S?bado, 07 de enero de 2017

Reflexión a las lecturas de la fiesta del Bautismo del Señor ofrecida por el sacerdote Don Juan Manuel Pérez Piñero bajo el epígrafe "ECOS DEL DÍA DEL SEÑOR"

Fiesta del Bautismo del Señor A

 

¿Y ahora qué hacemos?

Esta es la pregunta que surge espontáneamente al constatar que, con la Fiesta del Bautismo del Señor, termina el Tiempo de Navidad.

¿Y ahora, qué? ¿Hasta que llegue la Cuaresma, qué hacemos?

La Fiesta que celebramos hoy nos da la respuesta. Porque el Bautismo del Señor señala el comienzo de su Vida Pública. En estos días que siguen, el Evangelio nos irá presentando sus primeras palabras, sus primeros discípulos, sus primeros milagros, sus primeros pasos.

En la primera lectura, hemos escuchado: “Mirad a mi siervo a quien sostengo, mi elegido a quien prefiero…” De eso se trata, de mirar al Señor Jesús, que se nos ha manifestado. Salimos, por tanto, de la Navidad, fijando nuestros ojos y nuestro corazón en Jesucristo que inicia su Vida Pública.

El Evangelio nos presenta a Jesús, que quiere recibir aquel bautismo de purificación con el que Juan preparaba al pueblo para que recibiera, bien dispuesto, al Mesías. Jesús baja al agua del Jordán llevando sobre sus hombros los pecados de toda la humanidad, hasta el fin de los siglos. Y con este hecho, consagra las aguas, que serán, desde ahora, signo eficaz de la vida nueva que se recibe en el Bautismo cristiano.

Y con ocasión del Bautismo, se produce una gran revelación. Por eso este acontecimiento forma parte de la Solemnidad de la Epifanía, como decíamos ayer. En efecto, se abre el Cielo, nos dice el Evangelio, y  el Espíritu Santo desciende sobre Jesucristo y lo consagra para la misión que iba a comenzar,  y que S. Pedro sintetiza en la 2ª lectura, diciendo: “Pasó haciendo el bien y curando a los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con Él”. Y se oye la voz del Padre, que lo presenta a su pueblo elegido, como aquel, que esperaban ardientemente: “Este es mi Hijo, el amado, mi predilecto”. Y en medio de todo, contemplamos a las tres Personas de la Santísima Trinidad. Dice el himno de Vísperas: “Y así Juan, al mismo tiempo, vio a Dios en personas tres: Voz y paloma en los cielos, y el Verbo Eterno a sus pies”.

Es tan importante este acontecimiento, esta Unción del Espíritu Santo, que de aquí  deriva el nombre principal con el que conocemos a Jesús: “Cristo”, es decir, “el Ungido”,  que en hebreo, se dice “Mesías”,  y en griego, “Cristo”. Y de Cristo, “los cristianos”, que significa “los ungidos”.

¡Qué importante es todo esto! ¡Cuántas reflexiones podríamos hacer! 

Y Jesucristo viene a traernos el nuevo Bautismo, el Bautismo de los cristianos. “Él os bautizará con Espíritu Santo y fuego”, decía Juan, el Precursor (Mt 3, 11).

Por eso, hoy es un día apropiado para reflexionar sobre el Bautismo de los niños, y la responsabilidad de los padres y padrinos. ¡Cuánta seriedad, cuánta importancia y gravedad tiene su compromiso y qué negativos son sus efectos, cuando no lo llevan a cabo! ¡Dichosos los niños cristianos que tienen unos padres y padrinos que sí lo hacen!

Hoy es también un día apropiado para renovar, para revivir nuestro Bautismo. Es el mejor “broche de oro” de la Navidad.

Y así, se hará realidad en nuestra vida lo que proclamamos en el salmo responsorial: “El Señor bendice a su pueblo con la paz”.

¡FELIZ DÍA DEL SEÑOR!


Publicado por verdenaranja @ 12:27  | Espiritualidad
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