Viernes, 01 de julio de 2016

Reflexión a las lecturas del domingo décimo cuarto C ofrecida por el sacerdote Don Juan Manuel Pérez Piñero bajo el epígrafe "ECOS DEL DÍA DEL SEÑOR"

Domingo 14º del T. Ordinario C 

 

¡Ser enviados por el Señor, volver a Él!

¿No es esta una síntesis de la vida cristiana, del quehacer cristiano?

Lo recordamos este domingo en el que el Evangelio nos presenta la misión de los setenta y dos discípulos.

Con una serie de instrucciones, Jesús los dispone para la misión.

¡Con la confianza en Dios y ligeros de equipaje!

No irán con el lujo de una rica corte oriental, ni con la sensación de fuerza de una legión romana. No. Ellos son de otro espíritu, del espíritu de Jesús.

Van a anunciar el Reino con un mensaje de paz. “Cuando entréis en una casa, decid primero: paz a esta casa. Y si allí hay gente de paz, descansará sobre ellos vuestra paz; si no, volverá a vosotros”.

En la primera lectura el profeta anuncia la paz como un don de Dios: “Yo haré derivar hacia ella (Jerusalén), como un río, la paz”.

Se suele decir que “la paz del corazón” es el don más grande que podemos recibir de Dios en esta vida.

En la segunda lectura escuchamos el final de la Carta a los Gálatas, con un mensaje de paz, gracia y misericordia para los que se ajustan a la enseñanza del Apóstol sobre la justificación, y al “Israel de Dios” (La Iglesia).

En estos tiempos un poco revueltos en la vida de la Iglesia, no deberíamos olvidar la advertencia del Señor para los lugares que no acojan a sus enviados: “Os digo que aquel día será más llevadero para Sodoma que para ese pueblo”.

El Evangelio nos presenta también la vuelta de los setenta y dos, llenos de alegría, contando todo lo que habían hecho y enseñado; y Jesús les dice que el verdadero motivo de alegría es que sus nombres están inscritos en el Cielo.

Hay prácticas cristianas de apostolado inspiradas en este texto. Por ejemplo, reunirse ante el Sagrario de la parroquia antes de realizar una obra de apostolado, y, al terminarla, volver a él.

¿Y algo parecido no es la Misa del domingo o de cada día?

En la Eucaristía, en efecto, somos enviados por el Señor a hacer el bien: “obras de caridad, piedad y apostolado”. Y volvemos a Él en la próxima celebración, llenos de alegría. Y así, una y otra vez.

¿No es esto hermoso?

                                                        ¡FELIZ DÍA DEL SEÑOR! 

 


Publicado por verdenaranja @ 13:16  | Espiritualidad
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