítulo de la Génesis, donde está escrito: Dios creó al hombre a su imagen: a imagen de Dios lo creó, hombre y mujer los creó. Hoy quisiera completar la reflexión con el segundo pasaje, que encontramos en el segundo capítulo. Aquí leemos que el Señor, después de haber creado el cielo y la tierra, “el Señor Dios modeló al hombre con arcilla del suelo y sopló en su nariz un aliento de vida. Así el hombre se convirtió en un ser viviente”. Es el pináculo de la creación. Después Dios puso al hombre en un jardín bellísimo para que lo cultivara y lo cuidara.
El Espíritu Santo, que ha inspirado toda la Biblia, sugiere por un momento la imagen del hombre solo, y le falta algo sin la mujer. Y sugiere el pensamiento de Dios, casi el sentimiento de Dios que lo mira, que observa a Adán solo en el jardín: es libre, es señor… pero está solo. Y Dios ve que esto “no va bien”: es como una falta de comunión, falta una comunión, una falta de plenitud. “No está bien” --dice Dios-- y añade: “quiero darle una ayuda que le corresponde”.
Entonces Dios presenta al hombre a todos los animales; el hombre da a cada uno de ellos su nombre-- y esta es otra imagen de la señoría del hombre sobre sobre la creación--, pero no encuentra en ningún animal, otro que sea parecido a él. Pero el hombre continúa solo. Cuando finalmente Dios le presenta a la mujer, el hombre reconoce exultante que esa criatura, y solo esa, es parte de él: “hueso de mis huesos, carne de mi carne”. Finalmente, hay un reflejo de sí, una reciprocidad.
Y cuando una persona --es un ejemplo para entender bien esto-- quiere dar la mano a otra, debe tener otro adelante: si uno da la mano y no tiene nada, la mano está allí, le falta la reciprocidad. Así era el hombre, le faltaba algo para llegar a su plenitud, le faltaba reciprocidad.
La mujer no es una “réplica” del hombre; viene directamente del gesto creador de Dios. La imagen de la “costilla” no expresa inferioridad o subordinación, sino, al contrario, que hombre y mujer son de la misma sustancia y son complementarios. Y el hecho de que --siempre en la parábola-- Dios plasme la mujer mientras el hombre duerme, subraya precisamente que ella no es de ninguna manera criatura del hombre, sino de Dios. Y también sugiere otra cosa: para encontrar a la mujer y podemos decir, para encontrar el amor en la mujer, para encontrar la mujer, el hombre primero debe soñarla, y luego la encuentra.
La confianza de Dios en el hombre y en la mujer, a los cuáles confía la Tierra, es generosa, directa, plena. Pero es aquí donde el maligno introduce en su mente la sospecha, la incredulidad, la desconfianza. Y finalmente, llega la desobediencia al mandamiento que les protegía. Caen en ese delirio de omnipotencia que contamina todo y destruye la armonía. También nosotros lo sentimos dentro de nosotros, tantas veces, todos.
El pecado genera desconfianza y división entre el hombre y la mujer. Su relación se verá amenazada por miles de formas de prevaricación y de sometimiento, de seducción engañosa y de prepotencia humillante, hasta las más dramáticas y violentas. La historia lleva las huellas. Pensemos, por ejemplo, a los excesos negativos de las culturas patriarcales. Pensemos en las múltiples formas de machismo. Donde la mujer es considerada de segunda clase. Pensemos en la instrumentalización y mercantilización del cuerpo femenino en la actual cultura mediática. Pero pensemos también en la reciente epidemia de desconfianza, de escepticismo, e incluso de hostilidad que se difunde en nuestra cultura --en particular a partir de una desconfianza comprensible de las mujeres-- en relación a una alianza entre hombre y mujer que sea capaz, al mismo tiempo, de afinar la intimidad de la comunión y de custodiar la dignidad de la diferencia.
Si no encontramos una oleada de simpatía por esta alianza, capaz de establecer las nuevas generaciones a la reparación de la desconfianza y de la indiferencia, los hijos vendrán al mundo cada vez más desarraigados desde el vientre materno. La desvalorización social por la alianza estable y generativa del hombre y de la mujer es ciertamente una pérdida para todos. ¡Debemos revalorizar el matrimonio y la familia! Y la Biblia dice una cosa bella: el hombre encuentra la mujer, ellos se encuentran, y el hombre debe dejar algo para encontrarla plenamente. Y por esto, el hombre dejará a su padre y a su madre para ir con ella. ¡Es bello! Esto significa comenzar un camino. El hombre es todo para la mujer y la mujer es toda para el hombre.
El cuidado de esta alianza del hombre y de la mujer, también si son pecadores y están heridos, confundido o humillados, desconfiados e inciertos, es por tanto para nosotros creyentes una vocación exigente y apasionante, en la condición actual. El mismo pasaje de la creación y del pecado, en su final, no entrega un icono bellísimo: “El Señor Dios hizo al hombre y a su mujer unas túnicas de pieles y los vistió”. Es una imagen de ternura hacia esa pareja pecadora que nos deja con la boca abierta: la ternura de Dios por el hombre y por la mujer. Es una imagen de custodia paterna de la pareja humana. Dios mismo cuida y protege a su obra maestra.
Comentario a la liturgia dominical por el P. Antonio Rivero, L.C. Doctor en Teología Espiritual, profesor y director espiritual en el seminario diocesano Maria Mater Ecclesiae de são Paulo (Brasil). BRASILIA, 21 de abril de 2015 (Zenit.or)
Textos: Hech 4, 8-12; 1 Jn 3, 1-2; Jn 10, 11-18
Idea principal: Jesús es nuestro Pastor.
Síntesis del mensaje: Ante la inminente beatificación de Monseñor Oscar Romero, resumo el mensaje de este domingo con sus palabras a unos meses de ser asesinado celebrando la santa misa: “Como pastor de esta comunidad, estoy obligado a dar la vida por quienes amo, que son todos los salvadoreños, aun por aquellos que vayan a asesinarme. Si llegaran a cumplirse las amenazas de muerte, desde ahora ofrezco a Dios mi sangre por la redención y por la resurrección de El Salvador”.
Puntos de la idea principal:
En primer lugar, cuando Jesús se define como el buen Pastor está diciendo lo que Homero decía de Agamenón y Jenofonte de Ciro: “Yo soy el conductor de los hombres, el dirigente de las naciones, el salvador del mundo”. Y cuando Jesús añade que todos los demás pastores son unos “asalariados” está diciendo que muchos por ahí que se dicen pastores, guía de pueblos y naciones, dirigentes de comunidades, tanto políticos como religiosos, son unos arribistas, trepadores y galgueadores del dinero, de la vanidad y del poder. Ahora entendemos mejor algunas duras expresiones del papa Francisco cuando recuerda con harta frecuencia al clero para que no seamos mundanos, no busquemos honores, ni prestigios. Y cuando termina Jesús con que, los tales asalariados, en cuanto ven las orejas al lobo, dejan las ovejas y huyen, está dando una descarga durísima contra los jefes políticos y religiosos de su tierra, de su tiempo, de todas las tierras y tiempos de la historia. Basta ver el panorama mundial: ¡quién se enfrenta al lobo del relativismo y consumismo, a la hiena de la malversación de fondos y corrupción, al zorrillo de la ideología del género y manipulación genética! ¡Quién enfrenta a esos gobernantes sin escrúpulos que prometen el oro y el moro, y después nos salen con sus enjuagues y se quedan con la poltrona, el oro y el moro!
En segundo lugar, Cristo sí es el buen Pastor, el único Pastor auténtico, el único dirigente honesto y cabal, ejemplo para todos los que tienen una misión de pastorear en la Iglesia, en la sociedad y en las comunidades. A todos los dirigentes de ayer, de hoy y de mañana Cristo Pastor les está diciendo varias cosas: que vivan para su rebaño y no de su rebaño; que cuiden su rebaño y no su sola parcela familiar y sus fans de amigos; que defiendan su rebaño de todo tipo de lobos ideológicos; que esté dispuesto a dar la vida por su rebaño, si fuera necesario, dando a todos trabajo, salud, educación, y evitando en sus vidas la opulencia y el despilfarro, las ganancias desorbitadas, los sueldos escandalosos de funcionarios y parlamentarios centrales o autonómicos, los chalets de lujo, las vidas de sultanes…Cristo, único Pastor les grita que tienen que servir y no querer siempre ser servidos.
Finalmente, Cristo Pastor también tiene palabras serias para quienes tenemos una misión en la Iglesia como sacerdotes. Que no seamos funcionarios, ventanilla y “vuelva usted mañana”. Que no seamos burócratas de las cuentas y el papeleo, administrador mecánico de la palabra de Dios y sacramentos rutinarios o postineros, arribista y ansioso de medros y prebendas, que hizo la carrera eclesiástica y a veces hasta el carrerón. Que conozcamos, amemos, alimentemos, defendamos y demos la vida por nuestras ovejas, que no son nuestras, que son de Cristo. Que seamos auténticos sacerdotes pastores, y no sacerdotes secularizados que entienden más de cine y deportes que de Dios, que encabezan reuniones y huelgas, pero no se arrodillan ni estudian ni enseñan a rezar a sus ovejas. Que seamos pastores cuya autoridad nos viene de Cristo para hacer crecer a las ovejas y llevarlas a Él, y no que fustigamos las ovejas con el látigo del autoritarismo. Nuestra autoridad es de servicio y no de mando.
Para reflexionar: Reflexionemos en este poema-soneto de Lope de Vega:
Pastor que con tus silbos amorosos
me despertaste del profundo sueño,
Tú que hiciste cayado de ese leño,
en que tiendes los brazos poderosos,
vuelve los ojos a mi fe piadosos,
pues te confieso por mi amor y dueño,
y la palabra de seguirte empeño,
tus dulces silbos y tus pies hermosos.
Oye, pastor, pues por amores mueres,
no te espante el rigor de mis pecados,
pues tan amigo de rendidos eres.
Espera, pues, y escucha mis cuidados,
pero ¿cómo te digo que me esperes,
si estás para esperar los pies clavados?
Para rezar: Señor Jesús, Pastor, reviste mi corazón de las virtudes que adornaron tu vida de pastor: mansedumbre, bondad, ternura, desprendimiento, sacrificio, fortaleza, firmeza para poder llevar tu rebaño hasta el cielo.
Cualquier sugerencia o duda pueden comunicarse con el padre Antonio a este email: [email protected]
Reflexión de José Antonio Pagola a las lecturas del domingo cuarto de Pascua.
ACERCARNOS Y CONOCERNOS
Cuando entre los primeros cristianos comenzaron los conflictos y disensiones entre grupos y líderes diferentes, alguien sintió la necesidad de recordar que, en la comunidad de Jesús, solo él es el Pastor bueno. No un pastor más, sino el auténtico, el verdadero, el modelo a seguir por todos.
Esta bella imagen de Jesús, Pastor bueno, es una llamada a la conversión, dirigida a quienes reivindican el título de «pastores» en la comunidad cristiana. El pastor que se parece a Jesús, solo piensa en sus ovejas, no «huye» ante los problemas, no las «abandona». Al contrario, está junto a ellas, las defiende, se desvive por ellas, «expone su vida» buscando su bien.
Al mismo tiempo, esta imagen es una llamada a la comunión fraterna entre todos. El Buen Pastor «conoce» a sus ovejas y las ovejas le «conocen» a él. Solo desde esta cercanía estrecha, desde este conocimiento mutuo y esta comunión de corazón, el Buen Pastor comparte su vida con las ovejas. Hacia esta comunión y mutuo conocimiento hemos de caminar también hoy en la Iglesia.
En estos momentos no fáciles para la fe, necesitamos como nunca aunar fuerzas, buscar juntos criterios evangélicos y líneas maestras de actuación para saber en qué dirección hemos de caminar de manera creativa hacia el futuro.
Sin embargo, no es esto lo que está sucediendo. Se hacen algunas llamadas convencionales a vivir en comunión, pero no estamos dando pasos para crear un clima de escucha mutua y diálogo. Al contrario, crecen las descalificaciones y disensiones entre obispos y teólogos; entre teólogos de diferentes tendencias; entre movimientos y comunidades de diverso signo; entre grupos y «blogs» de todo género…
Pero, tal vez, lo más triste es ver cómo sigue creciendo el distanciamiento entre la jerarquía y el pueblo cristiano. Se diría que viven dos mundos diferentes. En muchos lugares los «pastores» y las «ovejas» apenas se conocen. A muchos obispos no les resulta fácil sintonizar con las necesidades reales de los creyentes, para ofrecerles la orientación y el aliento que necesitan. A muchos fieles les resulta difícil sentir afecto e interés hacia unos pastores a los que ven alejados de sus problemas.
Solo creyentes, llenos del Espíritu del Buen Pastor, pueden ayudarnos a crear el clima de acercamiento, mutua escucha, respeto recíproco y diálogo humilde que tanto necesitamos.
José Antonio Pagola
Obispos mexicanos reunidos en la asamblea de Pascua apuntan revitalizar la evangelización de la juventud. SAN CRISTóBAL DE LAS CASAS, 20 de abril de 2015 (Zenit.org)
Obispos por los jóvenes
Por Felipe Arizmendi Esquivel
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Estamos reunidos los obispos del país para nuestra asamblea ordinaria de Pascua, que ya es la 99, con el objetivo de revitalizar la opción preferencial por la evangelización de la juventud en México. El tema central es: Los jóvenes, destinatarios y protagonistas prioritarios de la nueva evangelización, en el contexto social post-moderno. Se nos propone: Acercarse, reconocer, escuchar y asumir la vida de los jóvenes en sus lugares vitales, para comprender sus situaciones y acompañarles. Dejarnos interpelar por su realidad, en busca de nuevos caminos para su evangelización.
Nos interesa y nos preocupa la situación que están viviendo muchos jóvenes. Hay casos dramáticos, como quienes están atados a las drogas y al alcohol; los que son enganchados por el crimen organizado para robar, traficar y matar; tantos casos de suicidios, porque no le encuentran sentido a su vida, o porque no sienten apoyo en su familia y sufren en soledad; los embarazos no deseados de adolescentes y jóvenes; los abandonados por sus padres y los migrantes. Muchos no tienen recursos para estudiar y sobreviven de empleos informales. Los jóvenes indígenas son fascinados por el mundo moderno y abandonan su cultura, su pueblo y sus padres; en las ciudades, se exponen a todo y sufren un desquiciante cambio cultural. Los hijos de campesinos ya no quieren trabajar la tierra, sino ganar dinero de otra forma. Algunos no han sido educados en la fe cristiana.
Por lo contrario, gozamos en esperanza por tantos jóvenes nobles, generosos, bien intencionados, preocupados por los pobres, dispuestos a sacrificar su tiempo, sus vacaciones y sus recursos para hacer algo por los demás. Muchos visitan a niños huérfanos, ancianos, abandonados, y les llevan alegría y alguna cosa más. Muchísimos integran coros juveniles y parroquiales, van a misiones, tienen iniciativas en favor de la comunidad. Desconfían de los partidos políticos, son críticos de la sociedad y de la Iglesia, y varios sufren profundas dudas sobre su vida y sobre su religión, con el peligro de caer en el indiferentismo, o en un relativismo que les deja a merced de sus pasiones. Aunque escasean las vocaciones consagradas, hay varios que optan por entregar su vida y su juventud a Dios y a la comunidad, en el sacerdocio y en las diversas formas de vida consagrada. Hay jovencitas, incluso indígenas, que optan por la vida contemplativa. Son una esperanza y una realidad.
PENSAR
El Papa Francisco dijo a los jóvenes en la Jornada Mundial de la Juventud, en Brasil: “¡Quiero lío en las diócesis! ¡Quiero que se salga afuera! ¡Quiero que la Iglesia salga a la calle! ¡Quiero que nos defendamos de todo lo que sea mundanidad, de lo que sea instalación, de lo que sea comodidad, de lo que sea clericalismo, de lo que sea estar encerrados en nosotros mismos. Las parroquias, los colegios, las instituciones, ¡son para salir! Si no salen, se convierten en una ONG, y la Iglesia no puede ser una ONG.
Que me perdonen los obispos y los curas, si alguno después les arma lío a ustedes, pero es el consejo… ¡No se los deja hablar, no se los deja actuar! Los jóvenes tienen que salir, tienen que hacerse valer. Los jóvenes tienen que salir a luchar por los valores. ¡No se dejen excluir! ¿Está claro?” (25-VII-2013).
Y en su Exhortación sobre la alegría del Evangelio: “¡Qué bueno es que los jóvenes sean «callejeros de la fe», felices de llevar a Jesucristo a cada esquina, a cada plaza, a cada rincón de la tierra!” (EG 106).
“Es conveniente escuchar a los jóvenes. Los jóvenes nos llaman a despertar y acrecentar la esperanza, porque llevan en sí las nuevas tendencias de la humanidad y nos abren al futuro, de manera que no nos quedemos anclados en la nostalgia de estructuras y costumbres que ya no son cauces de vida en el mundo actual” (EG 108).
ACTUAR
Escuchemos a los jóvenes. En la familia, no sólo hay que regañarles y amenazarles con un castigo si no llegan a tiempo, sino esforzarse por comprenderlos, por dialogar con ellos, lo cual no es tolerarles todo lo que hagan, sino sembrar en ellos, con amor y paciencia, los valores humanos y cristianos que nos inspira Jesús.
El domingo, 19 de abril de 2015, durante el tiempo pascual, el papa Francisco rezó la oración del Regina Coeli desde la ventana de su estudio en el Palacio Apostólico, ante una multitud que le atendía en la Plaza de San Pedro. (Zenit.org)
“Queridos hermanos y hermanas ¡buenos días!
En las lecturas bíblicas de la liturgia de hoy resuena por dos veces la palabra “testigos”. La primera vez, en los labios de Pedro: él, después de la curación del paralítico ante la puerta del templo de Jerusalén, exclama: “Mataron al autor de la vida. Pero Dios lo resucitó de entre los muertos, de lo cual nosotros somos testigos”. La segunda vez es en los labios de Jesús resucitado: Él, la tarde de Pascua, abre la mente de los discípulos al misterio de su muerte y resurrección y les dice: “Ustedes son testigos de todo esto”. Los Apóstoles, que vieron con los propios ojos a Cristo resucitado, no podían callar su extraordinaria experiencia. Él se había mostrado a ellos para que la verdad de su resurrección llegara a todos mediante su testimonio. Y la Iglesia tiene la tarea de prolongar en el tiempo esta misión; cada bautizado está llamado a dar testimonio, con las palabras y con la vida, que Jesús ha resucitado, que Jesús está vivo y presente en medio de nosotros. Todos nosotros estamos llamados a dar testimonio de que Jesús está vivo.
Podemos preguntarnos: pero, ¿quién es el testigo? El testigo es uno que ha visto, que recuerda y cuenta. Ver, recordar y contar son los tres verbos que describen la identidad y la misión. El testigo es uno que ha visto, con ojo objetivo, ha visto una realidad, pero no con ojo indiferente; ha visto y se ha dejado involucrar por el acontecimiento. Por eso recuerda, no solo porque sabe reconstruir en modo preciso los hechos sucedidos, sino también porque aquellos hechos le han hablado y él ha captado el sentido profundo. Entonces el testigo cuenta, no de manera fría y distante sino como uno que se ha dejado poner en cuestión y desde aquel día ha cambiado de vida. El testigo es uno que ha cambiado de vida.
El contenido del testimonio cristiano no es una teoría, no es una ideología o un complejo sistema de preceptos y prohibiciones o un moralismo, sino que es un mensaje de salvación, un acontecimiento concreto, es más, una Persona: es Cristo resucitado, viviente y único Salvador de todos. Él puede ser testimoniado por quienes han hecho una experiencia personal de Él, en la oración y en la Iglesia, a través de un camino que tiene su fundamento en el Bautismo, su alimento en la Eucaristía, su sello en la Confirmación, su continúa conversión en la Penitencia. Gracias a este camino, siempre guiado por la Palabra de Dios, cada cristiano puede transformarse en testigo de Jesús resucitado. Y su testimonio es mucho más creíble cuanto más transparenta un modo de vivir evangélico, gozoso, valiente, humilde, pacífico, misericordioso. En cambio, si el cristiano se deja llevar por las comodidades, por las vanidades, por el egoísmo, si se convierte en sordo y ciego ante la pregunta sobre la “resurrección” de tantos hermanos, ¿cómo podrá comunicar a Jesús vivo, como podrá comunicar la potencia liberadora de Jesús vivo y su ternura infinita?
María, nuestra Madre, nos sostenga con su intercesión para que podamos convertirnos, con nuestros límites, pero con la gracia de la fe, en testigos del Señor resucitado, llevando a las personas que nos encontramos los dones pascuales de la alegría y de la paz”.
Al término de estas palabras, el Santo Padre rezó la oración del Regina Coeli:
Regina coeli, laetare, alleluia...
Al concluir la plegaria, el Papa se refirió al naufragio de un viejo pesquero con centenares de inmigrantes ocurrido este domingo frente a las costas de Libia:
“Queridos hermanos y hermanas,
están llegando en estas horas noticias relativas a una nueva tragedia en las aguas del Mediterráneo. Una embarcación cargada de migrantes volcó la pasada noche a unas 60 millas de la costa libia y se teme que haya centenares de víctimas.
Expreso mi más sentido dolor ante tal tragedia y aseguro para los desaparecidos y sus familias mi recuerdo y mi oración. Dirijo un apremiante llamamiento para que la comunidad internacional actúe con decisión y rapidez, para evitar que similares tragedias se repitan.
Son hombres y mujeres como nosotros, hermanos nuestros que buscan una vida mejor, hambrientos, perseguidos, heridos, explotados, víctimas de guerras, buscan una vida mejor… Buscaban la felicidad…
Les invito a rezar en silencio antes y después todos juntos por estos hermanos y hermanas”.
Tras un momento de silencio, el Pontífice y los fieles presentes en la Plaza de San Pedro rezaron un Ave María:
Ave María…
A continuación, llegó el turno de los saludos que tradicionalmente realiza el Obispo de Roma:
“Dirijo un cordial saludo a todos ustedes, venidos de Italia y de tantas partes del mundo: a los peregrinos de la diócesis de San Andrés, en Brasil, a los de Berlín, Múnich y Colonia, a los estudiantes de Grafton (Australia) y a los de Sant Feliu de Llobregat (España). Saludo a los polacos de la diócesis de Rzeszów y manifiesto mi cercanía a los participantes en la “Marcha por la santidad de la vida” que se desarrolla en Varsovia, animando a defender y a promover siempre la vida humana.
Saludo a la Acción Católica de Formia, los fieles de Milán, Lodi, Limbiate y Torre Boldone (Bérgamo); a los chicos de Turín, Senigallia, Almenno San Salvatore, Villafontana y Grássina; a los jóvenes de Noventa Vicentina y Catania; al coro de Trecate y a los socios del Lions Club.
Un saludo especial al grupo de la Universidad Católica del Sagrado Corazón, con ocasión de la actual Jornada Nacional de apoyo a este gran Ateneo. Es importante que pueda continuar para seguir formando a los jóvenes en una cultura que conjugue fe y ciencia, ética y profesionalidad”.
El Santo Padre dedicó también unas palabras a la exposición de la Sábana Santa de Turín:
“Hoy comienza en Turín la solemne ostensión de la sagrada Síndone. También yo, si Dios quiere, iré a venerarla el próximo 21 de junio. Espero que este acto de veneración nos ayude a todos a encontrar en Jesucristo el rostro misericordioso de Dios y nos ayude a reconocerlo en los rostros de los hermanos, especialmente en los que más sufren”.
Como de costumbre, Francisco concluyó su intervención diciendo:
“Por favor, no se olviden de rezar por mí. Les deseo a todos un buen domingo y ¡buen almuerzo!”
(Texto traducido y transcrito del audio por ZENIT)
Reflexiones de Mons. Arizmendi, obispo de San Cristóbal de las casas. SAN CRISTóBAL DE LAS CASAS, 17 de abril de 2015 (Zenit.org)
Dignidad de las mujeres
Por Felipe Arizmendi Esquivel
VER
Hemos celebrado el día internacional de la mujer y nos alegra el progresivo lugar que van ocupando muchas mujeres en la familia, en la comunidad y en la Iglesia. En algunas de nuestras comunidades indígenas, las jóvenes salen a estudiar en la Universidad y ya no se casan tan chicas, ni sus padres las casan sin conocer al novio, como antes; las esposas de los diáconos permanentes toman más parte en celebraciones y servicios evangelizadores; hay más mujeres en grupos y organizaciones que luchan por el bien común. Unas, desde hace años han destacado.
Sin embargo, falta mucho por avanzar. Por ejemplo, en un programa de radio que tengo, recibo con frecuencia mensajes como estos: Fui violada por mi papá durante 10 años. Ya lo dejé, pero ¿es pecado que abandone mi familia? Ya no podría vivir con ellos. ¿Qué puedo hacer? Un sobrino sólo se juntó con su pareja, pero los papás de ella pidieron dinero. ¿Qué decir sobre eso? Me enteré de una infidelidad por parte de mi esposo y somos casados por la iglesia; se me hace muy difícil volver a confiar en él. Dice que ha cambiado, pero no puedo creerle. ¿Qué puedo hacer? Me casé por la iglesia, pero me separé de mi esposo, porque tomaba y me pegaba. El ya tiene otra familia y yo ya me he confesado. ¿Puedo comulgar? ¿Debo dejar a mi esposo? Es un desobligado, no es responsable. ¿Qué hago? Estoy desesperada.
PENSAR
El domingo pasado, el Papa Francisco envió “un saludo a todas las mujeres que cada día tratan de construir una sociedad más humana y acogedora. Y un gracias fraterno también a las que de mil maneras testimonian el Evangelio y trabajan en la Iglesia. Y ésta es para nosotros una ocasión para reafirmar la importancia de las mujeres y la necesidad de su presencia en la vida. Un mundo donde las mujeres son marginadas es un mundo estéril, porque las mujeres no sólo traen la vida sino que nos transmiten la capacidad de ver más allá --ven más allá de ellas--, nos transmiten la capacidad de entender el mundo con ojos distintos, de sentir las cosas con corazón más creativo, más paciente, más tierno. ¡Una oración y una bendición particular para todas las mujeres!" (I-III-2015).
En días anteriores, dijo a los miembros del Consejo pontificio de la cultura: “Que las mujeres no se sientan huéspedes, sino plenamente partícipes en los varios ámbitos de la vida social y eclesial. La Iglesia es mujer, es la Iglesia, no el Iglesia. Este es un desafío que ya no se puede postergar.
Desde hace tiempo hemos dejado atrás, al menos en las sociedades occidentales, el modelo de subordinación social de la mujer al hombre, modelo secular que, sin embargo, jamás ha agotado del todo sus efectos negativos. También hemos superado un segundo modelo, el miedo a la pura y simple paridad, aplicada mecánicamente, y a la igualdad absoluta. Así, se ha configurado un nuevo paradigma, el de la reciprocidad en la equivalencia y en la diferencia. La mujer, pues, debería reconocer que ambos son necesarios porque poseen, sí, una naturaleza idéntica, pero con modalidades propias. Una es necesaria para el otro, y viceversa, para que se realice verdaderamente la plenitud de la persona… Vosotras, mujeres, sabéis encarnar el rostro tierno de Dios, su misericordia, que se traduce en disponibilidad para dar tiempo más que a ocupar espacios, a acoger en lugar de excluir. En este sentido, me complace describir la dimensión femenina de la Iglesia como un seno acogedor que regenera la vida.
Por lo tanto, las numerosas formas de esclavitud, de mercantilización, de mutilación del cuerpo de las mujeres, nos comprometen a trabajar para vencer esta forma de degradación que lo reduce a simple objeto para malvender en los diferentes mercados. En este contexto deseo atraer la atención sobre la dolorosa situación de tantas mujeres pobres, obligadas a vivir en condiciones de peligro, de explotación, relegadas al margen de las sociedades y convertidas en víctimas de una cultura del descarte” (7-II-2015).
ACTUAR
Hagamos cada quien lo que nos corresponde, para que las mujeres ocupen el digno lugar que Dios mismo les tiene asignado en la familia, en la sociedad y en la Iglesia.
Compartir mesa y vida - por Mons. Enrique Díaz Diaz. SAN CRISTóBAL DE LAS CASAS, 16 de abril de 2015 (Zenit.org)
Hechos de los Apóstoles 3, 13-15. 17-19: “Ustedes dieron muerte al autor de la vida, pero Dios lo resucitó de entre los muertos”.
Salmo 4: “En ti, Señor, confío. Aleluya”.
I San Juan 2, 1-5: “Cristo es la víctima de propiciación por nuestros pecados y por los del mundo entero”
San Lucas 24, 35-48: Está escrito que Cristo tenía que padecer y tenía que resucitar de entre los muertos”
No pocas veces me he encontrado con personas que de un momento a otro han transformado su vida. Pero lo que me narró en días pasados un señor, aún joven y con un porvenir brillante, me ha dejado realmente impactado. Me explica su conversión: “He experimentado a Cristo resucitado pero de un modo tan tangible que me parece verlo en cada rostro, en especial de aquel que sufre. No crea que yo he sido un santo. He vivido de todo y he ambicionado los poderes, el placer, el dinero, ropas, coches… pero algo cambió mi vida. Mi esposa que antes siempre reclamaba mis excesos y maldades, ahora me dice que estoy loco, que cómo puedo dejar todo, y que no comprende mi felicidad. Algo siento en mi interior que me ha transformado. No lo sé expresar pero Cristo tocó mi corazón y es lo que yo buscaba, sin saberlo”. Es lo mismo que dice San Pedro a sus oyentes: “Ustedes han obrado por ignorancia… Arrepiéntanse y conviértanse”. Reconocer a Cristo resucitado es tomar en serio el Evangelio, es dejarse tocar por Jesús.
En nuestro camino de la Pascua, ahora que le toca a San Lucas presentarnos una escena de Cristo resucitado, nos hace ver a los discípulos reunidos “hablando de Jesús”. Empiezan apenas a asimilar que Cristo ha resucitado y se quedan asombrados ante los relatos de los caminantes de Emaús que les cuentan cómo lo han reconocido al partir el pan. Ellos mismos explican que no acaban de comprender cómo podían tener tanta desilusión y tanto temor a tal grado de abandonar la comunidad y todos los sueños del Reino, y volver derrotados a sus vidas ordinarias. Sin embargo un pan partido y compartido les ha devuelto la esperanza y los ha hecho regresar en la oscuridad pero con el corazón iluminado. En eso están, cuando nuevamente se presenta Jesús con el saludo acostumbrado después de la resurrección: “La paz esté con ustedes”. Es el deseo íntimo de Jesús propuesto con toda justicia al contemplar que su crucifixión y su muerte han hecho perder la paz a sus amigos. Les han traído miedo y confusión. No pueden entenderlas porque no conciben un Mesías en la cruz. Por eso los saluda una y otra vez con la misma expresión, buscando que recobren la paz. Pero tanto es su temor que ahora creen ver un fantasma.
¿Habremos nosotros también perdido la paz? A pesar de que sabemos que Cristo ha resucitado, necesitamos experimentar su presencia en medio de nosotros, abrir nuestro corazón a sus palabras y recobrar la verdadera paz. Me gusta imaginar a Cristo en medio de nosotros y contarle que estamos sumidos en la angustia y en la desesperanza, que las injusticias y la corrupción superan nuestras fuerzas, que estamos tentados a abandonar todo. ¿Qué nos contesta Jesús? Necesitamos que abra nuestras puertas y ventanas y descubra lo que hay en nuestro interior; que penetre su luz a lo más profundo de nuestra oscuridad para iluminarla y disipar nuestros fantasmas. Escuchar cómo pronuncia con seguridad y confianza aquellas palabras: “No tengan miedo, no pierdan la paz, que no tiemble su corazón”. A partir de estas palabras los cristianos podemos aprender la lección de no tener miedo, a nada ni a nadie. El miedo paraliza y nos deja impotentes frente a las dificultades y peligros. Por eso Jesús nos invita a recobrar la paz y vencer los miedos.
Y para infundirnos seguridad y disipar nuestros miedos, nos presenta también a nosotros, igual que a sus discípulos, las llagas de su cuerpo, de sus manos y de sus pies. Es el mismo que fue crucificado y que ha vencido a la muerte. No, no se trata de que no haya dolor ni heridas, se trata que a pesar de esos dolores y heridas se pueda triunfar y construir su Reino. Es de carne y hueso, no es un Mesías angelical que ofreciera solamente aleluyas y alegrías, presenta las huellas que ha dejado su entrega y por eso sabemos que el miedo y el dolor se pueden vencer. A veces nuestras vidas se llenan de fantasmas que nos atan y empequeñecen, que nos impiden vivir con alegría y en libertad. Jesús desenmascara esos fantasmas actuales con su presencia liberadora. Por su resurrección también nosotros somos capaces de vencer. Hoy nos invita a ser sus testigos y a llevar esta verdadera paz a nuestros ambientes y a nuestro corazón.
Sus discípulos parecen no estar muy dispuestos a creerle, entonces Jesús recurre al símbolo de la comida para demostrarles que no es ningún fantasma. Si Cristo comparte el trozo de pescado asado, busca mucho más que saciar su hambre; quiere hacer comprender a sus discípulos la misión de un Mesías que comparte la vida a plenitud con todos los hombres, en sus más básicas necesidades: el hambre, el miedo y la inseguridad. La comida, la mesa, el pan o la tortilla compartida, forman parte substancial de todas las culturas para mostrar la comunión y la verdadera fraternidad. El comer supone algo más que satisfacer una necesidad biológica. Comer juntos, compartir la abundancia o pobreza de alimentos, donde hay sitio para todos, es símbolo y figura del reino. Por eso Cristo comparte con sus discípulos y con nosotros un trozo de comida, Él que es el verdadero alimento que da vida. Comparte mesa y vida.
Al contemplar a Cristo tan cercano a nosotros surgen los cuestionamientos sobre nuestra vida y compromiso. Urge preguntarnos si hemos superado los miedos para enfrentarnos a las injusticias sabiendo que Cristo está de nuestra parte, o si preferimos cobardemente dejar que siga reinando la maldad y la mentira, mientras nos agachamos murmurando y renegando pero sin atrevernos a luchar por una vida más justa. También debemos cuestionarnos si nuestras Eucaristías significan y crean espacios para compartir, para construir fraternidad, si tenemos apertura para que todos puedan sentarse a la mesa de la vida, sin limosneros, sin marginados que tengan que esperar a ver si caen migajas de nuestra mesa para poder saciar su hambre. ¿Cómo somos testigos de Jesús en nuestros tiempos?
Señor, tú que nos has renovado en el espíritu al devolvernos la dignidad de hijos tuyos, concédenos que, superando nuestros miedos y sintiendo la presencia de Cristo Resucitado, construyamos la verdadera paz como testigos de tu Hijo Jesús. Amén.
Texto completo de la catequesis del Papa en la audiencia del 14 de abril de 2015. (Zenit.org)
«¡Queridos hermanos y hermanas, buenos días! La catequesis de hoy está dedicado a un tema central: el gran don que Dios dio a la humanidad con la creación del hombre y de la mujer y con el sacramento del matrimonio. Esta catequesis y la próxima se refiere a la diferencia y a la complementariedad entre el hombre y la mujer, que están en la cumbre de la creación divina; los próximas dos serán sobre el tema del matrimonio.
Iniciamos con un breve comentario a la primera narración sobre la creación, en el libro del Génesis. Aquí leemos que Dios, después de haber creado el universo y a todos los seres vivientes, creó su obra maestra, o sea el ser humano, que hizo a su propia imagen: “A imagen de Dios los creó: varón y mujer los creó”. (Gen 1,27). Así dice el libro del Génesis.
Como todos sabemos, la diferencia sexual está presente en tantas formas de vida, en la amplia escala de los vivientes. Aunque solamente en el hombre y la mujer esta lleva en sí la imagen y semejanza de Dios: ¡el texto bíblico lo repite nada menos que tres veces en dos estrofas (26-27)!
El hombre y la mujer son creados a imagen y semejanza de Dios. Esto nos dice que no solamente el hombre en sí es a imagen de Dios, no solamente la mujer tomada en sí es a imagen de Dios, pero también el hombre y la mujer como pareja, lo son a imagen y semejanza de Dios. La diferencia entre hombre y mujer no es contraposición, o la subordinación, pero para la comunión y la generación, siempre a imagen y semejanza de Dios.
La experiencia nos enseña: para conocerse bien y crecer armónicamente el ser humano tiene necesidad de la reciprocidad entre hombre y mujer. Cuando esto no sucede, se ven las consecuencias. Estamos hechos para escucharnos y ayudarnos mutuamente. Podemos decir que sin en enriquecimiento recíproco en esta relación --en el pensamiento y en la acción, en los afectos y en el trabajo, y también en la fe-- los dos no pueden ni siquiera entender hasta el fondo qué significa ser hombre y mujer.
La cultura moderna y contemporánea ha abierto nuevos espacios, nuevas libertados y nuevas profundidades para enriquecer la comprensión de esta diferencia. Pero ha introducido también muchas dudas y mucho escepticismo.
Por ejemplo me pregunto si la así llamada teoría de género no sea también expresión de una frustración y de una resignación, que tiene en vista borrar la diferencia sexual porque no sabe más confrontarse con ella. Sí, corremos el riesgo de hacer un paso hacia atrás. La remoción de la diferencia de hecho, es el problema, no la solución. Para resolver su problema de relaciones, el hombre y la mujer tienen en cambio que hablarse más, escucharse más, conocerse más, quererse más. Tiene que tratarse con respeto y cooperar con amistad. Con estas bases humanas, sostenidas por la gracia de Dios, es posible proyectar la unión matrimonial y familiar para toda la vida.
La relación matrimonial y familiar es una cosa seria, y lo es para todos, no solamente para los creyentes. Querría exhortar a los intelectuales a no disertar sobre el tema, como si fuera secundario para el empeño en favor de una sociedad más libre y más justa.
Dios ha confiado a la tierra la alianza del hombre y de la mujer: su fracaso vuelve árido el mundo de los afectos y oscurece el cielo de la esperanza. Los señales son ya preocupantes y los vemos. Querría indicar, entre muchos, dos puntos que creo deban empeñarnos con más urgencia.
El primero. Es indudable que debemos hacer mucho más a favor de la mujer, si queremos dar más fuerza a la reciprocidad entre hombres y mujeres. Es necesario de hecho, que la mujer no solamente sea más escuchada, sino que su voz tenga un peso real, un prestigio reconocido en la sociedad y en la iglesia.
El modo mismo con el cual Jesús ha considerado a las mujeres -el evangelio lo indica así- era un contexto menos favorable del nuestro, porque en esos tiempos la mujer era puesta en segundo lugar. Pero Jesús la considera de una manera que da una luz potente que ilumina un camino que lleva lejos, del cual hemos recorrido solamente un tramo. Aún no hemos entendido en profundidad cuales son las cosas que nos puede dar el genio femenino de la mujer en la sociedad. Tal vez haya que ver las cosas con otros ojos para que se complemente el pensamiento de los hombres. Es un camino que es necesario recorrer con más creatividad y más audacia.
Una segunda reflexión se refiere al tema del hombre y de la mujer creados a imagen y semejanza de Dios. Me pregunto si la crisis de confianza colectiva en Dios, que nos hace tanto mal, y nos hace enfermar volviéndonos resignados delante de la incredulidad y del cinismo, no esté conectada a la crisis de alianza entre el hombre y la mujer. De hecho la narración bíblica con el gran cuadro simbólico sobre el paraíso terrenal y el pecado original, nos dice justamente que la comunión con Dios se refleja en la comunión de la pareja humana y que la pérdida de la confianza en el Padre celeste genera división y conflicto entre el hombre y la mujer.
De aquí se ve la gran responsabilidad de la Iglesia y de todos los creyentes, y sobretodo de las familias creyentes, para descubrir la belleza del plan creador que pone la imagen de Dios, también en la alianza entre el hombre y la mujer. La tierra se llena de armonía y de confianza cuando la alianza ente el hombre y la mujer se vive en el bien. Y si el hombre y la mujer la buscan juntos entre ellos y con Dios, sin dudas la encuentran. Jesús nos anima explícitamente al testimonio de esta belleza, que es la imagen de Dios. Gracias».
(Texto traducido desde el audio por ZENIT)
Información recibida de Carlos Peinó Agrelo, Peregrino. Cursillista. Ex-Notario Adjunto Tribunal Eclesiástico (Archidiócesis de Madrid, España) Causa de Canonización de Manuel Aparici. Colaborador en la redacción de la Positio super virtutibus, Ex-Vice Postulador de su Causa, etc.
MANUEL APARICI, PERIODISTA Y ORADOR
«Una de las primeras propuestas de Manuel Aparici al incorporarse al Consejo Central [2] [en Diciembre de 1931] fue la necesidad de una revista mensual para dirigentes; se aprobó la iniciativa encomendándose al redactor de EL DEBATE Nicolás González Ruiz el estudio de los aspectos técnicos y económicos de la publicación. Examinado aquel atentamente, se acordó lanzar la revista con el título LA FLECHA [3], bajo la dirección del propio González Ruiz, aunque debidamente inspirada, en cuanto a contenido y colaboraciones Abril, por Manuel Aparici. El primer número apareció el 15 de Abril 1932. La publicación fue muy bien acogida, ganando suscriptores y llegó a autofinanciarse. En las páginas informativas se daba cuenta brevemente de las actividades de la Asociación» [4].
En Febrero de 1933 Nicolás González Ruiz se ve obligado a abandonar la dirección por las obligaciones que sobre él pesan en esos momentos y se encarga de la misma Manuel Aparici.
Desde que es nombrado miembro del Consejo Central, hasta que cesa enla Presidencia Nacionaldela Juventudde Acción Católica, el 19 de Octubre de 1941, para ingresar en el Seminario, toda su actuación en el mismo, primero con la revistaLA FLECHA, después como Director de la misma y Vocal de Piedad (1931), luego como Vicepresidente (1933) y por último como Presidente (1934), fue transfundir la sed de almas a la juventud de su Patria.
Nace SIGNO fundado por él
Es en la primavera de 1936, cuatro meses después de haber presentado al Santo Padre el proyecto de peregrinación a Santiago en 1937, y un mes y medio aproximadamente antes del comienzo de la guerra, cuando hace realidad uno de sus más fervientes deseos: contar con un periódico para la juventud [5]. Así, el 6 de Junio, fundado por él, nacía en Madrid SIGNO con carácter quincenal [6] «con una tirada de 15.000 ejemplares» [7]. Y «con buena difusión … que se veía a la venta incluso en los kioscos de periódicos» [8]. La dirección se la encargó a un joven valenciano, Emilio Attard, que había ido ala Escuela de Periodismo de EL DEBATE. Y que tantos servicios prestó al catolicismo español. El editorial lo constituye el primer llamamiento del Presidente Nacional, Manuel Aparici, que convoca a todos los jóvenes a peregrinar a Santiago.
Desde el número uno Manuel Aparici ha estado vinculado a él y ha permanecido a su lado. Era el inspirador en sus líneas doctrinales, pero dejaba una gran libertad a sus Directores.
Como hablar de SIGNO es hablar de una de las facetas más relevantes de Manuel Aparici, la de periodista, y buen periodista, vamos a recoger unas cuantas citas, bellas y hermosas, de esta su obra, una de las más queridas. Por ellas podemos apreciar, de manera diáfana, la grandeza de su creador.
Antes de la guerra sólo se publicaron tres números en la capital de España. «El cuarto ... estaba preparado; se tiró en la imprenta y algunos ejemplares llegaron a su destino, pero la mayor parte de ellos quedaron amontonados en la redacción ... » [9]. Los negros presagios se habían cumplido. España estaba en guerra. Sin embargo, tres salidas habían bastado para ganar el corazón de los jóvenes.
Como todo había quedado en Madrid, le fue preciso valerse en los primeros momentos de su llegada a Burgos de la modesta revista del Consejo Diocesano de Burgos [10], hasta que pudo reorganizarse y salir otra vez SIGNO.
Éste, deshecho en sus hombres y materiales, y pese a su escasez de recursos, reaparece el 20 de Noviembre de 1936 con numeración vieja y lo hace el mismo día en que muere Antonio Rivera. Otra vez el cuarto número, pero esta vez fechado en Burgos, y el primero de esta segunda época.
Solicitó la ayuda de Manuel Martínez Pereiro para que le asistiera en dos preocupaciones que tenía: Asegurar la salida periódica de SIGNO « ... como medio de mantener el espíritu sobrenatural de nuestros Jóvenes que no dejaban de contagiar a sus compañeros; creía que tal reforzamiento espiritual era su mejor aportación a la defensa de la esencia de España ... » y organizar, a falta de la que se había proyectado para 1937, una peregrinación simbólica a Santiago. Éste accedió a ello y se trasladó desdeLa Coruñaa Burgos
«Lo había intentado dos o tres veces sin conseguirlo –sigue diciendo Manuel Martínez Pereiro en su declaración– porque no se encontraron en Burgos los medios materiales y personales para tirar y distribuir los números con la rapidez necesaria, lo cual influía de modo importante en el aspecto económico que en aquellos momentos sobre todo era fundamental.
»Con calma y paciencia afrontamos este tema para resolver inmediatamente la raíz del mal: la rapidez en la tirada y en el “cierre” o distribución. Miguel Palomares, Presidente de la Juventudde Tarrasa (Barcelona) [11], que se había pasado a la zona nacional y trabajaba en una agencia informativa, nos dio resuelta la dificultad al conseguir la eficaz colaboración, primero de un diario de San Sebastián y luego de otro de Bilbao. Por su parte, Manuel Aparici nombró Director de SIGNO a Esteban Fernández, hombre decidido y eficaz además de competente, y montó un “Consejo Editorial” variable según los elementos de que se disponía y que se reunía regularmente para preparar los originales de SIGNO que el Director se llevaba con las etiquetas para los destinatarios del periódico, invitaba a cenar al personal de la imprenta y, abonándoles las horas extraordinarias, componían, tiraban y “cerraban” la edición. Y así en doce o catorce horas a partir de la primera quincena de Octubre de 1937, SIGNO pasaba de las cuartillas de los redactores a las oficinas de Correos para llegar a todos los frentes. Gracias a Dios la regularización y periodicidad se prolongaron hasta varios años después de terminada la guerra, aunque bajo la dirección de Manuel Vigil y Vázquez, dela Editorial Católica.
»En el éxito logrado no debe omitirse la magnífica colaboración de los Jefes de los Centros de Apostolado de Vanguardia [12] y de varios Oficiales Provisionales que aseguraban el pago puntual de los paquetes que recibían. Ni tampoco que el Día del Papa del año 1938 se celebró un número extraordinario cuya tirada alcanzó los 200.000 ejemplares, bastante por encima de lo normal» [13].
Los primeros meses fueron difíciles, pero se vencen. Luego empieza a salir con regularidad cada 15 días. La tirada aumenta. No son sólo los Jóvenes de Acción Católica los que lo leen. En 1938 se llega a 80.000 ejemplares y los números se agotan. «Durante la guerra se han publicado 1.240.000 ejemplares, y una tercera parte se ha repartido gratuitamente en los Centros y otra parte en los hospitales. La tirada ordinaria durante la guerra fue de algo más de 31.000 ejemplares» [14].
Lo dirige prácticamente durante todo el curso de la guerra. Hubo momentos que todala Organizaciónestaba atendida por él, y uno más, pero el desaliento no hacen mella en él, porque sabe quela Obraes de Dios y Él la ha de proteger.
«De Cara a Santiago»
«De Cara a Santiago», firmado por él, es el gran editorial con el que reaparece. Y urgidos por las instancias de Manuel Aparici, el gran Presidente Jacobeo dela Juventudde Acción Católica, todos los Consejos Diocesanos y Centros se sentirán impelidos ala Vía Compostelanade un catolicismo militante de vanguardia.
Dice así (destaco):
«Nunca como hoy tiene plena expresión nuestro título. SIGNO es y quiere ser signo de continuidad, de permanencia, de vitalidad, de empuje, de Obra de Dios al fin.
»“Ideales”, realización del momento, deseo de comunicarnos, era laguna, paréntesis, compás de espera, tregua entre dos jornadas de triunfo. Os habla también de Juventud de Acción Católica, pero con distinta voz. SIGNO es la voz conocida que evoca los viejos recuerdos de nuestra gran empresa: toda España para Jesucristo ...
»¿Para qué hablar de las dificultades? El Consejo Superior, disperso; Director y redactores de SIGNO, en la zona roja; nuestros jóvenes, en los frentes, y la caja ..., como siempre, vacía. Todo era dificultad y obstáculo. Mas todo se ha vencido. Ya está SIGNO otra vez en nuestras manos.
»Reflejo, palpitación de nuestro vivir y nuestro soñar, quiere llevaros el momento heroico que vive nuestra Juventud y toda la juventud de España. Etapa gloriosa, anuncio precursor de la gran reconquista del mundo hispano para Cristo.
»Caminemos de cara a Santiago.
»Por España y por Cristo trabajáis en frentes, cuarteles y hospitales. Seguís siendo lo que queríais ser: conquistadores, libertadores de España en su pleno sentido, no sólo de la cizaña ... que creció en nuestra heredad, sino del error y el vicio que se emboscó en las almas.
»La magna Asamblea en lontananza, el tiempo apremia. Vosotros, jóvenes de Acción Católica, soldados de la Patria, romeros del Apóstol, sed siempre los primeros, y en el espacio que os dejen libres las batallas, cantad vuestros ensueños. Que todos sepan de nuestra gran ambición, gloria y honor de España. Al que por ver su amanecer lucha y trabaja, al que con boina roja restaura la heroica tradición, al que abrazó la gloriosa cruz de la Reconquista, a todos los que luchan por el honor hispano, hacedles peregrinos. A todos dadles cita en Compostela; que allí, junto al Apóstol, todos los hijos de su estirpe vamos a levantar la gran Cruzada; la reconquista del mundo para Cristo por el empuje y la fe del Alma Hispana» [15].
Así se ratificaba la ambición juvenil jacobea. Y seguían abiertos los caminos de la peregrinación, caminos de perspectivas azarosas y difíciles.
Órgano vital
Con su esfuerzo logra que SIGNO sea un órgano vital para el espíritu cristiano de los combatientes, de los Centros de Apostolado de Vanguardia y de los Centros y órganos de la Juventudde Acción Católica que perviven en la zona nacional, aunque esté preferentemente dedicado a los Centros de Apostolado de Vanguardia. «Los Jóvenes de Acción Católica se sienten orgullosos de su publicación; se percatan de que su Obra existe, que su preparación espiritual no fue en vano» [16].
«En aquel SIGNO burgalés [valiente y decidido] ... se acentuaba el sentido peregrinante» [17] y llevaba el calor de hermandad y abrazo hasta las mismas trincheras. Es cuando empieza su época dorada. Su alma, Manuel Aparici.
«Fue lazo de unión de nuestros combatientes, animador de los Centros de Apostolado de Vanguardia, en la trinchera y en el hospital nuestros jóvenes pudieron enseñar orgullosos cómo era una publicación juvenil, combativa y muy espiritual» [18].
Fue también banderín de enganche para periodistas, Escuela de Periodismo y tronco y raíz de publicaciones
Este SIGNO fue el de las trincheras, el pregón de los mártires (7.000 jóvenes dieron su vida por Dios y por España); el banderín de enganche para hacer de España «Vanguardia de Cristiandad» con el refuerzo de todos los pueblos hispanos, para moverla a ser «Cristiandad ejemplo y guía para el mundo profundamente enfermo», por la que clamaba Pío XI. Fue también banderín de enganche para periodistas amantes de la verdad y Escuela de Periodismo. Una Escuela viva y ejemplar.
«SIGNO es tronco y raíz de hombres, de empresas apostólicas, de publicaciones que nacieron de su savia. ECCLESIA, por ejemplo, es hija de SIGNO» [19]. Según el Rvdo. Don Manuel Pérez Barreiro fue fundada por Manuel Aparici para dar a conocer la palabra del Papa [20].
Por SIGNO había una admiración en Hispanoamérica y agencias o periódicos extranjeros
Por SIGNO había una admiración sincera en Hispanoamérica y agencias o periódicos extranjeros; periódicos franceses, belgas, portugueses, brasileños, hispanoamericanos, de Oriente, etc. reproducían parte de sus editoriales. Y en más de una ocasión, Radio Vaticana se hizo eco de sus opiniones y noticias.
Esta repercusión alcanzó proporciones notables. En 1948, cuando desde sus columnas, el Consejo Superior llama a la juventud del mundo, y muy especialmente a la hispanoamericana, para hacer la peregrinación a Santiago, ¡cuántas revistas y diarios, sobre todo del continente hermano, reprodujeron textos de él acerca de aquella empresa!
El Papa Pío XII le otorga su bendición apostólica de todo corazón
El 29 de Junio de 1942 el Papa Pío XII otorga de todo corazón su Bendición Apostólica «a los Jóvenes de Acción Católica de España, que ayer supieron sellar su fe con la sangre generosa de sus héroes y hoy han mostrado su ardiente celo apostólico con las vocaciones ofrecidas al santuario, y de modo especial a su vibrante SIGNO, propagador entre la juventud española del amor al Vicario de Cristo y a sus enseñanza».
Y L´Osservatore Romano le dedica palabras de elogio
Nueve años más tarde, «L´Osservatore Romano», en su edición del 26 de Junio de 1951, le dedica palabras de elogio en su decimoquinto aniversario como semanario.
Destaco:
«[...] Intensísima y audaz ha sido en este tiempo su actividad ... Ha atravesado los periodos más ardientes y más duros de la catolicidad ibérica ... para defender su ideal y conducir a la victoria a Cristo, del cual se proclamaba verdadero heraldo entre tanto error. Periódico batallador y a la vez reposado, fresco y cuyos argumentos son tratados con segura orientación, se conquistó pronto la atención y la estima de los lectores, llegando a ser la hoja de información y de guía más leída por los católicos españoles, especialmente de aquellos a los cuales urge la importancia de la misión recristianizadora en el seno de la cristiandad ... SIGNO se ha dedicado en estos quince años a reñir otras batallas en nombre de Jesús con un ardor y un empeño del todo dignos y semejantes a los fines prefijados [...]» [21].
SIGNO es el órgano de expresión e información, el catalizador de todas las ilusiones, el boletín del que emanan consignas, el homenaje a los mártires y el portavoz de la doctrina dela Iglesia.
* José María Gárate Córdoba, joven de Acción Católica de Burgos, en su libro “Mil días de fuego”, página 200, escribe [22]:
«Hoy, 27 de Febrero de 1937, viene un periódico nuevo. Es SIGNO, el semanario de los Jóvenes de Acción Católica, que ha cambiado desde antes de la guerra. Ahora se dedica íntegramente a los Centros de Apostolado de Vanguardia. Hay algo que nos interesa mucho y nos emociona ... Sufrimos sin remedio y sin hacer práctico nuestro sufrimiento, que es una fuerza espiritual, un torrente parado, un caudal muerto. Hay una hermosa oración y se nos propone rezarla todos los días. En ella se ofrecen a Cristo clavado el sufrimiento y el dolor, las heridas y el sueño, la incomodidad y los piojos. Se ofrece por los enemigos, por nosotros, por salvar almas, por reparar a Cristo y redimir a quienes luchan ciegamente contra Dios. Es hermoso ...
»Para los requetés es un hallazgo este periódico que, al margen de cualquier tono político, espiritualiza al combatiente, cosa que buena falta le hace ...
»Desde entonces somos varios los que esperamos SIGNO como un consuelo de Dios. Rezamos el rosario en la chabola. Son muchos los que lo hacen y SIGNO es nuestra pequeña meditación. Nos hace ver que a los ojos de Dios nuestras pequeñas cosas no pasan ignoradas, aunque no tengan interés para el parte de guerra y no sean novedad en el frente ... Estos son nuestros sacramentos. El rosario y el periódico del “Apostolado de Vanguardia”» [23].
Sin pretenderlo, el autor expresa maravillosamente la obra de Manuel Aparici durante la guerra con los Centros de Apostolado de Vanguardia y con SIGNO.
* «En sus comienzos, y durante los años de la guerra y los primeros de la posguerra, fue un semanario exclusivamente formativo» [24]. «Había en él –dice el Rvdo. Don Antonio Santamaría González, testigo– una meta decidida de preparar espiritual y emocionalmente la peregrinación a Compostela en el próximo Año Santo Jacobeo de 1937. Desde el primer número adoptó, a modo de auspicio, el lema jacobeo medieval: “Y será. Porque DIOS ayuda y SANT YAGO”».
Manuel Aparici fue promotor también de otras publicaciones
Siendo estudiante en la Universidad Pontificiade Salamanca, Facultad de Teología, fue promotor de la revista INCUNABLE [25]; revista creada por él, asegura, por su parte, el Rvdo. Don Manuel Pérez Barreiro, que recuerda en otro momento de su testimonio que intervino en su creación [26]
Durante su estancia en Salamanca, publicó en la revista una serie de artículos, además de en SIGNO, en ECCLESIA o en El BOLETÍN DE DIRIGENTES, del Consejo Superior, entre otros. Fue creado éste último para satisfacer la necesidad de dotar a los dirigentes de la Juventudde Acción Católica de medios de información y de orientaciones relacionadas con su cargo. Procuró atender desde un principio esa misión específica con un espíritu fundamentalmente práctico [27].
De sus escritos es preciso destacar, a nuestro juicio, el artículo sobre «El espíritu del Peregrino» y el libro «Compromiso de Peregrino».
Se trata éste de una modesta edición del Consejo Diocesano de los Jóvenes de Acción Católica de Murcia, víspera de la festividad de San Juan Bautista del Año Santo 1948, con prólogo de Juan Candela Martínez, Presidente Diocesano de los Jóvenes de Acción Católica de Murcia y más tarde testigo enla Causade Canonización del Siervo de Dios Manuel Aparici, quien reconoce que ellos nacieron a plena vida dela Juventudde Acción Católica, llevados de la mano de Manuel Aparici.
Recoge una serie de artículos escritos por Manuel Aparici en SIGNO entre Julio de 1943 y Marzo de 1948, como seglar y como sacerdote, donde se expone su pensamiento sobrela Peregrinacióna Santiago.
«Y como la esencia de nuestra Obra es peregrinar –escribe Juan Candela, testigo, en el prólogo entre otras cosas muy interesantes dignas de toda atención– y, en no poco, peregrinar por los ideales y con el estilo que nos marcó Manuel Aparici, el COMPROMISO DE PEREGRINO que Aparici redactó, que nuestros mártires y cruzados repitieron, y que lleva aprendiendo y actualizandola Juventudde Acción Católica de España, desde hace varios años, es la síntesis de cuanto puede definirnos y de cuanto tenemos que realizar».
«Planificaba cuidadosamente sus visitas a las Diócesis y Centros, generalmente tres al mes, aprovechando los domingos, fiestas y días inhábiles, para reunirse con los jóvenes colectiva o individualmente, o para los actos de propaganda que le solicitaran. Él les proponía su palabra, no muy elocuente en los primeros tiempos, pero era penetrante, persuasiva y calaba hondo en los corazones juveniles» [28].
En la sesión de clausura de la VI Asamblea Regional de la Juventud de Acción Católica, de Galicia, celebrada en 1933 en Cambados, Pontevedra [29], «impresionó grandemente a todos y movió los elogios de las personalidades que asistían, por la profunda formación que revelaba su oratoria clara y sencilla [30], pero con un espíritu que entusiasmó grandemente a todos los que le oyeron» [31].
Tres meses después de su designación como Presidente Nacional asiste como tal a la I Asambleade la Unión Diocesanade Zamora celebrada en Diciembre de 1934. Pronunció unas breves palabras, en las que dijo que él es quien va recogiendo el latir de todos los pechos de los jóvenes católicos españoles para aunarlos [32].
«Al reorganizarla Juventud de Acción Católica, a la que levantó mucho, dio la consigna de Piedad, Estudio y Acción; poniendo ante todola Piedad sólida con base enla Eucaristía, como fundamento; luego el Estudio del Evangelio y de los Reglamentos, organización y consignas ..., para estar así preparados parala Acción ...
»Sobre la base de este lema y rodeado de otros jóvenes excelentes emprendió la reorganización de la Juventudde Acción Católica ... El gran impulso que supo dar a la Obra, hizo que pronto gozase de gran prestigio entre el Episcopado y el clero, conocedores de su valía, y no digamos entre los jóvenes, a los que arrastraba con su oratoria, reveladora de su gran espíritu, y con su admirable ejemplo. El aumento y organización de Uniones Diocesanas y de Centros y de toda la Obraera rápida y con solidez» [33].
«En los actos públicos, Manuel Aparici, orador fluente y fogoso, hablaba como tocando a rebato para salvar las almas de los jóvenes. Quería despertar en el auditorio entero aquella sed de almas a las que con mayor motivo comprometía a sus inmediatos colaboradores al entregarles el crucifijo de Propagandistas. Con lucidez y ardor hablaba hasta la extenuación. Concluía sudoroso, agotado. Cuántas veces le hemos visto y admirado así. ¡Qué ejemplo de entrega para el apostolado! La entrega que nos pedía con el crucifijo ...
»Estaba inmerso, ¿y quién no?, en la enorme conmoción que agitaba la Españade los años 30 ... La Acción Católicaque se ponía en marcha tras la proclamación de la Repúblicade 1931 era una Acción Católica engranada con la Jerarquíade la Iglesiaen los momentos que se iba a desatar una nueva persecución» [34].
«Tenía un verbo ardoroso y cálido que contagiaba a los demás … Hablaba con fogosidad y entusiasmo sobre Dios de forma que terminaba encendiéndonos a todos» [35]. «Cuando hablaba –afirma por su parte Mons. Maximino Romero de Lema– lo hacía en tono persuasivo y elocuencia no ordinaria».
El Cardenal Don Enrique Vicente y Tarancón, al referirse a un discurso que pronunció Manuel Aparici en Madrid, antes de la guerra, siendo todavía seglar y propagandista dela Acción Católica, dice en su testimonio: «Fue un discurso realmente maravilloso, y además lo maravilloso del caso es que él no era un gran orador de masas …; pero tenía una palabra tan cálida que no solamente penetraba, sino que conmovía a la gente que escuchaba, a todos. Y es que … era de una vida interior muy intensa y claro, de la abundancia del corazón hablaba la lengua ... Tenía esa unción ... Llevaba el fuego en su interior, cuando hablaba parecía no un sacerdote, sino un carismático, uno que está ungido por el Espíritu Santo, y hablaba con un fervor, con un entusiasmo».
Después de acabada la guerra, en Valencia, en sendos actos [36] (en la clausura del Congreso Diocesano dela Juventud de Acción Católica y el día del Seminario, donde tuvo la intervención final) «tuvo una intervención magnífica, de forma y fondo. No fue un discurso, fue una oración fervorosa, que nos emocionó profundamente, traspasada de espíritu sobrenatural».
En el segundo «habló más que con entusiasmo, con verdadero fervor, con profundo sentido espiritual y apostólico, y causó extraordinario impacto en todos los sacerdotes y seglares, jóvenes o adultos», afirma Mons. Rafael González Moralejo, Obispo Emérito de Huelva
«Su oratoria era una llamarada que iba prendiendo hogueras por toda la geografía de España. Sólo Dios conoce el número de quienes en sus palabras encontraron el camino de una vida de ejemplaridad seglar o de vocación sacerdotal» [37]. A Mons. Jesús Espinosa Rodríguez «le llamó poderosamente la atención por su palabra ardiente y decidida en la defensa de los intereses del Reino de Cristo».
Carlos Peinó Agrelo
Peregrino. Cursillista. Ex-Notario Adjunto Tribunal Eclesiástico (Archidiócesis de Madrid, España) Causa de Canonización de Manuel Aparici. Colaborador en la redacción de la Positio super virtutibus, Ex-Vice Postulador de su Causa, etc.
[1] SIGNO de fecha 10 de Junio de 1950.
[2] Más tarde Consejo Superior.
[3] Copia Pública p. 9450 (en adelante C.P.).
«Vino a sustituir al inestable “Boletín dela Juventud CatólicaEspañola”, con mayor formalidad periódica y mejor sistema informativo. Será la publicación que nos vaya diciendo hasta 1936 las actividades, cada vez mayores, del Consejo Central» (SIGNO de fecha 28 de Mayo de 1949). Ese mismo año de 1936 nace SIGNO, creado, al igual que otras publicaciones por Manuel Aparici.
[4] Manuel Martínez Pereiro, testigo enla Causa de Canonización de Manuel Aparici.
[5] «Cuando cesé enla Secretaría del Consejo Central –no se había creado aúnla Rama de Hombres de Acción Católica–, Manuel Aparici me pidió que siguiese colaborando enla Juventud para ayudar al Tesorero y sobre todo para iniciar el estudio de la publicación de un periódico quincenal dirigido ala Juventud. El momento era especialmente propicio porque se había asegurado plenamente la vida deLA FLECHA» (Manuel Martínez Pereiro).
[6] En 1940 se convierte en semanario.
También aparece en este mes el folleto ULTREYA, «voz de marcha y aviso de romería a las generaciones nuevas de las Españas».
[7] Guía dela Iglesia y dela Acción Católica Española. Año 1943.
[8] Enrique Montenegro L. Saavedra, testigo.
[9] Información y documentación. Consejo Superior de los Jóvenes de Acción Católica, Mayo y Junio de 1951.
[10] IDEALES. En ella publica la primera circular.
[11] El 1 de Diciembre de 1935 se inaugura en Tarrasa el primer Centro dela Juventud de Acción Católica dela Diócesis de Barcelona. Fue un acto memorable con la bendición dela Bandera por el Dr. Irurita y la imposición de insignias. La primera de toda la provincia lo fue sobre la solapa del Presidente del Centro, Mariano Trenchs Boada. Fue uno de los Centros más sobresalientes de todala Península.
Manuel Aparici presidió los actos inaugurales y en el acto público, con un lleno a rebosar, recomendó a los jóvenes fidelidad a Dios y ala Cruzy humildad y obediencia ala Jerarquíadela Iglesia.(Mariano Trenchs Boada. Su carta de fecha 30 de Abril de 2002).
[12] Centros de jóvenes de Acción Católica en pleno frente de combate; la creación más fecunda de Manuel Aparici.
[13] Cifra ésta muy por encima de la facilitada por Guía dela Iglesia y dela Acción Católica Española. Año 1943, que es de 85.000 ejemplares. Sin embargo, el primero habla por experiencia; él estaba allí.
[14] SIGNO de fecha 24 de Diciembre de 1939.
[15] Y esta fue su “Cruzada”: la sed de almas; la reconquista del mundo para Cristo. Exactamente nuestra misma cruzada: Trabajar y desgastarnos por el Reino en los hermanos.
[16] SIGNO de fecha 24 de Diciembre de 1939.
[17] Rvdo. Don Antonio Santamaría González, testigo.
[18] SIGNO de fecha 24 de Diciembre de 1939.
[19] Joaquín Ruiz–Giménez (SIGNO de fecha 28 de Marzo de 1959).
[20] Aparece en 1941, como órgano dela Dirección Central de Acción Católica (SIGNO de fecha 28 de Enero de 1950).
[21] SIGNO de fecha 14 de Julio de 1951.
[22] Edit.: Luis de Caralt, 1972.
[23] Rvdo. Don Antonio Santamaría González, testigo.
[24] Información y documentación. Consejo Superior de los Jóvenes de Acción Católica, Mayo y Junio de 1951.
[25] Rvdo. Don Luis María Torrá Cuixart (Su carta del 20 de Junio de 1994).
[26] De fecha 24 de Agosto de 1993.
[27] SIGNO de fecha 25 de Enero de 1950).
[28] Manuel Martínez Pereiro, testigo.
[29] Debía haberla presidido el Presidente Nacional, a la sazón Alfredo López, pero al no poder hacerlo, le sustituyó el Vicepresidente, Manuel Aparici. Intervinieron destacados oradores, entre ellos, Ángel Herrera Oria, Presidente dela Asociación Católica Nacional de Propagandistas y Director de EL DEBATE.
[30] «Parece oportuno señalar, como característica fundamental de su oratoria –asegura Ángel Vegas Pérez en su testimonio–, un profundo sentido religioso en sus orientaciones sociales y políticas, de acuerdo conla Doctrina Social dela Iglesia, expuesta con verdadero espíritu de caridad».
[31] Enrique Montenegro L. Saavedra, testigo.
[32] LA FLECHA, Febrero 1935.
[33] Enrique Montenegro L. Saavedra.
[34] Manuel Vigil y Vázquez, testigo.
[35] Felipe González Sánchez, testigo.
[36] Era seglar todavía.
[37] Rvdo. Don Miguel Benzo, entonces Consiliario dela Junta Nacional (ECCLESIA de fecha 5 de Septiembre de 1964).
Reflexión a las lecturas del domingo tercero de Pascua ofrecida por el sacerdote Don Juan Manuel Pérez Piñero bajo el epígrafe "ECOS DEL DÍA DEL SEÑOR"
Domingo 3º de Pascua B
Realmente los discípulos eran torpes para creer. Lo constatamos una vez más en el Evangelio de este domingo: Ante la presencia de Cristo Resucitado, se llenan de miedo por la sorpresa y creen ver un fantasma. Jesús les habla, les enseña sus manos y sus pies y come delante de ellos para ayudarles a comprender que realmente había resucitado, que no podía ser un fantasma, que era el mismo que había convivido con ellos…
S. León Magno, Papa en el siglo V, decía que “el Espíritu de la Verdad jamás hubiera permitido que los discípulos dudaran, si no hubiera sido a favor de nuestras dudas”.
Hemos de tener una fe firme, segura, convencida, más allá de toda duda; pero eso tiene su proceso, y lo normal es que, mientras no se llegue a una cierta madurez, surjan dudas y dificultades para creer.
Con relación a la Resurrección de Cristo, cualquier cristiano podría preguntarse muchas cosas, como, por ejemplo: “¿Cómo saber con certeza que Jesucristo realmente ha resucitado? ¿Los apóstoles lo habrán constatado todo? ¿Habrán visto realmente a Cristo Resucitado o habrá sido todo una ilusión óptica, o una visión, o una sugestión colectiva? ¿Habrán sido ellos los testigos de todo o será, más bien, que otros se lo contaron y ellos les creyeron y se dedicaron a anunciarlo?” Sin embargo, cuando contemplamos en los cuatro evangelios cómo Jesús va deshaciendo las dificultades de los discípulos para creer, se van deshaciendo también las nuestras, y se va acrecentando la firmeza y la seguridad de nuestra fe. Es lo que sucede este domingo. Y todo llega a su punto culminante en la tercera aparición, según el cómputo de San Juan, que escribe: “Ninguno de los discípulos se atrevía a preguntarle quién era, porque sabían bien que era el Señor” (Jn 21,12).
Una de las realidades que más repite el Señor en sus apariciones es ésta que leemos en el Evangelio de hoy: “Esto es lo que os decía mientras estaba con vosotros: que todo lo escrito en la Ley de Moisés y en los profetas y salmos acerca de mí, tenía que cumplirse”. Y dice el Evangelio que “entonces les abrió el entendimiento para comprender las Escrituras…”. ¡Qué importante es eso! ¡Qué necesario es también para nosotros! Hace falta que Jesucristo, por el Espíritu Santo, abra nuestro entendimiento para comprender cada vez mejor las Escrituras.
Podemos recordar aquí la célebre oración del Papa Pablo VI implorando el don de la fe, en la que le pide al Señor, entre otras cosas, una fe cierta. Y dice: “Cierta por una exterior congruencia de pruebas y por un interior testimonio del Espíritu Santo…”
La Muerte y Resurrección de Cristo es, además, el punto de partida de la obra de la salvación; hace falta ahora llevarla a cada ser humano de cada lugar y de cada tiempo. Por eso, nos advierte el Señor que “en su nombre se predicará la conversión y el perdón de los pecados a todos los pueblos, comenzando por Jerusalén”.
En la primera lectura constatamos la transformación que se había realizado en los apóstoles. Con qué firmeza y autoridad hablan de la Resurrección del Señor. Es el fruto de las apariciones del Señor Resucitado y de la acción del Espíritu Santo.
Es necesario que también nuestro testimonio cristiano sea cada vez más firme y convincente.
¡FELIZ DÍA DEL SEÑOR!
Reflexión a las lecturas del domingo tercero de Pascua ofrecida por el sacerdote Don Juan Manuel Pérez Piñero bajo el epígrafe "ECOS DEL DÍA DEL SEÑOR"
Domingo 3º de Pascua B
Realmente los discípulos eran torpes para creer. Lo constatamos una vez más en el Evangelio de este domingo: Ante la presencia de Cristo Resucitado, se llenan de miedo por la sorpresa y creen ver un fantasma. Jesús les habla, les enseña sus manos y sus pies y come delante de ellos para ayudarles a comprender que realmente había resucitado, que no podía ser un fantasma, que era el mismo que había convivido con ellos…
S. León Magno, Papa en el siglo V, decía que “el Espíritu de la Verdad jamás hubiera permitido que los discípulos dudaran, si no hubiera sido a favor de nuestras dudas”.
Hemos de tener una fe firme, segura, convencida, más allá de toda duda; pero eso tiene su proceso, y lo normal es que, mientras no se llegue a una cierta madurez, surjan dudas y dificultades para creer.
Con relación a la Resurrección de Cristo, cualquier cristiano podría preguntarse muchas cosas, como, por ejemplo: “¿Cómo saber con certeza que Jesucristo realmente ha resucitado? ¿Los apóstoles lo habrán constatado todo? ¿Habrán visto realmente a Cristo Resucitado o habrá sido todo una ilusión óptica, o una visión, o una sugestión colectiva? ¿Habrán sido ellos los testigos de todo o será, más bien, que otros se lo contaron y ellos les creyeron y se dedicaron a anunciarlo?” Sin embargo, cuando contemplamos en los cuatro evangelios cómo Jesús va deshaciendo las dificultades de los discípulos para creer, se van deshaciendo también las nuestras, y se va acrecentando la firmeza y la seguridad de nuestra fe. Es lo que sucede este domingo. Y todo llega a su punto culminante en la tercera aparición, según el cómputo de San Juan, que escribe: “Ninguno de los discípulos se atrevía a preguntarle quién era, porque sabían bien que era el Señor” (Jn 21,12).
Una de las realidades que más repite el Señor en sus apariciones es ésta que leemos en el Evangelio de hoy: “Esto es lo que os decía mientras estaba con vosotros: que todo lo escrito en la Ley de Moisés y en los profetas y salmos acerca de mí, tenía que cumplirse”. Y dice el Evangelio que “entonces les abrió el entendimiento para comprender las Escrituras…”. ¡Qué importante es eso! ¡Qué necesario es también para nosotros! Hace falta que Jesucristo, por el Espíritu Santo, abra nuestro entendimiento para comprender cada vez mejor las Escrituras.
Podemos recordar aquí la célebre oración del Papa Pablo VI implorando el don de la fe, en la que le pide al Señor, entre otras cosas, una fe cierta. Y dice: “Cierta por una exterior congruencia de pruebas y por un interior testimonio del Espíritu Santo…”
La Muerte y Resurrección de Cristo es, además, el punto de partida de la obra de la salvación; hace falta ahora llevarla a cada ser humano de cada lugar y de cada tiempo. Por eso, nos advierte el Señor que “en su nombre se predicará la conversión y el perdón de los pecados a todos los pueblos, comenzando por Jerusalén”.
En la primera lectura constatamos la transformación que se había realizado en los apóstoles. Con qué firmeza y autoridad hablan de la Resurrección del Señor. Es el fruto de las apariciones del Señor Resucitado y de la acción del Espíritu Santo.
Es necesario que también nuestro testimonio cristiano sea cada vez más firme y convincente.
¡FELIZ DÍA DEL SEÑOR!
DOMINGO 3º DE PASCUA B
MONICIONES
PRIMERA LECTURA
La lectura que vamos a escuchar nos sitúa después de Pentecostés, y en relación con la curación del paralítico del templo.
El apóstol Pedro se nos presenta como testigo de la Resurrección e invita a los oyentes al arrepentimiento y a la conversión. Escuchemos.
SEGUNDA LECTURA
De la primera carta de S. Juan, escuchamos ahora un mensaje de esperanza: en nuestra fragilidad tenemos a uno que abogue ante el Padre, a Jesucristo, el Justo, sacrificado por nuestros pecados.
TERCERA LECTURA
Jesucristo se esfuerza por convencer a sus discípulos de que realmente ha resucitado. Esa experiencia tan viva y la fuerza del Espíritu Santo harán posible su misión de testigos de la Resurrección y del perdón de los pecados a todos los pueblos.
Pero antes de escuchar el Evangelio, cantemos de pie, el aleluya.
COMUNIÓN
En la Comunión nos encontramos con Jesucristo vivo y glorioso. A los que acogen el mensaje de su Resurrección y reciben el perdón de los pecados, les alimenta con su Cuerpo y con su Sangre, para que perseveren en su amor y sean mensajeros, cada vez más convincentes de su Resurrección.
Reflexión de José Antonio Pagola al evangelio del domingo tercero de Pascua - B
CREER POR EXPERIENCIA PROPIA
No es fácil creer en Jesús resucitado. En última instancia es algo que solo puede ser captado y comprendido desde la fe que el mismo Jesús despierta en nosotros. Si no experimentamos nunca «por dentro» la paz y la alegría que Jesús infunde, es difícil que encontremos «por fuera» pruebas de su resurrección.
Algo de esto nos viene a decir Lucas al describirnos el encuentro de Jesús resucitado con el grupo de discípulos. Entre ellos hay de todo. Dos discípulos están contando cómo lo han reconocido al cenar con él en Emaús. Pedro dice que se le ha aparecido. La mayoría no ha tenido todavía ninguna experiencia. No saben qué pensar.
Entonces «Jesús se presenta en medio de ellos y les dice: “Paz a vosotros”». Lo primero para despertar nuestra fe en Jesús resucitado es poder intuir, también hoy, su presencia en medio de nosotros, y hacer circular en nuestros grupos, comunidades y parroquias la paz, la alegría y la seguridad que da el saberlo vivo, acompañándonos de cerca en estos tiempos nada fáciles para la fe.
El relato de Lucas es muy realista. La presencia de Jesús no transforma de manera mágica a los discípulos. Algunos se asustan y «creen que están viendo un fantasma». En el interior de otros «surgen dudas» de todo tipo. Hay quienes «no lo acaban de creer por la alegría». Otros siguen «atónitos».
Así sucede también hoy. La fe en Cristo resucitado no nace de manera automática y segura en nosotros. Se va despertando en nuestro corazón de forma frágil y humilde. Al comienzo, es casi solo un deseo. De ordinario, crece rodeada de dudas e interrogantes: ¿será posible que sea verdad algo tan grande?
Según el relato, Jesús se queda, come entre ellos, y se dedica a «abrirles el entendimiento» para que puedan comprender lo que ha sucedido. Quiere que se conviertan en «testigos», que puedan hablar desde su experiencia, y predicar no de cualquier manera, sino «en su nombre».
Creer en el Resucitado no es cuestión de un día. Es un proceso que, a veces, puede durar años. Lo importante es nuestra actitud interior. Confiar siempre en Jesús. Hacerle mucho más sitio en cada uno de nosotros y en nuestras comunidades cristianas.
José Antonio Pagola
3 Pascua – B (Lucas 24,35-48)
Evangelio del 19/04/2015
Publicado el 13/ abr/ 2015
por Coordinador Grupos de Jesús
Comentario a la Liturgia Dominical por el P. Antonio Rivero, L.C. Doctor en Teología Espiritual, profesor y director espiritual en el seminario diocesano Maria Mater Ecclesiae de são Paulo (Brasil). (Zenit.org)
Idea principal: La Pascua nos compromete a una vida nueva en Cristo Jesús, vivo y glorioso entre nosotros.
Síntesis del mensaje: Vida nueva que implica arrepentirnos de nuestros pecados y convertirnos (1ª lectura). Vida nueva de santidad, gracias al perdón de los pecados ofrecido por Cristo como víctima de expiación por nuestros pecados (2ª lectura). Vida nueva que tenemos que transmitir a nuestros hermanos para que vuelvan también a Dios (evangelio).
Puntos de la idea principal:
En primer lugar, la Pascua supone un encuentro con el Cristo resucitado y glorioso, a través de la Iglesia, a través de la carne de nuestro hermano en quien palpita la vida divina y a través de los sacramentos, donde dejó su huella invisible y regalos visibles que el Cristo Pascual nos dejó para derramar y compartir con nosotros la vida divina. El cristianismo es justamente el encuentro con una persona viva, Jesucristo, a quien el Padre resucitó venciendo las ataduras del pecado y de la muerte. Ahora bien, el encuentro con Cristo resucitado pide de cada uno de nosotros vivir la vida nueva que Cristo ganó con su muerte y resurrección. Vida nueva que implica arrepentirnos de nuestros pecados, causantes del sufrimiento y muerte de Cristo Jesús; implica dejar nuestra vida antigua y mundana, como tantas veces nos pide el papa Francisco. Este arrepentimiento nos llevará a arrodillarnos ante el sacramento de la Penitencia, donde la sangre de Cristo nos lava, nos purifica, nos santifica y vuelve a brillar en nosotros la vida nueva del Resucitado.
En segundo lugar, esta vida nueva nos lanza a una vida de santidad, que no significa ser inmaculados, sino una lucha contra el pecado en nuestra vida. San Juan en la segunda lectura de hoy nos urge a que no pequemos. El pecado ofende a Dios, ¡qué ingratitud para con nuestro Padre Dios! El pecado ofende a Cristo, ¡qué pena para nuestro Amigo y Redentor! El pecado ofende a la Iglesia, ¡qué falta de amor filial! El pecado ofende nuestra dignidad cristiana, ¡qué vergüenza! Cristo se inmoló como víctima de expiación por nuestros pecados. Por tanto, Él ya destruyó el pecado con su muerte. Lo que tenemos que hacer es cumplir con amor y por amor los mandamientos de Dios, seguirá diciendo san Juan en su carta. Cumpliendo sus mandamientos y nuestros deberes del propio estado estamos demostrando la vida nueva en nosotros.
Finalmente, la vida nueva no podemos guardarla para nosotros. Tenemos que transmitir a nuestros hermanos esta vida nueva, para que todos los que pasen a nuestro lado también experimenten los efectos de la vida de Cristo resucitado a través de nosotros, de nuestro testimonio y de nuestra palabra. Somos testigos ante el mundo de que Cristo vive, de que ha resucitado, de que está presente en su Iglesia y en cada uno de nosotros que tratamos de llevar una vida santa, llena de caridad y justicia. Así hizo Ignacio de Loyola con Francisco Javier cuando estudiaban en París. Así hizo José Anchieta con los indios cuando vino al Brasil en el siglo. Así hizo Juan Bosco con esos muchachos a quienes les enseñaba artes y ciencia, y por eso gritaba “dame almas, Señor, y quítame lo demás”. Así hizo el cura de Ars al llegar a su parroquia, después de años abandonada al pecado y a la disolución de costumbres. Y así hacen tantos misioneros y misioneras, consagrados y laicos, convencidos de Cristo que se lanzan a predicar el mensaje evangélico, para que nadie quede fuera de la salvación traída por Cristo Jesús, con su muerte y resurrección.
Para reflexionar: San Pablo resume así la vida nueva de quien ha resucitado con Cristo: “Seréis así limpios e irreprochables; seréis hijos de Dios sin mancha en medio de una generación mala y perversa, entre la cual debéis brillar como lumbreras en medio del mundo, manteniendo con firmeza la palabra de vida” (Flp 2, 15-16).
Para rezar: Señor, revísteme de tu vida nueva. Que luche cada día con todo mi ser contra el pecado. Y que contagie a mi alrededor esta vida nueva de santidad.
Cualquier sugerencia o duda pueden comunicarse con el padre Antonio a este email: [email protected]
El papa Francisco rezó el domingo, 12 de abril de 2015, la oración del Regina Coeli, ante una plaza de San Pedro repleta de peregrinos. (Zenit.org)
"Hoy es el octiavo día después de la Pascua, y el evangelio de Juan nos documenta las dos apariciones de Jesús resucitado a los apóstoles reunidos en el cenáculo: en aquella tarde de Pascua estaba ausente Tomás, y en la aquella después de ocho días en cambio estaba presente Tomás.
La primera vez, el señor mostró las heridas en su cuerpo al los discípulos, hizo el signo de soplar sobre ellos y dijo: “El padre me ha mandado, también yo les envío”. Transmite a ellos su misma misión con la fuerza del Espíritu Santo.
Pero aquella tarde faltaba Tomás, el cual no quiso creer al testimonio de los otros. “Sino veo y no toco sus llagas --dijo-- no creo. Ocho días después, o sea justamente como hoy, Jesús vuelve a presentarse en medio a los suyos y se dirige enseguida a Tomás, invitándolo tocar las heridas de sus manos y de su costado.
Viene al encuentro de su incredulidad para que a través los signos de la pasión pueda alcanzar la plenitud de la fe Pascual o sea la resurrección de Jesús.
Tomás es uno que no contenta y busca, quiere, verificar personalmente, cumplir una propia experiencia personal. Después de las resistencias iniciales e inquietudes, al final llega cree, aunque avanzando con dificultad. Pero llega a la fe.
Jesús lo espera pacientemente y se acerca a las dificultades y a las inseguridades del último que ha llegado. El señor proclama 'beatos' a aquellos que creen sin ver, y la primera es Santa María su madre, pero viene también al encuentro de la exigencia del discípulo incrédulo: “Pon aquí tu dedo, mira mis manos”.
Al contacto salvador con las llagas del Resucitado, Tomás manifiesta sus propias heridas, las propias llagas, las propias laceraciones, la propia humillación, en la herida de los clavos encuentra la prueba decisiva de que era amado, esperado y entendido.
Se encuentra delante de un Mesías lleno de dulzura, de misericordia, de ternura. Era este el Señor que buscaba, en las profundidades secretaras del propio ser, porque siempre había sabido que era así. Y por ello busquemos en lo profundo de nuestro corazón, para encontrar a Jesús. Porque es dulce, misericordioso y tierno. Sabemos que es así.
Encontrado el contacto personal con la amabilidad y la misericordiosa paciencia de Cristo, Tomás entiende el significado profundo de su Resurrección e, íntimamente transformado, declara su fe plena y total en Él exclamando: “Mi Señor y mi Dios”. ¡Esta expresión de Tomás es hermosa!
Él pudo tocar el misterio pascual que manifiesta plenamente el amor salvador de Dios, rico de misericordia. Y Com Tomás también todos nosotros: en este segundo domingo de pascua estamos invitados a contemplar en las llagas del Resucitado la Divina Misericordia, que supera todo límite humano y resplandece en la oscuridad del pecado.
Un tiempo intenso y prolongado para acoger las inmensas riquezas del amor misericordioso de Dios será el próximo Jubileo Extraordinario de la Misericordia, cuya bula de convocación he promulgado ayer por la tarde, aquí en la basílica de San Pedro.
Esta bula inicia con las palabras: 'Misericordiae Vultus', el Rostro de la Misericordia es Jesucristo. Tengamos la mirada puesta en Él.
Tengamos la mirada puesta en Él, que siempre nos busca, nos espera, nos perdona; es tan misericordioso, no se asusta de nuestras miserias. En sus llagas nos cura y perdona todos nuestros pecados. Que la Virgen Madre, nos ayude a ser misericordiosos con los otros como Jesús lo es con nosotros”.
El papa reza el Regina Coeli, oración que en el período pascual reemplaza al la oración del ángelus.
Después del Regina Coeli, el Santo Padre dirigió algunos saludos, ente ellos a los peregrinos que participaron en Roma en la misa de la Divina Misericordia. También a los neocatecumenales de Roma, que inician una misíón en las plazas de la ciudad para dar testimonio de su fe.
“Dirijo --prosiguió el Papa-- un cordial saludo a los fieles de las iglesias de oriente, que según el propio calendario celebran hoy la santa pascua. Me uno a la alegría del anuncio de Cristo resucitado: ¡Christós anésti! Saludemos a nuestros hermanos de Oriente en este día de su pascua, con un aplauso. Todos...”.
“Envío también un caluroso saludo a los fieles armenios, que han venido a Roma y han participado a la santa misa con la presencia de mis hermanos, y de tres patriarcas y numerosos obispos”.
El Santo Padre recordó también, que “durante las semanas pasadas me han llegado desde todas las partes del mundo tantos mensajes de felicitaciones por la pascua. Con gratitud les devuelvo las felicitadiones a todos. Deso agradecer de corazón a los niños, a los ancianos, a las familias, a las diócesis, a las comunidades parroquiales y religiosas, a los entes y a las diversas asociaciones que han querido manifestarme su afecto y cercanía”.
Y concluyó: “Sigan rezando por mi, por favor. Y a todos les deseo un buen domingo. 'Buon pranzo' y 'arrivederci'!”.
El pesimismo no lleva a nada. No todo está mal. Nuestros países no dependen sólo de los gobiernos, sino ante todo de nosotros mismos. SAN CRISTóBAL DE LAS CASAS, 11 de abril de 2015 (Zenit.org)
Hay esperanza y Resurrección
Por Felipe Arizmendi Esquivel
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En muchas partes se oyen lamentos, quejas, insultos, descalificaciones y críticas contra todo y contra todos. Pareciera que nada está bien, que todas las reformas aprobadas por el Congreso son un grave daño para el país, que tenemos un Estado fallido, que todo es corrupción, que no se puede esperar nada de los gobiernos actuales, etc. Se siembra pesimismo, derrotismo y desconfianza. Dicen que no avanzamos, que estamos cada vez peor, al borde de un abismo social, económico y político. En este largo y pesado tiempo de precampañas políticas, los partidos elaboran sus mejores artificios publicitarios para reprobar el presente y presentarse como los redentores del pueblo, los únicos justos, los que saben hacer bien las cosas.
Es verdad que el sistema en que estamos metidos es inequitativo y genera exclusión, pero decir que todo está mal, me parece una exageración no realista. Llevo 24 años en Chiapas, y aunque es innegable e inocultable la marginación, doy testimonio de que ha habido muchas mejoras en muchos aspectos sociales.
También contra la Iglesia llueven descalificaciones. Algunos de la tradición y la costumbre se quejan porque las cosas ya no son como en tiempos pasados; la Semana Santa ya no se respeta como antes; en las predicaciones se habla de situaciones actuales, siendo que antes sólo se hablaba del cielo y de la otra vida. Otros, por lo contrario, quisieran que los ministros de culto encabezáramos la rebelión social y desprecian la oración, la confesión, los sacramentos y las celebraciones, como si fueran una pérdida de tiempo y una enajenación, como si con ellas apuntaláramos el sistema corrupto en que vivimos. No faltan quienes se escudan en los reales pecados de los ministros, para no acercarse a Dios ni a su Iglesia, y se quedan con su amargura y su resentimiento.
Las fiestas de la Resurrección de Cristo, sin embargo, nos alientan en la esperanza. No todo está mal, ni todo está perdido.
PENSAR
El Papa Francisco dijo en estas fiestas pascuales: “Jesús, con su sacrificio, ha transformado la más grande iniquidad en el amor más grande. A lo largo de los siglos hay hombres y mujeres que con el testimonio de su existencia reflejan un rayo de este amor perfecto, pleno, sin contaminar.
A veces la oscuridad de la noche parece penetrar en el alma; a veces pensamos: ‘ya no hay nada que hacer’, y el corazón no encuentra la fuerza para amar. Pero precisamente en esa oscuridad Cristo enciende el fuego del amor de Dios: un resplandor rompe la oscuridad y anuncia un nuevo inicio. Algo comienza en la oscuridad más profunda. Pero precisamente en esa oscuridad es Cristo quien vence y quien enciende el fuego del amor. ¡Este es el gran misterio de la Pascua! Cristo ha vencido y nosotros con Él. Como cristianos somos llamados a ser centinelas de la mañana, que saben ver los signos del Resucitado, como han hecho las mujeres y los discípulos que acudieron al sepulcro al alba del primer día de la semana” (1-IV-2015).
ACTUAR
Hemos de ser nobles de mente y de corazón para reconocer que hay muchas cosas buenas entre nosotros: Hay muchos padres de familia que son responsables y cumplen sus obligaciones. Hay jóvenes nobles, estudiosos, trabajadores y solidarios con los pobres. Hay políticos sinceros, que en verdad buscan y procuran el bien del pueblo. Hay maestros que se entregan a su labor educativa, empresarios que tienen conciencia social, comunicadores a quienes interesa la justicia y la verdad, líderes que sirven a sus agremiados, ciudadanos que se preocupan por el bien común. No todo está perdido ni podrido.
La gran mayoría de sacerdotes, religiosas, diáconos, seminaristas, catequistas y apóstoles seglares, aman de corazón a los pobres, luchan por los derechos de los débiles, promueven la dignidad de las mujeres, alientan la participación plena de los indígenas, son fieles servidores de la comunidad.
México no depende sólo de los gobiernos, sino ante todo de nosotros mismos. No seamos plañideras permanentes, ni quejumbrosos sistemáticos, sino hagamos cada quien lo que nos corresponde, y habrá resurrección, vida digna para todos.
Texto leído por el cardenal Pietro Parolín en la VII Cumbre de las América y publicado en el Facebook del nuncio apostólico en Panamá, Mons. Andrés Carrascosa. 11 de abril de 2015 (Zenit.org)
Al Excelentisimo Señor
Juan Carlos Varela Rodríguez
Presidente de Panamá
Como anfitrión de la VII Cumbre de las Américas, deseo hacerle llegar mi saludo cordial y, a través de Usted, a todos los Jefes de Estado y de Gobierno, así como a las delegaciones participantes. Al mismo tienpo, me gustaría manifestarles mi cercanía y aliento para que el diálogo sincero logre esa mutua colaboración que suma esfuerzos y supera diferencias en el camino hacia el bien común.
Pido a Dios que, compartiendo valores comunes, lleguen a compromisos de colaboración en el ámbito nacional o regional que afronten con realismo los problemas y trasmitan esperanza. Me siento en sintonía con el tema elegido para esta Cumbre: “Prosperidad con equidad: el desafío de la cooperación en las Américas”.
Estoy convencido – y así lo expresé en la Exhortacion Apostolica Evangelii gaudium – de que la inequidad, la injusta distribución de las riquezas y de los recursos, es fuente de conflictos y de violencia entre los pueblos, porque supone que el progreso de unos se construye sobre el necesario sacrificio de otros y que, para poder vivir dignamente, hay que luchar contra los demás (cf. 52, 54).
El bienestar así logrado es injusto en su raíz y atenta contra la dignidad de las personas. Hay “bienes básicos”, como la tierra, el trabajo y la casa, y “servicios públicos”, como la salud, la educación, la seguridad, el medio ambiente ..., de los que ningún ser humano debería quedar excluído.
Este deseo – que todos compartimos -, desgraciadamente aún esta lejos de la realidad. Todavía hoy siguen habiendo injustas desigualdades, que ofenden a la dignidad de las personas.
El gran reto de nuestro mundo es la globalización de la solidaridad y la fraternidad en lugar de la globalización de la discriminación y la indiferencia y, mientras no se logre una distribución equitativa de la riqueza, no se resolverán los males de nuestra sociedad (cf. Evangelii gaudium 202).
No podemos negar que muchos países han experimentado un fuerte desarrollo económico en los últimos años, pero no es menos cierto que otros siguen postrados en la pobreza. Además, en las economías emergentes, gran parte de la población no se ha beneficiado del progreso económico general, sino que frecuentemente se ha abierto una brecha mayor entre ricos y pobres. La teoria del “goteo” o “derrame” (cf. Evangelii gaudium 54) se ha revelado falaz: no es suficiente esperar que los pobres recojan las migajas que caen de la mesa de los ricos. Son necesarias acciones directas en pro de los más desfavorecidos, cuya atención, como la de los más pequeños en el seno de una familia, debería ser prioritaria para los gobernantes. La Iglesia siempre ha defendido la “promoción de las personas concretas” (“Centesimus annus, 46), atendiendo sus necesidades y ofreciéndoles posibilidades de desarrollo.
Me gustaría también llamar su atención sobre el problema de la inmigración. La inmensa disparidad de oportunidades entre unos países y otros hace que muchas personas se vean obligadas a abandonar su tierra y su familia, convirtiéndose en fácil presa del tráfico de personas y del trabajo esclavo, sin derechos, ni acceso a la justicia ... En ocasiones, la falta de cooperación entre los Estados deja a muchas personas fuera de la legalidad y sin posibilidad de hacer valer sus derechos, obligándoles a situarse entre los que se aprovechan de los demás o a resignarse a ser victima de los abusos.
Son situaciones en las que no basta salvaguardar la ley para defender los derechos básicos de la persona, en las que la norma, sin piedad y misericordia, no responde a la justicia.
A veces, incluso dentro de cada país, se dan diferencias escandalosas y ofensivas, especialmente en las poblaciones indígenas, en las zonas rurales o en los suburbios de las grandes ciudades. Sin una auténtica defensa de estas personas contra el racismo, la xenofobia y la intolerancia, el Estado de derecho perdería su legitimidad.
Señor Presidente, los esfuerzos por tender puentes, canales de comunicación, tejer relaciones, buscar el entendimiento nunca son vanos. La situación geográfica de Panamá, en el centro del continente Americano, que la convierte en un punto de encuentro del norte y el sur, de los Océanos Pacifico y Atlántico, es seguramente una llamada, pro mundi beneficio, a generar un nuevo orden de paz y de justicia y a promover la solidaridad y la colaboración respetando la justa autonomía de cada nación.
Con el deseo de que la Iglesia sea también instrumento de paz y reconciliacion entre los pueblos, reciba mi mas atento y cordial saludo.
Vaticano, 10 de abril de 2015
Francisco
Texto de la homilía del papa Francisco en el II domingo de Pascua o de la Divina Misericordia. CIUDAD DEL VATICANO, 12 de abril de 2015 (Zenit.org)
HOMILIA DEL SANTO PADRE II DOMINGO DE PASCUA O DE LA DIVINA MISERICORDIA
San Juan, que estaba presente en el Cenáculo con los otros discípulos al anochecer del primer día de la semana, cuenta cómo Jesús entró, se puso en medio y les dijo: «Paz a vosotros», y «les enseñó las manos y el costado» (20,19-20), les mostró sus llagas. Así ellos se dieron cuenta de que no era una visión, era Él, el Señor, y se llenaron de alegría.
Ocho días después, Jesús entró de nuevo en el Cenáculo y mostró las llagas a Tomás, para que las tocase como él quería, para que creyese y se convirtiese en testigo de la Resurrección.
También a nosotros, hoy, en este Domingo que san Juan Pablo II quiso dedicar a la Divina Misericordia, el Señor nos muestra, por medio del Evangelio, sus llagas. Son llagas de misericordia. Es verdad: las llagas de Jesús son llagas de misericordia.
Jesús nos invita a mirar sus llagas, nos invita a tocarlas, como a Tomás, para sanar nuestra incredulidad. Nos invita, sobre todo, a entrar en el misterio de sus llagas, que es el misterio de su amor misericordioso.
A través de ellas, como por una brecha luminosa, podemos ver todo el misterio de Cristo y de Dios: su Pasión, su vida terrena –llena de compasión por los más pequeños y los enfermos–, su encarnación en el seno de María. Y podemos recorrer hasta sus orígenes toda la historia de la salvación: las profecías –especialmente la del Siervo de Yahvé–, los Salmos, la
Ley y la alianza, hasta la liberación de Egipto, la primera pascua y la sangre de los corderos sacrificados; e incluso hasta los patriarcas Abrahán, y luego, en la noche de los tiempos, hasta Abel y su sangre que grita desde la tierra. Todo esto lo podemos verlo a través de las llagas de Jesús Crucificado y Resucitado y, como María en el Magnificat, podemos reconocer que «su misericordia llega a sus fieles de generación en generación» (Lc 1,50).
Ante los trágicos acontecimientos de la historia humana, nos sentimos a veces abatidos, y nos preguntamos: «¿Por qué?». La maldad humana puede abrir en el mundo abismos, grandes vacíos: vacíos de amor, vacíos de bien, vacíos de vida. Y nos preguntamos: ¿Cómo podemos salvar estos abismos? Para nosotros es imposible; sólo Dios puede colmar estos vacíos que el mal abre en nuestro corazón y en nuestra historia. Es Jesús, que se hizo hombre y murió en la cruz, quien llena el abismo del pecado con el abismo de su misericordia.
San Bernardo, en su comentario al Cantar de los Cantares (Disc. 61,3-5; Opera omnia 2,150-151), se detiene justamente en el misterio de las llagas del Señor, usando expresiones fuertes, atrevidas, que nos hace bien recordar hoy. Dice él que «las heridas que su cuerpo recibió nos dejan ver los secretos de su corazón; nos dejan ver el gran misterio de piedad, nos dejan ver la entrañable misericordia de nuestro Dios».
Es este, hermanos y hermanas, el camino que Dios nos ha abierto para que podamos salir, finalmente, de la esclavitud del mal y de la muerte, y entrar en la tierra de la vida y de la paz. Este Camino es Él, Jesús, Crucificado y Resucitado, y especialmente lo son sus llagas llenas de misericordia.
Los Santos nos enseñan que el mundo se cambia a partir de la conversión de nuestros corazones, y esto es posible gracias a la misericordia de Dios. Por eso, ante mis pecados o ante las grandes tragedias del mundo, «me remorderá mi conciencia, pero no perderé la paz, porque me acordaré de las llagas del Señor. Él, en efecto, “fue traspasado por nuestras rebeliones” (Is 53,5). ¿Qué hay tan mortífero que no haya sido destruido por la muerte de Cristo?» (ibíd.).
Con los ojos fijos en las llagas de Jesús Resucitado, cantemos con la Iglesia: «Eterna es su misericordia» (Sal 117,2). Y con estas palabras impresas en el corazón, recorramos los caminos de la historia, de la mano de nuestro Señor y Salvador, nuestra vida y nuestra esperanza.
La homilía del Santo Padre en ocasión de la entrega y lectura de la Bula Misericordiae
Todavía resuena en todos nosotros el saludo de Jesús Resucitado a sus discípulos la tarde de Pascua: «Paz a vosotros« (Jn 20,19). La paz, sobre todo en estas semanas, sigue siendo el deseo de tantos pueblos que sufren la violencia inaudita de la discriminación y de la muerte, sólo por llevar el nombre de cristianos. Nuestra oración se hace aún más intensa y se convierte en un grito de auxilio al Padre, rico en misericordia, para que sostenga la fe de tantos hermanos y hermanas que sufren, a la vez que pedimos que convierta nuestros corazones, para pasar de la indiferencia a la compasión.
San Pablo nos ha recordado que hemos sido salvados en el misterio de la muerte y resurrección del Señor Jesús. Él es el Reconciliador, que está vivo en medio de nosotros para mostrarnos el camino de la reconciliación con Dios y con los hermanos. El Apóstol recuerda que, a pesar de las dificultades y los sufrimientos de la vida, sigue creciendo la esperanza en la salvación que el amor de Cristo ha sembrado en nuestros corazones. La misericordia de Dios se ha derramado en nosotros haciéndonos justos, dándonos la paz.
Una pregunta está presente en el corazón de muchos: ¿por qué hoy un Jubileo de la Misericordia? Simplemente porque la Iglesia, en este momento de grandes cambios históricos, está llamada a ofrecer con mayor intensidad los signos de la presencia y de la cercanía de Dios. Éste no es un tiempo para estar distraídos, sino al contrario para permanecer alerta y despertar en nosotros la capacidad de ver lo esencial. Es el tiempo para que la Iglesia redescubra el sentido de la misión que el Señor le ha confiado el día de Pascua: ser signo e instrumento de la misericordia del Padre (cf. Jn 20,21-23). Por eso el Año Santo tiene que mantener vivo el deseo de saber descubrir los muchos signos de la ternura que Dios ofrece al mundo entero y sobre todo a cuantos sufren, se encuentran solos y abandonados, y también sin esperanza de ser perdonados y sentirse amados por el Padre. Un Año Santo para sentir intensamente dentro de nosotros la alegría de haber sido encontrados por Jesús, que, como Buen Pastor, ha venido a buscarnos porque estábamos perdidos. Un Jubileo para percibir el calor de su amor cuando nos carga sobre sus hombros para llevarnos de nuevo a la casa del Padre. Un Año para ser tocados por el Señor Jesús y transformados por su misericordia, para convertirnos también nosotros en testigos de misericordia. Para esto es el Jubileo: porque este es el tiempo de la misericordia. Es el tiempo favorable para curar las heridas, para no cansarnos de buscar a cuantos esperan ver y tocar con la mano los signos de la cercanía de Dios, para ofrecer a todos, a todos, el camino del perdón y de la reconciliación.
Que la Madre de la Divina Misericordia abra nuestros ojos para que comprendamos la tarea a la que estamos llamados; y que nos alcance la gracia de vivir este Jubileo de la Misericordia con un testimonio fiel y fecundo.
[00564-ES.02] [Texto original: Italiano]
VATICANO - Jubileo de la Misericordia: “tiempo para que la Iglesia redescubra el sentido de la misión que el Señor le ha confiado”
Ciudad del Vaticano (Agencia Fides) - “¿por qué hoy un Jubileo de la Misericordia? Simplemente porque la Iglesia, en este momento de grandes cambios históricos, está llamada a ofrecer con mayor intensidad los signos de la presencia y de la cercanía de Dios... Es el tiempo para que la Iglesia redescubra el sentido de la misión que el Señor le ha confiado el día de Pascua: ser signo e instrumento de la misericordia del Padre”.
Con estas palabras el Santo Padre Francisco ha explicado el sentido del Jubileo extraordinario, que se abrirá el 8 de diciembre, en ocasión de la entrega y lectura de la Bula “Misericordiae vultus” de convocación del Jubileo, seguida de las primeras vísperas del segundo Domingo de Pascua, o de la Divina Misericordia, que ha presidido el sábado 11 de abril, en la Basílica Vaticana. Además de los Cardenales Arciprestes de las Basílicas papales en Roma, que al día siguiente han presidido una celebración análoga en sus respectivas Basílicas, el Papa ha entregado una copia de la Bula al Prefecto de la Congregación para los obispos (Card. Marc Ouellet), al Prefecto de la Congregación para le Evangelización de los Pueblos (Card. Fernando Filoni), al Prefecto de la Congregación para las iglesias Orientales (Card. Leonardo Sandri). También han recibido una copia de la Bula el Arzobispo Savio Hon Tai-Fai, de Hong Kong y ahora Secretario de la Congregación para la Evangelización de los Pueblos, en representación de Oriente; el Arzobispo Barthélemy Adoukonou, original de Benin y actualmente Secretario del Pontificio Consejo de la Cultura para África; Mons. Khaled Ayad Bishay, de la iglesia Patriarcal de Alejandría de los Coptos, para las iglesias orientales.
“El Año Santo tiene que mantener vivo el deseo de saber descubrir los muchos signos de la ternura que Dios ofrece al mundo entero y sobre todo a cuantos sufren, se encuentran solos y abandonados, y también sin esperanza de ser perdonados y sentirse amados por el Padre – ha dicho el Papa Francisco en la homilía de las Vísperas -. Un Año Santo para sentir intensamente dentro de nosotros la alegría de haber sido encontrados por Jesús, que, como Buen Pastor, ha venido a buscarnos porque estábamos perdidos… Un Año para ser tocados por el Señor Jesús y transformados por su misericordia, para convertirnos también nosotros en testigos de misericordia. Para esto es el Jubileo: porque este es el tiempo de la misericordia”. (SL) (Agencia Fides 13/04/2015)
Carta del obispo de Córdoba, Mons. Demetrio Fernández. 'Nuestra época está especialmente necesitada de nuevas señales de Jesús resucitado'. CóRDOBA, 09 de abril de 2015 (Zenit.org)
Tomás, el incrédulo
Por Mons. Demetrio Fernández
Me impresiona la aparición de Jesús resucitado al apóstol Tomás, que viene a cerrar la sucesión de relatos de resurrección. Y me impresiona por Tomás, que acepta humildemente las señales que Jesús le ofrece, pero sobre todo por Jesús y su condescendencia hacia Tomás.
Fueron las mujeres las primeras que se encontraron con el misterio de la resurrección del Señor. Los apóstoles estaban llenos de miedo encerrados en el Cenáculo, temiendo que fueran a por ellos en cualquier momento. Las mujeres, sin embargo, rompieron el miedo y fueron al sepulcro muy de mañana, preparadas para embalsamar el cuerpo de Jesús, que estaba en el sepulcro. Al llegar y entrar en el sepulcro, vieron que Jesús no estaba allí y un ángel les dijo: Ha resucitado, id a decirlo a los hermanos y que vayan a Galilea. María Magdalena tuvo un encuentro precioso con el Señor, a quien confundió con el hortelano y al que descubrió cuando él la llamó por su nombre. Cuando se lo dijeron a los apóstoles, Pedro y Juan fueron corriendo al sepulcro, entraron, vieron y creyeron. Y así durante aquella jornada con los discípulos de Emaús y de nuevo al atardecer en el Cenáculo con todos los presentes. Tomás no estaba, y cuando se lo dijeron, respondió con escepticismo: Si no lo veo, no lo creo.
A los ocho días, al domingo siguiente, Jesús se apareció de nuevo y se dirigió a Tomás. Podemos decir que vino especialmente por él. En medio de la comunidad, Jesús está para todos, pero especialmente para los que tienen dificultad de creer. Jesús va al encuentro de Tomás, no espera a que él se convenza, se convierta y venga. Sino que él mismo en persona va al encuentro de Tomás para ofrecerle nuevas señales de su resurrección. Nos ha sido más útil la incredulidad de Tomás que la fe de los demás, porque esa incredulidad ha provocado un nuevo acercamiento de Jesús para todos aquellos que tenemos dificultades en el camino de la fe. Y la fe de Tomás es el resultado de una más grande misericordia por parte de Jesús, que no se cansa de nosotros, sino que una y otra vez nos muestra las señales de su resurrección para que creamos.
Era domingo. Porque fue en domingo cuando Cristo resucitó y desde entonces la comunidad cristiana no ha dejado de reunirse en el domingo, el día del Señor. Cuando los mártires de Abitene (s. IV) fueron conducidos al tribunal que los condenó a muerte, ellos confesaron: No podemos vivir sin el domingo, no podemos vivir sin el Señor, no podemos vivir sin la fuerza de su resurrección, la vida sería insoportable si no renováramos cada domingo la certeza de la vida futura con Jesús, que ya está en medio de nosotros resucitado. No podemos vivir sin la esperanza de la resurrección, que el domingo nos renueva por la comunión eucarística.
Volviendo a Tomás, en aquel segundo domingo de la historia, Jesús se le acerca lleno de misericordia para darle nuevas pruebas de su resurrección: “Trae tu mano y métela en mi costado… Dichosos los que crean sin haber visto” (Jn 20,27-29). San Juan Pablo II ha llamado a este día Domingo de la Divina Misericordia. Y Papa Francisco nos anuncia en este día que el año 2016 será el Año de la Misericordia.
Nuestra época está especialmente necesitada de misericordia, de la misericordia divina que salga al encuentro de cada hombre para hacerlo partícipe de la alegría de la resurrección, de manera que comprenda que está llamada a una vida sin fin, llena de felicidad en el cielo. Nuestra época está especialmente necesitada de nuevas señales de Jesús resucitado, porque se le han oscurecido las señales normales, a las que cualquiera tiene acceso, si está en la comunidad eclesial. Muchos contemporáneos nuestros “no estaban” cuando vino Jesús. ¿Qué podemos hacer? ¿Esperar a que vengan? ¿Y si no vienen? ¿Van a quedar privados del gozo del encuentro con Jesús en el seno de la comunidad? Hoy la Iglesia tiene la preciosa tarea de salir al encuentro de los que no están, como Tomás, en el contexto de la comunidad. Y ha de salir a su encuentro para mostrarles nuevas señales de que Cristo está vivo y es el que anima con su Espíritu Santo una comunidad viva, en la que todos se aman como hermanos.
La incredulidad de Tomás trajo consigo nuevas muestras de amor por parte de Jesús, fueron la oportunidad de mostrar más abundante misericordia. La increencia de nuestro tiempo es una oportunidad para que la Iglesia, testigo del Resucitado, ofrezca nuevas señales de esa presencia de Cristo en nuestro mundo.
Recibid mi afecto y mi bendición:
+ Demetrio Fernández, obispo de Córdoba
Carta pastoral del arzobispo de Madrid, Mons. Carlos Osoro Sierra. 'Tengamos la certeza de que Cristo resucitado está vivo y operante en la Iglesia y en el mundo'. MADRID, 08 de abril de 2015 (Zenit.org)
'Testigos de la Resurrección. ¡Feliz Pascua!'
Por Mons. Carlos Osoro
“Testigos de la Resurrección. ¡Feliz Pascua!”, es el título de la carta pastoral del arzobispo de Madrid, Mons. Carlos Osoro Sierra, para esta semana. A continuación publicamos el texto íntegro de la misma:
Seamos “testigos de la Resurrección”. Sí, testigos del Resucitado, pues hemos de saber decir a todos los hombres: “vivo así porque he visto al Señor”. Así lo hicieron los primeros cristianos. Ha de ser el encuentro con Jesús vivo, con el Resucitado, el que me convierte y fascina para poder decir en medio de este mundo que la Vida es Cristo. Por eso, los bautizados, al morir en Cristo al pecado, nacemos a una vida nueva y somos restablecidos gratuitamente en la dignidad de hijos de Dios. En este sentido, en la primera comunidad cristiana el Bautismo era considerado como la “primera resurrección”. Él es nuestra Pascua. Solía repetir Silvano del Monte Athos: “Alégrate, alma mía. Siempre es Pascua, porque Cristo Resucitado es nuestra resurrección”.
El acontecimiento de la Resurrección es la verdad fundamental de nuestra fe, verdad histórica ampliamente documentada, aunque hoy, como en el pasado, no faltan quienes de formas diversas la ponen en duda o incluso la niegan. Por eso es importante caer en la cuenta de que el debilitamiento de la fe en la Resurrección de Cristo hace débil el testimonio de los creyentes. Si falla en la Iglesia la fe en la Resurrección, todo se paraliza, todo se derrumba. ¡Cristo ha Resucitado! Y es importante, porque la adhesión de corazón y de mente a Cristo muerto y resucitado cambia la vida e ilumina la existencia de las personas y los pueblos con la Luz que es el mismo Cristo resucitado. Es esta certeza la que nos infunde valentía, audacia profética, perseverancia. Es esta certeza la que nos da la alegría verdadera para seguir regalando a nuestro mundo la fascinación de la vida, muerte y resurrección de Jesucristo. Atrae de tal manera que hombres y mujeres, jóvenes y niños, de todas las procedencias y de todas las culturas, desde los inicios del cristianismo, han creído en el Resucitado y han sido capaces de dejarlo todo para seguirlo y ponerse al servicio del Evangelio. Con esta valentía, creen de verdad aquello que dijo el apóstol San Pablo: “si Cristo no resucitó, es vana nuestra predicación y es vana también nuestra fe” (1Cor 15, 14).
Las palabras del Señor: “Yo soy la Resurrección y la Vida”, nos invitan a beber en la fuente de la vida, a entrar en comunión con el amor de Cristo. Y así, ser “testigos del Resucitado”. Cuando nos hemos encontrado con Cristo resucitado, cuando entramos en contacto, más aún, en comunión con Él, que es la Vida misma, ya hemos cruzado el umbral de la muerte, ya estamos en contacto, más allá de la vida biológica, con la Vida verdadera. La resurrección de Cristo es la razón de nuestra esperanza y ha introducido al ser humano en una nueva comunión de vida con Dios y en Dios. Esta es la victoria de la Pascua. Por eso podemos decir con San Agustín: “la resurrección de Cristo es nuestra esperanza”, porque nos introduce en un futuro nuevo.
“Testigos de la Resurrección”. Éste es nuestro nombre. Ésta es nuestra tarea. Éste es nuestro camino. Ésta es nuestra misión. Y ésta tiene que ser nuestra salida y nuestro mensaje a todos los hombres: "¡Feliz Pascua! Cristo ha resucitado verdaderamente”. Éste es el gran día que hizo el Señor. La alegría se desborda, viene de dentro. Dejemos que esta experiencia se imprima en nuestro corazón y se transparente con nuestra vida. Dejemos que el asombro gozoso del domingo de Pascua se irradie en nuestros pensamientos, miradas, actitudes, gestos y palabras. Seamos “testigos de la Resurrección”. Es la Luz misma de Cristo que dentro de nuestro corazón se convierte para nosotros y para los demás en una fuente de gozo, de convicción, de atracción para otros hombres, pues ven en nosotros presencia de la Resurrección de Cristo. Esto es ser “testigos de la Resurrección”.
Tengamos la certeza de que Cristo resucitado está vivo y operante en la Iglesia y en el mundo. Él es la Buena Noticia. No busquemos dar otras noticias que están muertas y dan muerte. No nos encerremos en ninguna forma de egoísmo. No nos dejemos seducir por palabras vanas ni por proyectos que no sacan de ningún atolladero, ni a nosotros ni a los demás. No olvidemos a Dios, a Jesucristo Resucitado, que es la única manera de no olvidar al prójimo. Aspiremos a la belleza verdadera, a la justicia auténtica, a la paz del Resucitado que elimina todas las armas y solamente deja su Amor.
“Testigos de la Resurrección” para decir siempre y en todo lugar: “venid y veréis”. Para ello contemos con su Amor, que nos empuja a amar. Afrontemos los problemas de frente y con la luz de Jesucristo. Vayamos con la fuerza de los primeros cristianos. Caminemos con la vida que Él nos entrega. Seamos hombres y mujeres que en la Iglesia describimos la misma historia de amor que describió el Señor. Creamos que el diálogo con Él hace milagros, y nos enseña a dialogar con todos los hombres. Comprendamos, vivamos y proclamemos que vivir egoístamente es una estafa para todos los hombres. Seamos testigos en medio del mundo, eludiendo ser cristianos de museo y mojándonos en los caminos de los hombres. Dejemos que Él nos ame. El Señor es fiel y no desilusiona. Por eso debemos dar la vida a los demás.
Con gran afecto, os bendice:
+Carlos, Arzobispo de Madrid
Texto completo de la catequesis del Papa en la audiencia del miércoles 8 de abril de 2015 (Zenit.org)
Queridos hermanos y hermanas,
en la catequesis sobre la familia completamos hoy la reflexión sobre los niños, que son el fruto más bonito de la bendición que el Creador ha dado al hombre y a la mujer. Ya hemos hablado del gran don que son los niños, hoy debemos lamentablemente hablar de las “historias de Pasión” que viven muchos de ellos.
Muchos niños desde el principio son rechazados, abandonados, despojados de su infancia y de su futuro. Alguno osa decir, casi para justificarse, que ha sido un error hacerles venir al mundo. ¡Esto es vergonzoso! ¡No descarguemos sobre los niños nuestras culpas! Los niños no son nunca “un error”. Su hambre no es un error, como no lo es su pobreza, su fragilidad, su abandono; y no lo es ni siquiera su ignorancia, o su incapacidad. Muchos niños no saben lo que es una escuela.
En todo caso, se trata de motivos para amarlos más, con mayor generosidad. ¿Qué hacemos con las solemnes declaraciones de los derechos del hombre y del niño, si después castigamos a los niños por los errores de los adultos?
Aquellos que tienen la tarea de gobernar, de educar, pero diría todos los adultos, somos responsables de los niños y de hacer lo que cada uno de nosotros pueda para cambiar esta situación. Me refiero a la pasión de los niños. Cada niño marginado, abandonado, que vive por la calle mendigando e intentando sobrevivir de cualquier manera, sin escuela, sin atención médica, es un grito que sube a Dios y que acusa el sistema que hemos construido. Y lamentablemente estos niños son presa de criminales, que les explotan para el tráfico y el comercio indigno, y los adiestran para la guerra y la violencia.
Pero también en los países, así llamados, ricos, muchos niños viven dramas que les marcan de una forma muy fuerte, por la crisis de la familia, de los vacíos educativos y de condiciones de vida a veces deshumanas. En cualquier caso, son infancias violadas en el cuerpo y en el alma. ¡Pero ninguno de estos niños es olvidado por el Padre que está en el cielo! ¡Ninguna de sus lágrimas se pierde!, como tampoco se pierde nuestra responsabilidad, la responsabilidad social de las personas y de los países.
Una vez Jesús regañó a sus discípulos porque alejaban a los niños que los padres le llevaban para que les bendijera. Es co_nMovedora la narración evangélica: “Le trajeron entonces a unos niños para que les impusiera las manos y orara sobre ellos. Los discípulos los reprendieron, pero Jesús les dijo: ’Dejen a los niños, y no les impidan que vengan a mí, porque el Reino de los Cielos pertenece a los que son como ellos’. Y después de haberles impuesto las manos, se fue de allí. ¡Qué bonita esa confianza de los padres, y esta respuesta de Jesús! ¡Cómo quisiera que esta página se convirtiera en la historia normal de todos los niños!
Es verdad que gracias a Dios los niños con graves dificultades encuentran muy a menudo padres extraordinarios, preparados para cualquier tipo de sacrificio y de generosidad. ¡Pero no se debería dejar solos a estos padres!, deberíamos acompañar su fatiga, pero también ofrecerles momentos de alegría compartida y de alegría despreocupada, para que no sean presos solo de la rutina terapéutica.
Cuando se trata de los niños, en cualquier caso, no se deberían escuchar esas fórmulas de la defensa legal de oficina tipo: ‘Después de todo, no somos una organización benéfica” o “En lo privado, cada uno es libre de hacer lo que quiere” o también “Lo sentimos, no podemos hacer nada”. Estas palabras no sirven cuando se trata de niños.
Demasiado a menudo en los niños recaen los efectos de la vida de un trabajo precario o malpagado, de horarios insostenibles, de transportes ineficientes… Pero los niños pagan también el precio de uniones inmaduras y de separaciones irresponsables, son las primeras víctimas. Sufren los resultados de la cultura de los derechos subjetivos exasperados, y se convierten después en hijos más precoces. A menudo absorben una violencia que no son capaces de “disponer”, y bajo los ojos de los de los grandes están obligados a acostumbrarse a la degradación.
También en esta época, como en el pasado, la Iglesia pone su maternidad al servicio de los niños y de sus familias. A los padres y a los hijos de este nuestro mundo lleva la bendición de Dios, la ternura materna, el reproche firme y la condena decidida. Hermanos y hermanas, pensemos bien: ¡Con los niños no se bromea!
Pensemos como sería una sociedad que decidiera, de una vez por todas, establecer este principio: “Es verdad que nos somos perfectos y que cometemos muchos errores. Pero cuando se trata de los niños que vienen al mundo, ningún sacrificio de los adultos se juzgará demasiado costoso o demasiado grande, para evitar que un niño piense que es un error, que no vale nada y estar abandonado a las heridas de la vida y a la prepotencia de los hombres”. Que bonita sería esta sociedad. Yo creo que a esta sociedad, mucho le sería perdonado por sus innumerables errores. Mucho, de verdad.
El Señor juzga nuestra vida escuchando lo que refieren los ángeles de los niños, ángeles que “ven siempre el rostro del Padre que está en los cielos". Preguntémonos siempre: ¿Qué contarán a Dios de nosotros estos ángeles de los niños?
Crucificados de hoy. SAN CRISTóBAL DE LAS CASAS, 01 de abril de 2015 (Zenit.org)
Por Felipe Arizmendi Esquivel
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Estamos en la Semana Santa. Así como para muchas personas no es precisamente santa, sino todo lo contrario, pues la aprovechan sólo para diversiones, a veces no muy santas, para pasear y divertirse, así también hay muchísimas otras que participan en las celebraciones religiosas. Hay personas mayores que siempre añoran otros tiempos, cuando no había vacaciones, cuando todo era muy rígido en las costumbres, cuando todo se concentraba en rezos, en prácticas devocionales, en via crucis y en penitencias, a veces no muy humanas.
Es muy legítimo el descanso para tanta gente que trabaja mucho y necesita distensionarse y recobrar energías, para reemprender las obligaciones diarias. Sin embargo, hay quienes no saben descansar; terminan sus vacaciones más cansados. Hay quienes se aburren estos días, como niños y jóvenes que sólo están inventando qué hacer para matar su aburrimiento. ¡Qué bien les haría que se organizaran para limpiar su casa, para ir a barrios y comunidades pobres, para levantar tanta basura que hay en las calles y en las carreteras! Esto es un poco cansado, pero es una magnífica forma de descansar y no aburrirse. La mejor inversión de estos días libres es ayudar en casa y en la comunidad. Eso es ayudar a otros a llevar su cruz, como las tareas habituales del hogar.
Hay el peligro también de que muchos creyentes reduzcan estos días a actos piadosos, algunos hasta de tipo sentimental, y con eso se sientan bien, con eso piensen que están consolando a Jesús y a María por la pasión, que con eso conserven las buenas tradiciones. Quizá con esto tranquilizan su conciencia, aunque nada hagan por los pobres y por todos los que sufren.
PENSAR
El Papa Francisco dijo a los nuevos cardenales algo que nos ayuda a meditar en estos días: “Os exhorto a servir a la Iglesia, en modo tal que los cristianos -edificados por nuestro testimonio- no tengan la tentación de estar con Jesús sin querer estar con los marginados, aislándose en una casta que nada tiene de auténticamente eclesial. Os invito a servir a Jesús crucificado en toda persona marginada, por el motivo que sea; a ver al Señor en cada persona excluida que tiene hambre, que tiene sed, que está desnuda; al Señor que está presente también en aquellos que han perdido la fe, o que, alejados, no viven la propia fe, o que se declaran ateos; al Señor que está en la cárcel, que está enfermo, que no tiene trabajo, que es perseguido; al Señor que está en el leproso -de cuerpo o de alma- , que está discriminado. No descubrimos al Señor, si no acogemos auténticamente al marginado. En realidad, sobre el evangelio de los marginados, se juega, se descubre y se revela nuestra credibilidad.
Si queremos ser auténticos discípulos de Jesús, estamos llamados a llegar a ser, unidos a El, instrumentos de su amor misericordioso, superando todo tipo de marginación. Para ser imitadores de Cristo ante un pobre o un enfermo, no tenemos que tener miedo de mirarlo a los ojos y de acercarnos con ternura y compasión, de tocarlo y abrazarlo. He pedido a menudo a las personas que ayudan a los demás que lo hagan mirándolos a los ojos, que no tengan miedo de tocarlos; que el gesto de ayuda sea también un gesto de comunicación: también nosotros tenemos necesidad de ser acogidos por ellos. Un gesto de ternura, un gesto de compasión… Pero yo os pregunto: Cuando ayudáis a los demás, ¿los miráis a los ojos? ¿Los acogéis sin miedo de tocarlos? ¿Los acogéis con ternura? Pensad en esto: ¿Cómo ayudáis? ¿A distancia, o con ternura, con cercanía? Si el mal es contagioso, lo es también el bien. Por lo tanto, es necesario que el bien abunde en nosotros cada vez más. Dejémonos contagiar por el bien y contagiemos el bien” (15-II-2015).
ACTUAR
Pidamos al Espíritu Santo que nos ayude a vivir estos días de Semana Santa en forma integral: participando en las celebraciones religiosas, dedicando tiempo a un descanso espiritual por la oración y la lectura de la Palabra de Dios, pero también haciendo algo por los que sufren, quizá dentro de nuestra propia familia, por los pobres y enfermos. Entonces sí acompañamos a Jesús en su pasión y disfrutaremos de la resurrección.
Reflexión de josé Antonio Pagola al evangelio del domingo segundo sde Pasacua
VIVIR DE SU PRESENCIA
El relato de Juan no puede ser más sugerente e interpelador. Solo cuando ven a Jesús resucitado en medio de ellos, el grupo de discípulos se transforma. Recuperan la paz, desaparecen sus miedos, se llenan de una alegría desconocida, notan el aliento de Jesús sobre ellos y abren las puertas porque se sienten enviados a vivir la misma misión que él había recibido del Padre.
La crisis actual de la Iglesia, sus miedos y su falta de vigor espiritual tienen su origen a un nivel profundo. Con frecuencia, la idea de la resurrección de Jesús y de su presencia en medio de nosotros es más una doctrina pensada y predicada, que una experiencia vivida.
Cristo resucitado está en el centro de la Iglesia, pero su presencia viva no está arraigada en nosotros, no está incorporada a la sustancia de nuestras comunidades, no nutre de ordinario nuestros proyectos. Tras veinte siglos de cristianismo, Jesús no es conocido ni comprendido en su originalidad. No es amado ni seguido como lo fue por sus discípulos y discípulas.
Se nota enseguida cuando un grupo o una comunidad cristiana se siente como habitada por esa presencia invisible, pero real y activa de Cristo resucitado. No se contentan con seguir rutinariamente las directrices que regulan la vida eclesial. Poseen una sensibilidad especial para escuchar, buscar, recordar y aplicar el Evangelio de Jesús. Son los espacios más sanos y vivos de la Iglesia.
Nada ni nadie nos puede aportar hoy la fuerza, la alegría y la creatividad que necesitamos para enfrentarnos a una crisis sin precedentes, como puede hacerlo la presencia viva de Cristo resucitado. Privados de su vigor espiritual, no saldremos de nuestra pasividad casi innata, continuaremos con las puertas cerradas al mundo moderno, seguiremos haciendo «lo mandado», sin alegría ni convicción. ¿Dónde encontraremos la fuerza que necesitamos para recrear y reformar la Iglesia?
Hemos de reaccionar. Necesitamos de Jesús más que nunca. Necesitamos vivir de su presencia viva, recordar en toda ocasión sus criterios y su Espíritu, repensar constantemente su vida, dejarle ser el inspirador de nuestra acción. Él nos puede transmitir más luz y más fuerza que nadie. Él está en medio de nosotros comunicándonos su paz, su alegría y su Espíritu.
José Antonio Pagola
2 Pascua – B (Juan 20,19-31)
Evangelio del 12/04/2015
Publicado el 06/ abr/ 2015
por Coordinador Grupos de Jesús
Reflexión a las lecturas del domingoECOS DEL DÍA DEL SEÑOR
Domingo II de Pascua B
En la Iglesia todos somos conscientes de que el acontecimiento de la Resurrección del Señor, con todas sus consecuencias prácticas, no cabe en un solo día y que, por eso, se prolonga durante cincuenta días de alegría y de fiesta en honor de Cristo Resucitado. Y se nos advierte que el problema está en poder mantener durante tanto tiempo, el clima de alegría y de fiesta propio del Tiempo Pascual.
Los cincuenta días comienzan con la Octava de Pascua: en cada uno de los días de esta primera semana, se celebra la solemnidad de la Resurrección, aunque sean días laborables. Hoy llegamos al octavo día, la Octava de Pascua.
Durante estos días la Liturgia de la Palabra nos ha venido presentando, en el Evangelio, distintas apariciones de Cristo Resucitado, que trata de ayudar a los discípulos a pasar, del temor, a la alegría desbordante, de la torpeza en creer, a la certeza, más allá de toda duda, de que el Crucificado, había resucitado, estaba realmente vivo. En la primera lectura de cada día se nos han venido presentando algunos testimonios de los apóstoles, casi siempre de Pedro, acerca de la Resurrección del Señor.
Al llegar el día octavo, es lógico que el Evangelio nos presente la aparición propia de la Octava, en el que se produce el encuentro del Señor con Tomás, que se rinde a la fe, con unas palabras impresionantes: “¡Señor mío y Dios mío!”
La primera lectura nos presenta, no ya el testimonio de los apóstoles, aunque también haga referencia a ellos, sino más bien, el testimonio de toda la comunidad: cómo vivían los primeros creyentes en la Resurrección del Señor.
En medio de todo esto, celebramos hoy el Domingo de la Divina Misericordia, instituido por el Papa San Juan Pablo II, que murió –que coincidencia- la víspera de esta conmemoración. Pero ya, desde antes de la institución de esta Jornada, los textos de la Misa de este día contienen elementos que tratan de la Divina Misericordia: por ejemplo, la oración colecta comienza diciendo: “Dios de misericordia infinita, que reanimas la fe de tu pueblo con el retorno anual de las fiestas pascuales…”
¿Y qué son estas fiestas sino el punto culminante de la manifestación y realización del amor de Dios Padre? “La prueba de que Dios nos ama –escribe S. Pablo- es que, siendo nosotros todavía pecadores, Cristo murió por nosotros…” (Rom 5, 6-9).
Esta Jornada, por tanto, constituye una llamada apremiante a contemplar los acontecimientos que estamos celebrando, desde la perspectiva de la misericordia divina, de manera que podamos proclamar con el salmo responsorial de los tres Ciclos: “Dad gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia”.
Y la misericordia de Dios nos impulsa con fuerza a practicar la misericordia con los hermanos, especialmente, con el amor, el perdón y la ayuda fraterna. En efecto, estas realidades deben constituir “la atmósfera”, el espíritu que envuelve nuestra vida y la vida de nuestras comunidades, si quieren ser verdaderamente cristianas. En definitiva, “la señal” que nos dejó el Señor de la autenticidad de nuestro “ser cristiano” no es otra cosa que el amor a los hermanos (Jn 13, 35).
El Año de la Misericordia que ha convocado el Papa, será ocasión privilegiada para reflexionar sobre todos estos aspectos.
¡FELIZ DÍA DEL SEÑOR!
DOMINGO II DE PASCUA B
MONICIONES
Cada domingo del Tiempo Pascual, recordaremos a las primeras comunidades cristianas. Escuchemos ahora cómo vivían y actuaban los primeros creyentes en la Resurrección del Señor.
SALMO
Proclamamos ahora un salmo eminentemente pascual, que canta la obra maravillosa de la Resurrección de Jesucristo y que nos invita a la acción de gracias por la bondad y la misericordia de Dios.
SEGUNDA LECTURA
Durante el Tiempo Pascual escucharemos este año, fragmentos de la primera carta del Apóstol S. Juan. Hoy nos habla del sentido y del alcance del amor fraterno y de la fe en Jesucristo Resucitado.
TERCERA LECTURA
Escuchemos ahora el Evangelio característico de este día: la doble aparición de Jesucristo resucitado a los discípulos: la del día de la Resurrección, y la de los ocho días, con especial referencia a la fe de Santo Tomás.
Pero antes de escuchar el Evangelio, cantemos, de pie, el aleluya.
COMUNIÓN
Nuestra fe nos hace descubrir detrás de las especies de pan y vino, el Cuerpo y la Sangre de Jesucristo vivo y glorioso.
Que Él nos ayude a trabajar y a esforzarnos sin cesar por conseguir una fe cada vez más firme y más convencida; más activa y comprometida.
DOMINGO II DE PASCUA B
MONICIONES
Cada domingo del Tiempo Pascual, recordaremos a las primeras comunidades cristianas. Escuchemos ahora cómo vivían y actuaban los primeros creyentes en la Resurrección del Señor.
SALMO
Proclamamos ahora un salmo eminentemente pascual, que canta la obra maravillosa de la Resurrección de Jesucristo y que nos invita a la acción de gracias por la bondad y la misericordia de Dios.
SEGUNDA LECTURA
Durante el Tiempo Pascual escucharemos este año, fragmentos de la primera carta del Apóstol S. Juan. Hoy nos habla del sentido y del alcance del amor fraterno y de la fe en Jesucristo Resucitado.
TERCERA LECTURA
Escuchemos ahora el Evangelio característico de este día: la doble aparición de Jesucristo resucitado a los discípulos: la del día de la Resurrección, y la de los ocho días, con especial referencia a la fe de Santo Tomás.
Pero antes de escuchar el Evangelio, cantemos, de pie, el aleluya.
COMUNIÓN
Nuestra fe nos hace descubrir detrás de las especies de pan y vino, el Cuerpo y la Sangre de Jesucristo vivo y glorioso.
Que Él nos ayude a trabajar y a esforzarnos sin cesar por conseguir una fe cada vez más firme y más convencida; más activa y comprometida.
Comentario a la liturgia dominical por el P. Antonio Rivero, L.C. Doctor en Teología Espiritual, profesor y director espiritual en el seminario diocesano Maria Mater Ecclesiae de são Paulo (Brasil). 07 de abril de 2015 (Zenit.org)
Idea principal: Ver y tocar para creer.
Síntesis del mensaje: Tenemos que agradecer a Tomás ese querer ver y tocar para creer. Encontrarse con un resucitado no es de todos los días como para creerlo sin más. Y menos Tomás, el realista, que no se fiaba de su sombra, para quien un resucitado sería un fantasma de los corrientes.
Puntos de la idea principal:
En primer lugar, Tomás me cae muy bien, es de los míos: independiente, realista, desconfiado, segurón, escéptico…Lo que se dice, un hombre de hoy: científico (que pruebas son razones y no buenas afirmaciones), materialista (¡a vivir de los sentidos, que son cuatro días! O como decía mi padre, que en paz descanse, cuando el médico le quiso recetar una dieta espartana: “Para tres días que vivimos, como lo que me da la real gana, y ya”), pesimista (que el mundo va de cráneo y lo peor es siempre lo más seguro). Este Tomás es un tipo tan de hoy. Quiere meter los dedos en las heridas de las manos y del costado. Quiere pisar firme en su vida. No quiere ser ingenuo, ni tontaina, ni bobalicón, ni hablar por boca de ganso, como decimos en español. Quiere seguridades…¿y quién no? Tomás realmente era el portavoz de todos nosotros y de los demás apóstoles, que pensaban y esperaban, creían y dudaban, por igual. Todos pasaron y pasamos nuestras gripes de fe, ninguno cree a pies juntillas que Jesús era Dios. En cuanto le vieron en la cruz decidieron: “Esto ha sido una equivocación; todos a casa, al lago, las redes y las barcas”.
En segundo lugar, ese Tomás, sí dio el salto a la fe. Tomás también creyó. Creyó, pero dolorosamente. Por su carácter segurón se había construido un fortín y allí dentro vivía, sin puerta ni ventanas a la esperanza, la ilusión, la sorpresa, el futuro…no fueran a colársele la desilusión, el fracaso, el sufrimiento. Tenía miedo a creer. Sí creía, pero altaneramente. Tomás creía y les ponía difícil la fe a los demás apóstoles y a nosotros. Nuestra fe no puede ser bobalicona e ingenua, irracional y simplona. ¿Cómo nos propone Tomás a Cristo? Nos lo propone como un Señor vivo ... “con heridas”. Sin saberlo, el descreído Tomás (perfecto símbolo de todos nosotros) nos ha mostrado un itinerario de fe que se sale de lo imaginado. A Jesús no lo reconocemos mediante argumentos impecables. Ni siquiera a través de milagros llamativos. A Jesús lo reconocemos ... por sus heridas. Sólo cuando metemos la mano en ellas reconocemos que está vivo, que no es un cuento.
Finalmente, a este Tomas y a todos los que somos como él, Jesús nos dice: “Déjate de ti, que eres sólo hombre, y atiéndeme, que soy Dios. Déjate de experimentos y pruebas, que la fe, siendo racional, no es racionalista ni de laboratorio. Déjate de echarle tanta cabeza y échale más corazón, que por ahí va la fe: en esto de la fe, como en lo otro del amor, ‘el corazón tiene sus razones, que la razón no conoce…Es el corazón el que siente a Dios, y no la razón. Y eso es precisamente la fe: Dios sensible al corazón, no a la razón’ (Pascal)”. ¡Dichoso el que así se fía del corazón y así se fía de Dios! ¡Dichoso el que, con verle, se fía de Dios, que nunca dejó a nadie en la estacada. Tú, que dudas, ven al que no duda: que dudas de Dios, ven a Dios que no duda del hombre!
Para reflexionar: "Señor mío y Dios mío". Después de ese profundo acto de fe, Tomás se fue a propagar el evangelio, hasta morir martirizado por proclamar su fe en Jesucristo resucitado. Preciosas dudas de Tomás que obtuvieron de Jesús aquella bella noticia: "Dichosos serán los que crean sin ver". Caminemos de la mano de Tomás, metamos nuestros dedos en las muchas heridas que el Crucificado sigue teniendo hoy, en nuestros hermanos pobres y necesitados, como ama decir el papa Francisco: “Tocar la carne de Cristo en el pobre”. ¿De qué heridas estamos huyendo? ¿Por qué caminos falsos estamos buscando al Resucitado? Y, curados del escepticismo por la fuerza del sufrimiento, tal vez podamos rendirnos al misterio del Señor que se niega a revelarse en una ecuación matemática, pero que se siente muy a gusto escondido en las células agresivas de un cáncer terminal y en los repliegues de una depresión.
Para rezar: Señor, creo, pero aumenta mi fe. Señor, quiero meter mis dedos en tu costado, en los sacramentos y en mis hermanos más necesitados.
Cualquier sugerencia o duda pueden comunicarse con el padre Antonio a este email: [email protected]
Los patriarcas y jefes de las Iglesias de Jerusalén han enviado un año más su tradicional mensaje de Pascua. 07 de abril de 2015 (Zenit.org)
“Bendito el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que según su grande misericordia nos hizo renacer para una esperanza viva, por la resurrección de Jesucristo de los muertos”
(1 Pedro 1:3)
Nosotros, los patriarcas y jefes de las Iglesias de Jerusalén, enviamos nuestros saludos y bendiciones de Pascua a todas las personas, en todas partes, en el nombre de nuestro Salvador resucitado, Jesucristo.
En vista de las tantas amenazas que desvalorizan o disminuyen la vida humana, la esperanza que brota de la Resurrección está enraizada aquí en Jerusalén. El mensaje de la Pascua ha dado forma a la identidad misma de esta Ciudad Santa durante muchos siglos. Aquí se encuentra el sitio de la tumba vacía, el lugar donde la soberanía de Dios sobre la muerte y los poderes de las tinieblas se manifestó en la resurrección de Jesús de entre los muertos. Como consecuencia de esta realidad, la ubicación donde se realizó la resurrección, no es meramente un objeto de curiosidad arqueológica, sino que sigue siendo un foco de vida de la adoración cristiana. Es un lugar donde la gracia de Dios se ha manifestado de muchas maneras, a lo largo de los siglos y sólo por esta razón merece respeto.
Junto con todas las personas de buena voluntad, estamos profundamente afligidos por el nivel de violencia que sigue siendo perpetrado falsamente en nombre de la religión, en lugares del Medio Oriente y en otras partes en los últimos tiempos. Los miembros de algunas de las antiguas comunidades cristianas en esta región, especialmente en Egipto, Irak y Siria, han estado entre los más afectados directamente, junto con otras poblaciones minoritarias. No hay religión verdadera que abogue por la violación de un ser humano o la victimización de los grupos minoritarios en la sociedad y condenamos este tipo de acciones, en los términos más enérgicos posibles. Los que participan en este tipo de comportamiento bárbaro, deshumanizan no sólo a sus víctimas, sino a sí mismos.
En nombre de nuestro Señor Jesucristo, instamos a la gente, en todas partes, para no caer en la desesperación. La existencia misma de esta ciudad de Jerusalén es, paradójicamente, un signo de esperanza de que el reino de la paz, el amor y la justicia de Dios prevalecerá. De hecho, existen signos de las tinieblas que nos rodean que hacen de este, un momento doloroso para vivir, pero la parte más oscura de la noche es a menudo poco antes del amanecer. El anuncio gozoso de la Resurrección en la madrugada del Domingo de Pascua, nos asegura que la última palabra no reside en la violencia y la falta de humanidad, sino que con el propósito del amor de Dios, la justicia y la esperanza que se extienden como un hilo a lo largo de la historia, encontrarán su realización final, en la plenitud de la llegada de su Reino.
¡Es verdad! ¡El Señor ha resucitado!
Los Patriarcas y Jefes de las Iglesias en Jerusalén:
+ Patriarca Teófilo III, Patriarcado Greco-Ortodoxo.
+ Patriarca Fouad Twal, Patriarcado Latino.
+ Patriarca Norhan Manugian, Patriarcado Armenio Ortodoxo Apostólico.
+ Padre Pierbattista Pizzaballa, OFM, Custodia de Tierra Santa.
+ Mons. Anba Abraham, Patriarcado Copto-Ortodoxo.
+ Arzobispo Swerios Malki Murad, Patriarcado Siro-Ortodoxo.
+ Mons. Mussa El-Hage, Exarcado Patriarcal Maronita.
+ Mons. Pierre Melki, Exarca Siro-Católico de Jerusalén.
+ Mons. Joseph Antoine Kelekian, Exarca Armenio Católico.
+ Padre Fissiha Tsion, Locum Tenens del Patriarca Ortodoxo Etíope.
+ Mons. Joseph-Jules Zerey, Vicario Patriarcal Greco-Melquita Católico de Jerusalén.
+ Suheil Dawani, Iglesia Episcopal de Jerusalén y del Medio Oriente.
+ Munib Yunan, Iglesia Evangélica Luterana de Jordania y Tierra Santa.
(Pascua 2015)
(Texto difundido por el Patriarcado Latino de Jerusalén)
El santo padre Francisco se asomó este lunes, 07 de abril de 2015, a la ventana del estudio en el Palacio Apostólico para rezar el Regina Coeli con los fieles presentes en la plaza de San Pedro. (Zenit.org)
¡Queridos hermanos y hermanas, buenos días y feliz Pascua!
En este lunes después de Pascua, el Evangelio nos presenta el pasaje de las mujeres que, al ir al sepulcro de Jesús, lo encuentran vacío y ven a un ángel que les anuncia que Jesús ha resucitado. Y mientras ellas corren para dar la noticia a los discípulos, se encuentran con el mismo Jesús que les dice: “Id a anunciar a mis hermanos que vayan a Galilea: allí me verán”. Galilea es la “periferia” donde Jesús inició su predicación, y desde allí partirá de nuevo el Evangelio de la Resurrección, para que sea anunciado a todos, y cada uno pueda encontrarse con Él, el Resucitado, presente y operante en la historia. También hoy Él está con nosotros, aquí en la plaza.
Este es el anuncio que la Iglesia repite desde el primer día: ¡Cristo ha resucitado! Y, en Él, por el bautismo, también nosotros hemos resucitado, hemos pasado de la muerte a la vida, de la esclavitud del pecado a la libertad del amor. Esta es la buena noticia que estamos llamados a llevar a los otros en cualquier lugar, animados por el Espíritu Santo. La fe en la resurrección de Jesús y la esperanza que Él nos ha llevado es el don más bello que el cristiano puede y debe ofrecer a los hermanos. A todos y cada uno, por tanto, no nos cansemos de repetir:¡Cristo ha resucitado! Repitamos las palabras, pero sobre todo con el testimonio de nuestra vida. La feliz noticia de la Resurrección debería manifestarse en nuestro rostro, en nuestros sentimientos y actitudes, en la forma en la que tratamos a los otros.
Nosotros anunciamos la resurrección de Cristo cuando su luz ilumina los momentos más oscuros de nuestra existencia y podemos compartirla con los otros; cuando sabemos sonreír con quien sonríe y llorar con quien llora; cuando caminamos junto a quien está triste y corre el riesgo de perder la esperanza; cuando contamos nuestra experiencia de fe a quien está buscando el sentido y la felicidad. Con nuestra actitud, con nuestro testimonio, con nuestra vida, decimos: ¡Jesús ha resucitado! Lo decimos con todo el alma.
Estamos en los días de la Octava de Pascua, durante los cuales nos acompaña el clima alegre de la Resurrección. Es curioso: la Liturgia considera toda la Octava como un único día, para ayudarnos a entrar en el misterio, para que su gracia se imprima en nuestro corazón y en nuestra vida. La Pascua es el evento que ha llevado la novedad radical para cada ser humano, para la historia y para el mundo: es triunfo de la vida sobre la muerte; es fiesta de despertar y de regeneración. ¡Dejemos que nuestra existencia sea conquistada y transformada por la Resurrección!
Pidamos a la Virgen María, testigo silencioso de la muerte y resurrección de su Hijo, que aumente en nosotros la alegría pascual. Lo haremos ahora al recitar el Regina Coeli, que en el tiempo pascual sustituye a la oración del Ángelus. En esta oración, marcada por el aleluya, nos dirigimos a María invitándola a alegrarse, porque Aquel que llevó en el vientre ha resucitado como había prometido, y nos confiamos a su intercesión. En realidad, nuestra alegría es un reflejo de la alegría de María, porque es Ella quien ha cuidado y cuida con fe los eventos de Jesús. Recitamos por tanto esta oración con la conmoción de los hijos que están felices porque su Madre está feliz.
(RLG) (IDV)
Texto completo de la bendición Urbi et Orbi del Papa Francisco en el Domingo de Pascua. , 05 de abril de 2015 (Zenit.org)
Jesucristo ha resucitado.
El amor ha derrotado al odio, la vida ha vencido a la muerte, la luz ha disipado la oscuridad.
Jesucristo, por amor a nosotros, se despojó de su gloria divina; se vació de sí mismo, asumió la forma de siervo y se humilló hasta la muerte, y muerte de cruz. Por esto Dios lo ha exaltado y le ha hecho Señor del universo. Jesús es el Señor.
Con su muerte y resurrección, Jesús muestra a todos la vía de la vida y la felicidad: esta vía es la humildad, que comporta la humillación. Este es el camino que conduce a la gloria. Sólo quien se humilla pueden ir hacia los «bienes de allá arriba», a Dios (cf. Col 3,1-4). El orgulloso mira «desde arriba hacia abajo», el humilde, «desde abajo hacia arriba».
La mañana de Pascua, advertidos por las mujeres, Pedro y Juan corrieron al sepulcro y lo encontraron abierto y vacío. Entonces, se acercaron y se «inclinaron» para entrar en la tumba. Para entrar en el misterio hay que «inclinarse», abajarse. Sólo quien se abaja comprende la glorificación de Jesús y puede seguirlo en su camino.
El mundo propone imponerse a toda costa, competir, hacerse valer... Pero los cristianos, por la gracia de Cristo muerto y resucitado, son los brotes de otra humanidad, en la cual tratamos de vivir al servicio de los demás, de no ser altivos, sino disponibles y respetuosos.
Esto no es debilidad, sino autentica fuerza. Quién lleva en sí el poder de Dios, de su amor y su justicia, no necesita usar violencia, sino que habla y actúa con la fuerza de la verdad, de la belleza y del amor.
Imploremos al Señor resucitado la gracia de no ceder al orgullo que fomenta la violencia y las guerras, sino que tengamos el valor humilde del perdón y de la paz. Pedimos a Jesús victorioso que alivie el sufrimiento de tantos hermanos nuestros perseguidos a causa de su nombre, así como de todos los que padecen injustamente las consecuencias de los conflictos y las violencias que se están produciendo, son mucas.
Pedimos paz ante todo por Siria e Irak, para que cese el fragor de las armas y se restablezca una buena convivencia entre los diferentes grupos que conforman estos amados países. Que la comunidad internacional no permanezca inerte ante la inmensa tragedia humanitaria dentro de estos países y el drama de tantos refugiados.
Imploremos la paz para todos los habitantes de Tierra Santa. Que crezca entre israelíes y palestinos la cultura del encuentro y se reanude el proceso de paz, para poner fin a años de sufrimientos y divisiones.
Pidamos la paz para Libia, para que se acabe con el absurdo derramamiento de sangre por el que está pasando, así como toda bárbara violencia, y para que cuantos se preocupan por el destino del país se esfuercen en favorecer la reconciliación y edificar una sociedad fraterna que respete la dignidad de la persona. Y esperemos que también en Yemen prevalezca una voluntad común de pacificación, por el bien de toda la población.
Al mismo tiempo, encomendemos con esperanza al Señor misericordioso el acuerdo alcanzado en estos días en Lausana, para que sea un paso definitivo hacia un mundo más seguro y fraterno.
Supliquemos al Señor resucitado el don de la paz en Nigeria, Sudán del Sur y diversas regiones del Sudán y la República Democrática del Congo. Que todas las personas de buena voluntad eleven una oración incesante por aquellos que perdieron su vida ―y pienso muy especialmente en los jóvenes asesinados el pasado jueves en la Universidad de Garissa, en Kenia―, los que han sido secuestrados, los que han tenido que abandonar sus hogares y sus seres queridos.
Que la resurrección del Señor haga llegar la luz a la amada Ucrania, especialmente a los que han sufrido la violencia del conflicto de los últimos meses. Que el país reencuentre la paz y la esperanza gracias al compromiso de todas las partes interesadas.
Pidamos paz y libertad para tantos hombres y mujeres sometidos a nuevas y antiguas formas de esclavitud por parte de personas y organizaciones criminales. Paz y libertad para las víctimas de los traficantes de droga, muchas veces aliados con los poderes que deberían defender la paz y la armonía en la familia humana. E imploremos la paz para este mundo sometido a los traficantes de armas que ganan con la sangre de los hombres y las mujeres.
Y que a los marginados, los presos, los pobres y los emigrantes, tan a menudo rechazados, maltratados y desechados; a los enfermos y los que sufren; a los niños, especialmente aquellos sometidos a la violencia; a cuantos hoy están de luto; y a todos los hombres y mujeres de buena voluntad, llegue la voz consoladora del Señor Jesús: «Paz a vosotros» (Lc 24,36). «No temáis, he resucitado y siempre estaré con vosotros» (cf. Misal Romano, Antífona de entrada del día de Pascua).
Texto completo de la homilía del Papa en la Vigilia Pascual, 04 de abril de 2015 (Zenit.org)
El Señor no duerme, vela el guardián de su pueblo (cf. Sal 121,4), para sacarlo de la esclavitud y para abrirle el camino de la libertad.
El Señor vela y, con la fuerza de su amor, hace pasar al pueblo a través del Mar Rojo; y hace pasar a Jesús a través del abismo de la muerte y de los infiernos.
Esta fue una noche de vela para los discípulos y las discípulas de Jesús. Noche de dolor y de temor. Los hombres permanecieron cerrados en el Cenáculo. Las mujeres, sin embargo, al alba del día siguiente, fueron al sepulcro para ungir el cuerpo de Jesús. Sus corazones estaban llenos de emoción y se preguntaban: «¿Cómo haremos para entrar?, ¿quién nos removerá la piedra de la tumba?...». Pero he aquí el primer signo del Acontecimiento: la gran piedra ya había sido removida, y la tumba estaba abierta.
«Entraron en el sepulcro y vieron a un joven sentado a la derecha, vestido de blanco» (Mc 16,5). Las mujeres fueron las primeras que vieron este gran signo: el sepulcro vacío; y fueron las primeras en entrar.
«Entraron en el sepulcro». En esta noche de vigilia, nos viene bien detenernos en reflexionar sobre la experiencia de las discípulas de Jesús, que también nos interpela a nosotros. Efectivamente, para eso estamos aquí: para entrar, para entrar en el misterio que Dios ha realizado con su vigilia de amor.
No se puede vivir la Pascua sin entrar en el misterio. No es un hecho intelectual, no es sólo conocer, leer... Es más, es mucho más.
«Entrar en el misterio» significa capacidad de asombro, de contemplación; capacidad de escuchar el silencio y sentir el susurro de ese hilo de silencio sonoro en el que Dios nos habla (cf. 1 Re 19,12).
Entrar en el misterio nos exige no tener miedo de la realidad: no cerrarse en sí mismos, no huir ante lo que no entendemos, no cerrar los ojos frente a los problemas, no negarlos, no eliminar los interrogantes...
Entrar en el misterio significa ir más allá de las cómodas certezas, más allá de la pereza y la indiferencia que nos frenan, y ponerse en busca de la verdad, la belleza y el amor, buscar un sentido no ya descontado, una respuesta no trivial a las cuestiones que ponen en crisis nuestra fe, nuestra fidelidad y nuestra razón.
Para entrar en el misterio se necesita humildad, la humildad de abajarse, de apearse del pedestal de nuestro yo, tan orgulloso, de nuestra presunción; la humildad para redimensionar la propia estima, reconociendo lo que realmente somos: criaturas con virtudes y defectos, pecadores necesitados de perdón. Para entrar en el misterio hace falta este abajamiento, que es impotencia, vaciándonos de las propias idolatrías... adoración. Sin adorar no se puede entrar en el misterio.
Todo esto nos enseñan las mujeres discípulas de Jesús. Velaron aquella noche, junto la Madre. Y ella, la Virgen Madre, las ayudó a no perder la fe y la esperanza. Así, no permanecieron prisioneras del miedo y del dolor, sino que salieron con las primeras luces del alba, llevando en las manos sus ungüentos y con el corazón ungido de amor. Salieron y encontraron la tumba abierta. Y entraron. Velaron, salieron y entraron en el misterio. Aprendamos de ellas a velar con Dios y con María, nuestra Madre, para entrar en el misterio que nos hace pasar de la muerte a la vida.
Predicación del Viernes Santo 2015 en la Basílica de San Pedro por P. Raniero Cantalamessa, ofmcap. ¡ECCE HOMO!, 03 de abril de 2015 (Zenit.org)
Acabamos de escuchar la historia del proceso de Jesús frente a Pilato. Hay un momento sobre el que debemos detenernos...
“Pilato mandó entonces azotar a Jesús. Los soldados tejieron una corona de espinas y se la pusieron sobre la cabeza. Lo revistieron con un manto rojo, y acercándose, le decían: ‘¡Salve, rey de los judíos!’, y lo abofeteaban. Jesús salió, llevando la corona de espinas y el manto rojo. Pilato les dijo: ¡Ecce homo! ¡Aquí tienen al hombre! (Jn 19, 1-5).
Entre los numerosos cuadros que tienen por tema el Ecce Homo, hay uno que siempre me ha impresionado. Es del pintor flamenco del siglo XVI, Jan Mostaert, y se encuentra en la National Gallery de Londres. Trato de describirlo. Servirá para una mejor impresión en la mente del episodio, ya que el pintor describe fielmente con los colores los datos del relato evangélico, sobre todo el de Marcos (Mc 15,16-20).
Jesús tiene en la cabeza una corona de espinas. Un haz de arbustos espinosos que se encontraba en el patio, preparado quizá para encender el fuego, dio a los soldados la idea de esta cruel parodia de su realeza. De la cabeza de Jesús descienden gotas de sangre. Tiene la boca medio abierta, como cuando cuesta respirar. Sobre los hombros ya tiene puesto el manto pesado y desgastado, más parecido al estaño que a una tela. ¡Y son hombros atravesados recientemente por los golpes de la flagelación! Tiene las muñecas unidas por una cuerda gruesa; en una mano le han puesto una caña en forma de cetro y en la otra un haz de varas, burlándose de los símbolos de su realeza. Jesús ya no puede ni mover un dedo, es el hombre reducido a la impotencia más total, el prototipo de todos los esposados de la historia.
Meditando sobre la Pasión, el filósofo Blaise Pascal escribió un día estas palabras: “Cristo agoniza hasta el final del mundo: no hay que dormir durante este tiempo”[i]. Hay un sentido en el que estas palabras se aplican a la persona misma de Jesús, es decir, a la cabeza del cuerpo místico, no solo a sus miembros. No, a pesar de que ahora está resucitado y vivo, sino precisamente porque está resucitado y vivo. Pero dejemos a parte este significado demasiado misteriosos para nosotros y hablemos del sentido más seguro de estas palabras. Jesús agoniza hasta el final del mundo en cada hombre y mujer sometido a sus mismos tormentos. “¡Lo habéis hecho a mí!” (Mt, 25, 40): esta palabra suya, no la ha dicho solo por los que creen en Él; la ha dicho por cada hombre y mujer hambriento, desnudo, maltratado, encarcelado.
Por una vez no pensamos en las llagas sociales, colectivas: el hambre, la pobreza, la injusticia, la explotación de los débiles. De estas se habla a menudo --aunque si nunca suficiente--, pero existe el riesgo de que se conviertan en abstracto. Categorías, no personas. Pensamos más bien en el sufrimiento de los individuos, en las personas con un nombre y una identidad precisa; además de las torturas decididas a sangre fría y realizadas voluntariamente, en este mismo momento, por seres humanos a otros seres humanos, incluso a niños.
¡Cuántos “Ecce homo” en el mundo! ¡Dios mío, cuántos “Ecce homo”! Cuántos prisioneros que se encuentran en las mismas condiciones de Jesús en el pretorio de Pilato: solos, esposados, torturados, a merced de militares ásperos y llenos de odios, que se abandonan a todo tipo de crueldad física y psicológica, divirtiéndose al ver sufrir. “¡No hay que dormir, no hay que dejarles solos!”
La exclamación “¡Ecce homo!” no se aplica solo a las víctimas, sino también a los verdugos. Quiere decir: ¡de esto es capaz el hombre! Con temor y temblor, decimos también: ¡de esto somos capaces los hombres! Qué lejos estamos de la marcha inagotable del homo sapiens, el hombre que, según algunos, debía nacer de la muerte de Dios y tomar su lugar[ii].
* * *
Ciertamente, los cristianos no son las únicas víctimas de la violencia homicida que hay en el mundo, pero no se puede ignorar que en muchos países ellos son las víctimas designadas y más frecuentes. Es de ayer la noticia de 147 cristianos asesinados por la furia yihadista de los extremistas somalíes en un campus universitario de Kenya, por tanto de jóvenes. Jesús dijo un día a sus discípulos: “Llegará la hora en que los mismos que les den muerte pensarán que tributan culto a Dios” (Jn 16, 2). Quizá nunca estas palabras han encontrado, en la historia, un cumplimiento tan puntual como hoy.
Un obispo del siglo III, Dionisio de Alejandría, nos dejó el testimonio de una Pascua celebrada por los cristianos durante la feroz persecución del emperador romano Decio: “Nos exiliaron y, solos entre todos, fuimos perseguidos y asesinados. Pero también entonces celebramos la Pascua. Todo lugar donde se sufría se convertía para nosotros en un lugar para celebrar la fiesta: ya fuera un campo, un desierto, un barco, una posada, una prisión. Los mártires perfectos celebraron las fiestas pascuales más espléndidas, al ser admitidos a la fiesta celestial”[iii]. Será así para muchos cristianos también la Pascua de este año, el 2015 después de Cristo.
Ha habido alguno que ha tenido la valentía de denunciar, en la prensa laica, la inquietante indiferencia de las instituciones mundiales y de la opinión pública frente a todo esto, recordando a qué ha llevado tal indiferencia en el pasado[iv]. Corremos el riesgo de ser todos, instituciones y personas del mundo occidental, el Pilato que se lava las manos.
A nosotros, sin embargo, en este día no se nos consiente hacer ninguna denuncia. Traicionaríamos el misterio que estamos celebrando. Jesús murió gritando: “Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen” (Lc 23, 34). Esta oración no es simplemente murmurada en voz baja; se grita para que se oiga bien. Es más, no es ni siquiera una oración, es una petición perentoria, hecha con la autoridad que le viene del ser el Hijo: “¡Padre, perdónalos!” Y ya que Él mismo ha dicho que el Padre escuchaba cada una de sus oraciones (Jn 11, 42), debemos creer que ha escuchado también esta última oración de la cruz, y que por tanto los que crucificaron a Cristo han sido perdonados por Dios (por supuesto, no sin antes haber tenido, de alguna manera, un arrepentimiento) y están con Él en el Paraíso, testimoniando por la eternidad hasta donde ha sido capaz de llegar el amor de Dios.
La ignorancia se verificaba, de por sí, exclusivamente en los soldados. Pero la oración de Jesús no se limita a ellos. La grandeza divina de su perdón consiste en que es ofrecida también a sus más encarnizados enemigos. Justamente en favor de ellos aduce la disculpa de la ignorancia. Aunque hayan obrado con astucia y malicia, en realidad no sabían lo que hacían, ¡no pensaban que estaban poniendo en la cruz a un hombre que era realmente el Mesías e Hijo de Dios! En lugar de acusar a sus adversarios o de perdonar confiando al Padre Celeste la tarea de vengarlo, Él los defiende.
Su ejemplo propone a los discípulos una generosidad infinita. Perdonar con su misma grandeza de ánimo no puede comportar simplemente una actitud negativa, con la que se renuncia a querer el mal para quien hace el mal; tiene que entenderse en cambio como una voluntad positiva de hacerles el bien, como mínimo con una oración hacia Dios, en favor de ellos. “Rezad por aquellos que os persiguen” (Mt 5, 44). Este perdón no puede encontrar ni siquiera una consolación en la esperanza de un castigo divino. Tiene que estar inspirado por una caridad que perdona al prójimo, sin cerrar entretanto los ojos delante de la verdad, más bien intentando detener a los malvados de manera que no hagan más mal a los otros y a sí mismos.
Nos vienen ganas de decir: “¡Señor, nos pides lo imposible!” Nos respondería: “Lo sé, pero yo he muerto para poder dar lo que os pido. No os he dado solo el mandamiento de perdonar y tampoco solo un ejemplo heroico de perdón; con mi muerte os he procurado la gracia que os vuelve capaces de perdonar. Yo no he dejado al mundo solo una enseñanza sobre la misericordia, como han hecho muchos otros. Yo soy también Dios y desde mi muerte he hecho partir para vosotros ríos de misericordia. De ellos pueden llenarse las manos en el año jubilar de la misericordia que está a punto de abrirse”.
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¿Entonces -dirá alguno- seguir a Cristo es un volverse pasivo hacia la derrota y la muerte? ¡Al contrario! “Tengan coraje”, Él le dijo a sus apóstoles antes de ir hacia la Pasión: “Yo he vencido al mundo” (Jn 16, 33). Cristo ha vencido al mundo, venciendo el mal del mundo. La victoria definitiva del bien sobre el mal, que se manifestará al final de los tiempos, ya vino, de derecho y de hecho, sobre la cruz de Cristo. Ahora -decía- es el juicio de este mundo”. (Jn 12, 31). Desde aquel día el mal pierde; y más pierde cuanto más parece triunfar. Está ya juzgado y condenado en última instancia, con una sentencia inapelable.
Jesús le ha ganado a la violencia no oponiendo a esa una violencia más grande, sino sufriéndola y poniendo al desnudo toda su injusticia y su inutilidad. Ha inaugurado un nuevo género de victoria que san Agustín ha encerrado en tres palabras: “Victor quia victima – Vencedor porque víctima”[v]. Fue “viéndolo morir así”, que el centurión romano exclamó: “¡Verdaderamente este hombre era Hijo de Dios!” (Mc 15,39). Los otros se preguntaban qué significaba el fuerte grito que Jesús emitió muriendo (Mc 15,37). Él, que era experto en combatientes y combates, reconoció en seguida que era un grito de victoria[vi].
El problema de la violencia nos acecha, nos escandaliza, hoy que ésta ha inventado formas nuevas y horribles de crueldad y de barbarie. Nosotros los cristianos reaccionamos horrorizados a la idea que se pueda matar en nombre de Dios. Alguno entretanto objeta: ¿pero la Biblia no está ella misma llena de violencia? ¿Dios no es llamado “el Señor de los ejércitos?” ¿No le es atribuida la orden de enviar al exterminio ciudades enteras? ¿No es Él quien ordena en la Ley mosaica numerosos casos de pena de muerte?
Si se hubiera dirigido a Jesús durante su vida, la misma objeción, Él habría respondido lo que respondió sobre el divorcio: “Por la dureza de vuestro corazón Moisés les ha permitido de repudiar a vuestras esposas, pero en el principio no era así” (Mt 19, 8). También a propósito de la violencia “al principio no era así”. El primer capítulo del Génesis nos presenta un mundo en el que no es ni siquiera pensable la violencia, ni entre los humanos, ni entre los hombres y los animales. Ni siquiera para vengar la muerte de Abel, o sea ni para castigar a un asesino, es lícito asesinar (Jn 4, 15).
El genuino pensamiento de Dios está expresado por el mandamiento “No asesinar”, más que por las excepciones hechas a esto en la Ley, que son concesiones a la “dureza del corazón” y a las costumbres de los hombres. La violencia, después del pecado, forma parte lamentablemente de la vida y el Antiguo Testamento, que refleja la vida y que tiene que servir a la vida, busca al menos con su legislación y con la pena de muerte, canalizar y contener a la violencia para que no degenere en arbitrio personal y no se destruyan mutuamente[vii].
Pablo habla de un tiempo caracterizado por la 'tolerancia' de Dios (Rm 3, 25). Dios tolera la violencia como tolera la poligamia, el divorcio y otras cosas, pero viene educando al pueblo hacia un tiempo en el que su plan originario será 'recapitulado' y puesto nuevamente en honor, como para una nueva creación. Este tiempo ha llegado con Jesús que, en el monte proclama: “Habéis oído que se dijo: 'Ojo por ojo y diente por diente'; pero yo os digo no resistáis al mal; antes bien, al que te abofetee en la mejilla derecha ofrécele también la otra... Habéis oído que se dijo: 'Amarás a tu prójimo y odiarás a tu enemigo'; pero yo os digo: amad a vuestros enemigos y rezad por los que os persiguen” (Mt 5, 38-39; 43-44).
El verdadero “Discurso de la montaña” que ha cambiado el mundo no es entretanto el que Jesús pronunció un día en una colina de Galilea, sino el que proclama ahora, silenciosamente desde la cruz. En el Calvario Él pronuncia un definitivo “¡no!” a la violencia, oponiendo a ella no simplemente la no-violencia, sino aún más el perdón, la mansedumbre y el amor. Si habrá aún violencia esta no podrá, ni siquiera remotamente, invocar a Dios y valerse de su autoridad. Hacerlo significa hacer retroceder la idea de Dios a situaciones primitivas y groseras, superadas por la conciencia religiosa y civil de la humanidad.
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Los verdaderos mártires de Cristo no mueren con los puños cerrados, sino con las manos unidas. Hemos visto tantos ejemplos. Es Dios quien a los 21 cristianos coptos asesinados por el ISIS en Libia el 22 de febrero pasado, les ha dado la fuerza de morir bajo los golpes, murmurando, como se ve en un vídeo, el nombre de Jesús. Y también nosotros recemos:
“Señor Jesucristo te pedimos por nuestros hermanos en la fe perseguidos, y por todos los Ecce homo que hay en este momento en la faz de la tierra, cristianos y no cristianos. María, a los pies de la Cruz tú te has unido al Hijo y has murmurado detrás de Él: “¡Padre perdónalos!”: ayúdanos a vencer el mal con el bien, no solo en el escenario grande del mundo, sino también en la vida cotidiana, dentro de las mismas paredes de nuestra casa. Tú que “sufriendo con el Hijo tuyo que moría en la Cruz, has cooperado de una manera toda especial a la obra del Salvador con la obediencia, la fe, la esperanza y la ardiente caridad”[viii], inspira a los hombres y a las mujeres de nuestro tiempo pensamientos de paz, de misericordia y de perdón. Que así sea”.
Traducción de Zenit
[i] Blaise Pascal, “El mistero de Jesús” (Pensamientos, ed. Brunschvicg, n. 553).
[ii] F. Nietzsche, La gaya ciencia, III, 125.
[iii] Dionisio de Alejandría, en Eusebio, Historia eclesiástica, VII, 22, 4.
[iv] Ernesto Galli della Loggia, “La indiferencia que mata”, en “Corriere della sera” 28 de julio de 2014, p. 1.
[v] S. Agustín, Confesiones, X, 43.
[vi] Cfr. F. Topping “An impossible God”.
[vii] Cfr. R. Girard,Des choses cachées depuis la fondation du monde, 1978.
[viii] Lumen gentium, n. 61.
Oración del Santo Padre al finalizar el Vía Crucis en el Coliseo. 03 de abril de 2015 (Zenit.org)
'Jesús, llévanos a arrepentirnos de nuestros pecados que te han crucificado'
Oh Cristo, crucificado y victorioso. Tu Vía Crucis es el resumen de tu vida. Es el icono de tu obediencia a la voluntad del Padre. Es la realización de tu infinito amor por nosotros, pecadores. Es la prueba de tu misión. Es el cumplimento definitivo de la revelación y la historia de la Salvación.
El peso de tu Cruz nos libra de todas nuestras cargas. En tu obediencia a la voluntad del Padre, nosotros nos damos cuenta de nuestra rebelión y desobediencia. En tí, vendido, traicionado y crucificado por tu gente, tus seres queridos, nosotros vemos nuestras habituales traiciones y nuestra usual infidelidad. En tu inocencia, Cordero Inmaculado, vemos nuestra culpabilidad, en tu rostro lleno de cicatrices, escupido, deformado, vemos la brutalidad de nuestros pecados. En la crueldad de tu Pasión, vemos la crueldad de nuestro corazón y nuestras acciones. En tu sentirte abandonado, vemos a todos los abandonados por los familiares, la sociedad, la atención y la solidaridad.
En tu cuerpo sacrificado, perforado, desgarrado, vemos los cuerpos de nuestros hermanos abandonados en la calle, desfigurados por nuestra negligencia y nuestra indiferencia.
En tu sed Señor, vemos la sed de tu Padre misericordioso, que en ti ha querido abrazar, perdonar y salvar a toda la humanidad. En ti, Divino Amor, vemos aún hoy a nuestros hermanos perseguidos, decapitados y crucificados por su fe en ti, bajo nuestros ojos o a menudo con nuestro silencio cómplice.
Imprime, Señor, en nuestros corazones sentimientos de fe, de esperanza, de caridad, de dolor por nuestros pecados. Y llévanos a arrepentirnos de nuestros pecados que te han crucificado. Llévanos a transformar nuestra conversión hecha de palabras, en conversión de vida y de obras. Llévanos a mantener en nosotros un recuerdo vivo de tu rostro desfigurado, para no olvidar nunca el alto precio que has pagado para liberarnos.
Jesús crucificado, refuerza en nosotros la fe, que no caiga frente a la tentación. Reviva en nosotros la esperanza, que no se desvanezca siguiendo las seducciones del mundo.
Cuida en nosotros la caridad, que no se deje engañar por la corrupción y la mundanidad. Enséñanos que la cruz es vía a la Resurrección. Enséñanos que el Viernes Santo es camino hacia la Pascua de la luz. Enséñanos que Dios no olvida nunca a ninguno de sus hijos, y no se cansa nunca de perdonarnos y abrazarnos con su infinita misericordia. Pero enséñanos también a no cansarnos nunca de pedir perdón y creer en la misericordia sin límites del Padre.
Alma de Cristo, santifícanos. Cuerpo de Cristo, sálvanos. Sangre de Cristo, embriaganos. Agua del costado de Cristo, lávanos. Pasión de Cristo, confórtanos. Oh buen Jesús, óyenos. Dentro de tus llagas, escóndenos. No permitas, que nos separemos de ti. Del enemigo malo, defiéndenos. En la hora de nuestra muerte, llámanos. Y mándanos ir a ti, para que te alabemos con tus santos, por los siglos de los siglos. Amén.
A continuación, el Santo Padre ha dado la bendición y después ha añadido.
"Ahora, volvamos a casa con el recuerdo de Jesús y de su Pasión y su gran amor, y también con la esperanza de su feliz Resurrección".
Texto transcrito y traducido por ZENIT
Reflexión a las las lecturas del Domingo de Pascua - B ofrecida por el sacerdote don Juan Manuel Pérez Piñero bajo el epígrafe "ECOS DEL DÍA DEL SEÑOR"
Domingo de Pascua B
“¡Este es el día en que actuó el Señor: sea nuestra alegría y nuestro gozo!”
De esta forma, con el salmo 117, expresa la Iglesia la alegría inmensa de la Resurrección del Señor.
Anoche comenzábamos la Vigilia Pascual escuchando estas expresiones del Pregón de Pascua: "Exulten por fin los coros de los ángeles, exulten las jerarquías del Cielo y, por la victoria de Rey tan poderoso, que las trompetas anuncien la salvación…”
Cualquiera que escuche estas expresiones, tiene que decirse: “¡grande tiene que ser este acontecimiento para que lo anuncien de esa manera!”.
Y, en realidad, es muy grande el hecho la Resurrección de Jesucristo y las consecuencias que se derivan para todos. Y es tan grandioso y sublime, que es imposible celebrarlo en un solo día y se prolonga en los días de la semana de Pascua y en todo el Tiempo Pascual. Son cincuenta días de alegría y fiesta en honor de Cristo Resucitado, que se han de celebrar “con alegría y exultación como si se tratara de un único día festivo, más aún, de un gran domingo".
A lo largo de este tiempo, iremos reflexionando sobre los distintos aspectos de la Resurrección del Señor y de sus repercusiones en nuestra vida. Pero en este día tan grande, les ofrezco, con mi mayor afecto y mis mejores deseos, algunas reflexiones:
En la Resurrección del Señor llega a su punto culminante su victoria sobre el pecado, el mal y la muerte que había comenzado en la Cruz. ¡Y es también nuestra victoria! Él murió por nosotros, y por nosotros también resucitó, y nos ha querido hacer partícipes de su triunfo. El milagro asombroso de la Resurrección del Señor es la confirmación plena de que el Padre, en el Cielo, ha aceptado el Sacrificio de Cristo en la tierra, más aún, toda la misión que le había confiado realizar en el mundo. ¡Y, por tanto, ha llegado la salvación!
Y la salvación se nos da a cada uno a través de los sacramentos. Por eso, el Tiempo Pascual es un momento privilegiado para celebrar y renovar los distintos sacramentos, especialmente, los de Iniciación Cristiana: el Bautismo, la Confirmación y la Eucaristía.
Durante toda la Cuaresma nos hemos venido preparando para ser capaces de renovar en serio nuestro Bautismo en la Noche Santa de la Pascua. Como si nos bautizáramos de nuevo esa Noche, como si comenzáramos de nuevo a ser cristianos. Y la mejor manera de renovar nuestro Bautismo, es recibir el Sacramento de la Reconciliación, al que los Santos Padres llamaban el “segundo Bautismo”. Por eso, son muchos los cristianos que estos días se acercan a este Sacramento tan importante. Ya el Papa S. León Magno decía que “es propio de la festividad pascual que toda la Iglesia goce el perdón de los pecados…” (Serm. 6º Cuar.)
Podríamos decir que con la Resurrección de Jesucristo no termina nada y comienza todo. La Resurrección cambia por completo el sentido de nuestra vida: Jesucristo está vivo y presente entre nosotros, en medio de nuestra vida de cada día. Lo encontramos, sobre todo, en la Eucaristía del domingo, que es como un eco del domingo de Pascua. Cambia, incluso, el sentido del sufrimiento y de la muerte. Para S. Pablo es impensable, por ejemplo, que los que por el Bautismo formamos con Cristo un solo Cuerpo, no sigamos su mismo camino de exaltación después de nuestra peregrinación por la tierra.
En la segunda Lectura, el Apóstol nos pide coherencia de vida: “Si habéis resucitado con Cristo, buscad los bienes de allá arriba, donde está Cristo, sentado a la derecha de Dios; aspirad a los bienes de arriba, no a los de la tierra. Porque habéis muerto…”
El hecho de la Resurrección del Señor nos impulsa también a ser, con mayor ardor, mensajeros de Cristo Resucitado por todas partes, y nos exige un testimonio de palabra y de obra, cada vez más convincente. Esto se va repitiendo constantemente en las apariciones de Cristo Resucitado. Hoy, por ejemplo, en el Evangelio de la Vigilia, San Marcos nos dice lo que aquel varón, vestido de blanco, encarga a las mujeres: “Ahora id a comunicar a sus discípulos y a Pedro: Él va por delante de vosotros a Galilea. Allí le veréis, como os dijo”.
Que también nosotros seamos capaces de comunicar a todos la dicha inmensa de la Resurrección del Señor.
DOMINGO DE RESURRECCIÓN
MONICIONES
PRIMERA LECTURA
Durante el Tiempo Pascual, la primera lectura se toma del Libro de los Hechos de los Apóstoles, que recoge el testimonio de los discípulos acerca de la Resurrección.
Escuchemos ahora el testimonio de Pedro, con ocasión del bautismo del Centurión Cornelio.
SALMO
El salmo 117 ha sido elegido por la Iglesia como un salmo eminentemente pascual. Respondamos a la primera lectura cantándolo.
SEGUNDA LECTURA
En la segunda lectura, escucharemos algunas consecuencias prácticas del hecho de nuestra participación, por el sacramento del Bautismo, en la Muerte y de la Resurrección del Señor.
SECUENCIA
La Secuencia es un himno antiguo y precioso en torno a la Resurrección del Señor. Escuchémoslo con alegría y con fe.
TERCERA LECTURA
Escuchemos en el Evangelio, la conmoción que se produce en la comunidad de los discípulos, el día de la Resurrección. Eso les lleva a comprender que Él tenía que resucitar de entre los muertos.
Pero antes, de pie, cantemos con alegría la aclamación pascual del aleluya
COMUNIÓN
En la Comunión nos encontramos con Jesucristo vivo y resucitado, que ha querido hacernos a nosotros partícipes de su victoria.
Pidámosle la luz y la fuerza que necesitamos para vivir de acuerdo con el mensaje de Cristo resucitado y ser testigos de su Resurrección en el mundo.
Comentario a la liturgia dominical por el P. Antonio Rivero, L.C. Doctor en Teología Espiritual, profesor y director espiritual en el seminario diocesano Maria Mater Ecclesiae de são Paulo (Brasil). (Zenit.org)
Idea principal: Vivamos una vida pascual, pues hay en nosotros un deseo de ser inmortales.
Síntesis del mensaje: Pascua es mucho más que una fiesta o tiempo litúrgico. Es un estilo de vida, un modo de pensar, de sentir, de querer, de actuar, de hablar, que comienza aquí en la tierra y se prolonga en la eternidad. Pascua es compromiso a una vida nueva con Cristo Resucitado, que implica un morir al hombre viejo y un vivir según el hombre nuevo. Y este compromiso comenzó el día del bautismo. Y se prolonga en la eternidad.
Puntos de la idea principal:
En primer lugar, antes de la Pascua los apóstoles actuaban de modo muy humano en su vida. Pensaban con categorías humanas. Reaccionaban y se comportaban muy humanamente. Buscaban sólo las cosas de aquí abajo, como nos recuerda hoy san Pablo en su carta a los colosenses. Ahora entendemos tantos defectos de estos apóstoles de Jesús: sus envidias y ambiciones, sus riñas e intransigencias, sus flaquezas y debilidades, miedos y cobardías. La resurrección de Cristo les dio la fuerza, el coraje, la valentía que necesitaban para llevar una vida nueva de mayor entrega a los demás, una energía para el bien, mayor valentía en la lucha contra el mal, una fe y esperanza más firmes. Y después de la resurrección se lanzaron a ser testigos de la resurrección de Cristo por todo el mundo con osadía, hasta sufrir el martirio por Él. Sí, por convencidos predicaron esa resurrección que ellos presenciaron; por predicarla, se la jugaron y, por jugarse la vida, la perdieron, dando su sangre por Cristo. Y ahora viven eternamente esa vida del Resucitado.
En segundo lugar, por la fuerza del testimonio y de la vida de estos apóstoles, tras ellos corrieron a la fe millones de todas las razas, siglos, culturas, continentes, civilizaciones…por dos mil años, como héroes. Y también cambiaron de vida. De una vida tal vez disipada, a una vida buena. De una vida buena, a una mejor. De una vida mejor, a una vida santa. Esto es vivir según la Pascua. Que hablen santa María Magdalena y san Agustín, que hablen santa Catalina de Sena y san Bernardo de Claraval; que hablen santa Teresa y san Ignacio de Loyola. Y que hable cada uno de nosotros. Cada año entramos en el sepulcro como san Juan: “vemos y creemos”. Y gracias a esa fe podemos vivir una vida nueva, por haber muerto al hombre viejo y pasional.
Finalmente, para quienes vivan como dijo el poeta alemán Hans Thomma: “Vengo y no sé de dónde, soy y no sé quién, vivo sin saber cuánto, muero y no sé cuándo, marcho sin saber adónde, me maravilla ser feliz”, yo sí les sé responder: Cristo resucitado da la respuesta; es más, Él es la respuesta. ¿Y si la resurrección es mentira? Confieso que no tengo una sola razón filosófica para rechazar esa ocurrencia, pero desafío a cualquiera a que me enseñe una para refutarla. ¿Y si la resurrección es verdad? Confieso que no tengo una sola razón filosófica para demostrarla, pero desafío a cualquiera a que me enseñe una sola para refutarla. Yo no tengo razones humanas. Pero tengo razón: los testimonios, vidas heroicas, muertes soberanas, de los testigos del resucitado. Y cuando doce hombres y, millones después, mueren por alguien es que mueren por algo: por la verdad. ¿Quién da más? Llevamos dentro el ansia de una vida nueva y el deseo de ser inmortales.
Para reflexionar: ¿Se nota en mí la vida nueva de Cristo resucitado? ¿En qué: en mis pensamientos limpios y nobles, en mis afectos ordenados y puros, en mis palabras sinceras y auténticas, en mis decisiones honestas y rectas?
Para rezar: Señor, que también yo dé testimonio de tu resurrección para que los que me rodean crean que Tú estás vivo y te sigan.
Cualquier sugerencia o duda pueden comunicarse con el padre Antonio a este email: [email protected]
Texto completo de la homilía del Papa en la misa crismal, 02 de abril de 2015 (Zenit.org)
Es muy hermoso entrar, con el Salmista, en este soliloquio de nuestro Dios. Él habla de nosotros, sus sacerdotes, sus curas; pero no es realmente un soliloquio, no habla solo: es el Padre que le dice a Jesús: «Tus amigos, los que te aman, me podrán decir de una manera especial: ”Tú eres mi Padre”» (cf. Jn 14,21). Y, si el Señor piensa y se preocupa tanto en cómo podrá ayudarnos, es porque sabe que la tarea de ungir al pueblo fiel es dura; nos lleva al cansancio y a la fatiga. Lo experimentamos en todas sus formas: desde el cansancio habitual de la tarea apostólica cotidiana hasta el de la enfermedad y la muerte e incluso a la consumación en el martirio.
El cansancio de los sacerdotes... ¿Sabéis cuántas veces pienso en esto: en el cansancio de todos vosotros? Pienso mucho y ruego a menudo, especialmente cuando el cansado soy yo. Rezo por los que trabajais en medio del pueblo fiel de Dios que les fue confiado, y muchos en lugares muy abandonados y peligrosos. Y nuestro cansancio, queridos sacerdotes, es como el incienso que sube silenciosamente al cielo (cf. Sal 140,2; Ap 8,3-4). Nuestro cansancio va directo al corazón del Padre.
Estén seguros que la Virgen María se da cuenta de este cansancio y se lo hace notar enseguida al Señor. Ella, como Madre, sabe comprender cuándo sus hijos están cansados y no se fija en nada más. «Bienvenido. Descansa, hijo mío. Después hablaremos... ¿No estoy yo aquí, que soy tu Madre?», nos dirá siempre que nos acerquemos a Ella (cf. Evangelii gaudium, 28,6). Y a su Hijo le dirá, como en Caná: «No tienen vino».
Sucede también que, cuando sentimos el peso del trabajo pastoral, nos puede venir la tentación de descansar de cualquier manera, como si el descanso no fuera una cosa de Dios. No caigamos en esta tentación. Nuestra fatiga es preciosa a los ojos de Jesús, que nos acoge y nos pone de pie: «Venid a mí cuando estéis cansados y agobiados, que yo os aliviaré» (Mt 11,28). Cuando uno sabe que, muerto de cansancio, puede postrarse en adoración, decir: «Basta por hoy, Señor», y claudicar ante el Padre; uno sabe también que no se hunde sino que se renueva porque, al que ha ungido con óleo de alegría al pueblo fiel de Dios, el Señor también lo unge, «le cambia su ceniza en diadema, sus lágrimas en aceite perfumado de alegría, su abatimiento en cánticos» (Is 61,3).
Tengamos bien presente que una clave de la fecundidad sacerdotal está en el modo como descansamos y en cómo sentimos que el Señor trata nuestro cansancio. ¡Qué difícil es aprender a descansar! En esto se juega nuestra confianza y nuestro recordar que también somos ovejas. Pueden ayudarnos algunas preguntas a este respecto.
¿Sé descansar recibiendo el amor, la gratitud y todo el cariño que me da el pueblo fiel de Dios? O, luego del trabajo pastoral, ¿busco descansos más refinados, no los de los pobres sino los que ofrece el mundo del consumo? ¿El Espíritu Santo es verdaderamente para mí «descanso en el trabajo» o sólo aquel que me da trabajo? ¿Sé pedir ayuda a algún sacerdote sabio? ¿Sé descansar de mí mismo, de mi auto-exigencia, de mi auto-complacencia, de mi auto-referencialidad? ¿Sé conversar con Jesús, con el Padre, con la Virgen y San José, con mis santos protectores amigos para reposarme en sus exigencias — que son suaves y ligeras —, en sus complacencias — a ellos les agrada estar en mi compañía —, en sus intereses y referencias — a ellos sólo les interesa la mayor gloria de Dios —? ¿Sé descansar de mis enemigos bajo la protección del Señor? ¿Argumento y maquino yo solo, rumiando una y otra vez mi defensa, o me confío al Espíritu que me enseña lo que tengo que decir en cada ocasión? ¿Me preocupo y me angustio excesivamente o, como Pablo, encuentro descanso diciendo: «Sé en Quién me he confiado»(2 Tm 1,12)?
Repasemos un momento las tareas de los sacerdotes que hoy nos proclama la liturgia: llevar a los pobres la Buena Nueva, anunciar la liberación a los cautivos y la curación a los ciegos, dar libertad a los oprimidos y proclamar el año de gracia del Señor. E Isaías agrega: curar a los de corazón quebrantado y consolar a los afligidos.
No son tareas fáciles, exteriores, como por ejemplo el manejo de cosas — construir un nuevo salón parroquial, o delinear una cancha de fútbol para los jóvenes del Oratorio... —; las tareas mencionadas por Jesús implican nuestra capacidad de compasión, son tareas en las que nuestro corazón es «movido» y conmovido. Nos alegramos con los novios que se casan, reímos con el bebé que traen a bautizar; acompañamos a los jóvenes que se preparan para el matrimonio y a las familias; nos apenamos con el que recibe la unción en la cama del hospital, lloramos con los que entierran a un ser querido... Tantas emociones, si hablamos con el corazón abierto, tanto afecto, fatigan el corazón del Pastor. Para nosotros sacerdotes las historias de nuestra gente no son un noticiero: nosotros conocemos a nuestro pueblo, podemos adivinar lo que les está pasando en su corazón; y el nuestro, al compadecernos (al padecer con ellos), se nos va deshilachando, se nos parte en mil pedacitos, y es conmovido y hasta parece comido por la gente: «Tomad, comed». Esa es la palabra que musita constantemente el sacerdote de Jesús cuando va atendiendo a su pueblo fiel: «Tomad y comed, tomad y bebed...». Y así nuestra vida sacerdotal se va entregando en el servicio, en la cercanía al pueblo fiel de Dios... que siempre cansa.
Quisiera ahora compartir con vosotros algunos cansancios en los que he meditado.
Está el que podemos llamar «el cansancio de la gente, de las multitudes»: para el Señor, como para nosotros, era agotador —lo dice el evangelio—, pero es cansancio del bueno, cansancio lleno de frutos y de alegría. La gente que lo seguía, las familias que le traían sus niños para que los bendijera, los que habían sido curados, que venían con sus amigos, los jóvenes que se entusiasmaban con el Rabí..., no le dejaban tiempo ni para comer. Pero el Señor no se hastiaba de estar con la gente. Al contrario, parecía que se renovaba (cf. Evangelii gaudium, 11). Este cansancio en medio de nuestra actividad suele ser una gracia que está al alcance de la mano de todos nosotros, sacerdotes (cf. ibíd., 279). iQué bueno es esto: la gente ama, quiere y necesita a sus pastores! El pueblo fiel no nos deja sin tarea directa, salvo que uno se esconda en una oficina o ande por la ciudad en un auto con vidrios polarizados. Y este cansancio es bueno, es sano. Es el cansancio del sacerdote con olor a oveja..., pero con sonrisa de papá que contempla a sus hijos o a sus nietos pequeños. Nada que ver con esos que huelen a perfume caro y te miran de lejos y desde arriba (cf. ibíd., 97). Somos los amigos del Novio, esa es nuestra alegría. Si Jesús está pastoreando en medio de nosotros, no podemos ser pastores con cara de vinagre, quejosos ni, lo que es peor, pastores aburridos. Olor a oveja y sonrisa de padres... Sí, bien cansados, pero con la alegría de los que escuchan a su Señor decir: «Venid a mí, benditos de mi Padre» (Mt 25,34).
También se da lo que podemos llamar «el cansancio de los enemigos». El demonio y sus secuaces no duermen y, como sus oídos no soportan la Palabra, trabajan incansablemente para acallada o tergiversarla. Aquí el cansancio de enfrentarlos es más arduo. No sólo se trata de hacer el bien, con toda la fatiga que conlleva, sino que hay que defender al rebaño y defenderse uno mismo contra el mal (cf. Evangelii gaudium, 83). El maligno es más astuto que nosotros y es capaz de tirar abajo en un momento lo que construimos con paciencia durante largo tiempo. Aquí necesitamos pedir la gracia de aprender a neutralizar: neutralizar el mal, no arrancar la cizaña, no pretender defender como superhombres lo que sólo el Señor tiene que defender. Todo esto ayuda a no bajar los brazos ante la espesura de la iniquidad, ante la burla de los malvados. La palabra del Señor para estas situaciones de cansancio es: «No temáis, yo he vencido al mundo» (Jn 16,33).
Y por último — para que esta homilia no os canse — está también «el cansancio de uno mismo» (cf. Evangelii gaudium, 277). Es quizás el más peligroso. Porque los otros dos provienen de estar expuestos, de salir de nosotros mismos a ungir y a pelear (somos los que cuidamos). Este cansancio, en cambio, es más auto-referencial; es la desilusión de uno mismo pero no mirada de frente, con la serena alegría del que se descubre pecador y necesitado de perdón: este pide ayuda y va adelante. Se trata del cansancio que da el «querer y no querer», el haberse jugado todo y después añorar los ajos y las cebollas de Egipto, el jugar con la ilusión de ser otra cosa. A este cansancio, me gusta llamarlo «coquetear con la mundanidad espiritual». Y, cuando uno se queda solo, se da cuenta de que grandes sectores de la vida quedaron impregnados por esta mundanidad y hasta nos da la impresión de que ningún baño la puede limpiar. Aquí sí puede haber cansancio malo. La palabra del Apocalipsis nos indica la causa de este cansancio: «Has sufrido, has sido perseverante, has trabajado arduamente por amor de mi nombre y no has desmayado. Pero tengo contra ti que has dejado tu primer amor» (2,3-4). Sólo el amor descansa. Lo que no se ama cansa y, a la larga, cansa mal.
La imagen más honda y misteriosa de cómo trata el Señor nuestro cansancio pastoral es aquella del que «habiendo amado a los suyos, los amó hasta el extremo» (Jn 13,1): la escena del lavatorio de los pies. Me gusta contemplarla como el lavatorio del seguimiento. El Señor purifica el seguimiento mismo, él se «involucra» con nosotros (cf. Evangelii gaudium, 24), se encarga en persona de limpiar toda mancha, ese mundano smog untuoso que se nos pegó en el camino que hemos hecho en su nombre.
Sabemos que en los pies se puede ver cómo anda todo nuestro cuerpo. En el modo de seguir al Señor se expresa cómo anda nuestro corazón. Las llagas de los pies, las torceduras y el cansancio son signo de cómo lo hemos seguido, por qué caminos nos metimos buscando a sus ovejas perdidas, tratando de llevar el rebaño a las verdes praderas y a las fuentes tranquilas (cf. ibíd. 270). El Señor nos lava y purifica de todo lo que se ha acumulado en nuestros pies por seguirlo. Eso es sagrado. No permite que quede manchado. Así como las heridas de guerra él las besa, la suciedad del trabajo él la lava.
El seguimiento de Jesús es lavado por el mismo Señor para que nos sintamos con derecho a estar «alegres», «plenos», «sin temores ni culpas» y nos animemos así a salir e ir «hasta los confines del mundo, a todas las periferias», a llevar esta buena noticia a los más abandonados, sabiendo que él está con nosotros, todos los días, hasta el fin del mundo (cf. Mt 28,21). Y por favor pidamos la gracia de aprender a estar cansados, pero ibien cansados!
Texto distribuido por la Sala de Prensa del Vaticano
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Comentario a la liturgia dominical por el P. Antonio Rivero, L.C. Doctor en Teología Espiritual, profesor y director espiritual en el seminario diocesano Maria Mater Ecclesiae de são Paulo (Brasil). (Zenit.org)
Idea principal: Contemplemos a Jesús, al Siervo sufriente. ¡Lo que no sufrió para salvarnos!
Síntesis del mensaje: El Jueves Santo fue “la hora de Jesús”. El Viernes Santo es sobre todo “la hora de Satanás”. Dos horas que se reducen a una sola hora, “la hora del Misterio Pascual”, con sus dos manecillas: la entrega de Cristo y la maldad humana. La celebración de la Pasión de hoy, que no misa, tiene tres partes: primera parte, liturgia de la Palabra y la oración universal; segunda, adoración de la santa cruz y, tercera, sagrada Comunión. También podemos dividirla así: Pasión proclamada en las lecturas, Pasión invocada en la oración universal, Pasión venerada en el beso a la santa cruz y Pasión comunicada en la comunión.
Puntos de la idea principal:
En primer lugar, ¿quién resiste contemplar este Siervo sufriente? Despreciado, desestimado, leproso, herido de Dios, humillado, traspasado por nuestras rebeliones (1ª lectura), con miedo, pavor, tristeza, tedio, gritos, lágrimas. Ahí, tirado en el huerto de los olivos. Ahí, aniquilado y desangrado en la flagelación. Ahí, blasfemado, injuriado, insultado en la cruz. Ahí, clavado manos y pies en el madero ignominioso de la cruz. Ahí, con el costado sangrando por culpa de esa lanza cruel. Ahí, acostado en la cruz, el cielo cerrado sin la voz de su Padre y una noche oscura interior terrible.
En segundo lugar, no obstante, ese Siervo sufriente es modeloy ejemplo para nosotros (2ª lectura). Modelo de obediencia al Padre por encima de todo. Modelo de amor a los hombres hasta dar la vida por ellos. Modelo de perdón sin medida. Modelo de mansedumbre, que ante tanta injusticia no chistó ni se rebeló. Modelo de generosidad, que mientras a su alrededor cada uno sacaba su tajada, Él nada se reservó para sí. Modelo a la hora de saber sufrir con paciencia tanto atropello, golpes, empujones, escupitajos, bofetadas, azotes, corona de espinas. Modelo de fidelidad hasta el final al plan de Dios. Modelo de confianza en las manos de su Padre.
Finalmente, cada uno de nosotros tiene algo de culpa en el dolor de este Siervo sufriente. Los Judas que traicionan a Jesús y lo venden por unas monedas de placer. Los Pedros que niegan a Jesús para salvar su pellejo. Los otros discípulos que le abandonan por miedo a la cruz. Los que le martirizan y crucifican haciendo sufrir a sus hermanos, con los que Cristo se identifica. Los Anás que están bien apoltronados en su sillón almidonado, que esconden en su palacio una mafia, siendo él el padrino omnipotente, escéptico y agnóstico, dispuesto a dar una bofetada a Jesús ante la fuerza de la verdad que él no aceptaba; sí, ese Anás que pasará a la historia como el prototipo de hombre que hace valer sus derechos de “autoridad jubilada”, para humillar a los demás, darse importancia... y como no pudo, recurrió a la violencia baja y propia de villanos. hombre orgulloso, expeditivo, frontal, tajante, práctico, seguro de sí mismo. También están los Caifás. Caifás era hombre más político que ético; le interesaba la religión del “interés”, dispuesto a practicarla, aunque tuviera que pasar por encima de la muerte, mientras le proporcionara tajada. Este era Caifás: un juez que pronunció la sentencia, mucho antes de que el juicio comenzara. Hombre orgulloso, expeditivo, frontal, tajante, práctico, seguro de sí mismo. Un hombre más político que ético; le interesaba la religión del “interés”, dispuesto a practicarla, aunque tuviera que pasar por encima de la muerte, mientras le proporcionara tajada. Este era Caifás: un juez que pronunció la sentencia, mucho antes de que el juicio comenzara. Culpa también tienen los cobardes Pilatos de turno que prefieren lavarse las manos para no perder el sillón de prestigio, aunque tengan que sacrificar la verdad y dar muerte al inocente. Por supuesto que tienen su peso de culpa los Herodes supersticiosos, sensuales, frívolos que pretenden servirse de Jesús como diversión de la fiesta. Y también los Barrabás, bandoleros, criminales, asesinos. Menos mal que también estaban los que le consolaron: su santa Madre, Juan evangelista, el cireneo, las santas mujeres, la Verónica.
Para reflexionar: ¿Quiero acompañar a Cristo en su Pasión y Muerte, o seré uno más en la lista de quienes le hagan sufrir este año? ¿Qué personaje de la Pasión quiero protagonizar este año?
Para rezar: Señor, piedad y misericordia. Señor, gracias por haberme salvado. Señor, dame la gracia de luchar contra el pecado y de llevar mi propia cruz, pequeño pedazo de la tuya enorme.
Cualquier sugerencia o duda pueden comunicarse con el padre Antonio a este email: [email protected]
Comentario a la liturgia dominical por el P. Antonio Rivero, L.C. Doctor en Teología Espiritual, profesor y director espiritual en el seminario diocesano Maria Mater Ecclesiae de são Paulo (Brasil). (Zenit.org)
Idea principal: Tanto los gestos y acciones, como las palabras y silencios de Jesús son cuasi “sacramentos” de Cristo que realizan lo que significan y demuestran la seriedad y sublimidad del momento.
Síntesis del mensaje: Con la Misa de hoy damos por concluida la Cuaresma e iniciamos el Triduo Pascual, que abarcará los tres días siguientes: Viernes, Sábado y Domingo. Tradicionalmente en la mañana de este Jueves, se celebraba la misa de reconciliación de los que durante la Cuaresma habían hecho el camino de los “penitentes”. La misa de hoy recuerda la institución de la Eucaristía, el mandamiento del amor fraterno y la institución del ministerio sacerdotal.
Puntos de la idea principal:
En primer lugar, los gestos. Primer gesto: Jesús se levanta de la misa, se quita el manto, toma la toalla, se la ciñe, pone agua en la jofaina y lava los pies de los discípulos. Todas estas acciones son señal visible de un significado invisible, portador de la gracia divina aquí y ahora para nosotros. Con ese primer gesto, Jesús estaba entregando a su Iglesia el mandamiento de la caridad fraterna y del servicio eclesial; todos somos hermanos y con la misma dignidad. Segundo gesto del Jueves Santo: el pan y el vino que Él consagra, convirtiéndolos en su Cuerpo glorioso y en su Sangre bendita para nuestra transformación en Él y alimento para el camino. Tercer gesto: impone las manos a los doce discípulos, haciéndoles sus sacerdotes, continuadores de sus misterios de salvación. Y éstos, a su vez, deberán seguir esa cadena, prolongando el sacerdocio de Cristo por todos los rincones de la tierra, a quienes Dios llamó a tan sublime vocación.
En segundo lugar, las palabras que realizan lo que significan, pues son eficaces. Primera palabra: “Amaos los unos a los otros, como Yo os amé”, imperativo que podemos vivir con la gracia de Cristo. Segunda palabra: “Tomad y comed…tomad y bebed”, imperativo que transformó en realidad lo que había sigo una figura en la Pascua judía; Cristo será el Cordero de Dios y en cada Eucaristía hacemos presentes la nueva cena pascual inaugurada por Cristo en ese Jueves Santo, pues cada vez que se celebre este rito se recordará la muerte del Señor hasta el día de su venida. Tercera palabra: “Haced esto en conmemoración mía”; palabra esta que la Iglesia siempre meditó y en la que fundamentó el sacramento del Orden Sacerdotal, por el que un hombre de carne y hueso es configurado con Cristo Cabeza y Pastor, a quien con su ministerio sacerdotal hacen visible a Cristo en la comunidad.
Finalmente, los silencios. ¡Cuántos silencios en esa noche santa del Jueves Santo! Silencio del alma y de su voluntad para no gritar al Padre ante la Pasión que se avecinaba y que su Padre quiso para redimirnos. Silencio de los sentimientos que en esos momentos estaban convulsionados ante la traición de Judas, la resistencia de Pedro, el abandono del resto de los apóstoles, la prisión y la agonía…sentimientos que tenía que controlar, sublimar. Silencio de sus pasiones irascibles, sometidas todas a la fuerza y bálsamo del amor. Silencio de los ojos para ver a todos con los ojos misericordiosos del Padre, sin odio, sin reproches; sólo derramarían lágrimas y manifestaban un velo de tristeza. Silencio de la boca, para sólo pronunciar esas palabras sacramentales, y guardar sus palabras de queja, para crucificarlas en la cruz el Viernes Santo. Silencio de los pies para no ir en busca de consuelos humanos, sino postrarse en el suelo en oración al Padre.
Para reflexionar: ¿Agradezco todos los días el don de la Eucaristía, del Sacerdocio y del Mandamiento de la caridad? ¿Vivo la Eucaristía cada día con más fervor y me compromete a ser yo Eucaristía para mis hermanos mediante el sacrificio de mi vida? ¿Trato a todos los hombres y mujeres como hermanos en Cristo y los trato como trataría a Cristo? ¿Rezo todos los días por los sacerdotes y les agradezco el servicio insustituible que realizan en bien de mi alma?
Para rezar: Señor, gracias por el don de la Eucaristía, que te comamos y te asimilemos con alma limpia. Gracias, por el mandamiento de la caridad fraterna que cura nuestros egoísmos y ambiciones. Gracias, por darnos sacerdotes según tu corazón; guárdalos en la fidelidad a ti y a la Iglesia.
Cualquier sugerencia o duda pueden comunicarse con el padre Antonio a este email: [email protected]
Homilía del Papa en la celebración del Domingo de Ramos después de la proclamación de la Pasión del Señor según San Marcos. 29 de marzo de 2015 (Zenit.org)
"En el centro de esta celebración, que se presenta tan festiva, está la palabra que hemos escuchado en el himno de la Carta a los Filipenses: «Se humilló a sí mismo». La humillación de Jesús.
Esta palabra nos desvela el estilo de Dios y, en consecuencia, el que debe ser del cristiano: la humildad. Un estilo que nunca dejará de sorprendernos y ponernos en crisis: nunca nos acostumbraremos a un Dios humilde.
Humillarse es ante todo el estilo de Dios: Dios se humilla para caminar con su pueblo, para soportar sus infidelidades. Esto se aprecia bien leyendo el Libro del Éxodo: ¡Qué humillación para el Señor oír todas aquellas murmuraciones, aquellas quejas! Estaban dirigidas contra Moisés, pero, en el fondo, iban contra él, contra su Padre, que los había sacado de la esclavitud y los guiaba en el camino por el desierto hasta la tierra de la libertad.
En esta semana, la Semana Santa, que nos conduce a la Pascua, seguiremos este camino de la humillación de Jesús. Y sólo así será «santa» también para nosotros.
Veremos el desprecio de los jefes del pueblo y sus engaños para acabar con él. Asistiremos a la traición de Judas, uno de los Doce, que lo venderá por treinta monedas. Veremos al Señor apresado y tratado como un malhechor; abandonado por sus discípulos; llevado ante el Sanedrín, condenado a muerte, azotado y ultrajado. Escucharemos cómo Pedro, la «roca» de los discípulos, lo negará tres veces. Oiremos los gritos de la muchedumbre, soliviantada por los jefes, pidiendo que Barrabás quede libre y que a él lo crucifiquen. Veremos cómo los soldados se burlarán de él, vestido con un manto color púrpura y coronado de espinas. Y después, a lo largo de la vía dolorosa y a los pies de la cruz, sentiremos los insultos de la gente y de los jefes, que se ríen de su condición de Rey e Hijo de Dios.
Esta es la vía de Dios, el camino de la humildad. Es el camino de Jesús, no hay otro. Y no hay humildad sin humillación.
Al recorrer hasta el final este camino, el Hijo de Dios tomó la «condición de siervo». En efecto, la humildad quiere decir servicio, significa dejar espacio a Dios despojándose de uno mismo, «vaciándose», como dice la Escritura. Este «vaciarse» es la humillación más grande.
Hay otra vía, contraria al camino de Cristo: la mundanidad. La mundanidad nos ofrece el camino de la vanidad, del orgullo, del éxito... Es la otra vía. El maligno se la propuso también a Jesús durante cuarenta días en el desierto. Pero Jesús la rechazó sin dudarlo. Y con él, sólo con su gracia, con su ayuda, también nosotros podemos vencer esta tentación de la vanidad, de la mundanidad, no sólo en las grandes ocasiones, sino también en las circunstancias ordinarias de la vida.
En esto, nos ayuda y nos conforta el ejemplo de muchos hombres y mujeres que, en silencio y sin hacerse ver, renuncian cada día a sí mismos para servir a los demás: un familiar enfermo, un anciano solo, una persona con discapacidad, un sin techo...
Pensemos también en la humillación de los que, por mantenerse fieles al Evangelio, son discriminados y sufren las consecuencias en su propia carne. Y pensemos en nuestros hermanos y hermanas perseguidos por ser cristianos, los mártires de hoy, hay muchos. No reniegan de Jesús y soportan con dignidad insultos y ultrajes. Lo siguen por su camino. Podemos hablar, en verdad, de «una nube de testigos»: los mártires de hoy.
Durante esta semana, emprendamos también nosotros con decisión este camino de la humildad, con mucho amor a Él, nuestro Señor y Salvador. El amor nos guiará y nos dará fuerza. Y, donde está él, estaremos también nosotros".
(Texto distribuido por la Sala de Prensa de la Santa Sede. Las improvisaciones del papa Francisco han sido traducidas y transcritas del audio por ZENIT)
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(IDV)
Reflexión de José Antonio Pagola al evangelio del Domingo de Resurrección - B
ID A GALILEA. ALLÍ LO VERÉIS
El relato evangélico que se lee en la noche pascual es de una importancia excepcional. No solo se anuncia la gran noticia de que el crucificado ha sido resucitado por Dios. Se nos indica, además, el camino que hemos de recorrer para verlo y encontrarnos con él.
Marcos habla de tres mujeres admirables que no pueden olvidar a Jesús. Son María de Magdala, María la de Santiago y Salomé. En sus corazones se ha despertado un proyecto absurdo que solo puede nacer de su amor apasionado: «comprar aromas para ir al sepulcro a embalsamar su cadáver».
Lo sorprendente es que, al llegar al sepulcro, observan que está abierto. Cuando se acercan más, ven a un «joven vestido de blanco» que las tranquiliza de su sobresalto y les anuncia algo que jamás hubieran sospechado.
«¿Buscáis a Jesús de Nazaret, el crucificado?». Es un error buscarlo en el mundo de los muertos. «No está aquí». Jesús no es un difunto más. No es el momento de llorarlo y rendirle homenajes. «Ha resucitado». Está vivo para siempre. Nunca podrá ser encontrado en el mundo de lo muerto, lo extinguido, lo acabado.
Pero, si no está en el sepulcro, ¿dónde se le puede ver?, ¿dónde nos podemos encontrar con él? El joven les recuerda a las mujeres algo que ya les había dicho Jesús: «Él va delante de vosotros a Galilea. Allí lo veréis». Para «ver» al resucitado hay que volver a Galilea. ¿Por qué? ¿Para qué?
Al resucitado no se le puede «ver» sin hacer su propio recorrido. Para experimentarlo lleno de vida en medio de nosotros, hay que volver al punto de partida y hacer la experiencia de lo que ha sido esa vida que ha llevado a Jesús a la crucifixión y resurrección. Si no es así, la «Resurrección» será para nosotros una doctrina sublime, un dogma sagrado, pero no experimentaremos a Jesús vivo en nosotros.
Galilea ha sido el escenario principal de su actuación. Allí le han visto sus discípulos curar, perdonar, liberar, acoger, despertar en todos una esperanza nueva. Ahora sus seguidores hemos de hacer lo mismo. No estamos solos. El resucitado va delante de nosotros. Lo iremos viendo si caminamos tras sus pasos. Lo más decisivo para experimentar al «resucitado» no es el estudio de la teología ni la celebración litúrgica sino el seguimiento fiel a Jesús.
José Antonio Pagola
Domingo de Resurrección – B (Marcos 16,1-7)
Evangelio del 05/04/2015
Publicado el 30/ mar/ 2015