Viernes, 13 de enero de 2017

Reflexión a las lecturas del domingo segundo del Tiempo Ordinario A ofrecida por el sacerdote Don Juan Manuel Pérez Piñero bajo el epígrafe "ECOS DEL DÍA DEL SEÑOR"

Domingo 2º del T. Ordinario (A)   

 

El domingo pasado, salíamos de la Navidad fijando nuestros ojos en Jesucristo que, con su Bautismo,  iniciaba su Vida Pública. Durante esta semana, el Evangelio de cada día nos ha venido presentando sus primeras palabras, sus primeros discípulos, sus primeros milagros, sus primeros pasos.

El Evangelio de hoy nos ofrece la presentación que hace Juan Bautista de Jesucristo: “Éste es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo”.

A nosotros nos puede parecer ésta, una expresión un tanto extraña, sin embargo, para un judío piadoso no lo era. ¡Era un título mesiánico! Por eso, dos de los discípulos, al oírlo, siguen a Jesús.

De esta manera, se enlaza la Navidad con la Pascua, con el  Misterio Pascual, por el cual, Jesucristo quita el pecado del mundo.

El salmo responsorial nos presenta la actitud de Jesucristo al entrar en el mundo; actitud que debe tener también todo cristiano: “Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad”.

Quitar el pecado del mundo es algo muy importante, porque el pecado de Adán y de cada persona constituye una fuente incesante de males. Lo constatamos este domingo al celebrar la Jornada del Emigrante y el Refugiado. ¿Cómo sería el mundo, la sociedad, la misma Iglesia, si se pudiera quitar todo pecado, de modo que cada persona estuviera centrada en hacer, en cada momento, lo que Dios quiere? Pues a eso estamos convocados los cristianos este domingo. Esa es nuestra tarea y nuestra misión fundamental. El cristiano es el que quita el pecado del mundo. El que, a ejemplo de Cristo, lucha siempre contra el mal y busca todo bien. ¡Pero eso no se puede imponer por la fuerza! Se nos ofrece como don y tarea, que respetan la libertad. Aquí está la tragedia de la humanidad: Que pudiendo ser dichosa, siguiendo los preceptos del Señor,  se cierra y se opone a su mensaje, y así sufre incesantemente y muere.

En nuestros días, vemos como los responsables de las naciones multiplican las organizaciones internacionales, los encuentros mundiales, las negociaciones…, ¡y qué difícil se hace, a veces, lograr un acuerdo! Para los cristianos todo está muy claro: La Palabra de Dios nos ofrece, desde antiguo, la solución: ¡Cumplir los preceptos del Señor!

¿Y cómo sabe Juan el Bautista quién es el Cordero de Dios, el Mesías?

Escuchémosle: “Yo no lo conocía, pero el que me envió a bautizar con agua me dijo: Aquel sobre el que veas bajar el Espíritu y posarse sobre él, ése es el que ha de bautizar con Espíritu Santo”.

Es para una contemplación interminable de Jesucristo: "¡El que tiene el Espíritu Santo!". El Espíritu que le consagra y le acompaña siempre en la misión encomendada por el Padre.

Es este el Espíritu que nos da Jesucristo, después de su Resurrección, el Espíritu que renueva constantemente la faz (el rostro) de la tierra, el Espíritu que hace posible la misión de la Iglesia en el mundo a través de los siglos; el Espíritu que inspira y alienta todo lo grande, puro, bello, que hay en el mundo; el Espíritu que todo lo hace posible.

El Bautismo y la Confirmación garantizan en cada cristiano, la presencia y la acción del Espíritu Santo.                   

                                                                ¡FELIZ DÍA DEL SEÑOR!


Publicado por verdenaranja @ 20:18  | Espiritualidad
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