Viernes, 30 de octubre de 2015

Reflexión a las lecturas de la Solemnidad de Todos los SAntos ofrecidapor el sacerdote Don Juan Pérez Piñero bajo el epígrafe "ECOS DEL DÍA DEL SEÑOR"

Solemnidad de Todos los Santos 

 

¡Es ésta una de las fiestas más hermosas del Calendario Cristiano!

A lo largo del año vamos celebrando la fiesta de muchos santos. Hoy celebramos, en una misma solemnidad, a todos los santos. Y se estremece nuestro corazón al considerar que familiares, amigos y conocidos nuestros, se encuentran entre esa multitud que nos presenta la primera lectura de este día. 

¡Hoy es el día del “santo desconocido!”. Por todo ello, es éste un día inmensamente alegre y hermoso. Si por un santo, hacemos fiesta, cuánto más al recordar y celebrar a todos los santos.

Contemplamos en esta fiesta la gloria, la felicidad y la grandeza en la que termina la vida de los auténticos seguidores de Cristo. Por eso nos anima, nos hace mucho bien, celebrar esta gran solemnidad. Parece como si hoy la santidad se nos hiciera más cercana, más asequible. No en vano es la que han practicado las personas más próximas a nosotros y a las que más queremos.

¿Y por qué son santos todos estos hermanos nuestros? ¿En qué consiste esa santidad?

El Vaticano II nos lo explica muy bien: “El Bautismo y la fe los han hecho verdaderamente hijos de Dios, participan de la naturaleza divina y son, por eso, realmente santos; y deben conservar y llevar a plenitud en su vida, la santidad que recibieron” (L. G. 40). La santidad, por tanto, es ante todo y sobre todo, don, gracia de Dios; una consecuencia del Bautismo, del que nos habla la segunda lectura de este día. Nos hacemos hijos de Dios y, por lo mismo, “realmente santos”.

                  El Concilio nos enseña además, que esa santidad que recibimos, hay que conservarla y perfeccionarla, llevarla a plenitud. De esta forma, nos señala nuestra tarea fundamental, nuestro trabajo más importante en la vida, aquello por lo que hemos de tener más interés y mayor preocupación. Nos dice la segunda lectura: “Todo el que tiene esta esperanza en Él, se purifica a sí mismo, como Él es puro”.

Necesitamos recordar con frecuencia esta meta a la que estamos llamados, para que no caigamos en la tentación de instalarnos en la mediocridad y en la medianía. Me gusta decir que el Señor ¡no quiere que seamos buenos, sino que seamos santos! Santa Teresa decía: “¡Qué importante en la vida espiritual es sentirse animado por un gran deseo!”.

¡Hoy es un día apropiado para recordar todas estas cosas!

El Evangelio nos presenta, más en concreto, el camino para alcanzar la santidad: La práctica de las bienaventuranzas.

Los santos son, por último, intercesores nuestros. Y es bueno que contemos con su ayuda en nuestro camino hacia la plenitud de la santidad. Así rezamos en la oración de la Misa hoy: “Concédenos, por esta multitud de intercesores, la deseada abundancia de tu misericordia y tu perdón”.

                           

¡FELIZ DÍA DEL SEÑOR!


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 SOLEMNIDAD DE TODOS LOS SANTOS 

MONICIONES

 

 PRIMERA LECTURA

El libro del Apocalipsis nos presenta, en medio de su lenguaje simbólico, una visión de la asamblea gloriosa de todos los santos, procedentes de todas las naciones, razas, pueblos y lenguas.

 

SEGUNDA LECTURA

         S. Juan nos habla en esta lectura, de nuestra condición de hijos de Dios, que es el fundamento de la santidad, y una llamada permanente a ser santos: “Todo el que tiene esta esperanza en Él se purifica a sí mismo como Él es puro”, dice el apóstol. Escuchemos con atención.

 

TERCERA LECTURA 

         El Evangelio nos señala el camino para ser santos: la práctica de las bienaventuranzas.

Pero antes de escucharlo, aclamemos al Señor con el canto del aleluya. 

 

COMUNIÓN

         Enla Comuniónel Señor nos ofrece su Cuerpo y su Sangre como alimento y fuerza para avanzar por el camino de la santidad. “Una sola Comunión basta para ser santo”, decía Santa Teresa. Y los que comulgamos todos los días, ¿por qué no lo hemos conseguido todavía?

 


Publicado por verdenaranja @ 11:00  | Liturgia
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Jueves, 29 de octubre de 2015

Saludo del cardenal Fernando Filoni, Prefecto de la Congregación para la Evangelización de los Pueblos y Gran Canciller de la Pontificia Universidad Urbaniana, en la inauguración del año académico 2015 - 2016, que se celebró ayer, 27 de octubre. (Agencia Fides)

Pontificia Università Urbaniana

Inaugurazione Anno Accademico 2015/16

Saluto di Sua Eminenza il Card. Fernando Filoni

A Docenti, Alunni e Personale Ausiliario

martedì 27 ottobre 2015 – Aula Magna

 

Magnifico Rettore, Illustri Ospiti e Docenti, Cari Alunni e Personale Ausiliario

 

Rivolgo a tutti un cordiale saluto in occasione della cerimonia di apertura del 388° Anno Accademico della Pontificia Università Urbaniana. Questo evento è una nuova tappa nella lunga storia del nostro Ateneo.  Qui si sono formati, nel corso di tanti anni, alunni che -o nella semplicità del loro servizio alle comunità a cui sono stati destinati, o nell’alto servizio culturale e accademico presso università, seminari, collegi e comunità o nel nobile servizio alle loro Chiese Locali come Pastori- hanno contribuito al bene comune di tante società con i doni ricevuti, mai dimenticandone i tempi e le persone, docenti e compagni di studio, di cui hanno poi serbato grata memoria, come spesso ho avuto modo di constatare visitando tanti Paesi e Missioni nel mondo.

Qui Maestri di valore offrono la ricchezza della propria competenza; qui studiano sacerdoti, religiosi, religiose e laici, provenienti da diverse nazioni del mondo.

A tutt’oggi questa Pontificia Università accoglie studenti e docenti provenienti da oltre 110 differenti Nazioni, divenendo così esempio reale di quanto la nostra Istituzione sia in grado di promuovere fra uomini e donne di culture, lingue e sentimenti diversi.

Ho la ferma convinzione, più volte bene espressa dal Papa Francesco, che le Istituzioni ecclesiali possono diventare un fermento di pace e di sviluppo umano e spirituale fra le genti.  Per questo la Pontificia Università Urbaniana è impegnata alacremente nella formazione di uomini e donne in grado di diventare ponti di relazioni e strumenti di mutua comprensione con tutti quei mondi religiosi, e con tutte quelle realtà culturali e civili con cui essa viene a contatto. In questa prospettiva, l’Università Urbaniana intende ancora una volta offrire ed essere uno spazio di relazioni, di riflessioni e di preparazione a studenti cattolici, cristiani e non cristiani i quali qui hanno la possibilità di conoscere e apprendere la filosofia, la teologia, il diritto e le culture nella più elevata elaborazione.

A 50 anni dalla Dichiarazione del Concilio Vaticano II, Gravissimum Educationis, il documento sull’educazione cristiana, di cui domani ricorre l’anniversario di promulgazione, questa nostra Università rinnova l’impegno ed il fine allora descritto dai Padri Conciliari: ossia di essere «una presenza …costante e universale del pensiero cristiano in tutto lo sforzo dedicato a promuovere la cultura superiore, e… formare… i suoi studenti, che … diventino… veramente insigni nel sapere, pronti a svolgere compiti impegnativi nella società e a testimoniare la loro fede di fronte al mondo»(GE 10).

  Al tempo stesso, essa riceve, nella persona dei suoi Docenti e Alunni, la ricchezza del loro ingegno, della loro spiritualità, del loro giudizio, nonché dei valori morali e culturali di inestimabile valore di cui sono portatori. Voi siete la ricchezza della nostra Università e rappresentate quell’intreccio unico di dignità e di beni che vanno sempre curati e preservati. Guardando la bellezza di un disegno, ad esempio di un tappeto, se ne comprende tutta la preziosità solo osservando l’intreccio dei fili retrostanti.  La nostra Università è impegnata a tessere tali fili per avere persone ben formate, mature e culturalmente di valore.

L’obiettivo degli studi in questa nostra Università Pontificia è, pertanto, culturale, ecclesiale e umano, teso a conoscere la luce sul mistero di Dio sulla profondità del cuore e della mente umana e sulla vita della Chiesa e dei Popoli. Questo è il nostro impegno!

Ringrazio tutti per la partecipazione a quest’Atto iniziale della nostra Università ed auguro ai Docenti, agli Alunni ed al Personale ausiliario di apportare generosamente il proprio contributo al buon cammino dell’anno accademico che sta per iniziare. Grazie.

 


Publicado por verdenaranja @ 13:04  | Hablan los obispos
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Comentario a la liturgia dominical por el P. Antonio Rivero, L.C. Doctor en Teología Espiritual, profesor y director espiritual en el seminario diocesano Maria Mater Ecclesiae de são Paulo (Brasil). Brasilia, 28 de octubre de 2015 (ZENIT.org)

SOLEMNIDAD DE TODOS LOS SANTOS   Ciclo B

Textos: Ap 7, 2-4.9-14; 1Jn 3, 1-3; Mt 5, 1-12a

Idea principal: Todos estamos llamados a ser santos por ser bautizados.

Síntesis del mensaje: Hoy celebramos a toda esa multitud innumerable de personas, hermanos nuestros, que ya gozan de Dios y siguen en comunión con nosotros desde el cielo. Es una fiesta que nos llena de alegría y optimismo: si ellos pudieron ser santos, ¿por qué nosotros no? ¿Cuál fue el secreto de su santidad?

Puntos de la idea principal:

En primer lugar, la fiesta de Todos los Santos nos invita a celebrar, en principio, dos hechos. El primero es que, verdaderamente, la fuerza del Espíritu de Jesús actúa en todas partes, es una semilla capaz de arraigar en todas partes, que no necesita especiales condiciones de raza, o de cultura, o de clase social. Por eso esta fiesta es una fiesta gozosa, fundamentalmente gozosa: el Espíritu de Jesús ha dado, y da, y dará fruto, y lo dará en todas partes. El segundo hecho que celebramos es que todos esos hombres y mujeres de todo tiempo y lugar tienen algo en común, algo que les une. Todos ellos "han lavado y blanqueado sus mantos en la sangre del Cordero", mediante el bautismo (1ª lectura). Todos ellos han sido pobres, hambrientos y sedientos de justicia, limpios de corazón, trabajadores de la paz (evangelio). Y eso les une. Porque hoy no celebramos una fiesta superficial, hoy no celebramos que "en el fondo, todo el mundo es bueno y todo terminará bien", sino que celebramos la victoria dolorosamente alcanzada por tantos hombres y mujeres en el seguimiento del Evangelio (conociéndolo explícitamente o sin conocerlo). Porque hay algo que une al santo desconocido de las selvas amazónicas con el mártir de las persecuciones de Nerón y con cualquier otro santo de cualquier otro lugar: los une la búsqueda y la lucha por una vida más fiel, más entregada, más dedicada al servicio de los hermanos y del mundo nuevo que quiere Dios.

En segundo lugar, celebramos, por tanto, esos dos hechos: que con Dios viven ya hombres y mujeres de todo tiempo y lugar, y que esos hombres y mujeres han luchado esforzadamente en el camino del amor, que es el camino de Dios. Pero ahí podemos añadir también un tercer aspecto: San Agustín, en la homilía que la Liturgia de las Horas ofrece para el día de San Lorenzo, lo explica así: "Los santos mártires han imitado a Cristo hasta el derramamiento de su sangre, hasta la semejanza de su pasión. Lo han imitado los mártires, pero no sólo ellos. El puente no se ha derrumbado después de haber pasado ellos; la fuente no se ha secado después de haber bebido ellos".  San Agustín se dirigía a unos cristianos que creían que quizá sólo los mártires, los que en las persecuciones habían derramado la sangre por la fe, compartirían la gloria de Cristo. Y a veces pensamos también nosotros lo mismo: que la santidad es una heroicidad propia sólo de algunos. Y no es así. La santidad, el seguimiento fiel y esforzado de Jesucristo, es también para nosotros: para todos nosotros y para cada uno de nosotros. Es algo exigente, sin duda; es algo para gente entregada, que tome las cosas en serio, no para gente superficial y que se limita a ir tirando. Pero somos nosotros, cada uno de nosotros, los llamados a esa santidad, a ese seguimiento. Como decía San Agustín en la homilía antes citada: "Ningún hombre, cualquiera que sea su género de vida, ha de desesperar de su vocación" (...). "Entendamos, pues, de qué modo el cristiano ha de seguir a Cristo, además del derramamiento de sangre, además del martirio". Y hoy, en la fiesta de Todos los Santos, se nos invita a celebrar que también nosotros podemos entender y descubrir nuestra manera de seguir a Cristo.

Finalmente, por tanto, la fiesta de hoy es una llamada a la santidad para todos nosotros. Ser santos no es hacer necesariamente milagros, ni dejar obras sorprendentes para la historia. Es difícil definir lo que es la santidad, pero todos esos santos que hoy celebramos nos demuestran que seguir a Cristo es posible, y que eso es la santidad. Tuvieron defectos. No eran perfectos. Cometieron pecados. Fueron "normales". Pero creyeron en el Evangelio y lo cumplieron. Algunos han dejado huella profunda. Otros han pasado desapercibidos. A todos les honramos hoy. Y aceptamos su invitación a seguir su camino. Aquí también recomendaría leer la "Lumen Gentium" del concilio Vaticano II, en sus números 39-41, que hace un llamamiento a la santidad a los cristianos de todos los estados: jerarquía, laicos, religiosos.

Para reflexionar: ¿Realmente estoy convencido de que no sólo puedo ser santo, sino que debo ser santo, por ser bautizado? ¿Pido la intercesión de mis hermanos santos que ya gozan de la amistad eterna con Dios en el cielo, o ni me acuerdo de ellos? ¿Cuáles son los santos de mi devoción y por qué?

Para rezar: Señor, Dios mío, ayúdame a ser santo. Santo sin premio, santo para no ofenderte, santo para servir mejor a los demás. Señor, en el día de hoy, que recordamos y celebramos la memoria de todos los Santos, ayúdame a acercarme más a Ti. A ellos les ruego que pidan al Espíritu, me conceda los dones necesarios para ser mejor. No porque yo merezca algo,  sino para que mi alabanza llegue a Ti, más plena. Señor, perdóname, Por mis faltas y pecados,  por todo lo que podía haber hecho y no hice, por todo lo que podía haber servido y no serví, por todo lo que he desaprovechado. Dame tu bendición para que el resto de mi vida, sea fiel y caritativo,  luz tuya y servidor de todos, según Tú me pidas en cada momento. Gracias, Señor, por Tu Misericordia conmigo. Amén. 

Cualquier sugerencia o duda pueden comunicarse con el padre Antonio a este email: [email protected]


Publicado por verdenaranja @ 12:54  | Espiritualidad
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Mi?rcoles, 28 de octubre de 2015

Ponencia del presidente de la Fundación Joseph Ratzinger en su V Congreso Internacional. Madrid, 28 de octubre de 2015 (ZENIT.org 

Mons. Giuseppe Scotti: "Cuando oro Dios respira en mí"  

"Oh Dios, tú eres mi Dios, por ti madrugo,
mi alma tiene sed de ti, como tierra reseca, sedienta, sin agua"1.

Nos encontramos en esta universidad, en la conclusión de las celebraciones por los quinientos años del nacimiento de Santa Teresa, para reflexionar sobre lo que es el verdadero, decisivo y perenne legado de esta gran mujer, de esta mística proclamada por el Papa Pablo VI Doctora de la Iglesia junto con Santa Catalina de Siena en el año 1970.

Agradezco al arzobispo de Madrid por la misa celebrada por nosotros y con nosotros ayer, por aquello que ha querido regalarnos con su palabra y por su presencia entre nosotros. Un agradecimiento muy cordial al Rector de esta Universidad que nos acoge y al Nuncio Apostólico que con su preciosa colaboración ha contribuido a organizar este evento.

También mi más sincera gratitud a todos ustedes estudiantes y profesores de diferentes universidades que han querido estar presentes en este congreso, me gustaría dar las gracias a los periodistas que hacen eco de aquello que discutimos y tratamos aquí, llegando a ser ellos también "susurro de una suave brisa"2.

He querido comenzar mi breve saludo, en la apertura de este congreso, proclamando la intensa invocación del Salmo que describe en forma inmediata y eficiente, la tierra seca y desierta en la que se encuentra el hombre que vive sin Dios. Un hombre que busca ciertamente, pero que se encuentra incapaz de poner su corazón y su mente en armonía con la mente y la fuerza creadora del Altísimo.

"Tierra desierta, sedienta, sin agua". Es como si la fotografía del corazón del hombre hecha por el salmista reflejara perfectamente al hombre de nuestros días; al hombre contemporáneo.

Ahora, iniciando este quinto congreso internacional de alto nivel científico organizado por la Fundación Vaticana Joseph Ratzinger - Benedicto XVI, queremos mirar al hombre y a nosotros mismos con los ojos y el corazón de Teresa, la mística, la mujer que advirtió fuertemente cómo la oración es poderosa y transformadora. "Oh Dios, tú eres mi Dios", nos dice el salmista. A Teresa, que rezó con toda la intensidad de su vida este salmo, le pedimos ser nuestra guía en estos días, retomando la hermosa expresión de Benedicto XVI, queremos reflexionar sobre "la oración, fuerza que cambia el mundo".

Aún es una frase de este Salmo, meditado, orado, vivido por Teresa, la que ilumina el camino que tenemos la intención de andar con determinación: "Lámpara es tu Palabra para mis pasos, luz en mi sendero"3. Todo esto lo deseamos hacer en estos pocos días porque queremos dar un futuro pleno y verdadero al hombre, convencidos como estamos, de aquello que nos sugiere el papa Francisco, de que "cuando oro Dios respira en mí".

Aquí está el verdadero tesoro que se custodia en el corazón de las universidades y que esta Universidad Francisco de Vitoria ha querido dar voz con este congreso.

____________________________

1 Cfr. Salmo 62, 2

2 Cfr. 1 Re 19, 12

3 Cfr. Salmo 118, 105 

(28 de octubre de 2015) © Innovative Media Inc.


Publicado por verdenaranja @ 21:23  | Espiritualidad
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Catequesis del Santo Padre en la audiencia general de este miércoles 28 de octubre de 2015.  Ciudad del Vaticano, 28 de octubre de 2015 (ZENIT.org)                                 

"Queridos hermanos y hermanas, buenos días.

En las audiencia generales a menudo hay personas o grupos pertenecientes a otras religiones; pero hoy esta presencia es particular, para recordar juntos al 50ª aniversario de la Declaración del Concilio Vaticano II Nostra ætate sobre las relaciones de la Iglesia católica con las religiones no cristianas. Este tema estaba fuertemente en el corazón del beato papa Pablo VI, que ya en la fiesta de pentecostés del año precedente al final del Concilio, había instituido el Secretariado para los no cristianos, hoy Pontificio Consejo para el Diálogo Interreligioso. Expreso por eso mi gratitud y mi calurosa bienvenida a personas y grupos de diversas religiones, que hoy han querido estar presentes, especialmente a los que han venido de lejos.

El Concilio Vaticano II fue un tiempo extraordinario de reflexión, diálogo y oración para renovar la mirada de la Iglesia católica sobre sí misma y sobre el mundo. Una carta de los signos de los tiempos en vista de una actualización orientada por una doble fidelidad: fidelidad a la tradición eclesial y fidelidad a la historia de los hombres y de las mujeres de nuestro tiempo. De hecho, Dios, que se ha revelado en la creación y en la historia, que ha hablado por medio de los profetas y completamente en su Hijo hecho hombre (cfr Eb 1,1), se dirige al corazón y al espíritu de cada ser humano que busca la verdad y los caminos para practicarla.

El mensaje de la Declaración Nostra ætate es siempre actual. Subrayo brevemente algunos puntos:

- la creciente interdependencia de los pueblos (cfr n. 1);

- la búsqueda humana de un sentido de la vida, del sufrimiento, de la muerte, interrogantes que siempre acompañan nuestro camino (cfr n. 1);

- los orígenes comunes y el destino común de la humanidad (cfr n. 1);

- la unidad de la familia humana (cfr n. 1);

- las religiones como búsqueda de Dios y del absoluto, dentro de las diferentes etnias y culturas (cfr n. 1);

- la mirada benévola y atenta de la Iglesia sobre las religiones: esta no rechaza nada de lo que le es bello y verdadero (cfr n. 2);

- la Iglesia mira con estima los creyentes de todas las religiones, apreciando su compromiso espiritual y moral (cfr n. 3);

- la Iglesia abierta al diálogo con todos, y al mismo tiempo fiel a la verdad en la que cree, por comenzar en aquella que la salvación ofrecida a todos tiene su origen en Jesús, único salvador, y que el Espíritu Santo está a la obra, fuente de paz y amor.

Son muchos los eventos, las iniciativas, las relaciones institucionales y personales con las religiones no cristianas de estos últimos cincuenta años, y es difícil recordarlos todos. Un acontecimiento particularmente significativo fue el encuentro en Asís el 27 de octubre de 1986. Fue querido y promovido por san Juan Pablo II, el cual un año antes, por tanto hace 30 años, dirigiéndose a los jóvenes musulmanes en Casablanca deseaba que todos los creyentes en Dios favorecieran la amistad y la unión entre los hombres y los pueblos (19 agosto 1985). La llama, encendida en Asís, se ha extendido en todo el mundo y constituye una permanente signo de esperanza.

Una especial gratitud a Dios merece la pena la verdadera y propia transformación que ha tenido en estos 50 años la relación entre cristianos y judíos. Indiferencia y oposición cambiaron en colaboración y benevolencia. De enemigos y extraños, nos hemos convertido en amigos y hermanos. El Concilio, con la Declaración Nostra Aetate, ha marcado el camino: “sí” al descubrimiento de las raíces judías del cristianismo; “no” a toda forma de antisemitismo y condena de toda injuria, discriminación y persecución que se deriva.

El conocimiento, el respeto y la estima mutua constituyen el camino que, si vale de forma peculiar para la relación con los judíos, vale análogamente también para la relación con las otras religiones. Pienso particularmente en los musulmanes, que --como recuerda el Concilio-- “adoran al único Dios, viviente y subsistente, misericordioso y omnipotente, creador del cielo y de la tierra, que ha hablado a los hombres” (Nostra Aetate, 5). Ellos se refieren a la paternidad de Abraham, veneran a Jesús como profeta, honran a su Madre virgen, María, esperan el día del juicio, y practican la oración, la limosna y el ayuno (cfr ibid).

El diálogo que necesitamos tiene que ser abierto y respetuoso, y entonces se revela fructífero. El respeto recíproco es condición y, al mismo tiempo, fin del diálogo interreligioso: respetar el derecho de los otros a la vida, a la integridad física, a las libertades fundamentales, es decir a la libertad de conciencia, de pensamiento, de expresión y de religión.

El mundo nos mira a nosotros los creyentes, nos exhorta a colaborar entre nosotros y con los hombres y las mujeres de buena voluntad que no profesan ninguna religión, nos pide respuestas efectivas sobre numerosos temas: la paz, el hambre, la miseria que aflige a millones de personas, la crisis ambiental, la violencia, en particular aquella cometida en nombre de la religión, la corrupción, el degrado moral, la crisis de la familia, de la economía, de las finanzas y sobre todo de la esperanza.

Nosotros, creyentes, no tenemos recetas para estos problemas, pero tenemos un gran recurso: la oración. Y nosotros creyentes rezamos, debemos rezar. La oración es nuestro tesoro, a la que nos acercamos según nuestras respectivas tradiciones, para pedir los dones que anhela la humanidad.                    

A causa de la violencia y del terrorismo se ha difundido una actitud de sospecha o incluso de condena a las religiones. En realidad, aunque ninguna religión es inmune al riesgo de desviaciones fundamentalistas o extremistas en individuos o grupos (cfr Discurso al Congreso EEUU, 24 de septiembre de 2015), es necesario mirar a los valores positivos que viven y proponen y que son fuentes de esperanza.

Se trata de alzar la mirada para ir más allá. El diálogo basado sobre el confiado respeto puede llevar semillas de bien que se transforman en brotes de amistad y de colaboración en tantos campos, y sobre todo en el servicio a los pobres, a los pequeños, a los ancianos, en la acogida de los migrantes, en la atención a quien está excluido.

Podemos caminar juntos cuidando los unos de los otros y de lo creado. Todos los creyentes de cada religión. Juntos podemos alabar al Creador por habernos dado el jardín del mundo para cultivar y cuidar como bien común, y podemos realizar proyectos compartidos para combatir la pobreza y asegurar a cada hombre y mujer condiciones de vida dignas.

El Jubileo Extraordinario de la Misericordia, que está delante de nosotros, es una ocasión propicia para trabajar juntos en el campo de las obras de caridad. Y en este campo, donde cuenta sobre todo la compasión, pueden unirse a nosotros tantas personas que no se sienten creyentes o que están en búsqueda de Dios y de la verdad, personas que ponen al centro el rostro del otro, en particular el rostro del hermano y de la hermana necesitados. Pero la misericordia a la cual somos llamados abraza a todo el creado, que Dios nos ha confiado para ser cuidadores y no explotadores, o peor todavía, destructores. Debemos siempre proponernos dejar el mundo mejor de como lo hemos encontrado (cfr Enc. Laudato si’, 194), a partir del ambiente en el cual vivimos, de nuestros pequeños gestos de nuestra vida cotidiana.

Queridos hermanos y hermanas, en cuanto al futuro del diálogo interreligioso, la primera cosa que debemos hacer es rezar. Sin el Señor, nada es posible; con Él, ¡todo se convierte! Pueda nuestra oración unirse plenamente a la voluntad de Dios, que desea que todos los hombres se reconozcan hermanas y vivan como tal, formando la gran familia humana en la armonía  de la diversidad".

Texto traducido desde el audio por ZENIT 


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Texto completo de la catequesis del Papa en la audiencia del miércoles 28 de octubre

En la audiencia de este miércoles se ha conmemorado el 50º aniversario de la declaración conciliar Nostra Aetate  y el Santo Padre recuerda que el respeto recíproco es condición y, al mismo tiempo, fin del diálogo interreligioso

 

 

 

 

 

 Redacción | 680 hits

El santo padre Francisco en la audiencia de este miércoles, dedicó su catequesis al tema del diálogo interreligioso, con motivo de los 50 años de la declaración conciliar Nostra Aetate, que permitió un cambio de rumbo fundamental en las relaciones con los otros credos religiosos. En la Plaza de San Pedro estaban presentes diversos líderes de confesiones varias, a quienes el Papa saludó. 

Catequesis del Santo Padre en la audiencia general de este miércoles 28 de octubre de 2015.    Ciudad del Vaticano, 28 de octubre de 2015 (ZENIT.org)                              

"Queridos hermanos y hermanas, buenos días.

En las audiencia generales a menudo hay personas o grupos pertenecientes a otras religiones; pero hoy esta presencia es particular, para recordar juntos al 50ª aniversario de la Declaración del Concilio Vaticano II Nostra ætate sobre las relaciones de la Iglesia católica con las religiones no cristianas. Este tema estaba fuertemente en el corazón del beato papa Pablo VI, que ya en la fiesta de pentecostés del año precedente al final del Concilio, había instituido el Secretariado para los no cristianos, hoy Pontificio Consejo para el Diálogo Interreligioso. Expreso por eso mi gratitud y mi calurosa bienvenida a personas y grupos de diversas religiones, que hoy han querido estar presentes, especialmente a los que han venido de lejos.

El Concilio Vaticano II fue un tiempo extraordinario de reflexión, diálogo y oración para renovar la mirada de la Iglesia católica sobre sí misma y sobre el mundo. Una carta de los signos de los tiempos en vista de una actualización orientada por una doble fidelidad: fidelidad a la tradición eclesial y fidelidad a la historia de los hombres y de las mujeres de nuestro tiempo. De hecho, Dios, que se ha revelado en la creación y en la historia, que ha hablado por medio de los profetas y completamente en su Hijo hecho hombre (cfr Eb 1,1), se dirige al corazón y al espíritu de cada ser humano que busca la verdad y los caminos para practicarla.

El mensaje de la Declaración Nostra ætate es siempre actual. Subrayo brevemente algunos puntos:

- la creciente interdependencia de los pueblos (cfr n. 1);

- la búsqueda humana de un sentido de la vida, del sufrimiento, de la muerte, interrogantes que siempre acompañan nuestro camino (cfr n. 1);

- los orígenes comunes y el destino común de la humanidad (cfr n. 1);

- la unidad de la familia humana (cfr n. 1);

- las religiones como búsqueda de Dios y del absoluto, dentro de las diferentes etnias y culturas (cfr n. 1);

- la mirada benévola y atenta de la Iglesia sobre las religiones: esta no rechaza nada de lo que le es bello y verdadero (cfr n. 2);

- la Iglesia mira con estima los creyentes de todas las religiones, apreciando su compromiso espiritual y moral (cfr n. 3);

- la Iglesia abierta al diálogo con todos, y al mismo tiempo fiel a la verdad en la que cree, por comenzar en aquella que la salvación ofrecida a todos tiene su origen en Jesús, único salvador, y que el Espíritu Santo está a la obra, fuente de paz y amor.

Son muchos los eventos, las iniciativas, las relaciones institucionales y personales con las religiones no cristianas de estos últimos cincuenta años, y es difícil recordarlos todos. Un acontecimiento particularmente significativo fue el encuentro en Asís el 27 de octubre de 1986. Fue querido y promovido por san Juan Pablo II, el cual un año antes, por tanto hace 30 años, dirigiéndose a los jóvenes musulmanes en Casablanca deseaba que todos los creyentes en Dios favorecieran la amistad y la unión entre los hombres y los pueblos (19 agosto 1985). La llama, encendida en Asís, se ha extendido en todo el mundo y constituye una permanente signo de esperanza.

Una especial gratitud a Dios merece la pena la verdadera y propia transformación que ha tenido en estos 50 años la relación entre cristianos y judíos. Indiferencia y oposición cambiaron en colaboración y benevolencia. De enemigos y extraños, nos hemos convertido en amigos y hermanos. El Concilio, con la Declaración Nostra Aetate, ha marcado el camino: “sí” al descubrimiento de las raíces judías del cristianismo; “no” a toda forma de antisemitismo y condena de toda injuria, discriminación y persecución que se deriva.

El conocimiento, el respeto y la estima mutua constituyen el camino que, si vale de forma peculiar para la relación con los judíos, vale análogamente también para la relación con las otras religiones. Pienso particularmente en los musulmanes, que --como recuerda el Concilio-- “adoran al único Dios, viviente y subsistente, misericordioso y omnipotente, creador del cielo y de la tierra, que ha hablado a los hombres” (Nostra Aetate, 5). Ellos se refieren a la paternidad de Abraham, veneran a Jesús como profeta, honran a su Madre virgen, María, esperan el día del juicio, y practican la oración, la limosna y el ayuno (cfr ibid).

El diálogo que necesitamos tiene que ser abierto y respetuoso, y entonces se revela fructífero. El respeto recíproco es condición y, al mismo tiempo, fin del diálogo interreligioso: respetar el derecho de los otros a la vida, a la integridad física, a las libertades fundamentales, es decir a la libertad de conciencia, de pensamiento, de expresión y de religión.

El mundo nos mira a nosotros los creyentes, nos exhorta a colaborar entre nosotros y con los hombres y las mujeres de buena voluntad que no profesan ninguna religión, nos pide respuestas efectivas sobre numerosos temas: la paz, el hambre, la miseria que aflige a millones de personas, la crisis ambiental, la violencia, en particular aquella cometida en nombre de la religión, la corrupción, el degrado moral, la crisis de la familia, de la economía, de las finanzas y sobre todo de la esperanza.

Nosotros, creyentes, no tenemos recetas para estos problemas, pero tenemos un gran recurso: la oración. Y nosotros creyentes rezamos, debemos rezar. La oración es nuestro tesoro, a la que nos acercamos según nuestras respectivas tradiciones, para pedir los dones que anhela la humanidad.                    

A causa de la violencia y del terrorismo se ha difundido una actitud de sospecha o incluso de condena a las religiones. En realidad, aunque ninguna religión es inmune al riesgo de desviaciones fundamentalistas o extremistas en individuos o grupos (cfr Discurso al Congreso EEUU, 24 de septiembre de 2015), es necesario mirar a los valores positivos que viven y proponen y que son fuentes de esperanza.

Se trata de alzar la mirada para ir más allá. El diálogo basado sobre el confiado respeto puede llevar semillas de bien que se transforman en brotes de amistad y de colaboración en tantos campos, y sobre todo en el servicio a los pobres, a los pequeños, a los ancianos, en la acogida de los migrantes, en la atención a quien está excluido.

Podemos caminar juntos cuidando los unos de los otros y de lo creado. Todos los creyentes de cada religión. Juntos podemos alabar al Creador por habernos dado el jardín del mundo para cultivar y cuidar como bien común, y podemos realizar proyectos compartidos para combatir la pobreza y asegurar a cada hombre y mujer condiciones de vida dignas.

El Jubileo Extraordinario de la Misericordia, que está delante de nosotros, es una ocasión propicia para trabajar juntos en el campo de las obras de caridad. Y en este campo, donde cuenta sobre todo la compasión, pueden unirse a nosotros tantas personas que no se sienten creyentes o que están en búsqueda de Dios y de la verdad, personas que ponen al centro el rostro del otro, en particular el rostro del hermano y de la hermana necesitados. Pero la misericordia a la cual somos llamados abraza a todo el creado, que Dios nos ha confiado para ser cuidadores y no explotadores, o peor todavía, destructores. Debemos siempre proponernos dejar el mundo mejor de como lo hemos encontrado (cfr Enc. Laudato si’, 194), a partir del ambiente en el cual vivimos, de nuestros pequeños gestos de nuestra vida cotidiana.

Queridos hermanos y hermanas, en cuanto al futuro del diálogo interreligioso, la primera cosa que debemos hacer es rezar. Sin el Señor, nada es posible; con Él, ¡todo se convierte! Pueda nuestra oración unirse plenamente a la voluntad de Dios, que desea que todos los hombres se reconozcan hermanas y vivan como tal, formando la gran familia humana en la armonía  de la diversidad".

Texto traducido desde el audio por ZENIT 


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Martes, 27 de octubre de 2015

Comentario a la liturgia dominical por el P. Antonio Rivero, L.C. Doctor en Teología Espiritual, profesor y director espiritual en el seminario diocesano Maria Mater Ecclesiaede são Paulo (Brasil). Brasilia, 27 de octubre de 2015 (ZENIT.org)

Domingo 31 del Tiempo Ordinario   Ciclo B

Textos: Dt 6, 2-6; Heb 7, 23-28; Mc 12, 28b -34

Idea principal: “Amarás al Señor tu Dios con todo el corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y con todas tus fuerzas…y a tu prójimo como a ti mismo”.

Síntesis del mensaje: Los tres evangelios sinópticos (Mateo, Marcos y Lucas) nos recuerdan este mandamiento primero. Según Mateo y Marcos, es Jesús quien resume la ley en los dos mandamientos; según Lucas, fue el doctor de la ley quien lo hizo y Jesús lo aprobó. Este era un tema que apasionaba a los espíritus religiosos de la época. La ley de Moisés se había ido llenando de preceptos, explicaciones, reinterpretaciones. Urgía pues saber qué era lo esencial entre tantas reglas.

Puntos de la idea principal:

En primer lugar, cuenta la tradición judía –que no la Biblia- que por los años del siglo XIII a.C., Moisés, libertador, legislador y profeta del pueblo de Dios en la esclavitud, subió a las cumbres del Sinaí para entrevistarse con Dios y que Dios le dio 365 mandamientos negativos, “No harás”, -tantos como días tiene el año solar-, y 248 mandamientos positivos,“Harás”, -tantos como generaciones desde Adán y Eva hasta aquel entonces. Total, 613 mandamientos. Demasiados. Por eso, en el siglo XI a.C., David, rey de Judá-Israel y profeta del Altísimo, redujo los seiscientos trece mandamientos a once (Sal 15). En el siglo VIII a.C., el profeta Isaías redujo los once a seis (Is 33, 15). Ese mismo siglo el profeta Miqueas los redujo a tres (Miq 6,8), de nuevo Isaías de tres a dos ( Is 66,1) hasta que en el siglo VII a.C. el profeta Habacuc redujo los dos a uno. Este: “El santo vivirá por su fidelidad” (Hab 2,4). Donde “su” se refiere a Dios. O sea, los profetas, que tienen hilo directo con Dios, buscaron lo esencial de la religión, de la moral y del culto, y dijeron que es el amor a Dios por un lado y a los hombres por otro. Al fin llegó Jesús y dijo: amar a Dios es amar a los hombres y amar a los hombres es practicar con ellos el respeto, la verdad y la justicia.

En segundo lugar, pero, ¿qué es amar a Dios? ¿Por qué y para qué debemos amar a Dios? ¿Cómo debemos amar a Dios? ¿Dónde y cuándo debemos amar a Dios? Dice la Didajé, el documento más importante de la era post-apostólica y la más antigua fuente de legislación eclesiástica que poseemos: “Hay dos caminos: uno de la vida, y otro de la muerte; pero muy grande es la diferencia entre los dos caminos. El camino de la vida, pues, es éste: Primero, amarás a Dios que te creó; y segundo, a tu prójimo como a ti mismo. Y todo lo que no quieras que te suceda a ti, tú tampoco lo hagas a otro…. El camino de la muerte, en cambio, es éste: Sobre todo es malo y lleno de maldición: los asesinatos, adulterios, concupiscencias, fornicaciones, hurtos, idolatrías, brujerías, preparación de venenos, rapiñas, falsos testimonios, hipocresía, doblez de corazón, dolo, malicia, orgullo, avaricia, conversaciones torpes, envidia, espíritu atrevido, altanería, ostentación”. Respondamos las preguntas que puse al inicio de este segundo punto: Amar a Dios significa darle todos los latidos de nuestro corazón desde que nos levantamos hasta que nos acostamos, pues Él es nuestro Padre. Debemos amar a Dios porque Él nos amó primero, creándonos, redimiéndonos y nos está santificando a través de su Espíritu. Debemos amarlo con todo lo que somos y tenemos: mente, afectos, voluntad. Debemos amarlo cumpliendo sus mandamientos y sobre todo, amando a nuestros hermanos, que también son hijos de Dios. Sólo así le manifestaremos nuestra gratitud y nuestro cariño de hijos, de creaturas amadas por Él.

Finalmente, y, ¿quién es mi prójimo? ¿Qué es amar al prójimo? ¿Por qué debemos amar al prójimo? ¿Cómo debemos amar al prójimo? ¿Dónde y cuándo debemos amar al prójimo? Respondamos a estas preguntas: Mi prójimo es toda la gente del mundo.
Mi prójimo es mi esposo, mi esposa, mis hijos, los suegros, los parientes, los amigos, los vecinos, los de mi pueblo, los del pueblo de al lado, mis compañeros de trabajo, mis empleados, mi jefe. Mi prójimo es también, el que no me cae bien, el que me ha hecho alguna maldad, el que habla mal de mí. Debemos amar al prójimo porque es nuestro hermano, creado por Dios, redimido por Cristo, santificado por el Espíritu. Debemos amarlo con estas características que san Pablo enuncia en su primera carta a los corintios: “El amor es paciente, es bondadoso. El amor no es envidioso ni jactancioso ni orgulloso. No se comporta con rudeza, no es egoísta, no se enoja fácilmente, no guarda rencor. El amor no se deleita en la maldad sino que se regocija con la verdad. Todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta” (1 Co 13, 4-7). Debemos amar al prójimo siempre y en todo lugar, sin medida, a ejemplo de Cristo que nos amó y se entregó por todos nosotros. Es tan importante amar al prójimo que el apóstol san Pablo nos dice: «El que ama al prójimo ha cumplido la ley. En efecto, lo de: no adulterarás, no matarás, no robarás, no codiciarás y todos los demás preceptos, se resumen en esta fórmula: amarás a tu prójimo como a ti mismo. La caridad no hace mal al prójimo. La caridad es, por tanto, la ley en su plenitud» (Rm 13, 8-10).

Para reflexionar: Cuando al final de la jornada de cada día hagamos el examen de conciencia, preguntémonos: ¿He amado hoy, o me he buscado a mí mismo? ¿Por qué me cuesta amar al prójimo? ¿Lo amo como Jesús lo ama, con un amor misericordioso, paciente? Pensemos en esa frase de san Juan de la Cruz: “Al atardecer de la vida, te examinarán del amor”.

Para rezar: Señor, dame una señal de que me quieres; hazme hacer la experiencia del amor filial para que mi corazón se dilate y yo corra –antes que arrastrarme- por la vida de tus mandamientos (cf. Salm 119, 32). Haz que yo te ame por encima de todas las cosas y que ame a todas las cosas en Ti; que no haya en mi corazón “otro Dios salvo tú”, ningún ídolo o “dios extranjero” que provoque tus justos celos. Haz que te ame, Señor. Y en Ti, por Ti y como Tú, ame también a mi hermano.

 

Cualquier sugerencia o duda pueden comunicarse con el padre Antonio a este email:[email protected]


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Lunes, 26 de octubre de 2015

El santo Padre Francisco presidió la misa solemne que concluyó el Sínodo de los obispos iniciado en el Vaticano el 4 de Octubre. Ciudad del Vaticano, 25 de octubre de 2015 (ZENIT.org)

A continuación la homilía completa.


Las tres lecturas de este domingo nos presentan la compasión de Dios, su paternidad, lo que se revela definitivamente en Jesús. El profeta Jeremías, en pleno desastre nacional, cuando el pueblo es deportadas por el enemigo, anuncia que "el Señor salvó a su pueblo, el resto de Israel" (31: 7).¿Y por qué lo ha hecho? Él es el Padre (cf. 31: 9); y como el Padre cuida de sus hijos, los acompañar en el camino, apoya "a los ciegos y los cojos, la mujer embarazada y la que da a luz" (31: 8).

Su paternidad les abre un camino accesible, una un camino de consuelo después de tantas lágrimas y tantas amarguras. Si el pueblo permanecen fieles en la búsqueda de Dios, incluso en un país extranjero, Dios cambiará su cautiverio en libertad, su soledad en comunión y lo que el pueblo hoy siembra con lágrimas, mañana lo recogerá con alegría ( Salmo 125: 6).

Con el Salmo, también nosotros hemos expresado la alegría que es el fruto de la salvación del Señor: "Nuestra boca se llenó de sonrisas y nuestra lengua de canciones" (125, 2). El creyente es una persona que ha experimentado la acción salvadora de Dios en su propia vida.

Y nosotros los pastores, experimentamos lo que significa sembrar con fatiga, a veces llorando, y alegrarnos por la gracia de un cultivo que siempre supera nuestras fuerzas y nuestras capacidades. El pasaje de la Carta a los Hebreos nos mostró la compasión de Jesús. También Él "se ha recubierto de debilidad" (5: 2), para sentir compasión por aquellos que están en la ignorancia y el error.

Jesús es sumo sacerdote, grande, santo, inocente, pero al mismo tiempo es el sumo sacerdote que participó de nuestra debilidad y ha sido probado en todo como nosotros, menos en el pecado (cf. 4: 15). Por ésto es el mediador de la alianza nueva y definitiva que nos da la salvación.
El evangelio de hoy se conecta directamente a la primera lectura: así como el pueblo de Israel fue liberado gracias a la paternidad de Dios, así Bartimeo fue liberado gracias a la compasión de Jesús.

Jesús acaba de salir de Jericó. Y a pesar de haber apenas empezado el camino más importante, el camino a Jerusalén, se detiene para responder al clamor de Bartimeo.

Se deja tocar movido por su solicitud, se involucra en su situación. No se contenta con darle una limosna, sino que quiere encontrarlo personalmente. No le da ni indicaciones ni respuestas, pero le plantea una pregunta: "¿Qué quieres que yo haga por ti" (Mc 10, 51).

Podría parecer una pregunta inútil: ¿qué podría desear un ciego sino la vista? Y, sin embargo, con esta pregunta realizada "cara a cara", directa, pero respetuosa, Jesús nos muestra que quiere escuchar nuestras necesidades.Desea con cada uno de nosotros un diálogo hecho de vida, de situaciones reales, que no excluya nada ante Dios.

Después de curarlo, el Señor le dice al hombre: "Tu fe te ha salvado" (10, 52). Es hermoso ver cómo Cristo admira la fe de Bartimeo, confiando en él. Él cree en nosotros más de lo que creemos en nosotros mismos.

Hay un detalle interesante. Jesús pide a sus discípulos que vayan y llamen a Bartimeo. Éstos se dirigen a los ciegos utilizando dos expresiones que sólo Jesús usa en el resto del Evangelio.

En primer lugar, le dicen: "Coraje", una palabra que significa literalmente "ten confianza, anímate". De hecho, sólo el encuentro con Jesús le da al hombre la fuerza para afrontar las situaciones más graves.

La segunda palabra es "Levántate!", como Jesús le había dicho tantas personas enfermas, tomándolas de la mano y curándalos. Los suyos se limitan a repetir las palabras de aliento y liberadoras de Jesús, que conduce directamente a él sin prédicas.

A ésto están llamados los discípulos de Jesús, también hoy, sobre todo hoy: poner al hombre en contacto con la misericordia compasiva que salva.

Cuando el grito de la humanidad se convierte, como Bartimeo, aún más fuerte, no hay otra respuesta que hacer nuestras las palabras de Jesús, y sobre todo imitar su corazón. Las situaciones de miseria y los conflictos son para Dios ocasiones de misericordia. Hoy es tiempo de la misericordia!

Pero hay algunas tentaciones para los que siguen a Jesús. El Evangelio destaca al menos dos. Ninguno de los discípulos se detiene, como hace Jesús. Siguen caminando, avanzando como si nada. Si Bartimeo es ciego, ellos son sordos: su problema no es problema de ellos.

Corremos ese riesgo: frente a los continuos problemas, lo mejor es seguir adelante, sin dejarnos molestar. Así al igual que aquellos discípulos, estamos con Jesús, pero no pensamos como Jesús. Estamos en su grupo, pero perdemos la apertura del corazón, perdemos la admiración, la gratitud y entusiasmo y corremos el riesgo de convertirnos en "habituados a la gracia". Podemos hablar de Él y trabajar para Él, pero vivir lejos de su corazón, que se inclina hacia quien está herido.

Esta es la tentación de una "espiritualidad del espejismo": podemos caminar a través de los desiertos de la humanidad no ver lo que realmente existe, sino lo que nos gustaría ver; somos capaces de construir visiones del mundo, pero no aceptamos lo que el Señor pone delante de los ojos. Una fe que no hecha raíces en la vida de las personas permanece estéril y en lugar de oasis, crea otros desiertos. 

Hay una segunda tentación, caen en una "fe que sigue un programa". Podemos caminar con el pueblo de Dios, pero tenemos nuestra planilla de marcha, donde se planeó todo: sabemos a dónde ir y cuánto tiempo debe pasar; todos deben respetar nuestros ritmos y cualquier inconveniente nos perturba.

Corremos el riesgo de llegar a ser como "muchos" del Evangelio que pierden la paciencia y reprenden a Bartimeo. Poco antes habían reprendido a los niños, ahora al mendigo ciego: molesta o no está a la altura debe ser excluido.

Jesús, por el contrario, desea incluir sobretodo a quien está relegado al margen y le se dirige a Él gritándole. Estos, como Bartimeo, tienen fe, porque saber que uno necesita la salvación es la mejor manera de encontrar a Cristo. Y al final, Bartimeo comienza a seguir a Jesús por el camino (cf. 10, 52). No sólo recupera la vista, pero se une a la comunidad de quienes caminan con Jesús.

Queridos hermanos sinodales, caminamos juntos. Les agradezco por el camino que hemos compartido con la mirada fija en el Señor y los hermanos, en la búsqueda de senderos que el Evangelio indica a nuestro tiempo para anunciar el misterio de amor de la familia.

Continuamos por el camino que el Señor desea. Pidámos a Él una mirada sana y salvada, que sepa difundir luz, porque recuerda el esplendor que lo ha iluminado. Sin dejar nunca ofuscarnos por el pesimismo y por el pecado, buscamos y vemos la gloria de Dios que brilla en el hombre vivo.

(Traducción al español realizada por ZENIT)


Publicado por verdenaranja @ 20:24  | Habla el Papa
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Domingo, 25 de octubre de 2015

Después de la misa con la que el papa Francisco concluyó la XIV Asamblea general ordinaria del sínodo de los obispos sobre el tema: 'La vocación y la misión de la familia en la Iglesia en el mundo contemporáneo', al medio día el Santo Padre rezó la oración del ángelus. Lo hizo desde la ventana de su estudio que da hacia la plaza de San Pedro, realmente repleta de fieles y peregrinos.Ciudad del Vaticano, 25 de octubre de 2015 (ZENIT.org)

 

¡«Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

Esta mañana con la santa misa concluida en la basílica de San Pedro ha concluido la Asamblea general ordinaria del los obispos sobre la familia. Invito a todos a dar gracias a Dios por estas tres semanas de trabajo intenso, animado por la oración y por un espíritu de verdadera comunión. Ha sido fatigoso, pero un verdadero don de Dios, que dará seguramente muchos frutos.

La palabra 'sínodo' significa 'caminar juntos'. Es la que hemos vivido y ha sido la experiencia de la Iglesia en camino, en camino especialmente con las familias del pueblo santo de Dios esparcido en todo el mundo.

Por eso me ha impresionado la Palabra de Dios que hoy nos encuentra en la profecía de Jeremías: 'Yo los hago venir del país del Norte y los reuno desde los extremos de la tierra; hay entre ellos ciegos y liciados, mujeres embarazadas y parturientas: ¡es una gran asamblea la que vuelve aquí!'

Y el profeta añade: 'Habían partido llorando, pero yo los traigo llenos de consuelo; los conduciré a los torrentes de agua por un camino llano, donde ellos no tropezarán. Porque yo soy un padre para Israel'.

Esta palabra de Dios nos dice que el primero que quiere caminar con nosotros, que quiere hacer 'sínodo' con nosotros es justamente Él, nuestro Padre.

Su 'sueño' desde siempre y para siempre es el de formar un pueblo, reunirlo, guiarlo hacia la tierra de la libertad y de la paz. Y este pueblo está hecho de familias: están la 'mujer en cinta y la que da a luz', es un pueblo que mientras camina va adelante con la vida, con la bendición de Dios.

Es un pueblo que no excluye a los pobres y a los que están en desventaja, más aún, los incluye. Dice el profeta: 'entre ellos está el ciego y el cojo', dice el Señor.

Es una familia de familias en las cuales quien fatiga no se siente marginado, dejado atrás, sino que logra llevar el paso con los otros, porque este pueblo camina con el paso de los últimos; como se hace en las familias, como nos enseña el Señor, que se ha hecho pobre con los pobres, pequeño con los pequeños, últimos con los últimos. No lo ha hecho para excluir a los ricos, a los grandes y a los primeros, sino porque éste es el único modo de salvarlos también a ellos, para salvar a todos. Ir con los últimos, con los excluidos y con los últimos.

Les confieso que esta profecía del pueblo en camino la he confrontado también con las imágenes de los prófugos en marcha por los caminos de Europa, una realidad dramática de nuestros días. También a ellos Dios les dice: 'Partieron en el llanto, yo los haré regresar en medio de consolaciones'. También estas familias que sufren, desplazadas de sus tierras, estuvieron presentes con nosotros en el Sínodo, en nuestra oración y en nuestro trabajo, a través de la voz de algunos de sus Pastores presentes en la asamblea.

Estas personas que buscan dignidad, estas familias que buscan paz están aún con nosotros, la Iglesia no las abandona porque son parte del pueblo que Dios quiere liberar de la esclavitud y guiar a la libertad.

Por lo tanto en esta palabra de Dios, se refleja sea la experiencia sinodal que hemos vivido, sea el drama de los prófugos en marcha por los caminos de Europa. El Señor por intercesión de la Virgen María nos ayude también a seguir las en estilo de fraterna comunión».

El papa Reza el ángelus y después dice:

«Queridos hermanos y hermanas, saludo a los fieles romanos y a los peregrinos de diversos países. En particular a la Hermandad del Señor de los Milagros de Roma. ¡Cuantos peruanos están en casa! Que con tanta devoción ha traído en procesión la Imagen venerada en Lima, Perú, y en donde hay emigrantes peruanos. Gracias por este testimonio.

Saludo a los peregrinos de la “Musikverein Manhartsberg” que vienen de la diócesis de Viena, y a la orquesta de Landwehr de Friburgo (Suiza), están allí, que ayer ha realizado un concierto de beneficencia.

Saludo a la Asociación Voluntarios Hospedantes de 'San Juan' de Lagonegro; al grupo de la Diócesis de Oppidio Mamertina-Palmi.

Les deseo a todos un buen domingo, y les pido especialmente que no se olviden de rezar por mi». Y concluyó con el «Buon pranzo e arrivederci».

(Texto completo traducido desde el audio por ZENIT)

 


Publicado por verdenaranja @ 23:13  | Habla el Papa
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S?bado, 24 de octubre de 2015

Luz para el camino por Mons. Enrique Díaz Díaz. San Cristóbal de las Casas,23 de octubre de 2015 (ZENIT.org)

XXX Domingo Ordinario

Jeremías 31, 7-9: “Vienen a mí llorando, pero yo los consolaré y los guiaré”.
Salmo 125: “Grandes cosas has hecho por nosotros, Señor”.
Hebreos 5, 1-6: “Tú eres sacerdote eterno, como Melquisedec”.

Ahora que se acerca la celebración de los fieles difuntos llega a mi memoria una experiencia inolvidable en una de las comunidades de Comitán. Los catequistas luchan contra la imposición y manipulación que han convertido en Halloween o en noche de brujas lo que era una bella tradición llena de recuerdos, de oración y de convivencia. Organizan celebraciones y representaciones que sensibilicen a los pequeños para que entiendan y respeten el sentido cristiano de la muerte y la resurrección. Al final de una pequeña obra teatral presentada por los niños, la catequista llena de entusiasmo decía: “Queremos que todos vean y comprendan que Jesús es nuestra vida y que no necesitamos brujas y espantajos. Es tiempo de abrir los ojos y dejarnos llenar de luz”. Y lo decía llena de alegría y convicción queriendo entusiasmar y lo más sorprendente es que ella, que había preparado toda la escenificación, es “¡ciega!”. Hay personas que no tienen luz en sus ojos pero que proyectan una gran luz a su alrededor.

Quizás podríamos decir lo mismo de este ciego, Bartimeo, que nos presenta el Evangelio de este Domingo. Es el último milagro que nos narra San Marcos como una síntesis y culmen de todos los milagros anteriores y Bartimeo parece en muchos sentidos ser el ejemplo del verdadero discípulo que espera, ora, grita, se despoja, salta y sigue a Jesús. Apenas hace ocho días descubríamos a los discípulos luchando encarnizadamente por los primeros lugares, queriendo seguir a Jesús por caminos equivocados de egoísmo mesiánico y ahora se nos presenta este ciego como auténtico discípulo que “ha contemplado” a Jesús como Mesías de la misericordia y anhela “unos ojos que puedan verlo” externamente para seguirlo en su camino de la entrega.

Bartimeo no es un ciego más, sino un ciego sentado a la orilla de la senda de la peregrinación que lleva a la ciudad santa, Jerusalén, sin poder participar de ese camino de salvación. Representa a la humanidad entera condenada a la ceguera, abandonada y olvidada que nunca podrá participar de una vida plena. Es el Bartimeo de los descartados, de los desechos que una sociedad en su afán de poder y riquezas, tira y olvida a lo largo de todos los caminos. Es la población marginada a las orillas de las autopistas y ciudades que solamente mira pasar el progreso, ahogada en su pobreza e impotencia. Sí, Bartimeo es el hombre actual que prefiere vivir de las migajas de la limosna porque no se le permite participar y se considera inútil e inservible. Pero Bartimeo en su interior anhela la luz, siente la necesidad de darle sentido a la vida, quiere participar y está atento al paso de Jesús.

Desde lo profundo de su impotencia y de su necesidad brota ese grito angustioso: “¡Jesús, hijo de David, ten compasión de mí!”. Grito de búsqueda y esperanza que caracteriza a quien sinceramente desea encontrarse con Jesús. Suplicar y gritar desde nuestra ceguera es el inicio del encuentro con Jesús. Pero el camino no es fácil. Quienes dicen “mirar y saber” pretenden callarlo para que no moleste con sus atrevidos gritos, como si el dolor y el sufrimiento se aplacaran ignorándolos. Hoy también, nos dice el Papa Francisco, hay quienes pretenden con el engaño de las dádivas y migajas, o con presiones y amenazas, callar a quienes sufren a la orilla del camino. Pero la verdadera paz no se logra callando y ocultando el dolor. Bartimeo insiste a pesar de la oposición, la reprensión y la contrariedad. Y Jesús escucha su lamento. Jesús no pasa de largo y lo llama. Jesús tiene “misericordia” y pone su corazón junto al abandonado y olvidado. Como nos dice Hebreos: “Él puede comprender a los ignorantes y extraviados, ya que Él mismo está envuelto en debilidades”. Y Jesús lo llama.

Al escuchar el llamado, Bartimeo realiza movimientos que a primera vista parecen muy sencillos pero que implican toda una transformación: “tiró su manto, de un salto se puso en pie, y se acercó a Jesús”. Bien dice el refrán: más vale pájaro en mano que ciento volando. Y así nosotros estamos ahogados por mantos de egoísmo, de individualismo que nos dejan fuera del camino. Es poco lo que tenemos pero nos atamos a ello. Tirar el manto implica ese salto en la fe que nos despoja de todo. Dejar nuestras falsas seguridades, nuestras comodidades y nuestros acomodos, que nos atrapan, nos ciegan y nos atan. Saltar en el vacío para confiarse en las manos de la misericordia de Jesús. Acercarse a Él desde donde está cada quien, con confianza, con alegría. Sentir su amor y escuchar su palabra.

Al escuchar la pregunta de Jesús a Bartimeo inmediatamente viene a la memoria la pregunta que hace a sus discípulos en el pasaje anterior: “¿Qué quieres que haga por ti?”. Los discípulos pedían poder, reconocimiento y prestigio, estar uno a la derecha y el otro a la izquierda. Bartimeo pide de todo corazón y con toda sencillez: “Maestro, que pueda ver”. Es lo más importante: mirar con los ojos de Jesús la situación en que nos encontramos. Iluminar nuestra realidad y nuestra vida con la luz de su verdad. Ya a sus discípulos les había hecho caer en la cuenta que no es el poder ni la tiranía el camino de la salvación, sino el servicio; ahora concede a este indigente la luz para el camino.

Bartimeo nos enseña el camino de Jesús: no es posible quedarnos instalados a la orilla del camino rumiando nuestra impotencia o nuestro conformismo. Siempre pasa Jesús a nuestro lado y siempre nos está cuestionando qué queremos. Una vida en la rutina y en la apatía no es vida. Jesús nos levanta, nos ilumina y nos lanza a la aventura de construir su reino. Bartimeo, el nuevo discípulo, descubre su lugar en la comunidad y se dispone a seguir en la fe a Jesús. Quizás nosotros pretendemos ser cristianos sin seguir a Jesús, sin descubrir su misericordia, sin comprometernos en su reino. Quizás estorbamos e impedimos el camino de los otros para acercarse a Jesús. Quizás dejamos a los hermanos tirados a la orilla del camino con nuestro egoísmo, con nuestra indiferencia o con nuestras ambiciones.

¿Qué estoy dispuesto a dejar para seguir a Jesús? ¿Quiero de verdad seguirlo? ¿Cómo me comprometo con los “tirados” a la orilla del camino?
Aumenta, Padre Bueno, en nosotros la fe y el amor, para que dejando nuestros miedos, mantos y ataduras, sigamos a Jesús por el camino del Reino. Amén.

 


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Viernes, 23 de octubre de 2015

Reflexión a las lecturas del domingo treinta del Tiempo Ordinario B ofrecida por el scerdote Don Juan Manuel Pérez Piñero bajo el epígrafe "ECOS DEL DÍA DEL SEÑOR"

Domingo 30º  del T. Ordinario B

 

            Bartimeo, el ciego del Evangelio de este domingo, tenía una ilusión en su vida: poder ver; pero ésta era una ilusión imposible, porque ¿cómo un ciego va a recobrar la vista?

Pero Bartimeo tiene la suerte de sentir a Jesús que pasa por el mismo camino donde estaba sentado pidiendo limosna. Y cuando oye que pasa Jesús, comienza a gritar: “Hijo de David, ten compasión de mí”.

            Era normal que le mandaran que se callara. Entre otras cosas, porque aquel ciego era un ser despreciable: si estaba ciego, es que era, según la mentalidad judía, un pecador.

Pero ¿por qué sabía Bartimeo que Jesús era el Hijo de David? ¿Y la gente que va con Jesús lo creía también?  ¿Y cómo sabía que Jesús podía curarle de su ceguera?

Lo cierto es que llega el momento en el que Jesucristo se para y dice: “llamadlo”. Y entonces es cuando le dicen: “ánimo, levántate, que te llama”.

            ¡Oh! mis queridos amigos, ¡la llamada del Señor! Nos dice San Marcos que entonces aquel ciego “soltó el manto, dio un salto y se acercó a Jesús”. ¡Qué impresionante!

            Y Jesús le cura: “anda, tu fe te ha curado”. “Y lo seguía por el camino”.

            Aquella gente que va con Jesucristo tendría que recordar lo que habían anunciado los profetas y que hoy escuchamos en la primera lectura: “Gritad de alegría por Jacob, regocijaos por el mejor de los pueblos”. Es el anuncio de la liberación del destierro; y también de los tiempos del Mesías. El profeta dice que entre los que vienen hay “ciegos y cojos, preñadas y paridas: una gran multitud retorna”.

            Pero ya sabemos que hay muchas clases de ceguera, está incluso la ceguera “del que no quiere ver”.  En el seguimiento de Jesús es fundamental ver, poder ver, querer ver. Es fundamental la luz de la fe. Y si no, ¿cómo vamos a dar testimonio de “lo que hemos visto?”.

Conocí en una ocasión una mujer que era sordomuda y ciega. ¡Qué terrible! ¡Completamente cerrada a todo!

Dicen que S. Marcos coloca aquí, al final de esta sección,  la curación del ciego, para ayudar a comprender a las comunidades cristianas a las que dirige su Evangelio, que todo lo que  contemplamos en los últimos domingos, acerca de la vida de la Iglesia y del seguimiento de Jesucristo, es imposible si somos ciegos, si no vemos bien, si no nos interesa y no queremos ver. ¡Y que El Señor que curó al ciego, puede curarnos también a nosotros! ¡Y entonces también nosotros le seguiremos por el camino!

En la celebración de la Eucaristía nos encontramos con Jesucristo que nos pregunta como al ciego:  “¿qué quieres que haga por ti?” Y nosotros ¿qué le vamos a contestar? “Maestro, que pueda ver”.

Pero ¿es que somos ciegos? Ciegos tal vez no, pero ¿quién puede decir que no tiene nada de ceguera?  ¿Quién no anda un poco encandilado por tantas cosas como llaman nuestra atención y dificultan nuestro seguimiento de Cristo?

 

¡FELIZ DÍA DEL SEÑOR!


Publicado por verdenaranja @ 18:41  | Espiritualidad
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DOMINGO 30º DEL T. ORDINARIO B

MONICIONES  

 

PRIMERA LECTURA

        La primera Lectura de hoy es un mensaje de esperanza: el profeta levanta el ánimo del pueblo de Dios desterrado en Babilonia, anunciándole la vuelta a su patria con gran alegría bajo la protección paterna del Señor. 

 

SALMO

        Unámonos a las palabras del salmo para cantar la alegría del pueblo de Israel que vuelve a su tierra. Es también nuestra alegría por la salvación que el Señor nos trae. 

 

SEGUNDA LECTURA

        La Carta a los Hebreos contiene una amplia enseñanza sobre el Sacerdocio de Jesucristo, como escuchamos en el fragmento que se lee hoy: Jesús, Hijo de Dios y hermano de los hombres  es el Pontífice de la Nueva Alianza, en favor de la humanidad entera. 

 

TERCERA LECTURA

        Jesús cura al ciego de Jericó que le llama Hijo de David. Así recompensa su fe y confirma que han llegado los tiempos del Mesías.

        Pero antes de escuchar el Evangelio, cantemos, de pie, el aleluya. 

 

COMUNIÓN

        Dichosos nosotros que somos capaces de descubrir detrás de las especies de pan y de vino, al mismo Jesucristo que curó al ciego de Jericó.

        “¡Jesús, Hijo de David, ten compasión de mí!”. Esta fue la súplica del ciego y es nuestra súplica, para que el Señor nos libere de toda ceguera y podamos descubrirle siempre presente entre nosotros.


Publicado por verdenaranja @ 18:32  | Liturgia
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Refexiones del obispo de San Cristóbal de Las Casas, Felipe Arizmendi Esquivel. San Cristóbal de las Casas, México,21 de octubre de 2015 (ZENIT.org)

Valoremos la familia

¿Saben qué es lo que más le gusta a Dios? preguntó Francisco: 'Encontrar las familias unidas, que se quieren, que hacen crecer a sus hijos, los educan, los llevan adelante y crean una sociedad de bondad, de verdad y de belleza

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Con frecuencia nos enteramos de familias que se destruyen. Los esposos dicen que ya no se quieren, que ya no se entienden y, sin importarles los derechos y los sentimientos de los hijos, se separan e inician una nueva relación. Muchos se casan, incluso por la Iglesia, con la conciencia definida de que, si no se sienten a gusto, tienen el “derecho” de “rehacer” su vida, y buscar otra pareja. Aunque en las catequesis prematrimoniales y en la presentación en su parroquia se les advierte que el matrimonio religioso es para toda la vida, en la práctica no lo asumen así, con lo cual hacen inválido el sacramento. Por el temor o la resistencia a un compromiso de por vida, muchos no quieren celebrar un casamiento por la Iglesia, retrasan demasiado su boda, viven largos años “de prueba”, que se prolongan indefinidamente. A esto hay que agregar la reducción tan drástica de la natalidad, porque se ve a los hijos como un problema, sobre todo económico.

Durante esta semana, se concluye en Roma el Sínodo de los Obispos sobre la familia. Sin esperar cambios en la doctrina, que no podemos modificar, sí esperamos cambios pastorales, para que en las parroquias y diócesis asumamos unos compromisos más misericordiosos y creativos a favor de la familia.

 

PENSAR
Dijo el Papa Francisco en el encuentro mundial de la familia, en Filadelfia:

“Vale la pena la vida en familia. Una sociedad crece fuerte, crece buena, crece hermosa y crece verdadera, si se edifica sobre la base de la familia. Lo más lindo que hizo Dios, dice la Biblia, fue la familia. Creó al hombre y a la mujer; ¡y les entregó todo, les entregó el mundo! Crezcan, multiplíquense, cultiven la tierra, háganla producir, háganla crecer. Todo el amor que hizo en esa creación maravillosa se la entregó a una familia. Todo el amor que Dios tiene en sí, toda la belleza que Dios tiene en sí, toda la verdad que Dios tiene en sí, la entrega a la familia. Y una familia es realmente familia cuando es capaz de abrir los brazos y recibir todo ese amor.

Cuando el hombre y su esposa se equivocaron y se alejaron de Dios, Dios no los dejó solos. Tanto es su amor, que empezó a caminar con la humanidad, con su pueblo, hasta que llegó el momento maduro, y le dio la muestra de amor más grande, su Hijo. Y a su Hijo ¿dónde lo mandó? ¿A un palacio, a una ciudad, a hacer una empresa? ¡Lo mandó a una familia! Dios entró al mundo en una familia. Y pudo hacerlo porque esa familia era una familia que tenía el corazón abierto al amor, que tenía las puertas abiertas al amor.

¿Saben qué es lo que más le gusta a Dios? Encontrar las familias unidas, encontrar las familias que se quieren, encontrar las familias que hacen crecer a sus hijos, los educan, los llevan adelante y crean una sociedad de bondad, de verdad y de belleza.

En las familias hay dificultades. En las familias discutimos, en las familias a veces vuelan los platos, en las familias los hijos traen dolores de cabeza. No voy a hablar de la suegra, pero en las familias siempre, siempre, hay cruz. Pero en las familias también, después de la cruz, hay resurrección. Porque el Hijo de Dios nos abrió ese camino. Por eso, la familia es una fábrica de esperanza, de esperanza de vida y resurrección. Dios fue el que abrió ese camino. En la familia hay dificultades, pero esas dificultades se superan con amor. El odio no supera ninguna dificultad. La división de los corazones no supera ninguna dificultad, solamente el amor es capaz de superar la dificultad. La familia es bella, pero cuesta. Trae problemas. En la familia a veces hay enemistades. El marido se pelea con la mujer o se miran mal, o los hijos con el padre… Les sugiero un consejo: nunca terminen el día sin hacer la paz en la familia. En una familia no se puede terminar el día en guerra. Que Dios los bendiga, que Dios les dé fuerzas, que Dios los anime a seguir adelante. Cuidemos la familia, defendemos la familia, porque ahí, ahí se juega nuestro futuro” (26-IX-2015).

ACTUAR

Valora tu familia; cuídala; gózala; no la destruyas. Sacrifícate para salvarla, y verás los buenos frutos. Que tu grupo, tu parroquia, tu diócesis propongan iniciativas a favor de una buena pastoral familiar.


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Jueves, 22 de octubre de 2015

Texto completo de la catequesis del Papa en la audiencia del miércoles 21 de octubre

Palabras del Santo Padre en la audiencia general del 21 de octubre de 2015 (ZENIT.org): 

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

En la pasada meditación hemos reflexionado sobre las promesas importantes que los padres hacen a los niños, desde que ellos han sido pensados en el amor y concebidos en el vientre.

Podemos añadir que, mirándolo bien, toda la realidad familiar está fundada en la promesa: pensar bien esto, la identidad familiar está fundada en la promesa. Se puede decir que la familia vive de la promesa de amor y de fidelidad que el hombre y la mujer se hacen el uno al otro. Esta conlleva el compromiso de acoger y educar a los hijos; pero se lleva a cabo también en el cuidar a los padres ancianos, en el proteger y asistir a los miembros más débiles de la familia, en el ayudarse unos a otros para realizar las propias cualidades y aceptar los propios límites.

Y la promesa conyugal se extiende para compartir las alegrías y los sufrimientos de todos los padres, las madres y los niños, con generosa apertura en lo relacionado con la convivencia humana y el bien común. Una familia que se cierra en sí misma es como una contradicción, una mortificación de la promesa que la ha hecho nacer y la hace vivir. No olvidar nunca la identidad de la familia siempre es una promesa que se extiende y extiende a toda la familia y también a toda la humanidad.

En nuestros días, el honor de la fidelidad a la promesa de la vida familiar se presenta muy debilitada. Por una parte, por una malentendido derecho de buscar la propia satisfacción, a toda costa y en cualquier relación, se exalta como un principio no negociable de la libertad. Por otro lado, porque se fían exclusivamente de las constricciones de la ley los vínculos de la vida de relación y del compromiso por el bien común.Pero, en realidad, nadie quiere ser amado solo por los propios bienes o por obligación. El amor, como también la amistad, deben su fuerza y su belleza precisamente a este hecho: que generan una unión sin quitar la libertad. El amor es libre, la promesa de la familia es libre. Y esta es la belleza. Sin la libertad no hay amistad, sin libertad no hay amor, sin libertad no hay matrimonio. Por tanto, libertad y fidelidad no se oponen la una a la otra, es más, se sostienen la una a la otra, tanto en las relaciones personales, como en las sociales. De hecho, pensemos en los daños que producen, en la civilización de la comunicación global, la inflación de promesas mantenidas, en varios campos y la indulgencia por la infidelidad a la palabra dada y a los compromisos tomados.

Sí, queridos hermanos y hermanas, la fidelidad es una promesa de compromiso que se auto-cumple, creciendo en la libre obediencia a la palabra dada. La fidelidad es una confianza que “quiere” ser realmente compartida, y una esperanza que “quiere” ser cultivada junta. Y hablando de fidelidad me viene a la mente lo que nuestros ancianos , nuestros abuelos cuentan ‘esos tiempos cuando se hacía un acuerdo, un apretón de manos era suficiente, porque había fidelidad a las promesas’. Y esto que es un hecho social también tiene su origen en la familia, en el apretón de manos del hombre y la mujer para ir adelante juntos toda la vida. ¡La fidelidad a las promesas es una verdadera obra maestra de la humanidad! Si miramos a su belleza audaz, estamos asustados, pero si despreciamos su valiente tenacidad, estamos perdidos. Ninguna relación de amor --ninguna amistad, ninguna forma de querer, ninguna felicidad del bien común-- alcanza a la altura de nuestro deseo y de  nuestra esperanza, si no llega a habitar este milagro del alma. Y digo “milagro”, porque la fuerza y la persuasión de la fidelidad, a pesar de todo, no termina de encantarnos y de sorprendernos. El honor a la palabra dada, la fidelidad a la promesa, no se pueden comprar y vender. No se pueden obligar con la fuerza, pero tampoco cuidar sin sacrificio.

Ninguna otra escuela puede enseñar la verdad del amor, si la familia no lo hace. Ninguna ley puede imponer la belleza y la herencia de este tesoro de la dignidad humana, si la unión personal entre amor y generación no la escribe en nuestra carne.

Hermanos y hermanas, es necesario restituir el honor social a la fidelidad del amor, restituir honor social a la fidelidad del amor. Es necesario restar clandestinidad al milagro cotidiano de millones de hombres y mujeres que regeneran su fundamento familiar, del cuál vive cada sociedad, sin estar en grado de garantizarlo de ninguna manera. No es casualidad, este principio de fidelidad a la promesa del amor y de la generación está escrito en la creación de Dios como una bendición perenne, a la cual está confiada el mundo.

Si san Pablo puede afirmar que en la unión familiar está misteriosamente revelada una verdad decisiva también para la unión del Señor y de la Iglesia, quiere decir que la Iglesia misma encuentra aquí una bendición para cuidar y de la cual siempre se aprende, antes aún de enseñarla. Nuestra fidelidad a la promesa está siempre confiada a la gracia y la misericordia de Dios. El amor por la familia humana, en la buena y en la mala suerte, ¡es un punto de honor para la Iglesia! Dios nos conceda estar a la altura de esta promesa.

Y rezamos por los Padres del Sínodo: el Señor bendiga su trabajo, desempeñado con fidelidad creativa, en la confianza que Él el primero, el Señor, es fiel a sus promesas. Gracias


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Comentario a la liturgia dominical por el P. Antonio Rivero, L.C. Doctor en Teología Espiritual, profesor y director espiritual en el seminario diocesano Maria Mater Ecclesiae de são Paulo (Brasil). Brasil,20 de octubre de 2015 (ZENIT.org)

Domingo 30 del Tiempo Ordinario - Ciclo B

Textos: Jer 31, 7-9; Heb 5, 1-6; Mc 10, 46-52

Idea principal: Proceso de fe e iluminación de este ciego hasta llegar a Jesús, encontrarse con Él, recibir la curación y seguirlo.

Síntesis del mensaje: la dinámica de la fe es la esencia del discipulado, porque sólo la adhesión total –la comunión estrecha con el Maestro- hace posible el seguimiento de él en todos los aspectos de la vida. Este hombre ciego y pobre es el modelo del que sabe responder al llamado de Jesús: “¡Ánimo, levántate, el Maestro te llama!” (10,49), pasando del estar “sentado a la orilla del camino” (10,46) al “seguirlo por el camino” (10,52).

Puntos de la idea principal:

En primer lugar, veamos la situación de este ciego. A la orilla del camino, aparece Bartimeo, humilde ciego y mendigo, quien ha ido a acomodarse en el lugar preciso por el que deben pasar los peregrinos. Excluido de la vida religiosa por su misma enfermedad, y estaba solo. En esta época del año, en el que la gente es más generosa, el ciego espera captar más limosnas. Él ya sabe la estrategia para lograrlas, por eso está allí en su “lugar de trabajo”. Ciertas enfermedades –en este caso la ceguera- eran consideradas castigo de Dios. Así, a la situación de ceguera de Bartimeo, se sumaba el prejuicio social. Los ciegos, al igual que otros enfermos y las mujeres, estaban eximidos y excluidos de participar en las fiestas religiosas. Bartimeo es el símbolo del hombre que busca en Jesús la luz de la fe. Y como “la fe no es propia de los soberbios, sino de los humildes” (San Agustín, Catena Aurea VI, p. 297), este ciego fue premiado. La fe está a punto de hacer ese milagro: el ciego, al dejar su manto, deja tras de sí una “vieja” vida para asumir una nueva detrás de Jesús. Quien estaba al margen del camino, ahora sigue a Jesús, que es el “Camino”.

En segundo lugar, veamos el camino del ciego hacia Jesús. La rutina del mendigo se rompe, y para siempre, cuando toma información y se entera que muy cerca de él pasa Jesús. Proceso: Primero, escucha el paso de Jesús; la fe viene por el oído; y de la ceguera pasa a la visión y de la marginalidad en el camino pasa a ser su activo peregrino. Segundo, el grito de la fe: Bartimeo, reconociéndole como Mesías, clama misericordia. Su oración tiene como trasfondo la oración penitencial del Salmo 51 (“miserere”, ten piedad), pero también la promesa mesiánica de Isaías 35,2-5:“se despegarán los ojos de los ciegos”.Tercero, superación de los obstáculos: además de sus dos primeras limitaciones, su ceguera y su pobreza, es reprimido para que se calle; él es imagen del que entra en el Reino despojado, abandonado con absoluta confianza en la presencia y la palabra de Jesús. El despojo es todavía más radical cuando hace dos gestos: arroja el manto y, dando un salto, va hacia Jesús. El manto es el mayor bien de un pobre, lo único que le queda (cf. Éxodo 22,25-26), es su cobija para la noche, su abrigo para el frío, su recipiente para la limosna. Su salto (¡inaudito para un ciego!) es un gesto de confianza total, expresión de apoyo en la palabra de Jesús. ¿Resultado? El ciego logra su objetivo: Jesús, se detiene ante él y lo llama. El encuentro personal comienza con una pregunta de Jesús: “¿Qué quieres que te haga?”. Y termina con la curación. Bartimeo ha cambiado completamente de situación: era ciego y ahora ve, estaba sentado al borde del camino y ahora está en el camino, estaba solo y ahora está con Jesús y su grupo. También podemos suponer que al recobrar la vista e incorporarse a la comunidad habrá dejado de mendigar. Y todo termina con el seguimiento a Jesús. Ahora Jesús tiene un nuevo discípulo, quien ha recibido el don de la vista y se caracteriza por su fe.

Finalmente, y nosotros, ¿qué? Me regocija saber que Jesús se deja cambiar de rumbo ante mi pedido, que va a detenerse para escucharme a mí, como hizo con este ciego Bartimeo. Pero también pienso que a veces los reclamos de los necesitados me molestan y busco acallarlos o prefiero no oír. Quiero tener como maestro de oración a Bartimeo, que sabía qué pedir, cómo pedir, dónde pedir y no se dejaba tapar la boca ni siquiera por los que estaban cerca de Jesús. Bartimeo pedía limosna, pero cuando Jesús pasó, pidió lo que realmente quería, que era ver. Quiero tener esa franqueza y esa libertad delante de Dios, y pedirle lo que realmente necesito para mi vida. Sin palabrerías ni oraciones floridas ni fórmulas de otros, con mi necesidad.

Para reflexionar: Meditemos este texto de san Gregorio Magno: “Quien ignora el esplendor de la eterna luz, es ciego. Con todo, si ya cree en el Redentor, entonces ya está sentado a la vera del camino. Esto, sin embargo, no es suficiente. Si deja de orar para recibir la fe y abandona las imploraciones, es un ciego sentado a la vera del camino pero sin pedir limosna. Solamente si cree y, convencido de la tiniebla que le oscurece el corazón, pide ser iluminado, entonces será como el ciego que estaba sentado en la vera del camino pidiendo limosna. Quienquiera que reconozca las tinieblas de su ceguera, quienquiera que comprenda lo que es esta luz de la eternidad que le falta, invoque desde lo más íntimo de su corazón, grite con todas las energías de su alma, diciendo: ‘Jesús, Hijo de David, ten piedad de mí’” (Homil. in Ev. 2, 2.8).

Para rezar: Mi Señor, que yo vea con tus ojos, que yo vea el bien y su fecundidad en medio de tantas tinieblas. Que mis ojos de fe provoquen tu obrar misericordioso en beneficio de los pobres pecadores, de las almas.  Padre mío, que mi alma se enriquezca con la luz de la fe que brote de unos ojos de fe… que yo vea… que yo te vea en todo y en todos… que mi fe me lance audazmente a confiar ciegamente esperándolo TODO de Ti…

Cualquier sugerencia o duda pueden comunicarse con el padre Antonio a este email: [email protected]


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Mi?rcoles, 21 de octubre de 2015

Reflexión de José Antonio Pagola al evangelio del domingo trienta del  Tiempo Ordinario B.

CURARNOS DE LA CEGUERA 

 

¿Qué podemos hacer cuando la fe se va apagando en nuestro corazón? ¿Es posible reaccionar? ¿Podemos salir de la indiferencia? Marcos narra la curación del ciego Bartimeo para animar a sus lectores a vivir un proceso que pueda cambiar sus vidas.

No es difícil reconocernos en la figura de Bartimeo. Vivimos a veces como «ciegos», sin ojos para mirar la vida como la miraba Jesús. «Sentados», instalados en una religión convencional, sin fuerza para seguir sus pasos. Descaminados, «al borde del camino» que lleva Jesús, sin tenerle como guía de nuestras comunidades cristianas.

¿Qué podemos hacer? A pesar de su ceguera, Bartimeo «se entera» de que, por su vida, está pasando Jesús. No puede dejar escapar la ocasión y comienza a gritar una y otra vez: «ten compasión de mí». Esto es siempre lo primero: abrirse a cualquier llamada o experiencia que nos invita a curar nuestra vida.

El ciego no sabe recitar oraciones hechas por otros. Solo sabe gritar y pedir compasión porque se siente mal. Este grito humilde y sincero, repetido desde el fondo del corazón, puede ser para nosotros el comienzo de una vida nueva. Jesús no pasará de largo.

El ciego sigue en el suelo, lejos de Jesús, pero escucha atentamente lo que le dicen sus enviados: «¡Ánimo! Levántate. Te está llamando». Primero, se deja animar abriendo un pequeño resquicio a la esperanza. Luego, escucha la llamada a levantarse y reaccionar. Por último, ya no se siente solo: Jesús lo está llamando. Esto lo cambia todo.

Bartimeo da tres pasos que van a cambiar su vida. «Arroja el manto» porque le estorba para encontrarse con Jesús. Luego, aunque todavía se mueve entre tinieblas, «da un salto» decidido. De esta manera «se acerca» a Jesús. Es lo que necesitamos muchos de nosotros: liberarnos de ataduras que ahogan nuestra fe; tomar, por fin, una decisión sin dejarla para más tarde; y ponernos ante Jesús con confianza sencilla y nueva.

Cuando Jesús le pregunta qué quiere de él, el ciego no duda. Sabe muy bien lo que necesita: «Maestro, que pueda ver». Es lo más importante. Cuando uno comienza a ver las cosas de manera nueva, su vida se transforma. Cuando una comunidad recibe luz de Jesús, se convierte.

José Antonio Pagola

Un ciego que busca ver: Bartimeo y Jesús 

por Coordinador Grupos de Jesús


 


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Martes, 20 de octubre de 2015

Al final de la Misa celebrada el domingo 18 de octubre en el atrio de la basílica de San Pedro para la canonización de cuatro beatos, y antes de rezar el Ángelus, el papa Francisco ha dirigido las siguientes palabras a los fieles y peregrinos presentes en la Plaza:Ciudad del Vaticano,18 de octubre de 2015 (ZENIT.org)

Queridos hermanos y hermanas,

Sigo con gran preocupación la situación de fuerte tensión y violencia que aflige a Tierra Santa. En este momento necesitamos mucho coraje y mucha fortaleza para decir no al odio y la venganza y hacer gestos de paz. Oremos para que Dios fortalezca en todos, los gobernantes y los ciudadanos, la valentía de oponerse a la violencia y tomar medidas concretas para la distensión. En el contexto actual de Oriente Medio es más que nunca decisivo que se logre la paz en Tierra Santa: esto nos piden Dios y el bien de la humanidad.

Al final de esta celebración, deseo saludar a todos los que habéis venido a rendir homenaje a los nuevos santos, de manera particular a las delegaciones oficiales de Italia, España y Francia.

Saludo a los fieles de la diócesis de Lodi y Cremona, así como a las Hijas del Oratorio. El ejemplo de san Vicente Grossi sostenga el compromiso a favor de la educación cristiana de las nuevas generaciones.

Saludo a los peregrinos que han venido de España, particularmente de Sevilla, y a las Hermanas de la Compañía de la Cruz. El testimonio de santa María de la Purísima nos ayude a vivir la solidaridad y cercanía con los más necesitados.

Saludo a los fieles provenientes de Francia, especialmente de Bayeux, Lisieux y Sées: a la intercesión de los santos esposos Ludovico Martin y Maria Azelia Guérin encomendamos las alegrías, las esperanzas y las dificultades de las familias francesas y de todo el mundo.

Agradezco a los cardenales, los obispos, los sacerdotes, las personas consagradas, así como a las familias, los grupos religiosos y las asociaciones.

Y ahora nos dirigimos con amor filial a la Virgen María.


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Domingo, 18 de octubre de 2015

Ciudad del Vaticano (Agencia Fides) – Con motivo de la Jornada Misionera Mundial que este año cae el domingo 18 de octubre, la Agencia Fides presenta, como de costumbre, algunas estadísticas seleccionadas para ofrecer un cuadro panorámico de la Iglesia misionera en el mundo. Las tablas se han extrapolado del último «Anuario Estadístico de la Iglesia» ( actualizado al día 31 de diciembre de 2013) y conciernen a los miembros de la Iglesia, sus estructuras pastorales, las actividades en el campo sanitario, asistencial y educativo. Entre paréntesis está indicada la variación, aumento (+) o disminución (-) con respecto del año anterior, según la comparación efectuada por la Agencia Fides.

Las Estadísticas de la Iglesia Católica 2015: Jornada Misionera


Población mundial
A día 31 de diciembre de 2013 la población mundial era igual a 7.093.798.000 personas, con un aumento de 70.421.000 unidades respecto al año anterior. El aumento global este año también incluye a todos los continentes: los aumentos más consistente, en una media más contenida con respecto al año pasado, una vez más son en Asia (+27.776.000) y África (+23.808.000), seguidos por América (+17.865.000), Europa (+289.000) y Oceanía (+683.000).

Número de católicos
En la misma fecha del 31 de diciembre de 2013 el número de católicos era igual a 1.253.926.000 unidades con un aumento total de 25.305.000 p personas con respecto al año anterior. El aumento interesa a todos los continentes y el más marcado como el año anterior es América (+15.051.000) y África (+7.637.000), seguidos por Asia (+2.161.000), Europa (+285.000) y Oceanía (+171.000).
El porcentaje de los católicos ha aumentado del 0,19%, situándose en un 17,68%. Con respecto a los continentes, se han registrado aumentos en África (+0,29), América (+0,38), Asia (+0,03), Europa (+0,03). Este año Oceanía registra de nuevo una pequeña disminución (-0,01).

Habitantes y católicos por sacerdote
El número de los habitantes por sacerdote ha aumentado este año, complesivamente de 180 unidades, alcanzando la cuota de 13.752. La distribución por continentes ve incrementos, como el año precedente, en América (+132), Europa (+49) y Oceanía (+147); disminuciones en África (-506) y Asia (-360).
El número de católicos por sacerdote ha aumentado complesivamente de 54 unidades, alcanzando el número de 3.019. Este año también se registran aumentos en América (+115), Europa (+21) y Oceanía (+38), disminuciones en Asia (-17) y África (-17).

Circunscripciones eclesiásticas y estaciones misioneras
Las circunscripciones eclesiásticas son 8 más con respecto al año precedente, llegando a 2.989, con nuevas circunscripciones creadas en África (+2), América (+1), Asia (+1), Europa (+3) y Oceanía (+1). Las estaciones misioneras con sacerdote residente son complesivamente 1.871 (24 más con respecto al año anterior) y registran aumentos en África (+26), Asia (+58) y Oceanía (+2); disminuciones en América (-49) y Europa (-13).Las estaciones misioneras sin sacerdote residente han aumentado en toral de 3.074 unidades, alcanzando el número de 133.869. Aumentan en África (+1.569), América (+802), Asia (+584) y Oceanía (+121). La única disminución es en Europa (-2).

Obispos
El número de los Obispos en el mundo ha aumentado de 40 unidades, alcanzando el número de 5.173. Al contrario de la situación de los últimos años, que ha visto aumentar a los obispos diocesanos y disminuir a los religiosos, este año resultan en aumento ambos. Los obispos diocesanos son 3.945 (28 más), mientras los obispos religiosos son 1.228 (12 más). El aumento de los obispos diocesanos interesa a todos los continentes con la excepción de Oceanía (-5): América (+16), Asia (+8), África (+3) y Europa (+6). Los obispos religiosos aumentan en todas partes: África (+2), América (+1), Asia (+6), Europa (+3), mientras permanecen sin variación en Oceanía.

Sacerdotes
El número total de sacerdotes en el mundo ha aumentado de 1.035 unidades con respecto al año anterior, alcanzando una cuota de 415.348. Se señala una vez más una disminución notable en Europa (- 2.283) y en una medida más leve en Oceanía (-3), mientras que los aumentos se dan en África (+1.693), América (+188) y Asia (+1.440). Los sacerdotes diocesanos en el mundo han aumentado globalmente de 971 unidades, alcanzando el número de 280.532, con aumentos en África (+1.1.86), América (+539), Asia (+900), Oceanía (+19). La disminuciones, este año también es en Europa (-1.673). Los sacerdotes religiosos han aumentado en su conjunto de 64 unidades y son 134.816. consolidando la tendencia de los últimos años, crecen en África (+507) y en Asia (+540), mientras las disminuciones afectan a América (-351), Europa (-610) y Oceanía (-22).

Diáconos permanentes
Los diáconos permanentes en el mundo han aumentados de 1.091 unidades, alcanzando el número de 43.195. El aumento más consistente se confirma una vez más en América (+684) y en Europa (+373), a los que se suman este año África (+8), Asia (+8) y Oceanía (+18).
Los diáconos permanentes diocesanos en el mundo son 42.650, con un aumento total de 1.084 unidades. Crecen en todas partes: en África (+5), América (+660), Asia (+23), Europa (+381), Oceanía (+15).Los diáconos permanentes religiosos son 545, aumentando de 7 unidades con respecto al año anterior, con aumentos en África (+3), América (+24) y Oceanía (+3), y disminuciones en Asia (-15) y Europa (-8).

Religiosos y religiosas
Los religiosos no sacerdotes han disminuido, al contrario de la tendencia de los últimos años, de 61 unidades situándose en el número de 55.253. Los aumentos se registran en América (+45), Asia (+167) y Oceanía (+78), las disminuciones en África (-218) y Europa (-133). Este año también se confirma la tendencia a la disminución global de las religiosas, que este año ha sido de 8.954 unidades, que son en total 693.575. Los aumentos son, otra vez, en África (+1.293) y Asia (+172), las disminuciones en América (
–4.548), Europa (-5.662) y Oceanía (–209).

Institutos seculares
Los miembros de los Institutos seculares masculinos son en total 712, unidades, con una disminución global de 59 unidades. A nivel continental crece sólo África (+2), mientras disminuyen en América (-15), Asia (-8), Europa (-38), queda sin variaciones también este año Oceanía.
Los miembros de los Institutos seculares femeninos han disminuido en general de 747 unidades, por un total 23.955 miembros. Aumentan en África (+66) y Asia (+3) mientras disminuyen en América (-270), Europa (-545) y Oceanía (-1).

Misioneros laicos y catequistas
El número de Misioneros laicos en el mundo es de 367.679 unidades, con un aumento global de 5.191 unidades y aumentos en todos los continentes: África (+31) América (+3.083), Asia (+990) y Europa (+1.088). La única disminución leve ha sido en Oceanía (-1).
Los Catequistas en el mundo han disminuido en total de 13.075 unidades, llegando a la cifra de 3.157.568. Se registran aumentos consistentes en África (+9.414) y en Asia (+4.529), mientras las disminuciones afectan otros continentes como: América (-24.091), Europa (-1.072), Oceanía (-1.225).

Seminaristas mayores
El número de seminaristas mayores, diocesanos y religiosos, han disminuido este año globalmente de 1.800 unidades, alcanzando el número de 118.251. Los aumentos se han registrado en África (+164), mientras disminuyen en América (-1.180), Asia (-372), Europa (-354) y Oceanía (-58).
Los seminaristas mayores diocesanos son 71.537 (-452 respecto al año precedente) y los religiosos 46.714 (-1.348). Los seminaristas diocesanos aumentan en África (+238) y Asia (+10), mientras las disminuciones son en América (-507), Europa (-154) y Oceanía (-39). Los seminaristas mayores religiosos disminuyen en todos los continentes: África (-74), América (-673), Asia (-382), Europa (-200) y Oceanía (-19).

Seminaristas menores
El número total de seminaristas menores, diocesanos y religiosos, ha disminuido de 775 unidades, alcanzando el número de 101.928. Han aumentado en América (+42), Asia (+407) y Oceanía (+9), mientras han disminuido en África (-233) y Europa (-1.000).
Los seminaristas menores diocesanos son 78.556 (-1.398) y los religiosos 23.372 (+623). Para los seminaristas diocesanos la disminución se registra en todos los continentes excepto en Asia (+527): en África (-993), América (-164), Europa (-764), Oceanía (-4). Mientas que los seminaristas menores religiosos han aumentado en África (+760), América (+206) y Oceanía (+13), mientras disminuyen en Asia (-120) y Europa (-236).

Institutos de instrucción y educación
En el campo de la instrucción y la educación la Iglesia administra en el mundo 73.263 escuelas infantiles frecuentadas por 6.963.669 alumnos; 96.822 escuelas primarias con 32.254.204 alumnos; 45.699 institutos de secundaria con 19.407.417 alumnos. Además sigue a 2.309.797 alumnos de escuelas superiores y 2.727.940 estudiantes universitarios.

Institutos sanitarios, de beneficencia y asistencia
Los institutos de beneficencia y asistencia administrados en el mundo por la Iglesia engloban: 5.034 hospitales con mayor presencia en América (1.495) y África (1.167); 16.627 dispensarios, la mayor parte en África (5.252), América (4.751) y Asia (3.558); 611 leproserías distribuidas principalmente en Asia (328) y África (201); 15.518 casas para ancianos, enfermos crónicos y minusválidos la mayor parte en Europa (8.158) y América (3.679); 9.770 orfanatos en su mayoría en Asia (3.944); 12.082 guarderías con el mayor número en Asia (3.498) y América (3.412); 14.391 consultorios matrimoniales, en gran parte en América (5.747) y Europa (5.715); 3.896 centros de educación o reeducación social y 38.256instituciones de otros tipos.

Circunscripciones eclesiásticas dependientes de la Congregación para la Evangelización de los Pueblos
Las circunscripciones eclesiásticas dependientes de la Congregación para la Evangelización de los Pueblos (Cep) a fecha del 13 de octubre de 2015 son en total 1.111, con un aumento de 2 circunscripciones (en Asia) con respecto al año anterior. La mayor parte de las circunscripciones eclesiásticas dependientes de Propaganda Fide se encuentran en África (507) y en Asia (478). Seguidas de América (80) y Oceanía (46). (SL) (Agencia Fides 17/10/2015)

Links:
El texto completo del Especial
http://www.fides.org/spa/attachments/view/file/ESTADISTICAS_Octubre_2015.doc


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Carta del obispo de Córdoba, Mons. Demetrio Fernández. 'En esta tarea de la evangelización no cabe el espontáneo, ni la iniciativa particular'. Córdoba,16 de octubre de 2015 (ZENIT.org)

"Misioneros de la misericordia"

El domingo mundial de las misiones (DOMUND), que celebramos este domingo, nos trae a la mente y al corazón el recuerdo del mandato misionero de Jesús: “Id y predicad al mundo entero…” (Mc 16,15), tarea que la Iglesia realiza cada día. En este domingo de manera especial se da cuenta de este don del Señor y de esta tarea que tiene por delante: Evangelizar, decir al mundo entero que Dios nos ama con amor de misericordia.

Estamos dentro del contexto del Año de la vida consagrada, entre quienes este mandato misionero se hace más palpable. El primer responsable de llevar el Evangelio al mundo entero es cada Iglesia particular, con el obispo al frente en plena comunión con el Sucesor de Pedro (RM 63). Y dentro de la Iglesia, todos los carismas que brotan en la misma con esta dimensión misionera. De hecho, entre los misioneros repartidos por el todo el mundo, la inmensa mayoría son consagrados/as. Gracias a ellos, el Evangelio en todas sus expresiones llega a tantas personas lejanas. En el campo de la catequesis y la formación, en la atención a los enfermos y a los pobres, en la vida sacramental y celebrativa.

Se cumple en estos días el cincuenta aniversario del decreto Ad gentes del Concilio Vaticano II, que ha supuesto un verdadero impulso misionero para toda la Iglesia, recordando a todos que Santa Teresa del Niño Jesús es patrona de las misiones desde su entrega de amor en el silencio de la clausura y que san Francisco Javier es patrono desde su disposición a viajar hasta tierras lejanas para anunciar a Cristo, haciéndose todo para todos.

“Misioneros” quiere decir enviados. Enviados por Cristo, enviados por la Iglesia. En esta tarea de la evangelización no cabe el espontáneo, ni la iniciativa particular. Todo misionero es enviado, va con un encargo, lleva un mensaje que es de otro. Entre el medio millón de misioneros/as que hay por todo el mundo, ha crecido en este periodo postconciliar la interculturalidad. Ya no es sólo Europa la que envía, como ha hecho a lo largo de tantos siglos. En muchas ocasiones, actualmente Europa es la que recibe misioneros. Pero además, los misioneros provienen de todos los lugares de la tierra. Nos hemos hecho más conscientes todos de que el ser misionero es consustancial con el ser cristiano. La misma expansión misionera por toda la tierra ha suscitado vocaciones de todos los países, especialmente de los países más jóvenes.

“de la misericordia”, porque el enviado lleva un mensaje de vida, que puede resumirse en la misericordia de Dios para todos. El misionero no reparte propaganda ni cumple su tarea con proselitismo. El misionero es testigo y portador de una vida que brota del corazón de Dios y va destinada a todos, preferentemente a los que sufren, a los pobres, a los que no cuentan en nuestra sociedad. Los misioneros repartidos por todo el mundo son los mejores embajadores de ese amor de Dios vivido cotidianamente. Lo constatamos cuando surge cualquier desgracia natural. Enseguida aparecen los misioneros que están allí desde hace años, y son ellos/as los primeros en atender. Pasarían inadvertidos y en el anonimato, y cualquiera de esas catástrofes los pone en primera línea informativa.

La misericordia de Dios cuenta con estos testigos, que han entregado su vida por completo a la causa de Dios y de los pobres, sin ninguna publicidad. También, junto a estos consagrados de por vida, aparecen voluntarios, entre los cuales hay muchos jóvenes, que entregan parte de su tiempo, de sus vacaciones, a vivir cerca de los pobres, anunciándoles con sus vidas la misericordia de Dios. Es muy de valorar esta generosidad, porque cualquier gesto realizado en favor de los más necesitados, aunque solo sea un vaso de agua (Mt 10,42), agrada al corazón de Dios y contribuye a sembrar esa misericordia entre los hombres.

Domingo del Domund. Todos misioneros.

Recibid mi afecto y mi bendición:

+ Demetrio Fernández, obispo de Córdoba


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 Reflexión de José Antonio Pagola al evangelio del domingo veintinueve del Tiempo Ordinario B.

NADA DE ESO ENTRE NOSOTROS

 

Camino de Jerusalén, Jesús va advirtiendo a sus discípulos del destino doloroso que le espera a él y a los que sigan sus pasos. La inconsciencia de quienes lo acompañan es increíble. Todavía hoy se sigue repitiendo.

Santiago y Juan, los hijos del Zebedeo, se separan del grupo y se acercan ellos solos a Jesús. No necesitan de los demás. Quieren hacerse con los puestos más privilegiados y ser los primeros en el proyecto de Jesús, tal como ellos lo imaginan. Su petición no es una súplica sino una ridícula ambición: «Queremos que hagas lo que te vamos a pedir». Quieren que Jesús los ponga por encima de los demás.

Jesús parece sorprendido. «No sabéis lo que pedís». No le han entendido nada. Con paciencia grande los invita a que se pregunten si son capaces de compartir su destino doloroso. Cuando se enteran de lo que ocurre, los otros diez discípulos se llenan de indignación contra Santiago y Juan. También ellos tienen las mismas aspiraciones. La ambición los divide y enfrenta. La búsqueda de honores y protagonismos interesados rompen siempre la comunión de la comunidad cristiana. También hoy. ¿Qué puede haber más contrario a Jesús y a su proyecto de servir a la liberación de las gentes?

El hecho es tan grave que Jesús «los reúne» para dejar claro cuál es la actitud que ha de caracterizar siempre a sus seguidores. Conocen sobradamente cómo actúan los romanos, «jefes de los pueblos» y «grandes» de la tierra: tiranizan a las gentes, las someten y hacen sentir a todos el peso de su poder. Pues bien, «vosotros nada de eso».

Entre sus seguidores, todo ha de ser diferente: «El que quiera ser grande, sea vuestro servidor; y el que quiera ser primero, sea esclavo de todos». La grandeza no se mide por el poder que se tiene, el rango que se ocupa o los títulos que se ostentan. Quien ambiciona estas cosas, en la Iglesia de Jesús, no se hace más grande sino más insignificante y ridículo. En realidad, es un estorbo para promover el estilo de vida querido por el Crucificado. Le falta un rasgo básico para ser seguidor de Jesús.

En la Iglesia todos hemos de ser servidores. Nos hemos de colocar en la comunidad cristiana, no desde arriba, desde la superioridad, el poder o el protagonismo interesado, sino desde abajo, desde la disponibilidad, el servicio y la ayuda a los demás. Nuestro ejemplo es Jesús. No vivió nunca «para ser servido, sino para servir». Este es el mejor y más admirable resumen de lo que fue él: servicio a todos.

José Antonio Pagola


Publicado por verdenaranja @ 18:54  | Espiritualidad
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 Reflexión de José Antonio Pagola al evangelio del domingo veintinueve del Tiempo Ordinario B.

NADA DE ESO ENTRE NOSOTROS

 

Camino de Jerusalén, Jesús va advirtiendo a sus discípulos del destino doloroso que le espera a él y a los que sigan sus pasos. La inconsciencia de quienes lo acompañan es increíble. Todavía hoy se sigue repitiendo.

Santiago y Juan, los hijos del Zebedeo, se separan del grupo y se acercan ellos solos a Jesús. No necesitan de los demás. Quieren hacerse con los puestos más privilegiados y ser los primeros en el proyecto de Jesús, tal como ellos lo imaginan. Su petición no es una súplica sino una ridícula ambición: «Queremos que hagas lo que te vamos a pedir». Quieren que Jesús los ponga por encima de los demás.

Jesús parece sorprendido. «No sabéis lo que pedís». No le han entendido nada. Con paciencia grande los invita a que se pregunten si son capaces de compartir su destino doloroso. Cuando se enteran de lo que ocurre, los otros diez discípulos se llenan de indignación contra Santiago y Juan. También ellos tienen las mismas aspiraciones. La ambición los divide y enfrenta. La búsqueda de honores y protagonismos interesados rompen siempre la comunión de la comunidad cristiana. También hoy. ¿Qué puede haber más contrario a Jesús y a su proyecto de servir a la liberación de las gentes?

El hecho es tan grave que Jesús «los reúne» para dejar claro cuál es la actitud que ha de caracterizar siempre a sus seguidores. Conocen sobradamente cómo actúan los romanos, «jefes de los pueblos» y «grandes» de la tierra: tiranizan a las gentes, las someten y hacen sentir a todos el peso de su poder. Pues bien, «vosotros nada de eso».

Entre sus seguidores, todo ha de ser diferente: «El que quiera ser grande, sea vuestro servidor; y el que quiera ser primero, sea esclavo de todos». La grandeza no se mide por el poder que se tiene, el rango que se ocupa o los títulos que se ostentan. Quien ambiciona estas cosas, en la Iglesia de Jesús, no se hace más grande sino más insignificante y ridículo. En realidad, es un estorbo para promover el estilo de vida querido por el Crucificado. Le falta un rasgo básico para ser seguidor de Jesús.

En la Iglesia todos hemos de ser servidores. Nos hemos de colocar en la comunidad cristiana, no desde arriba, desde la superioridad, el poder o el protagonismo interesado, sino desde abajo, desde la disponibilidad, el servicio y la ayuda a los demás. Nuestro ejemplo es Jesús. No vivió nunca «para ser servido, sino para servir». Este es el mejor y más admirable resumen de lo que fue él: servicio a todos.

José Antonio Pagola


Publicado por verdenaranja @ 18:53  | Espiritualidad
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Viernes, 16 de octubre de 2015

Relfexión a las lecturas del domingo veintinueve del Teimpo Ordicnario B ofrecida por el sacerdote Don Juan Manuel Pérez Piñeroi bajo el epígrafe "ECOS DEL DÍA DEL SEÑOR

Domingo 29º del T. Ordinario B

 

De camino hacia Jerusalén, Jesús les anuncia por tercera vez a sus discípulos, su Muerte y Resurrección. Del Evangelio se destacan estas palabras del Señor: “El Hijo del Hombre ha venido para dar su vida en rescate por todos”.

La primera lectura nos presenta un fragmento del Cántico del Siervo de Yahvé, en el que nos anuncia que Dios quiso “triturarlo” con el sufrimiento, que cargará con los crímenes de todos y que entregará su vida como expiación. Y la consecuencia de todo esto, nos la presenta la misma lectura, y también la segunda, de la Carta a los Hebreos:  “Por eso, acerquémonos con seguridad al Trono de la gracia, para alcanzar misericordia y encontrar gracia que nos auxilie oportunamente”.

Y cómo contrasta el anuncio de la Pasión del Señor, con la pretensión de los hijos de Zebedeo: “Concédenos sentarnos en tu gloria uno a tu derecha y otro a tu izquierda”.

Mientras Jesucristo les habla de sufrimientos y de entrega hasta la muerte, ellos piden ser los más importantes en el Reino.

Si observamos la reacción de los doce a los tres anuncios de la Pasión, comprendemos hasta que punto los discípulos estaban ajenos y eran contrarios a esa realidad: “No entendían nada y les daba miedo preguntarle”(Mc 9,32). 

Nos dice el texto: “Los otros diez al oír aquello, se indignaron contra Santiago y Juan”. Pero Jesucristo resuelve la cuestión para siempre, diciéndoles  que en el Reino las cosas no funcionan como entre los jefes de los pueblos, que los tiranizan y los oprimen: “Vosotros nada de eso”, dice. “El que quiera ser grande, sea vuestro servidor y el que quiera ser primero, sea esclavo de todos. Porque el Hijo del Hombre no ha venido para que le sirvan, sino para servir y dar su vida en rescate por todos”.

Ojalá grabáramos bien en el alma aquellas palabras: “Vosotros nada de eso”.

Hace algunos domingos (Dom. 25º), que reflexionábamos sobre todo esto, comentando lo sucedido después del segundo anuncio de la Pasión; y Jesucristo nos trazaba el verdadero camino para ser grandes e importantes en el Reino: Servir y dar la vida.

Este es el espejo en el que tenemos que mirarnos siempre los cristianos y la Iglesia entera, en nuestro esfuerzo por ser verdaderos discípulos de Jesucristo.

El DOMUND nos presenta en esta Jornada toda una problemática que no es ajena, ni mucho menos, a la Liturgia de este domingo.

Los misioneros ¿qué otra cosa hacen que servir y dar la vida? ¿Qué hacen sino ser testigos y mensajeros de la misericordia de Dios, como se nos dice en el lema o slogan de este año?

¡Cuántas reflexiones podríamos hacer aquí!

Termino señalando que servir y dar la vida es, en definitiva, un don de Dios, que Él concede a los que se lo piden con fe y perseverancia y con un deseo sincero de conseguirlo.

                                                                                   ¡FELIZ DÍA DEL SEÑOR!


Publicado por verdenaranja @ 19:09  | Espiritualidad
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DOMINGO 29º DEL TIEMPO ORDINARIO B

 MONICIONES  

 

PRIMERA LECTURA

         Escuchemos un fragmento del Cántico del Siervo de Yahvé, que prefigura a Jesucristo, el Señor, que se entrega hasta la muerte por la salvación de todos los hombres. 

 

SEGUNDA LECTURA

         La Carta a los Hebreos, que leemos estos domingos en la segunda lectura, nos invita a acercarnos con confianza a Jesucristo, nuestro gran Sacerdote que, después de haber experimentado el sufrimiento y la muerte, atravesó el Cielo. 

 

TERCERA LECTURA

         Escuchemos ahora al mismo Jesucristo que nos invita a ser grandes siendo servidores de todos, siguiendo su ejemplo de servicio y entrega hasta la muerte.

         Pero antes de escuchar el Evangelio, cantemos, de pie, el aleluya. 

 

COLECTA

         Para anunciar el Evangelio por todo el mundo, es necesaria también nuestra colaboración económica. Respaldemos con nuestra ayuda el trabajo de los misioneros, para que cuenten con los medios necesarios  para realizar su labor en medio de tanta necesidad y miseria. Seamos generosos en la colecta. 

 

COMUNIÓN

         En la Comunión recibimos la ayuda que necesitamos para vencer nuestro egoísmo, y entregarnos cada uno, según su vocación, a la tarea de construir comunidades auténticamente misioneras que no cesen de anunciar de palabra y de obra la Buena Noticia del Evangelio por todas partes.


Publicado por verdenaranja @ 19:05  | Liturgia
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Jueves, 15 de octubre de 2015

Vigilia de oración en la Jornada del DOMUND 2015 publicada en revista misionera ILUMINARE Nº 395 - OCTUBRE 2015 recibida en la parroquuia con los materiales para su elebración el 18 de Octubre. 


ID AL MUNDO ENTERO Y PROCLAMAD EL EVANGELIO


1. Monición de entrada

La Jornada Mundial de las Misiones de este 2015 tiene como marco el Año de la Vida Consagrada. Todo cristiano está llamado a ser misionero, cada uno desde la vocación a la que Dios le llama. Las personas consagradas han escuchado y acogido en su corazón de manera particular la invitación del Señor:

“Id al mundo entero y proclamad el Evangelio”. Su vida ya no les pertenece, y solo tiene sentido si hacen de ella una verdadera ofrenda al Señor y a los hermanos. Hoy oramos por todos los misioneros que se ponen incondicionalmente al servicio del Pueblo de Dios, para que su fe se fortalezca y sigan anunciando con alegría el mensaje del Evangelio, y sean en nuestro mundo “misioneros de la misericordia”.

2. Canto: Invocación al Espíritu Santo mientras se expone el Santísimo.

3. Lectura: Mc 16,15-20: “Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación”.

4. Reflexión

“La misión es una pasión por Jesús, pero, al mismo tiempo, es una pasión por su pueblo. Cuando nos detenemos ante Jesús crucificado, reconocemos todo su amor que nos dignifica y nos sostiene; y en ese mismo momento percibimos que ese amor, que nace de su corazón traspasado, se extiende a todo el Pueblo de Dios y a la humanidad entera. Así redescubrimos que Él nos quiere tomar como instrumentos para llegar cada vez más cerca de su pueblo amado (cf. EG 268) y de todos aquellos que lo buscan con corazón sincero. En el mandato de Jesús «id» están presentes los escenarios y los desafíos siempre nuevos de la misión evangelizadora de la Iglesia. En ella todos están llamados a anunciar el Evangelio a través del testimonio de la vida; y de forma especial se pide a los consagrados que escuchen la voz del Espíritu, que los llama a ir a las grandes periferias de la misión, entre las personas a las que aún no ha llegado todavía el Evangelio” (Francisco, Mensaje para la Jornada Mundial de las Misiones 2015, 1b).

5. Silencio.

6. Canto: “Sigue habiendo tantos pies que lavar” (Ixcís).

7. Peticiones: En cada petición se presenta un signo:


- Presentamos como signo una bola del mundo.

 Por toda la Iglesia, por sus pastores, para que lleve siempre a cabo el mandato del Señor de ir al mundo entero y anunciar el Evangelio de la salvación, especialmente a los más pobres. Roguemos al Señor.

- Presentamos como signo una vela encendida.

Por las comunidades contemplativas; que a través de su vida escondida con Cristo en Dios hagan más fecundo el apostolado de los misioneros y la misión de la Iglesia. Roguemos al Señor.

- Presentamos como signo unas sandalias desgastadas.

Por todos los misioneros, para que sean mensajeros de la misericordia de Dios y testigos de su amor en medio de nuestro mundo. Roguemos al Señor.

- Presentamos como signo una foto (o cartel) de una familia.

Para que en todas las familias cristianas se viva el amor de Dios, y los padres apoyen y ayuden a sus hijos a descubrir la vocación a la que Dios les llama. Roguemos al Señor.

- Presentamos como signo una Biblia.

Por todos los miembros de los Institutos seculares, Sociedades de vida apostólica y nuevas formas de vida consagrada, para que vivan con alegría y entrega el anuncio del Evangelio en los diferentes ambientes en los que se hallan presentes. Roguemos al Señor.

- Presentamos como signo una cruz.

Para que los enfermos, unidos a la cruz del Salvador en su dolor, ofrezcan su sufrimiento por todos los misioneros, especialmente por aquellos que pasan por momentos de dificultad y viven persecución. Roguemos al Señor.

8. Padrenuestro

9. Oración final (oración colecta de la misa “Por la evangelización de los pueblos”) 

Señor, Tú has querido que tu Iglesia sea sacramento de salvación para todos los hombres, a fin de que la obra redentora de Cristo persevere hasta el final de los tiempos; mueve ahora los corazones de tus fieles y concédenos la gracia de sentir que nos llamas con urgencia a trabajar por la salvación del mundo, para que, de todas las naciones, se forme y desarrolle un solo pueblo, una sola familia, consagrada a tu nombre. Por nuestro Señor Jesucristo. 

10. Bendición, reserva del Santísimo y canto final: “Nos envías por el mundo”

«En el mandato de Jesús "id" están presentes los escenarios y los desafíos siempre nuevos de la misión evangelizadora de la Iglesia».


Misioneras Oblatas de María Inmaculada 


Publicado por verdenaranja @ 17:11  | Misiones
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Guión litúrgico para  eucaristía del Domund 2015, publicado en la revista misionera ILUMINARE Nº 395 - OCTRUBRE 2015, recibida en la parroquia con los materiales para su celebración el 18 de Octubre.


Monición de entrada

La celebración de la eucaristía de cada domingo es el gran don que recibimos para experimentar la presencia del amor misericordioso que Dios derrama sobre el mundo por medio de su Hijo Jesucristo. Próximamente, además, comenzará el Año Santo de la Misericordia que el papa Francisco ha proclamado para que esta experiencia sea la que impregne toda la vida de la Iglesia. El Papa invita a todos los cristianos a ser “misioneros de la misericordia”. En esta Jornada Mundial de las Misiones, recordamos a quienes han entregado su vida para llevar el anuncio de la misericordia divina a los que no la han conocido ni experimentado. Nos unimos a todos ellos y pedimos en esta celebración que su labor dé mucho fruto de obras de misericordia materiales y espirituales, que lleven a los hombres y los pueblos a Dios.

Sugerencias para la homilía

En la lectura del Evangelio de este domingo, Jesús resume su misión con estas palabras: “El Hijo del hombre no ha venido para que le sirvan, sino para servir y dar su vida en rescate por todos”. En ellas resalta la humildad del Mesías, que se presenta a sí mismo como “el Hijo del hombre”, mostrando así su profunda solidaridad con todos los seres humanos.

Además, declara solemnemente que no ha venido para ser servido, sino para servir a los demás, hasta el punto de dar la vida por cada uno de sus hermanos. Jesús es verdaderamente el Siervo de Dios sufriente que carga con las culpas de todos.

Por eso la Carta a los Hebreos le presenta como un sumo sacerdote, si bien no en orden al culto ritual en el templo de Jerusalén. Es Aquel que “ha atravesado el cielo” para llegar hasta el Padre, llevando consigo todas nuestras debilidades. Por eso, de Él podemos esperar “alcanzar misericordia y encontrar gracia que nos auxilie oportunamente”.

“La Iglesia tiene la misión de anunciar la misericordia de Dios, corazón palpitante del Evangelio, que por su medio debe alcanzar la mente y el corazón de toda persona”, afirma el papa Francisco en la bula Misericordiae vultus (n. 12). Es así como continúa la misión del mismo Hijo de Dios, que ha venido a revelar que “Dios es amor” (1 Jn 4,8.16) y que su amor se manifiesta especialmente en la misericordia. La invitación del Papa es a experimentar la misericordia de Dios y a ser misericordiosos como el Padre es misericordioso (cf. Lc 6,36).

El papa Francisco declara su intención de enviar durante la Cuaresma del año que viene “misioneros de la misericordia”. Esta idea ha sido escogida como lema del DOMUND de este año para recordar a los miles de misioneros y misioneras que, con su oración y su entrega de vida, hacen presente la misericordia de Dios en los contextos más difíciles de nuestro mundo. Para muchos hermanos nuestros es difícil pensar y creer en el amor, la paz, el perdón, la reconciliación... Los misioneros, con su presencia y su labor, se esfuerzan para que estos dones divinos se hagan realidad entre ellos.

En esta celebración pedimos al Señor que nos ayude para que los fieles cristianos reflejen la misericordia de Dios, y sus comunidades “lleguen a ser islas de misericordia en medio del mar de la indiferencia” (Francisco, Mensaje para la Cuaresma 2015, 2). A la vez, pedimos por los dedicados con toda su vida a la misión de la Iglesia, para que manifiesten ante todos los hombres y pueblos a Cristo y puedan “alcanzar misericordia y encontrar gracia”.

Oración de los fieles

A Dios, rico en misericordia, presentamos nuestra oración como hijos suyos. Respondemos: Dios, nuestro Padre, escúchanos.

Por la Iglesia universal, para que sepa renovarse desde la experiencia de la misericordia del Padre y emprender una nueva etapa de evangelización. Roguemos al Señor.

Por los Pastores de la Iglesia, para que, con su ejemplo y su palabra, acerquen el  Evangelio a todos los alejados de Cristo y de su Iglesia. Roguemos al Señor.

Por los fieles y sus comunidades cristianas, para que la fuerza de la misericordia de Dios renueve su compromiso bautismal y misionero. Roguemos al Señor.

Por la evangelización del mundo, para que todos los cristianos demos testimonio, conmayor entusiasmo y convicción, de la propia fe. Roguemos al Señor.

Por la misión universal de la Iglesia, para que, impulsada por la misericordia de Dios, no tema ir a las situaciones más difíciles y necesitadas de evangelización. Roguemos al Señor.

Por los misioneros y misioneras en todo el mundo, para que sean “misioneros de la misericordia” y signos de la solicitud materna de la Iglesia por todos. Roguemos al Señor.

Escucha, Padre santo, la oración que te presentan tus hijos, por los cuales Jesús se ofreció completamente a Ti para que confiemos siempre en tu misericordia. Por el mismo Jesucristo, nuestro Señor.

Juan Martínez Sáez, fmdv. Colaborador de OMP


Publicado por verdenaranja @ 16:34  | Misiones
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Presentación de la Jornada Domund 2015 por Don Anastasio Gil, Director de las OMP en España, escrita en la revista ILUMINARE Nº 395 - OCTUBRE 2015, recibida en la parroquia con los materiales para su ´campaña.

DOMUND 2015: "MISIONEROS DE LA MISERICORDIA"

MISIONEROS: Testimonios de entrega

 

Llama la atención cómo la misma sociedad a la que le cuesta valorar la labor que realiza la Iglesia aprecia el trabajo humanitario y evangelizador de los misioneros y misioneras. Su entrega, servicio y generosidad son el contrapunto del gran pecado de la indiferencia. El testimonio de sus vidas y, en ocasiones, de sus palabras ha alcanzado tal reconocimiento social que hasta las voces más recalcitrantes enmudecen y les otorgan un “estos son distintos”, cuando en realidad los misioneros son Iglesia que vive las exigencias del Evangelio.

Tal vez por eso el día del DOMUND es reconocido y querido por la sociedad española. Esta iniciativa surge el año 1926, a instancias del papa Pío XI, y desde entonces no conoce fronteras. El penúltimo domingo de octubre es la principal cita misionera eclesial en los más de 130 países donde está establecida, entre los que se encuentra España. En nuestro país nació aquel mismo año de su institución, de la mano de D. Ángel Sagarmínaga, verdadero impulsor de un gran dinamismo misionero, que dio abundantes frutos en cooperación material y, sobre todo, en vocaciones durante el siglo XX. Cuántos coetáneos nuestros partieron de su tierra a la misión para no volver. Allí gastaron sus vidas y allí reposan sus cuerpos. Verdaderos testigos de entrega y donación.

Misioneros de la misericordia

Este es el lema para el DOMUND 2015. La bula Misericordiae vultus, del Papa Francisco, por la que se convoca un Año Santo de la Misericordia, ha sido la fuente de inspiración para que Obras Misionales Pontificias se haya decantado por esta propuesta. En la imagen del cartel para la Jornada, una misionera que acoge y acompaña a otra persona. Así de sencillo y así de sublime. Ambas personas son reales y viven apasionadamente la fuerza de la caridad. La imagen no trasluce otra cosa más que amor y misericordia. En definitiva, ternura. El papa Francisco invita a cada persona a sacar de su interior la capacidad de amar que anida en su corazón. Para ello, anima a descubrir que el Evangelio es fuente de alegría, de liberación y de salvación para todos los hombres.

Preciso es reparar en que los misioneros son radicalmente misericordiosos. Ellos son los que, en la Iglesia “en salida”, saben adelantarse sin miedo e ir al encuentro de todos para mostrarles a un Dios cercano, providente y santo. Con su vida de entrega al Señor, sirviendo a los hombres y anunciándoles la alegría del perdón, revelan el misterio del amor divino en plenitud. Ellos viven una profunda vida espiritual, que enriquece su mente y su corazón para reconocer la acción del Espíritu, les saca de la estrechez de una espiritualidad limitada y les abre a nuevos horizontes ilimitados, e indican el camino que cada cristiano ha de recorrer como “discípulo misionero”.

 

DOMUND: Prioridad de la evangelización

Por eso, la misión evangelizadora tiene prioridad. Así lo expresaba el Papa Francisco en su discurso a los directores nacionales de las OMP el pasado 5 de junio: “La actividad misionera sigue siendo todavía hoy el mayor desafío para la Iglesia. Y «¡cómo quisiera encontrar —también para vosotros— las palabras para alentar una etapa evangelizadora más fervorosa, alegre, generosa, audaz, llena de amor hasta el fin y de vida contagiosa!» (EG 261). [...] La fe y el amor de Cristo tienen la capacidad de empujarnos a todas partes para anunciar el Evangelio del amor, de la fraternidad y de la justicia. Y esto se hace con la oración, con la valentía evangélica y con el testimonio de las bienaventuranzas.”

La celebración del DOMUND será una buena oportunidad para que todos los bautizados sientan que la humanidad tiene necesidad del Evangelio. Pero este día no puede improvisarse y menos aún ser reducido a una ocasión para tranquilizar, aparentemente, la conciencia con un rezo y un donativo. Desde hace tiempo, esta Jornada se inserta en el contexto del “Octubre Misionero”, donde cada una de sus semanas se dedica de manera sucesiva a la oración y el sacrificio, al fomento de las vocaciones misioneras, a las limosnas y donativos, y a las comunidades eclesiales misioneras. Este año ofrecen la particularidad de invitar muy especialmente a que este espíritu misionero pueda vivirse con generosidad mediante la práctica de las obras de misericordia, a las que hace referencia el Papa en su mencionada bula.

 

Anastasio Gil
Director de OMP en España


Publicado por verdenaranja @ 16:23  | Misiones
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Mi?rcoles, 14 de octubre de 2015

Comentario a la liturgia dominical por el P. Antonio Rivero, L.C. Doctor en Teología Espiritual, profesor y director espiritual en el seminario diocesano Maria Mater Ecclesiae de são Paulo (Brasil). Brasil,13 de octubre de 2015 (ZENIT.org)

Domingo 29 del Tiempo Ordinario - Ciclo B 

 Textos: Is 53, 2a.3a.10-11; Heb 4, 14-16; Mc 10, 35-45

Idea principal: La verdaderagrandeza y liderazgo está en servir, no en dominar, a ejemplo de Jesús que vino a servir y no a ser servido.

Síntesis del mensaje: El domingo pasado aprendimos dónde está la auténtica sabiduría. En este domingo, Jesús nos enseña dónde está la verdadera grandeza y liderazgo del seguidor de Cristo: en servir (evangelio), aunque esto suponga pruebas y sufrimientos (1ª y 2ª lectura).

Puntos de la idea principal:

En primer lugar, ¿cómo concibe en general nuestro mundo social y político el uso de la autoridad, los ministerios, los roles y funciones? De ordinario escuchamos estas palabras: promoción y honor, ambición y prestigio, dominio y tiranía. Megalomanía, arbitrariedad, tiranía: ahí tenemos la definición de muchos reinos e imperios de la historia pasada: Nerón, Servio Sulpicio Galba, Vespasiano... Es decir, “cuántos súbditos tengo para mandar, cuántos cañones para disparar, cuánto dinero para gastar”. Ambición, megalomanía, explotación (dictatorial, republicana, democrática…): ahí tenemos la definición de algunos Estados y naciones en la historia contemporánea. Es decir: “a cuántos tengo que pisar para trepar, qué impuestos poner para adelgazar a los que tienen y cebar a los cofrades del partido, cuánta loza tengo que romper y corromper de religión, moral, matrimonio, familia, hijos para mantenerme en el sillón”. Y, desgraciadamente, no sólo en el campo social y político, sino también familiar o comunitario y eclesial, puede pasar todo esto. Está siempre ahí la tentación de dominar y tiranizar a los demás, si se dejan.

En segundo lugar, ¿cómo debe concebir el seguidor de Cristo la autoridad? En clave de servicio, nunca en clave de dominio. Ahora entendemos por qué Jesús dejó bien claro a esos apóstoles que querían los mejores puestos –las carteras ministeriales y puestos de relumbrón- que ese no era el camino del auténtico seguidor suyo. Primero hay que pasar por la cruz y el sufrimiento. Y siempre en actitud de servicio humilde. La Iglesia, toda entera, como comunidad de Jesús, debe ser servidora de la Humanidad, y no su dueña y señora. No apoyada en el poder, sino dispuesta al amor servicial, animada por el ejemplo de Jesús en el lavatorio de la Última Cena, oficio de esclavos. Lección difícil y dura para aprender. Pero Jesús ajusta bien las cuentas a sus seguidores ahora. De lo contrario, después son capaces de organizar la Iglesia como un imperio, un reino, un Estado…civiles. Cristo quiere una Iglesia, no que manda a súbditos, sino que sirve a hijos de Dios. Cristo quiere una Iglesia que ofrezca y facilite la salvación y no que la controle y la tase.

Finalmente, miremos a Cristo, nuestro ejemplo supremo. No quiso prerrogativas, ni ambiciones. Se rebajó, se anonadó, se arremangó y se arrodilló y nos lavó los pies. Vino a servir, y no a ser servido. Sirvió a su Padre celestial. Sirvió a María y a José, sus padres aquí en la tierra. Sirvió a la humanidad, curando, alentando, dándoles de comer, predicándoles el mensaje de salvación. Nada quiso a cambio. Vino para dar la vida en rescate por todos. Donde rescate equivale a liberación del pecado y del cautiverio del demonio, pero también liberación de la estructuras sociales, políticas, económicas, religiosas, sindicales…opresoras del hombre. Cristo no es un caudillo divino que se abre camino venciendo enemigos políticos e instaurando un Reino de Dios político, no un dominador sino un servidor; no un vencedor sino un vencido y rendido por amor.

Para reflexionar: ¿Cómo me comporto en el pequeño o gran territorio de mi autoridad familiar, profesional, eclesial: sirvo como Jesús o tiranizo y oprimo como los grandes de esta tierra? Reflexionemos en esta frase de la Madre Teresa de Calcuta: “El fruto del silencio es la oración: El fruto de la oración es la fe. El fruto de la fe es el amor. El fruto del amor es el servicio. El fruto del servicio es la paz”. Reflexionemos también en este texto del Papa Francisco: “no debemos olvidar nunca que el verdadero poder, en cualquier nivel, es el servicio, que tiene su vértice luminoso en la Cruz. Benedicto XVI, con gran sabiduría, ha recordado en más de una ocasión a la Iglesia que si para el hombre, a menudo, la autoridad es sinónimo de posesión, de dominio, de éxito, para Dios la autoridad es siempre sinónimo de servicio, de humildad, de amor; quiere decir entrar en la lógica de Jesús que se abaja a lavar los pies a los Apóstoles (cf. Ángelus, 29 de enero de 2012), y que dice a sus discípulos: «Sabéis que los jefes de los pueblos los tiranizan... No será así entre vosotros —precisamente el lema de vuestra Asamblea, «entre vosotros no será así»—, el que quiera ser grande entre vosotros, que sea vuestro servidor, y el que quiera ser primero entre vosotros, que sea vuestro esclavo» (Mt 20, 25-27). Pensemos en el daño que causan al pueblo de Dios los hombres y las mujeres de Iglesia con afán de hacer carrera, trepadores, que «usan» al pueblo, a la Iglesia, a los hermanos y hermanas —aquellos a quienes deberían servir—, como trampolín para los propios intereses y ambiciones personales. Éstos hacen un daño grande a la Iglesia” (Discurso a las religiosas participantes en la asamblea plenaria de la unión internacional de superioras generales, 8 de mayo de 2013).

 

Para rezar: Señor, líbrame de la ambición y de la tiranía en el trato con mis hermanos. Pon en mi corazón la humildad para que pueda servir a todos con desprendimiento, alegría y generosidad, como Tú.

 

Cualquier sugerencia o duda pueden comunicarse con el padre Antonio a este email: [email protected]

 


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Catequesis del Papa en la audiencia del miércoles 14 de octubre de 2015 (ZENIT.org)

El Santo Padre recuerda que los ángeles de los niños reflejan la mirada de Dios. Y que al mirar a los niños con los ojos de Jesús entendemos que defendiendo la familia, protegemos a la humanidad

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

Hoy como las previsiones del tiempo eran un poco inseguras, se esperaba lluvia, esta audiencia se realiza contemporáneamente en dos lugares, nosotros en la plaza y 700 enfermos en el aula Pablo VI que siguen la audiencia en las pantallas, todos estamos unidos, les saludamos con un aplauso.

La palabra de Jesús es fuerte hoy ¡Ay del mundo a causa de los escándalos! Jesús es realista y dice que es inevitable que vengan los escándalos pero ¡ay del hombre que causa el escándalo!

Yo quisiera antes de iniciar la catequesis, en nombre de la Iglesia, pedirles perdón por los escándalos que en estos últimos tiempos han ocurrido tanto en Roma como en el Vaticano ¡les pido perdón!   

Hoy reflexionamos sobre un tema muy importante: las promesas que hacemos a los niños. No hablo tanto de las promesas que hacemos aquí o allí, durante el día, para que están contentos o para que sean buenos, (quizá con algún truco inocente, te doy un caramelo, esas promesas…) para convencerles de que se apliquen en el escuela o para disuadirles de algún capricho. Hablo de las promesas más importantes, decisivas para lo que esperan de la vida, para su confianza con los seres humanos, para su capacidad de concebir el nombre de Dios como una bendición.

Nosotros, adultos, estamos listos para hablar de los niños como de una promesa de vida. Y también nos co_nMovemos con facilidad, diciendo a los jóvenes que son nuestro futuro. Es verdad. Pero a veces me pregunto si somos serios sobre su futuro. Con el futuro de los niños, con el futuro de los jóvenes. Una pregunta que debemos hacernos más a menudo es esta: ¿cuánto somos leales con las promesas que hacemos a los niños, haciéndoles venir a nuestro mundo?  Nosotros los hacemos venir al mundo y ésto es una promesa. ¿Qué le prometemos a ellos?

Acogida y cuidado, cercanía y atención, confianza y esperanza, son muchas otras promesas de base, que se pueden resumir en una sola: amor. Nosotros prometemos amor, es decir, el amor que se expresa en la acogida, en el cuidado, en la cercanía, en la atención, en la confianza, en la esperanza. Pero la gran promesa es el amor.

Ésta es la forma más adecuada de acoger a un ser humano que viene al mundo, y todos nosotros lo aprendemos, antes aún de ser conscientes. Me gusta mucho cuando veo a los papás y mamás, cuando paso entre ustedes, y me traen a un niño, a una niña pequeños. ¿Cuánto tiempo tiene?, tres semanas, cuatro semanas, pero busco que el Señor lo bendiga, esto se llama amor también.  

La promesa, el amor es una promesa que el hombre y la mujer hacen a cada hijo: desde que es concebido en el pensamiento. Los niños vienen al mundo y se espera tener confirmación de esta promesa: lo esperan de forma total, confiada, indefensa. Basta con mirarles: en todas las razas, en todas las culturas, en todas las condiciones de la vida.

Cuando sucede lo contrario, los niños son heridos por un escándalo insoportable, aún más grave, en cuanto que no tienen medios para descifrarlo. No pueden entender qué cosa sucede. Dios vigilia sobre esta promesa, desde el primer instante. ¿Se recuerdan qué dice Jesús?, que los ángeles de los niños reflejan la mirada de Dios, y Dios no pierda nunca de vista a los niños (Mt 18,10)'. Ay de aquellos que traicionan su confianza, ay de aquellos. Su confiado abandono a nuestra promesa, que nos compromete desde el primer instante, nos juzga.

Y quisiera añadir otra cosa, con mucho respeto por todos, pero también con mucha franqueza. Su espontánea confianza en Dios no debería nunca ser herida, sobre todo cuando lo que sucede es motivo de una cierta presunción (más o menos inconsciente) de sustituir a Dios. La tierna y misteriosa relación de Dios con el alma de los niños no debería ser violado. Es una relación real que Dios la quiere y Dios la cuida. El niño está preparado desde el nacimiento para sentirse amado por Dios. Desde el principio es capaz de sentir que es amado por sí mismo, un hijo siente también que hay un Dios que ama a los niños.

Los niños, recién nacidos, comienzan a recibir como regalo, junto con el alimento y los cuidados, la confirmación de las cualidades espirituales del amor. Los actos de amor pueden pasan a través del don del nombre personal, el compartir el lenguaje, las intenciones de las miradas, lo que iluminan las sonrisas. Aprenden así que la belleza de la unión entre los seres humanos se dirige hacia nuestra alma, busca nuestra libertad, acepta la libertad del otro, lo reconoce y lo respeta como interlocutor.

Un segundo milagro, una segunda promesa: nosotros - padre y madre – ¡nos donamos a ti, para que tú te dones a ti mismo! Y esto es amor, ¡que trae una chispa de aquello de Dios! Pero ustedes, padres y madres tienen esta chispa de Dios que dan a los niños, ustedes son instrumento del amor de Dios y esto es bello, bello, bello.

Solo si miraramos a los niños con los ojos de Jesús, podríamos realmente entender en qué sentido, defendiendo la familia, protegemos a la humanidad.

El punto de vista de los niños es el punto de vista del Hijo de Dios. La Iglesia misma, en el Bautismo, hace grandes promesas a los niños, con las que compromete a los padres y a la comunidad cristiana. La santa Madre de Jesús --por medio de la cual el Hijo de Dios ha llegado a nosotros, amada y generado como un niño-- haga a la Iglesia capaz de seguir el camino de maternidad y de su fe. Y san José --hombre justo, que lo ha acogido y protegido, honrando con valentía la bendición y la promesa de Dios --nos haga dignos de hospedar a Jesús en cada niño que manda sobre la tierra.

Texto traducido y transcrito por ZENIT desde el audio 

 

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Lunes, 12 de octubre de 2015

Como cada domingo, el papa Francisco rezó el Ángelus desde la ventana de su estudio en el Palacio Apostólico, ante una multitud que le atendía en la Plaza de San Pedro. Dirigiéndose a los fieles y peregrinos venidos de todo el mundo, que le acogieron con un largo y caluroso aplauso, el Pontífice les dijo: (Ciudad del Vaticano,11 de octubre de 2015) (ZENIT.org)

Queridos hermanos y hermanas, buenos días.

El Evangelio de hoy, tomado del capítulo 10 de Marcos, se articula en tres escenas, marcadas por tres miradas de Jesús.

La primera escena presenta el encuentro entre el Maestro y un tal, que --según el pasaje paralelo de Mateo-- es identificado como ‘joven’. El encuentro de Jesús con un joven. Él corre hacia Jesús, se arrodilla y lo llama “Maestro bueno”. Entonces le pregunta: “¿Qué debo hacer para heredar la Vida eterna?” (v. 17). Es decir, la felicidad. “Vida eterna” no es solo la vida del más allá, sino que es esta: la vida plena, cumplida, sin límites. ¿Qué debemos hacer para alcanzarla? La respuesta de Jesús resume los mandamientos que se refieren al amor al prójimo. A este respecto, ese joven no tiene nada que reprocharse; pero evidentemente la observancia de los preceptos no le basta, no satisface su deseo de plenitud. Y Jesús intuye este deseo que el joven lleva en su corazón; por lo tanto su respuesta se traduce en una mirada intensa llena de ternura y de cariño. Así dice el Evangelio: “Jesús lo miró con amor” (v. 21). Se dio cuenta de que era un buen joven. Pero Jesús comprende también cuál es el punto débil de su interlocutor y le hace una propuesta concreta: dar todos sus bienes a los pobres y seguirlo. Pero ese joven tiene el corazón dividido entre dos dueños: Dios y el dinero, y se va triste. Esto demuestra que no pueden convivir la fe y el apego a las riquezas. Así, al final, el impulso inicial del joven se desvanece en la infelicidad de un seguimiento naufragado.

En la segunda escena, el evangelista enfoca los ojos de Jesús y esta vez se trata de una mirada pensativa, de advertencia. Dice así: “Mirando alrededor, dijo a sus discípulos: ¡Qué difícil será para los ricos entrar en el Reino de Dios!” (v. 23). Ante el estupor de los discípulos, que se preguntan: “Entonces, ¿quién podrá salvarse?” (v. 26), Jesús responde con una mirada de aliento --es la tercera mirada-- y dice: la salvación, sí, es “imposible para los hombres, ¡pero no para Dios!” (v. 27). Si nos encomendamos al Señor, podemos superar todos los obstáculos que nos impiden seguirlo en el camino de la fe. Encomendarse al Señor. Él nos dará la fuerza, él nos dará la salvación, él nos acompaña en el camino.

Y así hemos llegado a la tercera escena, aquella de la solemne declaración de Jesús: Les aseguro que el que deja todo para seguirme tendrá la vida eterna en el futuro y el ciento por uno ya en el presente (cfr. vv. 29-30). Este “ciento por uno” está hecho de las cosas primero poseídas y luego dejadas, pero que se encuentran multiplicadas hasta el infinito. Nos privamos de los bienes y recibimos en cambio el gozo del verdadero bien; nos liberamos de la esclavitud de las cosas y ganamos la libertad del servicio por amor; renunciamos a poseer y conseguimos la alegría de dar. Lo que Jesús decía: “Hay más alegría en dar que en recibir”.

El joven no se ha dejado conquistar por la mirada de amor de Jesús y así no ha podido cambiar. Solo acogiendo con humilde gratitud el amor del Señor nos liberamos de la seducción de los ídolos y de la ceguera de nuestras ilusiones. El dinero, el placer, el éxito deslumbran, pero luego desilusionan: prometen vida, pero causan muerte. El Señor nos pide el desapego de estas falsas riquezas para entrar en la vida verdadera, la vida plena, auténtica y luminosa. Y yo les pregunto a ustedes, jóvenes, chicos y chicas, que están en la plaza: ¿han percibido la mirada de Jesús sobre ustedes? ¿Qué le quieren responder? ¿Prefieren dejar esta plaza con la alegría que nos da Jesús o con la tristeza en el corazón que la mundanidad nos ofrece?

La Virgen María nos ayude a abrir nuestro corazón al amor de Jesús, a la mirada de Jesús, el único que puede apagar nuestra sed de felicidad.

Al término de estas palabras, el Santo Padre rezó la oración mariana:

Angelus Domini nuntiavit Mariae...

Al concluir la plegaria, el Papa recordó el trágico atentado en Turquía:

Ayer hemos recibido con gran dolor la noticia de la terrible masacre sucedida en Ankara, en Turquía. Dolor por los numerosos muertos. Dolor por los heridos. Dolor porque los terroristas han atentado contra personas indefensas que se manifestaban por la paz. Mientras rezo por ese querido país, pido al Señor que acoja las almas de los difuntos y conforte a los que sufren y a los familiares. Hagamos una oración en silencio. Todos juntos.

Además, el Pontífice invitó a cuidar la casa común para reducir los desastres naturales:

Queridos hermanos y hermanas,

el martes próximo, 13 de octubre, se celebra la Jornada internacional para la reducción de los desastres naturales. Lamentablemente hay que reconocer que los efectos de semejantes calamidades con frecuencia se agravan por la falta de cuidado del medio ambiente por parte del hombre. Me uno a todos los que, de modo previsor, se comprometen con la tutela de nuestra casa común, para promover una cultura global y local de reducción de los desastres y de mayor resiliencia ante ellos, armonizando los nuevos conocimientos con aquellos tradicionales, y con especial atención a las poblaciones más vulnerables.

A continuación llegó el turno de los saludos que tradicionalmente realiza el Santo Padre:

Saludo con afecto a todos los peregrinos, sobre todo a las familias y a los grupos parroquiales, procedentes de Italia y de diversos países. En particular: a los diáconos y a los sacerdotes del Colegio Germano-Húngaro que han sido ordenados ayer y a quienes animo a emprender con alegría y confianza su servicio a la Iglesia; a los nuevos seminaristas del Venerable Colegio Inglés; a la Cofradia de la Santa Vera Cruz de Calahorra.

Saludo a los fieles de la parroquia del Sagrado Corazón y de Santa Teresa Margarita Redi, de Arezzo, en el 50° aniversario de su fundación; así como a los de Camaiore y de Capua; al grupo “Jesús ama” que acaba de realizar una semana de evangelización en el barrio romano de Trastevere; a los chicos y chicas que acaban de recibir la Confirmación; y por último, a la Asociación “Davide Ciavattini” para la asistencia a los niños con graves enfermedades de la sangre.

Como de costumbre, el papa Francisco concluyó su intervención diciendo:

A todos les deseo un buen domingo. Y por favor, no se olviden de rezar por mí. ¡Buen almuerzo y hasta pronto!

(Texto traducido y transcrito del audio por ZENIT)


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Alocución de monseñor José María Arancedo, arzobispo de Santa Fe de la Vera Cruz para el domingo 10 de octubre de 2015
La pobreza como ideal
Ciertamente la pobreza en un sentido inmediato y general no es un ideal, por el contrario, frente a esta pobreza debemos trabajar para erradicarla. Es un escándalo la pobreza que margina y no permite al hombre alcanzar un crecimiento integral de su persona y su familia. En esto es muy clara la Doctrina Social de la Iglesia cuando eleva su voz por aquellos que menos tienen y reclama una justa distribución de la riqueza. Esta pobreza que vemos esclaviza porque compromete la dignidad de la persona. Es distinta la pobreza de la que hoy nos habla el evangelio, ella es parte de un camino de perfección y entrega. En este sentido podemos decir que la pobreza evangélica supone y engendra libertad, como disponibilidad para el servicio de Dios y de nuestros hermanos. Esta pobreza es un consejo evangélico que no se puede imponer, sino que lo debemos descubrir en su belleza y riqueza.

Conocemos el encuentro del Señor con aquel joven rico que cumplía los mandamientos pero aspiraba a un camino de mayor perfección en su vida. Jesús, nos dice el texto: “lo miró con amor y le dijo: Sólo te falta una cosa, ve, vende lo que tienes y dado a los pobres; así tendrás un tesoro en el cielo”. Después, ven y sígueme. El, al oír estas palabras, concluye el texto, se entristeció y se fue apenado, porque poseía muchos bienes” (Mc. 10, 21-22). Esta pobreza supone una mirada de fe que ilumine y de sentido a la vida. La pobreza evangélica no es un ideal estoico o un estado de supresión de todo afecto y relaciones. Es, ante todo, un acto de fe, de amor y de esperanza. Solo en este contexto es posible comprender y seguir este camino de vender todo y darlo a los pobres. La renuncia o la venta de los bienes no es lo importante ni lo primero en el evangelio, sino viene después de haber encontrado ese “tesoro” que da un sentido nuevo a la vida y descubre el camino de seguir a Jesús. Estamos en el ámbito de la vocación, donde no cabe el voluntarismo sino un acto de profunda libertad.

La pobreza así entendida y vivida es un signo revelador del evangelio, y un anticipo en el tiempo de la verdad última del hombre que está llamado a una vida de comunión plena con Dios. Por ello les decía que solo desde la fe podemos comprender el significado de la pobreza como un ideal. Cuando la pobreza es una elección libre y generosa de seguir a Jesús ella es fuente de alegría y de paz. ¡Cuánta necesidad tiene el mundo de hoy de estos testimonios de pobreza, incluso para poder usar con desprendimiento los mismos bienes materiales! En este contexto deberíamos hablar de la supremacía moral y espiritual del ser sobre el tener. El valorar las vocaciones que asuman el consejo evangélico de la pobreza como un estilo de vida en el seguimiento de Jesús, es una riqueza y una necesidad para la sociedad.

Reciban de su obispo, junto a mi afecto y oraciones, mi bendición en el Señor.

Mons. José María Arancedo, arzobispo de Santa Fe de la Vera Cruz

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Domingo, 11 de octubre de 2015

Liberar el corazón por Mons. Enrique Díaz Díaz. México,09 de octubre de 2015 (ZENIT.org)

XXVIII Domingo Ordinario

Sabiduría 7, 7-11: “En comparación con la sabiduría, tuve en nada la riqueza”
Salmo 89: “Sácianos, Señor, de tu misericordia”.
Hebreos 4, 12-13: “La palabra de Dios descubre los pensamientos e intenciones del corazón”.
San Marcos 10, 17-30: “Ve y vende lo que tienes y sígueme”

Ya lo decían los abuelos: “el agua siempre reclama sus terrenos”. Pero esos consejos quedaron en el olvido y pudieron más la ambición y las supuestas comodidades. Se construyeron casas primero muy cerca del río, después sobre el lecho robado al mismísimo río. Todo parecía que era ganancia: un terreno que perdido, ahora quedaba en el centro del pueblo y con unas pocas adecuaciones se convirtió de ser un terreno inservible, en codiciado tesoro. Pero como dice el Papa: “Dios siempre perdona, el hombre a veces perdona, pero la naturaleza nunca perdona”. Vinieron las tempestades y las aguas reconocieron su cauce. Destrucción, muerte, pérdidas materiales y humanas. Todo se vino abajo ¿castigo de Dios? No, sólo consecuencias de la ambición humana.

El evangelio de este día es uno de esos evangelios que se nos atragantan y a los que les buscamos explicaciones y decimos que Jesús habla en forma figurada para no comprometernos en serio con lo que Él afirma. Sigue de camino con sus discípulos y va enseñando lo más importante para su seguimiento. Corriendo, se acerca un hombre y pregunta a Jesús: “¿qué debo hacer para alcanzar la vida eterna?”. Ya la misma pregunta en sí nos llama la atención. No parece que muchas personas estén interesadas en ganarse la vida eterna. Aparecen muchos libros y recetas para ganar dinero, éxito, poder, pero casi nadie estaría interesado en saber cómo ganarse la vida eterna, la plenitud de la vida. No sabemos si este hombre sea un sincero buscador de la verdad y quiera seguir a Cristo, o si bien solamente se trate de un judío que quiere cumplir bien con su religión. La respuesta de Jesús, para muchos de nosotros, es ya bastante exigente: “No matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no levantarás falso testimonio, no cometerás fraudes, honrarás a tu padre y a tu madre”. No insiste Jesús en muchas celebraciones o en mucho culto, insiste en el amor y la relación con el prójimo. Así Jesús, como ya lo habían hecho muchos profetas anteriores, afirma que la ofensa en contra del ser humano es la que ofende a Dios. Para nuestra sorpresa, el hombre afirma que lo ha cumplido todo desde pequeño. Cosa que ojalá pudiéramos decir cada uno de nosotros.

Para hacer su propuesta Jesús, lo hace a partir del amor. Toda su exigencia se entiende solamente como respuesta del amor y por amor. “Una cosa te falta”, sí, es una sola cosa, pero es la decisiva: pensar en una manera nueva, mirar de otra forma la propia vida, tener otros intereses, es decir, liberar su corazón. Y ahí se complica todo, no es que el hombre rico no piense, sino que sus pensamientos funcionan, y muy bien, pero sólo en una dirección: defender, aumentar, consolidar las propias posesiones, hacer crecer su riqueza. No es capaz de pensar en otra forma de vivir. Y Cristo le propone un seguimiento radical; al mirarlo con amor, lo invita a ser su discípulo, a dejar de seguir apeteciendo el dinero, a no poner la confianza en la riqueza. Le invita a vivir como Él mismo vive: en verdadera libertad, felicidad y amor. El apego a los bienes endurece el corazón, dificulta las relaciones con los demás, enfría la fraternidad humana, nos cierra al compartir con el necesitado. En una palabra hace imposible el seguimiento de Cristo.

La ambición del dinero, aunque a veces no lo tengamos, nos lleva a destruir y destruirnos con tal de poseer. El rico nunca se conforma con lo que ya tiene, siempre ambiciona más y destruye. Hombres y naciones sucumben a la ambición. El papa Francisco nos dice que es el grave problema de nuestro tiempo que destruye la naturaleza y deja tirados a los hermanos. Así hablaba enérgicamente en las Naciones Unidas: “Un afán egoísta e ilimitado de poder y de bienestar material lleva tanto a abusar de los recursos materiales disponibles como a excluir a los débiles y con menos habilidades. La exclusión económica y social es una negación total de la fraternidad humana y un gravísimo atentado a los derechos humanos y al ambiente. Los más pobres son los que más sufren estos atentados por un triple grave motivo: son descartados por la sociedad, son al mismo tiempo obligados a vivir del descarte y deben injustamente sufrir las consecuencias del abuso del ambiente. Estos fenómenos conforman la hoy tan difundida e inconscientemente consolidada cultura del descarte”. A muchos les han parecido demasiado fuertes y acusadoras estas palabras, pero el Papa solamente se hace eco constante de la afirmación de Jesús: “¡Qué difícil les va a ser a los ricos entrar en el Reino de Dios!”. Los mismos discípulos les costaba entender, pero Jesús insiste una y otra vez porque quien pone por Dios la riqueza pervierte el corazón y destruye la fraternidad.

Jesús pone el dedo en la llaga en un mundo que se mueve por dinero, que se inclina y doblega ante el poder de la riqueza, que todo lo mira bajo el signo de pesos. En nuestro mundo de hambre y de miseria quisiéramos encontrar soluciones que no impliquen desprendernos, cambiar de forma de vivir. Queremos continuar en una cultura de derroche y exclusión, cuando Jesús propone la cultura de la fraternidad, del compartir y del servir. Se nos ha perdido la verdadera sabiduría y preferimos las riquezas. Contrario a lo que afirma el Escritor Sagrado: “La sabiduría no se puede comparar con la piedra más preciosa, porque todo el oro, junto a ella, es un poco de arena y la plata es como lodo en su presencia”. Este domingo pidamos la verdadera sabiduría para construir un mundo de paz, de armonía y fraternidad.

Te pedimos, Señor, que tu gracia nos purifique, nos inspire y acompañe siempre, para que podamos descubrir la verdadera justicia y amarte y servirte en cada uno de los hermanos. Amén.


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S?bado, 10 de octubre de 2015

Carta del obispo de Córdoba, Mons. Demetrio Fernández. 'La familia es un proyecto precioso de Dios para hacer felices a los hombres'.Córdoba,07 de octubre de 2015 (ZENIT.org)

Lo que Dios ha unido no lo separe el hombre

Este domingo 4 de octubre, comienza el Sínodo de los Obispos sobre la familia que se prolongará hasta el domingo 25 de octubre. Representantes de los obispos de todo el mundo con el Papa, invitados seglares, varones y mujeres, matrimonios. Cerca de 500 personas intervienen en este magno acontecimiento, que ha sido largamente preparado y ha suscitado gran interés por los temas a tratar: “La vocación y la misión de la familia en la Iglesia y en el mundo contemporáneo”. Ciertamente, la familia es un proyecto precioso de Dios para hacer felices a los hombres. Y al mismo tiempo constatamos que la familia atraviesa una fuerte crisis en nuestros días con ataques que la ponen en peligro. Oremos por el Sínodo de los Obispos para que, junto al Papa, orienten al mundo de hoy sobre los caminos pastorales para ayudar a la familia a cumplir su vocación y su misión hoy.

Y en este domingo nos sale al encuentro Jesucristo con su enseñanza sobre el matrimonio, fundamento de la familia según el plan de Dios. A Jesús le plantean el tema del divorcio, porque el hombre de todos los tiempos ha vivido este problema, y en nuestros días constituye una verdadera plaga. ¿Puede el hombre casarse con otra mujer, o la mujer con otro hombre? Jesús responde: No. Si se une a otro/a comete adulterio. Y amplía el horizonte: no sólo la mujer comete adulterio, también el varón, si se va con otro/a. Jesús nos da así una lección de igualdad. Si el marido o la mujer, dejando a su primer cónyuge vive maritalmente con otro/a, comete adulterio. Porque lo que Dios ha unido, no lo separe el hombre.

Algunos han tenido la osadía de proponer que la Iglesia suprima esta enseñanza de Jesús, como si la Iglesia pudiera hacer lo que quisiera, incluso contradiciendo la enseñanza de su Maestro. Pero la Iglesia no es dueña arbitraria, sino esposa fiel de su Señor. Y cuenta con la gracia de Dios para llevar a la práctica lo que parece imposible para los hombres, pero es posible para Dios.

Manteniendo firme la enseñanza del Señor, que es lo único que puede hacer feliz el corazón del hombre, la Iglesia quiere acercarse a sus hijos que sufren por la fractura de su matrimonio. Y quiere tender su mano hacia los que viven separados o divorciados, e incluso han comenzado una nueva relación. Quiere acogerlos como hijos, de manera que no se sientan excluidos o excomulgados, quiere incorporarlos a la vida de la Iglesia, en la parroquia, en la diócesis, en las asociaciones, aunque no puedan recibir los sacramentos.

Y en este sentido el Papa Francisco ha reformado los procesos de declaración de nulidad matrimonial, haciendo más ágil el procedimiento y, por tanto, abaratando sus costes o haciéndolos incluso gratuitos. No se trata de un divorcio exprés a lo católico. No. Lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre. Nadie por tanto puede deshacer –ni siquiera el Papa- lo que Dios ha unido por voluntad de los esposos en el sacramento del matrimonio. Pero hay situaciones en las que no hubo matrimonio, por algún defecto importante. Y eso ¿quién lo decide? –El Obispo con su tribunal eclesiástico, puesto al servicio de los fieles que lo soliciten. Presentado el caso ante el párroco o en el mismo obispado, se estudia atentamente la situación y el obispo puede dictar sentencia de que aquel matrimonio, que parecía matrimonio y todos tenían por matrimonio, resulta que no lo fue, y explica las razones. La sentencia eclesiástica no es un divorcio, sino un reconocimiento de que allí no hubo matrimonio.

Tendremos que explicar bien esto a los fieles. Porque es muy importante la reforma del proceo, pero no debe inducir a equivocación de que la Iglesia acepta el divorcio. El matrimonio en el plan de Dios sigue siendo indisoluble, uno con una para toda la vida. La reforma del Papa hace más rápidos tales procesos. Sólo los que piensan que su matrimonio no fue tal matrimonio, podrán acudir al obispo, que estudiando el caso, verá si hubo o no hubo matrimonio, y dictará la sentencia correspondiente.

Oremos durante estas semanas por el Sínodo de los Obispos, reunidos con el Papa en Roma. De este acontecimiento esperamos luces y caminos para acompañar a todas las familias, de manera que vivan su vocación y su misión tan preciosa en la Iglesia y en el mundo de hoy.

Recibid mi afecto y mi bendición:

+ Demetrio Fernández, obispo de Córdoba


Publicado por verdenaranja @ 23:49  | Hablan los obispos
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Catequesis completa del Santo Padre en la audiencia general del miércoles 7 de octubre  de 2015 (ZENIT.org)

 

Queridos hermanos y hermanas, buenos días.

Hace pocos días comenzó el Sínodo de los Obispos sobre el tema “La vocación y la misión de la familia en la Iglesia y en el mundo contemporáneo”. La familia que camina en la vía del Señor es fundamental en el testimonio del amor de Dios y merece por ello la dedicación de la que la Iglesia es capaz. El Sínodo está llamado a interpretar, hoy, esta solicitud y esta atención de la Iglesia. Acompañemos todo el recorrido sinodal sobre todo con nuestra oración y nuestra atención. Y en este período las catequesis serán reflexiones inspiradas por algunos aspectos de la relación --que podemos decir indisoluble-- entre la Iglesia y la familia, con el horizonte abierto para el bien de la entera comunidad humana.

Una mirada atenta a la vida cotidiana de los hombres y de las mujeres de hoy muestra inmediatamente la necesidad que hay por todos lados de una robusta inyección de espíritu familiar. De hecho, el estilo de las relaciones --civiles, económicas, jurídicas, profesionales, de ciudadanía-- aparece muy racional, formal, organizado, pero también muy “deshidratado”, árido, anónimo. A veces se hace insoportable. Aún queriendo ser inclusivo en sus formas, en la realidad abandona a la soledad y al descarte un número cada vez mayor de personas. Por esto, la familia abre para toda la sociedad una perspectiva más humana: abre los ojos de los hijos sobre la vida - y no solo la mirada, sino también todos los demás sentidos - representando una visión de la relación humana edificada sobre la libre alianza de amor. La familia introduce a la necesidad de las uniones de fidelidad, sinceridad, confianza, cooperación, respeto; anima a proyectar un mundo habitable y a creer en las relaciones de confianza, también en condiciones difíciles; enseña a honrar la palabra dada, el respeto a las personas, el compartir los límites personales y de los demás. Y todos somos conscientes de lo insustituible de la atención familiar por los miembros más pequeños, más vulnerables, más heridos, e incluso los más desastrosos en las conductas de su vida. En la sociedad, quien practica estas actitudes, las ha asimilado del espíritu familiar, no de la competición y del deseo de autorrealización.

Pues bien, aún sabiendo todo esto, no se da a la familia el peso debido --y reconocimiento, y apoyo-- en la organización política y económica de la sociedad contemporánea. Quisiera decir más: la familia no solo no tiene reconocimiento adecuado, ¡sino que no genera más aprendizaje! A veces nos vendría decir que, con toda su ciencia y su técnica, la sociedad moderna no es capaz todavía de traducir estos conocimientos en formas mejores de convivencia civil. No solo la organización de la vida común se estanca cada vez más en una burocracia del todo extraña a las uniones humanas fundamentales, sino, incluso, las costumbres sociales y políticas muestran a menudo signos de degradación --agresividad, vulgaridad, desprecio…--, que están por debajo del umbral de una educación familiar también mínimo. En tal situación, los extremos opuestos de este embrutecimiento de las relaciones --es decir el embotamiento tecnocrático y el familismo amoral-- se conjugan y se alimentan el uno al otro. Es una paradoja.

La Iglesia individua hoy, en este punto exacto, el sentido histórico de su misión sobre la familia y del auténtico espíritu familiar: comenzando por una atenta revisión de la vida, que se refiere a sí misma. Se podría decir que el “espíritu familiar” es una carta constitucional para la Iglesia: así el cristianismo debe aparecer, y así debe ser. Está escrito en letras claras: “Vosotros que un tiempo estabais lejos – dice san Pablo – […] ya no sois extranjeros ni huéspedes, sino conciudadanos de los santos y familia de Dios” (Ef 2,19). La Iglesia es y debe ser la familia de Dios.

Jesús, cuando llamó a Pedro para seguirlo, le dijo que le haría “pescador de hombres”; y por esto es necesario un nuevo tipo de redes. Podríamos decir que hoy las familias son una de las redes más importantes para la misión de Pedro y de la Iglesia. ¡Esta no es una red que hace prisioneros! Al contrario, libera de las malas aguas del abandono y de la indiferencia, que ahogan a muchos seres humanos en el mar de la soledad y de la indiferencia. La familia sabe bien qué es la dignidad de sentirse hijos y no esclavos, o extranjeros, o solo un número de carné de identidad.

Desde aquí, desde la familia, Jesús comienza de nuevo su paso entre los seres humanos para persuadirlos que Dios no les ha olvidado. De aquí, Pedro toma fuerzas para su ministerio. De aquí la Iglesia, obedeciendo a la palabra del Maestro, sale a pescar al lago, segura que, si esto sucede, la pesca será milagrosa. Pueda el entusiasmo de los Padres sinodales, animados por el Espíritu Santo, fomentar el impulso de una Iglesia que abandona las viejas redes y vuelve a pescar confiando en la palabra de su Señor. ¡Recemos intensamente por esto! Cristo, por lo demás, ha prometido y nos confirma: si incluso los malos padres no rechazan dar pan a los hijos hambrientos, ¡Imaginémonos si Dios no dará el Espíritu a los que – aun imperfectos como son – lo piden con apasionada insistencia (cfr Lc 11,9-13)!
  


Publicado por verdenaranja @ 23:43  | Habla el Papa
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Viernes, 09 de octubre de 2015

Reflexión a las lecturas del domingo veintiochjo del Tiemo Ordinario  B ofrecida por el sacerdote Don Juan Manuel Pérez Piñero bajo el epígrafe "ECOS DEL DÍA DEL SEÑOR"

Domingo 28º del T. Ordinario B

  

Aquel joven que nos presenta el Evangelio de este domingo, era muy bueno. Cuando Jesús le dice que para heredar la vida eterna, tiene que cumplir los mandamientos, le responde: “Maestro, todo eso lo he cumplido desde pequeño”. Es lógico que Jesús se quedara mirándolo con cariño. Y como signo de su amor, le invita dar un paso más radical en su seguimiento y le dice: “Una cosa te falta: Anda, vende lo que tienes, dale el dinero a los pobres, así tendrás un tesoro en el Cielo, y luego sígueme”. Pero no aceptó el reto de Jesús, y se fue pesaroso porque era muy rico.

Pero a lo largo de la historia, ha habido y hay muchos jóvenes que no se marchan, que aceptan gozosos la invitación. Comenzando por los apóstoles. De ahí que Pedro empiece a decirle al Señor: “Ya ves que  nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido…”.

Y después de los apóstoles, son muchos, muchísimos, los chicos y las chicas que lo han dejado y lo dejan todo, para seguir a Jesucristo y entregarse al servicio de la Iglesia, como sacerdotes, misioneros, religiosos y demás vocaciones…, que atienden tantas tareas en la vida de la Iglesia. Con frecuencia los encontramos trabajando, incluso, con los más pobres de entre los pobres de la tierra. ¡Cuántos ejemplos podríamos presentar!

Ellos y ellas pueden decir lo que escuchamos en la primera lectura: “Vino a mí un espíritu de sabiduría: La preferí a los cetros y a los tronos, y, en su comparación, tuve en nada la riqueza. No le equiparé la piedra más preciosa, porque todo el oro a su lado es un poco de arena y junto a ella la plata vale lo que el barro”.

A cuánto puede comprometernos la Palabra de Dios que, en la segunda lectura, se nos presenta “más tajante que espada de doble filo…”

Lo cierto es que a todos, jóvenes y mayores, el Señor nos llama a cimas cada vez más altas en su seguimiento. De este modo, comprendemos que nunca podemos pararnos e instalarnos en ningún tipo de mediocridad, pensando: “Tranquilo, ya está bien, ya cumples”.  La cuestión fundamental está en que  no podemos contentarnos con ser buenos, porque el Señor nos llama a ser santos.

¡Cómo cambia la perspectiva de nuestra vida cuando nos hacemos estos planteamientos!

Y además de todo eso, Jesús nos pone en guardia sobre el peligro de las riquezas. No porque los bienes de la tierra sean  malos, sino porque se pueden usar mal; y, de hecho, con frecuencia, se usan mal, hasta convertirlos en dioses, especialmente, el dinero. Y así tenemos “el dios dinero”.  Jesús se refiere, en concreto, a "los que ponen su confianza en el dinero".

S. Pablo nos advierte del peligro de “la avaricia, que es una idolatría” (Col, 3, 5). Nos sentimos fuertes  ante  Dios, prescindimos de Él y llegamos a vivir en contra de Él.

En definitiva, no olvidemos que donde está nuestro tesoro, allí estará también nuestro corazón. (Mt 6, 21) ¡Y el corazón es lo fundamental!

Se trata de mantener nuestra capacidad de valorar realidades que están más allá del dinero y de lo puramente material.            

 

¡FELIZ DÍA DEL SEÑOR!

 


Publicado por verdenaranja @ 17:20  | Espiritualidad
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DOMINGO 28º DEL TIEMPO ORDINARIO B 

MONICIONES 

 

 

PRIMERA LECTURA

En la lectura que ahora escucharemos, se hace un elogio de la sabiduría divina, poniéndola por encima de la salud, la belleza, el dinero y el poder. Para los cristianos Jesucristo es la Sabiduría de Dios. 

 

SEGUNDA LECTURA

         Continuando con la lectura de la Carta a los Hebreos, se nos enseña hoy, en pocas palabras, la eficacia y la fuerza tan extraordinaria que tiene la Palabra de Dios, capaz de penetrar hasta lo más profundo de nuestro ser. 

 

TERCERA LECTURA

         En el Evangelio que vamos a escuchar, constatamos cómo la Palabra de Dios puede comprometernos hasta límites insospechados.

         Pero antes, aclamemos al Señor con el canto del aleluya. 

 

COMUNIÓN

         En la Comunión nos encontramos con Jesucristo, que es alimento y fuerza para progresar en su seguimiento.

         Pidámosle que nos ayude a cumplir cada día con mayor perfección, su Palabra, de modo, que, en medio de las vicisitudes de nuestra vida, nos sintamos siempre ricos poseyéndole a Él.


Publicado por verdenaranja @ 17:16  | Liturgia
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Reflexión de José Antonio Pagola al evangelio del domingo veintiocho del Tiempo Ordinario

UNA COSA NOS FALTA

 

El episodio está narrado con intensidad especial. Jesús se pone en camino hacia Jerusalén, pero antes de que se aleje de aquel lugar, llega «corriendo» un desconocido que «cae de rodillas» ante él para retenerlo. Necesita urgentemente a Jesús.

No es un enfermo que pide curación. No es un leproso que, desde el suelo, implora compasión. Su petición es de otro orden. Lo que él busca en aquel maestro bueno es luz para orientar su vida: «¿Qué haré para heredar la vida eterna?». No es una cuestión teórica, sino existencial. No habla en general; quiere saber qué ha de hacer él personalmente.

Antes que nada, Jesús le recuerda que «no hay nadie bueno más que Dios». Antes de plantearnos qué hay que«hacer», hemos de saber que vivimos ante un Dios Bueno como nadie: en su bondad insondable hemos de apoyar nuestra vida. Luego, le recuerda «los mandamientos» de ese Dios Bueno. Según la tradición bíblica, ese es el camino para la vida eterna.

La respuesta del hombre es admirable. Todo eso lo ha cumplido desde pequeño, pero siente dentro de sí una aspiración más honda. Está buscando algo más. «Jesús se le queda mirando con cariño». Su mirada está ya expresando la relación personal e intensa que quiere establecer con él.

Jesús entiende muy bien su insatisfacción: «una cosa te falta». Siguiendo esa lógica de «hacer» lo mandado para«poseer» la vida eterna, aunque viva de manera intachable, no quedará plenamente satisfecho. En el ser humano hay una aspiración más profunda.

Por eso, Jesús le invita a orientar su vida desde una lógica nueva. Lo primero es no vivir agarrado a sus posesiones:«vende lo que tienes». Lo segundo, ayudar a los pobres: «dales tu dinero». Por último, «ven y sígueme». Los dos podrán recorrer juntos el camino hacia el reino de Dios.

El hombre se levanta y se aleja de Jesús. Olvida su mirada cariñosa y se va triste. Sabe que nunca podrá conocer la alegría y la libertad de quienes siguen a Jesús. Marcos nos explica que «era muy rico».

¿No es esta nuestra experiencia de cristianos satisfechos de los países ricos?

¿No vivimos atrapados por el bienestar material?

¿No le falta a nuestra religión el amor práctico a los pobres?

¿No nos falta la alegría y libertad de los seguidores de Jesús?

José Antonio Pagola

28 Tiempo Ordinario – B (Marcos 10,17-30)
Evangelio del 11/oct/2015
Publicado el 05/ oct/ 2015
por Coordinador Grupos de Jesús


 


Publicado por verdenaranja @ 17:13  | Espiritualidad
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Jueves, 08 de octubre de 2015

Comentario a la Liturgia Dominical por el P. Antonio Rivero, L.C. Doctor en Teología Espiritual, profesor y director espiritual en el seminario diocesano Maria Mater Ecclesiae de são Paulo (Brasil). Brasil,06 de octubre de 2015 (ZENIT.org)

Domingo 28 del Tiempo Ordinario

Ciclo B - Textos: Sb 7, 7-11; Hb 4, 12-13; Mc 10, 17-30

Idea principal: ¿Dónde está la verdaderasabiduría?

Síntesis del mensaje: Todas las lecturas de hoy nos hablan de la sabiduría. De manera explícita, la primera lectura, el salmo responsorial y la aclamación al evangelio. El evangelio del joven rico aunque nada dice a primera vista sobre la sabiduría, sin embargo, ese joven al preguntar sobre cómo conseguir la vida eterna quiere saber (sabiduría) sobre lo más importante en la vida. La verdadera sabiduría está en seguir a Cristo crucificado, que para muchos es escándalo y locura. Para nosotros, fuerza y sabiduría de Dios.

Puntos de la idea principal:

En primer lugar, tenemos la falsa sabiduría. Muchos hombres se han construido a lo largo de los siglos una sabiduría humana a su modo, cuando dejaron la sabiduría divina que podían haber aprendido en el gran libro de la Creación y en el libro revelado de la Sagrada Escritura. Para los judíos, esa sabiduría humana se llamaba la ley; no la ley expresión auténtica de la voluntad de Dios, sino la ley transformada en fuente de jactancia, de falsas seguridades, una ciencia más que una sapiencia; ley sin el alma de la caridad. Para los paganos –los griegos- la sabiduría humana se llama filosofía, y cuyo ídolo es aquella sabiduría que no tiene en el centro, como explicación y fin de todo, a Dios, sino al hombre. Así lo expresó el sofista griego, Protágoras, en el siglo V a.C. : “El hombre es la medida de todas las cosas”. El apóstol Santiago nos dirá duramente en su carta que esta falsa sabiduría tiene estas características: “es terrena, salvaje, demoníaca” (3, 15). Entiéndase bien, sabiduría humana sin apertura a la trascendencia y a los valores del espíritu. ¿No nos suenan conocidos tantas entrevistas y libros ideológicos donde se ataca a Dios y a la religión, al matrimonio y a la familia, a la moral y a la ética? Esta falsa sabiduría banaliza el sexo, se ríe de la virtud y entroniza el placer, el relativismo, la moral de situación y las nuevas ideologías locas y antinaturales, que han tocado ya las puertas de tantos Parlamentos, Cámaras de diputados y Congresos, y hasta a las puertas sacrosantas del sínodo ordinario de la familia que ha comenzado este 4 de octubre. ¡Líbrenos Dios de esta falsa sabiduría que conduce a la necedad radical!

En segundo lugar, tenemos la auténticasabiduría. En Cristo, la sabiduría de Dios se ha hecho carne y habitó entre nosotros. Jesús es el Logos, es decir, la Palabra del Padre. Palabra encarnada que viene a enseñarnos la ternura y el cariño de Dios, el pensamiento y los criterios de Dios, el camino de realización humana y espiritual, de la justicia y paz. ¡Lástima que esta sabiduría de Dios en Cristo es signo de contradicción! Los sabihondos orgullosos de este mundo no la aceptan; más bien, protestan y la rechazan. Por el contrario, los humildes se sientan a los pies de Cristo y aprenden esta sabiduría divina. Dios esconde sus misterios a los soberbios con ínfulas de sabios; y a los sencillos, se los revela (cf. Mt 11, 25-26). El apóstol Santiago nos dirá también en su carta las características de esta auténtica sabiduría: es pura, pacífica, dócil, comprensiva, piadosa, produce buenos resultados, no discrimina ni es mentirosa (3,17). Esta sabiduría no consiste en saber muchas cosas, sino en ponerse los lentes del Evangelio para tomar conciencia y salir airosos en el “desierto” de las tentaciones sociales y espirituales. ¡Denos Dios esta verdadera sabiduría que nos hace sabios según el evangelio!

Finalmente, resumamos: la sabiduría se encuentra en Jesús y con Jesús. Para obtenerla, es preciso ir a Jesús y seguirlo. La sabiduría auténtica y que viene de lo alto es la sabiduría de Dios en Cristo crucificado (1 Co 1, 24). La condición para hacerlo nos la da el evangelio de hoy: vender todo, es decir, renunciar a apoyarse en cualquier otra fuente de seguridad, sea material, como la riqueza; sea religiosa, como el cumplimiento frío y sin alma de la ley. ¿Para qué todo ese esfuerzo por desprenderse de fardos pesados? Para seguir a Cristo. ¡Aquí está la verdadera sabiduría! ¡En seguir a Jesús que es la auténtica riqueza, el sentido profundo de la vida, la felicidad que todos buscamos, la paz del corazón y el camino de la justicia y honestidad! Descubrir a Jesús es dejar de ser necio y comenzar a ser sabio. Jesús es quien nos explica toda la riqueza de su Padre celestial. Nos la explica para nuestra mente y nos la hace saborear en el corazón. Los dominadores de este mundo se alían, en nombre de la sabiduría, para eliminar esta nueva sabiduría venida para desbaratar todos los planes y todos los valores, que privilegia a los débiles, socava los poderes y predica libertad. Ellos crucifican al “Señor de la gloria” (1 Co 2, 8), porque les resulta locura y escándalo, porque es una sabiduría que está clavada en la cruz con dos palos: uno vertical que se eleva al Cielo para reconciliarnos con Dios, y se clava en la tierra para redimirla y sanarla. Y otro, horizontal, extendido a todos los puntos de la tierra, porque somos hermanos en Cristo, todos de la misma dignidad. ¿Quién entiende todo esto? Sólo los que tienen la verdadera sabiduría que emana de Cristo y este Crucificado.

Para reflexionar: Así nos dice la carta de Santiago: “Si a alguno de vosotros le falta sabiduría, pídala a Dios, y la recibirá, porque él da a todos generosamente y sin reproches. Pero que pida con confianza y sin dudar…” (1, 5-6). La filósofa alemana Edith Stein, primero judía, después monja carmelita, y hoy santa Teresa Benedicta no sólo escribió páginas profundas sobre la “ciencia de la Cruz”, sino también recorrió hasta el fondo el camino hacia la escuela de la Cruz. Muchos contemporáneos nuestros quisieran hacer callar a la Cruz. ¡Pero nada es más elocuente que la Cruz que se hace callar! El verdadero mensaje del dolor es una lección de amor. El amor hace ser fecundo el dolor y el dolor da profundidad al amor. Mediante la experiencia de la Cruz, Edith Stein pudo abrirse paso hacia un nuevo encuentro con el Dios de Abraham, Isaac y Jacob, Padre de nuestro Señor Jesucristo. La fe y la cruz le revelaron su carácter inseparable. Y murió mártir en el campo de concentración nazi de Auschwitz por predicar la sabiduría auténtica.

Para rezar: Señor, hazme sabio para ti, aunque el mundo me considere necio. En tu cruz está la verdadera sabiduría que quiero aprender cada día y dar testimonio de ella.

 

Cualquier sugerencia o duda pueden comunicarse con el padre Antonio a este email: [email protected]


Publicado por verdenaranja @ 18:05  | Espiritualidad
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Desde la secretaría de Caritas Diocesana de Tenerife nos envían el material para la celebración de la SEMANA CONTRA LA POBREZA.

Como cada año celebramos la SEMANA CONTRA LA POBREZA del 11 al 18 de octubre, donde los días principales serán el 16 y el 17 de octubre. 

La fecha de arranque, no obstante, será este domingo 11 de octubre. Para ello ponemos a vuestra disposición un guion litúrgico, como todos los años. En esta ocasión está firmado por Enlázate por la Justicia. Se centra en las lecturas de la Eucaristía de ese domingo, si bien se pude utilizar en cualquier otro momento, y pone el acento en el paso de los Objetivos de Desarrollo del Milenio a los Objetivos de Desarrollo Sostenible. 

El 17 de octubre es el Día Internacional para la erradicación de la Pobreza.

 

Las lecturas de este guion litúrgico son las siguientes:

– Primera lectura: Libro de la Sabiduría 7, 7-11
– Salmo 89
– Segunda lectura: Carta a los Hebreos 4, 12-13
– Evangelio: Marcos 10, 17-30

 

Monición de entrada

La Encíclica Laudato si del Papa Francisco nos recuerda que Dios pone la Creación en nuestras manos para que sea el lugar donde nos desarrollemos como personas y como familia humana. Somos parte privilegiada de la Creación y tenemos, por tanto, la responsabilidad de respetarla, de cuidarla y de hacer posible que de ella puedan disfrutar todas las personas y no sólo algunas.

Cuando nos sentimos hijos e hijas de Dios es más fácil percibir a las demás personas, como hermanos y hermanas, como familia humana. Celebremos juntos esta Eucaristía, la mesa que nos hace hermanos y miembros de un mismo cuerpo a los que comemos de un mismo pan. Y pidamos a Dios que nos ilumine para que seamos conscientes de que somos sus criaturas, ricas en amor a toda la humanidad y llamadas a estar al servicio de los demás.

Acto penitencial

Somos ricos porque tenemos la inmensa fortuna de habitar un planeta que es capaz de ofrecernos todo lo necesario para vivir con dignidad. Sin embargo, invoquemos la misericordia de Dios:

_Por las veces que nos olvidamos de la verdadera sabiduría que procede de Ti.

SEÑOR TEN PIEDAD.

_ Porque muchas veces el egoísmo y la avaricia nos hacen olvidarnos de los hermanos.

CRISTOTEN PIEDAD.

_ Porque en ocasiones nos creemos dueños de los bienes de la tierra y nos encerramos en nosotros mismos.

SEÑOR TEN PIEDAD. 

Monición a las lecturas

La Palabra de Dios que vamos a escuchar resulta muy iluminadora y nos ayuda a descubrir dónde está la raíz de muchos de los males que destruyen nuestra convivencia y el proyecto de nuestro Padre Dios de un mundo para todos. Escuchemos con atención. Dios nos habla.

Ideas para la homilía

De los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM) a los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS).

Muchos Estados, 189 en todo el mundo, firmaron la Declaración del Milenio en el 2000. Se comprometieron a que se cumplieran 8 objetivos (los ODM) que supondrían un mundo mejor en 2015. El pasado mes de septiembre la Asamblea de Naciones Unidas hizo balance y constató el cumplimiento de algunas de esas metas y todo el camino que queda por hacer en aras de conseguir un mundo más justo e inclusivo.

Por eso firmó un nuevo compromiso, el de los Objetivos de Desarrollo Sostenible que harán posible un mundo mejor en los próximos 15 años.

La pobreza extrema se ha reducido. También algunas de  las grandes epidemias de la humanidad, como el SIDA o la tuberculosis. Más niños y niñas acceden a la educación primaria. Pero la desigualdad es cada vez mayor, el cambio climático es el gran reto de nuestro mundo y el acceso a los alimentos, el agua, los medicamentos… es muy desigual para todas las personas. Los derechos humanos son para todos, pero es demasiado grande la parte de la familia humana que no los disfruta.

La Palabra de Dios nos ilumina

La Palabra nos muestra dónde está la verdadera riqueza: El poder del dinero es  incuestionable. Por dinero el ser humano es capaz de hacer las cosas más inhumanas que podamos pensar. En el libro de la Sabiduría, se nos muestra cómo la riqueza, el oro, la plata, la salud, cetros y tronos se ven superados por el espíritu de sabiduría. Dios en su infinita sabiduría y amor es la mayor de las riquezas que podemos poseer. Así podemos entender a Santa Teresa cuando dice:“quien a Dios tiene, nada le falta”.

“Sácianos de tu misericordia, Señor”, dice el salmo. No siempre hemos aprendido de esa misericordia de Dios. Vivimos en un modelo social, político y económico en el que no encaja la misericordia. La misericordia pone a la persona en el centro, no al dinero. Es más, pone la mirada y el corazón en los más frágiles. Quizás por eso necesitamos, la familia humana, otra oportunidad.

El período que se abre con los ODS es una oportunidad renovada para estar más atentos a lo que pasa en el mundo, nuestro hogar, salir de nosotros mismos, de nuestra egoísta autorreferencialidad y descubrir el sentido de nuestra existencia siendo con los demás y para los demás, como lo es Jesús y nos lo muestra en esta Eucaristía que estamos celebrando.

Oración de los fieles

Invoquemos a Dios nuestro Padre, rico en misericordia y ternura, y oremos diciendo:

Señor, escucha nuestra Oración.

_Por la Iglesia, para que en medio de este mundo, embelesado tantas veces por el afán de poseer, sea capaz de transmitir la verdadera riqueza. Oremos

_Por todos los que tienen responsabilidades políticas y económicas, para que trabajen por el bien de los más empobrecidos. Oremos

_Por tantas hermanas y hermanos que no tienen el “pan nuestro de cada día”, para que nuestro egoísmo se transforme en generosidad y así podamos disfrutar todos de los bienes de la tierra. Oremos

_Por nosotros que celebramos esta Eucaristía, para que, preocupados por construir el bien común, luchemos por erradicar el hambre en el mundo. Oremos

Escucha, Señor, nuestra Oración; la que te dirigimos con los labios y la que se queda en lo profundo y callado de nuestro corazón. Atiéndela benignamente. Por Jesucristo Nuestro Señor. Amen

Ofrendas

Podemos presentar:

_Un cestillo con productos de la naturaleza, símbolo de todos los bienes que recibimos de nuestra madre tierra.

_Una bolsa de semillas, signo del cuidado que dedicamos a la creación con el fin de que tengamos bienes para todos.

_Un ejemplar de Laudato si, signo de la llamada que Dios nos hace a través de Francisco a cuidar de la casa común.

_Pan y vino, signos de los bienes de la tierra delos que Dios se sirve para manifestarnos su amor y sentarnos a todos en la misma mesa. 

Oración de acción de gracias

Dios de amor, muéstranos nuestro lugar en este mundo como instrumentos de tu cariño por todos los seres de esta tierra, porque ninguno de ellos está olvidado de ti.

Ilumina a los dueños del poder y del dinero para que se guarden del pecado de la indiferencia, amen el bien común, promuevan a los débiles y cuiden estemundo que habitamos.

Los pobres y la tierra están clamando: Señor, tómanos a nosotros con tu poder y tu luz, para proteger toda vida, para preparar un futuro mejor, para que venga tu Reino.

(Encíclica Laudato si Papa Francisco)

 


Publicado por verdenaranja @ 17:52  | Liturgia
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Martes, 06 de octubre de 2015

Homilía del Papa Francisco en la misa de apertura del Sínodo de la Familia el  domingo 4 de octubrede 2015. Ciudad del Vaticano,04 de octubre de 2015 (ZENIT.org)


 

"«Si nos amamos unos a otros, Dios permanece en nosotros su amor ha llegado en nosotros a su plenitud» (1 Jn 4,12).

Las lecturas bíblicas de este domingo parecen elegidas a propósito para el acontecimiento de gracia que la Iglesia está viviendo, es decir, la Asamblea Ordinaria del Sínodo de los Obispos sobre el tema de la familia que se inaugura con esta celebración eucarística.

Dichas lecturas se centran en tres aspectos: el drama de la soledad, el amor entre el hombre y la mujer, y la familia.

La soledad
Adán, como leemos en la primera lectura, vivía en el Paraíso, ponía los nombres a las demás creaturas, ejerciendo un dominio que demuestra su indiscutible e incomparable superioridad, pero aun así se sentía solo, porque «no encontraba ninguno como él que lo ayudase» (Gn 2,20) y experimentaba la soledad.

La soledad, el drama que aún aflige a muchos hombres y mujeres. Pienso en los ancianos abandonados incluso por sus seres queridos y sus propios hijos; en los viudos y viudas; en tantos hombres y mujeres dejados por su propia esposa y por su propio marido; en tantas personas que de hecho se sienten solas, no comprendidas y no escuchadas; en los emigrantes y los refugiados que huyen de la guerra y la persecución; y en tantos jóvenes víctimas de la cultura del consumo, del usar y tirar, y de la cultura del descarte.

Hoy se vive la paradoja de un mundo globalizado en el que vemos tantas casas de lujo y edificios de gran altura, pero cada vez menos calor de hogar y de familia; muchos proyectos ambiciosos, pero poco tiempo para vivir lo que se ha logrado; tantos medios sofisticados de diversión, pero cada vez más un profundo vacío en el corazón; muchos placeres, pero poco amor; tanta libertad, pero poca autonomía... Son cada vez más las personas que se sienten solas, y las que se encierran en el egoísmo, en la melancolía, en la violencia destructiva y en la esclavitud del placer y del dios dinero.

Hoy vivimos en cierto sentido la misma experiencia de Adán: tanto poder acompañado de tanta soledad y vulnerabilidad; y la familia es su imagen. Cada vez menos seriedad en llevar adelante una relación sólida y fecunda de amor: en la salud y en la enfermedad, en la riqueza y en la pobreza, en las buena y en la mala suerte. El amor duradero, fiel, recto, estable, fértil es cada vez más objeto de burla y considerado como algo anticuado. Parecería que las sociedades más avanzadas son precisamente las que tienen el porcentaje más bajo de tasa de natalidad y el mayor promedio de abortos, de divorcios, de suicidios y de contaminación ambiental y social.

El amor entre el hombre y la mujer
Leemos en la primera lectura que el corazón de Dios se entristeció al ver la soledad de Adán y dijo: «No está bien que el hombre esté solo; voy a hacerle alguien como él que le ayude» (Gn 2,18). Estas palabras muestran que nada hace más feliz al hombre que un corazón que se asemeje a él, que le corresponda, que lo ame y que acabe con la soledad y el sentirse solo. Muestran también que Dios no ha creado el ser humano para vivir en la tristeza o para estar solo, sino para la felicidad, para compartir su camino con otra persona que es su complemento; para vivir la extraordinaria experiencia del amor: es decir de amar y ser amado; y para ver su amor fecundo en los hijos, como dice el salmo de hoy (cf. Sal 128).

Este es el sueño de Dios para su criatura predilecta: verla realizada en la unión de amor entre hombre y mujer; feliz en el camino común, fecunda en la donación reciproca. Es el mismo designio que Jesús resume en el Evangelio de hoy con estas palabras: «Al principio de la creación Dios los creó hombre y mujer. Por eso abandonará el hombre a su padre y a su madre, se unirá a su mujer, y serán los dos una sola carne. De modo que ya no son dos, sino una sola carne» (Mc 10,6-8; cf. Gn 1,27; 2,24).

Jesús, ante la pregunta retórica que le habían dirigido – probablemente como una trampa, para hacerlo quedar mal ante la multitud que lo seguía y que practicaba el divorcio, como realidad consolidada e intangible-, responde de forma sencilla e inesperada: restituye todo al origen de la creación, para enseñarnos que Dios bendice el amor humano, es él el que une los corazones de dos personas que se aman y los une en la unidad y en la indisolubilidad. Esto significa que el objetivo de la vida conyugal no es sólo vivir juntos, sino también amarse para siempre. Jesús restablece así el orden original y originante.

La familia
«Lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre» (Mc 10,9). Es una exhortación a los creyentes a superar toda forma de individualismo y de legalismo, que esconde un mezquino egoísmo y el miedo de aceptar el significado auténtico de la pareja y de la sexualidad humana en el plan de Dios.

De hecho, sólo a la luz de la locura de la gratuidad del amor pascual de Jesús será comprensible la locura de la gratuidad de un amor conyugal único y usque ad mortem.

Para Dios, el matrimonio no es una utopía de adolescente, sino un sueño sin el cual su creatura estará destinada a la soledad. En efecto el miedo de unirse a este proyecto paraliza el corazón humano.

Paradójicamente también el hombre de hoy –que con frecuencia ridiculiza este plan– permanece atraído y fascinado por todo amor autentico, por todo amor sólido, por todo amor fecundo, por todo amor fiel y perpetuo. Lo vemos ir tras los amores temporales, pero sueña el amor autentico; corre tras los placeres de la carne, pero desea la entrega total.

En efecto «ahora que hemos probado plenamente las promesas de la libertad ilimitada, empezamos a entender de nuevo la expresión “la tristeza de este mundo”. Los placeres prohibidos perdieron su atractivo cuando han dejado de ser prohibidos. Aunque tiendan a lo extremo y se renueven al infinito, resultan insípidos porque son cosas finitas, y nosotros, en cambio, tenemos sed de infinito» (Joseph Ratzinger, Auf Christus schauen. Einübung in Glaube, Hoffnung, Liebe, Freiburg 1989, p. 73).

En este contexto social y matrimonial bastante difícil, la Iglesia está llamada a vivir su misión en la fidelidad, en la verdad y en la caridad.

Vive su misión en la fidelidad a su Maestro como voz que grita en el desierto, para defender el amor fiel y animar a las numerosas familias que viven su matrimonio como un espacio en el cual se manifiestan el amor divino; para defender la sacralidad de la vida, de toda vida; para defender la unidad y la indisolubilidad del vinculo conyugal como signo de la gracia de Dios y de la capacidad del hombre de amar en serio.

Vivir su misión en la verdad que no cambia según las modas pasajeras o las opiniones dominantes. La verdad que protege al hombre y a la humanidad de las tentaciones de autoreferencialidad y de transformar el amor fecundo en egoísmo estéril, la unión fiel en vinculo temporal. «Sin verdad, la caridad cae en mero sentimentalismo. El amor se convierte en un envoltorio vacío que se rellena arbitrariamente. Éste es el riesgo fatal del amor en una cultura sin verdad» (Benedicto XVI, Enc. Caritas in veritate, 3).

Vivir su misión en la caridad que no señala con el dedo para juzgar a los demás, sino que -fiel a su naturaleza como madre – se siente en el deber de buscar y curar a las parejas heridas con el aceite de la acogida y de la misericordia; de ser «hospital de campo», con las puertas abiertas para acoge a quien llama pidiendo ayuda y apoyo; de salir del propio recinto hacia los demás con amor verdadero, para caminar con la humanidad herida, para incluirla y conducirla a la fuente de la salvación.

Una Iglesia que enseña y defiende los valores fundamentales, sin olvidar que «el sábado se hizo para el hombre y no el hombre para el sábado» (Mc 2,27); y que Jesús también dijo: «No necesitan médico los sanos, sino los enfermos. No he venido a llamar justos, sino pecadores» (Mc 2,17). Una Iglesia que educa al amor autentico, capaz de alejar de la soledad, sin olvidar su misión de buen samaritano de la humanidad herida.

Recuerdo a san Juan Pablo II cuando decía: «El error y el mal deben ser condenados y combatidos constantemente; pero el hombre que cae o se equivoca debe ser comprendido y amado [...] Nosotros debemos amar nuestro tiempo y ayudar al hombre de nuestro tiempo.» (Discurso a la Acción Católica italiana, 30 de diciembre de 1978, 2 c: L’Osservatore Romano, ed. semanal en lengua española, 21 enero 1979, p.9). Y la Iglesia debe buscarlo, acogerlo y acompañarlo, porque una Iglesia con las puertas cerradas se traiciona a sí misma y a su misión, y en vez de ser puente se convierte en barrera: «El santificador y los santificados proceden todos del mismo. Por eso no se avergüenza de llamarlos hermanos» (Hb 2,11).

Con este espíritu, le pedimos al Señor que nos acompañe en el Sínodo y que guíe a su Iglesia a través de la intercesión de la Santísima Virgen María y de San José, su castísimo esposo". 


Publicado por verdenaranja @ 22:52  | Habla el Papa
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Homilía de monseñor Juan Rubén Martínez, obispo de Posadas, para el domingo XXVII durante el año (4 de octubre de 2015) (AICA)
“Misión: un estilo de vida”

Este mes de octubre está especialmente dedicado a las misiones, a la oración y reflexión sobre la dimensión misionera que es la razón de ser de la Iglesia. El próximo fin de semana de octubre se realizara en Santiago del Estero un “Encuentro Nacional de Grupos Misioneros”. Desde nuestra Diócesis viajarán 90 personas, todos comprometidos de diversas maneras en los grupos y comunidades, sobre todo los jóvenes que salen a misionar en distintos lugares llevando “el Gozo del Evangelio”. El lema del encuentro será “Misión: un estilo de vida”, y tendrán como objetivo general animarse “a vivir e irradiar la alegría del Evangelio fomentando una Iglesia en salida misionera”.

Creo que el lema de este encuentro Nacional “Misión un estilo de vida”, es muy elocuente sobre la necesidad de asumir en concreto el mandato de evangelizar que la Iglesia siempre tuvo, y que en este tiempo el Espíritu Santo esta especialmente moviéndonos a que no sea una frase repetida, sino que realmente sea nuestro estilo de vida. Aparecida fue contundente en este llamado a que seamos discípulos y misioneros. También a proponernos que en el continente asumamos “una misión permanente”. Significando que todas las organizaciones eclesiales y obviamente nosotros vivamos esta dimensión misionera diariamente, cada uno desde su vocación en los lugares en que vivimos y estamos.

El documento de Aparecida nos señala el proceso que debemos asumir todos: “Esta firme decisión misionera debe impregnar todas las estructuras eclesiales y todos los planes pastorales de diócesis, parroquias, comunidades religiosas, movimientos y de cualquier institución de la Iglesia. Ninguna comunidad debe excusarse de entrar decididamente, con todas sus fuerzas, en los procesos constantes de renovación misionera, y de abandonar las estructuras caducas que ya no favorezcan la transmisión de la fe.

La conversión personal despierta la capacidad de someterlo todo al servicio de la instauración del Reino de vida. Obispos, presbíteros, diáconos permanentes, consagrados y consagradas, laicos y laicas, estamos llamados a asumir una actitud de permanente conversión pastoral, que implica escuchar con atención y discernir “lo que el Espíritu está diciendo a las Iglesias” (Ap 2,29) a través de los signos de los tiempos en los que Dios se manifiesta.

La conversión pastoral de nuestras comunidades exige que se pase de una pastoral de mera conservación a una pastoral decididamente misionera. Así será posible que “el único programa del Evangelio siga introduciéndose en la historia de cada comunidad eclesial”209 (NMI 12) con nuevo ardor misionero, haciendo que la Iglesia se manifieste como una madre que sale al encuentro, una casa acogedora, una escuela permanente de comunión misionera”
(DA 365,366,370).

Al leer, reflexionar y rezar con estos textos de Aparecida sentimos que nuestro Papa Francisco en todo su ministerio Pontificio, de diversas maneras va desplegando aquello que el mismo presidió, cuando fue elegido casi por unanimidad por los obispos en Aparecida, para timonear el “documento”, que fue fruto de aquel acontecimiento.

En mayo de 2007 las reflexiones del documento de Aparecida fueron asumidas en nuestro primer “Sínodo Diocesano”, que realizamos durante ese mismo año. Desde entonces hemos tratado de intensificar nuestra condición como iglesia particular de Posadas, de ser más discípulos y misioneros. Una Iglesia Samaritana, que testimonie sobre todo en la caridad, aquello que confesamos y creemos. Sin dudas percibimos con alegría la presencia cercana del Espíritu Santo en este tiempo que estamos viviendo y que nos motiva en la esperanza.

¡Un saludo cercano y hasta el próximo domingo!

Mons. Juan Rubén Martínez, obispo de Posadas

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Domingo, 04 de octubre de 2015

Retornar al primer amor por Mons. Enrique Díaz Díaz. San Cristóbal de las Casas,02 de octubre de 2015 (ZENIT.org)

 XXVII Domingo Ordinario

Génesis 2, 18-24: “Serán los dos una sola carne”
Salmo 127: “Dichoso el que teme al Señor”
Hebreos 2, 8-11: “El santificador y los santificados tienen la misma condición”
San Marcos 10, 2-16: “Lo que Dios unió, no lo separe el hombre”

Apenas se daban a conocer en días pasados las indicaciones del Papa Francisco sobre la atención cuidadosa y rápida a quienes crean tener razones para que su matrimonio sea declarado nulo, pronto un gran número de personas han buscado la oportunidad de “divorciarse por la Iglesia” con esta nueva modalidad. Sin embargo eso no es lo que dijo el Papa. Sí nos pide una atención misericordiosa a quienes han sufrido el trauma de la separación matrimonial; sí nos insiste en que acojamos pastoralmente a quienes están lastimados por un fracaso y viven otra relación; sí pide se eviten trámites engorrosos y caros a quienes tienen razones válidas para la declaración de nulidad de sus matrimonios.

Pero nunca dijo el Papa que entremos en esta dinámica del “usar y tirar” que lastima, hiere y destruye a las personas. No propone el Papa divorcios eclesiásticos, sino esclarecimiento pronto y atento de aquellos matrimonios que de hecho son nulos. Gran preocupación manifiesta el Papa Francisco por la estabilidad, santidad y cuidado de la familia como lo expresó en el Encuentro de las Familias en Filadelfia: “Vamos a proteger la familia”.

Este domingo es una oportunidad muy valiosa para reflexionar sobre la situación de la pareja, sus diálogos, sus anhelos, sus dificultades y sus sueños. Comencemos con la pregunta de los fariseos que no espera una respuesta, sino que busca un motivo de acusación, quieren poner a prueba a Jesús, y qué mejor que hacerlo con una cuestión candente, tanto de aquel tiempo como de ahora: el divorcio. Se basaba en una prescripción de Deuteronomio (24, 1-4) que busca proteger a la mujer y garantizarle una cierta libertad pero que con el tiempo, en una sociedad machista, se había convertido en un arma para los hombres y se les concedía el divorcio con suma facilidad y denigraba a la mujer.

Las razones para despedirla eran ridículas: si la mujer dejaba quemar la comida, si el hombre había encontrado otra mujer más atractiva o bien razones aparentemente más fuertes como el caso del adulterio de la mujer o la incompatibilidad de caracteres. Hoy añadiríamos muchas razones más para los divorcios que se cocinan al vapor, en unos cuantos días, que dejan hombres y mujeres en angustiosa soledad y que provocan gran desconcierto en los hijos. Las discusiones se centran en si será mejor un ambiente de agresiones, de falta de respeto, de desinterés mutuo, o bien una separación que aunque dolorosa, a cada quien deja por su lado.

La respuesta de Jesús no pretende salvar el matrimonio recurriendo a tecnicismos legales o condenando a quienes se encuentran en tan difíciles situaciones. Jesús vuelve a proponer el matrimonio como se presentaba en la aurora de la creación. El proyecto divino respecto al matrimonio es un proyecto de amor, de vida, de armonía, de luz y de unidad. El encuentro del hombre y la mujer es el cara a cara de dos sujetos de igual dignidad, cada uno “insuficiente”, pero que se completa plenamente en el don de sí mismo, en la donación recíproca para la alegría del otro.

El amor que realiza a la persona es indisoluble pero no en la trampa de una obligación externa, sino en una especie de necesidad interna. Por desgracia, en lugar del grito gozoso de Adán: “Ésta sí es hueso de mis huesos y carne de mi carne”, como un canto inicial de apertura y encuentro, ahora le presentan a Jesús la exigencia de “una acta de divorcio”, como si esto pudiera sanar el corazón lastimado del ser que ya no se quiere. La poesía espontánea de los orígenes se apaga para dar lugar a las normas jurídicas; la gratuidad se transforma en cálculo y egoísmo.

En la primera lectura, el Génesis nos hacía la afirmación: “No es bueno que el hombre esté solo”, y nos presentaba a Dios preocupado por hacerle “una ayuda semejante a él”. Le había ofrecido las maravillas de su jardín y toda la grandiosidad del universo pero el hombre seguía solo y se descubría necesitado de alguien igual a él. El hombre en soledad y separación no puede gozar de la propia felicidad. Cuando Cristo da la respuesta a los fariseos pretende reencontrar la unidad y la armonía perdida, el hombre no debe separarse del proyecto divino. Jesús no presenta argumentos legales sino busca ponerlo en una perspectiva más profunda. No se trata de casuística, sino de razones del corazón:

“Por la dureza del corazón…”. La dureza del corazón es la que no permite abrirse a la pareja, la dureza del corazón es la que obliga al otro a acomodarse a nuestros caprichos, la dureza del corazón es la que lleva a hacer cálculos y ventajas personales. Y se pone el mismo Jesús como ejemplo (segunda lectura) y ofrece una solución a este problema: la Pasión de Cristo, que es el camino para llegar a la gloria, nos recuerda el precio de la fidelidad. Cuando hablamos de amor, al estilo cristiano, no podemos quitarnos de la mente la imagen del Crucificado que se ha entregado hasta el don total de Si mismo.

Me gusta mucho esta actitud de Jesús: más que acusar y condenar, busca retornar a los orígenes y al amor primero. Quizás no hemos puesto mucha atención en la preparación y cuidado del matrimonio. Muchas uniones se hacen al vapor, en la adolescencia, por obligación o como escape de otros problemas. Cuando se despierta del enamoramiento y se descubre la realidad de la otra persona, lejos de buscar el encuentro y la aceptación, se le desecha y abandona como trasto olvidado, sin mirar sus sentimientos y sin afrontar las consecuencias. Las razones se encuentran en la falta de preparación y en una muy débil decisión de unidad y fidelidad.

Se ha cuestionado mucho la misericordia que el Papa Francisco pide para las familias destrozadas, pero se nos olvida que él insiste primeramente en poner bases firmes al matrimonio. Retornar al primer amor y defenderlo con valentía, confianza y oración. Y para quien ha sufrido la dolorosa ruptura: comprensión y acompañamiento cercanos. Jesús tiene para ellos palabras de amor y nunca los deja solos. Esperemos que el ya muy próximo Sínodo sobre la familia nos dé nuevas luces y encontremos caminos para sostener a los que están vacilantes.

¿Cómo vivimos la unidad en la familia? ¿Hay diálogo en la pareja? ¿Estamos dispuestos al perdón? ¿Buscamos retornar al primer amor?

Padre Bueno, que has dejado la imagen de tu amor en la unión del hombre y la mujer, concédenos familias amorosas, fieles, alegres y misioneras. Amén.


Publicado por verdenaranja @ 19:05  | Espiritualidad
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Homilía del Card. Fernando Filoni, Prefecto de la Congregación para la Evangelización de los Pueblos, con ocasión de la Misa para la apertura del Año Académico del Pontificio Colegio Urbano, que ha presidido en la capilla del Colegio la tarde del 1 de octubre de 2015, fiesta de Santa Teresa de Lisieux. (Agencia Fides) 

 

Omelia del Prefetto della Congregazione per l’Evangelizzazione dei Popoli

Messa di inaugurazione dell’Anno formativo del Pontificio Collegio Urbano

(1° ottobre 2015)

 

Oggi è la Memoria Liturgica di Santa Teresa di Lisieux. Processionalmente abbiamo introdotto in questa nostra Cappella le sue vesti, che come dono furono concesse alle PP.OO.MM., di cui Ella fu sostenitrice.

Della nostra santa non si può dimenticare il valore e l’importanza della sua vocazione missionaria, benché religiosa di clausura: “Nel cuore della Chiesa, mia madre, io sarò l’amore”, aveva deciso. Sì, perché nel cuore può albeggiare l’odio, l’indifferenza, o il pregiudizio, e tanti sentimenti negativi, come ricorda Gesù (Mt 15, 15-20): “I sentimenti cattivi e le azioni malvage nascono dal cuore”. E se la Chiesa ha un cuore, pensava, questo cuore è fatto per amare. Così la giovane Teresa decise di essere, nel cuore della Chiesa, l’«amore»; nonostante le incomprensioni nel monastero e la meschinità, si impegnò per vincere la mediocrità, restituire la gioia e aprirlo alla missionarietà nel mondo, aspetto questo che permetterà al Papa Pio XI di proclamarla co-patrona delle Missioni.  Teresa aveva intuito che se l’amore fosse stato spento nel cuore della Chiesa, “gli apostoli non avrebbero più annunciato il Vangelo, i martiri non avrebbero più versato il loro sangue”, non ci sarebbero più state vocazioni, l’amore non sarebbe stato eterno, la Chiesa sarebbe diventata un’istituzione fredda e burocratica.

Mi pare assai significativo che la celebrazione di inaugurazione dell’anno formativo 2015-2016 abbia luogo in questa circostanza, ma anche alla vigilia del Sinodo Ordinario dei Vescovi sulla vocazione e la missione della famiglia nella Chiesa e nel mondo contemporaneo, a due settimane dalla canonizzazione dei genitori di S. Teresa di Lisieux, i Beati Louis e Zélie Martin, e quasi alla vigilia dell’Anno Giubilare della Misericordia, a cui si è voluto ispirare il motto annuale proposto dai Superiori di questo Pontificio Collegio, “Miserando atque eligendo: missionari della misericordia”, che riprende, al tempo stesso, il logo papale del Santo Padre.

Ciò indica che il nostro Collegio desidera mettersi in piena sintonia con la mente e il cuore di Papa Francesco, e nel cammino da Lui tracciato per la Chiesa universale. Sappiamo che la misericordia è sempre legata ad un errore compiuto, ad una situazione critica; senza errore non si può parlare di misericordia; l’errore, la situazione critica sono fatti profondamente antropologici, umani; l’errore è il nostro denominatore comune. Nessuno ne è esente. È proprio questa consapevolezza che ci dispone ad un’attitudine più aperta verso l’altro e ad un gesto di profondo amore, di misericordia. Anche se grande è l’errore, sempre più grande è il perdono.

L’amore e la misericordia furono anche le caratteristiche della spiritualità di un’altra Teresa, la religiosa di Calcutta, grande Missionaria della Carità (di cui ormai si intravede presto la sua canonizzazione) – una donna aperta profondamente all’altro, al più bisognoso. Ella diceva che la misericordia, l’amore, per essere veri devono iniziare con Dio nella preghiera, e aggiungeva: la gente, l’altro, ha bisogno di essere tenuto, “preso”: “ecco perché noi prendiamo la mano di Gesù”, anzi ci si deve lasciare prendere la mano da Lui, cioè Cristo, che ebbe il primato nella sua vita e niente e nessuno poteva separarla da Gesù.

Isaia, nella prima Lettura, parla di “bimbi che saranno portati per mano, o in braccio e sulle ginocchia saranno accarezzati”. Ecco, biblicamente parlando che cos’è la misericordia di Dio: è essere tenuti per mano e accarezzati, come una madre che consola un figlio; è la stessa mano che incoraggia chi ha sbagliato. E nel Vangelo, Gesù rivela la Sua misericordia nell’accoglienza ai piccoli, in cui si identifica: “chi accoglie uno di questi piccoli, accoglie me”.

In questo ampio contesto, oggi desidero dare il bentornato agli alunni che riprendono il proprio iter formativo dopo il periodo estivo; il benvenuto ai 35 nuovi alunni e al nuovo Padre Spirituale, P. José Sebastian. Desidero rinnovare la mia stima e della nostra Congregazione al Rettore, Mons. Vincenzo Viva, ai Vice Rettori (Don Gioacchino, Don Agostino, Don Beny, Don Cirillo, Don Alessandro), a Don Daniel Farruja, Direttore Spirituale, e ai Direttori Spirituali aggiunti (Don Joseph Sebastian, William Muller, Peter Paul, Don Victor), e a Mons. Remigio Bellizio.

Un grazie vivissimo va al Rettore Magnifico e ai Professori dell’Università Urbaniana che hanno a cuore la vostra formazione intellettuale, nonché alle Suore e a tutto il personale ausiliario, per il quotidiano servizio reso alla Comunità del Collegio.

Voi, cari alunni, rappresentate le speranze delle vostre Chiese e, in qualche modo, qui siete l’esempio di quella universalità che è una delle caratteristiche della Chiesa: la cattolicità. I vostri Vescovi vi hanno affidati a noi, ritenendo che la vicinanza al Santo Padre, la vostra permanenza nel centro della Cristianità, Roma, e la convivenza multiculturale e internazionale tra alunni di questo Collegio, potessero essere uno straordinario dono per la vostra formazione verso il sacerdozio e per il futuro servizio nelle vostre Diocesi.

Vorrei ora richiamare un’attitudine su come stare in questo Collegio: siete chiamati a vivere la gioia del Vangelo, di cui parla il Papa Francesco nella Sua Esortazione Apostolica Evangelii Gaudium, non solo come esperienza personale e comunitaria, ma anche di prospettiva, visto che il Santo Padre chiaramente ne parla quando tratta della sua visione e del cammino che vorrebbe per tutta la Chiesa nei prossimi anni. Una Chiesa che ha la gioia di essere Chiesa; una gioia che si rinnova quotidianamente, si comunica senza mai potersi esaurire, e che ha tre dinamiche:

  1. La gioia dell’incontro personale con Cristo, o almeno - dice il Papa - di lasciarsi incontrare da Lui, di cercarlo ogni giorno senza sosta.

  2. La gioia che ci viene dalla salvezza annunciata alla nostra vita.

  3. La gioia nel servizio missionario della carità (di cui è stata maestra incontrastata Madre Teresa di Calcutta).

Come conseguenza di queste dinamiche, dice il Papa, “sogno” per la Chiesa (e, quindi, per noi) una scelta di vita capace di trasformare ogni cosa (EG n. 27), audace e creativa (n. 33), incarnata nei limiti umani (n. 40), con cuore missionario aperto ai deboli e ai poveri (n. 44), in uscita, con le porte aperte (n.46), casa per gli esclusi (n. 53), evangelizzatrice della cultura (n. 69), dell’ambiente, delle città e delle periferie (n. 74).

Infine, il Papa mette in guardia contro tre furti: “non lasciamoci rubare l’entusiasmo missionario” (n. 78), “non lasciamoci rubare il Vangelo!” (n. 97), “non lasciamoci rubare la forza missionaria! (n. 109).

Con queste raccomandazioni, vi auguro un proficuo anno formativo.


Publicado por verdenaranja @ 18:54  | Hablan los obispos
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S?bado, 03 de octubre de 2015
Carta pastoral del arzobispo de Madrid, Mons. Carlos Osoro Sierra. 'Santa Teresa nos invita a vivir la vida delante de la persona de Jesucristo y ofrece a los demás la persona del Señor'. Madrid,30 de septiembre de 2015 (ZENIT.org)

¡Qué maravilloso es poder contemplar una vida totalmente regalada a Dios para poner a todos los hombres en sus manos! Esta fue la vida y la obra de santa Teresa de Jesús. Cuando estamos celebrando el V Centenario de su nacimiento es una gracia poder hacer esta memoria de la carmelita descalza, que sigue estando de actualidad porque, entre otras cosas, nos recuerda aquellas palabras de Jesús: «por ellos». Este es un tiempo memorable para todos los monasterios de Carmelitas Descalzas y para todos los hombres. Pues la presencia del Carmelo nos ayuda a descubrir que el Señor quiso que hubiera en la Iglesia personas consagradas a contemplarlo, que ofreciesen su vida por los hombres, que pidiesen por todas aquellas situaciones que vivimos los humanos en las que no construimos la cultura del encuentro. ¡Qué tarea más hermosa! ¡Qué profesión más excepcional! Sí, profesión, lo digo con toda intención, pues dejan la vida enteramente al Señor para vivir en Él y desde Él y para Él y así realizar y acercar ese gran servicio a esta humanidad: el de recordarnos que Dios está en el centro, que el Señor de la Historia y de la vida es Jesucristo. Avivan la memoria de una mujer tan excepcional como santa Teresa de Jesús, quien quiso hacer la ofrenda de su vida unida a la de Cristo para que todos los hombres tengan auténtico porvenir, que es el que se alcanza en presencia de Dios. Santa Teresa recibió un carisma que durante muchos siglos han venido siguiendo e interpretando todos los carmelos del mundo.

El Evangelio nos habla con mucha claridad de una realidad evidente en nosotros: pasamos el tiempo preocupados por cosas sin importancia. Y sin embargo, santa Teresa quiere hacernos ver que hay que vivir por lo que importa. Nos da a conocer con su vida y sus escritos que, donde se juega todo, es en quien es Señor de todo, a quien damos nuestro corazón. Por eso quiero deciros en este V Centenario a todas las carmelitas: ¡qué importante y qué dimensiones adquiere y tiene vuestra vida hijas de Teresa! ¡Qué importante es que vosotras tengáis la valentía de decir con vuestra presencia en el monasterio, con vuestro modo de vivir, con vuestra manera de actuar, con la dedicación que tenéis al Señor y a todos los hombres, esas palabras que nos dirige el Señor, «Y no temáis a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma; temed más bien a Aquel que puede llevar a la perdición alma y cuerpo en la gehenna. [...] todo aquel que se declare por mí ante los hombres, yo también me declararé por él ante mi Padre que está en los cielos» (cfr. Mt 10, 28-33). Muchas veces, entretenidos en cuestiones secundarias, nos ocupamos de qué hacen los demás y nos desocupamos de lo que nos está pidiendo el Señor que hagamos. Gracias hermanas, porque vosotras habéis decidido ocuparos no de vosotras mismas, sino de los demás. Y el mejor modo de ocuparse de los otros, es ponerlos a buen recaudo, es decir, en manos de Dios.

Desde la vida y los escritos de santa Teresa de Jesús, quiero hacer estas afirmaciones con el deseo de que se conviertan en meditaciones para vosotros:

1. Santa Teresa nos descubre la fuerza que tiene la vida, cuando se realiza desde lo que yo llamo cristianismo en explicitud. ¿Qué quiero decir? Que se vive la adhesión a Jesucristo, como acción y pasión total de la vida. Santa Teresa lo hizo con total testimonio: ordena a esta tarea todas vuestras potencias y subordina todas las necesidades de la vida a este menester, aunque sean necesidades legítimas.

2. Hay muchas melodías en este mundo con las que los hombres quieren acompañar su ser, hacer y quehacer en esta vida. Junto a todas las melodías, santa Teresa supo mantener una de fondo: Jesucristo, que tiene que ser soporte de toda la vida y de todas las cosas que nos acontecen y centro de atracción de todas las exploraciones y caminos que hagamos los hombres.

3. Santa Teresa nos invita a vivir la vida delante de la persona de Jesucristo y ofrece a los demás la persona del Señor en la que realmente se conjugan la suprema autonomía y libertad y la suprema apertura y comunicación. No hay posibilidad de descubrir lo que es la libertad verdadera más que junto a quien nos descubrió y entregó la suprema libertad. No hay posibilidad de abrirse a los demás y de prestar ayuda a todos más que aprendiendo de quien se abrió a todos y lo dio todo.

4. ¡Qué fuerza tiene para construir esta historia la vida y la obra de santa Teresa de Jesús! No es fácil encontrar personas que tengan la osadía de ofrecer a Jesucristo todo lo que son, pero bendita osadía cuando las encontramos. Santa Teresa es una de ellas, es así; en medio de un mundo que se conforma según las medidas que los hombres entregamos y hacemos a nuestro gusto y según nuestro parecer, la Santa es una provocación de amor. De ese amor de Dios fiel que no pone condiciones a nadie. Ofrece a Cristo toda su receptividad y capacidad para ser plenitud de Dios. Tuvo la osadía de nuestra Madre la Virgen María que dijo a Dios con todas las consecuencias: «hágase en mi según tu Palabra».

5. En nuestro mundo, donde en muchas ocasiones los criterios desde los que nos movemos son la máxima eficacia, la rentabilidad y la producción, ¿qué seremos capaces de pensar y decir sus habitantes de santa Teresa y de quienes han sido sus seguidoras, que dedican el tiempo a contemplar a Jesucristo en el trabajo diario para sustentarse, en la oración comunitaria, y teniendo como centro y culmen de todo el sacramento de la Eucaristía? Santa Teresa y sus hijas estáis haciendo una gran revolución. Pues no os conformáis a este mundo que hace hombres productores y consumidores. Vosotras queréis aportar al mundo oxígeno, luz, fuerza interior, razones para vivir, sentido de la vida y esperanza. Queréis entregar a este mundo lo que le falta, que es alma. Invitáis a que los hombres hagamos una humanidad humana, con la humanidad verdadera, que es la que Dios haciéndose hombre nos entregó y que nosotros descubrimos en la contemplación de Cristo y vivimos en la comunión con Él.

6. Un día oyó santa Teresa estas palabras: «déjalo todo, ven y sígueme». Se sintió escogida, amada e invitada a ser amiga del Señor. Así comenzó una relación personal con Él. Puso la confianza en el Señor y su deseo fue que todos los hombres la pusieran en Él. Fiémonos de Él.

7. Sabemos muy bien que las preguntas fundamentales de la humanidad siempre giran en torno al amor y al odio, a la culpabilidad y el perdón, a la paz y a la guerra, a la verdad y a la mentira, al sentido de la vida y de la muerte, a la fe en Dios. Santa Teresa, sabe muy bien que quien conduce a la vida plena es Jesucristo y ella quiso acercar y entregar esta Belleza a los hombres. En la Eucaristía nos encontramos con la Belleza y en ella, modelamos la vida.

Con gran afecto, os bendice:

+Carlos, Arzobispo de Madrid


Publicado por verdenaranja @ 21:50  | Hablan los obispos
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Catequesis del Santo Padre en la audiencia del miércoles 30 de septiembre de 2015 (ZENIT.org).


Queridos hermanos y hermanas, buenos días.

En los días pasados, he realizado el viaje apostólico a Cuba y Estados Unidos de América. Esto nació de la voluntad de participar en el 8ª Encuentro Mundial de las Familias, programado desde hacía tiempo en Filadelfia. Este “núcleo originario” se ha alargado a una visitada a Estados Unidos de América y a la sede central de las Naciones Unidas, y después también a Cuba, que se ha convertido en la primera etapa del itinerario.

Expreso nuevamente mi reconocimiento al presidente Castro, al presidente Obama y al secretario general Ban Ki-moon para la acogida que me han reservado.

Doy las gracias de corazón a los hermanos obispos y a todos los colaboradores por el gran trabajo realizado y por el amor a la Iglesia que lo ha animado.

Misionero de la Misericordia”: así me he presentado en Cuba, una tierra rica de belleza natural, de cultura y de fe. La misericordia de Dios es más grande que cualquier herida, de cualquier conflicto, de cualquier ideología; y con esta mirada de misericordia he podido abrazar a todo el pueblo cubano, en la patria y fuera, más allá de cualquier división. Símbolo de esta unidad profunda del alma cubana es la Virgen de la Caridad del Cobre, que precisamente hace cien años fue proclamada Patrona de Cuba. He ido como peregrino al Santuario de esta Madre de esperanza, Madre que guía en el camino de justicia, paz, libertad y reconciliación.

He podido compartir con el pueblo cubano la esperanza del cumplimiento de la profecía de san Juan Pablo II: que Cuba se abra al mundo y el mundo se abra a Cuba. No más cierres, no más explotación de la libertad, sino libertad en la dignidad. Este es el camino que hace vibrar el corazón de tantos jóvenes cubanos: no un camino de evasión, de ganancias fáciles, si no de responsabilidad, de servicio al prójimo, de cuidado de la fragilidad. Un camino que trae fuerza de las raíces cristianas de ese pueblo, que ha sufrido tanto. Un camino en el cual he animado de forma particular a los sacerdotes y a todos los consagrados, los estudiantes y las familias. El Espíritu Santo, con la intercesión de María Santísima, haga crecer las semillas que hemos sembrado.

De Cuba a Estados Unidos de América: ha sido un paso emblemático, un puente que gracias a Dios se está reconstruyendo. Dios quiere siempre construir puentes; ¡somos  nosotros los que construimos muros! ¡Los muros caen siempre!

Y en Estados Unidos he realizado tres etapas: Washington, Nueva York y Filadelfia.

En Washington me he reunido con las autoridades políticas, la gente común, los obispos, los sacerdotes y los consagrados, los más pobres y marginados. He recordado que la riqueza más grande de ese país y de su gente está en el patrimonio espiritual y ético. Y así he querido animar a llevar adelante la construcción social en la fidelidad a su principio fundamental, es decir,  que todos los hombres son creados de por Dios iguales y dotados de inalienables derechos, como la vida, la libertad y la persecución de la felicidad. Estos valores, compartidos por todos, encuentran en el Evangelio su pleno cumplimiento, como ha destacado bien la canonización del padre Junípero Serra, franciscano, gran evangelizador de California. San Junípero muestra el camino de la alegría: ir y compartir con los otros el amor de Cristo. Este es el camino del cristiano, pero también de cualquier hombre ha conocido el amor: no quedárselo para uno mismo  y no compartirlo con los otros. Sobre esta base religiosa y moral han nacido y crecido los Estados Unidos de América, y sobre esta base estos pueden continuar y ser tierra de libertad y de acogida y cooperar a un mundo más justo y fraterno.

En Nueva York he podido visitar la Sede central de la ONU y saludar al personal que allí trabaja. Tuve encuentro con el secretario general y los presidentes de las últimas asambleas generales y del consejo de seguridad. Hablando a los representantes de las Naciones, en la huella de mis predecesores, he renovado el ánimo de la Iglesia católica  y a esa institución y a su rol en la promoción del desarrollo y de la paz, reclamando en particular la necesidad del compromiso concorde y eficaz para el cuidado de la creación. He reiterado también el llamamiento a detener y prevenir las violencias contra las minorías étnicas y religiosas y contra la población civil.

Por la paz y la fraternidad hemos rezado antes el Memorial de la Zona Cero, junto con los representantes de las religiones, los parientes de los caídos y el pueblo de Nueva York, tan rico de variedades culturales. Y por la paz y la justicia he celebrado la eucaristía en el Madison Square Garden.

Tanto en Washington como en Nueva York he podido encontrar algunas realidades caritativas y educativas, emblemáticas del enorme servicio que las comunidades católicas --sacerdotes, religiosas, religiosos, laicos-- ofrecen en estos campos.

El culmen del viaje ha sido el Encuentro de las Familias en Filadelfia, donde el horizonte se ha agrandado a todo el mundo, a través del “prisma”, por así decir, de la familia. La familia, es decir la alianza fecunda entre el hombre y la mujer, es la respuesta al gran desafío de nuestro mundo, que es un desafío de nuestro mundo, que es un desafío doble: la fragmentación y la masificación, dos extremos que conviven y se apoyan el uno al otro, y juntos sostienen el modelo económico consumista. La familia es la respuesta porque es la célula de una sociedad que equilibra la dimensión personal y la comunitaria, y que al mismo tiempo puede ser el modelo de una gestión sostenible de los bienes y de los recursos de la creación. La familia es el sujeto protagonista de una ecología integral, porque es el sujeto social primario, que contiene a dentro de sí los dos principios-base de la civilización humana en la tierra: el principio de comunión y el principio de fecundidad. El humanismo bíblico nos presenta este icono: la pareja humana, unida y fecunda, puesta por Dios en el jardín del mundo, para cultivarlo y custodiarlo.

Deseo dirigir un fraterno y caluroso agradecimiento a monseñor Chaput, arzobispo de Filadelfia, por su compromiso, su piedad, su entusiasmo y su gran amor a la familia en la organización de este evento.

Mirando bien, no es casualidad sino providencial que el mensaje, es más, el testimonio del Encuentro Mundial de las Familias haya tenido lugar en este momento de Estados Unidos de América, es decir, en el país que en el siglo pasado ha alcanzado el máximo desarrollo económico y tecnológico sin renegar sus raíces religiosas. Ahora estas raíces piden volver a partir de la familia para repensar y cambiar el modelo de desarrollo, para el bien de toda la familia humana. Gracias.


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 Reflexión de José Antonio Pagola a l evangelio del domingo veintisiete del Tiepo Ordinario B

ACOGER A LOS PEQUEÑOS 

 

El episodio parece insignificante. Sin embargo, encierra un trasfondo de gran importancia para los seguidores de Jesús. Según el relato de Marcos, algunos tratan de acercar a Jesús a unos niños y niñas que corretean por allí. Lo único que buscan es que aquel hombre de Dios los pueda tocar para comunicarles algo de su fuerza y de su vida. Al parecer, era una creencia popular.

Los discípulos se molestan y tratan de impedirlo. Pretenden levantar un cerco en torno a Jesús. Se atribuyen el poder de decidir quiénes pueden llegar hasta Jesús y quiénes no. Se interponen entre él y los más pequeños, frágiles y necesitados de aquella sociedad. En vez de facilitar su acceso a Jesús, lo obstaculizan.

Se han olvidado ya del gesto de Jesús que, unos días antes, ha puesto en el centro del grupo a un niño para que aprendan bien que son los pequeños los que han de ser el centro de atención y cuidado de sus discípulos. Se han olvidado de cómo lo ha abrazado delante de todos, invitándoles a acogerlos en su nombre y con su mismo cariño.

Jesús se indigna. Aquel comportamiento de sus discípulos es intolerable. Enfadado, les da dos órdenes: «Dejad que los niños se acerquen a mí. No se lo impidáis». ¿Quién les ha enseñado a actuar de una manera tan contraria a su Espíritu? Son, precisamente, los pequeños, débiles e indefensos, los primeros que han de tener abierto el acceso a Jesús.

La razón es muy profunda pues obedece a los designios del Padre: «De los que son como ellos es el reino de Dios». En el reino de Dios y en el grupo de Jesús, los que molestan no son los pequeños, sino los grandes y poderosos, los que quieren dominar y ser los primeros.

El centro de su comunidad no ha de estar ocupado por personas fuertes y poderosas que se imponen a los demás desde arriba. En su comunidad se necesitan hombres y mujeres que buscan el último lugar para acoger, servir, abrazar y bendecir a los más débiles y necesitados.

El reino de Dios no se difunde desde la imposición de los grandes sino desde la acogida y defensa a los pequeños. Donde estos se convierten en el centro de atención y cuidado, ahí está llegando el reino de Dios, la sociedad humana que quiere el Padre.

José Antonio Pagola

 


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Viernes, 02 de octubre de 2015

Reflexión a las lecturas del domingo veintisiete del Tiempo Ordinario B ofrecida por el sacerdote Don Juan Manuel Pérez Piñero bajo el epígrafe  "ECOS DEL DÍA DEL SEÑOR"

Domingo 27º del T. Ordinario B

 

La cuestión del divorcio no es nueva. En el país de Jesús también se discutía sobre eso. Y también había una especie de “ley de divorcio”. Es lo que contemplamos en el Evangelio de este domingo: Unos fariseos, con mala intención, van a pedirle al Señor su opinión sobre este tema: “¿Le es lícito a un hombre divorciarse de su mujer?”

La respuesta del Señor es admirable. Va a la raíz de la cuestión planteada: El matrimonio no es un invento humano, que se deja a la libre voluntad de cada uno. Dios es el Creador del matrimonio y lo dotó de propiedades y normas propias, de acuerdo con su  naturaleza. ¿Y quién entiende más de una cosa que el que la hizo? Cuando manejamos, por ejemplo, un electrodoméstico cualquiera,  tenemos que adaptarnos a las normas del que lo proyectó, porque, de lo contrario, se quema o se estropea. Igual sucede con el matrimonio.

Y además, si se unen el hombre y la mujer para formar “una sola carne” ¿quién los podrá separar? Por eso, cuando en la casa los discípulos vuelven a preguntarle sobre lo mismo, Jesucristo les dice que el que se divorcia comete  adulterio, tanto si lo hace el hombre como la mujer.

¡Así es el matrimonio cuando sale de las manos de Dios!  ¡Y la Liturgia de hoy nos aproxima a esa realidad maravillosa!

A pesar de todo, modernamente las leyes civiles han introducido el divorcio como la solución a la problemática de la pareja que no marcha bien. ¡Cuántas reflexiones podríamos hacer sobre ello! Pero más que discutir de normas y leyes, el cristiano busca en la Palabra de Dios y en la Doctrina de la Iglesia, la verdadera respuesta. Y es ésta: “La Iglesia, acogiendo y meditando fielmente la Palabra de Dios, ha enseñado solemnemente y enseña que el matrimonio de los bautizados es uno de los siete sacramentos de la Nueva Alianza” (Fam. C., 13). Es decir, signo e instrumento eficaz de la acción de Dios en los esposos. Y esta es la Buena Noticia que la Iglesia, de Oriente a Occidente anuncia cada día en el mundo.

Pero los sacramentos, para ser provechosos, necesitan una adecuada preparación, celebración y vivencia.

Y continúa el Evangelio hablando de la acogida que hace Jesucristo a los niños que le acercaban para que los tocara… Y decía: “De los que son como ellos es el Reino de Dios…” Y también: “Os aseguro que el que no acepte el Reino de Dios como un niño, no entrará en él”.

Me parece que, para comprender mejor las enseñanzas de Cristo sobre el  matrimonio, necesitaríamos   volver a ser niños y abrir nuestros ojos, nuestros oídos y nuestro corazón a su Palabra.

Cuántas gracias hemos de darle al Señor por el don del matrimonio y porque hace posible que tantos matrimonios vivan felices. Pero, en una ocasión como ésta, no podemos olvidar que son también muchos los que, a pesar de todo, no han conseguido el bienestar que soñaron siempre. La Iglesia, a la que llamó el Beato Juan XXIII “Madre y Maestra”, al exponer su doctrina, no mira con dureza e insensibilidad a los que han tenido que optar por otro camino (Fam. C. 84).

Termino haciendo alusión al salmo 127 que usamos hoy de salmo responsorial y que canta el bienestar familiar del que teme al Señor y sigue sus caminos: “Que el Señor nos bendiga todos los días de nuestra vida”.

¡FELIZ DÍA DEL SEÑOR!

    


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DOMINGO 27º DEL T. ORDINARIO B   

MONICIONES 

PRIMERA LECTURA

         Con el estilo característico de los primeros capítulos del Génesis, la Palabra de Dios nos enseña, en la primera lectura, que Dios creó al hombre y a la mujer para que formasen, en el matrimonio, una unión tan íntima y tan grande que nadie la pueda romper. 

SALMO

La vida en familia, los hijos y el trabajo son bendición de Dios. Con el salmista pidamos al Señor que nos bendiga todos los días de nuestra vida. 

SEGUNDA LECTURA

         Desde hoy hasta el final de año litúrgico, leeremos, como segunda lectura, fragmentos de la Carta a los Hebreos. Es la exposición más bella y profunda sobre Jesucristo de todo el Nuevo Testamento. Escuchemos con atención la lectura de este día. 

TERCERA LECTURA

La  pregunta que los fariseos, con mala intención, le hacen a Jesús, le da pie para exponer la verdadera doctrina sobre la estabilidad del matrimonio cristiano.

Pero antes de escuchar el Evangelio, cantemos de pie, el aleluya. 

COMUNIÓN

         En la Comunión experimentamos la grandeza del amor de Dios para con nosotros, y le pedimos que todos los esposos cristianos sepan amarse mutuamente como Él nos ama. 

 


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Comentario a la liturgia dominical por el P. Antonio Rivero, L.C. Doctor en Teología Espiritual, profesor y director espiritual en el seminario diocesano Maria Mater Ecclesiae de são Paulo (Brasil). Brasil,29 de septiembre de 2015 (ZENIT.org)

Domingo 27 del Tiempo Ordinario - Ciclo B

Textos: Gn 2, 18-24; Heb 2, 9-11; Mc 10, 2-16

Idea principal: La naturaleza religiosadelmatrimonio.

Síntesis del mensaje: Hoy el mensaje litúrgico podría resumirse así: la naturaleza religiosa del matrimonio. No es sólo una institución natural. Desde el inicio está marcada por la mano de Dios. La creación del hombre y la creación del matrimonio son simultáneas; tienen la misma fuente: el Dios de Vida; y la misma meta: comunicar vida. Si Dios es la fuente de toda vida, el matrimonio, también al dar vida a nuevos hijos, tiene que ver con Dios; tiene una naturaleza religiosa. El divorcio, por tanto, nunca entró en los planos de Dios. Este mensaje dominical viene muy bien a unos días de celebrarse en Roma el sínodo ordinario de la familia.

Puntos de la idea principal:

En primer lugar, el matrimonio no es sólo una institución sociológica, o algo privado entre el hombre y la mujer. El matrimonio es compartir el poder de Dios de comunicar vida a otros; por lo tanto tiene una naturaleza religiosa. De ahí que Cristo en el evangelio defienda esta característica del matrimonio, prohibiendo el divorcio que nunca entró en los planos de Dios. La fidelidad es una cualidad bien conocida en el matrimonio cristiano y, ciertamente, en cualquier matrimonio realmente humano. Hay muchas razones para mantener el principio de inseparabilidad en el matrimonio. Dos razones apunto. Primera, está en la naturaleza del amor el ser fiel y verdadero el uno al otro, y permanentemente. El hombre y la mujer son los únicos seres en la tierra que pueden comprometerse para siempre. En esto también son imagen de Dios. Y segunda: la fidelidad permanente en el matrimonio es la única respuesta para mantener su estabilidad como institución, tan esencial para la formación de los hijos. Por eso, no sólo la enseñanza de Jesús, sino la experiencia humana confirma los valores religiosos del matrimonio. Es por eso que el matrimonio es un sacramento, fuente de gracia divina.

En segundo lugar, ¿por qué entonces muchos matrimonios no viven esta dimensión religiosa en sus vidas? Muchos matrimonios andan hoy que no pueden con su alma. Han perdido, si es que lo tuvieron, o han olvidado, si es que lo vivieron, el espíritu de sacrificio, elemental e indispensable para aguantar mecha los influjos de la sociedad, los roces de la convivencia y las crisis de la vida. La crisis de la primavera matrimonial: la crisis de la desilusión, que aparece en el segundo o tercer año de matrimonio; se creía que todo sería color de rosa. No se había experimentado la convivencia diaria, los roces diarios, los defectos diarios. En el noviazgo sólo se ven las rosas; nunca las espinas. La crisis del verano matrimonial: la crisis del silencio. Si el marido y mujer, en vez de avanzar uno en dirección al otro, superando las decepciones inevitables que surgen en el transcurso de los primeros años, se atrincheran en el silencio y en el conformismo, entran, más o menos en esta época, en una etapa decisiva. Si el demonio mudo se apodera de ellos, conjugando sus esfuerzos con los estragos del tiempo, caen ambos en una especie de letargo. La crisis del otoño matrimonial: la de la indiferencia.Ha pasado el tiempo y ha paralizado el amor, e incluso lo ha matado. La crisis del invierno matrimonial: la pérdida. Se pierde el pelo, la buena presencia, la salud, la memoria, el dinero, los aplausos de ayer. Se pierden los seres queridos, a quien tanto amábamos. Vamos a la tumba. Y esto es doloroso y sangrante.

Finalmente, tiene que quedar claro hoy lo siguiente: el matrimonio, todo matrimonio, es el derecho natural del hombre y de la mujer a casarse; derecho natural que, por ser Dios el fundador, es de derecho divino y tiene naturaleza religiosa. Derecho divino en que, por ser de Dios, Dios manda, dispone y gobierna. O lo que es maravilloso: el matrimonio es uno, fiel, irrompible, irrepetible, inseparable, vitalicio…como el amor, como la vida, como Dios. Los cristianos, por ser portadores de la fe, de la gracia y del Espíritu, automáticamente elevan el matrimonio civil a sacramento. Ni siquiera los casados por lo civil tampoco pueden divorciarse. Si se casaron porque su conciencia les dio el visto bueno, sin impedimento dirimente alguno que obstaculizase la validez del matrimonio, si su voluntad fue casarse de una vez por todas y para siempre…no hay divorcio que valga.

Para reflexionar: ¿Viven todo esto nuestros matrimonios de hoy? ¿Por qué algunos matrimonios optan por el divorcio? ¿Qué hacer ante las crisis que vendrán para madurar los matrimonios?

Para rezar:
Señor, Padre santo,
Dios omnipotente y eterno,
te damos gracias y bendecimos
tu santo Nombre: tú has creado
al hombre y a la mujer
para que el uno sea para del otro
ayuda y apoyo. Acuérdate hoy de nosotros. Protégenos y concédenos
que nuestro amor sea entrega
y don, a imagen de Cristo y de la Iglesia.
Ilumínanos y fortalécenos en la tarea
de la formación de nuestros hijos,
para que sean auténticos cristianos
y constructores esforzados de la
ciudad terrena. Haz que vivamos
juntos toda nuestra vida, en alegría y paz,
para que nuestros corazones
puedan elevar siempre hacia ti,
por medio de tu Hijo en el Espíritu Santo,
la alabanza y la acción de gracias. Amén.

 

Cualquier sugerencia o duda pueden comunicarse con el padre Antonio a este email: [email protected] 


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Mensaje del Santo Padre para la XXXI Jornada Mundial de la Juventud que se celebra en Cracovia (Polonia) del 26 al 31 de julio de 2016, que ha dado a conocer hoy la Oficina de Prensa de la Santa Sede. El Santo Padre invita a los jóvenes que como preparación a la JMJ elijan una obra de misericordia corporal y una espiritual para practicarla cada mes. Ciudad del Vaticano,28 de septiembre de 2015 (ZENIT.org)

«Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia» (Mt 5,7)

"Queridos jóvenes:
Hemos llegado ya a la última etapa de nuestra peregrinación a Cracovia, donde el próximo año,

en el mes de julio, celebraremos juntos la XXXI Jornada Mundial de la Juventud. En nuestro largo y arduo camino nos guían las palabras de Jesús recogidas en el “sermón de la montaña”. Hemos iniciado este recorrido en 2014, meditando juntos sobre la primera de las Bienaventuranzas: «Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos» (Mt 5,3). Para el año 2015 el tema fue «Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios» (Mt 5,8). En el año que tenemos por delante nos queremos dejar inspirar por las palabras: «Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia» (Mt 5,7).

1. El Jubileo de la Misericordia
Con este tema la JMJ de Cracovia 2016 se inserta en el Año Santo de la Misericordia, convirtiéndose en un verdadero Jubileo de los Jóvenes a nivel mundial. No es la primera vez que un encuentro internacional de los jóvenes coincide con un Año jubilar. De hecho, fue durante el Año Santo de la Redención (1983/1984) que San Juan Pablo II convocó por primera vez a los jóvenes de todo el mundo para el Domingo de Ramos. Después fue durante el Gran Jubileo del Año 2000 en que más de dos millones de jóvenes de unos 165 países se reunieron en Roma para la XV Jornada Mundial de la Juventud. Como sucedió en estos dos casos precedentes, estoy seguro de que el Jubileo de los Jóvenes en Cracovia será uno de los momentos fuertes de este Año Santo.

Quizás alguno de ustedes se preguntará: ¿Qué es este Año jubilar que se celebra en la Iglesia? El texto bíblico del Levítico 25 nos ayuda a comprender lo que significa un “jubileo” para el pueblo de Israel: Cada cincuenta años los hebreos oían el son de la trompeta (jobel) que les convocaba (jobil) para celebrar un año santo, como tiempo de reconciliación (jobal) para todos. En este tiempo se debía recuperar una buena relación con Dios, con el prójimo y con lo creado, basada en la gratuidad. Por ello se promovía, entre otras cosas, la condonación de las deudas, una ayuda particular para quien se empobreció, la mejora de las relaciones entre las personas y la liberación de los esclavos.

Jesucristo vino para anunciar y llevar a cabo el tiempo perenne de la gracia del Señor, llevando a los pobres la buena noticia, la liberación a los cautivos, la vista a los ciegos y la libertad a los oprimidos (cfr. Lc 4,18-19). En Él, especialmente en su Misterio Pascual, se cumple plenamente el sentido más profundo del jubileo. Cuando la Iglesia convoca un jubileo en el nombre de Cristo, estamos todos invitados a vivir un extraordinario tiempo de gracia. La Iglesia misma está llamada a ofrecer abundantemente signos de la presencia y cercanía de Dios, a despertar en los corazones la capacidad de fijarse en lo esencial. En particular, este Año Santo de la Misericordia «es el tiempo para que la Iglesia redescubra el sentido de la misión que el Señor le ha confiado el día de Pascua: ser signo e instrumento de la misericordia del Padre» (Homilía en las Primeras Vísperas del Domingo de la Divina Misericordia, 11 de abril de 2015).

2. Misericordiosos como el Padre
El lema de este Jubileo extraordinario es: «Misericordiosos como el Padre» (cfr. Misericordiae Vultus, 13), y con ello se entona el tema de la próxima JMJ. Intentemos por ello comprender mejor lo que significa la misericordia divina.

El Antiguo Testamento, para hablar de la misericordia, usa varios términos; los más significativos son los de hesed y rahamim. El primero, aplicado a Dios, expresa su incansable fidelidad a la Alianza con su pueblo, que Él ama y perdona eternamente. El segundo, rahamim, se puede traducir como “entrañas”, que nos recuerda en modo particular el seno materno y nos hace comprender el amor de Dios por su pueblo, como es el de una madre por su hijo. Así nos lo presenta el profeta Isaías: «¿Se olvida una madre de su criatura, no se compadece del hijo de sus entrañas? ¡Pero aunque ella se olvide, yo no te olvidaré!» (Is 49,15). Un amor de este tipo implica hacer espacio al otro dentro de uno, sentir, sufrir y alegrarse con el prójimo.

En el concepto bíblico de misericordia está incluido lo concreto de un amor que es fiel, gratuito y sabe perdonar. En Oseas tenemos un hermoso ejemplo del amor de Dios, comparado con el de un padre hacia su hijo: «Cuando Israel era niño, yo lo amé, y de Egipto llamé a mi hijo. Pero cuanto más los llamaba, más se alejaban de mí; [...] ¡Y yo había enseñado a caminar a Efraím, lo tomaba por los brazos! Pero ellos no reconocieron que yo los cuidaba. Yo los atraía con lazos humanos, con ataduras de amor; era para ellos como los que alzan a una criatura contra sus mejillas, me inclinaba hacia él y le daba de comer» (Os 11,1-4). A pesar de la actitud errada del hijo, que bien merecería un castigo, el amor del padre es fiel y perdona siempre a un hijo arrepentido. Como vemos, en la misericordia siempre está incluido el perdón; ella «no es una idea abstracta, sino una realidad concreta con la cual Él revela su amor, que es como el de un padre o una madre que se conmueven en lo más profundo de sus entrañas por el propio hijo. [...] Proviene desde lo más íntimo como un sentimiento profundo, natural, hecho de ternura y compasión, de indulgencia y de perdón» (Misericordiae Vultus, 6).

El Nuevo Testamento nos habla de la divina misericordia (eleos) como síntesis de la obra que Jesús vino a cumplir en el mundo en el nombre del Padre (cfr. Mt 9,13). La misericordia de nuestro Señor se manifiesta sobre todo cuando Él se inclina sobre la miseria humana y demuestra su compasión hacia quien necesita comprensión, curación y perdón. Todo en Jesús habla de misericordia, es más, Él mismo es la misericordia.

En el capítulo 15 del Evangelio de Lucas podemos encontrar las tres parábolas de la misericordia: la de la oveja perdida, de la moneda perdida y aquélla que conocemos como la del “hijo pródigo”. En estas tres parábolas nos impresiona la alegría de Dios, la alegría que Él siente cuando encuentra de nuevo al pecador y le perdona. ¡Sí, la alegría de Dios es perdonar! Aquí tenemos la síntesis de todo el Evangelio. «Cada uno de nosotros es esa oveja perdida, esa moneda perdida; cada uno de nosotros es ese hijo que ha derrochado la propia libertad siguiendo ídolos falsos, espejismos de felicidad, y ha perdido todo. Pero Dios no nos olvida, el Padre no nos abandona nunca. Es un padre paciente, nos espera siempre. Respeta nuestra libertad, pero permanece siempre fiel. Y cuando volvemos a Él, nos acoge como a hijos, en su casa, porque jamás deja, ni siquiera por un momento, de esperarnos, con amor. Y su corazón está en fiesta por cada hijo que regresa. Está en fiesta porque es alegría. Dios tiene esta alegría, cuando uno de nosotros pecadores va a Él y pide su perdón» (Ángelus, 15 de septiembre de 2013).

La misericordia de Dios es muy concreta y todos estamos llamados a experimentarla en primera persona. A la edad de diecisiete años, un día en que tenía que salir con mis amigos, decidí pasar primero por una iglesia. Allí me encontré con un sacerdote que me inspiró una confianza especial, de modo que sentí el deseo de abrir mi corazón en la Confesión. ¡Aquel encuentro me cambió la vida! Descubrí que cuando abrimos el corazón con humildad y transparencia, podemos contemplar de modo muy concreto la misericordia de Dios. Tuve la certeza que en la persona de aquel sacerdote Dios me estaba esperando, antes de que yo diera el primer paso para ir a la iglesia. Nosotros le buscamos, pero es Él quien siempre se nos adelanta, desde siempre nos busca y es el primero que nos encuentra. Quizás alguno de ustedes tiene un peso en el corazón y piensa: He hecho esto, he hecho aquello... ¡No teman! ¡Él les espera! Él es padre: ¡siempre nos espera! ¡Qué hermoso es encontrar en el sacramento de la Reconciliación el abrazo misericordioso del Padre, descubrir el confesionario como lugar de la Misericordia, dejarse tocar por este amor misericordioso del Señor que siempre nos perdona!

Y tú, querido joven, querida joven, ¿has sentido alguna vez en ti esta mirada de amor infinito que, más allá de todos tus pecados, limitaciones y fracasos, continúa fiándose de ti y mirando tu existencia con esperanza? ¿Eres consciente del valor que tienes ante Dios que por amor te ha dado todo? Como nos enseña San Pablo, «la prueba de que Dios nos ama es que Cristo murió por nosotros cuando todavía éramos pecadores» (Rom 5,8). ¿Pero entendemos de verdad la fuerza de estas palabras?

Sé lo mucho que ustedes aprecian la Cruz de las JMJ – regalo de San Juan Pablo II – que desde el año 1984 acompaña todos los Encuentros mundiales de ustedes. ¡Cuántos cambios, cuántas verdaderas y auténticas conversiones surgieron en la vida de tantos jóvenes al encontrarse con esta cruz desnuda! Quizás se hicieron la pregunta: ¿De dónde viene esta fuerza extraordinaria de la cruz? He aquí la respuesta: ¡La cruz es el signo más elocuente de la misericordia de Dios! Ésta nos da testimonio de que la medida del amor de Dios para con la humanidad es amar sin medida! En la cruz podemos tocar la misericordia de Dios y dejarnos tocar por su misericordia. Aquí quisiera recordar el episodio de los dos malhechores crucificados junto a Jesús. Uno de ellos es engreído, no se reconoce pecador, se ríe del Señor; el otro, en cambio, reconoce que ha fallado, se dirige al Señor y le dice: «Jesús, acuérdate de mí cuando vengas a establecer tu Reino». Jesús le mira con misericordia infinita y le responde: «Hoy estarás conmigo en el Paraíso» (cfr. Lc 23,32.39-43). ¿Con cuál de los dos nos identificamos?

¿Con el que es engreído y no reconoce sus errores? ¿O quizás con el otro que reconoce que necesita la misericordia divina y la implora de todo corazón? En el Señor, que ha dado su vida por nosotros en la cruz, encontraremos siempre el amor incondicional que reconoce nuestra vida como un bien y nos da siempre la posibilidad de volver a comenzar.

3. La extraordinaria alegría de ser instrumentos de la misericordia de Dios
La Palabra de Dios nos enseña que «la felicidad está más en dar que en recibir» (Hch 20,35). Precisamente por este motivo la quinta Bienaventuranza declara felices a los misericordiosos. Sabemos que es el Señor quien nos ha amado primero. Pero sólo seremos de verdad bienaventurados, felices, cuando entremos en la lógica divina del don, del amor gratuito, si descubrimos que Dios nos ha amado infinitamente para hacernos capaces de amar como Él, sin medida. Como dice San Juan: «Queridos míos, amémonos los unos a los otros, porque el amor procede de Dios, y el que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios. El que no ama no ha conocido a Dios, porque Dios es amor. [...] Y este amor no consiste en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó primero, y envió a su Hijo como víctima propiciatoria por nuestros pecados. Queridos míos, si Dios nos amó tanto, también nosotros debemos amarnos los unos a los otros» (1 Jn 4,7-11).

Después de haberles explicado a ustedes en modo muy resumido cómo ejerce el Señor su misericordia con nosotros, quisiera sugerirles cómo podemos ser concretamente instrumentos de esta misma misericordia hacia nuestro prójimo.
Me viene a la mente el ejemplo del beato Pier Giorgio Frassati. Él decía: «Jesús me visita cada mañana en la Comunión, y yo la restituyo del mísero modo que puedo, visitando a los pobres». Pier Giorgio era un joven que había entendido lo que quiere decir tener un corazón misericordioso, sensible a los más necesitados. A ellos les daba mucho más que cosas materiales; se daba a sí mismo, empleaba tiempo, palabras, capacidad de escucha. Servía siempre a los pobres con gran discreción, sin ostentación. Vivía realmente el Evangelio que dice: «Cuando tú des limosna, que tu mano izquierda ignore lo que hace la derecha, para que tu limosna quede en secreto» (Mt 6,3-4). Piensen que un día antes de su muerte, estando gravemente enfermo, daba disposiciones de cómo ayudar a sus amigos necesitados. En su funeral, los familiares y amigos se quedaron atónitos por la presencia de tantos pobres, para ellos desconocidos, que habían sido visitados y ayudados por el joven Pier Giorgio.

A mí siempre me gusta asociar las Bienaventuranzas con el capítulo 25 de Mateo, cuando Jesús nos presenta las obras de misericordia y dice que en base a ellas seremos juzgados. Les invito por ello a descubrir de nuevo las obras de misericordia corporales: dar de comer a los hambrientos, dar de beber a los sedientos, vestir a los desnudos, acoger al extranjero, asistir a los enfermos, visitar a los presos, enterrar a los muertos. Y no olvidemos las obras de misericordia espirituales: aconsejar a los que dudan, enseñar a los ignorantes, advertir a los pecadores, consolar a los afligidos, perdonar las ofensas, soportar pacientemente a las personas molestas, rezar a Dios por los vivos y los difuntos. Como ven, la misericordia no es “buenismo”, ni un mero sentimentalismo. Aquí se demuestra la autenticidad de nuestro ser discípulos de Jesús, de nuestra credibilidad como cristianos en el mundo de hoy.

A ustedes, jóvenes, que son muy concretos, quisiera proponer que para los primeros siete meses del año 2016 elijan una obra de misericordia corporal y una espiritual para ponerla en práctica cada mes. Déjense inspirar por la oración de Santa Faustina, humilde apóstol de la Divina Misericordia de nuestro tiempo:

«Ayúdame, oh Señor, a que mis ojos sean misericordiosos, para que yo jamás recele o juzgue según las apariencias, sino que busque lo bello en el alma de mi prójimo y acuda a ayudarla [...]
a que mis oídos sean misericordiosos para que tome en cuenta las necesidades de mi prójimo y no sea indiferente a sus penas y gemidos [...]

a que mi lengua sea misericordiosa para que jamás hable negativamente de mis prójimos sino que tenga una palabra de consuelo y perdón para todos [...]
a que mis manos sean misericordiosas y llenas de buenas obras [...]
a que mis pies sean misericordiosos para que siempre me apresure a socorrer a mi prójimo, dominando mi propia fatiga y mi cansancio [...]
a que mi corazón sea misericordioso para que yo sienta todos los sufrimientos de mi prójimo»
(Diario 163).

El mensaje de la Divina Misericordia constituye un programa de vida muy concreto y exigente, pues implica las obras. Una de las obras de misericordia más evidente, pero quizás más difícil de poner en práctica, es la de perdonar a quien te ha ofendido, quien te ha hecho daño, quien consideramos un enemigo. «¡Cómo es difícil muchas veces perdonar! Y, sin embargo, el perdón es el instrumento puesto en nuestras frágiles manos para alcanzar la serenidad del corazón. Dejar caer el rencor, la rabia, la violencia y la venganza son condiciones necesarias para vivir felices» (Misericordiae Vultus, 9).

Me encuentro con tantos jóvenes que dicen estar cansados de este mundo tan dividido, en el que se enfrentan seguidores de facciones tan diferentes, hay tantas guerras y hay incluso quien usa la propia religión como justificación para la violencia. Tenemos que suplicar al Señor que nos dé la gracia de ser misericordiosos con quienes nos hacen daño. Como Jesús que en la cruz rezaba por aquellos que le habían crucificado: «Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen» (Lc 23,34). El único camino para vencer el mal es la misericordia. La justicia es necesaria, cómo no, pero ella sola no basta. Justicia y misericordia tienen que caminar juntas. ¡Cómo quisiera que todos nos uniéramos en oración unánime, implorando desde lo más profundo de nuestros corazones, que el Señor tenga misericordia de nosotros y del mundo entero!

4. ¡Cracovia nos espera!
Faltan pocos meses para nuestro encuentro en Polonia. Cracovia, la ciudad de San Juan Pablo II y de Santa Faustina Kowalska, nos espera con los brazos y el corazón abiertos. Creo que la Divina Providencia nos ha guiado para celebrar el Jubileo de los Jóvenes precisamente ahí, donde han vivido estos dos grandes apóstoles de la misericordia de nuestro tiempo. Juan Pablo II había intuido que este era el tiempo de la misericordia. Al inicio de su pontificado escribió la encíclica Dives in Misericordia. En el Año Santo 2000 canonizó a Sor Faustina instituyendo también la Fiesta de la Divina Misericordia en el segundo domingo de Pascua. En el año 2002 consagró personalmente en Cracovia el Santuario de Jesús Misericordioso, encomendando el mundo a la Divina Misericordia y esperando que este mensaje llegase a todos los habitantes de la tierra, llenando los corazones de esperanza: «Es preciso encender esta chispa de la gracia de Dios. Es preciso transmitir al mundo este fuego de la misericordia. En la misericordia de Dios el mundo encontrará la paz, y el hombre, la felicidad» (Homilía para la Consagración del Santuario de la Divina Misericordia en Cracovia, 17 de agosto de 2002).

Queridos jóvenes, Jesús misericordioso, retratado en la imagen venerada por el pueblo de Dios en el santuario de Cracovia a Él dedicado, les espera. ¡Él se fía de ustedes y cuenta con ustedes! Tiene tantas cosas importantes que decirle a cada uno y cada una de ustedes... No tengan miedo de contemplar sus ojos llenos de amor infinito hacia ustedes y déjense tocar por su mirada misericordiosa, dispuesta a perdonar cada uno de sus pecados, una mirada que es capaz de cambiar la vida de ustedes y de sanar sus almas, una mirada que sacia la profunda sed que demora en sus corazones jóvenes: sed de amor, de paz, de alegría y de auténtica felicidad. ¡Vayan a Él y no tengan miedo! Vengan para decirle desde lo más profundo de sus corazones: “¡Jesús, confío en Ti!”. Déjense tocar por su misericordia sin límites, para que ustedes a su vez se conviertan en apóstoles de la misericordia mediante las obras, las palabras y la oración, en nuestro mundo herido por el egoísmo, el odio y tanta desesperación.

Lleven la llama del amor misericordioso de Cristo – del que habló San Juan Pablo II – a los ambientes de su vida cotidiana y hasta los confines de la tierra. En esta misión, yo les acompaño con mis mejores deseos y mi oración, les encomiendo todos a la Virgen María, Madre de la Misericordia, en este último tramo del camino de preparación espiritual hacia la próxima JMJ de Cracovia, y les bendigo de todo corazón.

Desde el Vaticano, 15 de agosto de 2015
Solemnidad de la Asunción de la Virgen María". 


Publicado por verdenaranja @ 18:03  | Habla el Papa
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Texto completo del papa Francisco con los obispos en el seminario San Carlos Borromeo en Filadelfia. Roma,27 de septiembre de 2015 (ZENIT.org)

“Hermanos Obispos: Me alegro de tener la oportunidad de compartir con ustedes este momento de reflexión pastoral en el contexto gozoso y festivo del Encuentro Mundial de las Familias.
Hablo en castellano porque me dijeron que todos ustedes hablan castellano.
En efecto, la familia no es para la Iglesia principalmente una fuente de preocupación, sino la confirmación de la bendición de Dios a la obra maestra de la creación. Cada día, en todos los ángulos del planeta, la Iglesia tiene razones para alegrarse con el Señor por el don de ese pueblo numeroso de familias que, incluso en las pruebas más duras, mantiene las promesas y conserva la fe.

Pienso que el primer impulso pastoral que este difícil período de transición nos pide es avanzar con decisión en la línea de este reconocimiento. El aprecio y la gratitud han de prevalecer sobre el lamento, a pesar de todos los obstáculos que tenemos que enfrentar. La familia es el lugar fundamental de la alianza de la Iglesia con la creación de Dios. Sin la familia, tampoco la Iglesia existiría: no podría ser lo que debe ser, es decir, signo e instrumento de la unidad del género humano (cf. Lumen gentium, 1).

Naturalmente, nuestro modo de comprender, modelado por la integración entre la forma eclesial de la fe y la experiencia conyugal de la gracia, bendecida por el matrimonio, no nos debe llevar a olvidar la transformación del contexto histórico, que incide en la cultural social –y lamentablemente también jurídica– de los vínculos familiares, y que nos involucra a todos, seamos creyentes o no creyentes. El cristiano no es un 'ser inmune' a los cambios de su tiempo y en este mundo concreto, con sus múltiples problemáticas y posibilidades, es donde debe vivir, creer y anunciar.

Hasta hace poco, vivíamos en un contexto social donde la afinidad entre la institución civil y el sacramento cristiano era fuerte y compartida, coincidían sustancialmente y se sostenían mutuamente. Ya no es así. Si tuviera que describir la situación actual tomaría dos imágenes propias de nuestras sociedades. Por un lado, los conocidos almacenes, pequeños negocios de nuestros barrios y, por otro, los grandes supermercados o shopping.

Algún tiempo atrás uno podía encontrar en un mismo comercio o almacén todas las cosas necesarias para la vida personal y familiar –es cierto que pobremente expuesto, con pocos productos y, por lo tanto, con escasa posibilidad de elección–. Había un vínculo personal entre el dueño del negocio y los vecinos compradores. Se vendía fiado, es decir, había confianza, conocimiento, vecindad. Uno se fiaba del otro. Se animaba a confiar. En muchos lugares se lo conocía como «el almacén del barrio».

En estas últimas décadas se ha desarrollado y ampliado otro tipo de negocios: los shopping center. Grandes superficies con un gran número de opciones y oportunidades. El mundo parece que se ha convertido en un gran shopping, donde la cultura ha adquirido una dinámica competitiva. Ya no se vende fiado, ya no se puede fiar de los demás. No hay un vínculo personal, una relación de vecindad. La cultura actual parece estimular a las personas a entrar en la dinámica de no ligarse a nada ni a nadie. No fiar ni fiarse. Porque lo más importante de hoy parece que es ir detrás de la última tendencia o actividad. Inclusive a nivel religioso. Lo importante hoy lo determina el consumo. Consumir relaciones, consumir amistades, consumir religiones, consumir, consumir... No importa el costo ni las consecuencias. Un consumo que no genera vínculos, un consumo que va más allá de las relaciones humanas. Los vínculos son un mero 'trámite' en la satisfacción de 'mis necesidades'. Lo importante deja de ser el prójimo, con su rostro, con su historia, con sus afectos.

Esta conducta genera una cultura que descarta todo aquello que ya «no sirve» o «no satisface» los gustos del consumidor. Hemos hecho de nuestra sociedad una vidriera pluricultural amplísima, ligada solamente a los gustos de algunos 'consumidores' y, por otra parte, son muchos –¡tantos!– los otros, los que solo «comen las migajas que caen de la mesa de sus amos» (Mt 15,27).

Esto genera una herida grande. Me animo a decir que una de las principales pobrezas o raíces de tantas situaciones contemporáneas está en la soledad radical a la que se ven sometidas tantas personas. Corriendo detrás de un like, corriendo detrás de aumentar el número de followers en cualquiera de las redes sociales, así van –vamos– los seres humanos en la propuesta que ofrece esta sociedad contemporánea. Una soledad con miedo al compromiso en una búsqueda desenfrenada por sentirse reconocido.

¿Debemos condenar a nuestros jóvenes por haber crecido en esta sociedad? ¿Debemos anatematizarlos por vivir en este mundo? ¿Deben ellos escuchar de sus pastores frases como: 'Todo pasado fue mejor', 'El mundo es un desastre ¿y si esto sigue así, no sabemos a dónde vamos a parar?'. 'Esto me suena a un tango argentino. No, no creo que este sea el camino.

Nosotros, pastores tras las huellas del Pastor, estamos invitados a buscar, acompañar, levantar, curar las heridas de nuestro tiempo. Mirar la realidad con los ojos de aquel que se sabe interpelado al movimiento, a la conversión pastoral. El mundo hoy nos pide y reclama esta conversión. 'Es vital que hoy la Iglesia salga a anunciar el Evangelio a todos, en todos los lugares, en todas las ocasiones, sin demoras, sin asco y sin miedo. La alegría del Evangelio es para todo el pueblo, no puede excluir a nadie» (Evangelii gaudium, 23).

El Evangelio no es un producto para consumir, no entra en esta cultura del consumismo.

Nos equivocaríamos si pensáramos que esta «cultura» del mundo actual sólo tiene aversión al matrimonio y a la familia, en términos de puro y simple egoísmo. ¿Acaso todos los jóvenes de nuestra época se han vuelto irremediablemente tímidos, débiles, inconsistentes? No caigamos en la trampa. Muchos jóvenes, en medio de esta cultura disuasiva, han interiorizado una especie de miedo inconsciente, y tienen miedo, es un miedo inconsciente y no siguen los impulsos más hermosos, más altos y también más necesarios. Hay muchos que retrasan el matrimonio en espera de unas condiciones de bienestar ideales. Mientras tanto la vida se consume sin sabor. Porque la sabiduría del verdadero sabor de la vida llega con el tiempo, fruto de una generosa inversión de pasión, de inteligencia y de entusiasmo.

En el Congreso (de Estados Unidos ndr) hace pocos días atrás decía que estamos viviendo una cultura que empuja y convence a los jóvenes a no fundar una familia. Unos por falta de medios materiales y otros porque tienen tantos medios que están muy bien así. Y esta es la tentación: no fundar una familia.

Como pastores, los obispos estamos llamados a aunar fuerzas y relanzar el entusiasmo para que se formen familias que, de acuerdo con su vocación, correspondan más plenamente a la bendición de Dios. Tenemos que emplear nuestras energías, no tanto en explicar una y otra vez los defectos de la época actual y los méritos del cristianismo, sino en invitar con franqueza a los jóvenes a que sean audaces y elijan el matrimonio y la familia.

En Buenos Aires cuantas mujeres se lamentaban:
-- 'Tengo mi hijo de 30, 32, 34 años que no se casa no se que hacer'.
-- 'Señora no el planche más las camisas'.
Hay entusiasmar a los jóvenes que corran este riesgo, porque éste es un riesgo de fecundidad y de vida.
También aquí se necesita una santa parresía, de los obispos:
-- '¿Por qué no te casas?'
-- 'Sí, tengo una novia, pero no sabemos, sí, no, estamos ahorrando para la fiesta'.
La santa parresía de acompañarlos y hacerlos madurar hacia el empeño del matrimonio.
Un cristianismo que 'se hace' poco en la realidad y 'se explica' infinitamente en la formación está peligrosamente desproporcionado; diría que está en un verdadero y propio círculo vicioso. El pastor ha de mostrar que el 'Evangelio de la familia' es verdaderamente una 'buena noticia' para un mundo en que la preocupación por uno mismo reina por encima de todo. No se trata de fantasía romántica: la tenacidad para formar una familia y sacarla adelante transforma el mundo y la historia. Son las familias que transforman el mundo y la historia.

El pastor anuncia serena y apasionadamente la palabra de Dios, anima a los creyentes a aspirar a lo más alto. Hará que sus hermanos y hermanas sean capaces de escuchar y practicar las promesas de Dios, que amplían también la experiencia de la maternidad y de la paternidad en el horizonte de una nueva 'familiaridad' con Dios (cf. Mc 3,31-35).

El pastor vela el sueño, la vida, el crecimiento de sus ovejas. Este «velar» no nace del discursear, sino del pastorear. Solo es capaz de velar quien sabe estar 'en medio de', quien no le tiene miedo a las preguntas, al contacto, al acompañamiento. El pastor vela en primer lugar con la oración, sosteniendo la fe de su pueblo, transmitiendo confianza en el Señor, en su presencia.

El pastor siempre está en vela ayudando a levantar la mirada cuando aparece el desgano, la frustración y las caídas. Sería bueno preguntarnos si en nuestro ministerio pastoral sabemos 'perder' el tiempo con las familias. ¿Sabemos estar con ellas, compartir sus dificultades y sus alegrías?

Naturalmente, el rasgo fundamental del estilo de vida del Obispo es en primer lugar vivir el espíritu de esta gozosa familiaridad con Dios, y en segundo lugar difundir la emocionante fecundidad evangélica, rezar y anunciar el Evangelio (cf. Hch 6,4).

Siempre me ha llamado la atención y golpeó cuando al inicio, en el primer tiempo de la Iglesia los helenistas fueron a lamentarse porque las viudas y los huérfanos no estaban bien atendidos, los apóstoles no daban abasto, entonces los descuidaban, y se reunieron e inventaron a los diáconos. El Espíritu Santo les inspiró a constituir los diáconos. Y cuando Pedro explica: vamos a elegir 7 hombres para que se ocupen de este problema. Y a nosotros nos toca dos cosas, la oración y la predicación. Cuál es la primera tarea del obispo es rezar, rezar; y el segundo trabajo, predicar. Nos ayuda esta definición dogmática... y si mi equivoco cardenal, usted... Porque define el rol del obispos, que está constituido para pastorear, pero antes de todo pasa por la oración y el anuncio. Y después todo el resto, si queda tiempo.

Nosotros mismos, por tanto, aceptando con humildad el aprendizaje cristiano de las virtudes domésticas del Pueblo de Dios, nos asemejaremos cada vez más a los padres y a las madres –como hace Pablo (cf. 1 Ts 2,7-11)–, procurando no acabar como personas que simplemente han aprendido a vivir sin familia.

Alejarnos a la familia nos lleva a ser personas que aprenden a vivir sin una familia. Nuestro ideal no no es la carencia de afectos. El buen pastor renuncia a unos afectos familiares propios para dedicar todas sus fuerzas, y la gracia de su llamada especial, a la bendición evangélica de los afectos del hombre y la mujer, que encarnan el designio de Dios, empezando por aquellos que están perdidos, abandonados, heridos, devastados, desalentados y privados de su dignidad.

Esta entrega total al agape de Dios no es una vocación ajena a la ternura y al amor. Basta con mirar a Jesús para entenderlo (cf. Mt 19,12). La misión del buen pastor al estilo de Dios –solo Dios lo puede autorizar, no su presunción– imita en todo y para todo el estilo afectivo del Hijo con el Padre, reflejado en la ternura de su entrega: a favor, y por amor, de los hombres y mujeres de la familia humana.

En la óptica de la fe, este es un argumento muy válido. Nuestro ministerio necesita desarrollar la alianza de la Iglesia y la familia. Lo subrayo, desarrollar la alianza de la Iglesia con la familia. De lo contrario, se marchita, y la familia humana, por nuestra culpa, se alejará irremediablemente de la alegre noticia evangélica dada por Dios, e irá al supermercado de moda a comprar los productos que en ese momento les gusta más.

Si somos capaces de este rigor de los afectos de Dios, cultivando infinita paciencia y sin resentimiento en los surcos a menudo desviados en que debemos sembrar, realmente tenemos que sembrar muchas veces en estos surcos desviados, también una mujer samaritana con cinco 'no maridos' será capaz de dar testimonio. Y frente a un joven rico, que siente tristemente que se lo ha de pensar todavía con calma, un publicano maduro se apresurará a bajar del árbol y se desvivirá por los pobres en los que hasta ese momento no había pensado nunca.

Hermanos, que Dios nos conceda el don de esta nueva projimidad entre la familia y la Iglesia. Lo necesita la familia, lo necesita la Iglesia, y lo necesitamos los pastores.

La familia es nuestra aliada, nuestra ventana al mundo, la familia es la evidencia de una bendición irrevocable de Dios destinada a todos los hijos de esta historia difícil y hermosa de la creación, que Dios nos ha pedido que sirvamos".  

(Texto completo transcrito desde el audio por ZENIT)


Publicado por verdenaranja @ 17:57  | Habla el Papa
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