Martes, 30 de junio de 2015

Homilía del Santo Padre en la solemnidad de San Pedro y San Pablo, 29 deJunio de 2015.


La lectura tomada de los Hechos de los Apóstoles nos habla de la primera comunidad cristiana acosada por la persecución. Una comunidad duramente perseguida por Herodes que «hizo pasar a cuchillo a Santiago, hermano de Juan» y «decidió detener a Pedro. Mandó detenerlo y meterlo en la cárcel» (12,2-4).

Sin embargo, no quisiera detenerme en las atroces, inhumanas e inexplicables persecuciones, que desgraciadamente perduran todavía hoy en muchas partes del mundo, a menudo bajo la mirada y el silencio de todos. En cambio, hoy quisiera venerar la valentía de los Apóstoles y de la primera comunidad cristiana, la valentía para llevar adelante la obra de la evangelización, sin miedo a la muerte y al martirio, en el contexto social del imperio pagano; venerar su vida cristiana que para nosotros creyentes de hoy constituye una fuerte llamada a la oración, a la fe y al testimonio.

Una llamada a la oración, la comunidad era una Iglesia en oración: «Mientras Pedro estaba en la cárcel bien custodiado, la Iglesia oraba insistentemente a Dios por él» (Hch 12,5). Y si pensamos en Roma, las catacumbas no eran lugares donde huir de las persecuciones sino, sobre todo, lugares de oración, donde santificar el domingo y elevar, desde el seno de la tierra, una adoración a Dios que no olvida nunca a sus hijos.

La comunidad de Pedro y de Pablo nos enseña que una Iglesia en oración es una iglesia en pie, sólida, en camino. Un cristiano que reza es un cristiano protegido, custodiado y sostenido, pero sobre todo no está solo.

Y sigue la primera lectura: «Estaba Pedro durmiendo. Los centinelas hacían guardia a la puerta de la cárcel. De repente, se presentó el ángel del Señor, y se iluminó la celda. Tocó a Pedro en el hombro. Las cadenas se le cayeron de las manos» (Hch 12,6-7).

¿Pensamos en cuántas veces ha escuchado el Señor nuestra oración enviándonos un Ángel? Ese Ángel que inesperadamente nos sale al encuentro para sacarnos de situaciones complicadas, para arrancarnos del poder de la muerte y del maligno, para indicarnos el camino cuando nos extraviamos, para volver a encender en nosotros la llama de la esperanza, para hacernos una caricia, para consolar nuestro corazón destrozado, para despertarnos del sueño existencial, o simplemente para decirnos: «No estás solo».

¡Cuántos ángeles pone el Señor en nuestro camino! Pero nosotros, por miedo, incredulidad o incluso por euforia, los dejamos fuera, como le sucedió a Pedro cuando llamó a la puerta de una casa y una sirvienta llamada Rosa, al reconocer su voz, se alegró tanto, que no le abrió la puerta.

Ninguna comunidad cristiana puede ir adelante sin el apoyo de la oración perseverante, la oración que es el encuentro con Dios, con Dios que nunca falla, con Dios fiel a su palabra, con Dios que no abandona a sus hijos. Jesús se preguntaba: «Dios, ¿no hará justicia a sus elegidos que le gritan día y noche?» (Lc 18,7). En la oración, el creyente expresa su fe, su confianza, y Dios expresa su cercanía, también mediante el don de los Ángeles, sus mensajeros.

La segunda lectura es una llamada a la fe. En la segunda lectura, San Pablo escribe a Timoteo: «Pero el Señor me ayudó y me dio fuerzas para anunciar íntegro el mensaje. Él me libró de la boca del león. El Señor seguirá librándome de todo mal, me salvará y me llevará a su reino del cielo» (2 Tm 4,17-18). Dios no saca a sus hijos del mundo o del mal, sino que les da fuerza para vencerlos. Solamente quien cree puede decir de verdad: «El Señor es mi pastor, nada me falta» (Sal 23,1).

Cuántas fuerzas, a lo largo de la historia, ha intentado –y siguen intentando– acabar con la Iglesia, desde fuera y desde dentro, pero todas ellas pasan y la Iglesia sigue viva y fecunda, inexplicablemente a salvo para que, como dice san Pablo, pueda aclamar: «A Él la gloria por los siglos de los siglos» (2 Tm 4,18).

Todo pasa, solo Dios permanece. Pasaron reinos, pueblos, culturas, naciones, ideologías, potencias, pero la Iglesia, fundada sobre Cristo, a través de tantas tempestades y a pesar de nuestros muchos pecados, permanece fiel al depósito de la fe en el servicio, porque la Iglesia no es de los Papas, de los obispos, de los sacerdotes y tampoco de los fieles, es única y exclusivamente de Cristo. Solo quien vive en Cristo promueve y defiende a la Iglesia con la santidad de vida, a ejemplo de Pedro y Pablo.

Los creyentes en el nombre de Cristo resucitaron a muertos, curaron enfermos, amaron a sus perseguidores, demostraron que no existe fuerza capaz de derrotar a quien tiene la fuerza de la fe.

Y finalmente, una llamada al testimonio. Pedro y Pablo, como todos los Apóstoles de Cristo que en su vida terrena hicieron fecunda a la Iglesia con su sangre, bebieron el cáliz del Señor, y se hicieron amigos de Dios.

Pablo, con un tono conmovedor, escribe a Timoteo: «Yo estoy a punto de ser sacrificado, y el momento de mi partida es inminente. He peleado bien mi combate, corrí hasta la meta, mantuve la fe. Ahora me aguarda la corona merecida, con la que el Señor, juez justo, me premiará en aquel día; y no sólo a mí, sino a todos los que tienen amor a su manifestación».

Una Iglesia o un cristiano sin testimonio es estéril, un muerto que cree estar vivo, un árbol seco que no da fruto, un pozo seco que no tiene agua. La Iglesia ha vencido al mal gracias al testimonio valiente, concreto y humilde de sus hijos. Ha vencido al mal gracias a la proclamación convencida de Pedro: «Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo», y a la promesa eterna de Jesús (cf. Mt 16,13-18).

Queridos arzobispos, que hoy reciben el palio, éste es un signo que representa la oveja que el pastor lleva sobre sus hombros como Cristo, Buen Pastor, y por tanto es un símbolo de vuestra tarea pastoral, es un «signo litúrgico de la comunión que une a la Sede de Pedro y su Sucesor con los metropolitanos y a través de ellos, con los demás obispos del mundo».

Hoy, junto con el palio, quisiera confiarles esta llamada a la oración, a la fe y al testimonio. La Iglesia los quiere hombres de oración, maestros de oración, que enseñen al pueblo que les fue confiado por el Señor que la liberación de toda cautividad es solamente obra de Dios y fruto de la oración, que Dios, en el momento oportuno, envía a su ángel para salvarnos de las muchas esclavitudes y de las innumerables cadenas mundanas. También ustedes sean ángeles y mensajeros de caridad para los más necesitados.

La Iglesia los quiere hombres de fe, maestros de fe, que enseñen a los fieles a no tener miedo de los muchos Herodes que los afligen con persecuciones, con cruces de todo tipo. Ningún Herodes es capaz de apagar la luz de la esperanza, de la fe y de la caridad de quien cree en Cristo.

La Iglesia los quiere hombres de testimonio. Decía san Francisco a sus hermanos: Prediquen siempre el Evangelio y, si fuera necesario, también con las palabras (cf. Fuentes franciscanas, 43). No hay testimonio sin una vida coherente. Hoy no se necesita tanto maestros, sino testigos valientes, convencidos y convincentes, testigos que no se avergüencen del Nombre de Cristo y de su Cruz ni ante leones rugientes ni ante las potencias de este mundo, a ejemplo de Pedro y Pablo y de tantos otros testigos a lo largo de toda la historia de la Iglesia, testigos que, aun perteneciendo a diversas confesiones cristianas, han contribuido a manifestar y a hacer crecer el único Cuerpo de Cristo.

Me complace subrayarlo en la presencia –que siempre recibimos con mucho agrado– de la Delegación del Patriarcado Ecuménico de Constantinopla, enviada por el querido hermano Bartolomé I.

Es muy sencillo: porque el testimonio más eficaz y más auténtico consiste en no contradecir con el comportamiento y con la vida lo que se predica con la palabra y lo que se enseña a los otros. Enseñen a rezar rezando, anuncien la fe creyendo, den testimonio con la vida”.+


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Texto completo del Angelus del 29 de junio de 2015 (ZENIT.org)

"Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

Como sabéis, la Iglesia universal celebra hoy la solemnidad de los santos apóstoles Pedro y Pablo, pero esta se vive con una alegría particular en la Iglesia de Roma, porque en su testimonio, sellado con la sangre, tiene sus propios cimientos. Roma siente especial afecto y reconocimiento por estos hombres de Dios, que vinieron de una tierra lejana a anunciar, a costa de su vida, aquel Evangelio de Cristo al que se habían dedicado totalmente.

La gloriosa herencia de estos dos apóstoles es motivo de orgullo espiritual para Roma y, al mismo tiempo, es una llamada a vivir las virtudes cristianas, de modo particular la fe y la caridad. La fe en Jesús cual Mesías e Hijo de Dios, que Pedro profesó primero y que Pablo anunció a la gente; y la caridad, que che esta Iglesia está llamada a servir con horizonte universal.

En la oración del Ángelus, en el recuerdo de los santos Pedro y Pablo, asociamos el de María, imagen viva de la Iglesia, esposa de Cristo, que los dos apóstoles “fecundaron con su sangre”.

Pedro conoció personalmente a María y en su diálogo con ella, especialmente en los días que precedieron Pentecostés, pudo profundizar el conocimiento del misterio de Cristo. Pablo, al anunciar el cumplimiento del plan salvífico “en la plenitud de los tiempos”, no dejó de recordar a la “mujer” de la que el Hijo de Dios había nacido en el tiempo.

En la evangelización de los dos apóstoles aquí, en Roma, también están las raíces de la profunda y secular devoción de los romanos a la Virgen, invocada especialmente come Salus Populi Romani.

María, Pedro y Pablo son nuestros compañeros de viaje en la búsqueda de Dios; son nuestras guías en el camino de la fe y la santidad; ellos nos impulsan hacia Jesús, para hacer todo lo que Él nos pide. Invoquemos su ayuda para que nuestro corazón esté siempre abierto a las sugerencias del Espíritu Santo y al encuentro con los hermanos.

En la celebración Eucarística, que tuvo lugar esta mañana en la basílica de San Pedro, he bendecido los palios de los arzobispos metropolitanos nombrados en el último año, procedentes de varias partes del mundo. Renuevo mi saludo y mis felicitaciones a ellos, a sus familiares y a cuantos los acompañan en esta significativa circunstancia, y deseo que el palio, además de acrecentar los lazos de comunión con la Sede de Pedro, sea un aliciente para un servicio cada vez más generoso a las personas encomendadas a su celo pastoral.

En la misma liturgia, tuve el placer de saludar a los miembros de la delegación que ha venido a Roma en nombre del patriarca ecuménico, el queridísimo hermano Bartolomé I, para participar, como cada año, en la fiesta de los santos Pedro y Pablo. También esta presencia es signo de los vínculos fraternos existentes entre nuestras Iglesias. Recemos para que se refuerce entre nosotros el camino de la unidad.

Nuestra oración hoy es sobre todo por la ciudad de Roma, por su bienestar espiritual y material. La gracia divina sostenga a todo el pueblo romano, para que viva en plenitud la fe cristiana, que testimoniaron con intrépido ardor los santos Pedro y Pablo. Que interceda por nosotros la Santísima Virgen, Reina de los Apóstoles".

Al término de estas palabras, el Santo Padre rezó la tradicional oración mariana:

Angelus Domini nuntiavit Mariae...

Al concluir la plegaria, llegó el turno de los saludos que tradicionalmente realiza el Papa:

"Queridos hermanos y hermanas,

Saludo a todos, a las familias, parroquias, asociaciones procedentes de Italia y de tantas partes del mundo. Pero sobre todo hoy ¡saludo a los fieles de Roma, en la fiesta de los santos patronos de la ciudad!

Saludo a los estudiantes de algunas escuelas católicas de los Estados Unidos de América y de Escocia.

Me congratulo con los artistas que han realizado un gran y hermoso despliegue floral, allí, y agradezco a la “Pro Loco” de Roma por haberlo promovido. ¡Muchas gracias!

Felicidades también por el tradicional espectáculo pirotécnico que tendrá lugar esta noche en el Castillo del Santo Ángel (Castel Sant’Angelo), cuya recaudación sostendrá una iniciativa caritativa en Tierra Santa y en los países de Oriente Medio".

Francisco se refirió también a su próximo viaje apostólico a Latinoamérica:

"La próxima semana, del 5 al 13 de julio, parto hacia Ecuador, Bolivia y Paraguay. Les pido a todos ustedes que me acompañen con la oración, para que el Señor bendiga este viaje al continente de América Latina tan querido por mí, como se pueden imaginar. Expreso a la querida población de Ecuador, Bolivia y Paraguay mi alegría por estar en su casa, y les pido a ustedes, de manera particular, que recen por mí y por este viaje, para que la Virgen María nos dé la gracia de acompañarnos a todos con su protección maternal".

Como de costumbre, el Obispo de Roma concluyó su intervención diciendo:

"Les deseo a todos una buena fiesta. Por favor, no se olviden de rezar por mí. ¡Buen almuerzo y hasta pronto!"

(Texto traducido y transcrito del audio por ZENIT)


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Estas son las palabras del Papa para introducir la oración mariana el  28 de junio de 2015 (ZENIT.org)                        

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

El Evangelio de hoy presenta la historia de la resurrección de una niña de doce años, hija de uno de los jefes de la sinagoga, el cual se postra a los pies de Jesús y le suplica: “Mi niña está en las últimas; ven, pon las manos sobre ella, para que se cure y viva” (Mc 5,23). En esta oración escuchamos la preocupación de todo padre por la vida y por el bien de sus hijos. Pero escuchamos también la gran fe que ese hombre tiene en Jesús. Y cuando llega la noticia de que la niña está muerta, Jesús le dice: “No temas; basta que tengas fe” (v.36). Da aliento esta palabra de Jesús, y también nos lo dice a nosotros muchas veces. ‘No temas, basta que tengas fe’. Al entrar en la casa, el Señor echa a la gente que llora y grita y se dirige a la niña muerta diciendo: “Niña, yo te digo: ¡álzate!” (v.41). Y en seguida la niña se alzó y se puso a caminar. Aquí se ve el poder absoluto de Jesús sobre la muerte que para Él es como un sueño del cual poder despertarse. Jesús ha vencido a la muerte, también tiene poder sobre la muerte física.

Dentro de esta historia, el Evangelista introduce otro episodio: la sanación de una mujer que desde hace doce años sufría pérdidas de sangre. A causa de esta enfermedad que, según la cultura del tiempo la hacía “impura”, ella debía evitar todo contacto humano: pobrecilla, estaba condenada a una muerte civil. Esta mujer anónima, en medio de la multitud que sigue a Jesús, se dice a sí misma: “Si logro tan solo tocarle sus vestidos, seré salvada” (v.28).  Y así fue: la necesidad de ser liberada la empuja a osar y la fe “arranca”, por así decir, al Señor la sanación. Quien cree “toca” a Jesús y espera de Él la Gracia que salva.  La fe es esto, tocar a Jesús y esperar de él la Gracia que salva, nos salva, nos salva la vida espiritual, nos salva de tantos problemas. Jesús se da cuenta y, en medio de la gente, busca el rostro de esa mujer. Ella se adelanta temblando y Él le dice: “Hija, tu fe te ha salvado” (v.34). Es la voz del Padre celeste que habla en Jesús: “¡Hija, no eres maldita, no eres excluida, eres mi hija!” Cada vez que Jesús se acerca a nosotros, cuando nosotros vamos a Él con fe. Escuchamos esto del Padre: ‘hijo, tú eres mi hijo, tú eres mi hija, eres salvado, eres salvada. Yo perdono a todos, todo, yo sano a todos y todo’.

Estos dos episodios --una sanación y una resurrección-- tienen un único centro: la fe. El mensaje es claro, y se puede resumir en una pregunta, una pregunta para hacernos: ¿creemos que Jesús nos puede sanar y nos puede despertar de la muerte? Todo el Evangelio está escrito a la luz de esta fe: Jesús ha resucitado, ha vencido a la muerte y por su victoria también nosotros resucitaremos. Esta fe, que para los primeros cristianos era segura, puede nublarse y hacerse incierta, hasta el punto que algunos confunden resurrección con reencarnación. La Palabra de Dios de este domingo nos invita a vivir en la certeza de la resurrección: Jesús es el Señor, tiene poder sobre el mal y sobre la muerte, y quiere llevarnos a la casa del Padre, donde reina la vida. Y allí nos encontraremos todos, todos los que estamos aquí en la plaza hoy, nos encontraremos en la Casa del Padre, en la vida que Jesús nos dará.             

La Resurrección de Cristo actúa en la historia como principio de renovación y de esperanza. Quien está desesperado y cansado hasta la muerte, si se encomienda a Jesús y a su amor puede recomenzar a vivir. La fe es una fuerza de vida, da plenitud a nuestra humanidad; y quien cree en Cristo se debe reconocer porque promueve la vida en cada situación, para hacer experimentar a todos, especialmente a los más débiles, el amor de Dios que libera y salva.

Pidamos al Señor, por intercesión de la Virgen María, el don de una fe fuerte y valiente, que nos empuja a ser difusores de esperanza y de vida entre nuestros hermanos.


Al finalizar el ángelus, el Santo Padre ha añadido:

Queridos hermanos y hermanas,

os saludo a todos vosotros, romanos y peregrinos.

saludo en particular a los participantes de la marcha “Una tierra, una familia humana”. Animo la colaboración entre personas y asociaciones de diferentes religiones para la promoción de una ecología integral. Doy las gracias a FOCSIV, OurVoices y los otras organizaciones y deseo buen trabajo a los jóvenes de las distintas localidades que en estos días debaten sobre el cuidado de la casa común.

 Veo muchas banderas bolivianas. Saludo cordialmente al grupo de bolivianos residentes en Italia, que han traído hasta aquí algunas de las imágenes de la Virgen más representativas de su país. La Virgen de Urkupiña, la Virgen de Copacabana y tantas otras. La semana que viene estaré en vuestra patria. Que nuestra Madre del cielo los proteja. Un saludo también para el grupo de jóvenes de Ibiza que se preparan para recibir la Confirmación. Se lo ruego, recen por mí.

Saludo a las Guías, es decir a las mujeres-scout. Son muy buenas estas mujeres, muy buenas, y hacen mucho bien. Son las mujeres-scout que pertenecen a la Conferencia Internacional Católica y las renuevo mi aliento. Merci beaucoup.

Saludo a los fieles de Novoli, la coral polifónica de Augusta, los chicos de algunas parroquias de la diócesis de Padua que han recibido la confirmación, los “Abuelos de Sydney”, asociaciones de ancianos emigrantes en Australia aquí reunidos con sus nietos, los niños de Chernobyl y las familias de Este y de Ospedaletto que les acogen; los ciclistas y motociclistas procedentes de Cardito y los amantes de coches antiguos.                

Os deseo a todos un feliz domingo y un buen almuerzo. Por favor, no os olvidéis de rezar por mí. ¡Hasta pronto!   

Texto traducido por ZENIT            


Publicado por verdenaranja @ 23:25  | Habla el Papa
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Domingo, 28 de junio de 2015

Reflexiones del obispo de San Cristóbal de Las Casas sobre la nueva encíclica del papa Francisco. San Cristóbal de las Casas,25 de junio de 2015 (ZENIT.org)

Pasión por el cosmos

Por Mons. Felipe Arizmendi Esquivel

VER

Yendo en visita pastoral a unas comunidades de la parroquia de La Trinitaria, observé que hay muchos terrenos donde hay sólo piedras y nada se produce. Me dijeron que hace años todo ese espacio estaba lleno de árboles. Los campesinos, para tener con qué comer, los tiraron y empezaron a sembrar maíz y frijol. Al principio, había tierra buena, producida por las hojas de los árboles; pero, con el tiempo, la lluvia se fue llevando esa tierra negra y sólo quedaron piedras. Durante un tiempo, entre piedra y piedra había algo de tierra buena y allí seguían sembrando; pero ni eso quedó. Ahora nada se produce y la gente tiene que emigrar, para buscar otras alternativas de vida. Esto mismo se puede observar en algunas partes entre Comitán y San Cristóbal, y sobre todo en terrenos de Zinacantán, camino hacia Tuxtla. Sólo quedan piedras, donde antes había árboles y vida.

En nuestra diócesis, preocupados por la creciente destrucción de la riqueza natural de Chiapas, hace dos años organizamos un Congreso sobre la Pastoral de la Madre Tierra. Al principio, algunos abordaban este asunto como lo trataría cualquiera ONG; pero poco a poco fuimos valorando que el tema tiene hondas raíces bíblicas y no es algo ajeno a nuestra pastoral profética, litúrgica y social. Ahora, ha ido creciendo el interés por darle esta dimensión integral y algo vamos logrando en el cuidado y protección no sólo de la tierra, sino de todo el cosmos.

PENSAR

El actual Papa nos acaba de enviar una carta encíclica, titulada Laudato si’, en que nos invita a reflexionar sobre el cuidado de la casa común. Se inspira en el Canto de las Creaturas de San Francisco de Asís, que dice: «Alabado seas, mi Señor, por la hermana nuestra madre tierra, la cual nos sustenta, y gobierna y produce diversos frutos con coloridas flores y hierba».

Entre muchas reflexiones, resalto algunas frases: “Esta hermana clama por el daño que le provocamos a causa del uso irresponsable y del abuso de los bienes que Dios ha puesto en ella. Hemos crecido pensando que éramos sus propietarios y dominadores, autorizados a expoliarla. La violencia que hay en el corazón humano, herido por el pecado, también se manifiesta en los síntomas de enfermedad que advertimos en el suelo, en el agua, en el aire y en los seres vivientes. Por eso, entre los pobres más abandonados y maltratados, está nuestra oprimida y devastada tierra, que «gime y sufre dolores de parto» (Rm 8,22).

Hago una invitación urgente a un nuevo diálogo sobre el modo como estamos construyendo el futuro del planeta. Necesitamos una conversación que nos una a todos, porque el desafío ambiental que vivimos, y sus raíces humanas, nos interesan y nos impactan a todos. El movimiento ecológico mundial ya ha recorrido un largo y rico camino, y ha generado numerosas agrupaciones ciudadanas que ayudaron a la concientización. Lamentablemente, muchos esfuerzos para buscar soluciones concretas a la crisis ambiental suelen ser frustrados no sólo por el rechazo de los poderosos, sino también por la falta de interés de los demás. Las actitudes que obstruyen los caminos de solución, aun entre los creyentes, van de la negación del problema a la indiferencia, la resignación cómoda o la confianza ciega en las soluciones técnicas. Necesitamos una solidaridad universal nueva” (Nos. 1,2 y 14).

La visión del Papa, sin embargo, no se reduce al medio ambiente, a la cuestión ecológica en un sentido restringido, sino que incluye el cuidado de toda vida, desde la incipiente en el seno materno, como la considerada inútil en la vejez o en la enfermedad. Esto es muy importante, porque algunos defensores apasionados por el cuidado de la madre tierra, son impulsores del aborto y del que el Papa llama descarte de los seres humanos, por la pobreza, la falta de trabajo y de educación. La visión, pues, es integral.

ACTUAR

Invito a leer, meditar y difundir esta encíclica, a nivel personal y familiar, y sobre todo en nuestros grupos pastorales. No es oportunismo ideológico, sino un llamado del Espíritu para salvar a la humanidad de un desastre que pareciera inminente e irreversible. Tenemos tiempo aún


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S?bado, 27 de junio de 2015

Texto completo de la catequesis del papa Francisco en la audiencia del miércoles 24 de junio de 2015 (ZENIT.org)

¿Somos conscientes del peso que tienen nuestras opciones en el alma de los niños?, porque las heridas les marcan para siempre. Sanarlas apenas se producen y no dejarlas agravar

Por Redacción

Ciudad del Vaticano,24 de junio

"Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

en las últimas catequesis hemos hablado de la familia que vive la fragilidad de las condición humana, la pobreza, las enfermedades, la muerte. Hoy sin embargo reflexionamos sobre las heridas que se abren precisamente dentro de la convivencia familiar. Cuando, en la familia nos hacemos mal. ¡Lo más feo!

Sabemos bien que en ninguna historia familiar faltan momentos en los cuales, la intimidad de los afectos más queridos son ofendidos por el comportamiento de sus miembros. Palabras y acciones (¡y omisiones!) que, en vez de expresar el amor, lo sustraen o, peor aún, lo mortifican. Cuando estas heridas, que son aún remediables, se descuidan, se agravan: se transforman en prepotencia, hostilidad, desprecio. Y a ese punto se pueden convertir en heridas profundas, que dividen al marido y la mujer, e inducen a buscar en otra parte comprensión, apoyo y consolación. ¡Pero a menudo estos “apoyos” no piensan en el bien de la familia!

El vacío de amor conyugal difunde resentimientos en las relaciones. Y a menudo la disgregación se trasmite a los niños.

Esto es, los hijos. Quisiera detenerme un poco en este punto. A pesar de nuestra sensibilidad aparentemente evolucionada, y todos nuestros análisis psicológicos refinados, me pregunto si no nos hemos anestesiado también respecto a las heridas en el alma de los niños. Cuanto más se trata de compensar con regalos y pasteles, más se pierde el sentido de las heridas --más dolorosas y profundas-- del alma. Se habla mucho de trastornos del comportamiento, de salud psíquica, de bienestar del niño, de ansiedad de los padres y de los niños… ¿Pero sabemos qué es una herida del alma? ¿Sentimos el peso de la montaña que aplasta el alma de un niño, en las familias en las que se trata mal y se hace mal, hasta romper la unión de la fidelidad conyungal? ¿Qué peso tienen nuestras elecciones --elecciones a menudo erróneas-- en el alma de los niños?

Cuándo los adultos pierden la cabeza, cuando cada uno piensa a sí mismo, cuando papá y mamá se hacen daño, el alma de los niños sufre mucho, siente desesperación. Y son heridas que dejan marca para toda la vida.

En la familia todo está entrelazado: cuando su alma está herida en algún punto, la infección contagia a todos. Y cuando un hombre y una mujer, que se han comprometido a ser “una sola carne” y a formar una familia, piensa obsesivamente en las propias exigencias de libertad y de gratificación, esta distorsión afecta profundamente el corazón y la vida de los hijos. Tantas veces los niños se esconden para llorar solos…Debemos entender bien esto. Marido y mujer son una sola carne. Pero sus criaturas son carne de su carne. Si pensamos en la dureza con la que Jesús advierte a los adultos sobre no escandalizar a los pequeños --hemos escuchado el fragmento del Evangelio-- podemos comprender mejor también su palabra sobre la grave responsabilidad de custodiar la unión conyugal que da inicio a la familia humana. Cuando el hombre y la mujer se convierten en una sola carne, todas las heridas y todos los abandonos del papá y de la mamá inciden en la carne viva de los hijos.

Es verdad, por otra parte, que hay casos en los que la separación es inevitable. A veces se puede convertir incluso en moralmente necesaria, cuando se trata precisamente para proteger al cónyuge más débil, o a los hijos pequeños, de las heridas más graves causadas por la prepotencia y la violencia, del enfado o del aprovecharse, de la alienación y de la indiferencia.

No faltan, gracias a Dios, aquellos que, sostenidos por la fe y el amor por los hijos, testimonian su fidelidad y una unión en la cuál han creído, en cuanto aparece imposible hacerlo revivir. No todos los separados, sin embargo, sienten esta vocación. No todos reconocen, en la soledad, una llamada del Señor dirigida a ellos. En torno a nosotros encontramos familias en situaciones llamadas irregulares. A mí no me gusta esta palabra. Y nos planteamos muchos interrogantes. ¿Cómo ayudarlas? ¿Cómo acompañarlas? ¿Cómo acompañarlas para que los niños no se vuelvan rehenes del papá o de la mamá?

Pidamos al Señor una fe grande, para mirar la realidad con la mirada de Dios; y una gran caridad, para acercarse las personas con su corazón misericordioso.

Texto traducido desde el audio, por ZENIT  

 


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Reflexión de José Antonio Pagola al evangelio del domingo trece del Tiempo Ordinario - B

HERIDAS SECRETAS       

No conocemos su nombre. Es una mujer insignificante, perdida en medio del gentío que sigue a Jesús. No se atreve a hablar con él como Jairo, el jefe de la sinagoga, que ha conseguido que Jesús se dirija hacia su casa. Ella no podrá tener nunca esa suerte.

Nadie sabe que es una mujer marcada por una enfermedad secreta. Los maestros de la Ley le han enseñado a mirarse como una mujer «impura», mientras tenga pérdidas de sangre. Se ha pasado muchos años buscando un curador, pero nadie ha logrado sanarla. ¿Dónde podrá encontrar la salud que necesita para vivir con dignidad?

Muchas personas viven entre nosotros experiencias parecidas. Humilladas por heridas secretas que nadie conoce, sin fuerzas para confiar a alguien su «enfermedad», buscan ayuda, paz y consuelo sin saber dónde encontrarlos. Se sienten culpables cuando muchas veces solo son víctimas.

Personas buenas que se sienten indignas de acercarse a recibir a Cristo en la comunión; cristianos piadosos que han vivido sufriendo de manera insana porque se les enseñó a ver como sucio, humillante y pecaminoso todo lo relacionado con el sexo; creyentes que, al final de su vida, no saben cómo romper la cadena de confesiones y comuniones supuestamente sacrílegas... ¿No podrán conocer nunca la paz?

Según el relato, la mujer enferma «oye hablar de Jesús» e intuye que está ante alguien que puede arrancar la «impureza» de su cuerpo y de su vida entera. Jesús no habla de dignidad o indignidad. Su mensaje habla de amor. Su persona irradia fuerza curadora.

La mujer busca su propio camino para encontrarse con Jesús. No se siente con fuerzas para mirarle a los ojos: se acercará por detrás. Le da vergüenza hablarle de su enfermedad: actuará calladamente. No puede tocarlo físicamente: le tocará solo el manto. No importa. No importa nada. Para sentirse limpia basta esa confianza grande en Jesús.

Lo dice él mismo. Esta mujer no se ha de avergonzar ante nadie. Lo que ha hecho no es malo. Es un gesto de fe. Jesús tiene sus caminos para curar heridas secretas, y decir a quienes lo buscan:

«Hija, hijo, tu fe te ha curado. Vete en paz y con salud.» 

José Antonio Pagola

13 Tiempo Ordinario - B
(Marcos 5,21-43) 


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Viernes, 26 de junio de 2015

Reflexión a las lecturas del domingo trece del Tioempo Ordinario - B ofrecida por el scerdote Don Juan Manuel Pérez Piñero bajo el epígrafe "ECOS DEL DÍA DEL SEÑOR"

Domingo 13º del T. Ordinario B

 

Nos enseña el Vaticano II: “jamás el género humano tuvo a su disposición tantas riquezas, tantas posibilidades, tanto poder económico”. Sin embargo, la enfermedad, el sufrimiento y la muerte son una realidad de cada día (G. et Sp. 4).

Ante todo eso, se reacciona de diversas maneras, pero siempre con mucho dolor, mitigado por la fe y por la fuerza y el consuelo de Dios, cuando se trata de creyentes. Y no falta quienes, en medio de estas circunstancias, “le echan la culpa a Dios”. Y como consecuencia, se rebelan contra Dios, “se pelean con Dios”.

A mí, como a cualquier cristiano, me causa perplejidad y confusión esta actitud, porque, desde pequeños, aprendimos  lo que hoy nos recuerda el Libro de la Sabiduría en la primera lectura: el drama del pecado original por el que entra en el mundo el sufrimiento, la muerte y el pecado con toda su secuela de males:  “Dios no hizo la muerte ni se recrea en la destrucción de los vivientes; todo lo creó para que subsistiera…” “Por la envidia del diablo entró la muerte en el mundo…” Y San Pablo dirá: “por el pecado, la muerte”(Rom 5,12).

Es la consecuencia de la falta de formación cristiana, que  ha hecho que el Papa Benedicto XVI haya hablado de “analfabetismo religioso”.  ¡Qué peligroso es todo eso! En efecto, una lectura equivocada de la realidad y, particularmente, de los Libros Sagrados, puede llevar al hombre y a la sociedad a las peores conclusiones, como nos recuerda la Historia.

         Por todo ello, cuando Dios se hace hombre, nos da la impresión de que, donde está Él, no puede haber enfermedad, ni muerte, ni mal alguno. Por eso, las hermanas de Lázaro le dicen a Jesús: “si hubieras estado aquí no habría muerto mi hermano” (Jn 11, 21 y 32).

         De esta manera, nos revela el rostro de Dios, que es el amigo de la vida, la fuente de la vida,  el Dios de la vida.

         El Evangelio de este domingo nos ofrece dos ejemplos de lo que venimos comentando: La resurrección de la hija de Jairo, el jefe de la Sinagoga, que San Marcos se detiene a describirnos, y la curación de aquella mujer que padecía flujos de sangre, con solo tocar su manto.

          Ya S. Pedro, en casa de Cornelio, resumirá  la vida de Jesús diciendo: “Pasó haciendo el bien y curando a los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con Él” (Hch 10,38).

La segunda lectura nos presenta a S. Pablo organizando una colecta para la comunidad pobre de Jerusalén. Es el ejemplo de la lucha contra el mal que tiene que realizar todo verdadero discípulo de Cristo. Es más, esta es la señal de su autenticidad. Dios no quiere un mundo donde unos vivan muy bien y otros, muy mal, hasta morir de hambre; un mundo del trabajo dividido entre unos que tienen grandes sueldos, otros que cobran mucho menos y otros muchos, que van al “laberinto del paro”.

San Pablo nos señala hoy la formulación exacta: “Se trata de nivelar”.

Pero esto no se impone por la fuerza; sólo tiene la fuerza de la verdad.

 

¡FELIZ DÍA DEL SEÑOR!      


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DOMINGO 13º DEL TIEMPO ORDINARIO               

MONICIONES

   

PRIMERA LECTURA

         La lectura del Antiguo Testamento que ahora escucharemos, nos prepara para el Evangelio, donde Jesús aparecerá como Señor de la enfermedad y de la muerte y como amigo de la vida. 

SEGUNDA LECTURA

         S. Pablo escribe a los cristianos de la ciudad griega de Corinto, para preparar la colecta a favor de la comunidad pobre de Jerusalén. El mensaje de compartir con los que pasan necesidad, sigue siendo plenamente actual.

 

TERCERA LECTURA

         Aclamemos con el canto del aleluya a Cristo, el Señor, que pasa haciendo el bien a los que sufren. 

COMUNIÓN

         Jesús, el Señor, nos enseñó, con su palabra y ejemplo, a luchar contra el mal.

         Ahora en la Comunión nos da su fuerza y su gracia para que lo hagamos igualmente.

 


Publicado por verdenaranja @ 21:38  | Liturgia
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Comentario a la liturgia dominical por el P. Antonio Rivero, L.C. Doctor en Teología Espiritual, profesor y director espiritual en el seminario diocesano Maria Mater Ecclesiae de são Paulo (Brasil). España,23 de junio de 2015 (ZENIT.org)

Domingo 13 del Tiempo Ordinario - Ciclo B  

Textos: Sap 1, 13-15; 2, 23-24; 2 Co 8, 7.9.13-15; Mc 5, 21-43

Idea principal: El contacto de Cristo nos sana y nos salva.

Síntesis del mensaje: Siguen los milagros con que Jesús demuestra su condición divina. Si el domingo pasado calmaba la tempestad del lago, hoy se nos presenta como señor y liberador de la enfermedad y de la muerte. Y sólo con un toque. “Grande es el poder de Cristo, poder que no sólo habita en su alma, sino que del alma pasa al cuerpo, y del cuerpo redunda hasta el propio vestido” (San Hilario). Para ser curados de la enfermedad o de la muerte es necesario que seamos tocados por Cristo (hija de Jairo) o que nosotros lo toquemos con la fe y confianza (mujer hemorroísa).

Puntos de la idea principal:

En primer lugar, Dios se hizo hombre para entrar en contacto con nosotros1. Dios descendió hasta nosotros para poder tocarnos a nosotros y para que nosotros pudiéramos tocarlo a Él. El contacto con Cristo es nuestra salud: “Toda la gente quería tocarlo porque salía de él una fuerza que sanaba a todos”. La Encarnación fue justamente ese intento de Dios para tocar a la humanidad y sanarla, porque estaba herida por el pecado; pecado que provocó la enfermedad y la muerte. Las correrías apostólicas de Cristo durante su vida pública no fueron otra cosa que el grande deseo de tocar a los hombres con su Palabra confortadora, su gesto y su mirar misericordioso y sus milagros maravillosos que sanaban cuerpo y alma. La sangre que derramó en Getsemaní y en el Calvario purificó y fecundó nuestro suelo, sembrando la vida divina en nuestros corazones.

En segundo lugar, sabemos por el evangelio que no todos supieron tocar a Jesús ni se dejaron tocar por Jesús. Algunos sumos sacerdotes, fariseos y escribas quisieron tocar a Jesús desde su envidia e inquina, y no permitieron que la fuerza salvadora y sanadora de Cristo entrara en sus almas y las curase de su soberbia y orgullo. También hubo reyes –Herodes- y procuradores –Pilato- que intentaron tocar a Jesús sólo desde la razón de Estado; y nada consiguieron. Muchos de los que a Él acudían le quisieron tocar exteriormente sólo por pura curiosidad o conveniencia; a éstos tampoco les llegó la radiación del poder salvador de Cristo. Pero sabemos que hubo también bastantes que se acercaron a Cristo con la fe y la confianza, como Jairo y la hemorroísa, mujer considerada impura por sus semejantes hebreos, pues sufría de un extraño flujo desde hacía años. Y, ¿qué pasó? Obtuvieron la salud del cuerpo y del alma.

Finalmente, preguntémonos: ¿cómo y dónde podemos hoy tocar a Cristo y ser tocados por Él, y así ser curados? Hoy podemos tocar a Cristo en los sacramentos, en el hermano pobre que está en las periferias existenciales y en el hermano que vive a tu lado, en tu familia. Primero, en los sacramentos: en la Eucaristía tocamos ese Pan de vida que nos tonifica, nos alimenta, nos santifica. En la confesión tocamos a ese Cristo Médico que nos perdona, nos alienta, nos cura las llagas que dejó el pecado. En los demás sacramentos tocamos a Cristo que con su gracia bendice y eleva el matrimonio al nivel sobrenatural, haciendo a esos esposos reflejo fiel y fecundo de Cristo y la Iglesia; hace de ese hombre “otro Cristo”, un ministro ungido y consagrado; en la unción de enfermos, ese toque es todavía más visible y trepidante cuando el sacerdote derrama el óleo consagrado sobre la frente y las manos del enfermo. Segundo, podemos tocar a Cristo en nuestro hermano pobre que está en las periferias, como nos dice el Papa Francisco; tocarle con nuestra caridad misericordiosa, atenta y generosa, sin asco ni recelo. Y finalmente, podemos tocar a Cristo en ese prójimo que está a mi lado: mi esposo, mi esposa, mis hijos, mis parientes, amigos y vecinos…con la sonrisa, el perdón, el gesto servicial, la palabra amable, la palmadita en la espalda…

Para reflexionar: Así que si nosotros también queremos ser curados, toquemos por la fe la orla de Cristo. La hemorroísa del evangelio de hoy soy yo, que tantas veces se me va la vida a chorros, desangrándome por las calles y las plazas, buscándome a mí mismo, en lugar de amar a los que salen a mi encuentro; inmisericorde, enjuiciando, condenando… viviendo de las apariencias, del dinero, del ego. Yo soy esa mujer impura, esa mujer necesitada del perdón de Dios.

Para rezar: Señor, ten misericordia de mí, que soy un pecador. Tócame con tu gracia divina y cúrame. Aumenta mi fe para acercarme a tus sacramentos donde te toco en lo profundo de mi alma. Que con mi caridad lleve tu toque divino a mis hermanos.

 

Cualquier sugerencia o duda pueden comunicarse con el padre Antonio a este email: [email protected]

1 Saenz Alfredo, Palabra y Vida, Glaudius 1993, p. 195.


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Mi?rcoles, 24 de junio de 2015

Texto completo de la homilía del Santo Padre en la Plaza Vittorio de Turín. Ciudad del Vaticano,21 de junio de 2015 (ZENIT.org)

En la Oración Colecta hemos rezado: "Dona a tu pueblo, oh Padre, vivir siempre en la veneración y en el amor a tu santo nombre, porque tú nunca privas de tu gracia a los que has establecido en la roca de tu amor". Y las lecturas que hemos escuchado nos muestran cómo es este amor de Dios hacia nosotros: es un amor fiel, un amor que recrea todo, un amor estable y seguro.

El salmo nos ha invitado a agradecer al Señor "porque su amor es eterno". He aquí el amor fiel, la fidelidad: es un amor que no defrauda, que nunca falla. Jesús encarna este amor, es su testigo. Él nunca se cansa de amarnos, de soportarnos, de perdonarnos, y así nos acompaña en el camino de la vida, según la promesa que hizo a sus discípulos: "Yo estaré siempre con ustedes hasta el fin del mundo". Por amor se hizo hombre, por amor ha muerto y resucitado, y por amor está siempre a nuestro lado, en los momentos bonitos y en los difíciles. Jesús nos ama siempre, hasta el final, sin límites y sin medida. Y nos ama a todos, hasta el punto que cada uno de nosotros puede decir: 'Ha dado la vida por mí. ¡Por mí!' La fidelidad de Jesús no se rinde ni siquiera ante nuestra infidelidad. Nos lo recuerda san Pablo: "Si somos infieles, Él permanece fiel, porque no puede renegar de sí mismo". Jesús permanece fiel, aun cuando nos hemos equivocado, y nos espera para perdonarnos: Él es el rostro del Padre misericordioso. He aquí el amor fiel.

El segundo aspecto: el amor de Dios recrea todo, es decir, hace nuevas todas las cosas, como nos ha recordado la segunda lectura. Reconocer los propios límites, las propias debilidades, es la puerta que abre al perdón de Jesús, a su amor que puede renovarnos en lo profundo, que puede recrearnos. La salvación puede entrar en el corazón cuando nosotros nos abrimos a la verdad y reconocemos nuestras equivocaciones, nuestros pecados; entonces hacemos experiencia, esa bella experiencia de Aquel que ha venido, no para los sanos, sino para los enfermos, no para los justos, sino para los pecadores. Experimentamos su paciencia --¡tiene mucha!--, su ternura, su voluntad de salvar a todos. Y ¿cuál es la señal? La señal es que nos hemos vuelto ‘nuevos’ y hemos sido transformados por el amor de Dios. Es el saberse despojar de las vestiduras desgastadas y viejas de los rencores y de las enemistades, para vestir la túnica limpia de la mansedumbre, de la benevolencia, del servicio a los demás, de la paz del corazón, propia de los hijos de Dios. El espíritu del mundo está siempre buscando novedades, pero solo la fidelidad de Jesús es capaz de la verdadera novedad, de hacernos hombres nuevos, de recrearnos.

Finalmente, el amor de Dios es estable y seguro, como los peñascos rocosos que reparan de la violencia de las olas. Jesús lo manifiesta en el milagro narrado por el Evangelio, cuando aplaca la tempestad, mandando al viento y al mar. Los discípulos tienen miedo porque se dan cuenta de que no pueden con todo ello, pero Él les abre el corazón a la valentía de la fe. Ante el hombre que grita: '¡ya no puedo más!', el Señor sale a su encuentro, le ofrece la roca de su amor, a la que cada uno puede agarrarse, seguro de que no se caerá. ¡Cuántas veces sentimos que ya no podemos más! Pero Él está a nuestro lado, con la mano tendida y el corazón abierto.

Queridos hermanos y hermanas turineses y piamonteses, nuestros antepasados sabían bien qué quiere decir ser ‘roca’, qué quiere decir ‘solidez’. De ello da un bonito testimonio un famoso poeta nuestro: "Rectos y sinceros --dice--, aparentan lo que son: cabeza cuadrada, pulso firme e hígado sano, hablan poco, pero saben lo que dicen,
aunque caminan despacio, van lejos. Gente que no ahorra tiempo, ni sudor --raza nuestra libre y testaruda--. Todo el mundo conoce quiénes son y, cuando pasan… todo el mundo los mira".

Podemos preguntarnos, si hoy estamos firmes en esta roca que es el amor de Dios. Cómo vivimos el amor fiel de Dios hacia nosotros. Siempre existe el riesgo de olvidar ese amor grande que el Señor nos ha mostrado. También nosotros, los cristianos, corremos el riesgo de dejarnos paralizar por los miedos del futuro y de buscar seguridades en cosas que pasan, o en un modelo de sociedad cerrada que tiende a excluir, más que a incluir. En esta tierra han crecido tantos santos y beatos que han acogido el amor de Dios y lo han difundido en el mundo, santos libres y testarudos. Sobre las huellas de estos testigos, también nosotros podemos vivir la alegría del Evangelio, practicando la misericordia, podemos compartir las dificultades de mucha gente, de las familias, en especial de las más frágiles y marcadas por la crisis económica. Las familias tienen necesidad de sentir la caricia maternal de la Iglesia para ir adelante en la vida conyugal, en la educación de los hijos, en el cuidado de los ancianos y también en la transmisión de la fe a las jóvenes generaciones.

¿Creemos que el Señor es fiel? ¿Cómo vivimos la novedad de Dios que todos los días nos transforma? ¿Cómo vivimos el amor firme del Señor, que se pone como barrera segura contra las olas del orgullo y de las falsas novedades? El Espíritu Santo nos ayude a ser siempre conscientes de este amor ‘rocoso’, que nos vuelve estables y fuertes en los pequeños y grandes sufrimientos, nos hace capaces de no cerrarnos ante las dificultades, de afrontar la vida con valentía y mirar al futuro con esperanza. Como entonces en el lago de Galilea, también hoy en el mar de nuestra existencia, Jesús es aquel que vence las fuerzas del mal y las amenazas de la desesperación. La paz que Él nos dona es para todos; también para tantos hermanos y hermanas que huyen de guerras y persecuciones en busca de paz y libertad.

Queridísimos, ayer han festejado a la Bienaventurada Virgen de la Consolación --La Consola--, que está allí, pequeña y sólida, sin fastuosidades, como una buena madre. Encomendémosle a nuestra Madre el camino eclesial y civil de esta tierra. Ella nos ayude a seguir al Señor, para ser fieles, para dejarnos renovar todos los días y permanecer sólidos en su amor. Así sea.

(Texto traducido y transcrito del audio por ZENIT)


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Texto completo del discurso del Papa al mundo del trabajo. Ciudad del Vaticano,21 de junio de 2015 (ZENIT.org)

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

Saludo a todos ustedes, trabajadores, empresarios, autoridades, jóvenes y familias presentes en este encuentro, y les doy las gracias por sus intervenciones, que muestran un sentido de responsabilidad para hacer frente a los problemas causados por la crisis económica, y por haber dado testimonio de que la fe en el Señor y la unidad de la familia son de gran ayuda y apoyo.

Mi visita a Turín comienza con ustedes. Y en primer lugar quiero expresar mi cercanía a los jóvenes desempleados, a las personas que reciben una prestación social o están en situación de precariedad; pero también a los empresarios, a los artesanos y a todos los trabajadores de los diferentes sectores, sobre todo a los que tienen más dificultades para seguir adelante.

El trabajo no sólo es necesario para la economía, sino para la persona humana, para su dignidad, para su ciudadanía, y también para su inclusión social. Turín es históricamente un centro de atracción de trabajo, pero hoy está fuertemente afectado por la crisis: el trabajo que falta, han aumentado las desigualdades económicas y sociales, muchas personas se han empobrecido y tienen problemas con la vivienda, la salud, la educación y otros bienes básicos. La inmigración aumenta la competencia, pero los migrantes no deben ser culpados, porque son víctimas de la iniquidad, de esta economía que descarta y de las guerras. ¡Es lamentable ver el espectáculo de estos días, en los que los seres humanos son tratados como mercancía!

En esta situación estamos llamados a reafirmar el ‘no’ a una economía del descarte, que pide resignarse a la exclusión a quienes viven en la pobreza absoluta, en Turín casi una décima parte de la población. Se excluyen a los niños (¡natalidad cero!), se excluyen a los ancianos, y ahora se excluyen a los jóvenes (¡más del 40 por ciento de los jóvenes desempleados!). Lo que no produce se excluye a la manera de "usar y tirar".

Estamos llamados a reafirmar el ‘no’ a la idolatría del dinero, que nos impulsa a entrar a cualquier precio en el número de los pocos que, a pesar de la crisis, se enriquecen, sin tener en cuenta a muchos que se empobrecen, a veces hasta el hambre.

Estamos llamados a decir ‘no’ a la corrupción, tan difundida que parece una actitud, un comportamiento normal. Pero no con palabras, sino con hechos. ‘No’ a los acuerdos mafiosos, a las estafas, a los sobornos, y a este tipo de cosas.

Y solo así, uniendo las fuerzas, podemos decir ‘no’ a la inequidad que genera la violencia. Don Bosco nos enseña que el mejor método es el preventivo: también el conflicto social debe ser prevenido, y esto se hace con la justicia.

En esta situación, que no es solo turinesa, italiana, es global y compleja, no se puede simplemente esperar la “recuperación” --“esperamos la recuperación...”--. El trabajo es fundamental --se afirma desde el principio en la Constitución italiana-- y es necesario que el conjunto de la sociedad, con todos sus componentes, colaboren para que haya para todos y sea un trabajo digno para el hombre y la mujer. Esto requiere de un modelo económico que no esté organizado en función del capital y de la producción, sino más bien en función del bien común. Y hablando de las mujeres --de eso habló ella [la mujer que dio su testimonio]--, sus derechos deben ser protegidos con fuerza, porque las mujeres, quienes también llevan el mayor peso en el cuidado de la casa, los niños y los ancianos, siguen siendo discriminadas, también en el trabajo.

Es un gran reto que hay que afrontar con la solidaridad y la visión amplia; y Turín está llamada a ser una vez más la protagonista de una nueva era de desarrollo económico y social, con su tradición manufacturera y artesanal --pensemos, en el relato bíblico, que Dios ha hecho precisamente el artesano...--. Están llamados a esto: manufactura y artesanía, y al mismo tiempo con la investigación y la innovación.

Por eso es necesario invertir con valentía en la formación, tratando de cambiar la tendencia que ha visto caer en los últimos tiempos el nivel medio de educación, y a muchos jóvenes abandonar la escuela. Ella [dirigiéndose de nuevo a la trabajadora] iba a la escuela por la tarde, para poder ir adelante...

Hoy me gustaría unir mi voz a la de muchos trabajadores y empresarios para pedir que puede ser implementado también un “pacto social y generacional”, como ha indicado la experiencia del “Agora”, que están llevando a cabo en el territorio de la diócesis. Poner a disposición la información y los recursos, desde la perspectiva de “hacer juntos”, es un requisito previo para superar la difícil situación actual y construir una nueva identidad y adecuada a los tiempos y necesidades del territorio. Es el momento de reactivar la solidaridad entre las generaciones, para recuperar la confianza entre los jóvenes y los adultos. Esto también implica abrir posibilidades concretas de crédito para nuevas iniciativas, activar una constante orientación y apoyo en el trabajo, sostener el aprendizaje y la relación entre las empresas, la Escuela profesional y la Universidad.

Me gustó mucho que los tres hayan hablado de la familia, de los niños y de los abuelos. ¡No se olviden de esta riqueza! Los hijos son la promesa para llevar adelante este trabajo que señalaron, que recibieron de sus antepasados. Y los ancianos son la riqueza de la memoria. Una crisis no puede superarse, no podemos salir de la crisis sin los jóvenes, los chicos, los hijos y abuelos. Fuerza para el futuro, y memoria del pasado que nos muestra dónde se debe ir. No se olviden de esto, por favor. Los hijos y los abuelos son la riqueza y la promesa de un pueblo.

En Turín y en su territorio todavía hay un importante potencial de inversión para la creación de empleo: la ayuda es necesaria, pero no es suficiente. Se necesita promoción, para regenerar la confianza en el futuro.

Estas son algunas de las principales cosas que quería decirles. Añado una palabra que no quisiera que fuese retórica, por favor: ¡ánimo! No significa paciencia, resígnense. No, no, no significa esto. Sino al contrario, significa: osen, sean valientes, ¡vayan  adelante! ¡Sean creativos! ¡Sean artesanos todos los días, artesanos del futuro! Con la fuerza de aquella esperanza que nos da el Señor que jamás defrauda, pero que también necesita de nuestro trabajo. Por esto rezo y los acompaño con todo mi corazón. El Señor los bendiga a todos y que la Virgen los proteja. Y, por favor, les pido que recen por mí. ¡Gracias!


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Lunes, 22 de junio de 2015
Alocución de monseñor José María Arancedo, arzobispo de Santa Fe de la Vera Cruz para el domingo 22 de junio de 2015.(AICA)

Día del Padre
 
Celebramos con gratitud el Día del Padre. Todos nos sentimos deudores en este día. Que importante que este día sirva, además, para valorar esta vocación única que integra dimensiones humanas, espirituales y sociales. Las acciones del hombre, en cuanto ser racional, espiritual y libre, tienen un significado que hacen de ella algo personal y creativo. Como a toda vocación hay que vivirla como un don que da fundamento, alegría y responsabilidad al desarrollo de una vida. La vocación no es una profesión para un tiempo que yo determino y manejo, sino que es ella la que orienta, compromete y da sentido mi vida.

La paternidad es un bien que la familia y la misma sociedad deben valorar y cuidar, en su propia y rica individualidad. Paternidad y maternidad forman una unidad que hay que saber distinguir en su riqueza, individualidad y complementariedad.

Creo importante que estos días del padre, de la madre, del niño o de los abuelos, no queden absorbidos por lo inmediato de un día y un regalo, con mucho de comercial, sino que sean días de gratitud, creatividad y docencia. Cada época vive como propia, en el hoy de su cultura, esta realidad siempre antigua y siempre nueva que es una verdad y un desafío, una tarea que debemos asumir y recrear. Esto nos debe llevar a tener en cuenta aquellos valores permanentes en el hoy de nuestra cultura. La ruptura es ajena a la creatividad. Lo nuevo reconoce raíces, lo novedoso ocupa un lugar efímero. Vivimos el peligro de una cultura de lo novedoso. ¡Qué triste, y cuánta orfandad va dejando esa mentalidad, cuando avanza sobre realidades fundantes en la vida de la humanidad!

Siempre recuerdo la sabia reflexión de Aparecida sobre La responsabilidad del varón y padre de familia: “El varón, desde su especificidad, está llamado por el Dios de la vida a ocupar un lugar original y necesario en la construcción de la sociedad, en la generación de la cultura y en la realización de la historia” (Ap. 459). Esto me lleva a decirles con respeto y estima a los padres de hoy, lo que san Juan Pablo II les decía a las familias acerca de su responsabilidad: Padre, sé lo que eres. Considero necesario, por ello, hablar de una escuela o formación permanente de padres. Pero también, qué importante que la familia, su familia, reconozca y valore su presencia. Uno mi gratitud, homenaje y oración por todos nuestros padres, muchos ya ausentes pero presentes en nuestra vida y afecto.

Reciban de su obispo, junto a mi afecto y oraciones, mi bendición en el Señor.

Mons. José María Arancedo, arzobispo de Santa Fe de la Vera Cruz

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XII Domingo Ordinario por Mons. Enrique Díaz Díaz. San Cristóbal de las Casas,19 de junio de 2015 (ZENIT.org)

Vamos a la otra orilla

 

Job 38, 1. 8-11: “Aquí se romperá la arrogancia de tus olas”. Salmo 106: “Demos gracias al Señor por sus bondades” II Corintios 5, 14-17: “Ya todo es nuevo” San Marcos 4, 35-41: “¿Quién es éste, a quien el viento y el mar obedecen?”

“El Gera” siempre ha sido un joven atrevido, inquieto y dispuesto a la aventura. Arriesgarse en una de las nuevas tirolesas que han proliferado en los diversos sitios turísticos de Chiapas, no representaba ningún problema para él. Le explicaron claramente: debía dejarse llevar por la inclinación de la cuerda y la fuerza propia de la tirolesa, solamente cuando ya fuera a llegar, oprimiría fuertemente el pequeño madero que servía de freno para no llegar demasiado atrabancado. Pero… cuando iba a medio tramo, lo invadió el miedo, oprimió el madero y quedó suspendido sobre el impresionante barranco, ni para atrás ni para adelante. El pánico a la altura y el peligro de pasar de largo, lo hicieron quedarse colgado a la mitad. Quizás a nosotros el miedo a ser generosos, a abrirnos a los demás, a arriesgarnos hacia la otra orilla, nos deja colgados en medio de nuestros egoísmos.

Ir a la otra orilla siempre es un reto. Lo hemos escuchado constantemente en las palabras del Papa Francisco enviándonos a las periferias, a las otras orillas, a los diferentes. Nos gustan sus palabras, las alabamos, pero continuamos anclados en la orilla de nuestras seguridades y comodidad. Por eso la importancia de este texto con todo lo que implica. Se inicia con la intención de Jesús de cruzar el lago de Genesaret para ir a la otra orilla, es decir, ir hacia el espacio dominado por las fuerzas malignas según la mentalidad judía. Atrás se queda la Galilea amable y familiar, donde Jesús ya es conocido. Al otro lado se encuentran los paganos, cercanos en distancia, pero muy distantes en cultura. La principal oposición no sé si la encuentren en su interior o si la encuentran en la tormenta que les impide seguir adelante y amenaza con hundirlos en las aguas. El mar es considerado por los israelitas de ese tiempo no solamente con sus peligros naturales, de un lago con fuertes y violentas tormentas, diferentes a las del mar abierto pero capaces de volcar las frágiles barcazas; sino que el mar es considerado también como símbolo de todas las fuerzas oscuras, de lo desconocido, de lo que traga y doblega. Entonces produce mucho más miedo que el que pueden superar unos experimentados pescadores. Pasar a la otra orilla con Jesús, implica dejar la orilla de las seguridades y de la tranquilidad, anunciar su Reino, seguir sus huellas. Dejar comodidades, confort y bienestar. Es arriesgarse, aventurarse a buscar un mundo diferente. Y esto nos causa miedo, miedo al fracaso, miedo al dolor y al sufrimiento. Pero ahí está la invitación de Jesús: “Vamos a la otra orilla”.

Fuertes y desafiantes son la imágenes que el Papa utiliza para que tratar de sacudirnos de nuestras seguridades y nos arriesguemos en la aventura de evangelizar: “Se desarrolla en una Iglesia dormida la psicología de la tumba, que poco a poco convierte a los cristianos en momias de museo, que apolillan el dinamismo apostólico. ¡No nos dejemos robar la alegría evangelizadora!”. Seguir a Jesús es aventurarse en un mundo nuevo, incierto, lleno de peligros, pero siempre con su presencia. Hoy podemos poner delante de Jesús todos nuestros miedos, incluidos aquellos que nos resulta humillante reconocer: nuestro miedo a la verdad, al fracaso, a lo desconocido, a los sentimientos, al cambio. Jesús, el aparentemente dormido, sabe de nuestros miedos y limitaciones y aún así nos invita a seguirlo y nos hace partícipes de su aventura. Nos da miedo la verdadera pobreza, el hambre, el ridículo y tantas otras cosas que nos atan y nos mantienen inactivos. La pregunta de Jesús, después de apaciguada la tormenta, a sus discípulos, va también para nosotros: “¿Por qué tenían tanto miedo? ¿Aún no tienen fe?” Jesús pide confianza absoluta en Él. No tanto en su poder, ya que no ha venido a ejercer poder. Quien cree en Él participa de su experiencia de amor, de pobreza, de perdón y de entrega. Éste es quien vence a las fuerzas que parecían invencibles del pecado, del egoísmo y de la muerte.

Quizás hemos confiado demasiado en nuestras destrezas y en nuestras fuerzas y cuando la tormenta arrecia, nos sentimos impotentes. Ser discípulo de Jesús implica embarcarse con Él en la misma aventura, romper las amarras, a pesar de nuestros miedos, y emprender la travesía con Jesús a bordo. Estar bien conscientes de quién está a nuestro lado y seguir navegando para que podamos llegar a la otra orilla. Tenemos que reflexionar y descubrir la raíz de nuestros miedos, sobre todo aquellos que nos mantienen inactivos e indiferentes ante los problemas de los hermanos. Aquellos miedos que nos han impedido arriesgarnos en la construcción del Reino, las amarras que nos atan y nos dejan anclados en la orilla. Debemos romper las amenazas que están destruyendo la comunidad: la injusticia, la violencia y la corrupción. Con Cristo venceremos la tentación de caer en el pesimismo y de abandonarnos a los vientos de la resignación. Debemos dar rumbo a la barca de nuestra Iglesia y de nuestras comunidades. También para nosotros hoy Jesús se hace presente.

Escuchemos las palabras de Jesús retándonos a ir a la otra orilla: la orilla del hermano, la orilla del que sufre, la orilla del diferente. Rompamos la rutina y los miedos. Seamos muy conscientes que Jesús navega en la misma barca que nosotros y si Él viene en nuestra compañía, nada podrá derrotarnos. ¿A qué le tenemos miedo? ¿Son razonables nuestros miedos? ¿Qué hemos dejado de hacer por miedo y después nos hemos arrepentido? ¿Qué nos dicen las palabras de Jesús en estos días, en nuestros tiempos y circunstancias? ¿Cómo podemos fortalecer nuestra esperanza?

Padre Bueno, te pedimos que nos hagas apasionados discípulos de Jesús, de modo que podamos vencer nuestros miedos y sepamos transmitir a nuestros hermanos, con la palabra y con las obras, la esperanza que nos ha dado. Amén.


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S?bado, 20 de junio de 2015

Felipe Arizmendi Esquivel, obispo de San Cristóbal de Las Casas:  'Una ley civil en México no puede cambiar la naturaleza humana'. San Cristóbal de las Casas,17 de junio de 2015 (ZENIT.org)

Eso no es matrimonio

 VER

La Suprema Corte de Justicia de la Nación determinó algo que nos preocupa mucho y que no podemos dejar de comentar. Indicó: "La Ley de cualquier entidad federativa que, por un lado, considere que la finalidad del matrimonio es la procreación y/o que lo defina como el que se celebra entre un hombre y una mujer, es inconstitucional". Se ordenó la publicación de esta jurisprudencia, que tendrá que ser acatada por todos los jueces del país y ser tomada en cuenta en todas las legislaciones locales.

Dicen los Ministros que definir el matrimonio como la unión entre un hombre y una mujer, constituye una "enunciación discriminatoria en su mera expresión", pues afirman que "bajo ninguna circunstancia se puede negar o restringir a nadie un derecho con base en su orientación sexual".

Ante esta determinación, lo primero que debo decir es que una ley civil no puede cambiar la naturaleza humana; una decisión jurídica como la presente, no elimina la diferencia de sexos, en su sentido físico y psíquico. Los Ministros, con su visión legalista, quieren hacer a un lado lo que es obvio: un hombre no fecunda ni complementa a otro hombre, ni una mujer a otra mujer. Esto no es cuestión de religión, sino de configuración de la misma naturaleza humana.

Es verdad que a nadie se le puede prohibir cohabitar con quien quiera, del sexo que sea; a nadie se le puede impedir que conviva, incluso sexualmente, con quien sea de su misma orientación sexual. Dios nos hizo libres, incluso para pecar, para destruirnos, para degradarnos. Debemos, por ello, respetar a todo mundo y a nadie discriminar, sea de la tendencia sexual que sea. Es pecado despreciar o condenar a alguien por la forma como vive su género; toda homofobia es reprobable. Pero eso de identificar lo que en todas las culturas se ha entendido por matrimonio, como la unión entre un hombre y una mujer, con cualquier otra cohabitación sexual, es tener una visión muy simplista, acomodaticia y legalista; es carecer de bases morales sólidas y permanentes; es querer cambiar la configuración sexuada de la humanidad. A esas cohabitaciones se les puede llamar como quieran, pero no es un matrimonio, como lo hemos entendido en todos los tiempos y en todas las culturas. 

PENSAR

El apóstol Pablo tiene expresiones muy duras contra quienes, desde aquellos tiempos, desviaban el buen uso de su naturaleza: “Desde el cielo nos amenaza la indignación de Dios por todas las maldades e injusticias de aquellos que sofocan la verdad con el mal... Se perdieron en sus razonamientos y su conciencia cegada se convirtió en tinieblas… Por eso Dios dejó que fueran presa de pasiones vergonzosas: ahora sus mujeres cambian sus relaciones sexuales por relaciones contra la naturaleza. Los hombres, así mismo, dejan la relación natural con la mujer y se apasionan los unos por los otros; practican torpezas varones con varones, y así reciben en su propia persona el castigo merecido por su aberración. Ya que juzgaron inútil conocer a Dios, Dios a su vez los abandonó a los errores de su propio juicio, de tal modo que hacen absolutamente todo lo que es malo” (Rom 1,18-28).

No faltará quien diga que recordar esto es una incitación a la homofobia y nos amenace con la ley que protege a quienes van por caminos distintos. Nada de eso. Una cosa es tener en cuenta la Palabra de Dios que nos señala la verdad y el bien, para quien quiera seguirla, y otra incitar a la violencia. Por otra parte, la ley civil nos protege también a los ministros de culto, pues “las asociaciones religiosas tendrán derecho a … propagar su doctrina” (Ley de Asociaciones Religiosas y Culto Público, Artículo 9, III). 

ACTUAR

Diga lo que diga la Suprema Corte, los cristianos tenemos un camino más seguro. Nosotros nos basamos, como criterio último, en lo que dice la Palabra de Dios. Si otros no la quieren seguir, los respetamos; pero los creyentes hemos de obedecer a Dios antes que a los hombres. Nuestra moral y nuestros criterios no dependen del vaivén de los tiempos, sino que se asientan en lo que está inscrito por Dios en la misma conformación de los seres humanos: hay sólo hombres y mujeres, no hay otros sexos.


Publicado por verdenaranja @ 21:22  | Hablan los obispos
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Texto completo de la catequesis del Papa en la audiencia del miércoles 17 de junio de 2015 (ZENIT.org)

Queridos hermanos y hermanas, buenos días. 

Durante el recorrido de catequesis sobre la familia, hoy tomamos directamente la inspiración en el episodio narrado por el evangelista Lucas, que acabamos de escuchar (cfr Lc 7, 11-15). Es una escena muy co_nMovedora, que nos muestra la compasión de Jesús por quien sufre --en este caso un viuda que ha perdido a su único hijo -- y nos muestra también el poder de Jesús sobre la muerte.

La muerte es una experiencia que afecta a todas las familias, sin ninguna excepción. Forma parte de la vida y, cuanto toca los afectos familiares, la muerte nunca nos parecerá natural. Para los padres, sobrevivir a los propios hijos es algo particularmente desgarrador, que contradice la naturaleza elemental de las propias relaciones que dan sentido a la familia misma. La pérdida de un hijo o de una hija es como si parase el tiempo: se abre un abismo que se traga el pasado y también el futuro.

La muerte, que se lleva al hijo pequeño o joven, es una bofetada a las promesas, a los dones y sacrificios de amor alegremente entregados a la vida que hemos hecho nacer. Tantas veces vienen a misa a Santa Marta padres con la foto de un hijo, una hija, niño, muchacho, muchacha y me dicen: “se fue”.

La mirada tiene tanto dolor. La muerte toca y cuando es un hijo toca profundamente. Toda la familia queda como paralizada, enmudecida. Y algo similar sufre el niño que se queda solo, por la pérdida de un padre, o de ambos. Esa pregunta: -“¿Dónde está papá?” “¿Dónde está mamá?”.
- Está en el cielo.
- “¿Pero por qué no lo veo?”.
Esta pregunta que cubre una angustia en el corazón del niño o la niña. Se queda solo. El vacío del abandono que se abre dentro de él es aún más angustiante por el hecho que no tiene ni siquiera la experiencia suficiente para dar un nombre a aquello que ha sucedido. “¿Cuándo vuelve papá?” “¿Cuándo vuelve mamá?” ¿Qué se responde? Y el niño sufre. Y así es la muerte en familia.

En estos casos la muerte es como un agujero negro que se abre en la vida de las familias y al que no sabemos dar ninguna explicación. Y a veces se llega incluso a culpar a Dios.Pero cuánta gente, yo les entiendo, se enfada con Dios, blasfema, “¿por qué me has quitado al hijo, la hija? Pero Dios no está, no existe. ¿Por qué ha hecho esto?”.

Muchas veces hemos escuchado esto, pero esta rabia es un poco lo que viene del corazón, del dolor grande. La pérdida de un hijo, una hija, del papá, de la mamá, es un gran dolor. Y esto sucede continuamente en las familias. En estos casos la muerte es como un agujero.

Pero la muerte física tiene “cómplices” que son también peores que ella, y que se llaman odio, envidia, soberbia, avaricia; en resumen, el pecado del mundo que trabaja para la muerte y la hace aún más dolorosa e injusta. Los afectos familiares aparecen como las víctimas predestinadas e indefensas de estos poderes auxiliares de la muerte, que acompañan la historia del hombre.

Pensemos en la absurda “normalidad” con la cual, en ciertos momentos y en ciertos lugares, los eventos que añaden horror a la muerte son provocados por el odio y la indiferencia de otros seres humanos. ¡El Señor nos libre de acostumbrarnos a esto!

En el pueblo de Dios, con la gracia de su compasión donada en Jesús, muchas familias demuestran con los hechos que la muerte no tiene la última palabra. Y esto es un verdadero acto de fe. Todas las veces que la familia en luto --también terrible-- encuentra la fuerza de cuidar la fe y el amor que nos unen a los que amamos, impide ya ahora, a la muerte, llevarse todo.  

La oscuridad de la muerte se afronta con un trabajo más intenso de amor. “¡Dios mío, aclara mis tinieblas!”, es la invocación de la liturgia de la noche. En la luz de la Resurrección del Señor, que no abandona a ninguno de los que le ha confiado el Padre, podemos quitar a la muerte su “aguijón” como decía el apóstol Pablo (1 Cor 15,55); podemos impedir que nos envenene la vida, hacer vanos nuestros afectos, hacernos caer en el vacío más oscuro.

En esta fe, podemos consolarnos el uno al otro, sabiendo que el Señor ha vencido a la muerte una vez por todas. Nuestros seres queridos no han desaparecido en la oscuridad de la nada: la esperanza nos asegura que ellos están en las manos buenas y fuertes de Dios. El amor es más fuerte que la muerte.

Por esto el camino es hacer crecer el amor, hacerlo más sólido, y el amor nos cuidará hasta el día en el que la lágrima será secada, cuando “no habrá más muerte, ni luto, ni lamento, ni pena” (Ap 21,4). Si nos dejamos sostener por esta fe, la experiencia del luto puede generar una más fuerte solidaridad de los vínculos familiares, una nueva apertura al dolor de otras familias, una nueva fraternidad con las familias que nacen y renacen en la esperanza. Nacer y renacer en la esperanza, esto nos da la fe.

Pero yo quisiera subrayar la última frase del Evangelio que hoy hemos escuchado. Después que Jesús trae de nuevo a la vida a este joven, hijo de la mamá que era viuda, dice el Evangelio: “Jesús lo devolvió a su madre”. ¡Y ésta es nuestra esperanza! ¡Todos nuestros seres queridos que se han ido, todos, el Señor los restituirá a nosotros y con ellos nos encontraremos juntos y esta esperanza no decepciona! Recordemos bien este gesto de Jesús; “Y Jesús lo restituyó a su madre”. ¡Así hará el Señor con todos nuestros seres queridos de la familia!

Esta fe, esta esperanza, nos protege de la visión nihilista de la muerte, como también de las falsas consolaciones del mundo, de modo que la verdad cristiana no “corra el riesgo de mezclarse con mitologías de varios géneros cediendo a los ritos de la superstición, antigua o moderna” (Benedicto XVI, Ángelus del 2 de noviembre 2008).

Hoy es necesario que los Pastores y todos los cristianos expresen de manera más concreta el sentido de la fe en relación a la experiencia familiar del luto. No se debe negar el derecho al llanto - ¡debemos llorar en el luto! También Jesús “rompió a llorar” y estaba “profundamente turbado” por el grave luto de una familia que amaba (Jn 11,33-37).

Podemos más bien tomar del testimonio simple y fuerte de tantas familias que han sabido captar, en el durísimo pasaje de la muerte, también el seguro pasaje del Señor, crucificado y resucitado, con su irrevocable promesa de resurrección de los muertos. El trabajo del amor de Dios es más fuerte del trabajo de la muerte. ¡Es de aquel amor, es precisamente de aquel amor, que debemos hacernos “cómplices” activos con nuestra fe!

Y recordemos aquel gesto de Jesús: “Y Jesús lo restituyó a su madre”, así hará con todos nuestros seres queridos y con nosotros cuando nos encontraremos, cuando la muerte será definitivamente vencida en nosotros. Ella está vencida por la cruz de Jesús. ¡Jesús nos restituirá en familia a todos! Gracias.

Texto traducido y transcrito desde el audio por ZENIT

(RLG) (HSM)


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Viernes, 19 de junio de 2015

Reflexión a las lecturas del domingo duodécimo del Tiempo Ordinario - B ofrecida por el sacerdote Don Juan Manuel Pérez Piñero bajo el epígrafe "ECOS DEL DÍA DEL SEÑOR"

 Domingo 12º del T. Ordinario B   

Nos dicen que es fácil y frecuente un huracán en el Lago de Galilea. Aquello tuvo que ser muy fuerte: “las olas rompían contra la barca hasta casi llenarla de agua”. Los discípulos luchan contra el mar embravecido, mientras Jesús dormía. Hasta que lo despiertan agobiados y llenos de miedo: “¿No te importa que nos hundamos?”

 “Se puso en pie, increpó al viento y dijo al Lago: silencio, cállate. El viento cesó y vino una gran calma”. ¡Impresionante!

Era lógico que los discípulos se quedaran espantados, y se dijeran unos a otros: “¿Quién es éste? ¡Hasta el viento y las aguas le obedecen!”

Nosotros los cristianos sabemos perfectamente quién es. Éste es el Hijo de Dios, el que crea y domina al mar, como recordamos en la primera lectura.

Por eso reprocha a los discípulos: “¿Por qué sois tan cobardes? ¿Aún no tenéis fe?”

         Con hechos y palabras Jesús les va adentrando en el camino de la fe. Y ellos, poco a poco, se van abriendo al misterio.

         Aquella barca simboliza nuestra vida y la vida de la Iglesia, que surca el mar de la historia. Y aprendemos aquí la importancia de recordar y vivir siempre, que en la embarcación de nuestra vida y de la vida de la Iglesia, va el Señor.

         Nos dice el Evangelio que otras barcas le acompañaban. Pero, en una de ellas, iba el Señor, aunque fuera dormido.

         A todos nos hace sufrir el “sueño de Jesús”, el “silencio de Dios” ¡Tantas veces parece que está dormido! ¡Que no está! Y nos hacemos muchas preguntas.

         Pero podemos despertarle… Incluso, de un modo en que no nos reproche nuestra falta de fe. ¡Lo fundamental es que el Señor vaya en la barca!

         Recuerdo aquel canto que dice: “Cristo está conmigo, junto a mi va el Señor, me acompaña siempre, en mi vida, hasta el fin”. Y las estrofas van diciendo: Ya no temo, Señor, la tristeza, la soledad, la noche, la muerte y la eternidad…

         También en el salmo 22 proclamamos: “Aunque camine por cañadas oscuras, nada temo porque tú vas conmigo”.

         Me parece que los espacios de oración y de Eucaristía, son fundamentales a la hora de vivir esta dimensión de nuestra vida de cristiana.        

                                                        ¡FELIZ DÍA DEL SEÑOR! 


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DOMINGO 12º DEL T. ORDINARIO B  

MONICIONES 

 

PRIMERA LECTURA

         Escuchamos en esta primera lectura un fragmento breve del libro de Job, que nos prepara para escuchar el Evangelio. Hay que estar muy atentos para captar su mensaje. En esta lectura se nos presenta a Dios como dominador de las fuerzas de la naturaleza, concretamente del mar. En el Evangelio veremos como Jesús domina también las olas del mar, para salvar a sus discípulos. 

 

SEGUNDA LECTURA

         Escuchemos ahora unas palabras de S. Pablo inspirado por el Espíritu Santo, y que, por ello, son palabra de Dios. En ellas nos habla de la vida nueva que Jesucristo nos ha dado y de las exigencias que eso lleva consigo. 

 

TERCERA LECTURA

Aclamemos ahora con el canto del aleluya a Cristo el Señor que tiene poder sobre el viento y las olas del Lago de Galilea.        

 

COMUNIÓN

         Los santos Padres nos enseñaron que aquel poder con el que Jesucristo realizaba los grandes milagros ha pasado ahora a los sacramentos de la Iglesia.

         En la Comunión, Jesús, el Señor, nos alimenta con su mismo Cuerpo y Sangre, para que tengamos fuerza sobreabundante en nuestras luchas de cada día.        


Publicado por verdenaranja @ 18:20  | Liturgia
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 Reflexión de josé Antonio pagola al evanmgelio del domingo duodécimo del Tiempo ordinario -B 

¿POR QUÉ SOMOS TAN COBARDES? 

«¿Por qué sois tan cobardes? ¿Aún no tenéis fe?». Estas dos preguntas que Jesús dirige a sus discípulos no son, para el evangelista Marcos, una anécdota del pasado. Son las preguntas que han de escuchar los seguidores de Jesús en medio de sus crisis. Las preguntas que nos hemos de hacer también hoy: ¿Dónde está la raíz de nuestra cobardía? ¿Por qué tenemos miedo ante el futuro? ¿Es porque nos falta fe en Jesucristo?

El relato es breve. Todo comienza con una orden de Jesús: «Vamos a la otra orilla». Los discípulos saben que en la otra orilla del lago Tiberíades está el territorio pagano de la Decápolis. Un país diferente y extraño. Una cultura hostil a su religión y creencias.

De pronto se levanta una fuerte tempestad, metáfora gráfica de lo que sucede en el grupo de discípulos. El viento huracanado, las olas que rompen contra la barca, el agua que comienza a invadirlo todo, expresan bien la situación: ¿Qué podrán los seguidores de Jesús ante la hostilidad del mundo pagano? No solo está en peligro su misión, sino incluso la supervivencia misma del grupo.

Despertado por sus discípulos, Jesús interviene, el viento cesa y sobre el lago viene una gran calma. Lo sorprendente es que los discípulos «se quedan espantados». Antes tenían miedo a la tempestad. Ahora parecen temer a Jesús. Sin embargo, algo decisivo se ha producido en ellos: han recurrido a Jesús; han podido experimentar en él una fuerza salvadora que no conocían; comienzan a preguntarse por su identidad. Comienzan a intuir que con él todo es posible.

El cristianismo se encuentra hoy en medio de una «fuerte tempestad» y el miedo comienza a apoderarse de nosotros. No nos atrevemos a pasar a la «otra orilla». La cultura moderna nos resulta un país extraño y hostil. El futuro nos da miedo. La creatividad parece prohibida. Algunos creen más seguro mirar hacia atrás para mejor ir adelante.

Jesús nos puede sorprender a todos. El Resucitado tiene fuerza para inaugurar una fase nueva en la historia del cristianismo. Solo se nos pide fe. Una fe que nos libere de tanto miedo y cobardía, y nos comprometa a caminar tras las huellas de Jesús.

José Antonio Pagola 

12 Tiempo Ordinario – B (Marcos 4,35-40)

Evangelio del 21/06/15

Publicado el 15/ jun/ 2015

por Coordinador Grupos de Jesús


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Comentario a la liturgia dominical por el  P. Antonio Rivero, L.C. Doctor en Teología Espiritual, profesor y director espiritual en el seminario diocesano Maria Mater Ecclesiae de são Paulo (Brasil). Brasil,16 de junio de 2015 (ZENIT.org)

Domingo 12 del Tiempo Ordinario   Ciclo B   

Textos: Job 38, 1.8-11; 2 Co 5, 14-17; Mc 4, 35-41

Idea principal: En la vida atravesamos por tempestades.

Síntesis del mensaje: En la tradición de los pueblos de Oriente Medio el mar ha sido siempre el lugar de las fuerzas caóticas del mal, opuestas a Dios. Jesús deja la orilla de Cafarnaum para pasar a la otra orilla, a la costa occidental del lago de Galilea, que en la época era territorio no judío, y, por tanto, tierra de paganos. En medio de la travesía del mar se levanta un fuerte temporal, como si las fuerzas del mal quisieran obstaculizar la difusión del evangelio del Reino de Dios. Cristo pide fe en su divinidad y confianza.

Puntos de la idea principal:

En primer lugar, Job en la primera lectura experimentó la tormenta en su vida. Dios le probó. Pruebas: La inmensa pérdida de Job en cuanto a cosas terrenales, la prueba física en su cuerpo, su matrimonio se iba desmoronando, perdió su buena reputación. ¿Cómo reaccionó Job a estas pruebas? Quedó aferrado a su Señor, a pesar de que el Señor primero no respondió a su oración y aparentemente no le hizo llegar ninguna ayuda. Dijo: "¿Qué? ¿Recibiremos de Dios el bien, y el mal no lo recibiremos?" (2, 10). La nave de la vida de Job estaba anclada en su Dios. Ninguna tormenta podía alejarlo de Él. El Señor era el primero en su vida. ¡El oscuro propósito que Satanás tenía para Job, al fin y al cabo llevó a la glorificación del Señor, pues Job siguió aferrado a su Dios! Aún más, triunfalmente exclamó en esos momentos: "Yo sé que mi Redentor vive". Cuando ya no quedó nada en la vida de Job, permanecieron aún el Señor y él mismo. ¡Qué íntima llegó a ser su comunión con su Señor a través de esta prueba y tormenta!

En segundo lugar, los apóstoles también experimentaron la tormenta en la barca, llevando a Jesús en ella. Las últimas parábolas que ha narrado Marcos mostraban la fuerza del crecimiento irresistible del Reino. Ahora la escena cambia radicalmente: describe una situación comprometida de los discípulos. Todo produce cierta grima: se ha hecho oscuro; se levanta de pronto un fuerte temporal y las olas rompen contra la frágil barca que se va llenando de agua. El grupo -la comunidad- corre peligro, vive una situación límite; en cualquier momento se puede hundir. Mientras tanto Jesús “duerme” en el puesto del timonel, desde donde se marca el rumbo de la nave. Jesús no se siente amenazado, no ha perdido la paz. En cambio, los discípulos medio histéricos gritan y van de un lado a otro, intentando salvar la piel... ¡y Jesús “duerme”! ¿Cómo es que se desentiende? ¿Tan poco le importan sus seguidores? Esta actitud de Jesús recuerda aquel sembrador de la parábola que duerme mientras la semilla hace su trabajo. Pero los discípulos no piensan en aquella parábola, de tan asustados, amedrentados y alarmados como están. Y despiertan a Jesús recriminándole que los abandone en aquel momento de riesgo extremo: “¿No te importa que nos hundamos?”. Los discípulos -y también nosotros- aún tienen el corazón endurecido; les cuesta abrirse con fe a la persona de Jesús. Les cuesta entender que Jesús no duerme, sino que sabe vivir siempre, en la tempestad y en la bonanza, en la certeza de estar siempre en las buenas manos del Dios que es todo Amor. Aprender a hacer esta experiencia, no sólo quedan reducidas las dificultades, sino que se aprende a ser discípulo.

Finalmente, nosotros, al igual que la Iglesia, no nos escaparemos de las diversas tormentas que Dios o quiere o permite en nuestra vida. Han pasado más de 2000 años desde que Jesucristo fundó la Iglesia. Han pasado más de 2000 años de cristianismo y parece que todo se viene abajo; parece que las nuevas doctrinas religiosas están tomando el puesto de la Iglesia, pero no es así. La Iglesia parece naufragar en la tempestad del mundo y en los problemas que se le presentan; pero cada vez que los hombres dudamos se alza una voz que parece despertar de un largo sueño: “¡No temáis, tened fe!”.  Y el mar vuelve a la calma; la barca de Pedro sigue su rumbo a través de los años, los siglos y los milenios. Cristo no está lejos de nosotros; duerme junto al timón, para que cuando nuestra fe desfallezca, cuando estemos tristes y desamparados, Él toma el timón de nuestra vida. Además en el mar de nuestra vida brilla una estrella; relampaguea en el cielo de nuestra alma la estrella de María, para que no perdamos el rumbo. ¡Cuántas situaciones de angustia, de peligro vivimos! Incomprensión, crisis familiar o comunitaria, fracaso de la evangelización, enfriamiento del compromiso, escándalos, fuerzas incontrolables del mal, ideologías de todo tipo, etc. A veces las comunidades tenemos la sensación de estar perdidas, de ir a la deriva, de haber perdido el norte... y no entendemos el silencio de Dios.

Para reflexionar: Dedica un buen tiempo a hacer silencio en tu interior, a buscar la calma en medio de tantas preocupaciones, temores, incertidumbres. ¿Cuáles son tus tempestades? Como Jesús, ponte en las manos del buen Dios que es todo Amor. Haz un acto de fe en Jesús que ocupa el lugar del Dios que es todo Amor en tu comunidad o familia. Él está presente, no nos ha abandonado, ¿qué podemos temer? Pide saber vivir en la confianza. Pide la fuerza interior para aguantar los golpes de la vida, los vacíos, la falta de sentido, el miedo a seguir a Jesús... todo lo que dificulta verdaderamente la fe. Adhiérete a la persona de Jesús; Él nos libera de las parálisis y nos hace actuar para que pueda seguir liberando a muchos otros de cualquier tipo de parálisis y desconfianza.

Para rezar: Señor, aumenta mi fe y mi confianza en Ti, que llevas la barca de mi vida. Permíteme gritarte en la oración cuando Tú te me duermas y venga la tempestad de la prueba, del dolor, del mal, del silencio de Dios, de la crisis de fe, del miedo. Señor, en Ti confío.

Cualquier sugerencia o duda pueden comunicarse con el padre Antonio a este email: [email protected]


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Mi?rcoles, 17 de junio de 2015

Texto completo del ángelus del 14 de junio de 2015.  (ZENIT.org)

«Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días! El evangelio de hoy está formado por dos parábolas muy breves: la de la semilla que germina y crece por sí, y la del grano de mostaza (cfr Mc 4,26–34).

A través de estas imágenes tomadas del mundo rural, Jesús presenta la eficacia de la palabra de Dios y las exigencias de su Reino, mostrando las razones de nuestra esperanza y de nuestro empeño en la historia.

En la primera parábola centra atención sobre el hecho que la semilla echada en la tierra, prende y se desarrolla por sí misma, sea que el campesino duerma o esté despierto. Él confía en la potencia interna de la misma semilla y en la fertilidad del terreno.

En el lenguaje evangélico la semilla es símbolo de la palabra de Dios, cuya fecundidad es invocada por esta parábola. Así como la humilde semilla se desarrolla en la tierra, así la Palabra obra con la potencia de Dios en el corazón de quien la escucha. Dios ha confiado su Palabra a nuestra tierra, o sea a cada uno de nosotros, con nuestra concreta humanidad.

Podemos tener confianza, porque la palabra de Dios es palabra creadora, destinada a volverse 'el grano lleno en la espiga'. Esta parábola si es acogida, trae seguramente sus frutos, porque Dios mismo la hace germinar y madurar a través de caminos que no siempre podemos verificar y de una manera que no conocemos. Y de una manera que no sabemos.

Todo esto nos hace entender que es siempre Dios, que es siempre Dios quien hace crecer su Reino. Por esto rezamos tanto, 'Qué venga tu Reino'. Es él quien lo hace crecer, el hombre es su humilde colaborador, que contempla y se alegra de la acción creadora divina y espera con paciencia los frutos.

La palabra de Dios hace crecer, da vida. Y aquí quiero recordarles la importancia de tener el Evangelio, la Biblia al alcance de mano. El Evangelio pequeño en la cartera, en el bolsillo, de nutrirnos cada día con esta palabra viva de Dios. Leer cada día un párrafo del Evangelio o un párrafo de la Biblia. Por favor no se olviden nunca de esto, porque esta es la fuerza que hace germinar en nosotros la vida del Reino de Dios.

La segunda parábola utiliza la imagen del grano de mostaza. Si bien es el más pequeño de todas las semillas está lleno de vida y crece hasta volverse 'más grande que todas las plantas de huerto'.

Así es el reino de Dios: una realidad humanamente pequeña y aparentemente irrelevante. Para entrar a ser parte es necesario ser pobres en el corazón; no confiarse en las propias capacidades sino en la potencia del amor de Dios; no actuar para ser importantes a los ojos de mundo, sino preciosos a los ojos de Dios, que tiene predilección por simples y los humildes.

Cuando vivimos así, a través de nosotros irrumpe la fuerza de Cristo y transforma lo que es pequeño y modesto en una realidad que hace fermentar a toda la masa del mundo y de la historia.

De estas dos parábolas nos viene una enseñanza importante: el Reino de Dios pide nuestra colaboración, si bien es sobretodo iniciativa y un don del Señor. Nuestra débil obra aparentemente pequeña delante de los problemas del mundo, si se inserta en la de Dios y no tiene miedo de las dificultades.

La victoria del Señor es segura, su amor hará crecer cada semilla de bien presente en la tierra. Esto nos abre a la confianza y al optimismo a pesar de los dramas, las injusticias, y los sufrimientos que encontramos. La semilla del bien y de la paz germina y se desarrolla, porque lo hace madurar el amor misericordioso de Dios.

La Virgen santa, que ha acogido como 'tierra fecunda' la semilla de la divina Palabra, nos sostenga en esta esperanza que nunca nos desilusiona». 

 

El papa Francisco ha rezado el ángelus y después ha dicho las siguientes palabras

«Queridos hermanos y hermanas, hoy es la Jornada mundial de los donantes de sangre. Millones de personas contribuyen de manera silenciosa para ayudar a los hermanos en dificultad. A todos los donantes les expreso mi aprecio e invito a los jóvenes a que sigan su ejemplo.

Saludo a todos ustedes, queridos romanos y peregrinos: grupos parroquiales, familias y asociaciones. En particular saludo a los fieles que llegaron desde Debrecen (Hungheria), de Malta, de Houston (Estados Unidos) y de Panamá. Y de Italia a los files de Altamura, Angri, Treviso y Osimo. Un pensamiento especial a la comunidad de los rumanos católicos que viven en Roma y a los jóvenes de la confirmación de Cerea.

Saludo al grupo de recuerda a todas las personas que han desaparecido y les aseguro mi oración. Y estoy además cercano a todos los trabajadores que defienden de manera solidaria el derecho al trabajo, que es un derecho a la dignidad.

Como ya ha sido anunciado, el jueves próximo será publicada una Carta Encíclica sobre la defensa de lo creado”, e invitó “a acompañar este evento con una renovada atención a la situación del degrado ambiental, pero también de recuperación de los propios territorios.

Esta encíclica está dirigida a todos. Recemos para que todos puedan recibir su mensaje y crecer en la responsabilidad hacia la casa común que Dios nos ha confiado». 

Y a todos ustedes les deseo un buen domingo, y por favor no se olviden de rezar por mi. Y concluyó con su “buon pranzo e arrivederci”.


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Lunes, 15 de junio de 2015

 Información ofrecida por Carlos Peinó Agrelo. Peregrino. Cursillista. Ex-Notario Adjunto Tribunal Eclesiástico (Archidiócesis de Madrid, España) Causa de Canonización de Manuel Aparici. Colaborador en la redacción de la Positio super virtutibus, Ex-Vice Postulador de su Causa, etc.  

RECORDANDOLA HISTORIA 

 

          I.        ¿POR QUÉ LE DIERON EL TÍTULO DE «CAPITÁN DE PEREGRINOS» LOS JÓVENES DE ACCIÓN CATÓLICA? 

            «La Juventud de Acción Católica Española –escribe Manuel Aparici– por los Presidentes de los Consejos Diocesanos, me otorgó el 2 de Febrero de 1941 el título de “Capitán de Peregrinos”. A ese título no renuncié al ingresar en el Seminario, porque es irrenunciable.

            »Bien sabéis que os decía cuando nos preparábamos para la jornada del Pilar: Peregrinar, no es nada; peregrinar con fe  es  abrir  camino  al Reino de Dios  [1]: en la propia alma y, como consecuencia, en la de los demás.

            »Si esto es peregrinar, comprenderéis que al dar ese paso para empezar a entregarlo todo en el servicio de Dios y de las almas no podía renunciar al título de “Capitán” que me otorgasteis ... pues ser “Capitán de Peregrinos” entiendo que supone marchar delante en el abrir camino.

            »Así, pues, creo que es lógica esta reunión. No pretendo pediros cuentas, sino más bien exigírmelas a mí mismo, pues hace tiempo que me hizo comprender el Señor que si se paraba el “Capitán” obligaba a detenerse a todos los peregrinos.

            »Además, terminada la guerra en Europa ha vuelto a quedar abierto el Camino de Santiago y creo conveniente que renovemos nuestro fervor y entusiasmo para acometer con fe iluminada». 

            Unos cuatro años después, el 24 de Agosto de 1945, anota en su Cuaderno de Meditaciones, Ejercicios y Retiros [2]

            «Él quiso darme el título de “Capitán de Peregrinos”; ese título hace que muchísimas miradas de jóvenes, seglares y eclesiásticos, estén puestas en mí. Si yo soy todo de Jesús, Él cumplirá su deseo de atraerlas a su amor por medio del mísero instrumento que escogió ... ¡Oh, Jesús, por el amor que los tienes comienza a hacerme todo tuyo!».

 

            II.       ESTADOS UNIDOS 

            «La gran escritora norteamericana, Jane Anderson, que estuvo a punto de ser fusilada en Madrid, y que de vuelta a su Patria, fue un ardiente propagandista, visitó a Manuel Aparici en Burgos en Diciembre de 1938 acompañada de su esposo, Sr. Cienfuegos, quien le expuso la labor que realizan los Centros de Vanguardia y los hechos más sobresalientes realizados por los  jóvenes de Acción Católica. Se mostró admirada del espíritu de nuestros jóvenes. Especialmente la labor de los Centros de Vanguardia mereció elogios suyos ... Es necesario –dijo– que los Estados Unidos conozcan vuestra obra y entregó a Manuel Aparici 200 medallas de la Virgen del Milagro, de Filadelfia, que es la imagen más venerada en Norteamérica, para que las hiciera llegar a los jóvenes de Acción Católica» [3].

            III.     ARGENTINA 

            «Sin embargo –escribe SIGNO [4]– hay algo más que el número. Hay espíritu. Si éste se pudiera calcular nos daría cantidades enormes. Tendríamos que acogernos a la incógnita matemática “tiende a infinito”. Sacrificios ocultos, ansias de lo mejor, de escalar cumbres excepcionales.

            »Tanta era la admiración de los católicos de Argentina por la vitalidad dela Juventudde Acción Católica Española y por sus Centros de Vanguardia, que la revista de Buenos Aires HEROICA, en su editorial titulado: “Hablemos de España”, dice entre otras cosas: “La Acción Católica... ¡Cuánto se ha adelantado en pocos meses! ...

            »Si vierais de conjunto la obra dela Juventudde Acción Católica sentiríais como yo estremecer vuestro corazón con la impresión de vértigo que producen las obras de Dios ...

            »Resume a continuación la actividad de nuestros Centros de Vanguardia y añade: ¡Y qué Centros! ¿Cuándo se ha visto en el mundo ejemplos semejantes? Haciala Madre Patria, que nuevamente nos ilumina y alienta, los jóvenes de América volvemos hoy los ojos conmovidos: ¡No olvidemos sus héroes y sus ejemplos!». 

            IV.      CONGRESO DE LIMA 

«En Diciembre de 1938, había llegado a Burgos un enviado extraordinario dela Juventud Católicade Perú, Carlos Pareja, para invitar a nuestros jóvenes de Acción Católica al II Congreso Internacional de Estudiantes Católicos  (C.I.D.E.C.) que se celebraría en Lima en Marzo de 1939.

»Primeramente cumplimentó al Excmo. y Rvdmo. Sr. Arzobispo de Burgos, Dr. Castro, y después fue recibido por Manuel Aparici. Le dijo que aunque comprendía las dificultades que supone el envío de una Comisión de jóvenes, estando en guerra, él le rogaba, en nombre de la juventud hispanoamericana que se hiciesen todos los esfuerzos posibles para que no faltase en ese Congreso una delegación española. Sin ella –añadió– el Congreso perdería el cincuenta por ciento de su valor. América ansía conocer de cerca a los Jóvenes de Acción Católica de España ... Su presencia será una magnífica inyección de fe y espiritualidad, de hispanismo ...

»Manuel Aparici le prometió hacer lo posible y lo imposible por vencer las dificultades para enviar esta embajada a Perú; embajada que será a la vez heraldo en América de nuestro Congreso de Santiago, por el cual queremos encaminar decidida y fervorosamente a la Juventudde España por las sendas del Señor, para atraer a ellas, con el mismo fervor y decisión, a las juventudes hispanoamericanas, para, juntas ambas juventudes, la de España y la de América, luchar y ganar las batallas de Cristo en todo el frente mundial» [5]

«En 1939 viajan a Lima los siguientes miembros del Consejo Rvdo. Sr. Don Emilio Bellón, Joaquín Ruiz-Giménez y Maximino Romero de Lema (Arzobispo y testigo ern la Causa de Canonización de Manuel Aparici), Viceconsiliario y Consejeros, respectivamente, para asistir al Congreso, que fue aprovechado para fomentar la Hispanidad. Visitaron  Santiago  de  Chile,  Buenos Aires, Rosario y Montevideo» [6].

 

V.       CARTA DE MANUEL APARICI A LA JUVENTUD DE ACCIÓN CATÓLICA DE HISPANOAMÉRICA 

Con tal motivo, Manuel Aparici, Presidente Nacional, se dirige a la Juventud de Acción Católica de Hispanoamérica: 

«A todos vosotros, jóvenes católicos de Hispanoamérica, va mi saludo. Hasta aquí ha llegado, con la vuelta de nuestros representantes en el Congreso de Estudiantes Católicos de Lima, el eco de vuestra demostración de amor a la vieja España.

»Tenía que ser así: España, en cuaresma de dolor y de sangre, ha vuelto a su antiguo destino, que un grupo de hombres equivocados le quiso hacer abandonar, y ese destino –hacer de cada hombre de habla española un santo– es común a vosotros.

»Por eso, en vuestro trato y recibimiento a nuestros representantes, hemos visto la vuelta a la unidad de todos nosotros, los hombres de la Hispanidad.

»Muy pronto podremos devolveros el cariño que nos habéis mostrado. En Santiago, junto a la tumba del Apóstol guerrero, el que a todos nos cristianizó, os esperamos en 1940. Gritaremos todos juntos, en unidad de misión, nuestra Fe y enseñaremos al mundo el espectáculo de una juventud que se ofrece hasta el heroísmo y el martirio por el triunfo del Señor en la tierra, por la instauración, en este tránsito amargo, que es el vivir terrenal, del reinado de Cristo.

»¡Jóvenes de Hispanoamérica! La Juventud de Acción Católica española os envía su agradecimiento y, con él, la promesa de no defraudar la fe que en nosotros habéis puesto. España, nueva y eterna como la verdad cristiana, es otra vez la de siempre, y os espera a vosotros –que todos somos unos en la Fe–, para la reconquista espiritual del mundo.

»Y la conseguiremos porque DIOS ayuda ... y SANT YAGO».[7].

       A iniciativa de Manuel Aparici deben Mons. Maximino Romero de Lema y Joaquín Ruiz-Giménez el que el Cardenal Gomá les lanzara a Hispanoamérica en la primavera de 1939. Ellos abrieron en sus vidas y en su trabajo de Acción Católica: la perspectiva Hispánica. 

          VI.      MANUEL APARICI FORMADOR DE DRIGENTES 

            «El problema más importante que tiene la Juventud de Acción Católica en aquellos años –le dice Manuel Aparici a Alberto Martín Artajo a la sazón Director seglar de la Junta Técnica Nacional de Acción Católica– era cubrir los huecos dejados en sus cuadros directivos por los siete mil jóvenes que triunfaron con ocasión de la Cruzada [...]» [8], pero resultaba difícil buscar las personas adecuadas que pudieran dirigirla y, sin embargo, era urgente cubrir rápidamente esos puestos. 

            Precisamente, 

            «Uno de los puntos que se trató enla Asamblea Nacionalde Toledo fue [...] «la reorganización dela Obray las actuaciones más aconsejables durante el año 1940. Asimismo, se estimuló a los Consejos Diocesanos a reanudar la organización de Cursillos de Formación de Dirigentes [...].

            »Así, en 1940, se organizan los primeros Cursillos de Formación en varias Diócesis, además de los Cursillos Nacionales y de Formación de Profesores de Cursillos para consejeros y propagandistas del Consejo Superior dirigidos estos últimos por Manuel Aparici.

            »La satisfactoria experiencia obtenida con ellos anima al Consejo Superior a proseguir el camino emprendido y a proponer a los Presidentes Diocesanos un plan orgánico y completo de formación de dirigentes del que nacieran los cuadros eficientes quela Acción Católicajuvenil necesitaba y les ofrece su ayuda.

            »Comprendía este plan: Cursillos de Adelantados de Peregrinos (dirigentes diocesanos), de Jefes de Peregrinos (dirigentes comarcales y parroquiales), de Guías de Peregrinos (jefes de decuria) y de Instructores Parroquiales de Aspirantes. La realización de este plan fue la preocupación primera del Consejo Superior dela Ramade los Jóvenes de Acción Católica en 1941.

            »En esos años, la Obrase consagra a la tarea de formación de dirigentes y a la intensificación de los trabajos apostólicos, no sólo en el campo de la Acción Católica, sino en todas las instituciones sociales, infundiendo en los miembros de la Ramauna verdadera y auténtica orientación apostólica para la vida, que la hacía reaccionar en todo instante como enviados del Señor» [9].

            «Esta renovación era todavía más difícil toda vez que «tras la enorme sangría de la guerra -escribe Aparici- viene ahora otra no menos gloriosa mutilación en el cuerpo de la ya veterana Juventud de Acción Católica. A centenares, estos jóvenes, se dan a los Seminarios y a los Noviciados para cubrir los huecos de los  11.000 sacerdotes sacrificados por los enemigos de Dios [10] [...]. Muchos renunciaron a sus carreras recién terminadas o a un brillante porvenir ya al alcance de la mano [...] » [11]

            «Una vez más Manuel Aparici volvió a ser el hombre de absoluta dedicación a esta tarea, el instrumento “natural” del Señor por su historia anterior y por su labor en aquellos años en los cuales el espíritu de la Juventudsale enfervorizado. Continuaba de Presidente Nacional a pesar de que ya contaba casi con 37 años» [12]

 

          VII.     EN RECUERDO DE MANUEL APARICI (1902-1964).  UN ADELANTADO DEL CAMINO DE SANTIAGO.                 POR EL RVDO. DON PABLO GARCÍA AZPILLAGA [13]

 

«Su labor jacobea no ha sido suficientemente recordada, valorada, difundida. Él fue quien nos habló, antes que el Concilio Vaticano II, dela Iglesiaperegrina, cuando entonces se hablaba de iglesia militante. Por eso queremos recordaros que él fue quien abrió el Camino a las futuras generaciones, quien dio ese sello peregrino ala Juventudde Acción Católica.

»En efecto, el l de Febrero de 1936, siendo Presidente del Consejo Superior de los Jóvenes de Acción Católica era recibido –le acompañaba Javier Aznar, Vocal de Peregrinaciones– en audiencia especial, por Su Santidad el Papa Pío XI –era la segunda vez que recibía a Manuel Aparici en audiencia especial– a quien le expusieron el proyecto de la gran peregrinación juvenil de 100.000 jóvenes a Santiago de Compostela para 1937, que tendría lugar el 28 de Agosto de 1948.

»Le dice: «Las almas huyen del Señor; por todas partes la apostasía y el materialismo aumenta; allí en España tenemos un sepulcro casi olvidado entre sombras de paganía; pero él guarda los restos de un Apóstol. ¡Padre! déjanos que convoquemos junto a sus cenizas a las Juventudes de Acción Católica de las Españas. Allí aprenderemos su lección. Y las Juventud de Acción Católica de la Hispanidad será un solo apóstol. Se llenará de tu angustia por las almas y se aplicará del todo a tu servicio».

       »El Santo Padre acogió el proyecto con gran satisfacción, dándoles su bendición más paternal, amplia y generosa para la Peregrinación y para el Congreso.

»Años más tarde, el 28 de Agosto de 1954, atendiendo a las ejemplares dotes de amor al Apóstol Patrón de España y de afanoso interés por el fomento de la devoción y esplendor del culto a él debidos, que concurrían en él,la Archicofradíadel Glorioso Apóstol Santiago le nombró Hermano Mayor de la misma.

»¿Y en el recuerdo del pasado ha de quedar dormida su espiritualidad peregrinante cuando hoy todos los textos litúrgicos nos hablan de la Iglesia Peregrina y el Camino de Santiago se llena de peregrinos como nunca se llenó? “Despierte el alma dormida [...]”» [14].

 

          VIII.   ESTILO JACOBEO. CAMINO DE SDANTIAGO, ETC. 

            1.       Imprimió el estilo jacobeo que distingue a la Juventud Católica 

            «[...] Manuel Aparici –escribe Rodríguez Maneiro en El Ideal Gallego– imprimió el estilo jacobeo que distingue a la Juventud Católicay él fue quien en Enero de 1936 exponía al Papa Pío XI el ambicioso proyecto de reunir en Santiago de Compostela a los jóvenes que hablan y rezan en español a un lado y a otro del Atlántico [...]» [15].

 

2.       Marcó un hito en las peregrinaciones jacobeas 

            «Manuel Aparici –escribe el Consejo Diocesano de Laicos de la Archidiócesisde Madrid– fue el impulsor de la peregrinación de la juventud a Santiago en Agosto de 1948, quien marcó un hito en las peregrinaciones jacobeas, poniéndolas en auge, tras años de decadencia» [16]

            3.       Que la figura de Don Manuel ilumine el camino

                    que su tesón hizo renacer 

            «[...] La idea es que nuestros hijos y nosotros nos vayamos enganchando al Camino de Santiago, pero con el trasfondo de que nuestra vida no sea un mero pasar.

            »Me uno a vosotros para que la figura de Don Manuel Aparici ilumine el Camino que su tesón hizo renacer [...].

            »Apreciaréis  que  en  las  direcciones  que  damos,  Peregrinos de la Iglesiaes la que figura en primer lugar; creemos que es lo menos, como deferencia y por pioneros» [17].

 

            Un grupo de familias, que tiene como hilo conductor el “Camino de Santiago”, nos dice: «Respecto a vuestro agradecimiento por la difusión de vuestra dirección, los agradecidos debemos ser los demás, porque gracias a Peregrinos de la Iglesia, aunque en sus comienzos tuviera otro nombre, ha sido posible que el «Camino de Santiago» haya revivido, y de qué manera. El reto está ahora en que esa explosión nos vivifique espiritualmente y especialmente a España» [18]

            4.       Cartel de la Peregrinación a Santiago en agosto de 1948 

Carlos Montenegro, miembro de la "Fondation David-Parou Saint-Jacques" que investiga sobre Santiago, su peregrinación y sus leyendas, se dirigió a Peregrinos de la Iglesia solicitándole autorización para publicar en sus páginas de Internet ( www.saint-jacques.info ) la imagen del cartel de la peregrinación de 1948 a Santiago de la Juventud de Acción Católica que figura en las nuestras» [19]. Se le concedió. 

          5.       Asociación Asturgalaica de Amigos del Camino de Santiago 

            «[...] Os prometo mi palanca para el éxito de cursillos y beatificación Manuel Aparici Navarro. Soy cursillista desde hace 50 años y presido la Asociación» [20]

          6.       Asociación Galega de Amigos do Camiño de Santiago 

            «Ante todo quiero agradecerles su amabilidad por enviarnos periódicamente su publicación [...]. Enhorabuena por sus iniciativas sobre el Camino de Santiago» [21].

7.       Amics del Cami de Sant Jaume de Tortosa i de les

          Comarques de l´Ebre 

            «Nos alegra que el proceso del milagro que se está instruyendo en la Causa de Canonización del Siervo de Dios Manuel Aparici Navarro esté muy avanzado. Dios quiera que muy pronto podamos asistir a su Beatificación» [22].

            «Deseo para todos y para la Causa los mejores deseos» [23].

 

          8.       Asociación de Amigos del Camino de Santiago

                    Casa Coll de Vilalba dels Ars 

            «[...] Dios quiera que muy pronto podamos asistir a su Beatificación» [24].

 

            «En nuestro poder [...] vuestro Boletín [...], cuyo envío mucho os agradecemos [...].Y por la beatificación del Siervo de Dios Manuel Aparici, al que todos los días le pedimos, desde esta “Casa Coll”, que haga de nuestro “Camino Jacobeo del Ebro”, de nuestro “Camí de Sant Jaume d´Ebre, un CAMINO DE PAZ, SOLIDARIDAD y AMOR A LOS DEMÁS que nos lleve a Él» [25].

 

            «Y apoyamos con entusiasmo vuestro hacer a favor de una pronta beatificación de nuestro Siervo de Dios Manuel Aparici. Su elevada espiritualidad peregrina nos obliga a ello. A nosotros que somos peregrinos del Camino que tiene en el Pilar de María, junto al río Ebro, su espléndida conjunción mariana y jacobea» [26].

 

            «Acusamos recibo al ejemplar núm. 269 de vuestro Boletín, cuyo envío mucho os lo agradecemos, pues nos acercan a la figura y a la obra del Siervo de Dios Manuel Aparici.

            »Y nos hace sentir más la necesidad de su canonización para que nuestros rezos lleguen más cerca del Señor» [27].

            «Que la figura de D. Manuel Aparici ilumine el Camino de Santiago que su tesón hizo renacer» ... «y de qué manera» ... y «que nuestros hijos y nosotros nos vayamos enganchando al Camino».           

 

IX.      LA ACCIÓN CATÓLICA GENERAL DE ESPAÑA LANZA

LA REVISTA SIGNO. RECUPERA EL NOMBRE DEL SEMANARIO

FUNDADO POR MANUEL APARICI EN JUNIO DE 1936 

Es en la primavera de 1936, casi en verano, cuando Manuel Aparici, cuatro meses después de haber presentado al Santo Padre el proyecto de peregrinación a Santiago en 1937, hace realidad uno de sus más fervientes deseos: contar con un periódico para la juventud. El momento era especialmente propicio porque se había asegurado plenamente la vida deLA FLECHA; revista que también creó y dirigió. Así, el 6 de Junio de 1936, fundado por él, nace en Madrid SIGNO, con carácter quincenal, que tantos servicios prestó al catolicismo español. La dirección se la encargó a un joven valenciano, Emilio Attard, que había ido ala Escuelade Periodismo de EL DEBATE. Sin embargo, Manuel Aparici ha estado vinculado a SIGNO desde el número uno y ha permanecido a su lado. Era el inspirador en sus líneas doctrinales, pero dejaba una gran libertad a sus Directores. También fue un buen periodista que puso muchas veces su pluma al servicio de su ardor apostólico. Llegó a alcanzar una buena difusión. Incluso se veía a la venta en los quioscos de los periódicos. 

            Había en él una meta decidida de preparar espiritual y emocionalmente la peregrinación a Compostela en el próximo Año Santo Jacobeo de 1937. Desde el primer número adoptó, a modo de auspicio, el lema jacobeo medieval: «Y será. Porque Dios ayuda y Sant-Yago». 

            Casi al mismo tiempo se convoca a la Juventud de Acción Católica al III Congreso Nacional a celebrar en la misma fecha y lugar. Año más tarde SIGNO se encargaría de recordar el compromiso de la Juventud con el Apóstol. 

            Convertido en semanario acentúa el sentido peregrinante y lleva el espíritu cristiano propio de aquella Juventud de Acción Católica. 

            Suspendida su publicación por encontrarse España en guerra reaparece unos meses después, el 20 de Noviembre de 1936. Con su reaparición, los jóvenes de Acción Católica se sienten orgullosos de su publicación (juvenil y espiritual); se percatan de que su Obra existe, que su preparación espiritual no fue en balde ... » [28]

            Hubo momentos en que toda la Organización estaba atendida por Manuel Aparici y uno más, pero el desaliento no hace mella en él, porque sabe que la Obra es de Dios y Él la ha de proteger. 

            «De Cara a Santiago», firmado por él, es el gran editorial con el que reaparece. Y urgidos por las instancias de Manuel Aparici, el gran Presidente Jacobeo de la Juventud de Acción Católica, todos los Consejos Diocesanos y Centros se sentirán impelidos a la Vía Compostelana de un catolicismo militante de vanguardia. 

            Los primeros meses fueron difíciles, pero se vencen. Luego empieza a salir con regularidad cada 15 días. La tirada aumenta. No son sólo lo leían los jóvenes de Acción Católica [29]. Tuvo una divulgación jamás igualada. Es cuando empieza su época dorada. Su alma, como siempre, Manuel Aparici. 

            «José María Gárate en su libro “Mil días de Fuego”, página 200, escribe: [...] Desde entonces somos varios los que  esperamos  SIGNO como un consuelo de Dios». 

            Este SIGNO fue el de las trincheras, el pregón de los mártires, el banderín de enganche para hacer de España «Vanguardia de Cristiandad» con el refuerzo de todos los pueblos hispanos. Fue también banderín de enganche para periodistas amantes de la verdad y Escuela de Periodismo. Una Escuela viva y ejemplar. 

            «SIGNO es tronco y raíz de hombres, de empresas apostólicas, de publicaciones que nacieron de su savia. ECCLESIA, por ejemplo, es hija de SIGNO» [30]

            Por SIGNO había una admiración sincera tanto en España como en Hispanoamérica y agencias o periódicos extranjeros; periódicos franceses, belgas, portugueses, brasileños, hispanoamericanos, de Oriente, etc. reproducían parte de sus editoriales. Y en más de una ocasión, Radio Vaticana se hizo eco de sus opiniones y noticias. 

            Esta repercusión alcanzó proporciones notables. En 1948, cuando desde sus columnas, el Consejo Superior llama a la juventud del mundo, y muy especialmente a la hispanoamericana, para hacer la peregrinación a Santiago, ¡cuántas revistas y diarios, sobre todo del continente hermano, reprodujeron textos de él acerca de aquella empresa! 

            El equipo del semanario mantenía una línea de apertura y avance en apoyo de corrientes que después fueron asumidas por el Concilio Vaticano II 

            El 29 de Junio de 1942 el Papa Pío XII otorgaba de todo corazón su Bendición Apostólica «a los Jóvenes de Acción Católica de España, que ayer supieron sellar su fe con la sangre generosa de sus héroes y hoy han mostrado su ardiente celo apostólico con las vocaciones ofrecidas al santuario, y de modo especial a su vibrante SIGNO, propagador entre la juventud española del amor al Vicario de Cristo y a sus enseñanza». 

            Por su parte, «L´Osservatore Romano», en su edición del 26 de Junio de 1951, le dedicó también palabras de elogio. 

Ahora, reaparece esta cabecera histórica en la información religiosa. En años pasados marcó la identidad de la Acción Católica General de España. 

            Con tan fausto acontecimiento, felicitamos a la Acción Católica General así como al Director y a todo el equipo de redacción, y les deseamos lo mejor para bien de la Iglesia y de la propia Acción Católica. 

            X.        TENGO SED 

            «Es conveniente dar a conocer el bien, que tanto abunda y del que tan poco se sabe, para contrarrestar la difusión del mal, que tanto ruido hace. Y el bien tiene, muchas veces nombres y apellidos, muchos nombres y apellidos. ¿Por qué no propagarlos?» Y uno de ellos es el de Manuel Aparici, escribe en el Diario YA Juan Abarca del 26 de julio de 1994. 

            Por su parte, José Díaz Rincón afirma que «que en sus 65 años no he tratado a nadie con una personalidad humana y cristiana tan colosal y completa como la de don Manuel … Era educadísimo, cortés, caritativo, generoso, alegre, elegante, siempre te escuchaba, con él te sentías comprendido, para él tú eras lo más importante, no tenía acepción de personas … Con él cualquiera se encontraba a gusto, inspiraba confianza, te sentías querido … Rezumaba fe-esperanza-caridad  en  todo  momento … Para sacrificarse estaba siempre el primero … ». 

            Nos brindó el ejemplo –casi heróico– de un vigoroso e infatigable apóstol. Fue un hombre gigante, indiscutible. Envolvía una personalidad asombrosa en pura traza paulina. Modelo de apóstol seglar y de sacerdote con alma eternamente juvenil, con inagotables afanes de conquista, con arrebatadora y contagiosa ambición de santidad y una historia única en sacrificios, entusiasmos e iniciativas porla Obra. Muchosjóvenes pueden decir bien alto que son cristianos por la gracia de Dios y por la palabra de Manuel Aparici. 

            Juan Pablo II nos convocó a una nueva evangelización. Una evangelización que ha de ser nueva en sus métodos, nueva en su ardor, nueva en su expresión. 

            ¿No será que nos está faltando en nuestras vidas el lema de Manuel Aparici:

            SITIO: ¡Tengo sed! ... Una sed como la de Jesús [31].

            SITIO: ¡Tengo sed! ... Fue el lema de su vida, aprendido de los labios de Cristo, clavado en Cruz, en la tarde dolorosa del Viernes Santo.

            SITIO: ¡Tengo sed! ... Fue su lema como apóstol seglar, inscrito en los crucifijos de sus Propagandistas de los Jóvenes de Acción Católica; su lema sacerdotal grabado en el cáliz de su primera misa; su lema de víctima, que le llevó a ofrecerse en inmolación por los hermanos.

            SITIO: ¡Tengo sed! ... Sed de almas, como la de Jesús.

            SED de almas de jóvenes; que conocieran y amaran al Señor; que vivieran en Gracia; que sintieran en su espíritu el ansia de santidad y la fiebre del apostolado.

            SED de almas de sacerdotes; santos, entregados a Cristo y al pastoreo de sus ovejas; castos, obedientes, desprendidos; ministros de la palabra, la reconciliación y la eucaristía.

            SED de almas dolientes y generosas que busquen «la unión con Cristo a través del dolor», tema elegido por él para su trabajo en el Seminario.

            SITIO: ¡Tengo sed! ... Sed abrasadora, creciente, universal, como la de Jesús.

            SED de que cada Centro de Juventud fuera «una fragua parroquial de muchachos ardientes».

            SED de que España y los pueblos hispanos, fieles a su vocación evangelizadora, fuera de verdad auténtica «Vanguardia de Cristiandad».

            SED de que se hiciera realidad el sueño de aquel Papa, Pío XI: «Una Cristiandad ejemplo y guía para el mundo profundamente enfermo».

            SITIO: ¡Tengo sed! ... Como la de Jesús. 

            Su figura, su vida y su sed de almas se ofrecen a nuestro mundo como modelo y ejemplo de apóstol de Cristo. Pueden ser para nosotros ejemplo y llamada.

            ¡Cuánto bien podría hacer ala Iglesiade hoy su figura, su vida y su sed de almas como modelo y ejemplo de apóstol de Cristo!

 

          XI.      ÚLTIMAS PALABRAS QUE NOS HA DEJADO ESCRITAS:

          « … Jesús me regala abriendo rosas de caridad en mi pobre cuerpo…

¿Cómo no dar gracias por las astillitas de su cruz … ?» 

 

            «Ya estaba peor desde hacía meses. Iba bajando, bajando y la medicación no respondía [32] … El único comentario mío que se me ocurre es transcribirles las últimas palabras que nos ha dejado escritas en su Diario. Son de la víspera de su muerte. El breviario que recogí de junto al sillón donde murió, estaba en Sexta. El murió en la hora Nona, un viernes. Había rezado todo para presentarse a la alabanza eterna, una vez cumplida la alabanza de la tierra. 

            La última página dice así: 

            «Ave Gratia Plena.

            »27 de Agosto de 1964.

            »Un día más de enfermedad dolorosa o gozosa.

            »Jesús me regala abriendo rosas de su caridad en mi pobre cuerpo. Ahora, qué sentido más profundo adquiere para mí la expresión de Isaías y de San Pedro: “Llevó sobre sí nuestras enfermedades y por sus llagas hemos sido curados”.

            »Es Cristo quien sufre en mí” y yo gozo en Él. Una gotita de sus sufrimientos en mí; Él, Hijo de Dios, y yo pecador. Por declarar su amor ... porque quiso la Cruz y llevó sobre sí todos mis dolores y los de todos los hombres; ahora al hacerme participar de su Pasión me hace participar de la más clara noticia en la fe de su amor. ¿Cómo no dar gracias por las astillitas de su Cruz con las que me regala y sobre todo por la lluvia de gracias que hace que pueda ofrecerle gozoso esos pequeños dolores por glorificación, por las almas?

            »La Trinidad en mi alma y un allá, como viviendo de amores mis pequeños dolores quemándose sobre la brasa divina de su amor. Amén». 

            »Quela Comunidadde Carmelitas de ahí a las que tanto quería Don Manuel lea esas palabras y las lleve en oración hasta el Espíritu Santo que las inspiró».

            »En su larga enfermedad, mientras pudo, siguió trabajando, rezando, y aconsejando a quienes le visitaban –afirma Mons. Maximino Romero de Lema–. No cabía en aquellos años una fortaleza meramente natural, porque él no tenía nada en que apoyarse, sino sólo en su fe y en la confianza en Dios. Nunca le oí lamentarse de estar desatendido ni olvidado, cosa normal en ancianos. Fue cumplidor de todas sus obligaciones de sacerdote, tales como oración, Breviario, Penitencia, Eucaristía». 

            Siempre con buen ánimo, incluso en los momentos más álgidos del sufrimiento. Cuantos le visitaban con el propósito de llevarle aliento en su difícil peregrinar,  salían de su casa alentados y confortados. De las conversaciones se deducía su alta espiritualidad y plena aceptación de la voluntad de Dios. 

 

Carlos Peinó Agrelo

Peregrino. Cursillista. Ex-Notario Adjunto Tribunal Eclesiástico (Archidiócesis de Madrid, España) Causa de Canonización de Manuel Aparici. Colaborador en la redacción de la Positio super virtutibus, Ex-Vice Postulador de su Causa, etc.


[1]  Se refería a Dios también como madre. Hablando de Dios, anota en su Diario «Tú eres como padre y madre de mi alma» (8 de Febrero de 1937) ... «Él es la madre que eternamente me llevó en las entrañas de sus ideas  eterna» (15 de Enero de 1939)

[2]  Va desde el 7 de Marzo de 1940 hasta el 30 de Agosto de 1959. Sin embargo, no todas las meditaciones, ejercicios y retiros están recogidos en este Cuaderno; otros muchos los ha recogido en su Diario.

[3]  SIGNO de fecha 18 de Diciembre de 1938.

[4]  De fecha 12 de Diciembre de 1937.

[5]  SIGNO de fecha 18 de Diciembre de 1938.

[6]  Guía dela Iglesia y dela Acción Católica Española Año 1943 y SIGNO de fecha 24 de Diciembre de 1939.

[7]  SIGNO de fecha 13 de Octubre de 1939.

[8]  Carta de fecha 15 de Julio de 1940 (Copia Pública  pp. 9067-9072, en adelante C.P.).

[9]  Informe de los Peritos Archivistas (C.P. pp. 9504-9638).

[10]  «Una de las actividades que tenía in mente Manuel Aparici, después de la guerra, era la provisión de vocaciones sacerdotales, no sólo para el clero regular sino también para las órdenes religiosas» (Felipe González Sánchez. C.P. pp. 283-300).

[11]  Informe de los Peritos Archivistas (C.P. pp. 9504-9638).

[12]  Informe de los Peritos Archivistas (C.P. pp. 9504-9638).

[13]  Párroco dela Parroquia de Santiago de San Sebastián (España).

[14]  BORDÓN DE PEREGRINO. Boletín dela Asociación de Peregrinos dela Iglesia. Mayo-Junio 2006 (en adelante BORDÓN DE PEREGRINO).

[15]  De fecha 15 de Noviembre de 2002 y BORDÓN DE PEREGRINO Febrero 2002.

[16]  Boletín de Noviembre-Diciembre 2002.

[17]  Fernando José González González. BORDÓN DE PEREGRINO Septiembre-Octubre 2004.

[18]  José Luís. BORDÓN DE PEREGRINO Febrero 2005.

[19]  Su E-Mail de fecha 6 de Marzo de 2005 y BORDÓN DE PEREGRINO Abril 2005.

[20]  Su E-Mail de fecha 6 de Noviembre de 2006.

[21]  BORDÓN DE PEREGRINO Septiembre-Octubre 2005.

[22]  BORDÓN DE PEREGRINO Febrero 2005.

[23]  BORDÓN DE PEREGRINO Febrero 2006.

[24]  Su tarjeta de felicitación del 19 de diciembre de 2004 y BORDÓN DE PEREGRINO Febrero 2005.

[25]  BORDÓN DE PEREGRINO Marzo 2005.

[26]  Su E-Mail  de fecha 25 de Octubre de 2005 y BORDÓN DE PEREGRINO Enero 2006.

[27]  Su carta de fecha 13 de Febrero de 2006.

[28]  SIGNO de fecha 24 de Diciembre de 1939.

[29]  En 1938 se llega a 80.000 ejemplares y los números se agotan. Durante la guerra se han publicado 1.240.000 ejemplares y una tercera parte se ha repartido gratuitamente en los Centros de Vanguardia y otra en los hospitales.

[30]  Joaquín Ruiz-Giménez (SIGNO de fecha 28 de Marzo de 1959).

Según el Rvdo. Don Manuel Pérez Barreiros Manuel Aparici fundó ECCLESIA para dar a conocer la palabra Romano Pontífice y también tuvo algo que ver con el nacimiento de INCUNABLE, asegura, por su parte, Don Alejandro Fernández Pombo.

Fernández Pombo perteneció ala Acción Católicadesde su adolescencia, formando parte de los Consejos Parroquiales, Diocesano y Nacional. Trató personalmente al Siervo de Dios siendo éste Consiliario Nacional de los Jóvenes de Acción Católica. A partir de 1955 fue colaborador del Consejo Superior y más tarde redactor y luego Director de SIGNO.

[31]  BORDÓN DE PEREGRINO.

[32]  El Rvdo. Don Carlos Castro le da a conocer a Sor Carmen los detalles de laa muerte de Manuel Aparici (Su carta de fecha 1 de Septiembre de 1964).


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Carta del obispo de Córdoba, Mons. Demetrio Fernández. 'Que la fiesta del Sagrado Corazón nos prepare al Año de la Misericordia'. Córdoba,12 de junio de 2015 (ZENIT.org)

Un corazón roto de amor, el Corazón de Jesús

La religión cristiana es la religión del amor, del amor de Dios a nosotros y del amor nuestro a Dios y a los demás. Así lo ha venido manifestando Dios desde los orígenes de la revelación, pero lo ha dicho del todo y exageradamente en el Corazón de su Hijo Jesucristo.

Por parte de Dios, hemos venido a la existencia como resultado de su amor. Existo, luego Dios me ama. Ese amor de Dios se ha prolongado en el abrazo amoroso de mis padres que me han engendrado y posteriormente me han acogido en sus brazos, me han cuidado, me han ayudado a crecer en todos los aspectos. Y por parte nuestra, de cada uno de nosotros, somos solidarios en el primer pecado, el pecado original, por el que ya nacemos en pecado y además añadimos nuestros propios pecados personales a lo largo de nuestra vida. El pecado no es otra cosa que el desamor, decirle “no” a Dios que nos ama, darle largas, darle la espalda, preferir mi gusto y mi norma a su santa voluntad expresada en los mandamientos. Dios es mi Padre, que me ama y me engendra continuamente a su vida divina, la vida de la gracia, y la criatura humana rechaza muchas veces ese don paternal, cortando la vida y eligiendo la muerte.

La relación de Dios, Padre-Hijo-Espíritu Santo, con el hombre es un drama permanente desde el primer pecado hasta la consumación de los tiempos, en que triunfe definitivamente su amor. Porque Dios siempre reacciona amando. Cuando este amor se dirige a quien le ha ofendido, ese amor se llama perdón, se llama misericordia. El amor de Dios es una continua misericordia con nosotros, es un derroche de misericordia, que nos va sanando, hasta hacernos hijos de Dios en plenitud, hasta la santidad.

En el centro de este drama se sitúa el Corazón de Cristo. En él, Dios Padre nos ha dado a su Hijo único, su Hijo amado, como el don más precioso: “Tanto amó Dios al mundo que le dio a su Hijo único… para que el mundo se salve por él”. Y no lo ha hecho de manera generalizada y como a granel, sino de manera personalizada, por cada uno. “Me amó y se entregó por mi”. En el Corazón de Cristo tenemos por tanto la expresión de un amor por parte de Dios que llega a la máxima expresión, darnos a su Hijo y con él al Espíritu Santo.

Pero este Corazón de Cristo está coronado de espinas, está herido por los pecados de todos los hombres, y de él brota una llama de amor al Padre y a toda la humanidad. Es un Corazón roto, herido por la lanza del soldado, efecto del pecado de toda la humanidad. Y roto de amor, porque no es correspondido. “He aquí este Corazón que tanto ha amado a los hombres… y a cambio recibe menosprecios e ingratitudes de los hombres”, le dice Jesús a Santa Margarita María Alacoque. A pesar de todo, es un Corazón que sigue amando y busca corazones que se unan al suyo, como víctimas de reparación por tanto desamor de los hombres. Es un Corazón que acabará triunfando por la vía del amor en los corazones de quienes le acogen.

La solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús, este viernes 12 de junio, es un momento propicio para agradecer este amor sin medida, con el que siempre contamos y que nunca nos falta. El mes de junio es el mes del Sagrado Corazón. Es ocasión propicia para reparar tanto desamor por nuestra parte y por parte de toda la humanidad. ¡Cómo duele ofender a quien amamos de verdad, y ver que el Amor no es amado! Es ocasión para anunciar este Amor a todos los que nos rodean, para que a todos llegue este lubrificante del amor en medio de tanto sufrimiento. Que la fiesta del Sagrado Corazón nos prepare al Año de la Misericordia.

La práctica de los primeros viernes, la comunión y la adoración eucarística con tono de reparación e intercesión, la ofrenda de nuestra vida en amor de correspondencia, la contemplación de ese Amor incesante, que siempre reacciona amando, nos lleve a todos a exclamar: Sagrado Corazón de Jesús, en ti confío.

Recibid mi afecto y mi bendición.

+ Demetrio Fernández, Obispo de Córdoba


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Domingo, 14 de junio de 2015

Comentario a la liturgia dominical por el P. Antonio Rivero, L.C. Doctor en Teología Espiritual, profesor y director espiritual en el seminario diocesano Maria Mater Ecclesiae de são Paulo (Brasil). Brasil,09 de junio de 2015 (ZENIT.org)

Domingo 11 del Tiempo Ordinario

Ciclo B - Textos: Ez 17, 22-24; 2 Co 5, 6-10; Mc 4, 26-34

Idea principal: El Reino de Dios es como una planta.

Síntesis del mensaje: Este Reino como planta comienza primero como sencilla semilla el día de nuestro bautismo. Viene el tallo débil. Con el agua y el sol de la gracia y de los sacramentos, esa planta crece y se convierte en árbol con hojas, flor y fruto. Y nos da sombra y nos alimenta.

Puntos de la idea principal:

En primer lugar, ese Reino de Dios comenzó humilde con doce hombres débiles. Jesús plantó esa semilla en el interior de esos hombres pescadores. Fue regando esa semilla con el agua de su Palabra y con el abono y nutriente de su sangre. Y ese Reino iba creciendo en la mente, en el corazón y en la voluntad de los apóstoles. ¡En tres años de vida pública cuánto cambio en esos pobres y sencillos hombres! Su mente hecha sólo de categorías humanas –pesca, impuestos, ambiciones, fanatismos- fue abriéndose a la dimensión transcendente: pesca de hombres, impuestos compartidos, ambiciones convertidas en espíritu de servicio, y fanatismos, en apertura y respeto por todos. Su corazón que estaba circunscrito al grupo de sus familiares y amigos fue dilatándose y abriendo a otras culturas a las que también estaba destinada esa semilla del Reino de Cristo. Y cada uno de los apóstoles fue a evangelizar por estos pueblos de Dios con una voluntad de hierro. En el año 150 pudo decir Tertuliano: “Somos de ayer y llenamos el mundo”. Y el huracán llamado Saulo de Tarso que viajó por Asia, Grecia, Roma…fundando comunidades eclesiales y llevando el polen de esa planta del Reino, aunque esto le supusiera hambres, cárcel, torturas, naufragios y peligros sin fin.

En segundo lugar, ese Reino de Dios fue creciendo y extendiendo sus ramas allá donde le permitían, llegando a lugares insospechados donde había imperios imponentes con árboles añosos y culturas bimilenarias, pero donde faltaba la savia divina y evangélica. Y así ese primer grupo de pescadores fue expandiéndose por el mundo, formando la Iglesia. Iglesia que es el fruto de la muerte de Cristo, regada con su agua, vivificada con su sangre; agua y sangre que brotaron de su costado abierto. Los apóstoles, después de Pentecostés salieron y extendieron sus ramos, haciéndose árbol frondoso, donde muchos de sus frutos fueron comidos por las fieras, otros pisoteados, burlados; y algunos fueron saboreados por almas hambrientas de paz, amor, justicia y felicidad. Y después de los apóstoles muchos misioneros, dejando sus patrias y familias, se embarcaban a mundos desconocidos, con el único imperativo interior de llevar la semilla de ese Reino de Cristo: el Nuevo Mundo de América, Asia, África y Oceanía. No fue fácil la expansión de esa semilla, de siglo en siglo. En algunas épocas fue sofocada por la moral decadente, por el poder arbitrario de los Estados absolutistas, por las herejías que trataban de mezclar la buena semilla con cizaña, por apostasías que clamaban al cielo, por filosofías ateas, por ideologías de cuño marxista, liberal, hedonista y materialista; por grandes tempestades y huracanes que querían destruir esa semilla, y, lógicamente, apenas había espacio para germinar.

Finalmente, ese Reino de Dios quiere también crecer en cada uno de nosotros, interiormente. Para ello tenemos que dejar abierta nuestra mente para que entre y puedan cuajar los criterios evangélicos. Para ello tenemos que abrir el corazón para que esa semilla se cuele y purifique nuestros afectos limpiándolos y elevándolos con la caridad de Cristo. Para ello tenemos que permitir que la semilla del evangelio encuentre un hueco en nuestra voluntad y provoque la revolución de la conversión del pecado a la gracia.

Para reflexionar: ¿cómo están las raíces de mi árbol cristiano, fuertes porque están alimentadas por la Palabra y la Eucaristía? ¿cómo está el tronco: firme o a punto de caer ante el primer vendaval? ¿Y las hojas: verdes o secas? ¿Estoy dando frutos sabrosos de virtudes? ¿Comparto esos frutos en mi familia, en mi trabajo, en mi parroquia, entre mis amigos? ¿Cuántos “pájaros vienen a cobijarse a la sombra de mi árbol”?

Para rezar: Señor, sigue regando y abonando con tu gracia el árbol del Reino que ha crecido en mi interior para que llegue a la madurez y dé frutos de vida eterna. Y dame fuerzas y coraje y osadía para llevar el polen de mi buen ejemplo y de mi palabra convencida y sincera a fin de que llegue a todas las extremidades de la tierra y queden fecundadas con la semilla de tu Evangelio.

Cualquier sugerencia o duda pueden comunicarse con el padre Antonio a este email: [email protected]


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Siempre sembrar Por Mons. Enrique Díaz Díaz. San Cristóbal de las Casas,11 de junio de 2015 (ZENIT.org)

XI Domingo Ordinario   

Ezequiel 17, 22-24: “Elevaré los árboles pequeños”.
Salmo 91: “¡Qué bueno es darte gracias, Señor!”
II Corintios 5, 6-10: “En el destierro o en la patria, nos esforzamos por agradar al Señor”
San Marcos 4, 26-34: “El hombre siembra su campo, y sin que él sepa cómo, la semilla germina y crece”.

 

Los estudiantes se quedan admirados por la amabilidad, hospitalidad y trabajos de aquella familia árabe-cristiana. Arrumbada en el rincón de la frontera norte de Israel donde se ocultan y resisten las fuerzas palestinas, vive en constante zozobra por los ataques de uno y otro ejército. Con diferentes métodos y con diferentes actitudes, pero siempre pasa lo mismo: acaban desconfiando de ellos y destruyendo la granja que con sudores y esfuerzos van levantando en medio de las alambradas y los campos minados. Allí siempre es tiempo de guerra y de inseguridad. Uno de los estudiantes se anima a preguntar: “¿Por qué siembran si al rato vienen unos u otros para destruir sus cultivos?”. La respuesta del padre de familia, un anciano respetable, llega con seguridad: “Si sembramos, tenemos esperanza. Si nos cruzamos de brazos, nos hundimos en el pesimismo”. Frente a la adversidad, siempre hay que sembrar; frente a los problemas, hay que sembrar; frente al pesimismo, hay que sembrar.

“El Reino de Dios”, siempre el reino, una y otra vez, como una obsesión, es el tema favorito de Jesús. Un reino enraizado en las miserias humanas, un reino construido con los pequeños y los pobres, un reino que trae la verdadera paz y la verdadera justicia. Es su causa, por la que vivió, por la que luchó y por la que murió. ¿Cómo transmitir esa pasión por el Reino? Lo hace a través de las parábolas que nos hablan de la vida ordinaria y cotidiana de sus paisanos, son ejemplos sencillos pero en un momento tienen un especie de rompimiento que nos cuestiona y nos enfrenta con la realidad del Reino. Así son las parábolas de este domingo. Así son también las imágenes que nos presenta el profeta Ezequiel: una rama tierna cortada de la copa de una gran cedro que plantada en la montaña de Israel se convierte en cedro magnífico. De lo pequeño se alcanza la grandeza. Ya podremos aprender a trabajar en las pequeñeces sin desesperación, sin ambiciones, pero con todo el entusiasmo. Por este mismo camino sorprendente nos lleva la primera parábola. ¿Qué tiene de extraordinario la escena que nos presenta? En aquel tiempo, y ahora, era escena cotidiana la salida de los sembradores a realizar su faena y depositar su semilla en el surco abierto. ¿Por qué la narraría entonces Jesús? Porque en aquel tiempo, y ahora también, ante los escasos frutos logrados en la lucha por el Reino, en la búsqueda de la justicia, en la difusión de la palabra, llegan momentos de desaliento y se corre el riesgo de dejar de sembrar, de sentarse a rumiar el pesimismo, de dejar que las cosas vayan por sí solas. ¡Cuánta razón tiene el Papa Francisco al decirnos que el pesimismo es una de las tentaciones fuertes de nuestro tiempo!

Si miramos así la parábola, encontraremos un fuerte reclamo a esta sociedad que se ha cansado, que está hastiada, que de tanto dolor y aburrimiento se emborracha en sus placeres, en su imagen y se olvida de la construcción del Reino. Vive en somnolencia y abandono. No quiere reflexionar ni construir. Tantos sueños se han roto, que acabamos por quedarnos dormidos; tantos ideales han fracasado que no queremos ya levantar la vista. ¿No es cierto que el pesimismo y la indiferencia se han apoderado de muchos de nosotros? Pues ahí está otra vez la invitación a sembrar. Si se siembra, habrá esperanza de cosecha, si el terreno permanece intacto, queda estéril y se llena de maleza. El discípulo del Reino no tiene derecho a cruzarse de brazos y a fingir ignorancia, mientras hay un mundo de miseria que reclama el trabajo, quizás pequeño, pero constante y esforzado del que ha depositado su fe en Jesús. Es cierto: hay corrupción, hay injusticias, pero seguirán creciendo si no sembramos paz, honestidad, coherencia y justicia. La siembra escondida, en silencio, con esperanza, tiene la promesa del fruto futuro.

La parábola nos hace otro reclamo: no todo está en nuestras manos. Acostumbrados a resultados inmediatos y controlables, queremos someter la historia del Reino a nuestros pobres y ridículos esfuerzos. La parábola de la semilla que crece por sí sola insiste en la fuerza que posee el reino de Dios sembrado ya en la tierra. A nosotros nos toca poner la semilla, al Señor le toca darle crecimiento. Se requiere paciencia y perseverancia. Crece lento, por pasos: “primero los tallos, luego las espigas y después los granos en las espigas”, pero de forma inexorable, a pesar de unos comienzos ocultos. Duerma o se levante el hombre, de noche o de día, sin que él sepa cómo, la semilla brota y crece por sí misma aunque nadie la trabaje. El Reino rompe nuestros esquemas, es don y no depende sólo de nuestro trabajo y esfuerzo. Creer en Dios, creer en las personas, creer en el Reino, respetar los ritmos y confiar en la dinámica de su realización aquí, es mucho más que hacer. Es dejar hacer y dejar hacerse. Es cambiar el corazón y abrirlo al Reino. Es abandonarse confiadamente en manos de Dios. De ningún modo es invitación a la desidia y al providencialismo. Es el compromiso fuerte de sembrar y trabajar, para después, en oración, poner confiadamente nuestros esfuerzos en manos del Padre que nos ama y que le dará crecimiento.

El grano de mostaza nos pone en la misma sintonía: el Reino no llega con escándalos y propagandas mentirosas, se construye desde lo pequeño y desde los pequeños, cada día, con entrega, con constancia, con dedicación, calladamente. A muchos nos cuesta este trabajo diario y callado, sin embargo nuestro mundo está lleno de personas que generosa y honradamente están construyendo este Reino. Vienen a mi mente las palabras de aquel santo mártir mexicano que con mucha vehemencia repetía: “Quiero ser semilla y morir en la raya, no quedarme mirando desde la orilla”. Compromiso serio en la construcción del Reino, pero esperanza confiada en la acción amorosa de nuestro Dios. Presencia de Reino que es regalo, conquista, trabajo y alegría, hermandad y construcción, pero nunca pasividad o indiferencia. ¿Cómo estamos construyendo el Reino de Dios? ¿Cómo damos esperanza en estos momentos de duelo, desconfianzas y pesimismo? El verdadero cristiano sigue sembrando en silencio y espera confiado la lluvia de amor de Dios Padre que dará crecimiento y fortaleza a su semilla.

Señor, da fortaleza a nuestras debilidades, da esperanza a nuestro pesimismo, da fruto a nuestros esfuerzos,. Amén.


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Carta pastoral del arzobispo de Madrid, Mons. Carlos Osoro Sierra. Madrid,11 de junio de 2015 (ZENIT.org)

Un corazón para cultivar y custodiar todo lo creado

 

Dentro de muy pocos días el Papa Francisco nos va a dar a conocer una nueva Encíclica sobre Ecología. Y este viernes celebramos en toda la Iglesia la fiesta del Sagrado Corazón. ¿Qué tienen que ver aparentemente cuestiones tan diferentes como son una Encíclica sobre Ecología y la fiesta del Sagrado Corazón? Os he de decir que mucho. Los cristianos decimos en el Credo así: “Creo en Dios Padre todopoderoso, Creador de cielo y tierra, de todo lo visible e invisible”. En la Biblia, en sus primeras páginas, se nos dice que el hombre y la mujer fueron creados y puestos en la tierra por Dios para que cultivasen y custodiasen la tierra (cf. Gn 2, 15). ¿Cómo ser cultivadores y custodios? No se puede hacer más que con amor, atención, pasión y dedicación. Contemplando el corazón de Cristo, descubrimos los rasgos que hacen posible cultivar  y custodiar, y así hacer ver, con obras y palabras,  las huellas de la bondad, de la belleza y de Dios en todo lo creado. Ello nos hace abrir nuestra vida a la alabanza y a la oración, con el salmista: “Del Señor es la tierra y cuanto la llena, / el orbe y todos sus habitantes: / él la fundó sobre los mares, / él la afianzó sobre los ríos. / ¿Quién puede subir al monte del Señor? / ¿Quién puede estar en el recinto sacro?/ El hombre de manos inocentes y puro corazón, / que no confía en los ídolos/ ni jura contra el prójimo en falso. / Ese recibirá la bendición del Señor, /le hará justicia el Dios de salvación. / Esta es la generación que busca al Señor, / que busca tu rostro, Dios de Jacob. (Sal 24, 1-6).

Nuestro Señor Jesucristo, con su vida y con sus obras, nos ha dicho que todo es de Dios, todo lo hizo Él. De ahí su invitación a poner en el centro de la creación al ser humano, a reverenciar a todo ser humano y a todo lo que puso Dios al servicio de todos los hombres. Custodiar y reverenciar la creación entera es un mandato del Señor. No podemos usar el mundo y todo lo que Dios ha creado abusando de ello, como si se tratase simplemente de un material para nuestro obrar y querer. Toda la creación es un don que nos ha sido encomendado a todos los hombres. Es necesario y urgente que nos tomemos la tarea de convertirlo en un jardín de Dios y por ello también en un jardín del hombre. ¿Hemos asumido cada uno de nosotros ese compromiso? Estemos abiertos a escuchar y ver las múltiples formas de abuso que hacemos los hombres en la tierra, con nosotros mismos y con todo lo creado. Con estos abusos robamos al hombre y nos quedamos con lo que ha puesto Dios a su servicio. Escuchemos en estos momentos de la historia el gemido de la creación del que San Pablo nos habla en la Carta a los Romanos. En este sentido, se puede entender aquello de que “la creación espera con impaciencia la revelación de los hijos de Dios” (Rm 8, 22). Solamente el Corazón de Cristo, trasplantado a cada uno de los hombres, nos hará ver, el vínculo estrecho e inseparable entre desarrollo, necesidad humana y salvaguarda de la creación.

Defender la creación. No hay que hacerlo por ser útil para nosotros, sino por sí misma. La creación es un don del Creador. Toda ella tiene las huellas de Dios. La familia humana necesita tener “casa”. Esa “casa” es la tierra en la que habitamos. Y  Dios nos encarga mantenerla, cuidarla, habitarla con creatividad y responsabilidad. Y para ello es necesario que el ser humano -centro de la creación- tenga el Corazón de Cristo.  Con ello quiero decir que la tierra no sea considerada de manera egoísta, para intereses de grupo, pues todos los hombres tienen derecho a obtener el beneficio que nos hace ser cada día más personas, y por tanto, con un corazón con las medidas del corazón de Cristo, que ama, promueve, alienta, regala misericordia, hace partícipes a todos, no descarta a nadie, crea la cultura del encuentro. Todos los hombres hemos de estar incluidos en el destino universal de los bienes de la creación. El desarrollo y el equilibrio ecológico en todas las dimensiones, también la ecología humana, hay que buscarlo entre todos, de tal manera que fortalecer la alianza entre el ser humano y el medio ambiente solamente es posible si los hombres somos reflejo del amor de Dios. Para ello, hagamos trasplante de corazón.

Jesucristo nos enseña que descuidar el medio ambiente en el que Dios ha querido que los hombres vivamos alcanza a toda la tierra y a todos los hombres. El descuido ecológico ambiental y humano daña la convivencia humana y traiciona la dignidad del hombre, violando los derechos más fundamentales de la persona. Todos estamos llamados a proveer y salvaguardar las condiciones morales de una auténtica ecología humana que nos hará vivir la ecología ambiental. Esto solo se puede realizar  si el hombre hace un trasplante de corazón, acogiendo en su vida el Corazón de Cristo. No puedo ni debo entrar en cuestiones técnicas, pero sí ofrecer el impulso que nos lleve a asumir responsabilidades y dar respuestas. Por eso os invito a redescubrir el rostro del Creador y nuestra responsabilidad ante Él por su creación. Él nos ha dado unas capacidades para asumir un estilo de vida que marque una manera nueva de relacionarnos los hombres y de vivir en este jardín que hizo Dios para nosotros, que es todo lo creado.

Abordemos siempre el problema ecológico desde Dios. Fue el Espíritu creador quien creó todo lo que existe y lo renueva sin cesar, como nos lo dicen las primeras páginas del libro del Génesis. La fe en el Espíritu creador pertenece al contenido esencial del Credo cristiano. Las ciencias modernas de la naturaleza nos dicen que la materia tiene una estructura matemática que está llena de espíritu, está estructurada inteligentemente. Nosotros creemos que esta estructura inteligente procede del Espíritu creador y que nos lo dio  a nosotros. Aquí está el fundamento de nuestra responsabilidad  respecto a la tierra y al hombre. Nada de lo creado es propiedad nuestra, nada podemos explotar según intereses y deseos personales o de grupo. En el corazón de Jesucristo, Dios manifiesta al hombre unas orientaciones a las que debemos atenernos como administradores que somos de la creación. La Iglesia tiene que explicar el credo cristiano en su integridad, transmitir el mensaje de salvación que incluye cultivar y custodiar la creación, es decir, defender la tierra, el agua, el aire que son dones que pertenecen a todos, pero también debe proteger al ser humano contra la destrucción de sí mismo. La fe en Dios Creador y la atención que tiene que tener el ser humano nos lo regala Cristo cuando dejamos que su Corazón entre en nosotros. Entonces no hay autodestrucción del hombre ni destrucción de la obra de Dios.

Defender la creación y al hombre mismo nos hace ver que ecología humana y ecología ambiental han de ser un compromiso de todos los cristianos. El problema decisivo está en la capacidad moral de una ecología global que también respeta la vida desde el inicio hasta la muerte natural. No se puede defender la ecología ambiental y destruir la ecología humana. El libro de la naturaleza es uno e indivisible en todo lo que concierne al desarrollo humano integral. Urge hacer trasplante de corazón.

Con gran afecto, os bendice:

+Carlos, Arzobispo de Madrid


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El santo padre Francisco se dirigió el jueves, 11 de junio de 2015, en el Vaticano a los participantes de la 39 Conferencia de la FAO. Ciudad del Vaticano,11 de junio de 2015 (ZENIT.org)

"Señor Presidente, Señores Ministros, Señor Director General, Distinguidos Representantes Permanentes, Señoras y Señores

1. Me alegra acogerlos mientras participan en la 39 Conferencia de la FAO, continuando así una larga tradición. Dirijo un cordial saludo a usted, señor Presidente, La Mamea Ropati, a los representantes de las diferentes Naciones y Organizaciones que están presentes y al Director General, el profesor José Graziano da Silva.

Todavía tengo vivo el recuerdo de la participación en la Segunda Conferencia Internacional sobre Nutrición (20 noviembre 2014), que ha emplazado a los Estados a encontrar soluciones y recursos. Espero que aquella decisión no se quede sólo en el papel o en las intenciones que guiaron las negociaciones, sino que prevalezca decididamente la responsabilidad de responder concretamente a los hambrientos y a todos los que esperan del desarrollo agrícola una respuesta a su situación.

Ante la miseria de muchos de nuestros hermanos y hermanas, a veces pienso que el tema del hambre y del desarrollo agrícola se ha convertido hoy en uno de los tantos problemas en este tiempo de crisis. Y, sin embargo, vemos crecer por doquier el número de personas con dificultades para acceder a comidas regulares y saludables. Pero, en vez de actuar, preferimos delegar, a todos los niveles. Y pensamos que alguien habrá que se ocupe, tal vez otro país, o aquel gobierno, aquella Organización internacional. Nuestra tendencia a «desertar» ante cuestiones difíciles es humana, aunque luego no faltemos a una reunión, a una conferencia, a la redacción de un documento. Por el contrario, debemos responder al imperativo de que el acceso al alimento necesario es un derecho para todos. Y los derechos no permiten exclusiones.

No basta señalar el punto de la situación de la nutrición en el mundo, aunque es necesario actualizar los datos, porque nos muestran la dura realidad. Ciertamente, puede consolarnos el saber que aquellos mil doscientos millones de hambrientos en 1992 se ha reducido, aun cuando crece la población mundial. No obstante, de poco sirve tener en cuenta los números o incluso proyectar una serie de compromisos concretos y de recomendaciones que han de aplicar las políticas y las inversiones, si descuidamos la obligación de «erradicar el hambre y prevenir todas las formas de malnutrición en todo el mundo» (FAO-OMS, Declaración de Roma sobre la Nutrición, noviembre 2014, 15a).

2. Preocupan mucho las estadísticas sobre los residuos: en esta partida se incluye un tercio de los alimentos producidos. E inquieta saber que una buena cantidad de los productos agrícolas se utiliza para otros fines, tal vez fines buenos, pero que no son la necesidad inmediata de quien pasa hambre. Preguntémonos entonces, ¿qué podemos hacer? Más aún, ¿qué es lo que yo estoy haciendo?

Reducir los residuos es esencial, así como reflexionar sobre el uso no alimentario de los productos agrícolas, que se utilizan en grandes cantidades para la alimentación animal o para producir biocombustibles. Ciertamente, hay que garantizar condiciones ambientales cada vez más sanas, pero ¿podemos seguir haciéndolo excluyendo a alguien? Se ha de sensibilizar a todos los países sobre el tipo de nutrición adoptada, y esto varía dependiendo de las latitudes. En el Sur del mundo se ha de poner la atención en la cantidad de alimentos suficiente para garantizar una población en crecimiento, en el Norte, el punto central es la calidad de la nutrición y de los alimentos. Pero, tanto en la calidad como en la cantidad, pesa la situación de inseguridad determinada por el clima, por el aumento de la demanda y la incertidumbre de los precios.

Intentemos, por tanto, asumir con mayor decisión el compromiso de modificar los estilos de vida, y tal vez necesitemos menos recursos. La sobriedad no se opone al desarrollo, más aún, ahora se ve claro que se ha convertido en una condición para el mismo. Para la FAO, esto también significa proseguir en la descentralización, para estar en el medio del mundo rural y entender las necesidades de la gente que la Organización está llamada a servir.

Preguntémonos además: ¿Cuánto incide el mercado con sus reglas sobre el hambre del mundo? De los estudios que ustedes realizan, resulta que desde 2008 el precio de los alimentos ha cambiado su tendencia: duplicado, después estabilizado, pero siempre con valores altos respecto al período precedente. Precios tan volátiles impiden a los más pobres hacer planes o contar con una nutrición mínima. Las causas son muchas. Nos preocupa justamente el cambio climático, pero no podemos olvidar la especulación financiera: un ejemplo son los precios del trigo, el arroz, el maíz, la soja, que oscilan en las bolsas, a veces vinculados a fondos de renta y, por tanto, cuanto mayor sea su precio más gana el fondo. También aquí, tratemos de seguir otro camino, convenciéndonos de que los productos de la tierra tienen un valor que podemos decir «sacro», ya que son el fruto del trabajo cotidiano de personas, familias, comunidades de agricultores. Un trabajo a menudo dominado por incertidumbres, preocupaciones por las condiciones climáticas, ansiedades por la posible destrucción de la cosecha.

En la finalidad de la FAO, el desarrollo agrícola incluye el trabajo de la tierra, la pesca, la ganadería, los bosques. Es preciso que este desarrollo esté en el centro de la actividad económica, distinguiendo bien las diferentes necesidades de los agricultores, ganaderos, pescadores y quienes trabajan en los bosques. El primado del desarrollo agrícola: he aquí el segundo objetivo. Para los objetivos de la FAO, esto significa apoyar una resilience efectiva, reforzando de modo específico la capacidad de las poblaciones para hacer frente a las crisis –naturales o provocadas por la acción humana– y prestando atención a las diferentes exigencias. Así será posible perseguir un nivel de vida digno.

3. En este compromiso quedan otros puntos críticos. En primer lugar, parece difícil aceptar una resignación genérica, el desinterés y hasta la ausencia de tantos, incluso los Estados. A veces se tiene la sensación de que el hambre es un tema impopular, un problema insoluble, que no encuentra soluciones dentro de un mandato legislativo o presidencial y, por tanto, no garantiza consensos. Las razones que llevan a limitar aportes de ideas, tecnología, expertise y financiación residen en la falta de voluntad para asumir compromisos vinculantes, ya que nos escudamos tras la cuestión de la crisis económica mundial y la idea de que en todos los países hay hambre: «Si hay hambrientos en mi territorio, ¿cómo puedo pensar en destinar fondos para la cooperación internacional?». Pero así se olvida que, si en un país la pobreza es un problema social al que pueden darse soluciones, en otros contextos es un problema estructural y no bastan sólo las políticas sociales para afrontarla. Esta actitud puede cambiar si reponemos en el corazón de las relaciones internacionales la solidaridad, trasponiéndola del vocabulario a las opciones de la política: la política del otro. Si todos los Estados miembros trabajan por el otro, los consensos para la acción de la FAO no tardarán en llegar y, más aún, se redescubrirá su función originaria, ese «fiat panis» que figura en su emblema.

Pienso también en la educación de las personas para una correcta dieta alimenticia. En mis encuentros cotidianos con bispos de tantas partes del mundo, con personajes políticos, responsables económicos, académicos, percibo cada vez más que hoy también la educación nutricional tiene diferentes variantes. Sabemos que en Occidente el problema es el alto consumo y los residuos. En el Sur, sin embargo, para asegurar el alimento, es necesario fomentar la producción local que, en muchos países con «hambre crónica», es sustituida por remesas provenientes del exterior y tal vez inicialmente a través de ayudas. Pero las ayudas de emergencia no bastan, y no siempre llegan a las manos adecuadas. Así se crea dependencia de los grandes productores y, si el país carece de los medios económicos necesarios, entonces la población termina por no alimentarse y el hambre crece.

El cambio climático nos hace pensar también al desplazamiento forzado de poblaciones y a tantas tragedias humanitarias por falta de recursos, a partir de agua, que ya es objeto de conflictos, que previsiblemente aumentarán. No basta afirmar que hay un derecho al agua sin esforzarse por lograr un consumo sostenible de este bien y eliminar cualquier derroche. El agua sigue siendo un símbolo que los ritos de muchas religiones y culturas utilizan para indicar pertenencia, purificación y conversión interior. A partir de este valor simbólico, la FAO puede contribuir a revisar los modelos de comportamiento para asegurar, ahora y en el futuro, que todos puedan tener acceso al agua indispensable para sus necesidades y para las actividades agrícolas. Viene a la mente aquel pasaje de la Escritura que invita a no abandonar la «fuente de agua viva para cavarse cisternas, cisternas agrietadas que no retienen agua» (Jr 2,13): una advertencia para decir que las soluciones técnicas son inútiles si olvidan la centralidad de la persona humana, que es la medida de todo derecho.

Además del agua, también el uso de los terrenos sigue siendo un problema serio. Preocupa cada vez más el acaparamiento de las tierras de cultivo por parte de empresas transnacionales y Estados, que no sólo priva a los agricultores de un bien esencial, sino que afecta directamente a la soberanía de los países. Ya son muchas las regiones en las que los alimentos producidos van a países extranjeros y la población local se empobrece por partida doble, porque no tiene ni alimentos ni tierra. Y ¿qué decir de las mujeres que en muchas zonas no pueden poseer la tierra que trabajan, con una desigualdad de derechos que impide la serenidad de la vida familiar, porque se corre el peligro de perder el campo de un momento a otro? Sin embargo, sabemos que la producción mundial de alimentos es en su mayor parte obra de haciendas familiares. Por eso es importante que la FAO refuerce la asociación y los proyectos en favor de las empresas familiares, y estimule a los Estados a regular equitativamente el uso y la propiedad de la tierra. Esto podrá contribuir a eliminar las desigualdades, ahora en el centro de la atención internacional.

4. La seguridad alimentaria ha de lograrse aunque los pueblos sean diferentes por localización geográfica, condiciones económicas o culturas alimenticias. Trabajemos para armonizar las diferencias y unir esfuerzos y, así, ya no leeremos que la seguridad alimentaria para el Norte significa eliminar grasas y favorecer el movimiento y que, para el Sur, consiste en obtener al menos una comida al día.

Debemos partir de nuestra vida cotidiana si queremos cambiar los estilos de vida, conscientes de que nuestros pequeños gestos pueden asegurar la sostenibilidad y el futuro de la familia humana. Y sigamos luego la lucha contra el hambre sin segundas intenciones. Las proyecciones de la FAO dicen que para el año 2050, con nueve mil millones de personas en el planeta, la producción tiene que aumentar e incluso duplicarse. En lugar de dejarse impresionar ante los datos, modifiquemos nuestra relación con los recursos naturales, el uso del suelo, el consumo, eliminando el derroche: así venceremos el hambre.

La Iglesia, con sus instituciones e iniciativas camina con ustedes, consciente de que los recursos del planeta son limitados y su uso sostenible es absolutamente urgente para el desarrollo agrícola y alimentario. Por eso se compromete a favorecer ese cambio de actitud necesario para el bien de las generaciones futuras. Que el Todopoderoso bendiga su trabajo".


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S?bado, 13 de junio de 2015

Reflexiones del obispo de San Cristóbal de Las Casas, Mons. Felipe Arizmendi Esquivel. San Cristóbal de las Casas,10 de junio de 2015 (ZENIT.org)

Esta es su casa

VER

Estuve en visita pastoral en Salto de Agua, una parroquia que está a más de cinco horas de San Cristóbal, en la Selva, a 14 metros sobre el nivel del mar. Pude atender a varios migrantes, casi todos procedentes de Honduras, a quienes se da hospedaje en el templo de Santa Marta, a orillas de la ciudad. Duermen en la misma capilla. Algunas personas de la comunidad expresaron su inconformidad de que se les hospede en la iglesia, como si fuera una falta de respeto al Santísimo Sacramento. Por mi parte, después de escuchar sus doloridas historias, les dije que ésta es su casa; que se sientan en confianza. Estamos buscando un terreno donde construir un albergue adecuado; mientras, se les han acondicionado algunos servicios junto a la capilla.

Una madre muy joven traía a su pequeña de escaso un año, y me dijo que venía huyendo de su suegra, que la obligaba a trabajar para ella y la maltrataba, casi sin darle dinero, amenazándole con quitarle a su niña.

Una joven universitaria dijo que allá tenía un buen trabajo, pero que no era posible vivir con tanta inseguridad y violencia, por grupos pandilleros, asaltos, maras y extorsiones, que no le dejaban en paz. Agradeció a tantas personas de buen corazón que les ayudan. Pidió perdón por los migrantes que roban y causan molestias. Solicitó que al menos se les diera una sonrisa y algo de comer y beber, pues no son delincuentes, sino seres humanos como todos.

Se arriesgan a todos los peligros imaginables. Deben caminar muchos kilómetros, a veces escondidos entre las montañas, pues las autoridades de migración los persiguen y les impiden intentar subirse al tren carguero que pasa por estos lugares. Los exponen a la explotación de coyotes sin escrúpulos y a muchos peligros y vejaciones. Me contaron de una mujer que, por huir de migración, se cayó entre los matorrales y murió; se la estaban comiendo los animales. ¡A eso los expone el gobierno con su programa Frontera Sur! En el discurso oficial se les dice que somos países hermanos, pero no se les recibe como si México fuera su casa; se les expulsa y no se les tolera. No se da cuenta la Secretaría de Gobernación de todo el peligro a que los expone. Quisieron evitar la mala imagen del tren “La Bestia”, pues daba una pésima imagen internacional, pero ahora los sufrimientos son mucho más graves.

PENSAR

Dijo el Papa Francisco: “No basta afirmar que en la Eucaristía Jesús está presente, sino que es necesario ver en ella la presencia de una vida donada y participar de ella. El Cristo que nos nutre bajo las especies consagradas del pan y del vino, es el mismo que nos viene al encuentro en los acontecimientos cotidianos; está en el pobre que tiende la mano, está en el que sufre e implora ayuda, está en el hermano que pide nuestra disponibilidad y espera nuestra acogida. Está en cada ser humano, también en el más pequeño e indefenso. La Eucaristía, fuente de amor para la vida de la Iglesia, es escuela de caridad y de solidaridad. Quien se nutre del Pan de Cristo ya no puede quedar indiferente ante los que no tienen el pan cotidiano” (7-VI-2015).

“Jamás encontrarás a Jesucristo, si no tocas sus llagas, sus heridas. Cuando tocas las heridas del Señor, comprendes un poco más el misterio de Cristo, de Dios encarnado. Cristo herido en los hambrientos, en los ignorantes, en los descartados, en los ancianos solos, en los enfermos, en los presos, en los locos…; está allí. Esto lo encontrarás en Mateo 25; no soy herético diciendo esto. ¿Y cuál podría ser el error más grande? Hablar de Dios, hallar a Dios, encontrar a Dios, pero un Dios-spray, un Dios difuso, un Dios etéreo” (30-IV-2015).

“El Evangelio impulsa a lavar los pies y las llagas de los que sufren y preparar la mesa para ellos. Palabra, sacramentos y servicio se atraen mutuamente y se alimentan recíprocamente” (12-V-2015).

ACTUAR

Ojalá alguien nos ayude a comprar un terreno para hacerles un albergue a estos migrantes.

Que la autoridad federal revise sus programas migratorios, para no ser sólo un muro de contención, sino una casa que los trate como hermanos.

Y que nuestra fe se exprese en signos de solidaridad, con un pan, una botella de agua, una sonrisa.


Publicado por verdenaranja @ 21:22  | Hablan los obispos
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Texto completo de la catequesis del Papa en la audiencia del miércoles 10 de junio de 2015 (ZENIT.org)

Francisco prosigue con la serie de catequesis sobre la familia. Señala que es importante educar a los hijos desde pequeños para que sean sensibles y solidarios ante la enfermedad

Por Redacción

Ciudad del Vaticano,10 de junio de 2015 (ZENIT.org)

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

Seguimos con la catequesis sobre la familia. En esta catequesis me gustaría tocar un aspecto muy común en la vida de nuestras familias, el de la enfermedad. Es una experiencia de nuestra fragilidad, que vivimos principalmente en la familia, desde niños, y luego sobre todo siendo ancianos. Cuando llegan los achaques.

En el ámbito de los lazos familiares, la enfermedad de las personas que amamos es padecida con un “plus” de sufrimiento y angustia. Es el amor el que nos hace sentir este “plus”. Para un padre y una madre, muchas veces es más difícil de soportar el dolor de un hijo, una hija, que el suyo propio. La familia, podemos decir, siempre ha sido el “hospital” más cercano. Todavía hoy, en muchas partes del mundo, el hospital es un privilegio para unos pocos, y con frecuencia está lejos. Son la madre, el padre, los hermanos, las hermanas, las abuelas, los que garantizan el cuidado y ayudan a sanar.

En los Evangelios, muchas páginas hablan de los encuentros de Jesús con los enfermos y su compromiso por sanarlos. Se presenta públicamente como un luchador contra la enfermedad y que ha venido para sanar al hombre de todo mal. El mal del espíritu y el mal del cuerpo.

Es realmente co_nMovedora la escena evangélica apenas mencionada en el Evangelio de Marcos. Dice así: “Cuando llegó la noche, después de la puesta del sol, le trajeron todos los enfermos y endemoniados”. Si pienso en las grandes ciudades contemporáneas, me pregunto dónde están las puertas ante las cuales llevar a los enfermos esperando que sean sanados. Jesús nunca se ha desentendido de su cuidado. Nunca ha pasado de largo, nunca ha vuelto la cara hacia otro lado. Y cuando un padre o una madre, o incluso simplemente gente amiga le llevaban delante de un enfermo, para que lo tocase y lo sanase, no ponía tiempo de por medio; la curación estaba antes que la ley, incluso de aquella tan sagrada como el descanso del sábado. Los doctores de la ley reprendían a Jesús, porque curaba en sábado. Hacía el bien el sábado. Pero el amor de Jesús era dar la salud, hacer el bien. Y eso está en el primer lugar siempre.

Jesús envía a sus discípulos a hacer su misma obra y les da el poder de curar, ósea para acercarse a los enfermos y cuidarlos hasta el final. Debemos tener bien en cuenta lo que dijo a los discípulos en el episodio del ciego de nacimiento. Los discípulos --¡con el ciego delante!-- Discutían sobre quién había pecado (¿por qué había nacido ciego?), él o sus padres, para causar su ceguera. El Señor dijo claramente: ni él, ni sus padres; es así para que se manifiesten en él las obras de Dios. Y lo sanó. ¡Esa es la gloria de Dios! ¡Esa es la tarea de la Iglesia! Ayudar a los enfermos, no perderse en chismorreos. Ayudar siempre, consolar, levantar, estar cerca de los enfermos. Y esa es la tarea.

La Iglesia nos invita a orar continuamente por nuestros seres queridos afectados por el mal. La oración por los enfermos nunca debe faltar. Mejor dicho debemos orar más, tanto a nivel personal y en comunidad. Pensemos al episodio evangélico de la mujer cananea. Es una mujer pagana, no era del pueblo de Israel, era una pagana, que suplica a Jesús que sane a su hija. Jesús, para probar su fe, en primer lugar responde con dureza: “No puedo, debo pensar antes a las ovejas de Israel”. La mujer no retrocede --una madre, cuando pide ayuda para su criatura, ¡nunca se rinde! Todos lo sabemos esto, ¿eh? Las madres luchan por los hijos, ¿eh?-- y Jesús responde a esta mujer: “También a los perritos, cuando los dueños se han alimentado, se les da algo”. Como diciendo: 'pero por lo menos mírame como una perrita'. Y Jesús le dice: “Mujer, ¡grande es tu fe! Que se haga como deseas”.

Frente a la enfermedad, también surgen dificultades en la familia, a causa de la debilidad humana. Pero, en general, el tiempo de la enfermedad refuerza los lazos familiares. Y pienso en lo importante que es educar a los hijos desde pequeños en la solidaridad en el tiempo de la enfermedad. Una educación que deja de lado la sensibilidad por la enfermedad humana, endurece el corazón. Y hace que los chicos estén “anestesiados” ante el sufrimiento de los demás, incapaces de confrontarse con el sufrimiento y de vivir la experiencia del límite.

Pero cuántas veces vemos llegar al trabajo, y todos lo hemos visto, un hombre, una mujer, con la cara cansada, con la actitud cansada. 'Pero, ¿qué pasa?' 'He dormido solo dos horas, porque en casa nos turnamos', para estar cerca del niño, la niña, enfermo, del abuelo, de la abuela. Y la jornada continúa con el trabajo. Pero estas cosas son heroicas. ¡Son las heroicidades de las familias! Esas heroicidades escondidas, que se hacen cuando uno está enfermo, cuando el padre, la madre, el hijo, la hija están enfermos. Y se hacen con ternura y valentía.

La debilidad y el sufrimiento de nuestros afectos más queridos y más sagrados, pueden ser, para nuestros hijos y nuestros nietos, una escuela de vida, --educar a los hijos y los nietos a entender esta cercanía en la enfermedad en la familia-- y se convierten cuando los momentos de enfermedad están acompañados por la oración y la cercanía afectuosa y atenta de los familiares. La comunidad cristiana sabe bien que la familia, en la prueba de la enfermedad, no debe ser dejada sola. Y debemos agradecer al Señor por las hermosas experiencias de fraternidad eclesial que ayudan a las familias a atravesar el difícil momento del dolor y sufrimiento. Esta proximidad cristiana, de familia a familia, es un verdadero tesoro para la parroquia; un tesoro de sabiduría, que ayuda a las familias en los momentos difíciles y hace entender el Reino de Dios mejor que muchos discursos. Son caricias de Dios. ¡Gracias!

Texto traducido y transcrito del audio por ZENIT

(IDV)


Publicado por verdenaranja @ 21:19  | Habla el Papa
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Viernes, 12 de junio de 2015

Reflexión a las lecturas del domingo undécimo del Tiempo Ordinario - B ofrecida por el sacerdote Don Juan Manuel Pérez Piñdero bajo el epígrafe "ECOS DEL DÍA DEL SEÑOR"

Domingo 11º  del T. Ordinario B

 

Es un misterio sobre el que nunca reflexionaremos bastante: Dios, para realizar su obra de salvación, ha querido valerse de lo frágil, de lo sencillo, de lo humano. Incluso, de lo inútil.

Para realizar la Redención de los hombres, se hizo  hombre; frágil y débil como nosotros. Igual en todo a nosotros, menos en el pecado.

No usa un lenguaje elevado, grandilocuente, difícil de entender, sino que habla, valiéndose de comparaciones sencillas -las parábolas- que toda la gente entiende. Es lo que contemplamos en el Evangelio de este domingo.

Ahora, en la vida de la Iglesia, tampoco prefiere al grupo de los selectos, ni a las personas importantes, poderosas e influyentes, sino, más bien, a la gente sencilla.

Eso mismo observamos en los signos sacramentales: agua, pan, vino, aceite… Y son realizados por hombres frágiles como nosotros. Y, sin embargo, a través de estos signos, llegan a nosotros los dones de la salvación.

Se ha valido, incluso de lo inútil, de lo humanamente imposible. Por ejemplo, cuando ha elegido a una mujer estéril, de la que, sin embargo, surge un héroe como Sansón, un profeta como Samuel o el mismo Precursor del Señor. Incluso, para hacerse hombre, elige a una mujer que no conoce a varón.

S. Pablo nos advierte que “llevamos este tesoro en vasijas de barro para que se vea que una fuerza tan extraordinaria es de Dios y no proviene de nosotros”         (2Co 4, 7).

Y nos dice también: “Fijaos en vuestra asamblea, no hay en ella muchos sabios en lo humano, ni muchos poderosos, ni muchos aristócratas; todo lo contrario…”     (1Co 12, 6-29).

Y esto es lo que contemplamos en la Liturgia de este domingo: Jesús compara su Reino a una semilla que, sin embargo, encierra una potencia extraordinaria: sin que sepamos cómo ni por qué, va germinando ella sola, de día y de noche, hasta dar fruto. O a la semilla más pequeña que se conocía entonces, un grano de mostaza, que, siendo tan insignificante, se convierte en un arbusto considerable, que es capaz de albergar a los pájaros del cielo. No es una mostaza como la nuestra.

Ya en la primera lectura, el profeta Ezequiel anuncia esta misma realidad cuando nos habla de una rama tierna de un alto cedro, que Dios plantará en la montaña más alta de Israel, para que eche brotes y dé fruto y se haga un cedro noble, porque Él “humilla los árboles altos y ensalza los árboles humildes, seca los árboles lozanos y hace florecer los árboles secos”.

No cabe duda que este mensaje es distinto de los intereses y valores de la sociedad actual. Es la sociedad del poder y del tener; la sociedad de los cargos, de los títulos, de las recompensas. La sociedad de las apariencias.

Pero, con frecuencia, los caminos del Señor no son nuestros caminos (Is 55,8-9).

Como Jesús, también nosotros debemos dar gracias y alabar al Padre que ha escondido los secretos del Reino a los sabios y entendidos y se los ha revelado a la gente sencilla. (Lc 10, 21).

¡FELIZ DÍA DEL SEÑOR!

 


Publicado por verdenaranja @ 16:01  | Espiritualidad
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DOMINGO 11º DEL TIEMPO ORDINARIO B

 MONICIONES 

 

PRIMERA LECTURA

               El profeta anuncia los tiempos mesiánicos mediante la imagen de una rama del “alto cedro”, que se convertirá en un cedro grande y fuerte, porque Él “humilla los árboles altos y ensalza los árboles humildes”. 

 

SEGUNDA LECTURA

        Nos dice S. Pablo que los cristianos tenemos una seguridad tan grande en los bienes del Cielo, “que preferimos desterrarnos del cuerpo y vivir junto al Señor”. Y “en destierro o en patria, nos esforzamos por agradarle”. 

 

TERCERA LECTURA

          Nos dice el Evangelio que Jesús “les exponía la Palabra, acomodándose a su entender. Todo se los exponía en parábolas, pero a los discípulos se lo explicaba todo en privado”.

          Aclamémosle ahora con el canto del aleluya. 

 

COMUNIÓN

        Con unos medios sencillos, pobres y frágiles, el Señor nos hace llegar sus dones. Es lo que sucede ahora, en la Comunión: bajo las especies de pan y de vino, recibimos el Cuerpo y Sangre de Cristo, que, de este modo, nos alimenta y fortalece, para que demos fruto abundante.

 


Publicado por verdenaranja @ 15:58  | Liturgia
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Comentario de José Antonio Pagola al evangelio del domingo undécimo del Tiempo ordinario - B

PEQUEÑAS SEMILLAS

Vivimos ahogados por las malas noticias. Emisoras de radio y televisión, noticiarios y reportajes descargan sobre nosotros una avalancha de noticias de odios, guerras, hambres y violencias, escándalos grandes y pequeños. Los «vendedores de sensacionalismo» no parecen encontrar otra cosa más notable en nuestro planeta.

La increíble velocidad con que se difunden las noticias nos deja aturdidos y desconcertados. ¿Qué puede hacer uno ante tanto sufrimiento? Cada vez estamos mejor informados del mal que asola a la humanidad entera, y cada vez nos sentimos más impotentes para afrontarlo.

La ciencia nos ha querido convencer de que los problemas se pueden resolver con más poder tecnológico, y nos ha lanzado a todos a una gigantesca organización y racionalización de la vida. Pero este poder organizado no está ya en manos de las personas sino en las estructuras. Se ha convertido en «un poder invisible» que se sitúa más allá del alcance de cada individuo.

Entonces, la tentación de inhibirnos es grande. ¿Qué puedo hacer yo para mejorar esta sociedad? ¿No son los dirigentes políticos y religiosos quienes han de promover los cambios que se necesitan para avanzar hacia una convivencia más digna, más humana y dichosa?

No es así. Hay en el evangelio una llamada dirigida a todos, y que consiste en sembrar pequeñas semillas de una nueva humanidad. Jesús no habla de cosas grandes. El reino de Dios es algo muy humilde y modesto en sus orígenes. Algo que puede pasar tan desapercibido como la semilla más pequeña, pero que está llamado a crecer y fructificar de manera insospechada.

Quizás necesitamos aprender de nuevo a valorar las cosas pequeñas y los pequeños gestos. No nos sentimos llamados a ser héroes ni mártires cada día, pero a todos se nos invita a vivir poniendo un poco de dignidad en cada rincón de nuestro pequeño mundo. Un gesto amistoso al que vive desconcertado, una sonrisa acogedora a quien está solo, una señal de cercanía a quien comienza a desesperar, un rayo de pequeña alegría en un corazón agobiado… no son cosas grandes. Son pequeñas semillas del reino de Dios que todos podemos sembrar en una sociedad complicada y triste, que ha olvidado el encanto de las cosas sencillas y buenas.

José Antonio Pagola

11 Tiempo Ordinario – B (Marcos 4,26-34)


Publicado por verdenaranja @ 15:54  | Espiritualidad
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Mi?rcoles, 10 de junio de 2015

 Estas son las palabras del Papa para introducir la oración mariana el07 de junio de 2015 (ZENIT.org) :

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

Se celebra hoy en muchos países, entre ellos Italia, la solemnidad del Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo, o, según la expresión en latín más conocida, del Corpus Domini.

El Evangelio presenta el pasaje de la institución de la Eucaristía, realizada por Jesús durante la Última Cena, en el cenáculo de Jerusalén. La vigilia de su muerte redentora en la cruz, Él realizó lo que había predicho: “Yo soy el pan vivo bajado del cielo. El que coma de este pan vivirá eternamente, y el pan que yo daré es mi carne para la Vida del mundo...El que come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí y yo en él (Jn 6,51.56), así ha dicho el Señor. Jesús toma entre las manos el pan y dice “Tomad, esto es mi Cuerpo” (Mc 14,22). Con este gesto y con estas palabras, Él asigna al pan una función que ya no es la de simple alimento físico, sino la de hacer presente su Persona en medio de la comunidad de los creyentes.

La Última Cena representa el punto de llegada de toda la vida de Cristo. No es solamente anticipación de su sacrificio que se cumplirá en la cruz, sino también síntesis de una existencia ofrecida por la salvación de toda la humanidad. Por tanto, no basta afirmar que en la Eucaristía Jesús está presente, sino que es necesario ver en ella la presencia de una vida donada y participar de ella. Cuando tomamos y comemos ese Pan, somos asociados a la vida de Jesús, entramos en comunión con Él, nos comprometemos a realizar la comunión entre nosotros, a transformar nuestra vida en don, sobre todos a los más pobres.

La fiesta de hoy evoca este mensaje solidario y nos impulsa a acoger la invitación íntima a la conversión y al servicio, al amor y al perdón. Nos estimula a convertirnos, con la vida, en imitadores de lo que celebramos en la liturgia. El Cristo, que nos nutre bajo las especies consagradas del pan y del vino, es el mismo que nos viene al encuentro en los acontecimientos cotidianos; está en el pobre que tiende la mano, está en el que sufre que implora ayuda, está en el hermano que pide nuestra disponibilidad y espera nuestra acogida. Está en el niño que no sabe nada de Jesús, de la Salvación, que no tiene fe.  Está en cada ser humano, también en el más pequeño e indefenso.

La Eucaristía, fuente de amor para la vida de la Iglesia, es escuela de caridad y de solidaridad. Quien se nutre del Pan de Cristo ya no puede quedar indiferente ante los que no tienen el pan cotidiano. Y hoy sabemos es un problema cada vez más grave.                    

La fiesta del Corpus Domini inspire y alimente cada vez más a cada uno de nosotros el deseo y el compromiso por una sociedad acogedora y solidaria. Pongamos estos deseos en el corazón de la Virgen María, Mujer eucarística. Ella suscite en todos la alegría de participar en la Santa Misa, especialmente el domingo, y la valentía alegre de testimoniar la infinita caridad de Cristo.

(Oración del ángelus)

Queridos hermanos y hermanas,

Leó allí “bienvenido”. Gracias. Porque ayer viajé a Sarajevo, en Bosnia-Herzegovina, como peregrino de paz y de esperanza. Sarajevo es una ciudad símbolo. Durante siglos ha sido lugar de convivencia entre pueblos y religiones, tanto como para ser llamada “Jerusalén de occidente”. En el pasado reciente se ha convertido en símbolo de las destrucciones de la guerra. Ahora está en proceso de reconciliación, y sobre todo he ido por esto: para animar este camino de convivencia pacífica entre poblaciones diferentes; un camino cansado, difícil ¡pero posible! Y lo están haciendo bien. Renuevo mi reconocimiento a las autoridades y a toda la ciudadanía por la acogida calurosa. Doy las gracias a la comunidad católica, a la cuál que he querido llevar el afecto de la Iglesia universal. Y doy las gracias también en particular a todos los fieles, ortodoxos, musulmanes, judíos, y los de las otras minorías religiosas. He apreciado el compromiso de colaboración y de solidaridad entre personas de diferentes religiones, instando a todos a llevar adelante la obra de reconstrucción espiritual y moral de la sociedad. Trabajan juntos como verdaderos hermanos. El Señor bendiga Sarajevo y Bosnia-Herzegovina.

El próximo viernes, es la Solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús, pensemos en el amor de Dios. Cómo nos ha amado. En el corazón de Jesús está todo este amor. También se celebra la Jornada Mundial contra el trabajo infantil. Muchos niños en el mundo no tienen la libertad de jugar, de ir al colegio, y terminan siendo explotados como mano de obra. Espero en el compromiso adquirido y constante de la Comunidad internacional para la promoción del reconocimiento proactivo de los derechos de la infancia.             

 Y ahora os saludo a todos vosotros, queridos peregrinos de Italia y de distintos países. ¡Veo banderas de distintos países! En particular saludos a los fieles de Madrid, Brasilia y Curitiba; y a los de Chiavari, Catania e Gottolengo (Brescia). A todos deseo un feliz domingo. Por favor, no os olvidéis de rezar por mí. ¡Buen almuerzo y hasta pronto!    

Texto traducido por ZENIT         


Publicado por verdenaranja @ 21:07  | Habla el Papa
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Homilía del Papa en la misa en el Estadio de Sarajevo. Ciudad del Vaticano,06 de junio de 2015 (ZENIT.org)

Queridos hermanos y hermanas:

En las lecturas bíblicas que hemos escuchado ha resonado varias veces la palabra «paz».

Palabra profética por excelencia. Paz es el sueño de Dios, es el proyecto de Dios para la humanidad, para la historia, con toda la creación. Y es un proyecto que encuentra siempre oposición por parte del hombre y por parte del maligno. También en nuestro tiempo, el deseo de paz y el compromiso por construirla contrastan con el hecho de que en el mundo existen numerosos conflictos armados. Es una especie de tercera guerra mundial combatida «por partes»; y, en el contexto de la comunicación global, se percibe un clima de guerra.                

Hay quien este clima lo quiere crear y fomentar deliberadamente, en particular los que buscan la confrontación entre las distintas culturas y civilizaciones, y también cuantos especulan con las guerras para vender armas. Pero la guerra significa niños, mujeres y ancianos en campos de refugiados; significa desplazamientos forzados; significa casas, calles, fábricas destruidas; significa, sobre todo, vidas truncadas. Vosotros lo sabéis bien, por haberlo experimentado precisamente aquí, cuánto sufrimiento, cuánta destrucción, cuánto dolor. Hoy, queridos hermanos y hermanas, se eleva una vez más desde esta ciudad el grito del pueblo de Dios y de todos los hombres y mujeres de buena voluntad: ¡Nunca más la guerra!

Dentro de este clima de guerra, como un rayo de sol que atraviesa las nubes, resuena la palabra de Jesús en el Evangelio: «Bienaventurados los constructores de paz» (Mt 5,9). Es una llamada siempre actual, que vale para todas las generaciones. No dice: «Bienaventurados los predicadores de paz»: todos son capaces de proclamarla, incluso de forma hipócrita o aun engañosa. No. Dice: «Bienaventurados los constructores de paz», es decir, los que la hacen. Hacer la paz es un trabajo artesanal: requiere pasión, paciencia, experiencia, tesón. Bienaventurados quienes siembran paz con sus acciones cotidianas, con actitudes y gestos de servicio, de fraternidad, de diálogo, de misericordia... Estos, sí, «serán llamados hijos de Dios», porque Dios siembra paz, siempre, en todas partes; en la plenitud de los tiempos ha sembrado en el mundo a su Hijo para que tuviésemos paz. Hacer la paz es un trabajo que se realiza cada día, paso a paso, sin cansarse jamás.

Y ¿cómo se hace, cómo se construye la paz? Nos lo ha recordado de forma esencial el profeta Isaías: «La obra de la justicia será la paz» (32,17). «Opus iustitiae pax», según la versión de la Vulgata, convertida en un lema célebre adoptado proféticamente por el Papa Pío XII. La paz es obra de la justicia. Tampoco aquí retrata una justicia declamada, teorizada, planificada... sino una justicia practicada, vivida. Y el Nuevo Testamento nos enseña que el pleno cumplimiento de la justicia es amar al prójimo como a sí mismo (cf. Mt 22,39; Rm 13,9).

Cuando nosotros seguimos, con la gracia de Dios, este mandamiento, ¡cómo cambian las cosas! ¡Porque cambiamos nosotros! Esa persona, ese pueblo, que vemos como enemigo, en realidad tiene mi mismo rostro, mi mismo corazón, mi misma alma. Tenemos el mismo Padre en el cielo. Entonces, la verdadera justicia es hacer a esa persona, a ese pueblo, lo que me gustaría que me hiciesen a mí, a mi pueblo (cf. Mt 7,12).

San Pablo, en la segunda lectura, nos ha indicado las actitudes necesarias para la paz: «Revestíos de compasión entrañable, bondad, humildad, mansedumbre, paciencia. Sobrellevaos mutuamente y perdonaos cuando alguno tenga quejas contra otro. El Señor os ha perdonado: haced vosotros lo mismo» (3, 12-13).

Estas son las actitudes para ser “artesanos” de paz en lo cotidiano, allí donde vivimos. Pero no nos engañemos creyendo que esto depende sólo de nosotros. Caeríamos en un moralismo ilusorio. La paz es don de Dios, no en sentido mágico, sino porque Él, con su Espíritu, puede imprimir estas actitudes en nuestros corazones y en nuestra carne, y hacer de nosotros verdaderos instrumentos de su paz. y, profundizando más todavía, el Apóstol dice que la paz es don de Dios porque es fruto de su reconciliación con nosotros. Sólo si se deja reconciliar con Dios, el hombre puede llegar a ser constructor de paz.

Queridos hermanos y hermanas, hoy pedimos juntos al Señor, por la intercesión de la Virgen María, la gracia de tener un corazón sencillo, la gracia de la paciencia, la gracia de luchar y trabajar por la justicia, de ser misericordiosos, de construir la paz, de sembrar la paz y no guerra y discordia. Este es el camino que nos hace felices, que nos hace bienaventurados.               

            

Texto distribuido por la Sala de Prensa del Vaticano

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Discurso del Papa a los miembros de la presidencia en Sarajevo. 06 de junio de 2015 (ZENIT.org)

Señores Miembros de la Presidencia de Bosnia y Herzegovina Señor Presidente de turno

Miembros del Cuerpo Diplomático

Queridos hermanos y hermanas

Agradezco de corazón a los miembros de la Presidencia de Bosnia y Herzegovina por su amable acogida, y de modo particular al Señor Presidente de turno Mladen Ivanić por el cordial saludo que, en nombre de todos, me ha dirigido. Es para mí un motivo de alegría encontrarme en esta ciudad, que ha sufrido tanto a causa de los sangrientos conflictos del siglo pasado, y vuelve a ser un lugar de diálogo y de convivencia pacífica. Ha pasado de una cultura del enfrentamiento, de la guerra a hacer una cultura del encuentro.

Sarajevo, así como Bosnia y Herzegovina, tienen un significado especial para Europa y el mundo entero. En estos territorios hay comunidades que, desde hace siglos, profesan religiones diferentes y pertenecen a etnias y culturas distintas, cada una con sus características peculiares y orgullosa de sus tradiciones específicas, lo que no ha sido obstáculo para que durante mucho tiempo hayan tenido relaciones de mutua amistad y cordialidad.

 Incluso en la misma estructura arquitectónica de Sarajevo se encuentran huellas visibles y permanentes de esas relaciones, ya que en su tejido urbano, a poca distancia unas de otras, surgen sinagogas, iglesias y mezquitas, de tal modo que la ciudad recibió el nombre de la “Jerusalén de Europa”. Representa en efecto una encrucijada de culturas, naciones y religiones; y ese papel requiere que se construyan siempre nuevos puentes, que se sane y restaure los ya existentes, de modo que se asegure una comunicación fluida, segura y civil.

Tenemos necesidad de comunicarnos, de descubrir las riquezas de cada uno, de valorar lo que nos une y ver las diferencias como oportunidades de crecimiento en el respeto de todos. Se necesita un diálogo paciente y confiado, para que las personas, las familias y las comunidades puedan transmitir los valores de su propia cultura y acoger lo que hay de bueno en la experiencia de los demás.

Así, es posible también curar las graves heridas del pasado reciente, y mirar hacia el futuro con esperanza, enfrentándose con el corazón libre de temores y rencores a los problemas cotidianos que toda comunidad civilizada ha de afrontar. He venido como peregrinos de paz y de diálogo.

Dieciocho años después de la visita histórica de san Juan Pablo II, que tuvo lugar casi dos años después de la firma de los Acuerdos de Paz de Dayton, me complace ver los progresos realizados, que debemos agradecer al Señor y a tantas personas de buena voluntad. Sin embargo, es importante no contentarse con lo ya logrado, sino procurar que se adopten nuevas medidas para fortalecer la confianza y crear oportunidades para que aumente la comprensión y el respeto mutuos. Para facilitar este proceso se necesita la cercanía y colaboración de la Comunidad internacional, en particular de la Unión Europea, y de todos los países y organizaciones presentes y activas en el territorio de Bosnia y Herzegovina.

Bosnia y Herzegovina forma parte de Europa; sus logros y sus dramas se insertan de lleno en la historia de los éxitos y dramas de Europa, y al mismo tiempo son un serio llamamiento a hacer todo lo posible para que el proceso de paz comenzado sea cada vez más sólido e irreversible.

En esta tierra, la paz y la concordia entre croatas, serbios y bosnios, así como las iniciativas encaminadas a su fortalecimiento, las relaciones cordiales y fraternas entre musulmanes, judíos y cristianos, tienen una importancia que va más allá de sus fronteras. Testimonian ante el mundo que la colaboración entre los diversos grupos étnicos y religiones para el bien común es posible, que se puede dar una pluralidad de culturas y tradiciones que contribuyan a encontrar soluciones originales y eficaces a los problemas, que incluso las heridas más profundas pueden ser curadas a través de un proceso que purifique la memoria y dé esperanza para el futuro. He visto hoy esa esperanza en esos niños que he saludado en el aeropuerto. Musulmanes, ortodoxos, judíos, católicos, y otras minorías. Todos juntos, felices, esa es la esperanza. Apostemos en eso.

Para oponernos con éxito a la barbarie de los que toman ocasión y pretexto de cualquier diferencia para una violencia cada vez más brutal, tenemos que reconocer los valores fundamentales de nuestra humanidad común, los valores en virtud de los cuales podemos y debemos colaborar, construir y dialogar, perdonar y crecer, permitiendo que el conjunto de las voces forme un noble y armónico canto, en vez del griterío fanático del odio.

Los responsables políticos están llamados a la noble tarea de ser los primeros servidores de sus comunidades con una actividad que proteja en primer lugar los derechos fundamentales de la persona humana, entre los que destaca el de la libertad religiosa. De ese modo, será posible construir, con un compromiso concreto, una sociedad más pacífica y justa, para que con la ayuda de todos se encuentre solución a los múltiples problemas de la vida cotidiana del pueblo.

Para ello, es indispensable que todos los ciudadanos sean iguales ante la ley y su aplicación, independientemente de su origen étnico, religioso y geográfico: así todos y cada uno se sentirán plenamente participes de la vida pública y, disfrutando de los mismos derechos, podrán dar su contribución específica al bien común.

Excelentísimos señores y señoras:

La Iglesia católica, a través de la oración y la acción de sus fieles y de sus instituciones, participa en el trabajo de reconstrucción material y moral de Bosnia y Herzegovina, compartiendo sus alegrías y preocupaciones, deseosa de manifestar con decisión su cercanía especial con los pobres y necesitados, inspirada por la enseñanza y el ejemplo de su divino Maestro, Jesús.

La Santa Sede se alegra por todo el camino recorrido en estos años y asegura su compromiso de seguir promoviendo la cooperación, el diálogo y la solidaridad, a sabiendas de que, en una convivencia civil y ordenada, la paz y la escucha mutua son condiciones indispensables para un desarrollo auténtico y permanente. Espera fervientemente que, con la ayuda de todos y después de que las nubes oscuras de la tormenta han desaparecido finalmente, Bosnia y Herzegovina pueda proceder en el camino emprendido, para que después del frío invierno florezca la primavera. Y se ve florecer la primavera.

Con estos sentimientos, imploro del Altísimo paz y prosperidad para Sarajevo y para toda Bosnia y Herzegovina.

                 

Texto distribuido por la Sala de Prensa del Vaticano

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Domingo, 07 de junio de 2015

En la tarde del jueves 4 de junio de 2015, el papa Francisco presidió la Misa en la Solemnidad del Cuerpo y Sangre de Cristo desde el atrio de la basílica de San Juan de Letrán, para luego dar inicio a la procesión eucarística hasta la basílica de Santa María la Mayor. 

Homilía del Santo Padre


En la Última Cena, Jesús dona su Cuerpo y su Sangre mediante el pan y el vino, para dejarnos el memorial de su sacrificio de amor infinito. Con este “viático” lleno de gracia, los discípulos tienen todo lo necesario para su camino a lo largo de la historia, para hacer extensivo a todos el Reino de Dios. Luz y fuerza será para ellos el don que Jesús hizo de sí mismo, inmolándose voluntariamente sobre la cruz. Y este Pan de vida ¡llegó hasta nosotros! Ante esta realidad el estupor de la Iglesia no cesa jamás. Una maravilla que alimenta siempre la contemplación, la adoración, la memoria. Nos lo demuestra un texto muy bello de la Liturgia de hoy, el Responsorio de la segunda lectura del Oficio de las Lecturas, que dice así: ‘Reconozcan en este pan, a aquél que fue crucificado; en el cáliz, la sangre brotada de su costado. Tomen y coman el cuerpo de Cristo, beban su sangre: porque ahora son miembros de Cristo. Para no disgregarse, coman este vínculo de comunión; para no despreciarse, beban el precio de su rescate’.

Nos preguntamos: ¿qué significa, hoy, disgregarse y disolverse?

Nosotros nos disgregamos cuando no somos dóciles a la Palabra del Señor, cuando no vivimos la fraternidad entre nosotros, cuando competimos por ocupar los primeros lugares, cuando no encontramos el valor para testimoniar la caridad, cuando no somos capaces de ofrecer esperanza. La Eucaristía nos permite el no disgregarnos, porque es vínculo de comunión, y cumplimiento de la Alianza, señal viva del amor de Cristo que se ha humillado y anonadado para que permanezcamos unidos. Participando a la Eucaristía y nutriéndonos de ella, estamos incluídos en un camino que no admite divisiones. El Cristo presente en medio a nosotros, en la señal del pan y del vino, exige que la fuerza del amor supere toda laceración, y al mismo tiempo que se convierta en comunión con el pobre, apoyo para el débil, atención fraterna con los que fatigan en el llevar el peso de la vida cotidiana.

Y ¿qué significa hoy para nosotros “disolverse”, o sea diluir nuestra dignidad cristiana? Significa dejarse corroer por las idolatrías de nuestro tiempo: el aparecer, el consumir, el yo al centro de todo; pero también el ser competitivos, la arrogancia como actitud vencedora, el no tener jamás que admitir el haberse equivocado o el tener necesidades. Todo esto nos disuelve, nos vuelve cristianos mediocres, tibios, insípidos.

Jesús derramó su Sangre como precio y como baño sagrado que nos lava, para que fuéramos purificados de todos los pecados: para no disolvernos, mirándolo, saciándonos de su fuente, para ser preservados del riesgo de la corrupción. Y entonces experimentaremos la gracia de una transformación: nosotros siempre seguiremos siendo pobres pecadores, pero la Sangre de Cristo nos librará de nuestros pecados y nos restituirá nuestra dignidad. Sin mérito nuestro, con sincera humildad, podremos llevar a los hermanos el amor de nuestro Señor y Salvador. Seremos sus ojos que van en busca de Zaqueo y de la Magdalena; seremos su mano que socorre a los enfermos del cuerpo y del espíritu; seremos su corazón que ama a los necesitados de reconciliación y de comprensión.

De esta manera la Eucaristía actualiza la Alianza que nos santifica, nos purifica y nos une en comunión admirable con Dios.

Hoy, fiesta del Cuerpo y la Sangre de Cristo, tenemos la alegría no solamente de celebrar este misterio, sino también de alabarlo y cantarlo por las calles de nuestra ciudad. Que la procesión que realizaremos al final de la Misa, pueda expresar nuestro reconocimiento por todo el camino que Dios nos hizo recorrer a través del desierto de nuestras miserias, para hacernos salir de la condición servil, nutriéndonos de su Amor mediante el Sacramento de su Cuerpo y de su Sangre.

Dentro de poco, mientras caminaremos a largo de la calles, sintámonos en comunión con tantos de nuestros hermanos y hermanas que no tienen la libertad para expresar su fe en el Señor Jesús. Sintámonos unidos a ellos: cantemos con ellos, alabemos con ellos, adoremos con ellos. Y veneremos en nuestro corazón a aquellos hermanos y hermanas a los que fue requerido el sacrificio de la vida por fidelidad a Cristo: que su sangre, unida a aquella del Señor, sea prenda de paz y de reconciliación para el mundo entero. (trad.de Radio Vaticana).+


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Homilía del cardenal Fernando Filoni en la Misa que ha presidido la tarde del 3 de junio de 2015 en la capilla del Pontificio Colegio Misionero Internacional “San Pablo Apóstol” en Roma, con motivo del 50º aniversario de su inauguración (Véase Agencia Fides 03/06/2015). (De Agencia Fides)

OMELIA del Card. Fernando Filoni

50° Anniversario del Pontificio Collegio San Paolo.

3 giugno 2015 

Cari fratelli e sorelle,

la presenza in Roma dei Direttori Nazionali delle P.O.M., offre al Pontificio Collegio di San Paolo la gradita occasione di ricordare il 50° anniversario della sua inaugurazione, che, com’è noto, avvenne il 3 dicembre 1965, alla presenza del Beato Papa Paolo VI e per volontà dell’allora Prefetto della Congregazione di Propaganda Fide, il Card. Gregorio Pietro Agagianian, al fine di far fronte alle numerose richieste di avere in Roma un ulteriore luogo, oltre il Pontificio Collegio Urbano, di accoglienza e formazione degli alunni provenienti dai Paesi di Missione. Il Collegio ospitò dapprima alunni di filosofia, poi dal 1977 solo sacerdoti accolti per una più adeguata formazione di cui necessitavano le nuove Chiese di Africa, Asia e Oceania, nonché di alcuni Vicariati dell’America. Questo anniversario viene celebrato nella felice ricorrenza liturgica della memoria di S. Carlo Lwanga e compagni, martiri tra gli anni 1885-1887, canonizzati da Paolo VI il 18 ottobre 1964, in pieno periodo Conciliare, mentre si discutevano argomenti di grande rilievo e impatto ecclesiale: la Dichiarazione sulla libertà religiosa e il Cap. III del “De Ecclesia”, il documento poi noto come “Lumen Gentium”. La canonizzazione dei Martiri di Uganda diede occasione a Paolo VI, pronunciando l’omelia, di affermare, non senza stupore, che “L’Africa è patria nuova di Cristo”! Pochi giorni dopo, i Padri Conciliari discutevano lo schema sulla vita e il ministero sacerdotale, e si preparava la discussione sulla “Gaudium et spes”. Dunque, erano giorni di vivace dibattito. Oggi noi siamo eredi di quella passione Conciliare che raccogliamo, per farne motivo di rinnovato impegno missionario. Questo Collegio, in fondo, è il frutto di quella passione che trovò corpo nel Decreto “Ad Gentes”, di cui nel prossimo mese di dicembre celebreremo pure il 50° di promulgazione.

Questo Collegio, oggi, continua ad essere fucina di formazione per centinaia di sacerdoti. Essi ci sono affidati dai loro Vescovi perché, ultimati gli studi superiori presso le Pontificie Università di Roma, possano ritornare alle loro Chiese particolari, per aiutarle a crescere e a consolidarsi nella vita cristiana e nell’evangelizzazione ad gentes. In effetti, oggi, più che i missionari di altri luoghi e continenti, pure utili e opportuni, sono i sacerdoti locali che si assumono direttamente l’opera pastorale ed evangelizzatrice. Ciò significa che la crescita delle Chiese particolari è affidata a Vescovi e sacerdoti autoctoni, capaci di cogliere le esigenze e le sensibilità “particolari”, e di innestarle sull’albero della Cattolicità e universalità. Questo servizio è indispensabile ancora oggi, per questo più volte insisto, sia con i Vescovi, sia con i nostri alunni sacerdoti e seminaristi, che essi devono tornare presso le proprie Chiese e non rimanere al servizio delle Diocesi europee e dell’America settentrionale, accomodandosi in situazioni economicamente vantaggiose a proprio profitto. Le borse di studio che le Pontificie Opere missionarie e la nostra Congregazione offrono annualmente ad oltre 500 alunni (seminaristi, suore e sacerdoti) sono il frutto di offerte dei nostri fedeli che desiderano vedere l’evangelizzazione portata a tutte le genti ed in particolare nei Paesi cosiddetti “missionari”.

Ai nostri alunni, pertanto, chiediamo generosità ed entusiasmo per essere parte di questo progetto che, nella dimensione evangelizzante, sta particolarmente a cuore di Papa Francesco. Essi, inoltre, ricchi di esperienza presso la Sede di Pietro, nel cuore della Cattolicità, porteranno questa ricchezza alle proprie Chiese locali con gioia ed entusiasmo.

E qui, prima di concludere, non posso non fare un riferimento alle straordinarie parole che abbiamo ascoltato nella prima Lettura, dove uno dei fratelli Maccabei, martire per la sua fedeltà alla legge di Dio, proclama davanti al giudice: “È preferibile morire per mano degli uomini, quando da Dio si ha la speranza di essere da Lui di nuovo risuscitati” (Mac 7,14). A questa splendida testimonianza fa eco, nella seconda Lettera di Paolo a Timoteo, il grido: “la Parola di Dio non sia incatenata!”, e per la quale vale soffrire  -dice Paolo- persecuzioni e catene. La Parola di Dio di cui parla è Cristo Gesù: beati voi quando soffrirete per causa mia!

Mentre auguro agli alunni di questo Pontificio Collegio ogni bene -siamo anche al termine dell’Anno Accademico- chiedo ai nostri Direttori di portare il più sentito grazie ai fedeli che, con generosità, sostengono questo e gli altri nostri Collegi. Senza la loro generosità non potremmo offrire tutto quanto facciamo ai nostri alunni per le giovani Chiese. Grazie anche a voi, cari Direttori, ed estendo la mia riconoscenza anche ai Superiori dei Collegi, che quotidianamente portano la grave responsabilità formativa, spirituale e morale degli alunni nei cinque Collegi dipendenti dalla Congregazione per l’Evangelizzazione dei Popoli e delle P.O.M.

Il Signore benedica questo Collegio e ne faccia Cenacolo di formazione apostolica a servizio della Chiesa.


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S?bado, 06 de junio de 2015

Reflexiones del obispo de San Cristóbal de Las Casas, Mons. Felipe Arizmendi Esquivel. San Cristóbal de las Casas,03 de junio de 2015 (ZENIT.org)

Cristopher nos cuestiona

VER

En un municipio de Chihuahua, mientras dicen que jugaban al secuestro, cinco menores asesinaron al niño de seis años Cristopher: dos adolescentes de 15 años, dos niñas de 13 y uno de 12. Había salido de su casa, en una colonia popular, para jugar con uno de sus vecinos, un jueves por la tarde. Llegaron los otros cinco y se pusieron a jugar que simulaban un secuestro. Le amarraron las manos, le pusieron una bolsa de plástico, lo medio asfixiaron, cayó herido con una navaja por la espalda, le arrojaron piedras, hicieron un agujero, lo enterraron cerca del cauce de un arroyo, taparon con tierra y maleza, pusieron encima un animal muerto, para disimular el mal olor. Su cadáver fue encontrado hasta el sábado posterior, porque uno de los asesinos declaró lo que habían hecho. Ya están en manos de las autoridades. Estos muchachos acostumbraban reunirse para desmantelar y quemar viviendas abandonadas de la colonia; mataban perros, gatos y gallinas, cortándoles la cabeza, metiéndolos en tinacos de agua, aventándolos a las casas. Aunque esto era reportado a la Policía Municipal, nada se hizo.

Adolescentes y jóvenes, que ni estudian ni trabajan, son alistados por narcotraficantes y los obligan a drogarse, matar, secuestrar, extorsionar, vender droga, quemar camiones y comercios, bloquear carreteras y calles, cometer desmanes.

¿Qué significan estos y otros hechos parecidos? ¿Cómo están sus familias? En muchos casos, son fruto de la desintegración familiar, de uniones superficiales, de alcoholismo en el hogar, de ausencia de padre o de madre, a veces porque tienen que trabajar para subsistir. También tienen que ver los medios informativos, cuando dedican tanto tiempo a estos temas, pues con ello despiertan la imaginación de quienes tienen una personalidad sin cimientos de verdad y de bien. La educación sin valores y sin trascendencia, los expone a contagios de toda índole. En el fondo, está la ausencia de Dios y la falta de una evangelización adecuada, pues si los niños conocieran a Jesús y siguieran sus pasos, no lamentaríamos estos hechos.

PENSAR

Dice el Papa Francisco: “Si uno está íntimamente unido a Jesús, goza de los dones del Espíritu Santo, que –como nos dice San Pablo- son: amor, alegría, paz, magnanimidad, benevolencia, bondad, fidelidad, mansedumbre, dominio de sí (Gál 5,22). Estos son los dones que recibimos si permanecemos unidos a Jesús. Como consecuencia, una persona que está así unida a El, hace mucho bien al prójimo y a la sociedad; es una persona cristiana. En estas actitudes, se reconoce si uno es un auténtico cristiano, como por los frutos se reconoce el árbol. Los frutos de esta unión profunda con Jesús son maravillosos: toda nuestra persona es transformada por la gracia del Espíritu Santo: alma, inteligencia, voluntad, afectos, y también el cuerpo, porque somos unidad de espíritu y cuerpo. Recibimos un nuevo modo de ser. La vida de Cristo se convierte también en la nuestra: podemos pensar como El, actuar como El, ver el mundo y las cosas con los ojos de Jesús. Como consecuencia, podemos amar a nuestros hermanos, comenzando por los más pobres y los que sufren, como hizo El, amarlos con su corazón y llevar así al mundo frutos de bondad, de caridad y de paz” (3-V-2015).

ACTUAR

A los que nada quieren saber de Dios, les decimos que El no es enemigo, sino un Padre que nos ama y quiere sólo nuestro bien. Jesús a nadie hace daño, sino que nos comprende, nos acompaña, nos perdona, nos levanta, dio su vida por nosotros y nos enseña el camino para ser verdaderamente personas. El Espíritu Santo nos ilumina, nos fortalece, nos sostiene en el camino seguro de la felicidad. Si sigues el camino de Jesús, llegarás a ser alguien y a nadie harás daño, sino todo lo contrario.

Esposos, sostengan la unidad familiar y no destruyan sus hogares, abandonando a los hijos. No sean egoístas pensando sólo en su bienestar y en sus derechos. Los hijos también tienen derechos, sobre todo a su presencia, a su amor y a su educación.

No ocultemos el gran tesoro que tenemos en Jesús y en su Evangelio. Ofrezcámoslo por todas partes, como un servicio a la sociedad.


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Texto completo de la catequesis del Papa en la audiencia del miércoles 3 de junio de 2015 (ZENIT.org)

 

"Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

En estos miércoles hemos reflexionado sobre la familia. Y vamos adelante con este tema. Reflexionar sobre la familia. Y desde hoy nuestras catequesis se abren con la reflexión de la consideración de las vulnerabilidades que tiene la familia, en las condiciones de vida que la ponen a prueba. La familia tiene muchos problemas que le ponen a prueba. Hoy comenzaremos por una.

Una de estas pruebas es la pobreza. Pensemos en tantas familias que pueblan las periferias de las megalópolis, también en las zonas rurales… ¡Cuánta miseria, cuánto degrado! Y además, para agravar la situación, en algunos lugares llega también la guerra. La guerra es siempre algo terrible. Además golpea especialmente a las poblaciones civiles, las familias. Realmente la guerra es la madre de todas las pobrezas, la guerra empobrece la familia.  Una gran depredadora de vidas, de almas, y de los afectos más sagrados y más queridos.

A pesar de todo esto, hay muchas familias pobres que con dignidad buscan conducir su vida cotidiana, a menudo confiando abiertamente en la bendición de Dios. Esta lección, sin embargo, no debe justificar nuestra indiferencia, ¡sino aumentar nuestra vergüenza! que haya tanta pobreza.  Es casi un milagro que, también en la pobreza, la familia continúa formándose, e incluso que hasta conserve --como puede-- la humanidad especial de sus uniones. El hecho irrita a esos planificadores del bienestar que consideran los afectos, la generación, las uniones familiares, como una variable secundaria de la calidad de vida. No entienden nada. Sin embargo, tendremos que arrodillarnos delante de estas familias, que son una verdadera escuela de humanidad que salva las sociedades de la barbarie.

¿Qué queda, entonces, si cedemos al chantaje de César y Mammón, de la violencia y del dinero, y renunciamos también a los afectos familiares? Una nueva ética civil llegará solamente cuando los responsables de la vida pública reorganicen la unión social a partir de la lucha a la espiral perversa entre familia y pobreza, que nos lleva al abismo.

La economía actual a menudo se ha especializado en el goce del bienestar individual, pero practica ampliamente la explotación de las uniones familiares. ¡Esta es una contradicción grave! ¡El inmenso trabajo de la familia no aparece en los balances, naturalmente! De hecho, la economía y la política son avaras en el reconocer esto. Además, la formación interior de la persona y la circulación social de los afectos tienen precisamente allí su pilar. Si lo quitas, se cae todo.

No es solo cuestión de pan. Hablamos de trabajo, instrucción, sanidad. Es importante entender esto. Nos conmueve siempre cuando vemos las imágenes de niños desnutridos y enfermos que se nos muestran en tantas partes del mundo. Al mismo tiempo, nos conmueve también mucho la mirada brillante de muchos niños, privados de todos, que están en escuelas hechas de nada, cuando muestran con orgullo su lápiz y su cuaderno. ¡Y cómo miran con amor a su maestro o su maestra! ¡Realmente los niños saben que el hombre no vive solo de pan! También el afecto familiar está. Cuando hay miseria sufren los niños porque ellos quieren el amor, la unión familiar.

Nosotros los cristianos tenemos que estar cada vez más cerca de las familias que están a prueba por la pobreza. Pesemos todos si conocemos a alguno. Papá sin trabajo, mamá sin trabajo. La familia sufre. Las uniones se debilitan. Es feo esto. De hecho, la miseria social golpea la familia y a veces la destroza. La falta o la pérdida de trabajo, o su fuerte precariedad, inciden pesadamente sobre la vida familiar, poniendo a dura prueba las relaciones. Las condiciones de vida de los barrios más desfavorecidos, con problemas de vivienda y de transporte, como también la reducción de los servicios sociales, sanitarios, escolares, causan más dificultades. A estos factores materiales se añade el daño causado a la familia por los pseudo-modelos, difundidos por los medios de comunicación basados en el consumismo y el culto del aparentar, que afectan a las clases sociales más pobres e incrementan la desintegración de las uniones familiares. Cuidar las familias, cuidar el afecto, pero la miseria pone a prueba a la familia.

La Iglesia es madre, y no debe olvidar este drama de sus hijos. También ella debe ser pobre, para hacerse fecunda y responder a tanta miseria. Una Iglesia pobre es una Iglesia que practica une sencillez voluntaria en la propia vida --en sus instituciones, en el estilo de vida de sus miembros-- para abatir cada muro de separación, sobre todo de los pobres. Es necesaria la oración y la acción. Recemos intensamente al Señor, que nos sacuda, para hacer a nuestras familias cristianas protagonistas de esta revolución de la proximidad familiar, que ahora es tan necesaria. De esta proximidad familiar, desde el principio, está hecha la Iglesia. Y no olvidemos que nuestro juicio sobre los necesitados, de los pequeños y de los pobres anticipa al juicio de Dios. No olvidemos esto.

Y hagamos todo, todo lo que podamos para ayudar a las familias a ir adelante en la prueba de la pobreza y la miseria, que golpean los afectos y las uniones familiares.

Yo quisiera leer otra vez el texto de la Biblia que hemos escuchado al principio. Y que cada uno de nosotros piense en las familias que pasan por la prueba, que son probados por la miseria y la pobreza. La Biblia dice así: “Hijo mío, no prives al pobre de su sustento ni hagas languidecer los ojos del indigente” Pero pensemos cada palabra. “No hagas sufrir al que tiene hambre ni irrites al que está en la miseria. No exasperes más aún al que está irritado ni hagas esperar tu don al que lo necesita. No rechaces la súplica del afligido ni apartes tu rostro del pobre. No apartes tus ojos del indigente ni des lugar a que alguien te maldiga”. Porque esto será lo que haga el Señor, lo dice el Evangelio, si no hacemos estas cosas.

Gracias".

Texto traducido y transcrito desde el audio por ZENIT 


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 Reflexión de José Antononio Pagola al evangelio dela solemnidad del Corpus Christi - B

LA CENA DEL SEÑOR

 

Los estudios sociológicos lo destacan con datos contundentes: los cristianos de nuestras iglesias occidentales están abandonando la misa dominical. La celebración, tal como ha quedado configurada a lo largo de los siglos, ya no es capaz de nutrir su fe ni de vincularlos a la comunidad de Jesús.

Lo sorprendente es que estamos dejando que la misa «se pierda» sin que este hecho apenas provoque reacción alguna entre nosotros. ¿No es la eucaristía el centro de la vida cristiana? ¿Cómo podemos permanecer pasivos, sin capacidad de tomar iniciativa alguna? ¿Por qué la jerarquía permanece tan callada e inmóvil? ¿Por qué los creyentes no manifestamos nuestra preocupación con más fuerza y dolor?

La desafección por la misa está creciendo incluso entre quienes participan en ella de manera responsable e incondicional. Es la fidelidad ejemplar de estas minorías la que está sosteniendo a las comunidades, pero ¿podrá la misa seguir viva solo a base de medidas protectoras que aseguren el cumplimiento del rito actual?

Las preguntas son inevitables: ¿No necesita la Iglesia en su centro una experiencia más viva y encarnada de la cena del Señor que la que ofrece la liturgia actual? ¿Estamos tan seguros de estar haciendo hoy bien lo que Jesús quiso que hiciéramos en memoria suya?

¿Es la liturgia que nosotros venimos repitiendo desde siglos la que mejor puede ayudar en estos tiempos a los creyentes a vivir lo que vivió Jesús en aquella cena memorable donde se concentra, se recapitula y se manifiesta cómo y para qué vivió y murió? ¿Es la que más nos puede atraer a vivir como discípulos suyos al servicio de su proyecto del reino del Padre?

Hoy todo parece oponerse a la reforma de la misa. Sin embargo, cada vez será más necesaria si la Iglesia quiere vivir del contacto vital con Jesucristo. El camino será largo. La transformación será posible cuando la Iglesia sienta con más fuerza la necesidad de recordar a Jesús y vivir de su Espíritu. Por eso también ahora lo más responsable no es ausentarse de la misa, sino contribuir a la conversión a Jesucristo.

José Antonio Pagola

Cuerpo y Sangre de Cristo – B (Marcos 14,12-16.22-26)
Evangelio del 07/06/15
Publicado el 01/ jun/ 2015
por Coordinador Grupos de Jesús

 


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Viernes, 05 de junio de 2015

Reflexión a las lecturas de la solemnidad del Corpus Christi - B ofrecida por el sacerdote Don Juan Manuel Pérez Piñero bajo el epígrafe "ECOS DEL DÍA DEL SEÑOR"

 Domingo de Corpus B 

           

Este año (B) la Liturgia del Corpus nos invita a reflexionar sobre la Eucaristía como alianza de Dios con los hombres, ratificada por la Sangre de Cristo.

En la vida de los hombres hay ocasiones en que se hacen necesarios los acuerdos, los pactos. ¡Y hace falta garantizar su cumplimiento! Cuántos ejemplos podríamos poner sobre las garantías que avalan los acuerdos, los pactos. ¡Hasta llegar a la sangre!

Dios, en su relación salvadora con nosotros, también se ha valido de estas realidades. En el Antiguo Testamento, se fueron sucediendo distintas alianzas: con Noé, con Abrahán…, hasta llegar a la alianza con todo el pueblo elegido, en el Sinaí. En la  primera lectura de este domingo, contemplamos esta alianza que se realiza a través de Moisés, que presenta al pueblo las condiciones del pacto. Y el pueblo responde: “haremos todo lo que dice el Señor y le obedeceremos”. Y Moisés rocía al pueblo con sangre de animales sacrificados. Esto nos da idea de la importancia y gravedad del acuerdo.

El Evangelio nos presenta el Cáliz de la Sangre de Cristo, que se derrama como Sangre de la alianza nueva y eterna.

La segunda lectura es un comentario acerca de esta alianza: “… Si la sangre de machos cabríos o de toros y el rociar con las cenizas de una becerra tienen el poder de consagrar a los profanos, devolviéndoles la pureza externa, cuánto más la Sangre de Cristo que, en virtud del Espíritu eterno, se ha ofrecido como sacrificio sin mancha, podrá purificar nuestra conciencia de las obras muertas, llevándonos al culto del Dios vivo”.

Lo peculiar de este pacto es que se personaliza, se renueva, cada vez que se celebra la Santa Misa. Por eso, nuestra participación en ella nos compromete tanto. En cada celebración, especialmente, al terminar la Liturgia de la Palabra, también tenemos que decir nosotros: “haremos todo lo que dice el Señor y le obedeceremos”. Por eso nuestra participación en la Eucaristía tiene que hacernos mejores cumplidores de los mandatos del Señor, especialmente, del mandamiento nuevo, que son los términos del pacto. Y eso tiene que reflejarse en la vida de cada día.      

Los términos de la alianza, por tanto, se refieren al amor a Dios y a los hermanos. Por eso las grandes celebraciones eucarísticas suelen estar relacionadas con algún aspecto de la dimensión caritativo–social de la vida cristiana. Así, en el Corpus, celebramos el Día Nacional de Caridad y el Jueves Santo, el Día del Amor Fraterno.

En efecto, reconocer y adorar la presencia de Cristo en la Eucaristía ha de purificar nuestros ojos y nuestro corazón para reconocerle después presente en los hermanos, especialmente, en los que sufren y en los pobres.

En este tiempo de crisis, las necesidades se han multiplicado y urgen nuestra caridad que, como sabemos, es “la mejor forma de justicia”. Siempre tenemos delante de nuestros ojos, el reto de la  comunidad cristiana de Jerusalén en la que “ninguno pasaba necesidad” (Hch 4, 34).

En medio de tantas dificultades y sufrimientos, nos alegra constatar la respuesta positiva de tantos cristianos y asociaciones e instituciones de la Iglesia, especialmente, de Cáritas. Y esto siempre lo tenemos que intensificar, porque a los pobres los tenemos siempre con nosotros (Jn 12, 8).

                                                                                              ¡FELIZ DÍA DEL SEÑOR!


Publicado por verdenaranja @ 21:34  | Espiritualidad
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 SANTÍSIMO CUERPO Y SANGRE DE CRISTO (B)

MONICIONES 

 

PRIMERA LECTURA

          En la antigüedad los pactos se sellaban a menudo con sangre. En la lectura que vamos a escuchar, contemplamos cómo Dios hace alianza con el pueblo de Israel, liberado de la  esclavitud de Egipto, y es ratificada  con sangre de animales sacrificados.

 

SEGUNDA LECTURA

          La alianza nueva y definitiva de Dios con los hombres, no se sella con sangre de animales sino con la misma Sangre de Cristo, que es la única que tiene poder para purificar el interior del hombre.

 

TERCERA LECTURA

Sintámonos presentes en la Cena del Señor con sus discípulos. Él entrega su Cuerpo, que va a ser sacrificado, su Sangre, que va a ser derramada. Cada vez que nos reunimos para  celebrar la Eucaristía, se actualiza lo que Jesús hizo entonces.

Aclamémosle con el canto del aleluya.

 

OFRENDAS

          En este día de Corpus, Jornada Nacional de Caridad, presentamos al Señor, junto con el pan y el vino, nuestras aportaciones económicas, para ayudar a nuestros hermanos más necesitados.

 

COMUNIÓN

          En la Comunión recibimos el "Corpus Christi", el Cuerpo de Cristo. Así llegamos al punto culminante de nuestra participación en la Alianza con el Señor. Que Él nos ayude a vivir pendientes de los miembros de su Cuerpo Místico, especialmente, de los que sufren cualquier tipo de pobreza. 


Publicado por verdenaranja @ 21:30  | Liturgia
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Mi?rcoles, 03 de junio de 2015

Comentario a la liturgia dominical por el P. Antonio Rivero, L.C. Doctor en Teología Espiritual, profesor y director espiritual en el seminario diocesano Maria Mater Ecclesiae de são Paulo (Brasil). Brasil,02 de junio de 2015 (ZENIT.org)

Solemnidad del Corpus Christi    Ciclo B  

Textos: Ex 24, 3-8; Heb 9, 11-15; Mc 14, 12-16.22-26

Idea principal: La Eucaristía es para ser celebrada (misa) y prolongada (adoración y culto).

Síntesis del mensaje: Esta fiesta del Corpus Christi nació en el siglo XIII. Jesús ha querido dársenos como alimento para el camino, haciéndonos comulgar con su propia Persona, con su Cuerpo y Sangre, bajo la forma del pan y del vino. 

Puntos de la idea principal:

En primer lugar, un poco de historia de esta espléndida Solemnidad del Corpus Christi. El año 1208, una joven de 17 años, Juan de Rétine, religiosa hospitalaria en Mont Cornillon (Lieja, Bélgica) tuvo la visión de una luna resplandeciente y llena pero con una mancha. Esta visión le duró dos años. Por fin la descifró: en el espléndido calendario litúrgico faltaba una fiesta de la Eucaristía. Fue el origen del Corpus Christi, cuya primera procesión se puso en marcha por las calles de Lieja el año 1245 y por las de todo el mundo a partir de 1264. A partir de la fiesta del Corpus, la fe y el entusiasmo por la Eucaristía llevó a los de Bolzano (Italia) a creer en las hostias profanadas que sangraban sangre. Y a los de Daroca (Zaragoza) del siglo XIII a creer en el milagro de los corporales que, para defenderlas contra la profanación de la soldadesca musulmana, entre sus pliegues guardaron seis hostias, que han dejado seis huellas redondas. Sólo desde la fe se pueden creer estas cosas.

En segundo lugar, la Eucaristía tiene dos dimensiones: primero, su celebración, la misa, en torno al altar; y después, su prolongación, con la reserva del Pan eucarísticos en el Sagrario y la consiguiente veneración y adoración que le dedica la comunidad cristiana. La finalidad principal de la Eucaristía es su celebración –la misa-, o sea, que los fieles comulguen con el Cuerpo y Sangre de Cristo. Pero, desde que, ya en los primeros siglos, la comunidad cristiana empezó a guardar el Pan eucarísticos para los enfermos y para los moribundos, fue haciéndose cada vez más “connatural” que se rodeara el lugar de la reserva (el Sagrario) de signos de fe y adoración hacia el Señor. La Eucaristía en el celebración es para ser comida para salud de nuestras almas y asimilar a Cristo, Pan de vida. La Eucaristía en la prolongación es para ser adorada, festejada y cantada. En la celebración de la Eucaristía entramos en comunión con Cristo al comulgarlo. En la prolongación de la Eucaristía caemos de rodillas para agradecer, adorar, contemplar y abrir el corazón ante quien está ahí sacramentalmente presente y sabemos que nos mira y nos ama.

Finalmente, este culto por Cristo Eucaristía prolongado nos debe llevar a cuidarlo siempre. De ahí la dignidad de los Sagrarios: colocados en un lugar noble y destacado, convenientemente adornados, fijados permanentemente sobre un altar, pilar, o bien empotrados en la pared o incorporados al retablo. El Sagrario debe estar construido de materia sólida (pueden ser metales preciosos como oro, plata, metal plateado, madera, cerámica y similares) y no transparente, cerrado con llave, en un ambiente que haga fácil la oración personal fuera del momento de la celebración, y por tanto mejor en una capilla separada (capilla sacramental). De ahí que junto al Sagrario luzca constantemente una lámpara, con la que se indica y honra la presencia real y silenciosa de Cristo. De ahí, la genuflexión cuando pasamos ante él. De ahí, los momentos personales de oración o “visita” ante el Señor en la Eucaristía. De ahí, la organización de la “bendición con el Santísimo” con una “exposición” más o menos prolongada y solemne para la adoración comunitaria. Son momentos que deberíamos desear, añorar y buscar, tanto personalmente como en comunidad; momentos de oración más pausada, meditativa y serena ante el Sagrario.

Para reflexionar y rezar: meditemos la secuencia de este día llamada “Lauda Sion”:

 

1. Canta, oh Sion, con voz solemne

al que a redimirte viene,

a tu Rey, y a tu Pastor,

2. Alaba cuanto se puede,

que a toda alabanza excede,

toda es poca en su loor.

3. De alabanza sin medida,

el pan vivo y que da vida,

alto objeto es hoy doquier.

4. Que al colegio de los Doce,

nuestra Iglesia reconoce,

dado en la cena postrer.

5. Al cantar lleno y sonoro,

con transporte, con decoro,

acompañe el corazón.

6. Pues la fiesta hoy se repite,

que recuerda del convite,

la primera institución.

7. Nueva Pascua es la ley nueva,

el Rey nuevo al mundo lleva,

y a la antigua pone fin.

8. Luz sucede a noche oscura,

la verdad a la figura,

el nuevo al viejo festín.

9. Lo que practicó en la cena,

repetirlo Cristo ordena,

en memoria de su amor.

10. Y en holocausto divino

consagramos pan y vino,

al ejemplo del Señor.

11. Siendo dogma, el fiel no duda

que en sangre el vino se muda

y la hostia en carne divina.

12. Lo que ni ves ni comprendes

con fe valiente defiendes

por ser preternatural.

13. Bajo especies diferentes

sólo signos y accidentes,

gran portento oculto está.

14. Sangre, el vino es, del Cordero;

carne el pan; mas Cristo entero

bajo cada especie está.

15. No en pedazos dividido,

ni incompleto, ni partido,

sino entero se nos da.

16. Uno o mil su cuerpo tomen,

todos entero lo comen,

ni comido pierde el ser.

17. Recíbelo el malo, el bueno:

Para éste es de vida lleno,

para aquél manjar mortal.

18. Vida al bueno, muerte al malo,

da este manjar regalado.

¡Oh qué efecto desigual!

19. Dividido el Sacramento,

no vaciles un momento,

que encerrado en el fragmento

como en el total está.

20. En la cosa no hay fractura,

la hay tan sólo en la figura,

ni en su estado ni estatura

detrimento al cuerpo da.

21. ¡Pan del Ángel, pan divino,

nutre al hombre peregrino;

pan de hijos, don tan fino,

no a los perros se ha de echar!

22. Por figuras anunciado,

en Isaac es inmolado,

maná del cielo bajado,

Cordero sobre el altar,

23. ¡Buen pastor, Jesús clemente!

tu manjar de gracia fuente,

nos proteja y apaciente,

y en la alta región viviente,

haznos ver tu gloria, ¡oh Dios!

24. Tú, que lo sabes y puedes,

y que al mortal lo sostienes;

por comensales perennes,

al festín de eternos bienes

con tus Santos, llámanos.

¡Amén –Aleluya!

Cualquier sugerencia o duda pueden comunicarse con el padre Antonio a este email: [email protected]


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Martes, 02 de junio de 2015

En la solemnidad de la Santísima Trinidad, el papa Francisco rezó este domingo la oración del Ángelus desde la ventana de su estudio en el Palacio Apostólico, ante una multitud que le atendía en la Plaza de San Pedro. Ciudad del Vaticano,31 de mayo de 2015 (ZENIT.org)

"Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días! ¡Buen domingo!

Hoy celebramos la fiesta de la Santísima Trinidad, que nos recuerda el misterio del único Dios en tres personas: el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. La Trinidad es comunión de personas divinas, las cuales son una con la otra, una para la otra y una en la otra: esta comunión es la vida de Dios, el misterio de amor del Dios Vivo. Y Jesús nos ha revelado este misterio. Él nos ha hablado de Dios como Padre; nos ha hablado del Espíritu; y nos ha hablado de sí mismo como Hijo de Dios. Y así nos ha revelado este misterio. Y cuando, resucitado, ha enviado a los discípulos a evangelizar a las gentes, les dijo que los bautizaran “en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo”.

Este mandato, Cristo lo confía en todo tiempo a la Iglesia, que ha heredado de los Apóstoles el mandato misionero. Lo dirige también a cada uno de nosotros, que, gracias al Bautismo, formamos parte de su comunidad.

Por lo tanto, la solemnidad litúrgica de hoy, al tiempo que nos hace contemplar el misterio estupendo del cual provenimos y hacia el cual vamos, nos renueva la misión de vivir la comunión con Dios y vivir la comunión entre nosotros, basados en el modelo de esa comunión de Dios. Estamos llamados a vivir no los unos sin los otros, encima o contra los otros, sino los unos con los otros, por los otros y en los otros. Esto significa acoger y testimoniar concordes la belleza del Evangelio; vivir el amor recíproco y hacia todos, compartiendo alegrías y sufrimientos, aprendiendo a pedir y conceder el perdón, valorizando los diversos carismas, bajo la guía de los pastores. En una palabra, nos ha encomendado la tarea de edificar comunidades eclesiales que sean cada vez más familia, capaces de reflejar el esplendor de la Trinidad y de evangelizar, no sólo con las palabras, sino con la fuerza del amor de Dios, que habita en nosotros.

La Trinidad, como mencionaba, es también el fin último hacia el cual está orientada nuestra peregrinación terrenal. El camino de la vida cristiana es, en efecto, un camino esencialmente 'trinitario': el Espíritu Santo nos guía al conocimiento pleno de las enseñanzas de Cristo. Y también nos recuerda lo que Jesús nos ha enseñado. Y Jesús, a su vez, ha venido al mundo para hacernos conocer al Padre, para guiarnos hacia Él, para reconciliarnos con Él. Todo, en la vida cristiana, gira alrededor del misterio trinitario y se cumple en orden a este misterio infinito. Intentemos, por tanto, mantener siempre elevado el 'tono' de nuestra vida, recordándonos para qué fin, para cuál gloria existimos, trabajamos, luchamos, sufrimos. Y a cuál inmenso premio estamos llamados.

Este misterio abraza toda nuestra vida y todo nuestro ser cristiano. Lo recordamos, por ejemplo, cada vez que hacemos la señal de la cruz: en nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Y ahora los invito a hacer todos juntos, y en voz alta, esta señal de la cruz ¡todos juntos! 'En nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo'.

En este último día del mes de mayo, el mes mariano, nos encomendamos a la Virgen María. Ella, que más que cualquier otra criatura, ha conocido, adorado, amado el misterio de la Santísima Trinidad, nos guíe de la mano; nos ayude a percibir, en los eventos del mundo, los signos de la presencia de Dios, Padre e Hijo y Espíritu Santo; nos obtenga amar al Señor Jesús con todo el corazón, para caminar hacia la visión de la Trinidad, meta maravillosa a la cual tiende nuestra vida. Le pedimos también que ayude a la Iglesia a ser, misterio de comunión, a ser siempre una Iglesia comunidad hospitalaria, donde toda persona, especialmente pobre y marginada, pueda encontrar acogida y sentirse hija de Dios, querida y amada.

Al término de estas palabras, el Santo Padre rezó la tradicional oración mariana:

Angelus Domini nuntiavit Mariae...

Al concluir la plegaria, el Pontífice recordó que este domingo es proclamado beato el sacerdote Luis Eduardo Cestac:

"Hoy en Bayonne, Francia, es proclamado beato el sacerdote Luis Eduardo Cestac, fundador de las Religiosas Siervas de María; su testimonio de amor a Dios y al prójimo es para la Iglesia un nuevo aliciente para vivir con alegría el Evangelio de la caridad".

A continuación, llegó el turno de los saludos que tradicionalmente realiza el Santo Padre:

"Saludo a todos, queridos romanos y peregrinos: las familias, los grupos parroquiales, las asociaciones, las escuelas. De manera particular, saludo a los fieles de La Valletta (Malta); Cáceres (España) y Michoacán (México); los procedentes de Caltanissetta, Soave, Como, Malonno y Persico Dosimo; el grupo de Bovino, con los “Caballeros de Valleverde”. Saludo a los chicos que han recibido o se preparan para recibir la Confirmación, animándoles a ser gozosos testigos de Jesús".

El Obispo de Roma se refirió también a una peregrinación mariana en Polonia:

"Al término del mes de mayo me uno espiritualmente a las muchas expresiones de devoción a María Santísima; de modo particular menciono la gran peregrinación de los hombres al Santuario de Piekary, en Polonia, que tiene como tema: “La familia: casa acogedora”.  

Hoy hay muchos polacos en la Plaza, ¿eh? ¡Muchos! ¡Déjense ver!

La Virgen ayude a toda familia a ser 'casa acogedora'".

Asimismo, invitó a participar en la tradicional procesión del Corpus Chisti, que se llevará a cabo el próximo jueves en Roma:  

"El próximo jueves, en Roma, viviremos la tradicional procesión del Corpus Christi. A las 19, en la Plaza de San Juan de Letrán, celebraré la Santa Misa, y entonces adoraremos al Santísimo Sacramento caminando hasta la Plaza de Santa María la Mayor. Les invito desde ahora a participar en este solemne acto público de fe y amor a Jesús Eucaristía, presente en medio de su pueblo".

Al despedirse, el Papa invitó a los fieles presentes a santiguarse:

"Antes de terminar, hacemos una vez más el signo de la cruz en voz alta, todos, 'en nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo', recordando el misterio de la Santísima Trinidad".

Como de costumbre, Francisco concluyó su intervención diciendo:

"Les deseo a todos un buen domingo. Por favor, no se olviden de rezar por mí. ¡Buen almuerzo y hasta pronto!"

(Texto traducido y transcrito del audio por ZENIT)

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Contemplativos en medio de nosotros por Lluís Martínez Sistach. Barcelona,31 de mayo de 2015 (ZENIT.org)

'Palabra y Vida' del arzobispo de Barcelona

Los contemplativos viven entre nosotros. Por su estilo de vida los vemos muy poco. Han hecho una opción por el silencio y la oración en su entrega a Dios. La vida de los contemplativos y las contemplativas, es decir, la de los monjes y las monjas de clausura, suscita sorpresa y curiosidad en nuestro ambiente social, tan fuertemente marcado por la secularización. ¿Qué sentido tiene esta vida? Cuando estamos celebrando el quinto centenario del nacimiento de santa Teresa de Jesús, podemos afirmar que la vida de estas personas nos recuerda la primacía que debería tener Dios en la vida de cada uno de nosotros.

Julien Green, un novelista cristiano, hace años se preguntaba: "¿Cuántas personas hay entre nosotros que hayan experimentado el sentimiento de la presencia de Dios?" Al hombre de hoy, inmerso en la desazón y el ruido, apenas le queda tiempo para probar el gusto sabrosísimo de la oración y de la presencia de Dios en su vida. Sin embargo, hay hombres y mujeres que se sienten llamados a dedicar toda su vida a la oración, al trabajo y a la vida de comunidad en el seno de un monasterio contemplativo. Son personas que han tomado esta decisión para toda la vida y son muy felices.

En este tiempo nuestro de escasez de vocaciones al sacerdocio y a la vida religiosa activa o apostólica, es muy significativo que no faltan las peticiones de ingreso en la vida de los monasterios. Son jóvenes que aman la vida, son solidarios con los hermanos y están comprometidos en la transformación del mundo. Su vida contemplativa en un monasterio no es de ninguna manera una evasión del mundo, un desentenderse de la sociedad. La vida contemplativa es expresión del amor a Dios y no se puede amar auténticamente a Dios sin amar a la humanidad.

La vida contemplativa realiza plenamente a las personas que han recibido esta vocación, porque Dios llena maravillosamente todos nuestros anhelos. ¿Has visitado alguna vez una comunidad contemplativa? Es una buena experiencia, que interpela y suscita muchas preguntas como éstas: ¿Qué valor damos a Dios en nuestra vida? ¿Qué relación creemos que existe entre Dios y la creación, entre Dios y la vida? ¿Qué valor damos a la oración y al silencio en nuestra vida personal y familiar?

Los contemplativos y las contemplativas son muy necesarios para la Iglesia y para la sociedad. Aunque parece una paradoja, estas personas que han dejado el mundo son muy solidarias y están muy cerca de las necesidades eclesiales y de las inquietudes, las tristezas y los sufrimientos de los hombres y las mujeres, sus hermanos. Son personas que viven con los ojos puestos en Jesucristo y con el corazón abierto a las necesidades de los hermanos. Nos llevan a todos en su oración y en su impetración ante Dios. Este domingo dedicado a la Santísima Trinidad, la Iglesia nos propone recordar a estas personas que rezan y nos muestran la primacía que Dios debe tener en la vida de todos los cristianos.

+ Lluís Martínez Sistach
Cardenal arzobispo de Barcelona


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El cardenal Fernando Filoni, Prefecto de la Congregación para la Evangelización de los Pueblos, en la apertura, el lunes, 1 de junio de 2015, de los trabajos de la Asamblea General Anual de las Obras Misionales Pontificias (OMP), que se prolongarán durante toda la semana (véase Fides 28/5/2015). 

ASSEMBLEA GENERALE POM

Casa Esercizi Salesianum, Via della Pisana, 1111
1-6 giugno 2015

 

Cari Direttori, illustri Ospiti 

Porgo un cordiale saluto a tutti i presenti; rivolgo un particolare benvenuto ai nuovi Direttori, che per la prima volta partecipano a questa Assemblea, e a quelli che, già da tempo, portano avanti il lavoro di animazione e di formazione missionaria.

Mi piace pensare a quest’Assemblea come il luogo e il momento in cui tutta la Chiesa missionaria, presente e operante in tutti i popoli e culture, si trova riunita in fraterna comunione, per il servizio di evangelizzazione. E’ un’esperienza profetica, quasi un segno di quella che sarà l’umanità alla fine di questa storia umana, quando tutti i popoli formeranno in Cristo una sola famiglia.

La Congregazione per l’Evangelizzazione dei Popoli e le Pontificie Opere Missionarie hanno il privilegio di essere proiettate oltre  i confini delle proprie Chiese locali  e della propria patria. Nelle mie recenti visite in Iraq, Vietnam, Cameroon, Guinea Equatoriale, ho costatato quanto queste chiese locali, in mezzo a guerre, persecuzioni e  povertà si sforzano di essere fedeli al Vangelo per testimoniarlo e quanto esse fanno per difendere la dignità umana e alleviare le enormi sofferenze della gente.

La Congregazione per l’Evangelizzazione dei Popoli e le Pontificie Opere Missionarie sono necessarie alla Chiesa nella misura in cui costituiscono un richiamo e una coscienza riflessiva verso tutte le istituzioni ecclesiali, affinché non si chiudano in se stesse, ma si mettano in stato di missione permanente.

La nostra finalità e il nostro servizio, infatti, hanno la caratteristica e l’esigenza dell’universalità. Visibilmente e concretamente manifestano la vera realtà della Chiesa, in quanto “segno e strumento universale di salvezza” per usare le ben note parole del Concilio Vaticano II nella Lumen gentium. Questo corrisponde proprio al carisma che rende le Pontificie Opere lo strumento privilegiato, a disposizione del Sommo Pontefice, delle Conferenze Episcopali e dell’Ordinario della diocesi. Vorrei ancora una volta ripetere che non vi è contraddizione nel fatto che le Opere sono pontificie e allo stesso tempo episcopali, come non c’è contraddizione tra Chiesa universale e Chiesa particolare. La tentazione di rendere solo locali o nazionali le Pontificie Opere, indotta in parte dalle difficoltà che pongono le leggi dei vari Stati circa gli enti caritativi, nonché da una cultura ed una visione ecclesiale particolaristica, deve essere superata proprio nel nome di una condivisione di persone e di risorse, e in una dinamica di opportuna solidarietà universale.

Per queste ragioni lo Statuto delle POM, approvato ad Quinquennium avrebbe bisogno di un’integrazione e, allo stesso tempo, di una revisione. E’ bene perciò inserire tutta la parte che riguarda l’amministrazione, completamente carente, e contemplare, nel contesto ecclesiologico attuale, i vari soggetti della missione, con i rispettivi ruoli, autonomie, convergenze e dipendenze. 

  1. 1.     Camminare con la Chiesa

Il nostro servizio missionario e le nostre istituzioni sono nel cuore stesso della Chiesa. L’anno che ci sta davanti dovrebbe costituire per noi un tempo favorevole – un kairòs – per approfondire e appropriarsi della spiritualità apostolica e discernere meglio le attività di animazione.

Stiamo vivendo l’anno dedicato alla vita consacrata che dovrebbe favorire un rilancio dell’attività di evangelizzazione all’uomo contemporaneo, tramite  la testimonianza a Cristo con una rinnovata radicalità evangelica, con la fantasia della carità, e il ruolo profetico, necessario e urgente in questo nostro tempo.

L’8 dicembre vi sarà l’indizione del giubileo straordinario della Misericordia. Nella Bolla Misericordiae Vultus Papa Francesco invita i fedeli ad annunciare la misericordia di Dio, cuore pulsante del Vangelo (n.12), ad aprire il cuore a quanti vivono nelle più disparate periferie esistenziali (n.15) e riassumere con più coraggio e convinzione l’opera messianica di Cristo. “Portare una parola e un gesto di consolazione ai poveri, annunciare la liberazione a quanti sono prigionieri delle nuove schiavitù della società moderna, restituire la vista a chi non riesce più a vedere perché curvo su sé stesso, e restituire dignità a quanti ne sono stati privati” (n.16). Questo Giubileo Straordinario può costituire un motivo forte per rilanciare con più coraggio le nostre attività

Un altro evento è il 50° Anniversario della pubblicazione del decreto conciliare ad Gentes. Già diverse Direzioni Nazionali hanno organizzato convegni di Studio per fare una rilettura attuale di quel documento conciliare. La sessione plenaria della Congregazione di novembre 2015  verterà sul 50° anniversario dell’Ad gentes. Sarà un momento forte, inteso a stimolare una lettura della situazione delle Chiese dei territori di missione, delle attività di evangelizzazione, delle difficoltà che oggi devono affrontare, e del servizio specifico che chiedono alla Congregazione. Io spero che da questa sessione sgorghi una nuova vitalità all’azione evangelizzatrice e maggiore slancio e autenticità del nostro ministero.

Abbiamo scritto a tutti i vescovi affinché non trascurino quest’occasione per riflettere sulla dimensione missionaria. E già numerose risposte ci dicono di programmi intrapresi, assai interessanti. 

  1. 2.     Alcuni temi e indicazioni

Vorrei adesso accennare ad alcune problematiche che certamente saranno oggetto della vostra considerazione durante i lavori di quest’assemblea.

Ogni Assemblea è un’opportunità per un nuovo inizio. Giornate pastorali, comunicazioni di esperienze, nuove iniziative messe in atto, concorrono a coscientizzare maggiormente e a dare  nuovi stimoli alla nostra creatività. In questo contesto le Giornate Pastorali, che hanno come tematica “come sostenere la missione oggi e domani”,   letta alla luce dell’esortazione apostolica Evangelii gaudium,  permetterà a questa Assemblea di trovare i modi e i contenuti più efficaci per l’evangelizzazione dell’uomo contemporaneo.

E’ necessario che in questa ricerca ritorniamo all’essenziale. E’ quello che ci viene indicato da Papa Francesco nella stessa Esortazione:  “La migliore motivazione per decidersi a comunicare il Vangelo è contemplarlo con amore. È sostare sulle sue pagine e leggerlo con il cuore. Perciò è urgente recuperare uno spirito contemplativo, che ci permetta di riscoprire ogni giorno che siamo depositari di un bene che umanizza, che aiuta a condurre una vita nuova. Non c’è niente di meglio da trasmettere agli altri” (EG 264). Il primato della grazia dev’essere un faro che illumina costantemente le nostre riflessioni sull’evangelizzazione” (EG 112). 

  1. 3.     Cooperazione missionaria

Quest’Assemblea è chiamata a fare le sue riflessioni sui criteri che devono orientare la cooperazione missionaria oggi. Mi viene da dire che è proprio “il primato della grazia che deve illuminare” e indicare i criteri giusti per la cooperazione missionaria moderna. Contro un’inarrestabile perdita di senso della missione, il magistero dei Papi ha voluto indicare che l’evangelizzazione non può essere efficace se è solo motivata e finalizzata ad un progetto umano, per quanto necessario e giusto. Ma essa deve procedere dall’amore che Dio ha per l’umanità, specialmente quella più sofferente, a cui deve giungere la salvezza integrale tramite l’annuncio del Regno:. “Essere Chiesa (evangelizzante) vuol dire essere il fermento di Dio in mezzo all’umanità. Vuol dire annunciare e portare la salvezza di Dio in questo mondo…(EG. n. 114).

Siamo perciò chiamati a fare un continuo lavoro di animazione e di formazione della personalità apostolica dei nostri collaboratori, servi della missione. La cooperazione missionaria perciò non può esaurirsi nella raccolta di offerte, necessarie comunque per finanziare e aiutare le Chiese locali a svolgere il proprio servizio di cura pastorale e di evangelizzazione.  Se formiamo le persone al vero senso della Chiesa, come si esprimeva il beato Paolo VI nella lettera apostolica Graves et increscentes, per il 50° Anniversario della Fondazione della Pontificia Unione Missionaria, anche la donazione di offerte risulterà vantaggiosa.

Purtroppo dobbiamo lamentare una perdita del senso ecclesiale in Occidente (ma non solo) quindi un affievolimento della cooperazione missionaria. Questo si traduce anche nella diminuzione delle offerte. 

    1. Cooperazione ecclesiale

Sono sorti, specialmente dopo il Concilio Vaticano II, nuovi soggetti missionari e vari organismi ecclesiali, come le “commissioni ed uffici promossi dalle Conferenze episcopali, coordinamenti tra Istituti missionari, fondazioni scientifiche di studio e approfondimento, organizzazioni nei luoghi di missione” (Statuto, Storia e Dottrina, art. n. 8). Tutti hanno come finalità l’attività evangelizzatrice e l’aiuto alle Chiese dei territori di missioni. Tra gli organismi ecclesiali con cui dobbiamo collaborare  c’è «Missio»,  fondazione istituita da molte  Conferenze episcopali, con il compito di coordinare i vari  organismi missionari esistenti nella Chiesa locale, per una progettualità missionaria, nel rispetto della loro identità.

Tutti i nuovi soggetti missionari vanno aiutati “nel realizzare l’interscambio di carità ecclesiale e di dinamismo missionario” (ib. art. 7). Le Pontificie Opere devono, infatti, inserirsi in questa progettualità missionaria, consapevoli che la responsabilità missionaria, che esse hanno contribuito a creare in tutta la Chiesa, è ormai un elemento che caratterizza tutte le Chiese locali.

Fa parte del vostro compito interagire con le Conferenze Episcopali, con gli Ordinari delle diocesi, dove poi concretamente si realizza l’attività dell’animazione e formazione missionaria,  ispirando e inserendosi nei piani pastorali diocesani e negli orientamenti ecclesiali delle Conferenze Episcopali.

E’ altresì necessario che riconosciamo e collaboriamo con altri organismi ecclesiali, ad esempio «Church in Need», le quali hanno la finalità di soccorrere le Chiese più povere o che si trovano in particolari situazioni di emergenza. Non bisogna vedere in essi dei concorrenti, specialmente per quanto riguarda la raccolta di fondi per finanziare seminari, cappelle, clero, anzi dovremmo essere contenti che altre organizzazioni lavorano per lo stesso scopo. Sarebbe invece opportuno che si stabilisse una linea di comunicazione tra tali organismi affinché si attui, per quanto possibile, un’equa distribuzione di sussidi. 

Diminuzione delle offerte

E’ una tendenza che dura da tempo. Forse non tutto è dovuto alla crisi finanziaria. I fattori sono molteplici. Ho appena accennato a qualcuna tra le associazioni più importanti. Ma va anche detto che sono sorti innumerevoli organismi non governativi, sia religiosi sia civili, che raccolgono fondi per scopi umanitari di ogni sorte. Non poche volte hanno obiettivi simili, se non identici, ai nostri, specialmente quelli finalizzati ad attività caritative e di sviluppo per i paesi emergenti e fra le fasce delle popolazioni più impoverite. Noi dovremmo fare come S. Paolo che, appellandosi alla fraternità e solidarietà tipicamente cristiane, invitava le sue comunità a venire in aiuto ai loro fratelli in Gerusalemme, in preda alla carestia e alla persecuzione. E questo era un servizio ecclesiale gradito a Dio. La comunità cristiana è chiamata a condividere quanto ha in beni e persone, secondo le proprie capacità.

 Ben sapendo che i nostri sussidi provengono dai fedeli, a tutti noi è richiesta una amministrazione trasparente e responsabile delle offerte, ed è nostro sacrosanto dovere ridurre le spese di gestione delle nostre strutture. Noi amministriamo denaro dei fedeli, e di questo dobbiamo rendere conto non solo a Dio, ma anche alla comunità ecclesiale. A riguardo, è in atto uno studio per rivedere la modalità di assegnare i sussidi ordinari e straordinari.

Inoltre, la retta gestione dei sussidi assegnati comporta che essi siano utilizzati per le finalità per cui sono richiesti. Tocca ai Direttori Nazionali svolgere delicatamente un ruolo di vigilanza, e riferire agli organi competenti nel caso che le offerte assegnate venissero usate per altri progetti, e, Dio non voglia, per interessi personali. 

    1. Giornata Missionaria Mondiale

La Giornata Missionaria Mondiale, istituita quasi cento anni fa, dovrebbe costituire non un evento episodico, ma la conclusione dell’animazione missionaria di tutto l’anno, e specialmente del mese di Ottobre, dedicato alle missioni.  Essa permane ancora valida.

Purtroppo in questi anni, il mese di Ottobre e la stessa Giornata Missionaria Mondiale, sono stati oscurati da tante altre celebrazioni, più o meno concomitanti.

Sta a noi renderla unica e singolare. Per questo dovremo parlare lo stesso linguaggio in tutte le Chiese del mondo. Invito perciò tutte le Direzioni Nazionali ad usare lo stesso slogan negli stampati, poster e altro materiale di animazione.

Da parte nostra faremo il possibile perché il Messaggio pontificio, che ci è appena pervenuto, sia pubblicato presto, di modo che le Direzioni Nazionali possano preparare in tempo il materiale di animazione da inviare alle parrocchie. 

    1. Il finanziamento alle Nunziature Apostoliche.

Le Pontificie Opere contribuiscono al mantenimento delle Nunziature per il prezioso servizio che esse prestano. I Nunzi, infatti, sono il necessario punto di riferimento per tutto ciò che riguarda le relazioni con le Chiese locali, le istituzioni e i responsabili e, in qualche modo, sono garanti dei sussidi ordinari e straordinari che vengono  assegnati, anche dietro loro indicazione.

Si sta studiando la modalità e la quantità del contributo da destinare alle Nunziature, in un dialogo sereno con la Segreteria di Stato.

Questi sono argomenti che, io e il Comitato Esecutivo, abbiamo già considerato, e che ora sono posti alla vostra riflessione. Sono cambiamenti che toccano le istituzioni e talvolta la stessa possibilità di mantenerle, per cui bisogna prendere decisioni in dialogo e con piena comprensione con le persone interessate. 

    1. Conclusione

I Direttori Nazionali sono le persone che concretamente, a nome della Congregazione e delle rispettive Conferenze Episcopali, pianificano e realizzano la Cooperazione Missionaria nelle loro Chiese. E’ necessario però che essi conoscano la situazione reale delle Chiese alle quali è finalizzata la loro attività di animazione e formazione, ed anche le situazioni socio-economiche dei popoli per i quali spesso si fanno  campagne di fraternità. E’ perciò opportuno che tra i Direttori Nazionali si stabilisca una comunicazione efficace, per una reciproca collaborazione ed anche visite in loco, come già avviene da parte di alcune Direzioni Nazionali donatrici.

Per tutto l’impegno che mettete nel vostro lavoro, per la passione missionaria che vi anima, ringrazio tutti voi, i vostri Vescovi e le Conferenze Episcopali, per quanto fate per la Cooperazione alla missione universale della Chiesa.


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Lunes, 01 de junio de 2015
Alocución de monseñor José María Arancedo, arzobispo de Santa Fe de la Vera Cruz solemnidad de la Santísima Trinidad (30 de mayo de 2015)
El misterio de la Santísima trinidad

En Pentecostés celebrábamos con gozo el envío del Espíritu Santo prometido por Jesús a los apóstoles y el comienzo de la vida pública de la Iglesia. Este acontecimiento nos revelaba que Dios, además de Padre e Hijo es Espíritu Santo, tres personas distintas en la unidad de un solo Dios. Hoy celebramos el Misterio de la Santísima Trinidad, al que solo conocemos por Jesucristo. Solo él nos puede hablar de la intimidad de Dios: “nadie conoce al Hijo, nos dice, sino el Padre, así como nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiere revelar” (Mt. 11, 27). Dios no es una idea que elaboramos, sino una Persona que se nos ha dado a conocer en nuestra historia. Al celebrar a la Santísima Trinidad la Iglesia manifiesta su fe en la verdad plena de Dios.

Hemos sido bautizados en Ella. Así nos lo enseñó Jesús: “Vayan, nos dice, y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo” (Mt. 28, 19). Cada vez que nos persignamos o invocamos a la Santísima Trinidad confesamos nuestra fe en Dios. En la oración nos dirigimos a un Dios que no es un ser solitario, sino una comunidad de vida y de amor que es fuente y modelo para el hombre. Cuando tuve que elegir el lema del episcopado pensé en aquella oración en la que Jesús nos habla de la intimidad trinitaria de Dios, y en la que le pide al Padre que sus discípulos sean uno: “Que todos sean uno: como tú, Padre, estás en mí y yo en ti, que también ellos sean uno, como nosotros somos uno” (Jn. 17, 21).

La fe en Dios no nos aísla del mundo, ella tiene consecuencias en nuestra vida social. No sería coherente manifestar la fe en un Dios que es comunidad de vida y amor, y vivir una realidad signada por el individualismo y el enfrentamiento. Hemos sido creados a “imagen y semejanza de Dios”, este hecho nos define como personas llamadas a vivir en el amor y la comunión. En este sentido el Concilio Vaticano II, nos dice: “cuando el Señor ruega al Padre que todos sean uno, como nosotros también somos uno, sugiere una cierta semejanza entre la unión de las personas divinas y la unión de los hijos de Dios en la verdad y la caridad. Esta semejanza demuestra que el hombre no puede encontrar su propia plenitud si no en la entrega sincera de sí mismo a los demás” (G. S. 24). Por ello, un verdadero acto de fe en Dios es el mejor camino para que el hombre se conozca a sí mismo y se descubra en su dimensión social.

Reciban de su obispo, junto a mi afecto y oraciones, mi bendición en el Señor.

Mons. José María Arancedo, arzobispo de Santa Fe de la Vera Cruz

Publicado por verdenaranja @ 23:07  | Hablan los obispos
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Reflexiones de Mons. Díaz Díaz de San Cristobal de las Casas. San Cristóbal de las Casas,29 de mayo de 2015 (ZENIT.org)

Vivir la Trinidad

 

Deuteronomio 4, 32-34. 39-40: “El Señor es el Dios del cielo y de la tierra, y no hay otro”.
Salmo 32: “Dichoso el pueblo escogido por Dios”.
Romanos 8, 14-17: “Ustedes han recibido un espíritu de hijos en virtud del cual podemos llamar Padre a Dios”.
Mateo 28, 16-20: “Bauticen a todos los pueblos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo”.

 

Hay un precioso mosaico que sirvió como símbolo del Encuentro Mundial de las Familias en Milán en 2012. Cuenta con hermosos colores que ofrecen una oportunidad para purificar nuestros ojos. La luz y el color inicialmente nos atraen. Luego distinguimos las formas, muy sencillas de tres personas: Jesús, José y María. Hay paz en estas tres personas. Una paz que se expresa en los colores y en la luz. José mira hacia lo alto como para tomar inspiración desde el cielo. El cielo se abre y “la Mano de Dios” hace descender una llama de Amor sobre el mundo. En particular “la Llama” baja sobre María que fija sus ojos sobre cada uno de nosotros como se mira a un hijo predilecto. Mientras tanto, con gesto de madre, sostiene los primeros pasos de Jesús que camina hacia nosotros y fija sus ojos en los nuestros como diciendo: “Aquí estoy para ti como un don, un don para tu corazón, un don de amor que nace del corazón de la Trinidad y se encarna en la Sagrada Familia”. Familia de carne y modelo de familia sostenida y cimentada en el Amor Trinitario.

Todos los días iniciamos nuestra jornada “En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo”. Todos los días queremos vivir a plenitud esa participación que nos ofrece nuestro Dios Trino y Uno. Pero hoy nuestra celebración tiene un sentido muy especial. Es cierto que cada día, y en especial los domingos, nuestra alabanza y contemplación están dirigidas a nuestro Dios, es cierto que siempre todo lo que hacemos tiene su origen y su finalidad en Él, pero hoy lo queremos hacer de un modo más consciente, detenernos un momento y contemplarlo, experimentar su vida interior, y dejarnos “bañar”, envolver, por su amor. Moisés, en la primera lectura de este domingo, se deshace en elogios y alabanzas a un Dios que ha mostrado su poder a favor del pueblo, que ha creado con amor especial al hombre, que le habla, que lo acompaña, que lo ha sacado de la esclavitud para hacerlo su pueblo. Dios es alguien que se ha revelado, se ha descubierto y ha dejado entrever su rostro en medio del fuego. Se vincula con toda la persona; ha convertido a Israel en su pueblo predilecto; ha pasado a ser su propiedad personal. Todos estos beneficios han sido gratuitos, inmerecidos por parte de los israelitas. Y por eso Moisés le pide al pueblo que no lo olvide, que su ley es ley de vida para mantener la relación con Dios, fuente de felicidad.

Cuando escucho a Moisés hablar y expresarse así de Dios, me resulta extraño oír a quienes afirman que el Dios del Antiguo Testamento es un dios cruel y castigador… Es cierto, es celoso, pero por amor. Pero más extrañas me resultan las imágenes que muchos de nosotros tenemos de Dios, reducido a caricatura de lo que no es. A una especie de tapagujeros para solucionar lo que nuestra ignorancia o pereza no han descubierto. Alguien a quien echarle la culpa de nuestros complejos y fracasos. Alguien lejano y al mismo tiempo inquisidor. Y entonces, cuando se tiene este concepto tan erróneo de Dios, se acaba por negarlo, aunque después se le busque en la belleza, en la justicia, en el deseo de comunidad y de amor.

Si ya en el Antiguo Testamento encontrábamos destellos de esta bondad y belleza de un Dios cercano, con Cristo, “el Verbo hecho carne”, Dios rompe los muros donde lo habíamos encerrado, el cielo, el templo y el santuario, y se hace caminante, compañero, amigo y hermano. Un rostro que descubre y devela un gran misterio y que nos llama a conocerlo y vivirlo: “Ven y lo verás”. “No los llamo siervos porque el siervo no sabe lo que hace su amo, los llamo amigos porque les he dado a conocer todo lo que he aprendido del Padre.” Y nos invita a participar de esa vida, unidad y dinamismo que en compañía del Espíritu están viviendo. Su deseo es que: “todos sean uno como tú en mí y yo en ti somos uno”. Nuestro Dios en su misterio más íntimo no es soledad, sino una familia. Y a esta unidad y vitalidad nos invita el Señor Jesús. Es el misterio que nos quiere revelar, pero no para examinarlo científicamente, sino para vivirlo en amor y amistad. Los científicos ahora se preocupan de las glándulas y hormonas que ayudan o estorban a despertar el amor o la amistad, pero quien ama de verdad, quien es amigo de verdad, no necesita descripciones sino la experiencia del amor. Así también Jesús nos llama y nos invita a vivir en esta armonía, dinámica y creadora, de la Santísima Trinidad, donde todo es unidad, creación y explosión de amor. Como dice San Pablo podemos llamar cariñosamente a Dios “Abbá”, “Papá”, con la sencillez de un niño, guiados por el Espíritu y sostenidos por nuestro hermano Jesús.

¿Hemos vivido esta experiencia a la que nos invita Jesús? ¿Hemos exprimentado la unión y el amor trinitario en nuestras vidas? Entonces no podremos callarlo. El envío de Jesús en el evangelio no tendría ningún sentido si no hemos vivido el amor en primera persona. No tiene sentido “bautizarse”, sumergirse, perderse en la Trinidad, si no estamos llenos del Espíritu de Amor. No es cuestión de aprendizaje, es cuestión de vida, de dejarse amar, de perderse en el infinito de este Dios Trino que nos llena de toda su vida, de su amor y de su Espíritu creador. Nuestro envío tiene el mismo sentido y el mismo poder de Jesús: “Así como el Padre me ha enviado”. Entonces también nosotros somos enviados a proclamar, a vivir y a anunciar el amor que hay en nuestro Dios. Necesitamos compartir lo que nosotros hemos experimentado y a hacer partícipes de este amor a todos los hombres. Día de la Santísima Trinidad, día en que debemos vivir plenamente esta comunión con nuestro Dios, con nuestra familia y con todos nuestros hermanos ¿Cómo lo estamos viviendo?

Dios Padre, que al enviar al mundo al Verbo de verdad y al Espíritu de santidad, revelaste a los hombres tu misterio admirable, concédenos que al profesar la fe verdadera, reconozcamos la gloria de la eterna Trinidad y adoremos la unidad de su majestad omnipotente. Amén.


Publicado por verdenaranja @ 23:01  | Espiritualidad
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Reflexiones del obispo de San Cristóbal de Las Casas, Mons. Felipe Arizmendi Esquivel. San Cristóbal de las Casas,28 de mayo de 2015 (ZENIT.org)

La diversidad no es una amenaza

 

VER

Caín no aceptó que su hermano Abel fuera diferente, y lo mató. Esto nos hace pensar que llevamos en lo más profundo de nuestra humanidad la tendencia a rechazar a quienes piensan y actúan en forma distinta. En vez de respetarnos, tolerarnos, sobrellevarnos, valorarnos y apreciarnos como un enriquecimiento mutuo, convivir e incluso amarnos, nos condenamos unos a otros, nos excluimos, nos ofendemos, nos consideramos únicos poseedores de la verdad y cerramos las puertas del corazón a los otros. Pareciera que es “normal” el competir entre todos y destruirnos. Esto se vive a veces desde la misma familia, cuando los esposos no asumen como un valor las diferencias entre ellos y cuando los hijos compiten negativamente entre sí por sus normales diferencias.

Durante este tiempo de campañas electorales, basta ver un poco los medios informativos, y nos apena que los partidos y sus candidatos, al presentarse como la óptima opción, condenen a los otros. Y si pueden encontrarles defectos, fallas o posibles errores, los explotan no como una corrección fraterna, sino para exhibirlos ante el público y descalificarlos. Muchas veces sus datos son verídicos; otros pueden ser falsos o mal interpretados. Lo que les importa es derribar las otras opciones y presentarse a sí mismos como lo mejor.

Lo más doloroso es que lo mismo sucede al interior de las comunidades creyentes. En vez de reconocer y valorar que hay varios modos de seguir a Jesús, nos creemos los únicos verdaderos cristianos y católicos. Como si no fuera algo claro y evidente que los apóstoles escogidos por Jesús son diferentes entre ellos. Los Evangelios son distintos entre sí, y los cuatro son valiosísimos y auténticos. Cada evangelista resalta algún aspecto de Jesús y entre todos se complementan. Marcos y Juan son muy diferentes, pero ambos nos llevan a Jesús.

PENSAR

El Papa Francisco dijo en Sri Lanka: “Una tragedia constante en nuestro mundo es que tantas comunidades estén en guerra entre sí. La incapacidad para conciliar diferencias y desacuerdos, ya sean antiguos o nuevos, ha dado lugar a tensiones étnicas y religiosas, acompañadas con frecuencia por brotes de violencia. No es tarea fácil superar el amargo legado de injusticias, hostilidad y desconfianza que dejó el conflicto. Esto sólo se puede conseguir venciendo el mal con el bien y mediante el cultivo de las virtudes que favorecen la reconciliación, la solidaridad y la paz. El proceso de recuperación debe incluir también la búsqueda de la verdad, no con el fin de abrir viejas heridas, sino más bien como un medio necesario para promover la justicia, la recuperación y la unidad.

Para que este proceso tenga éxito, todos los miembros de la sociedad deben trabajar juntos; todos han de tener voz. Todos han de sentirse libres de expresar sus inquietudes, sus necesidades, sus aspiraciones y sus temores. Pero lo más importante es que todos deben estar dispuestos a aceptarse mutuamente, a respetar las legítimas diferencias y aprender a vivir como una única familia. Siempre que las personas se escuchan unos a otros con humildad y franqueza, sus valores y aspiraciones comunes se hacen más evidentes. La diversidad ya no se ve como una amenaza, sino como una fuente de enriquecimiento” (13-I-2015).

ACTUAR

Esposa: la forma de ser de tu esposo, que es distinta a la tuya, te atrajo mucho cuando eran novios y, por esa diferencia, te entusiasmaste por él y quisiste hacer tu vida con él. ¿Por qué ahora sólo le ves defectos y lo rechazas? Y lo mismo preguntaría al esposo.

Hijos: entre hermanas y hermanos, hay estilos, gustos, caracteres, cualidades, modos de ser que les hacen ser diferentes entre ustedes. ¿Qué aburrida sería una familia donde todos son idénticos! La variedad los hace complementarse, si aprenden a valorarse.

Lo mismo habría que decir a los contrincantes de los partidos, a las organizaciones, a las comunidades eclesiales: veamos las diferencias como un enriquecimiento mutuo, siempre y cuando todos nos esforcemos por moldear nuestra forma de ser por el Evangelio de Jesús, centrado en amar a Dios y amarnos como hermanos.


Publicado por verdenaranja @ 22:54  | Hablan los obispos
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