Domingo, 19 de febrero de 2017

Texto completo del Ángelus del papa Francisco del 19 de febrero de 2017 (ZENIT – Ciudad del Vaticano – 19 Feb. 2017)

“Queridos hermanos y hermanas, ¡Buenos días!

En el Evangelio de este domingo, una de estas páginas que mejor expresan la ‘revolución’ cristana, Jesús muestra el camino de la verdadera justicia mediante la ley del amor que supera la del talión, o sea ‘ojo por ojo, diente por diente’. Esta antigua regla imponía infligir a los transgresores penas equivalentes a los daños causados: la muerte a quien había asesinado, la amputación a quien había herido a alguien, y así para todo el resto.

Jesús no pide a sus discípulos solamente soportar el mal, les pide reaccionar pero no con otro mal, sino con el bien. Solamente así se rompe la cadena del mal y cambian realmente las cosas.

El mal de hecho es un ‘vacío’ de bien, y no se puede llenar con otro vacío, sino con un ‘lleno’, o sea con el bien. La represalia no lleva nunca a la solución de los conflictos. Para Jesús el rechazo de la violencia puede comportar también renunciar a un legítimo derecho y nos da algunos ejemplos: poner la otra mejilla, ceder el propio vestido o el propio dinero, aceptar otros sacrificios. (cfr vv. 39-42).

Entretanto esta renuncia no significa que las exigencias de la justicia sean ignoradas o contradichas, al contrario el amor cristiano que se manifiesta de manera particular en la misericordia, representa una realización superior de la justicia.

Lo que Jesús quiere enseñar es la neta distinción que debemos hacer entre la justicia y la venganza. Nos es permitido pedir justicia, es nuestro deber practicar la justicia. Lo que en cambio está prohibido es vengarnos o fomentar de alguna manera la venganza, en cuanto es una expresión del odio y de la violencia.

Jesús no quiere proponer un nuevo orden civil, sino más bien el mandamiento del amor al prójimo, que incluye también el amor por los enemigos: “Amen a los enemigos y recen por aquellos que les persiguen”. Esta palabra no significa aprobar el mal cometido por el enemigo, sino como una invitación a una perspectiva superior, magnánima, similar a la del Padre celeste, el cual “hace nacer el sol sobre los malos y los buenos, y hace llover sobre justos e injustos. (v. 45).

También el enemigo, de hecho es una persona humana, creada como tal a imagen de Dios, si bien en este momento la imagen sea ofuscada por una conducta indigna. Cuando hablamos de ‘enemigos’ no tenemos que pensar quizás a cuales personas diversas y lejanas de nosotros; hablamos también de nosotros mismos que podemos entrar en conflicto con nuestro prójimo, a veces con nuestros familiares.

Enemigos son quienes hablan mal de nosotros, que nos calumnias y son injustos. A todos estos estamos llamados a responder con el bien, el cual tiene también sus estrategias, inspiradas en el amor.

La Virgen María nos ayude a seguir a Jesús en este camino exigente, que realmente exalta la dignidad humana y nos hace vivir como hijos de nuestro Padre que está en los cielos. Nos ayude a practicar la paciencia, el diálogo, el perdón, y a ser así artesanos de comunión y de fraternidad en nuestra vida cotidiana”.

El Santo Padre reza la oración del ángelus y después dice:
Lamentablemente siguen llegando noticias de enfrentamientos violentos y brutales en la región de Kasai Central, de la República Democrática del Congo. Siento profundo dolor por las víctimas, en especial por tantos niños arrebatados de sus familias y de la escuela para ser usados como soldados. ¡Ésta es una tragedia: niños soldados!

Aseguro mi cercanía y mi oración, también al personal religioso y humanitario que trabaja en esa difícil región. Y renuevo un apremiante llamamiento a la conciencia y a la responsabilidad de las autoridades nacionales y de la comunidad internacional, con el fin de que se tomen pronto decisiones adecuadas para socorrer a estos nuestros hermanos y hermanas.

Oremos por ellos y por todas las poblaciones en otros lugares del continente africano y del mundo sufren a causa de la violencia y de la guerra. Pienso, en particular, en el querido pueblo paquistaní, golpeado por crueles actos terroristas en días pasados.

Oremos por las víctimas mortales, por los heridos y sus familiares. Oremos fervientemente para que todo corazón endurecido por el odio se convierta a la paz, según la voluntad de Dios”.

Saludo a los presentes, familias y asociaciones, grupos parroquiales y peregrinos individuales, provenientes de Italia y varias partes del mundo.

En particular saludo a los estudiantes de Armagh (Irlanda); a los fieles de las diócesis de Asidonia Jerez, Cadiz, Ceuta y Madrid, en España. Al movimiento juvenil Guaneliano, a los recién confirmados de Castelnuovo di Prato y a los peregrinos de Módena y Viterbo.

Les deseo a todos un feliz domingo y por favor no se olviden de rezar por mi. “¡Buon pranzo e arrivederci!”.

 


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Texto del mensaje del papa Francisco a los Movimientos populares reunidos en California (EE.UU). 18 febrero 2017 (ZENIT – Roma)

“Queridos Hermanos:

Quisiera, ante todo, felicitarlos por el esfuerzo de reproducir a nivel nacional el trabajo que vienen desarrollando en los Encuentros Mundiales de Movimientos Populares. Quiero, a través de esta carta, animar y fortalecer a cada uno de ustedes, a sus organizaciones y a todos los que luchan por las tres T: “tierra, techo y trabajo”. Los felicito por todo lo que hacen.

Quisiera agradecer a la Campaña Católica para el Desarrollo Humano, a su presidente Mons. David Talley y a los Obispo anfitriones Stephen Blaire, Armando Ochoa y Jaime Soto, por el decidido apoyo que han prestado a este encuentro. Gracias Cardenal Turkson por seguir acompañando a los movimientos populares desde el nuevo Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral. ¡Me alegra tanto verlos trabajar juntos por la justicia social! Cómo quisiera que en todas las diócesis se contagie esta energía constructiva, que tiende puentes entre los Pueblos y las personas, puentes capaces de atravesar los muros de la exclusión, la indiferencia, el racismo y la intolerancia.

También quisiera destacar el trabajo de la Red Nacional PICO y las organizaciones promotoras de este encuentro. Supe que PICO significa “personas mejorando sus comunidades a través de la organización”. Qué buena síntesis de la misión de los movimientos populares: trabajar en lo cercano, junto al prójimo, organizados entre ustedes, para sacar adelante nuestras comunidades.

Hace pocos meses, en Roma, hemos hablado de los muros y del miedo; de los puentes y el amor. No quiero repetirme: estos temas desafían nuestros valores más profundos.

Sabemos que ninguno de estos males comenzó ayer. Hace tiempo enfrentamos la crisis del paradigma imperante, un sistema que causa enormes sufrimientos a la familia humana, atacando al mismo tiempo la dignidad de las personas y nuestra Casa Común para sostener la tiranía invisible del Dinero que sólo garantiza los privilegios de unos pocos. “La humanidad vive un giro histórico”[1].

A los cristianos y a todas las personas de buena voluntad nos toca vivir y actuar en este momento. Es “una responsabilidad grave, ya que algunas realidades del mundo presente, si no son bien resueltas, pueden desencadenar procesos de deshumanización difíciles de revertir más adelante”. Son los “signos de los tiempos” que debemos reconocer para actuar. Hemos perdido tiempo valioso sin prestarles suficiente atención, sin resolver estas realidades destructoras. Así los procesos de deshumanización se aceleran. De la participación protagónica de los pueblos y en gran medida de ustedes, los movimientos populares, depende hacia dónde se dirige ese giro histórico, cómo se resuelve esta crisis que se agudiza.

No debemos quedar paralizados por el miedo pero tampoco quedar aprisionados en el conflicto. Hay que reconocer el peligro pero también la oportunidad que cada crisis supone para avanzar hacia una síntesis superadora. En el idioma chino, que expresa la ancestral sabiduría de ese gran pueblo, la palabra crisis se compone de dos ideogramas: Wēi que representa el peligro y Jī que representa la oportunidad.

El peligro es negar al prójimo y así, sin darnos cuenta, negar su humanidad, nuestra humanidad, negarnos a nosotros mismos, y negar el más importante de los mandamientos de Jesús. Esa es la deshumanización. Pero existe una oportunidad: que la luz del amor al prójimo ilumine la Tierra con su brillo deslumbrante como un relámpago en la oscuridad, que nos despierte y la verdadera humanidad brote con esa empecinada y fuerte resistencia de lo auténtico.

Hoy resuena en nuestros oídos la pregunta que el abogado le hace a Jesús en el Evangelio de Lucas «¿Y quién es mi prójimo?» ¿Quién es aquel al cual se debe amar como a sí mismo? Tal vez esperaba una respuesta cómoda para poder seguir con su vida “¿serán mis parientes? ¿Mis connacionales? ¿Aquellos de mi misma religión?…”. Tal vez quería llevar a Jesús a exceptuarnos de la obligación de amar a los paganos o los extranjeros considerados impuros en aquel tiempo. Este hombre quiere una regla clara que le permita clasificar a los demás en “prójimo” y “no prójimo”, en aquellos que pueden convertirse en prójimos y en aquellos que no pueden hacerse prójimos[2].

Jesús responde con una parábola que pone en escena a dos figuras de la élite de aquel entonces y a un tercer personaje, considerado extranjero, pagano e impuro: el samaritano. En el camino de Jerusalén a Jericó el sacerdote y el levita se encuentran con un hombre moribundo, que los ladrones han asaltado, robado, apaleado y abandonado.

La Ley del Señor en situaciones símiles preveía la obligación de socorrerlo, pero ambos pasan de largo sin detenerse. Tenían prisa. Pero el samaritano, aquel despreciado, aquel sobre quien nadie habría apostado nada, y que de todos modos también él tenía sus deberes y sus cosas por hacer, cuando vio al hombre herido, no pasó de largo como los otros dos, que estaban relacionados con el Templo, sino «lo vio y se conmovió» (v.33).

El samaritano se comporta con verdadera misericordia: venda las heridas de aquel hombre, lo lleva a un albergue, lo cuida personalmente, provee a su asistencia. Todo esto nos enseña que la compasión, el amor, no es un sentimiento vago, sino significa cuidar al otro hasta pagar personalmente. Significa comprometerse cumpliendo todos los pasos necesarios para “acercarse” al otro hasta identificarse con él: «amaras a tu prójimo como a ti mismo». Este es el mandamiento del Señor[3].

Las heridas que provoca el sistema económico que tiene al centro al dios dinero y que en ocasiones actúa con la brutalidad de los ladrones de la parábola, han sido criminalmente desatendidas. En la sociedad globalizada, existe un estilo elegante de mirar para otro lado que se practica recurrentemente: bajo el ropaje de lo políticamente correcto o las modas ideológicas, se mira al que sufre sin tocarlo, se lo televisa en directo, incluso se adopta un discurso en apariencia tolerante y repleto de eufemismos, pero no se hace nada sistemático para sanar las heridas sociales ni enfrentar las estructuras que dejan a tantos hermanos tirados en el camino. Esta actitud hipócrita, tan distinta a la del samaritano, manifiesta la ausencia de una verdadera conversión y un verdadero compromiso con la humanidad.

Se trata de una estafa moral que, tarde o temprano, queda al descubierto, como un espejismo que se disipa. Los heridos están ahí, son una realidad. El desempleo es real, la violencia es real, la corrupción es real, la crisis de identidad es real, el vaciamiento de las democracias es real. La gangrena de un sistema no se puede maquillar eternamente porque tarde o temprano el hedor se siente y, cuando ya no puede negarse, surge del mismo poder que ha generado este estado de cosas la manipulación del miedo, la inseguridad, la bronca, incluso la justa indignación de la gente, transfiriendo la responsabilidad de todos los males a un “no prójimo”. No estoy hablando de personas en particular, estoy hablando de un proceso social que se desarrolla en muchas partes del mundo y entraña un grave peligro para la humanidad.

Jesús nos enseña otro camino. No clasificar a los demás para ver quién es el prójimo y quién no lo es. Tú puedes hacerte prójimo de quien se encuentra en la necesidad, y lo serás si en tu corazón tienes compasión, es decir, si tienes esa capacidad de sufrir con el otro. Tienes que hacerte samaritano.

Y luego, también, ser como el hotelero al que el samaritano confía, al final de la parábola, a la persona que sufre. ¿Quién es este hotelero? Es la Iglesia, la comunidad cristiana, las personas solidarias, las organizaciones sociales, somos nosotros, son ustedes, a quienes el Señor Jesús, cada día, confía a quienes tienen aflicciones, en el cuerpo y en el espíritu, para que podamos seguir derramando sobre ellos, sin medida, toda su misericordia y la salvación. En eso radica la auténtica humanidad que resiste la deshumanización que se nos ofrece bajo la forma de indiferencia, hipocresía o intolerancia.

Sé que ustedes han asumido el compromiso de luchar por la justicia social, defender la hermana madre tierra y acompañar a los migrantes. Quiero reafirmarlos en su opción y compartir dos reflexiones al respecto.

La crisis ecológica es real. “Hay un consenso científico muy consistente que indica que nos encontramos ante un preocupante calentamiento del sistema climático”[4]. La ciencia no es la única forma de conocimiento, es cierto. La ciencia no es necesariamente “neutral”, también es cierto, muchas veces oculta posiciones ideológicas o intereses económicos. Pero también sabemos qué pasa cuando negamos la ciencia y desoímos la voz de la naturaleza. Me hago cargo de lo que nos toca a los católicos. No caigamos en el negacionismo. El tiempo se agota. Actuemos. Les pido, nuevamente, a ustedes, a los pueblos originarios, a los pastores, a los gobernantes, que defendamos la Creación.

La otra es una reflexión que ya la hice en nuestro último encuentro pero me parece importante repetir: ningún pueblo es criminal y ninguna religión es terrorista. No existe el terrorismo cristiano, no existe el terrorismo judío y no existe el terrorismo islámico. No existe. Ningún pueblo es criminal o narcotraficante o violento. “Se acusa de la violencia a los pobres y a los pueblos pobres pero, sin igualdad de oportunidades, las diversas formas de agresión y de guerra encontrarán un caldo de cultivo que tarde o temprano provocará su explosión”[5]. Hay personas fundamentalistas y violentas en todos los Pueblos y religiones que, además, se fortalecen con las generalizaciones intolerantes, se alimentan del odio y la xenofobia. Enfrentando el terror con amor trabajamos por la paz.

Les pido firmeza y mansedumbre para defender estos principios; les pido no intercambiarlos como mercancía barata y, como San Francisco de Asís, demos todo de nosotros para que: “allí donde haya odio, que yo ponga el amor, allí donde haya ofensa, que yo ponga el perdón; allí donde haya discordia, que yo ponga la unión; allí donde haya error, que yo ponga la verdad”[6].

Sepan que rezo por ustedes, que rezo con ustedes y quiero pedirle a nuestro Padre Dios que los acompañe y los bendiga, que los colme de su amor y los proteja. Les pido por favor que recen por mí y sigan adelante.

Ciudad del Vaticano, 10 de febrero de 2017

FRANCISCO”

_________________

[1] Papa Francisco, Evangelii Gaudium, 52
[2] Papa Francisco, Audiencia General del Miércoles 27 de abril de 2016, Conf. https://w2.vatican.va/content/francesco/es/audiences/2016/documents/papa-francesco_20160427_udienza-generale.html
[3] Ibid.
[4] Papa Francisco, Laudato Si’, 23
[5] Papa Francisco, Evangelii Gaudium, 52
[6] Oración de San Francisco de Asís (Fragmento)

 


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VII Domingo Ordinario – Más allá de la violencia. Por Enrique Díaz Díaz (zenit)

VII Domingo Ordinario

Levítico: “Sean santos, porque yo, el Señor, soy santo”

Salmo 102: “El Señor es compasivo y misericordioso”
Corintios 3, 16-23: “Ustedes son templo de Dios y el Espíritu de Dios habita en ustedes”
San Mateo 5, 38-48: “Sean perfectos como su Padre celestial es perfecto”

¿Quién no se ha estremecido con las imágenes aterradoras que nos llegan desde los países en conflicto? ¿Un niño ensangrentado y mutilado? ¿Quién no se llena de indignación cuando escuchamos los horrores de las guerras? Muchos temen que una pequeña chispa desencadene una gran conflicto mundial y no son pocos los que hablan ya, de la posibilidad cercana de la Tercera Guerra Mundial. Nos escandalizamos de la irracionalidad de los conflictos y nos parece absurdo que de la nada surjan terribles masacres. El Papa Francisco hace constantes llamados a dejar a un lado los conflictos y la venganza. “Los esfuerzos realizados en Colombia para construir puentes de paz y reconciliación pueden inspirar a todas las comunidades a superar las hostilidades y las divisiones.. Cuando las víctimas de la violencia son capaces de resistir a la tentación de la venganza, se convierten en promotores más creíbles de la no violencia y de la construcción de la paz”, afirma y pide que la no violencia “se pueda convertir en el estilo característico de nuestras decisiones, nuestras relaciones, nuestras acciones, de la políticas en todas sus formas”. ¿Lo hemos pensado para nuestras relaciones diarias en casa, en trabajo, en la sociedad?

Como cañonazos explosivos sonarán las frases que provienen desde la montaña y nos parecerá casi imposible hacerlas cercanas a este mundo tan saturado de violencia, de odios, y de dudas. El Levítico nos trae la exigencia que Dios le hace a Moisés: “Sean santos porque yo, el Señor, soy santo”. No es una afirmación ambigua, ni pretende una santidad estereotipada que nos aleja del mundo. Se traduce en actitudes muy concretas: “No odies a tu hermano ni en lo secreto de tu corazón… no te vengues ni guardes rencor… ama a tu prójimo como a ti mismo”. ¿Está claro en qué consiste la santidad? Si reconocemos que tenemos un Dios que es bueno como el pan que a todos alimenta, que para todos se reparte, y si se nos invita a parecernos a Él, la santidad no quedará en aislamientos ni indiferencias. La santidad será como el sol que cada día, con una terca insistencia, pretende iluminar y dar calor a todos los humanos, sin hacer distinción de razas, de colores o de estados de ánimo. Así es nuestro Dios y así nos invita a vivir.

La segunda frase proviene de San Pablo: “¿No saben ustedes que son templo de Dios y que el Espíritu de Dios habita en ustedes?”. ¿Cómo podemos vivir con apatía e indiferencia? No somos poca cosa. Dios no hace basura y nos ha formado con gran dignidad. Valemos mucho como personas. Sin embargo se han incrementado los suicidios en forma alarmante disque por decepciones amorosas, por problemas económicos o por soledad y alcoholismo. ¿Razones suficientes para acabar con la propia vida? Si no nos amamos nosotros, ¿cómo vamos a amar a los demás? El amor al prójimo está basado en el amor a nosotros mismos, pero necesitamos reconocer la propia dignidad. Y no se trata de falsos orgullos, sino de poner los cimientos de nuestro verdadero valor a tal grado que San Pablo dice: “Ustedes son de Cristo”. Necesitamos vivir con esa dignidad reconociéndonos templos llenos de la presencia de Dios. Nunca lo debemos olvidar y no podremos vivir de una manera negativa porque nosotros somos ese templo de Dios.

Cristo, desde la montaña, también se une a estas exigencias: “Sean perfectos como su Padre celestial es perfecto”. Invita a sus discípulos a romper la escalada que inicia con la violencia, que continúa con las venganzas y que finaliza dejando el corazón lleno de odios y resentimientos. La antigua ley buscaba proteger al más desvalido y exigía cobrar ojo por ojo y diente por diente, pero no solucionaba de fondo la violencia porque el corazón lleno de rencor no permite encontrar la paz. Quien se pudre por dentro para que no lo trague el prójimo, queda vacunado contra el hermano pero acaba podrido para toda la vida. El otro no puede ser “enemigo”, es un ser humano, alguien que sufre y goza, que busca y espera. Sí, ya sé que en la mente de muchos de nosotros se harán presentes esas personas molestas y fastidiosas que nos cuesta mucho tratar diariamente con cariño, o estaremos pensando en los grandes asesinos o en los narcotraficantes y corruptos. ¿Cómo amar o aceptar a tales personas? Mi pregunta siempre será: ¿cómo los ama Dios? ¿Cómo da la vida Jesús también por ellos? La violencia nunca se solucionará con violencia. ¿No tendremos también nosotros otra propuesta?

A Cristo lo llamaron loco, pero sus propuestas son las únicas que de verdad pueden solucionar la violencia. Y Cristo nos invita a realizar cosas “extraordinarias”. La vocación del cristiano es una vocación a la locura y también a lo extraordinario. No está llamado a ser mediocre y conformista, sino a realizar grandes proezas: parecerse a Dios Santo, vivir como templo de Dios y ser perfecto como el Padre celestial. La Palabra de Dios no es letra muerta, sino viva y palpitante y deja inquietos. Estamos llamados a realizar cosas extraordinarias, como es extraordinario el perdón, el amor sin condiciones, y la apertura a los diferentes. No se trata de utilizar palabras dulzonas ni de hacer ostentación de sentimientos, sino el comportamiento solícito por el otro. El amor cristiano nace de lo profundo de la persona, de saberse amado de Dios y quiere ser reflejo y expresión de ese amor del Padre que nos abraza a todos. Amar al prójimo significa hacerle bien pero también exige aceptarlo, respetarlo y descubrir lo que hay en él de presencia de Dios. El mal, a pesar de las apariencias, siempre será débil. El odio brota del miedo y de sentirse amenazado. La ofensa necesita de la venganza. En cambio el amor es la única fuerza capaz de cortar de raíz la violencia. Es urgente un “¡ya basta!” a la violencia y aceptar “la no violencia” que Cristo nos propone. El cristiano es vencedor no cuando logra posesionarse de las armas del enemigo, sino cuando dejando las propias armas, lo convierte en amigo. La debilidad del amor es la única fuerza capaz de desarmar el mal.

La invitación hoy será a tomar en serio las palabras que nos ofrece “La Palabra”, reconocernos como personas valiosas, amadas por Dios. Dejarnos cuidar, abrazar y querer por Dios Padre para así lanzarnos en pos del gran ideal, que nos parece extraordinario: amar, perdonar, ser santos y vivir como templos del Espíritu.

Señor Jesús, que nos propones a Papá Dios como único modelo de amor y de paz, concédenos que, dejando las armas de la venganza y la violencia, nos arriesguemos a acompañarte en tu aventura de construir un mundo sin odios, un mundo de hermanos, un reino de paz. Amén.


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Texto del discurso del papa Francisco que no leyó en la universidad ‘Roma Tre’. 17 febrero 2017 (ZENIT – Roma)

“Señor Rector. Ilustres profesores, queridos estudiantes y miembros del personal:

Les doy las gracias por haberme invitado a visitar esta Universidad, la más joven de Roma, y les dirijo a todos mi cordial saludo. Doy las gracias al rector, Mario Panizza por sus palabras de bienvenida y deseo todo lo mejor para el trabajo y la misión de este Ateneo. La instrucción y la formación académica de las nuevas generaciones son un requisito básico para la vida y el desarrollo de la sociedad. He escuchado vuestras preguntas y les agradezco. Las había leído antes e intentaré responder tomando en cuenta mi experiencia.

Nuestra sociedad está llena de buenas acciones, de solidaridad y amor hacia los demás: muchas personas y muchos jóvenes, seguramente también entre ustedes, participan en el voluntariado y en actividades al servicio de los necesitados. Y este es uno de los valores más grandes del hay que estar agradecidos y orgullosos. Sin embargo, si miramos a nuestro alrededor, vemos que en el mundo hay tantos, demasiados signos de hostilidad y violencia. Como bien ha observado Giulia hay muchas señales de un “actuar violento”.

Agradezco tu pregunta, Giulia, porque precisamente en este año el Mensaje para la Jornada Mundial de la Paz propone la no violencia como forma de vida y de acción política. De hecho, estamos viviendo en una guerra mundial en pedazos: Hay conflictos en muchas regiones del planeta, que ponen en peligro el futuro de generaciones enteras. ¿Por qué la comunidad internacional y sus organizaciones, no son capaces de prevenirlos o detenerlos? ¿Los intereses económicos y estratégicos tienen más peso que el interés común en la paz? Sin duda, estas son preguntas que encuentran espacio en las aulas universitarias y resuenan, en primer lugar, en nuestras conciencias. La universidad es un lugar privilegiado en el que se forman las conciencias, en una estrecha confrontación entre las exigencias del bien, de la verdad y la belleza, y la realidad con sus contradicciones. ¿Un ejemplo concreto? La industria de las armas.

Durante décadas se está hablando de desarme, también se han puesto en marcha procesos importantes en este sentido, pero, por desgracia, en la actualidad, a pesar de todas las conversaciones y compromisos, muchos países están aumentando el gasto en armas. Y esto, en un mundo que todavía lucha contra el hambre y las enfermedades, es una contradicción escandalosa”.

Ante esta dramática realidad uno se pregunta con razón, cuál debería ser nuestra respuesta. Desde luego, no una actitud de desánimo y desconfianza. En particular ustedes los jóvenes, no se pueden permitir vivir sin esperanza, la esperanza forma parte de vosotros. Cuando falta la esperanza, falta la vida; y entonces algunos van en busca de una existencia engañosa ofrecida por los mercaderes de la nada que venden cosas que dan una felicidad temporal y aparente, pero en realidad desembocan en callejones sin salida, sin futuro, en auténticos laberintos existenciales.

Las bombas destruyen los cuerpos, las adicciones destruyen las mentes, las almas, e incluso los cuerpos. Y en esto doy otro ejemplo concreto de la contradicción actual: la industria de los juegos de azar. Las universidades pueden aportar una valiosa contribución a los estudios para prevenir y combatir la adicción a los juegos de azar, que causan graves daños a las personas y a las familias y altos costos sociales”.

Una respuesta que me gustaría sugerir – y tengo presente la pregunta de Niccoló – es que se comprometan también como universidades en proyectos de condivisión y de servicio a los últimos, para fomentar en nuestra ciudad, Roma, el sentido de pertenencia a una “patria común “.

Nos interpelan tantas urgencias sociales y tantas situaciones de penuria y de pobreza: pensemos en las personas que viven en la calle, en los emigrantes, en los necesitados no sólo de alimentos y ropa, sino de un lugar en la sociedad, como los que salen de la cárcel . Saliendo al encuentro de estas pobrezas sociales, nos convertimos en protagonistas de acciones constructivas que se oponen a las destructivas de los conflictos violentos y también a la cultura del hedonismo y del descarte, basada en los ídolos del dinero, del placer, del aparentar…En cambio, trabajando con proyectos, incluso pequeños, que favorecen el encuentro y la solidaridad, recuperamos juntos un sentido de confianza en la vida.

En cualquier entorno, especialmente en el universitario, es importante leer y enfrentar este cambio de época con reflexión y discernimiento, es decir sin prejuicios ideológicos, sin miedos o fugas. Cualquier cambio, incluso el actual, es un pasaje que trae consigo dificultades, penurias y sufrimientos, pero también nuevos horizontes para el bien. Los grandes cambios exigen un replanteamiento de nuestros modelos económicos, culturales y sociales, para recuperar el valor central de la persona humana.

Riccardo en la tercera pregunta se refería a “las informaciones que en un mundo globalizado son vehiculadas sobre todo por las redes sociales”. En este ámbito tan complejo, creo que es necesario operar un sano discenimiento, basado en criterios éticos y espirituales. Hace falta interrogarse sobre lo que es bueno, teniendo como punto de referencia los valores propios de una visión del hombre y del mundo, una visión de la persona en todas sus dimensiones, sobre todo la trascendente.

Y hablando de trascendencia, quiero hablar de persona a persona y dar testimonio de quien soy. Me profeso cristiano y la trascendencia a la que me abro y a la que miro tiene un nombre: Jesús. Estoy convencido de que su Evangelio es una fuerza de verdadera renovación personal y social.

Hablando así, no les propongo ilusiones o teorías filosóficas o ideológicas, ni tampoco quiero hacer proselitismo. Les hablo de una Persona que me salió al encuentro, cuando tenía más o menos vuestra edad, abrió mis horizontes y cambió mi vida. Esta Persona puede llenar nuestro corazón de alegría y nuestra vida de significado. Es mi compañero de viaje; Él no defrauda y no traiciona. Está siempre con nosotros. Se coloca, con respeto y discreción a lo largo del camino de nuestra vida, nos sostiene especialmente en la hora de la pérdida y la derrota, en el momento de la debilidad y del pecado, para volvernos a situar siempre en el camino. Este es el testimonio personal de mi vida.

Non tengan miedo de abrirse a los horizontes del espíritu, y si reciben el don de la fe –porque la fe es un don– no tengan miedo de abrirse al encuentro con Cristo y de profundizar la relación con él. La fe nunca limita el ámbito de la razón, sino que lo abre a una visión integral del hombre y de la realidad, defendiendo del peligro de reducir la persona a “material humano”.

Con Jesús no desaparecen las dificultades, pero se enfrentan de una manera diferente, sin miedo, sin mentirse a sí mismos y a los demás; se enfrentan con la luz y la fuerza que viene de Él. Y podemos llegar a ser, como decía Riccardo, “operadores de la caridad intelectual”, a partir de la misma Universidad, para que sea un lugar de formación a la “sabiduría” en el sentido más amplio del término, de educación integral de la persona. En esta perspectiva, la Universidad ofrece su contribución peculiar y esencial para la renovación de la sociedad.

Y la Universidad también puede ser el lugar donde se elabora la cultura del encuentro y de la acogida de las personas de diferentes tradiciones culturales y religiosas. Nour, que viene de Siria, ha hecho referencia al “miedo” del occidental ante el extranjero, ya que podría “poner en peligro la cultura cristiana de Europa”.

Aparte del hecho de que la primera amenaza a la cultura cristiana de Europa está precisamente dentro de Europa, el encerrarse en uno mismo o en su propia cultura nunca es el camino para devolver la esperanza y operar una renovación social y cultural.

Una cultura se consolida en la apertura y en la confrontación con otras culturas, siempre que tenga una conciencia clara y madura de sus principios y valores. Por tanto, animo a los profesores y a los estudiantes a que vivan la Universidad como un ambiente de diálogo auténtico, que no homologa la diversidad ni tampoco la exaspera, sino que abre a una confrontación constructiva. Estamos llamados a comprender y apreciar los valores del otro, superando las tentaciones de la indiferencia y del temor. Nunca tengan miedo del encuentro, del diálogo, de la confrontación.

Mientras prosigue vuestra trayectoria de enseñanza y de estudios universitarios, prueben a preguntarse: ¿Mi forma mentis se está haciendo más individualista o más solidaria? Si es más solidaria es una buena señal porque van contra corriente, pero en la única dirección que tiene un futuro y que da futuro. La solidaridad, no proclamada con palabras, sino vivida concretamente, crea paz y esperanza para cada país y para el mundo entero. Y ustedes, por el hecho de trabajar y estudiar en la universidad, tiene la responsabilidad de dejar una huella buena en la historia.

Les agradezco de todo corazón por este encuentro y por vuestra atención. Que la esperanza sea la luz que ilumine siempre vuestro estudio y vuestro compromiso. Sobre cada uno de vosotros y sobre vuestras familias invoco la bendición del Señor”.


Publicado por verdenaranja @ 22:40  | Habla el Papa
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Reflexión a las lecturas del domingo séptimo del Tiempo Ordinario A ofrecida por el scerdote Don Juan Manuel Pérez Piñero bajo el epígrafe "ECOS DEL DÍA DEL SEÑOR"

Domingo 7º del T. Ordinario A

 

Escuchábamos el domingo pasado: “No he venido a abolir la Ley y los Profetas. No he venido a abolir, sino a dar plenitud”. Y, a continuación, el Señor comenzaba a presentar una serie de antítesis: “Habéis oído que se dijo a los antiguos…, pero yo os digo…” Este domingo continuamos escuchándolas y se refieren al trato con los que nos hacen mal, con nuestros enemigos. Y comienza así : “Sabéis que está mandado: Ojo por ojo, diente por diente. Pues yo os digo: No hagáis frente al que os agravia…”

¿Y qué quiere decir esto? ¿Que tenemos soportarlo todo y dejar pasar todo el mal que nos hagan? ¿Qué uno no se puede defender? Entonces, ¿el que denuncia a su enemigo en el juzgado lo hace mal?

No quiere decir nada de eso. El Señor nos enseña que pueden haber circunstancias, en las que sea necesario o conveniente renunciar a nuestro derecho a defendernos, por un bien superior. Y que, además, es bueno ese estilo de vida.

Y Jesús continúa diciendo: “Habéis oído que se dijo: Amarás a tu prójimo y aborrecerás a tu enemigo. Yo, en cambio, os digo: Amad a vuestros enemigos y rezad por los que os aborrecen y calumnian…”

Lo que el Señor nos enseña es algo muy grande y valioso, pero también muy difícil, por lo menos, en algunas ocasiones. Hay personas que se sienten incapaces de perdonar.

El perdón es una expresión de amor a Dios y a los hermanos. Un obispo alemán pedía en su testamento: “Si he ofendido a alguno, perdonadme por amor a Jesucristo”.

¡El perdón es como una ofrenda de amor que hacemos al Señor! ¡De ahí viene su valor y su mérito! ¡El perdón, como el amor cristiano, es teologal!

El Señor nos presenta muchos motivos para hacerlo, a lo largo del Evangelio y de las cartas de los Apóstoles. En el Evangelio de hoy nos dice que tenemos que actuar así, porque ser cristiano es ser hijo de Dios; y el hijo tiene que parecerse al Padre del cielo, que no sólo nos perdona, sino que, además, “hace salir su sol sobre malos y buenos y manda la lluvia a justos e injustos”.  Y Jesús continúa diciendo: “Porque si amáis a los que os aman, ¿qué  premio tendréis? ¿No hacen lo mismo también los publicanos? Y si saludáis sólo a vuestros hermanos, ¿qué hacéis de extraordinario? ¿No hacen lo mismo también los paganos?”

¡Ser cristiano es, por tanto, ser diferente!

Toda esta doctrina está enmarcada en una ley de perfección, porque el Señor termina diciendo: “Por tanto, sed perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto”. Que es lo mismo que ya escuchábamos en la primera lectura: “Seréis santos, porque yo el Señor, vuestro Dios, soy santo”.

¡Constatamos aquí, una vez más, la novedad, la grandeza y la elevación moral del Sermón de la Montaña!

Recuerdo también ahora,  la enseñanza del Papa Juan Pablo II en la Encíclica “Dives in Misericordia”,  en la que dice que la justicia no es suficiente para salvaguardar la vida de la  sociedad.  Hace falta introducir el perdón y la misericordia. No podemos olvidar que somos  seres frágiles y pecadores, necesitados siempre de comprensión y de perdón.

Vivamos todos la alegría de que “el Señor es compasivo y misericordioso”, como proclamamos hoy en el salmo responsorial.  

 ¡FELIZ DÍA DEL SEÑOR!


Publicado por verdenaranja @ 22:31  | Espiritualidad
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DOMINGO 7º DEL TIEMPO ORDINARIO A

MONICIONES

 

PRIMERA LECTURA

Escuchemos, en esta primera lectura, unas palabras muy sencillas de la Ley de Moisés, que nos hablan de amor y de perdón. De esta forma, nos preparamos para acoger después la llamada que Jesús nos hará en el Evangelio. 

 

SALMO

Con las palabras del salmo, cantemos al Dios, que nos ama y perdona siempre. Él es el modelo que debemos seguir, como escucharemos después en el Evangelio. 

 

SEGUNDA LECTURA

Las palabras de S. Pablo, que nos hablan de la verdadera sabiduría, la que viene de Dios, a diferencia de la sabiduría del mundo.

Escuchemos. 

 

TERCERA LECTURA

Seguimos escuchando en el Sermón de la Montaña “la novedad” del Reino de los Cielos, que ha llegado. Hoy el Señor nos invita al amor verdadero y al perdón. Acojámosle ahora con el canto del aleluya. 

 

COMUNION

La Comunión no es una recompensa por ser buenos, sino el Pan del Cielo, que nos alimenta y fortalece. Así seremos capaces de amar y de perdonar como Jesucristo nos enseña, de convivir como hermanos de una misma familia, la familia de los hijos de Dios.

 

 


Publicado por verdenaranja @ 22:28  | Liturgia
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Jueves, 16 de febrero de 2017

REflexión de monseñor Felipe Arizmendi Esquivel.  15 febrero 2017 (zenit)   

México: Francisco nos visitó hace un año

VER

El 15 de febrero del año pasado, visitó nuestra diócesis el Papa Francisco, con una particular atención a los pueblos originarios, no sólo de Chiapas, sino del país. Con esto, nos manifestó que es coherente con sus opciones: hacer presente el amor y la misericordia de Dios por las periferias, la opción prioritaria por los marginados.

Cuando algunos me preguntan qué nos dejó su visita, y cuando los escépticos de todo dicen que su presencia fue algo pasajero y anecdótico, les digo que el Papa nos confirmó en la fe, nos alentó en el corazón, consoló a los que todavía son despreciados, nos manifestó que, para Dios y para la Iglesia, estos pueblos y sus culturas valen, y valen mucho, y que no los debemos despreciar, sino tomarlos muy en cuenta, como parte viva y que aporta su sabiduría para que este mundo sea mejor. Quienes ven las cosas desde fuera, o tienen los ojos siempre sucios, todo lo ven manchado. Pero quienes tienen el corazón pobre y sencillo, se alegraron mucho con su visita y la recuerdan como un estímulo para seguir siendo fieles a sus buenas tradiciones y fieles hijos de Dios y de la Iglesia.

Para conmemorar esta visita, cuatro Departamentos del CELAM, Misión y Espiritualidad, Cultura y Educación, Vocaciones y Ministerios, Familia, Vida y Juventud, organizaron un Encuentro de Obispos y Delegados nacionales de toda nuestra América Latina. Están participando 49 personas: 11 obispos, 32 sacerdotes, y religiosas y laicos. Sólo faltan de El Salvador, República Dominicana y Haití. El objetivo es analizar los caminos para lograr una creciente inculturación de la Liturgia, tomando como inspiración lo que se pudo avanzar en la celebración con el Santo Padre.

PENSAR

El Papa Francisco fue muy enfático al invitarnos a tomar en cuenta las culturas originarias. Empezó su homilía diciendo unas palabras en tsotsil: Li smantal Kajvaltike toj lek: La ley del Señor es perfecta del todo. Con las mismas, concluyó. Si el Papa se esforzó por decir al menos unas palabras en un idioma indígena, debería ser normal que nuestras celebraciones con ellos se hicieran siempre en sus idiomas.

Citó el Popol Vuh, libro sagrado de los mayas, descubriendo en una de sus frases algo que se ilumina con la luz de Cristo: “El alba sobrevino sobre las tribus juntas. La faz de la tierra fue enseguida saneada por el sol”. Presenta a Jesucristo como el verdadero Sol que ilumina a los pueblos, para que, en El, llegue al alba anhelada.

Con una valiente denuncia profética, dijo: “Muchas veces, de modo sistemático y estructural, vuestros pueblos han sido incomprendidos y excluidos de la sociedad. Algunos han considerado inferiores sus valores, sus culturas y sus tradiciones. Otros, mareados por el poder, el dinero y las leyes del mercado, los han despojado de sus tierras o han realizado acciones que las contaminaban. ¡Qué tristeza! Qué bien nos haría a todos hacer un examen de conciencia y aprender a decir: ¡Perdón!, perdón hermanos. El mundo de hoy, despojado por la cultura del descarte, los necesita a ustedes. Los jóvenes de hoy, expuestos a una cultura que intenta suprimir todas las riquezas, características y diversidades culturales en pos de un mundo homogéneo, necesitan estos jóvenes que no se pierda la sabiduría de sus ancianos”.

El Papa mencionó la esclavitud y el despotismo, el sufrimiento y el maltrato, la inequidad y las tinieblas de la historia… ¿No es esto lo que han sufrido nuestros pueblos? Pero no se queda en lamentos y críticas. Dios es libertad, alegría, sabiduría y luz para estos pueblos oprimidos. ¡Hay esperanza, hay vida, hay futuro!

Retomando la historia de Israel, denunció “la opresión, el maltrato y la degradación” y pidió que “la desvalorización sea superada por la fraternidad, la injusticia sea vencida por la solidaridad y la violencia sea callada por la paz”.

Y algo muy concreto: la defensa de la hermana y madre tierra: “La creación también sabe levantar su voz; esta hermana clama por el daño que le provocamos a causa del uso irresponsable y del abuso de los bienes que Dios ha puesto en ella. Hemos crecido pensando que éramos sus propietarios y dominadores, autorizados a expoliarla. La violencia que hay en el corazón humano, herido por el pecado, también se manifiesta en los síntomas de enfermedad que advertimos en el suelo, en el agua, en el aire y en los seres vivientes. Por eso, entre los pobres más abandonados y maltratados, está nuestra oprimida y devastada tierra, que gime y sufre dolores de parto. El desafío ambiental que vivimos, y sus raíces humanas, nos impactan a todos y nos interpelan. Ya no podemos hacernos los sordos frente a una de las mayores crisis ambientales de la historia. En esto ustedes tienen mucho que enseñarnos, que enseñar a la humanidad”.

ACTUAR

Meditemos estos profundos mensajes, para que no queden en el pasado y en el vacío, sino que nos iluminen en la conversión del corazón que necesitamos, para vivir como hermanos y lograr que los pueblos originarios sean parte viva de la Iglesia y de la sociedad.

 


Publicado por verdenaranja @ 23:41  | Hablan los obispos
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Texto completo de la catequesis del papa Francisco en la audiencia del 15 de febrero de 2017 (ZENIT – Ciudad del Vaticano)

 

“Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días! desde pequeños nos enseñan que no está bien jactarse. En mi país a quienes se enorgullecen les llamamos ‘pavos’. Y es justo que sea así porque, además de algo de soberbia, también delata una falta de respeto hacia los demás, sobre todo de los que son menos afortunados”.

En este paso de la Carta a los Romanos, entretanto el apóstol Pablo nos sorprende, porque en dos oportunidades nos invita a gloriarse. Entonces, ¿de que es justo gloriarse? ¿Y cómo se puede hacer sin ofender, sin excluir a nadie, sin excluir a nadie?
En el primer caso estamos invitados a gloriarnos en la abundancia de la gracia de la cual somos penetrados en Jesucristo, por medio de la fe.

Pablo quiere hacernos entender que si aprendemos a leer cada cosa con la luz del Espíritu Santo, nos daremos cuenta de que todo es gracia, todo es don.

Si prestamos atención, de hecho, tanto en la historia como en nuestras vidas, no actuamos solamente nosotros, sino sobre todo Dios. Él es el protagonista absoluto que crea cada cosa como un don de amor, que teje la trama de su designo de salvación y lo lleva a cumplimiento por nosotros mediante su hijo Jesús.

A nosotros se nos pide que nos demos cuenta de todo ello, que lo aceptemos con gratitud y lo convirtamos en motivo de alabanza, de bendición y alegría. Si lo hacemos, estamos en paz con Dios y experimentamos la libertad. Y esa paz se extiende después a todas las áreas y todas las relaciones de nuestras vidas: estamos en paz con nosotros mismos, estamos en paz con la familia, en nuestra comunidad, en el trabajo y con las personas que encontramos todos los días en nuestro camino.

Pero Pablo insta a gloriarse también en las tribulaciones. Esto no es fácil de entender. Esto nos resulta más difícil y puede parecer que no tenga relación alguna con la condición apenas descrita. En cambio, es el presupuesto más auténtico, más verdadero.
De hecho la paz que el Señor nos brinda y nos garantiza no significa ausencia de preocupaciones, decepciones, faltas, o motivos de sufrimientos.

De ser así, en el caso de que consiguiéramos estar en paz, ese momento terminaría pronto y caeríamos inevitablemente en el desconsuelo. La paz que viene de la fe es un regalo: es la gracia de experimentar que Dios nos ama y que está siempre a nuestro lado, que no nos deja solos ni siquiera un momento en nuestra vida.

Y esto, como dice el Apóstol, genera paciencia, porque sabemos que incluso en los momentos más duros y turbulentos, la misericordia y la bondad del Señor son más grandes que cualquier otra cosa y nada nos arrancará de las manos y de la comunión con Él. Este es el motivo por el cual la esperanza cristiana es sólida, por eso no defrauda. No se basa en lo que hagamos o seamos, ni tampoco en lo que creamos.

Su fundamento, es decir el fundamento de la esperanza cristiana, es lo más fiel y seguro que hay: el amor que Dios nutre por cada uno de nosotros. Es fácil decir: Dios nos ama; todos lo decimos. Pero piensen un poco: ¿Cada uno de nosotros es capaz de decir: Estoy seguro de que Dios me ama? No es tan fácil decirlo, pero es la verdad. Es un buen ejercicio éste de decirse a uno mismo: Dios me ama. Esta es la raíz de nuestra seguridad, la raíz de la esperanza.

Y el Señor ha derramado en nuestro corazón el Espíritu, que es el amor de Dios, para que como artífice y garante, pueda alimentar en nosotros la fe y mantenga viva esa esperanza y esa seguridad: Dios me ama.
— ¿Pero en este momento horrible? Dios me ama.
— ¿A mí que he hecho esto y aquello? Dios me ama.

Esa seguridad no nos la quita nadie. Y tenemos que repetirlo como una oración: Dios me ama. Estoy seguro de que Dios me ama. Estoy segura de que Dios me ama”.

Ahora entendemos por qué el apóstol Pablo nos exhorta a gloriarnos siempre de todo esto. “Yo me glorio del amor de Dios, porque me ama. La esperanza que se nos ha dado no nos separa de los demás, ni mucho menos nos lleva a desacreditarlos o a marginarlos. Se trata, en cambio, de un don extraordinario del que estamos llamados a ser ‘canales’, con humildad y sencillez, para todos.

Por lo tanto nuestro mayor orgullo es tener a Dios como un Padre que no tiene favoritos, que no excluye a nadie, sino que abre su casa a todos los seres humanos, empezando por los últimos y, los alejados, para que, como hijos suyos aprendamos a consolarnos y a apoyarnos los unos a los otros. Y no se olviden: la esperanza no defrauda”.


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Domingo VII del Tiempo Ordinario por el P. Antonio Rivero, L.C. Doctor en Teología Espiritual, profesor de Humanidades Clásicas en el Centro de Noviciado y Humanidades y Ciencias de la Legión de Cristo en Monterrey (México). 14 febrero 2017 (zenit)

Ciclo A

Textos: Levítico 19, 1-2.17-18; 1 Corintios 3, 16-23; Mateo 5, 38-48

Idea principal: La caridad es el distintivo, signo, señal y seña del seguidor de Cristo.

Resumen del mensaje: El único y nuevo mandamiento que Cristo nos dejó fue la caridad. En esto nos jugamos la santidad y la perfección (primera lectura y evangelio). En el Antiguo Testamento el amor al prójimo tenía una medida: “como a ti mismo”. La motivación profunda de nuestro amor al prójimo es porque el Espíritu de Dios habita en el hermano (segunda lectura), redimido por Cristo. Para Cristo este mandamiento de la caridad va más allá de la justicia humana equilibrada o ley del talión, hasta la paradoja de “presentar la otra mejilla, amar al enemigo y rezar por los que nos persiguen” (evangelio). Cristo es el espejo en donde mirarnos para vivir la caridad.

Puntos de la idea principal:

En primer lugar, para poder vivir esta caridad tenemos que mirar el primer modelo, el Dios lleno de misericordia, encarnado en Cristo, que entregó nada menos que su vida como muestra de su amor. Dios en Cristo amó a todos, sin distinción de razas, lengua y color. Dios ya desde el Antiguo Testamento es un Dios paciente y misericordioso con su pueblo infiel a la alianza, idólatra. Y en el Nuevo Testamento ese Dios se hizo hombre en Cristo, para revestirse de nuestra carne y así podamos nosotros “tocar su carne” en la persona del pobre y necesitado, como dice el Papa Francisco. Esa caridad fue infundida por Dios el día del bautismo, como semilla que debemos regar, abonar y hacer fructificar.

En segundo lugar, viviendo esta caridad imitamos en cierto sentido la santidad de Dios (primera lectura). Viviendo la caridad, construimos la comunidad que es un templo de Dios, como nos dice san Pablo en la segunda lectura, unidos en Cristo. Viviendo esta caridad sabremos también corregir fraternalmente al hermano cuando quiera ir por malos caminos (primera lectura) y ofrecerle una palabra oportuna, no desde la agresividad, sino desde el amor. Amar no significa cruzarse de brazos.

Finalmente, esa caridad comienza por casa, con los más cercanos, que son los que más motivos y ocasiones nos dan de practicarla: en la familia, en el equipo de trabajo, en la comunidad religiosa y en la parroquial. No dar importancia a pequeñeces, sobre las que discutimos a veces perdiendo el humor y la paz. Esa caridad no con palabras bonitas o con teorías, sino con gestos concretos (evangelio). También caridad con los pobres, los débiles, los pecadores, los que están en las periferias, como tantas veces nos dice el Papa Francisco. Y el culmen, caridad para perdonar a los enemigos y a los que nos maltratan, poniendo la otra mejilla. El cristiano saluda a los adversarios, presta gratuitamente, no responde con contraataques, está pronto a la reconciliación sin albergar sentimientos de represalia y cortando las escaladas del rencor en nuestro trato con los demás.

Para reflexionar: ¿Utopía? ¿Asignatura pendiente en algunos cristianos? ¿Entendimos el mensaje difícil de Jesús? ¿Lo practicamos? En esto nos jugamos nuestro nombre de cristianos.

Para rezar: Señor, dilata mi corazón para que pueda vivir la caridad. Pon en mi pecho tu corazón, de lo contrario jamás podré perdonar las ofensas que me han hecho mis hermanos. En mi oración hazme una diálisis de mi sangre espiritual. Consciente de que mis hermanos son tu carne doliente y sagrada, quiero amarte a Ti en ellos. Quiero cuidar tu carne, sanarla, limpiarla, y nunca dañarla. 


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Reflexión de José Antonio Pagola al evangelio del domingo sèptimo del Tiempo Ordinario A

UNA LLAMADA ESCANDALOSA

La llamada al amor es siempre atractiva. Seguramente, muchos acogían con agrado la llamada de Jesús a amar a Dios y al prójimo. Era la mejor síntesis de la Ley. Pero lo que no podían imaginar es que un día les hablara de amar a los enemigos.

Sin embargo, Jesús lo hizo. Sin respaldo alguno de la tradición bíblica, distanciándose de los salmos de venganza que alimentaban la oración de su pueblo, enfrentándose al clima general que respiraba en su entorno de odio hacia los enemigos, proclamó con claridad absoluta su llamada: «Yo, en cambio, os digo: amad a vuestros enemigos y orad por los que os persiguen».

Su lenguaje es escandaloso y sorprendente, pero totalmente coherente con su experiencia de Dios. El Padre no es violento: ama incluso a sus enemigos, no busca la destrucción de nadie. Su grandeza no consiste en vengarse, sino en amar incondicionalmente a todos. Quien se sienta hijo de ese Dios no ha de introducir en el mundo odio ni destrucción de nadie.

El amor al enemigo no es una enseñanza secundaria de Jesús dirigida a personas llamadas a una perfección heroica. Su llamada quiere introducir en la historia una actitud nueva ante el enemigo, porque quiere eliminar en el mundo el odio y la violencia destructora. Quien se parezca a Dios no alimentará el odio contra nadie, buscará el bien de todos, incluso el de sus enemigos.

Cuando Jesús habla del amor al enemigo no está pidiendo que alimentemos en nosotros sentimientos de afecto, simpatía o cariño hacia quien nos hace mal. El enemigo sigue siendo alguien del que podemos esperar daño, y difícilmente pueden cambiar los sentimientos de nuestro corazón.

Amar al enemigo significa, antes que nada, no hacerle mal, no buscar ni desear hacerle daño. No hemos de extrañarnos si no sentimos amor o afecto hacia él. Es natural que nos sintamos heridos o humillados. Nos hemos de preocupar cuando seguimos alimentando odio y sed de venganza.

Pero no se trata solo de no hacerle daño. Podemos dar más pasos hasta estar incluso dispuestos a hacerle el bien si lo encontramos necesitado. No hemos de olvidar que somos más humanos cuando perdonamos que cuando nos vengamos. Podemos incluso devolverle bien por mal.

El perdón sincero al enemigo no es fácil. En algunas circunstancias, a la persona se le puede hacer prácticamente imposible liberarse enseguida del rechazo, el odio o la sed de venganza. No hemos de juzgar a nadie desde fuera. Solo Dios nos comprende y perdona de manera incondicional, incluso cuando no somos capaces de perdonar.

José Antonio Pagola

 

7 Tiempo ordinario – A (Mateo 5,38-48)

Evangelio del 19 / Feb / 2017

por Coordinador Grupos de Jesús


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Martes, 14 de febrero de 2017

Angelus del papa Francisco del 12 de febrero de 2017 (ZENIT – Ciudad del Vaticano) 

“Queridos hermanos y hermanas ¡buenos días!

La liturgia de hoy nos presenta otra página del Discurso de la Montaña, que encontramos en el evangelio de Mateo. En este paso Jesús quiere ayudar a sus oyentes a realizar una nueva lectura de la ley mosaica.

Aquello que fue dicho en la Antigua Alianza no rea todo: Jesús vino para cumplir y promulgar de manera definitiva la ley de Dios. Él manifiesta la finalidad originaria y cumple los aspectos auténticos, y hace todo esto con su predicación y más aún ofreciéndose a sí mismo en la cruz.

Así Jesús enseña como hacer plenamente la voluntad de Dios y usa esta palabra: “justicia superior” respecto a los escribas y fariseos. Una Justicia animada por el amor, la caridad, la misericordia y por lo tanto capaz de realizar la sustancia de los mandamientos, evitando el riesgo del formalismo. El formalismo: esto puedo, esto no puedo; hasta aquí puedo, hasta aquí no puedo… No: mucho más, en particular en el Evangelio de hoy Jesús toma en consideración tres aspectos: el homicidio, el adulterio y el juramento.

Sobre el mandamiento “no matar”, Él afirma que se viola no solamente con el homicidio efectivo, sino también con comportamientos que ofenden la dignidad de la persona humana, incluidas las palabras injuriosas. Seguramente estas no tienen la misma gravedad y culpa del asesinato, pero se pone en la misma línea, porque tiene las mismas premisas y revelan la misma maldad.

Jesús nos invita a no establecer una lista que evalúa las ofensas, sino considerarlas a todas dañosas, porque movidas por el deseo de hacer mal al prójimo. Y Jesús da el ejemplo. Insultar: nosotros estamos acostumbrados a insultar, es como decir “buenos días”. Y esto está en la misma línea del asesinato. Quien insulta a un hermano, asesina en el propio corazón al hermano. ¡Por favor nunca insultar! No ganamos nada…

Y aporta otro precepto a la ley matrimonial. El adulterio era considerado una violación del derecho de propiedad del hombre sobre la mujer. Jesús en cambio va a la raíz del mal. Así como se llega al homicidio a través de las injurias y las ofensas, así se llega al adulterio a través de las intenciones de poseer a una mujer diversa de la propia esposa.

El adulterio, como el hurto, la corrupción y todos los pecados, son antes concebidos en nuestra intimidad, y una vez tomada en el corazón la decisión equivocada, se transforman en comportamiento concreto. Y Jesús dice: quien mira a una mujer que no es la propia con ánimo de posesión es un adúltero en su corazón, ha iniciado el camino hacia el adulterio. Pensemos un poco sobre esto: sobre los malos pensamientos que vienen en esta línea.

Jesús después, dice a sus discípulos que no juren, porque el juramento es signo de la inseguridad y de la doble cara con que se realizan las relaciones humanas. Se instrumentaliza la autoridad de Dios para dar garantías a nuestros asuntos humanos.

Más bien estamos llamados a instaurar entre nosotros, en nuestras familias y en nuestras comunidades un clima de limpidez y de confianza recíproca, para que podamos ser considerados sinceros sin recurrir a intervenciones superiores para ser creídos.

!La desconfianza y la sospecha recíproca amenazan siempre la serenidad¡ La Virgen María, mujer que escuchaba con docilidad y obedecía con alegría, nos ayude a acercarnos siempre más al evangelio, para ser cristianos no de fachada, sino de sustancia. Y esto es posible con la gracia del Espíritu Santo, que nos permite hacer todo con amor, y así cumplir plenamente la voluntad de Dios”.

Después de la oración del ángelus el Papa dirigió algunos saludos

“Queridos hermanos y hermanas, saludo a todos los peregrinos aquí presentes, a las familias, a los grupos parroquiales, a las asociaciones. En particular a los alumnos del Instituto “Carolina Coronado” de Almendralejo y a los fieles de Tarragona, en España. También a los grupos de Caltanissetta, Valgoglio, Ancona, Pesaro, Turín y Pisa.

A todos les deseo un buen domingo. No nos olvidemos: no insultar, no mirar con malos ojos, con ojos de poseer a la mujer del prójimo, y no jurar. Es tan simple.

Y por favor no se olviden de rezar por mi. ‘¡Buon pranzo‘ y ‘arrivederci!'”.

(Traducido por ZENIT)


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Domingo, 12 de febrero de 2017

Texto completo de la catequesis del papa Francisco en la audiencia del 8 de febrero de 2017 (ZENIT – Ciudad del Vaticano)

“Queridos hermanos y hermanas, buenos días.

El miércoles pasado hemos visto que san Pablo en la primera carta a los Tesalonicenses, exhorta a mantenerse radicados en la esperanza de la Resurrección.

Con esa hermosa palabra ‘estaremos siempre con el Señor’. En el mismo contexto el Apóstol muesta que la esperanza cristiana no tiene solamente una dimensión personal, individual, pero comunitaria y eclesial. Todos nosotros esperamos, todos nosotros tenemos esperanza también comunitariamente.

Por esto la mirada es rápidamente ampliada por Pablo a todas las comunidades cristianas a las que pide que recen mutuamente unas por otras y de apoyarse entre sí.

Ayudarse mutuamente. Pero no solo ayudarse en las necesidades, en las tantas necesidades de la vida cotidiana, sino ayudarnos en la esperanza, sostenernos en la esperanza.Y no es una casualidad que empiece refiriéndose a aquellos a quienes se ha confiado la responsabilidad y la guía pastoral.

Ellos son los primeros a ser llamados y a alimentar la esperanza, y esto no porque sean mejores que los otros, sino en virtud de un ministerio divino que va mucho más allá de sus fuerzas. Por eso necesitan también el respeto, la comprensión y el apoyo benévolo de todos.

La atención después es puesta en los hermanos que corren más peligro de perder la esperanza, de caer en la desesperación. Nosotros tenemos siempre noticias de gente que cae en la desesperación y hacen malas cosas…La desesperación los lleva a tantas cosas malas”.

La referencia es a quien ha perdido el ánimo, a quien es débil, a quien se siente abatido por el peso de la vida y de sus pecados y no logra más levantarse.

En estos casos, la cercanía y el calor de toda la Iglesia deben ser aún más intensos y amorosos tomando la forma particular de la compasión, que no es sentir lástima: la compasión es padecer con el otro, acercarse al que sufre; una palabra, una caricia pero que salgan del corazón: esto es compasión.

Para quien necesita conforto de la consolación. Esto es de suma importancia: la esperanza cristiana no puede prescindir de la caridad genuina y concreta. El mismo Apóstol de los gentiles, en la Carta a los Romanos, dice con el corazón en la mano: “‘sotros, los que somos fuertes –que tenemos la fe, la esperanza o no tenemos tantas dificultades– tenemos el deber de llevar las flaquezas de los débiles sin complacernos a nosotros mismos’.

Llevar, llevar las debilidades de los demás. Este testimonio no permanece encerrado en los confines de la comunidad cristiana: resuena en toda su fuerza también fuera de ella, en el contexto social y civil, como una llamada a no crear muros sino puentes, a no devolver mal por mal, sino a vencer el mal con el bien, la ofensa con el perdón. El cristiano nunca puede decir: ¡me la pagarás!, nunca; la ofensa se vence con el perdón, para vivir en paz con todos. ¡Esta es la Iglesia! Y así obra la esperanza cristiana, cuando asume los rasgos fuertes y al mismo tiempo tiernos del amor.

El amor es fuerte y tierno”. Es bello. Se entiende entonces que no se aprende a esperar solos. Nadie aprende a esperar solo. No es posible. La esperanza, para alimentarse tiene necesidad de un “cuerpo” en el que todos los miembros se sostienen y se animan mutuamente. Esto entonces significa que si tenemos esperanza es porque muchos de nuestros hermanos y hermanas nos han enseñado la esperanza y han mantenido viva nuestra esperanza.

Y entre estos están los pequeños, los pobres, los sencillos, los marginados. Sí, porque no conoce la esperanza quien se encierra en su propio bienestar: espera solo en su bienestar y eso no es esperanza, es seguridad relativa; no conoce la esperanza quien se cierra en su propia satisfacción, quien siente siempre que está bien… Tienen esperanza en cambio uienes experimentan todos los días las pruebas, la precariedad y sus propios límites.

Son estos hermanos nuestros los que nos dan el testimonio más hermoso, más fuerte, porque se mantienen firmes confiando en el Señor, sabiendo que más allá de la tristeza, de la opresión y de la inevitabilidad de la muerte, la última palabra será suya, y será una palabra de misericordia, de vida y de paz.

Quien espera, espera escuchar un día estas palabras: “Ven, ven a mi, hermano; ven, hermana, para toda la eternidad”. Queridos amigos, si como hemos dicho la demora habitual de la esperanza es un ‘cuerpo’ solidario, en el caso de la esperanza cristiana este cuerpo es la Iglesia, mientras que el aliento vital, el alma de esta esperanza es el Espíritu Santo.

Sin el Espíritu Santo no es posible tener esperanza. Por eso el apóstol Pablo nos invita al final a invocarlo continuamente. Si no es fácil creer, mucho menos es esperar.

Es más difícil esperar que creer, es más difícil. Pero cuando el Espíritu Santo vive en nuestros corazones, es Él a hacernos entender que no hay que temer, que el Señor está cerca y nos cuida; y es Él quien modela nuestras comunidades, en un perenne Pentecostés, como signos vivos de esperanza para la familia humana. Gracias”.

(Texto traducido por ZENIT)


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S?bado, 11 de febrero de 2017

Reflexión a las lecturas del domingo sexto del Tiempo Ordinario A ofrecida por el sacerdote Don Juan Manuel Pérez Piñero bajo el epígrafe "ECOS DEL DÍA DEL SEÑOR"

Domingo 6º del T. Ordinario A

                 

         Es fácil darse cuenta de la importancia del texto de Evangelio de este domingo. Nos presenta a Jesucristo ante la Ley de Moisés y los profetas:  ¿Viene Jesús a romper con la tradición judía? ¿Se limita sólo a ella? Veamos.

                   En primer lugar, nos dice el Señor: “No creáis que he venido a abolir la Ley o los profetas. No he venido a abolir, sino a dar plenitud”. Y comienza Jesús una serie de antítesis, en las que se manifiesta como Señor de la Ley: “Habéis oído que se dijo a los antiguos…  Pero yo os digo”.  Y se presenta también como aquél que viene a llevarlo todo a plenitud.  

                   ¿Y quién es ése que tiene poder para modificar la Ley del Señor? Es el Hijo del Dios vivo, hecho hombre, que, en aquella Montaña, nos presenta el Mensaje fundamental del Reino que viene a traer a la tierra.

                   Cuando estudiábamos Sagrada Escritura en el Seminario, el profesor nos explicaba que los cristianos no hemos  tomado el Antiguo Testamento de la Sinagoga judía, sino de los labios del Señor Jesús. Es lo que constatamos este domingo.

                   ¡Cuántas cosas aprendemos aquí  sobre  el homicidio, el adulterio, el divorcio y los juramentos! O, dicho de otro modo, sobre la violencia, la sexualidad y la verdad.     

                   Jesús viene a enseñar un culto y una práctica religiosa, fundamentalmente interior, “en espíritu y en verdad”, frente la religiosidad puramente exterior que practican y enseñan los fariseos y escribas. Por eso,  no basta con no matar, nos dice. Hay más. El discípulo de Cristo no puede estar peleado con su hermano, ni puede insultarle. Y, además, en esa situación, no puede presentar al Padre del Cielo un culto agradable. No basta ya con  no cometer adulterio, sino que “el que mira a una mujer casada deseándola, ya ha sido adúltero con ella en su interior”. No basta con dar el acta de repudio a la mujer y divorciarse, porque “la induce al adulterio”. Ni vale ya contentarse con no jurar en falso y cumplir los votos al Señor. Basta con decir “si o no”. “Lo que pasa de ahí viene del Maligno”. Y, como se trata de dar plenitud a la Ley y de avanzar hacia la perfección, habla Jesucristo del cumplimiento de los “preceptos menos importantes”.

                   En la Montaña contemplamos, por tanto, este domingo, no sólo la superación de la Ley y los profetas, sino también, la grandeza y la elevación moral de los mandatos del Reino. Es lógico tengamos que estar dispuestos a perder el ojo, la mano, o lo que sea, antes que pecar contra Dios y condenarnos.

                   Pero los mandatos de la “Nueva Ley” no los conocemos sólo por las enseñanzas de  Jesús,  sino también, por  su ejemplo, por su estilo de vida. Jesucristo se convierte así para nosotros, en una especie de  “Icono sagrado”, en el que contemplamos “la Imagen viviente” del Sermón de la Montaña. Y, en adelante, cumplir los mandatos del Padre, es avanzar en el seguimiento de Jesucristo. Él, además, nos brinda la ayuda que necesitamos nosotros, frágiles y pecadores, para conseguirlo. Y si no, ¿para que nos reunimos en torno al altar, cada domingo o cada día?

                   El salmo responsorial es la consecuencia y el resumen de todo:  “Dichoso el que camina en la voluntad del Señor”.

                                                                           ¡FELIZ DÍA DEL SEÑOR!


Publicado por verdenaranja @ 10:08  | Espiritualidad
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DOMINGO 6º DEL TIEMPO ORDINARIO A

MONICIONES 

 

PRIMERA LECTURA

Continuamos hoy escuchando el Sermón de la Montaña. El Señor nos presenta el Mensaje central, fundamental, del Reino.

La primera lectura nos enseña que Dios no nos fuerza a cumplir su Palabra, sino que pone delante de cada uno, fuego y agua, muerte y vida. Nos darán lo que escojamos. 

SALMO

El salmo responsorial proclama dichoso al que camina cumpliendo, libremente, la voluntad del Señor. 

SEGUNDA LECTURA

Cumplir la Palabra de Dios es dicha y sabiduría. S. Pablo nos habla hoy de “una sabiduría divina, misteriosa, escondida, predestinada por Dios para nuestra gloria”, que el Señor nos ha revelado por su Espíritu Santo. Es la sabiduría que el Señor Jesús nos mostrará en el Evangelio. 

TERCERA LECTURA

Continuamos escuchando hoy el Sermón de la Montaña, en el que el Señor nos enseña que no ha venido a abolir la Ley y los profetas, sino a llevarlos a plenitud. 

COMUNIÓN

        El camino que nos presenta el Señor en la Montaña, es algo muy hermoso: cumplir sus mandatos, desde el interior, desde el corazón. Pero Él, que nos enseña estas cosas tan admirables, no nos deja solos, sino que nos ofrece también la ayuda que necesitamos, para llevarlo a la práctica. Es lo que constatamos ahora en la Comunión.


Publicado por verdenaranja @ 10:05  | Liturgia
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Viernes, 10 de febrero de 2017

Reflexión de José Antonio Pagola al evangelio del domingo sexto del Tiempo Ordinario A

NO A LA GUERRA ENTRE NOSOTROS

Los judíos hablaban con orgullo de la Ley de Moisés. Según la tradición, Dios mismo la había regalado a su pueblo. Era lo mejor que habían recibido de él. En esa Ley se encierra la voluntad del único Dios verdadero. Ahí pueden encontrar todo lo que necesitan para ser fieles a Dios.

También para Jesús la Ley es importante, pero ya no ocupa el lugar central. Él vive y comunica otra experiencia: está llegando el reino de Dios; el Padre está buscando abrirse camino entre nosotros para hacer un mundo más humano. No basta quedarnos con cumplir la Ley de Moisés. Es necesario abrirnos al Padre y colaborar con él para hacer la vida más justa y fraterna.

Por eso, según Jesús, no basta cumplir la Ley, que ordena «no matarás». Es necesario, además, arrancar de nuestra vida la agresividad, el desprecio al otro, los insultos o las venganzas. Aquel que no mata cumple la Ley, pero, si no se libera de la violencia, en su corazón no reina todavía ese Dios que busca construir con nosotros una vida más humana.

Según algunos observadores, se está extendiendo en la sociedad actual un lenguaje que refleja el crecimiento de la agresividad. Cada vez son más frecuentes los insultos ofensivos, proferidos solo para humillar, despreciar y herir. Palabras nacidas del rechazo, el resentimiento, el odio o la venganza.

Por otra parte, las conversaciones están a menudo tejidas de palabras injustas que reparten condenas y siembran sospechas. Palabras dichas sin amor y sin respeto que envenenan la convivencia y hacen daño. Palabras nacidas casi siempre de la irritación, la mezquindad o la bajeza.

No es este un hecho que se dé solo en la convivencia social. Es también un grave problema en el interior de la Iglesia. El papa Francisco sufre al ver divisiones, conflictos y enfrentamientos de «cristianos en guerra contra otros cristianos». Es un estado de cosas tan contrario al Evangelio que ha sentido la necesidad de dirigirnos una llamada urgente: «No a la guerra entre nosotros».

Así habla el papa: «Me duele comprobar cómo en algunas comunidades cristianas, y aun entre personas consagradas, consentimos diversas formas de odios, calumnias, difamaciones, venganzas, celos, deseos de imponer las propias ideas a costa de cualquier cosa, y hasta persecuciones que parecen una implacable caza de brujas. ¿A quién vamos a evangelizar con esos comportamientos?». El papa quiere trabajar por una Iglesia en la que «todos puedan admirar cómo os cuidáis unos a otros, cómo os dais aliento mutuamente y cómo os acompañáis».

José Antonio Pagola

6 Tiempo ordinario – A (Mateo 5,17-37)

Evangelio del 12 / Feb / 2017

Publicado el 06/ Feb/ 2017

por Coordinador Grupos de Jesús


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Martes, 07 de febrero de 2017
Mensaje del papa Francisco para la cuaresma 2017 
La Palabra es un don. El otro es un don



Queridos hermanos y hermanas:

La Cuaresma es un nuevo comienzo, un camino que nos lleva a un destino seguro: la Pascua de Resurrección, la victoria de Cristo sobre la muerte. Y en este tiempo recibimos siempre una fuerte llamada a la conversión: el cristiano está llamado a volver a Dios «de todo corazón» (Jl 2,12), a no contentarse con una vida mediocre, sino a crecer en la amistad con el Señor. Jesús es el amigo fiel que nunca nos abandona, porque incluso cuando pecamos espera pacientemente que volvamos a él y, con esta espera, manifiesta su voluntad de perdonar (cf. Homilía, 8 enero 2016).

La Cuaresma es un tiempo propicio para intensificar la vida del espíritu a través de los medios santos que la Iglesia nos ofrece: el ayuno, la oración y la limosna. En la base de todo está la Palabra de Dios, que en este tiempo se nos invita a escuchar y a meditar con mayor frecuencia. En concreto, quisiera centrarme aquí en la parábola del hombre rico y el pobre Lázaro (cf. Lc 16,19-31). Dejémonos guiar por este relato tan significativo, que nos da la clave para entender cómo hemos de comportarnos para alcanzar la verdadera felicidad y la vida eterna, exhortándonos a una sincera conversión.

1. El otro es un don

La parábola comienza presentando a los dos personajes principales, pero el pobre es el que viene descrito con más detalle: él se encuentra en una situación desesperada y no tiene fuerza ni para levantarse, está echado a la puerta del rico y come las migajas que caen de su mesa, tiene llagas por todo el cuerpo y los perros vienen a lamérselas (cf. vv. 20-21). El cuadro es sombrío, y el hombre degradado y humillado.

La escena resulta aún más dramática si consideramos que el pobre se llama Lázaro: un nombre repleto de promesas, que significa literalmente «Dios ayuda». Este no es un personaje anónimo, tiene rasgos precisos y se presenta como alguien con una historia personal. Mientras que para el rico es como si fuera invisible, para nosotros es alguien conocido y casi familiar, tiene un rostro; y, como tal, es un don, un tesoro de valor incalculable, un ser querido, amado, recordado por Dios, aunque su condición concreta sea la de un desecho humano (cf. Homilía, 8 enero 2016).

Lázaro nos enseña que el otro es un don. La justa relación con las personas consiste en reconocer con gratitud su valor. Incluso el pobre en la puerta del rico, no es una carga molesta, sino una llamada a convertirse y a cambiar de vida. La primera invitación que nos hace esta parábola es la de abrir la puerta de nuestro corazón al otro, porque cada persona es un don, sea vecino nuestro o un pobre desconocido. La Cuaresma es un tiempo propicio para abrir la puerta a cualquier necesitado y reconocer en él o en ella el rostro de Cristo. Cada uno de nosotros los encontramos en nuestro camino. Cada vida que encontramos es un don y merece acogida, respeto y amor. La Palabra de Dios nos ayuda a abrir los ojos para acoger la vida y amarla, sobre todo cuando es débil. Pero para hacer esto hay que tomar en serio también lo que el Evangelio nos revela acerca del hombre rico.

2. El pecado nos ciega

La parábola es despiadada al mostrar las contradicciones en las que se encuentra el rico (cf. v. 19). Este personaje, al contrario que el pobre Lázaro, no tiene un nombre, se le califica sólo como «rico». Su opulencia se manifiesta en la ropa que viste, de un lujo exagerado. La púrpura, en efecto, era muy valiosa, más que la plata y el oro, y por eso estaba reservada a las divinidades (cf. Jr 10,9) y a los reyes (cf. Jc 8,26). La tela era de un lino especial que contribuía a dar al aspecto un carácter casi sagrado. Por tanto, la riqueza de este hombre es excesiva, también porque la exhibía de manera habitual todos los días: «Banqueteaba espléndidamente cada día» (v. 19). En él se vislumbra de forma patente la corrupción del pecado, que se realiza en tres momentos sucesivos: el amor al dinero, la vanidad y la soberbia (cf. Homilía, 20 septiembre 2013).

El apóstol Pablo dice que «la codicia es la raíz de todos los males» (1 Tm 6,10). Esta es la causa principal de la corrupción y fuente de envidias, pleitos y recelos. El dinero puede llegar a dominarnos hasta convertirse en un ídolo tiránico (cf. Exh. ap. Evangelii gaudium, 55). En lugar de ser un instrumento a nuestro servicio para hacer el bien y ejercer la solidaridad con los demás, el dinero puede someternos, a nosotros y a todo el mundo, a una lógica egoísta que no deja lugar al amor e impide la paz.

La parábola nos muestra cómo la codicia del rico lo hace vanidoso. Su personalidad se desarrolla en la apariencia, en hacer ver a los demás lo que él se puede permitir. Pero la apariencia esconde un vacío interior. Su vida está prisionera de la exterioridad, de la dimensión más superficial y efímera de la existencia (cf. ibíd., 62).

El peldaño más bajo de esta decadencia moral es la soberbia. El hombre rico se viste como si fuera un rey, simula las maneras de un dios, olvidando que es simplemente un mortal. Para el hombre corrompido por el amor a las riquezas, no existe otra cosa que el propio yo, y por eso las personas que están a su alrededor no merecen su atención. El fruto del apego al dinero es una especie de ceguera: el rico no ve al pobre hambriento, llagado y postrado en su humillación.

Cuando miramos a este personaje, se entiende por qué el Evangelio condena con tanta claridad el amor al dinero: «Nadie puede estar al servicio de dos amos. Porque despreciará a uno y querrá al otro; o, al contrario, se dedicará al primero y no hará caso del segundo. No podéis servir a Dios y al dinero» (Mt 6,24).

3. La Palabra es un don

El Evangelio del rico y el pobre Lázaro nos ayuda a prepararnos bien para la Pascua que se acerca. La liturgia del Miércoles de Ceniza nos invita a vivir una experiencia semejante a la que el rico ha vivido de manera muy dramática. El sacerdote, mientras impone la ceniza en la cabeza, dice las siguientes palabras: «Acuérdate de que eres polvo y al polvo volverás». El rico y el pobre, en efecto, mueren, y la parte principal de la parábola se desarrolla en el más allá. Los dos personajes descubren de repente que «sin nada vinimos al mundo, y sin nada nos iremos de él» (1 Tm 6,7).

También nuestra mirada se dirige al más allá, donde el rico mantiene un diálogo con Abraham, al que llama «padre» (Lc 16,24.27), demostrando que pertenece al pueblo de Dios. Este aspecto hace que su vida sea todavía más contradictoria, ya que hasta ahora no se había dicho nada de su relación con Dios. En efecto, en su vida no había lugar para Dios, siendo él mismo su único dios.

El rico sólo reconoce a Lázaro en medio de los tormentos de la otra vida, y quiere que sea el pobre quien le alivie su sufrimiento con un poco de agua. Los gestos que se piden a Lázaro son semejantes a los que el rico hubiera tenido que hacer y nunca realizó. Abraham, sin embargo, le explica: «Hijo, recuerda que recibiste tus bienes en vida, y Lázaro, a su vez, males: por eso encuentra aquí consuelo, mientras que tú padeces» (v. 25). En el más allá se restablece una cierta equidad y los males de la vida se equilibran con los bienes.

La parábola se prolonga, y de esta manera su mensaje se dirige a todos los cristianos. En efecto, el rico, cuyos hermanos todavía viven, pide a Abraham que les envíe a Lázaro para advertirles; pero Abraham le responde: «Tienen a Moisés y a los profetas; que los escuchen» (v. 29). Y, frente a la objeción del rico, añade: «Si no escuchan a Moisés y a los profetas, no harán caso ni aunque resucite un muerto» (v. 31).

De esta manera se descubre el verdadero problema del rico: la raíz de sus males está en no prestar oído a la Palabra de Dios; esto es lo que le llevó a no amar ya a Dios y por tanto a despreciar al prójimo. La Palabra de Dios es una fuerza viva, capaz de suscitar la conversión del corazón de los hombres y orientar nuevamente a Dios. Cerrar el corazón al don de Dios que habla tiene como efecto cerrar el corazón al don del hermano.

Queridos hermanos y hermanas, la Cuaresma es el tiempo propicio para renovarse en el encuentro con Cristo vivo en su Palabra, en los sacramentos y en el prójimo. El Señor ―que en los cuarenta días que pasó en el desierto venció los engaños del Tentador― nos muestra el camino a seguir. Que el Espíritu Santo nos guíe a realizar un verdadero camino de conversión, para redescubrir el don de la Palabra de Dios, ser purificados del pecado que nos ciega y servir a Cristo presente en los hermanos necesitados. Animo a todos los fieles a que manifiesten también esta renovación espiritual participando en las campañas de Cuaresma que muchas organizaciones de la Iglesia promueven en distintas partes del mundo para que aumente la cultura del encuentro en la única familia humana. Oremos unos por otros para que, participando de la victoria de Cristo, sepamos abrir nuestras puertas a los débiles y a los pobres. Entonces viviremos y daremos un testimonio pleno de la alegría de la Pascua.

Vaticano, 18 de octubre de 2016, fiesta de san Lucas Evangelista.

Francisco


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Lunes, 06 de febrero de 2017

ORACIÓN POR LOS ENFERMOS

 

Dios Padre, amigo de la vida,
que estás presente en todo el universo

y en la más pequeña de tus criaturas,
derrama en nosotros la fuerza de tu amor. 

Dios de los pobres,
ayúdanos a rescatar y cuidar
a los abandonados y olvidados de esta tierra
que tanto valen a tus ojos. 

Sana nuestras vidas,
para que sembremos hermosura
y no contaminación y destrucción. 

Toca nuestros corazones
y enséñanos a descubrir el valor
de cada persona y de cada cosa,
porque todos somos custodios
de la salud de nuestros hermanos
y de la salud del mundo. Amén

 


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Subsidio litúrgico para JORNADA MUNDIAL DEL ENFERMO 2017

CELEBRACIÓN DE LA EUCARISTÍA

12 de febrero de 2017

 

MONICIÓN DE ENTRADA

 

Queridos hermanos:

En este día, la Iglesia nos invita a celebrar los 25 años de la Jornada Mundial del Enfermo. Una celebración que, en España da inicio a la Campaña que discurrirá hasta la Pascua del enfermo el VI domingo de Pascua.

        El tema de esta Jornada es “El asombro ante las obras que Dios realiza”, que remite a la figura de María como instrumento del Padre para realizar su acción, y sus obras maravillosas con sus hijos, especialmente los más vulnerables y necesitados.

Como Ella, también nosotros, somos llamados a servir de instrumentos de Dios para la maravillosa obra del cuidado y la salud de nuestros hermanos enfermos.

Que Ella nos impulse en esta preciosa misión.

ENVÍO DE AGENTES DE PASTORAL DE LA SALUD

 

La misión de atender a los enfermos forma parte indispensable de la tarea encomendada por Jesús a su Iglesia, como cauce por el cual llega hasta ellos la Buena Noticia del Evangelio. Para llevar a cabo esta tarea, el Señor elige a miembros de su pueblo y los envía con esta misión a confortar, consolar y acompañar a quienes atraviesan por la circunstancia de la enfermedad propia o de un ser querido.

 

Vamos a proceder a continuación a la presentación y envío de los miembros de nuestra parroquia que se sienten llamados por Dios a desempeñar este valioso servicio.

 

(A continuación se nombra a los miembros del equipo de Pastoral de la Salud y se van colocando delante del altar)

 

Queridos hermanos: el vuestro es un servicio que nos corresponde realizar a todos los discípulos de Jesucristo, que hemos de descubrir la presencia del Señor en toda persona que sufre en su cuerpo o en su espíritu.

Sin embargo, vosotros, como miembros del equipo parroquial de Pastoral de la Salud, asumís este compromiso con una exigencia mayor. Vais a prestar una valiosa colaboración a la misión caritativa de la Iglesia y, en consecuencia, vais a trabajar en su nombre, abriendo a todos los hombres los caminos del amor cristiano y de la fraternidad universal.

Cuando realicéis vuestra tarea, procurad actuar siempre movidos por el Espíritu del Señor, es decir, por un verdadero amor de caridad sobrenatural. De este modo seréis reconocidos como auténticos discípulos de Cristo. 

(El sacerdote, con las manos extendidas sobre ellos, pronuncia la siguiente oración de bendición) 

Oremos: 

Oh Dios, que derramas en nuestros corazones, por el Espíritu Santo, el don de la caridad, bendice + a estos hermanos nuestros, para que, practicando la caridad en la visita y atención de los enfermos, contribuyan a hacer presente a tu Iglesia en el mundo, como un sacramento de unidad y de salvación. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.

 

Ahora, queridos hermanos, para mostrar vuestra disponibilidad a prestar este servicio en nuestra comunidad parroquial, os invito a recitar juntos esta oración que tenéis en vuestras manos, pidiendo la ayuda de Dios para llevar a cabo la misión que habéis recibido.

 

(Todos juntos recitan en voz alta la siguiente oración) 

 

Señor, en mi vida me pregunto muchas veces

cómo actuarías Tú.

Te veo junto a los enfermos, cómo les ayudas

y cómo afrontas Tú el sufrimiento.

 

¡Cuánto me falta para parecerme a Ti!

Dame tu Espíritu, Señor.

Dame un corazón misericordioso como el tuyo.

Llénalo de esperanza cuando estoy enfermo

o cuando acompaño a quien lo está.

Ilumina mi mirada

para acercarme a los enfermos y sus familias

descubriendo sus necesidades,

pero también sus riquezas y recursos.

Y tú, María, que guardabas

todos los misterios de la vida en el corazón,

haz que yo guarde en el mío

las preciosas -y a veces dolorosas- experiencias

compartidas en medio del dolor,

y las transforme en vida.

 

(Terminada la oración, se retiran a su lugar y continúa la celebración con el Credo y la oración de los fieles)

ORACIÓN DE LOS FIELES

 

Elevemos nuestra oración a Dios Padre, en quien ponemos nuestra confianza. Lo hacemos por mediación de María, salud de los enfermos, respondiendo: 

R. Confiamos en ti, Padre todopoderoso

—   Por la Iglesia: para que todas las personas puedan experimentar en ella la fuerza del corazón misericordioso del Padre. Oremos.

—   Por nuestro mundo, marcado por el sufrimiento en sus distintas formas, para que descubra en el Siervo sufriente un modelo para afrontar las dificultades o enfermedades. Oremos.

—   Por nuestros hermanos enfermos: para que, experimentando el misterio de la enfermedad, sientan también la presencia cercana y maternal de la Virgen. Oremos.

—   Por las familias de los enfermos, los profesionales, los voluntarios y todos aquellos que les atienden y cuidan, para que reciban la fuerza de María y se conviertan para nosotros en ejemplo de cómo tratar a cada enfermo como una persona. Oremos.

—   Por todos los religiosos y religiosas consagrados al servicio de los enfermos y pobres: para que, como María en su visita a Isabel, sean imagen de la solicitud de Cristo por los hermanos que nos necesiten. Oremos.

—   Por nuestra comunidad cristiana: para que se muestre siempre cercana a las necesidades de quien sufre y sea constructora de un entorno saludable. Oremos.

 

Escucha, Padre, nuestra oración y danos un corazón compasivo como el de María, para que nos mostremos siempre atentos a las necesidades de nuestros hermanos que sufren y nos comprometamos, sin miedo, a acompañarles. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén


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MENSAJE DEL SANTO PADRE FRANCISCO PARA LA XXV JORNADA MUNDIAL DEL ENFERMO (11 DE FEBRERO DE 2017) 

El asombro ante las obras que Dios realiza:

«El Poderoso ha hecho obras grandes por mí…» (Lc 1,49) 

 

Queridos hermanos y hermanas:

El próximo 11 de febrero se celebrará en toda la Iglesia y, especialmente, en Lourdes, la XXV Jornada Mundial del Enfermo, con el tema: El asombro ante las obras que Dios realiza: «El Poderoso ha hecho obras grandes por mí…» (Lc 1,49). Esta Jornada, instituida por mi predecesor san Juan Pablo II, en 1992, y celebrada por primera vez precisamente en Lourdes el 11 de febrero de 1993, constituye una ocasión para prestar especial atención a la situación de los enfermos y de todos los que sufren en general; y, al mismo tiempo, es una llamada dirigida a los que se entregan en su favor, comenzando por sus familiares, los agentes sanitarios y voluntarios, para que den gracias por la vocación que el Señor les ha dado de acompañar a los hermanos enfermos. Además, esta celebración renueva en la Iglesia la fuerza espiritual para realizar de la mejor manera posible esa parte esencial de su misión que incluye el servicio a los últimos, a los enfermos, a los que sufren, a los excluidos y marginados (cf. Juan Pablo II, Motu proprio Dolentium hominum, 11 febrero 1985, 1). Los encuentros de oración, las liturgias eucarísticas y la unción de los enfermos, la convivencia con los enfermos y las reflexiones sobre temas de bioética y teológico-pastorales que se celebrarán en aquellos días en Lourdes, darán una aportación nueva e importante a ese servicio.

         Situándome ya desde ahora espiritualmente junto a la Gruta de Massabielle, ante la imagen de la Virgen Inmaculada, en la que el Poderoso ha hecho obras grandes para la redención de la humanidad, deseo expresar mi cercanía a todos vosotros, hermanos y hermanas, que vivís la experiencia del sufrimiento, y a vuestras familias; así como mi agradecimiento a todos los que, según sus distintas ocupaciones y en todos los centros de salud repartidos por todo el mundo, trabajan con competencia, responsabilidad y dedicación para vuestro alivio, vuestra salud y vuestro bienestar diario. Me gustaría animar a todos los enfermos, a las personas que sufren, a los médicos, enfermeras, familiares y a los voluntarios a que vean en María, Salud de los enfermos, a aquella que es para todos los seres humanos garante de la ternura del amor de Dios y modelo de abandono a su voluntad; y a que siempre encuentren en la fe, alimentada por la Palabra y los Sacramentos, la fuerza para amar a Dios y a los hermanos en la experiencia también de la enfermedad.

         Como santa Bernadette estamos bajo la mirada de María. La humilde muchacha de Lourdes cuenta que la Virgen, a la que llamaba «la hermosa Señora», la miraba como se mira a una persona. Estas sencillas palabras describen la plenitud de una relación. Bernadette, pobre, analfabeta y enferma, se siente mirada por María como persona. La hermosa Señora le habla con gran respeto, sin lástima. Esto nos recuerda que cada paciente es y será siempre un ser humano, y debe ser tratado en consecuencia. Los enfermos, como las personas que tienen una discapacidad incluso muy grave, tienen una dignidad inalienable y una misión en la vida y nunca se convierten en simples objetos, aunque a veces puedan parecer meramente pasivos, pero en realidad nunca es así.

         Bernadette, después de haber estado en la Gruta y gracias a la oración, transforma su fragilidad en apoyo para los demás, gracias al amor se hace capaz de enriquecer a su prójimo y, sobre todo, de ofrecer su vida por la salvación de la humanidad. El hecho de que la hermosa Señora le pida que rece por los pecadores, nos recuerda que los enfermos, los que sufren, no sólo llevan consigo el deseo de curarse, sino también el de vivir la propia vida de modo cristiano, llegando a darla como verdaderos discípulos misioneros de Cristo. A Bernadette, María le dio la vocación de servir a los enfermos y la llamó para que se hiciera Hermana de la Caridad, una misión que ella cumplió de una manera tan alta que se convirtió en un modelo para todos los agentes sanitarios. Pidamos pues a la Inmaculada Concepción la gracia de saber siempre ver al enfermo como a una persona que, ciertamente, necesita ayuda, a veces incluso para las cosas más básicas, pero que también lleva consigo un don que compartir con los demás.

La mirada de María, Consoladora de los afligidos, ilumina el rostro de la Iglesia en su compromiso diario en favor de los necesitados y los que sufren. Los frutos maravillosos de esta solicitud de la Iglesia hacia el mundo del sufrimiento y la enfermedad son motivo de agradecimiento al Señor Jesús, que se hizo solidario con nosotros, en obediencia a la voluntad del Padre y hasta la muerte en la cruz, para que la humanidad fuera redimida. La solidaridad de Cristo, Hijo de Dios nacido de María, es la expresión de la omnipotencia misericordiosa de Dios que se manifiesta en nuestras vidas ―especialmente cuando es frágil, herida, humillada, marginada, sufriente―, infundiendo en ella la fuerza de la esperanza que nos ayuda a levantarnos y nos sostiene.

         Tanta riqueza de humanidad y de fe no debe perderse, sino que nos ha de ayudar a hacer frente a nuestras debilidades humanas y, al mismo tiempo, a los retos actuales en el ámbito sanitario y tecnológico. En la Jornada Mundial del Enfermo podemos encontrar una nueva motivación para colaborar en la difusión de una cultura respetuosa de la vida, la salud y el medio ambiente; un nuevo impulso para luchar en favor del respeto de la integridad y dignidad de las personas, incluso a través de un enfoque correcto de las cuestiones de bioética, la protección de los más débiles y el cuidado del medio ambiente.

Con motivo de la XXV Jornada Mundial del Enfermo, renuevo, con mi oración y mi aliento, mi cercanía a los médicos, a los enfermeros, a los voluntarios y a todos los consagrados y consagradas que se dedican a servir a los enfermos y necesitados; a las instituciones eclesiales y civiles que trabajan en este ámbito; y a las familias que cuidan con amor a sus familiares enfermos. Deseo que todos sean siempre signos gozosos de la presencia y el amor de Dios, imitando el testimonio resplandeciente de tantos amigos y amigas de Dios, entre los que menciono a san Juan de Dios y a san Camilo de Lelis, patronos de los hospitales y de los agentes sanitarios, y a la santa Madre Teresa de Calcuta, misionera de la ternura de Dios.

Hermanos y hermanas, enfermos, agentes sanitarios y voluntarios, elevemos juntos nuestra oración a María, para que su materna intercesión sostenga y acompañe nuestra fe y nos obtenga de Cristo su Hijo la esperanza en el camino de la curación y de la salud, el sentido de la fraternidad y de la responsabilidad, el compromiso con el desarrollo humano integral y la alegría de la gratitud cada vez que nos sorprenda con su fidelidad y su misericordia.

 

María, Madre nuestra,

que en Cristo nos acoges como hijos,

fortalece en nuestros corazones la espera confiada,

auxílianos en nuestras enfermedades y sufrimientos,

guíanos hasta Cristo, hijo tuyo y hermano nuestro,

y ayúdanos a encomendarnos al Padre que realiza obras grandes.

 

Os aseguro mi constante recuerdo en la oración y os imparto de corazón la Bendición Apostólica.

 

         8 de diciembre de 2016, Fiesta de la Inmaculada Concepción

 

[Franciscus]

 


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Texto completo del ángelus, domingo 5 de febrero de 2017 (ZENIT – Ciudad del Vaticano)

“Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

En estos domingos la liturgia nos propone el así llamado Discurso de la montaña, en el Evangelio de Mateo. Después de haber presentado, el domingo pasado, las Bienaventuranzas, hoy pone en evidencia las palabras de Jesús que describen la misión de sus discípulos en el mundo (cfr. Mt 5,13-16). Él utiliza las metáforas de la sal y de la luz, y sus palabras están dirigidas a los discípulos de todo tiempo, por lo tanto, también a nosotros.

Jesús nos invita a ser un reflejo de su luz, a través del testimonio de las obras buenas. Y dice: “Así debe brillar ante los ojos de los hombres la luz que hay en ustedes, a fin de que ellos vean sus buenas obras y glorifiquen al Padre que está en el cielo”. (Mt 5,16). Estas palabras subrayan que nosotros somos reconocibles como verdaderos discípulos de Aquél que es Luz del mundo, no en las palabras, sino por nuestras obras.  En efecto, es sobre todo nuestro comportamiento que  – en el bien y en el mal – deja un signo en los demás.

Por lo tanto, tenemos una tarea y una responsabilidad por el don recibido: la luz de la fe, que está en nosotros por medio de Cristo y de la acción del Espíritu Santo, no debemos retenerla como si fuera de nuestra propiedad. En cambio, estamos llamados a hacerla resplandecer en el mundo, a donarla a los demás mediante las obras buenas. ¡Y cuánto tiene necesidad el mundo de la luz del Evangelio que transforma, cura y garantiza la salvación a quien lo recibe! Pero esta luz nosotros debemos llevarla con nuestras obras buenas.

La luz de nuestra fe, donándose, no se apaga sino que se refuerza. En cambio puede debilitarse si no la alimentamos con el amor y con las obras de caridad. Así la imagen de la luz se encuentra con aquella de la sal. En efecto, la página evangélica nos dice que, como discípulos de Cristo somos también “sal de la tierra” (v. 13).

La sal es un elemento que mientras da sabor, preserva el alimento de la alteración y de la corrupción – ¡en los tiempos de Jesús no había heladeras! Por lo tanto, la misión de los cristianos en la sociedad es aquella de dar “sabor” a la vida con la fe y el amor que Cristo nos ha donado y, al mismo tiempo, mantener lejos los gérmenes contaminantes del egoísmo, de la envidia, de la maledicencia, y demás.

Estos gérmenes arruinan el tejido de nuestras comunidades, que deben en cambio resplandecer como lugares de acogida, de solidaridad y de reconciliación. Para cumplir esta misión es necesario que nosotros mismos, en primer lugar, seamos liberados de la degeneración corruptiva de los influjos mundanos, contrarios a Cristo y al Evangelio; y esta purificación no termina nunca, debe ser realizada continuamente, hay que hacerla todos los días.

Cada uno de nosotros está llamado a ser luz y sal en el proprio ambiente de la vida cotidiana, perseverando en la tarea de regenerar la realidad humana en el espíritu del Evangelio y en la perspectiva de Reino de Dios. Que nos sea siempre de ayuda la protección de María Santísima, primera discípula de Jesús y modelo de los creyentes que viven cada día en la historia, su vocación y misión. Nuestra Madre, nos ayude a dejarnos siempre purificar e iluminar por el Señor, para transformarnos también en ‘s al de la tierra y luz del mundo'”.

El Santo Padre rezó el ángelus y después dijo: 

“Queridos hermanos y hermanas,

hoy, en Italia, se celebra la Jornada por la Vida, sobre el tema “Mujeres y hombres por la vida en la huella de Santa Teresa de Calcuta”. Me uno a los Obispos italianos en el desear una valerosa acción educativa en favor de la vida humana. Cada vida es sagrada. Llevemos  adelante la cultura de la vida como respuesta a la lógica del descarte y al descenso demográfico; estamos cercanos y juntos rezamos por los niños que está en peligro de la interrupción del embarazo, como también por las personas en fin de vida: cada vida es sagrada. Para que nadie sea dejado solo y el amor defienda el sentido de la vida. Recordemos las palabras de Madre Teresa: “¡La vida es belleza, admírala; la vida es vida, defiéndela!”

Saludo a todos aquellos que trabajan por la Vida, a los docentes de las Universidades romanas y a quienes colaboran en la formación de las nuevas generaciones, para que sean capaces de construir una sociedad acogedora y digna de toda persona.

Saludo a todos los peregrinos, las familias, los grupos parroquiales y las asociaciones procedentes de diversas partes del mundo. En particular, saludo a los fieles de Viena, Granada, Melilla, Acquaviva delle Fonti y Bari; así como a los estudiantes de Penafiel (Portugal) y Badajoz (España).

A todos les deseo un feliz domingo. Por favor, no se olviden de rezar por mí. ¡Buen almuerzo y hasta la vista!”

(Traducción del italiano: María Cecilia Mutual, Radio Vaticano)


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¿Por qué bautizar a los niños pequeños? 4 febrero 2017 Catholic.net

El bautismo es la puerta del encuentro con Cristo, el fundamento de toda la vida cristiana y la incorporación al pueblo de Dios, la Iglesia

 

Todos queremos, como humanos, amar y ser amados. Y ser cristiano, no significa otra cosa que practicar el mandamiento del amor: “Amaos los unos a los otros como Yo os he amado”. El amor auténtico nunca ha sido un mal para nadie.

Que un niño goce del amor de sus padres ya desde la concepción, no es ningún condicionamiento negativo sobre la libertad y voluntad del niño. Más aún, es lo más hermoso que un niño puede poseer: el amor y afecto de sus padres.

Qué triste es ver a niños maltratados y rechazados por sus propios padres. ¿Por qué, pues, será el amor de Dios un mal para el nuevo bautizado? Gozar del amor de Dios es lo máximo que se puede pedir, y nosotros no tenemos el derecho de privar a nadie del don de ser amado.

El bautismo es la puerta del encuentro con Cristo, el fundamento de toda la vida cristiana y la incorporación al pueblo de Dios, la Iglesia. Contiene en germen toda la acción santificadora de la gracia de Dios, que se irá desarrollando a lo largo de toda su vida. El hombre que hoy se bautiza como niño, llegará con la ayuda de la Iglesia, a responder conscientemente a la gracia que ha recibido. Necesitará de sus padres y de la misma Iglesia, pues son quienes han proclamado la fe en nombre el niño y se han hecho garantía de la educación y del desarrollo de su fe.

“Quien no nace del agua y del Espíritu no puede entrar en el Reino de Dios” (Juan 3,5)

Las objeciones contra el Bautismo de los niños proceden de una triple ignorancia: Ignorancia de los bienes del Bautismo, de la Palabra de Dios y de la práctica de la Iglesia.

El Bautismo es una gracia Inestimable

El Bautismo nos hace hijos de Dios. Gálatas 4, 5-7

El Bautismo es la fuente de la vida nueva en Cristo. Catecismo de la Iglesia Católica (CIC) 1253

El Bautismo nos lava el pecado. Hechos 2, 38

El Bautismo nos incorpora a Cristo, Romanos 8, 29. CIC 1272 y a la comunidad de salvación. CIC1273

El Bautismo nos imprime el “sello del Señor” con que el Espíritu Santo nos ha marcado para el día de la redención. Efesios 4, 30

Los padres privarían al niño de la gracia inestimable de ser hijo de Dios si no le administraran el Bautismo.

¿Qué Dice La Biblia?

Jesucristo lo dijo claramente a Nicodemo: “Quien no nace del agua y del Espíritu no puede entrar en el reino de Dios” Juan 3, 5. Jesucristo no excluye a nadie, todos necesitan del Bautismo. “Lo nacido de la carne, es carne, lo nacido del Espíritu, es espíritu”. Si un niño no está bautizado no es nacido del Espíritu.

Lo que Enseña el Antiguo Testamento

Los niños en la Antigua Alianza no esperaban a ser adultos para incorporarse al pueblo de Dios, sino que eran circuncidados al octavo día. Lee: Hechos 7, 8. El Bautismo sustituye a la circuncisión, por eso los primeros cristianos bautizaban a los niños.

La Práctica de la Iglesia

En un inicio, la mayoría de los bautizados eran adultos. No era posible de otra manera porque era una Iglesia de convertidos. Pero ya desde entonces era costumbre bautizar “casas” enteras: 1 Corintios 1, 16; Hechos 16, 15. 33. Los miembros de la casa incluían a las mujeres, a los niños y a los esclavos aunque no se mencione.

El Bautismo era comparado con el Arca de Noé, donde se salvaba la familia entera: Padres e hijos. 1Pedro 3, 20-21. La salvación era para toda la familia.

San Policarpo que murió en 155 d.C. en el momento de su martirio, cuando se le pide abjurar de su fe en Cristo, atestigua: “Hace ochenta seis años que le sirvo”, difícilmente podría haber dicho eso si no hubiese sido bautizado desde niño.
Lo Que Enseña La Iglesia
La advertencia de Cristo en el Evangelio: “Quien no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de los cielos” (Juan 3,5), debe entenderse como la invitación de un amor universal e infinito; un llamado a sus hijos deseando para ellos el mayor bien. Este llamamiento irrevocable y urgente no puede dejar al hombre en una actitud indiferente o neutral, ya que su aceptación es para él la condición del cumplimiento de su destino. (Instrucción soble el Bautismo de los niños #10)

La fe, no es sólo un acto personal, sino también una virtud sobrenatural. Los niños no son capaces de un acto personal de fe, pero sí pueden tener la fe como virtud sobrenatural. De la misma manera que “el amor ha sido derramado en nuestros corazones por el Espírtu Santo que nos ha sido dado”, es decir, por gracia y no por nuestro propio esfuerzo asi también el Espíritu Santo da la fe a los que reciben el Bautismo. (La Doctrina de la Fe, Franco Amerio p.445)

Objeciones
1ª. Objeción. La fe es necesaria para el Bautismo, los niños no pueden hacer un acto de fe, por tanto no pueden ser bautizados.

La Iglesia está de acuerdo: “El Bautismo es el sacramento de la fe”. (CIC 1253). “El que creyere y se bautizare se salvará” (Marcos 16, 16) Por eso “..el Bautismo jamás se ha administrado sin fe: para los niños se trata de la fe de la Iglesia”. (Instrucción sobre el Bautismo de los Niños No. 18).

Entrar al cine sin boleto es un fraude, pero si otro paga mi boleto, tengo tanto derecho a entrar como si yo lo hubiera pagado.

Cristo siempre exigió la fe para sanar a los enfermos, pero en el caso de los niños bastaba la fe de su padre o su madre, como es el caso de la hija de Jairo, Marcos 5, 36 y de la hija de la sirofenicia, Mateo 15, 28.

Nadie se puede dar la fe a sí mismo. El niño recibe la vida de sus padres, y la fe de la Iglesia. Es una fe inicial, en semilla, que después debe crecer y volverse adulta, sin embargo basta para recibir el Bautismo. De esta forma los niños reciben la fe y con ella la vida eterna como un don gratuito de Dios a través de la iglesia. Lee: CIC n. 169.

El Bautismo de los niños pone de manifiesto la gratuidad de la salvación.

“Dejad que los niños vengan a mí”

La Sra. Edith era una convencida Bautista, pero sucedió que uno de sus hijos nació con Síndrome de Down. El pastor se negó a bautizarlo porque el niño “no podía hacer un acto de fe”. Para la Sra. Edith las palabras de Cristo eran claras: “Quien no nace del agua y del espíritu no puede entrar en el Reino de Dios”. ¿Por qué su hijo iba a estar excluido del Reino de Dios? Decidió llevar a su hijo a una iglesia donde lo bautizaran y así se convirtió el niño en hijo de Dios y ella a la fe católica.

2ª. Objeción. Los niños no necesitan Bautismo porque ellos son inocentes y no tienen pecado.

El que no distingue, confunde. Los niños no tienen pecados personales, pero sí tienen el pecado original.

San Pablo opone a la universalidad del pecado, la universalidad de la salvación en Cristo: “Por un sólo hombre entró el pecado en el mundo y por el pecado la muerte y así la muerte alcanzó a todos los hombres, pues todos pecaron…” Romanos 5, 12 Si todos sufren la derrota del pecado, entonces, todos necesitan el baño que nos lava del pecado: el bautizo.

TODOS SOMOS PECADORES

El Rey David dice en el salmo 50: “Míra, en la culpa nací, pecador me concibió mi madre…” Si el bebé, desde el seno de su madre, nace con culpa y es un pecador, quiere decir que también necesita el “Bautismo para el perdón de los pecados”. Lee: Hechos 2, 37. Estudia detenidamente: CIC n.1250 y 405.

TODOS SOMOS CIEGOS

La historia del ciego de nacimiento (Juan 9) es muy aleccionadora. El ciego representa al cristiano, porque todos nacemos ciegos a la fe y, por tanto, todos necesitamos lavarnos en la Piscina del Enviado = el Bautismo de Cristo. Si los gatitos a los ocho días abren los ojos ¿porqué los niños deben esperar a ser adultos para abrirlos?

3ª. Objeción. No es bueno imponer a los niños una fe que ellos no han escogido.

La fe ni es “escogida”, ni es “impuesta” sino que es don y gracia de Dios. Si el Bautismo confiere a los hijos el bien sublime de la gracia divina, sólo unos padres ignorantes o incrédulos podran negar a sus hijos este don. Pero además, ¿quién eres tú para negar a Jesucristo el derecho legítimo sobre aquel por quien Él murió y resucitó?

4ª. Objeción. Jesucristo se bautizó de grande y se bautizó en el río.

Esta objeción revela una gran ignorancia de la palabra de Dios. Porque Cristo recibió el Bautismo de Juan, que era un bautismo de penitencia, nosotros en cambio, recibimos el Bautismo de Cristo, en fuego y Espíritu. Por eso somos “cristianos” y no “bautistas”. Y por eso los católicos bautizamos no como el Bautista lo hacía, sino como Cristo manda: “en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo”. Lee: Mateo 28, 19.

5ª. Objeción. ¿Y qué hay de los niños que mueren sin Bautismo?

“La Iglesia los confía a la misericordia de Dios que quiere que todos los hombres se salven” (1Timoteo 2, 4) y a la ternura de Jesús con los niños, que le hizo decir: “Dejad que los niños se acerquen a mí, y no se lo impidáis” (Marcos 10, 14). Esto nos permite confiar en que hay un camino de salvación para los niños que mueren sin el Bautismo. Por esto es más apremiante aún la llamada de la Iglesia a no impedir que los niños vengan a Cristo por el don del Bautismo. (CIC n. 1261).

 

Por: P. Clemente González | Fuente: Catholic.net


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Texto completo del Papa a los empresarios de “Economía y Comunión. 4 febrero 2017  (ZENIT – Ciudad del Vaticano)

Queridos hermanos y hermanas:

Me alegra daros la bienvenida como representantes de un proyecto en el que estoy desde hace tiempo realmente interesado. Saludo cordialmente a cada uno de vosotros y agradezco, en particular las amables palabras de vuestro coordinador, el profesor Luigino Bruni y también por los testimonios que he escuchado.

Economía y comunión. Dos palabras que la cultura actual  mantiene separadas y, a menudo considera opuestas. Dos palabras que, en cambio, vosotros habéis unido recogiendo la invitación que hace veinticinco años os dirigió Chiara Lubich, en Brasil, cuando, ante el escándalo de la desigualdad en la ciudad de San Pablo, pidió a los empresarios que se convirtiesen en agentes de comunión. Invitándoos a ser creativos, competentes, pero no sólo eso. Vosotros  consideráis al empresario como agente de comunión. Al injertar en la economía  la buena semilla de la comunión,  habéis comenzado un cambio profundo en la manera de ver y vivir la empresa. La empresa no solo  puede no destruir la comunión entre las personas, sino que  puede construirla, puede  promoverla. Con vuestra vida demostráis que la economía y la comunión son más hermosas cuando están una al lado de la otra. Más bella  la economía, por supuesto, pero aún más hermosa la comunión, porque la comunión espiritual de los corazones es aún más plena más cuando se convierte en comunión de los bienes, de los talento, de los beneficios.

Pensando en vuestro  compromiso, me gustaría deciros hoy tres cosas.

La primera  se refiere al dinero. Es muy importante que en el corazón de la economía de comunión esté la comunión de  vuestros útiles. La economía de comunión es también comunión de los beneficios, expresión de la comunión de la vida. A menudo he hablado del dinero como un ídolo. La Biblia nos lo dice de diferentes maneras. No es casualidad que la primera acción pública de Jesús, en el Evangelio de Juan, sea la expulsión de los mercaderes del templo (cf. 2.13 a 21). No se puede entender el nuevo Reino que trae Jesús si no nos liberamos  de los ídolos,  de los cuales uno de los más poderosos es el dinero. ¿Cómo, entonces, se puede ser un mercader que  Jesús no expulsa? El dinero es importante, sobre todo cuando no hay y  de él  depende  la comida, la escuela, el futuro de los hijos. Pero se convierte en ídolo cuando pasa a ser el fin. La avaricia, que no por casualidad es un pecado capital, es pecado de idolatría, porque la acumulación de dinero de por sí se convierte en el fin de las propias acciones. Fue  Jesús mismo el que dio categoría de “señor” al dinero: “Ninguno puede servir a dos señores, a dos patrones”. Son dos:Dios o el dinero, el anti-Dios, el ídolo. Fue lo que dijo Jesús. Al mismo nivel de opción. Pensadlo.

Cuando el capitalismo hace de la búsqueda de beneficios  su  única finalidad, corre el riesgo  de convertirse en  una estructura idólatra, en una forma de culto. La diosa de la “fortuna” es cada vez más la nueva deidad de una cierta finanza y de  todo ese sistema del juego de azar  que está destruyendo a millones de familias en todo el mundo, y al que vosotros os oponéis con razón. Este culto idólatra es un sustituto de la vida eterna. Los productos  (automóviles, teléfonos …) envejecen y se consumen, pero si tengo el dinero o el crédito puedo comprar inmediatamente otros, haciéndome la  ilusión de superar la muerte.

Podemos entender, entonces, el valor ético y espiritual de vuestra elección de poner los beneficios en común. El modo mejor y más concreto de no hacer un ídolo del dinero es  compartirlo con los demás, especialmente con los pobres, o para hacer  estudiar y trabajar a los jóvenes, venciendo la tentación idolátrica con la comunión. Cuando repartís y compartís vuestros beneficios, lleváis a cabo un acto de alta espiritualidad, diciendo con los hechos al dinero:  Tu no eres  Dios, tu no eres señor, tu no eres  patrón. Y  no os olvideis de esa alta filosofía y esa alta teología que hacia decir a nuestras abuelas:  “El diablo entra por los bolsillos”.  No os olvidéis de esto.

La segunda cosa que quiero decir  atañe  a la pobreza, un tema central en vuestro movimiento.

En la actualidad hay  muchas iniciativas, públicas y privadas, para combatir la pobreza. Y todo esto, por un lado, es un crecimiento de humanidad. En la Biblia, los pobres, los huérfanos, las viudas, los “descartes” de las sociedades de la época, se ayudaban con el diezmo y  espigando el grano. Pero la mayoría del pueblo  seguía siendo pobre, esas ayudas no eran suficientes para alimentar y curar a todos. Los “descartes” de la sociedad seguían siendo muchos. Hoy hemos inventado otras formas de cuidar , alimentar, educar a los pobres, y algunas de las semillas de la Biblia han florecido en las instituciones más eficaces que las antiguas. La razón de los impuestos estriba también en esta solidaridad, que es negada por la evasión y el fraude fiscal, que, antes de ser actos ilegales son actos que niegan la ley básica de la vida: la ayuda mutua.

Pero – y esto nunca se repetirá  lo suficiente  – el capitalismo sigue produciendo los  descartes que luego  quisiera curar. El principal problema ético de este capitalismo es la generación de descartes para después  tratar de ocultarlos o de curarlos para que no se vean. Una grave prueba de la pobreza de una civilización es la incapacidad de ver  a sus pobres,  que antes  se descartan y luego se  ocultan.

Los aviones contaminan la atmósfera, pero con una pequeña parte del dinero del billete se plantarán árboles para compensar una parte del daño causado. Las empresas del juego de azar financian campañas para el tratamiento de los ludópatas que crean. Y el día en que las empresas de armas financien hospitales para tratar a los  niños mutilados por las bombas, el sistema habrá alcanzado su punto culminante. Esta es la hipocresía

La economía de comunión, si quiere ser fiel a su carisma, no sólo debe ocuparse de las víctimas, sino  construir un sistema en el que las víctimas sean cada vez menos, en el que, a ser posible ya no existan. Hasta que la economía siga produciendo  una  sola víctima y haya una persona descartada,  no se habrá realizado la comunión, la fiesta de la fraternidad universal no será plena.

Es necesario, pues, apuntar a cambiar las reglas del juego  sistema económico-social. No es suficiente imitar al buen samaritano del Evangelio. Por supuesto, cuando un empresario o cualquier persona se encuentra con una víctima, está llamado a cuidarla, y tal vez, como el buen samaritano, también a asociar el mercado (el hospedero) a su acción de fraternidad. Yo sé que vosotros intentáis  hacerlo desde hace 25 años. Pero es necesario en primer lugar  actuar antes de que el hombre se tope con los bandidos,  luchando  contra las estructuras de pecado que producen bandidos y  víctimas. Un empresario que es sólo un buen samaritano hace solamente la mitad de su deber: cura a las víctimas de  hoy, pero no reduce las de mañana. Para la comunión es necesario imitar al Padre misericordioso de la parábola del hijo pródigo y esperar a los hijos en casa, a los trabajadores y colaboradores que se han equivocado, y allí abrazarlos  y hacer fiesta -con ellos y para ellos – y no dejarse bloquear la meritocracia invocada por el hijo mayor y por tantos, que en nombre de los méritos niegan la misericordia. Un empresario de  comunión está llamado a hacer todo lo posible para que  incluso los que cometen errores y dejan su casa, puedan esperar en un trabajo y unos ingresos decentes, y no encontrarse a  comer con los cerdos. Ningún hijo, ningún hombre, ni siquiera el más rebelde, se merece las bellotas.

Por último, la tercera cosa se refiere al futuro. Estos 25 años de vuestra historia dicen que  comunión y  empresa pueden convivir  y crecer juntas. Una experiencia que por ahora se limita a un pequeño número de empresas, muy pequeño en comparación con el gran capital del mundo. Pero los cambios en el orden del espíritu y, por tanto, de la vida no están relacionados con grandes números. El pequeño rebaño, la lámpara, una moneda, un cordero, una perla, la sal, la levadura: estas son las imágenes del Reino que nos encontramos en los Evangelios. Y los profetas han anunciado la nueva era de la salvación  indicando  el signo de un niño, Emmanuel, y  hablándonos de un “resto” fiel, un pequeño grupo.

No hace falta ser muchos para cambiar nuestras vidas: es bastante que la  sal y la levadura no se desnaturalicen. El gran trabajo por hacer es tratar de no perder el “principio activo” que los anima: la sal no cumple su función  creciendo en cantidad; de hecho, el exceso de sal vuelve a  la masa salada, sino salvando  su “alma”,  es decir su calidad . Todas las veces que las personas, las naciones, e incluso la Iglesia han pensado en salvar al mundo creciendo en número, han producido estructuras de poder, olvidándose de los pobres. Salvemos nuestra economía,  permaneciendo simplemente sal y  levadura: un trabajo difícil, porque todo caduca con el paso del tiempo. ¿Cómo no perder el ingrediente activo,  la  “enzima” de comunión?

Cuando no había  frigoríficos  para conservar la levadura madre del pan  se daba a la vecina un poco de la   propia masa fermentada, y cuando  había que amasar pan otra vez, se recibía un puñado de pasta fermentada de esa mujer o de otra que lo había recibido a su vez. Es la reciprocidad. La comunión no es sólo división sino también multiplicación de los bienes,  creación de un nuevo pan, de nuevos bienes, del nuevo Bien con mayúscula. El principio vivo del Evangelio permanece activo sólo cuando lo damos porque es amor, y el amor es activo cuando amamos, no cuando escribimos romances o vemos  telenovelas. Si en cambio lo mantenemos celosamente todo y sólo para nosotros, enmohece y muere. El evangelio puede enmohecer. La economía de comunión tendrá futuro si la  daréis a todos y no se quedará sólo en vuestra “casa”. Dádsela a todos, y antes que a ninguno a los pobres y a los jóvenes, que son los que más  necesitan y saben cómo hacer fecundo el don recibido! Para tener vida en abundancia, hay que aprender a dar no sólo los beneficios de las empresas, sino a  vosotros  mismos. El primer regalo del empresario es su propia persona:  vuestro dinero, aunque importante, es demasiado poco. El dinero no salva si no va acompañado por el don de la persona. La economía de hoy, los pobres, los jóvenes necesitan en primer lugar de vuestra alma, de vuestra fraternidad respetuosa y humilde, de vuestra voluntad de vivir, y sólo después de vuestro dinero.

El capitalismo conoce la filantropía, no la comunión. Es fácil donar una parte de los beneficios, sin abrazar y tocar a las personas  que reciben esas “migajas”. En cambio, incluso cinco panes y dos peces pueden alimentar a la multitud si con ellos compartimos  nuestras vidas. En la lógica del Evangelio, si no se da todo,  nunca se da bastante.

Todas estas  cosas  ya las  hacéis. Pero podáis  compartir  más aún los beneficios para luchar contra la idolatría, cambiar las estructuras para prevenir la creación de víctimas y de descartes; dar más de vuestra levadura para que suba el pan. El “no” a una economía que mata se convierta en un “sí” a una economía que hace vivir, porque comparte, incluye a  los pobres, usa los beneficios para crear comunión.

Os deseo que  sigáis vuestro  camino, con coraje, humildad y alegría; alegría: “Dios ama al que da con alegría” (2 Cor 9,7). Dios ama vuestros beneficios y talentos dados con alegría.  Ya lo hacéis; podéis hacerlo todavía más.

Os deseo que sigáis  siendo semilla, sal y levadura de otra economía: la economía del Reino, donde los ricos saben compartir su riqueza, y los pobres … y los pobres son llamados bienaventurados.Gracias


Publicado por verdenaranja @ 20:30  | Habla el Papa
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Carta pastoral de monseñor Bernardo Afonso Álvarez, obispo de la diócesis Nivariense,Tenerife, con motivo de la campaña contra el hambre en el mundo 2017.

"El mundo no necesita más comida,

necesita más gente comprometida"

 

Muy acertado el lema de este año para la 58º Campaña de MANOS UNIDAS contra el Hambre: "El mundo no necesita más comida, necesita más gente comprometida".

Acertado, primero, porque sale al paso de la falsa idea, ampliamente difundida, de que el hambre y la miseria extrema que padecen mil millones de personas en el mundo, está causada por la superpoblación de nuestro planeta y, desde esta falsa premisa, se promueven campaña para reducir la natalidad. Si fuéramos menos, se dice, habría comida para todos.

Esta afirmación es abiertamente desmentida por el hecho de que, anualmente, se tiran a la basura entre el 30 y 35 por ciento de los alimentos que se producen destinados al consumo humano (Informe de la FAO). Así como suena: cantidades enormes de los recursos destinados a la producción de alimentos se utilizan en vano. Producimos alimentos y tiramos más de la tercera parte; sin embargo, millones y millones de personas mueren de hambre: "aquellos que carecen del alimento diario y han dejado de pensar en la vida, en las relaciones familiares y sociales, y luchan sólo por la supervivencia" (Papa Francisco).

Acertado, también, porque el lema es una llamada a la conciencia de cada uno para que verifiquemos si, y en qué medida, estamos involucrados en la erradicación del hambre en el mundo o, si por el contrario, somos indiferentes ante la miseria y el sufrimiento de nuestros semejantes. Tal vez, yo mismo y tú, debemos pararnos a pensar si con nuestra manera de vivir no estaremos contribuyendo al hambre y la pobreza en el mundo. Ni la mezquindad, ni la indiferencia son respuesta cristiana ante el prójimo necesitado. No podemos olvidar el mandato de Jesús: "Amaos los unos a los otros como yo os he amado".

Ciertamente, en este momento, lo que hace falta no es más comida sino más personas comprometidas. Personas, conscientes y responsables, capaces de gestionar mejor los recursos que tienen a su disposición, sin consumir más de lo necesario, sin derrochar y tirar lo que es de todos. Es necesario recordar un principio fundamental: "todos los bienes de la tierra son de todos los hombres y mujeres que la habitan" y, por tanto, nadie –personal o colectivamente- puede disponer de ellos como si fueran exclusivamente suyos. No se puede acaparar sólo para sí lo que es de todos y mucho menos tirarlo a la basura. Actuar así es hartarse y derrochar, dejando a otros sin comer.

Semejante situación fue abiertamente denunciada por Jesucristo, como contraria a la justicia. Lo hizo, con la parábola en la que cuenta el comportamiento de un "un hombre rico que vestía de púrpura y lino finísimo, y cada día celebraba espléndidos banquetes. Un pobre, en cambio, llamado Lázaro, yacía sentado a su puerta, cubierto de llagas, deseando saciarse de lo que caía de la mesa del rico". ¿No es esta parábola el paradigma de lo que pasa hoy en el mundo? ¿Lo que  San Juan Pablo II llamó "la paradoja de la abundancia"? "En efecto - dice el Papa Francisco- hay comida para todos, pero no todos pueden comer, mientras que el derroche, el descarte, el consumo excesivo y el uso de alimentos para otros fines, están ante nuestros ojos”.

Pero, no pensemos solo en esos ricos multimillonarios que, con su forma de vivir, son un insulto a los millones de pobres "lázaros"  que pueblan el planeta. "Es insostenible el comportamiento de aquellos que consumen y destruyen más y más, mientras otros todavía no pueden vivir de acuerdo con su dignidad humana" (Papa Francisco). Fijémonos también en nosotros, gente corriente, que a otro nivel podemos estar adoptando la misma actitud. No esperemos a que sean otros los que se conviertan de su escandalosa vida. Miremos hacia nosotros mismos y pongamos manos a la obra. El trabajo de MANOS UNIDAS a lo largo de casi sesenta años,  fruto de la unión de pequeños y grandes esfuerzos, es la prueba de que es posible mejorar –de modo sostenible y prologando en el tiempo- las condiciones de vida de quienes carecen de lo más indispensable para vivir. La lucha continúa, hay que seguir "plantando cara al hambre". Es mucho lo que queda por hacer. Hace falta gente comprometida. ¿Te comprometes?

Preguntémonos cada uno: En concreto, con mis posibilidades, con lo que soy y lo que tengo, ¿qué puedo y que debo hacer yo en favor de los que pasan hambre en el mundo? En nuestra mano está, en primer lugar, vivir de otra manera, no gastar más de lo necesario y sobre todo no tirar alimentos. "Los hogares españoles tiraron a la basura 1.326 millones de kilos de alimentos en 2015. Lo que significa que se desechan unos 3,7 millones de kilos diarios. Solo el 18,9% de los hogares consume todos los alimentos comprados. Entre un 30% y un 50% de los alimentos comestibles acaban desechados. La mayoría de lo que se desechan, el 80%, se tiran a la basura en los hogares tal cual se han comprado" (noticia de 8–9-2016).

Como se ve, para evitar este derroche, basta con poner un poco de voluntad y cabeza a la hora de comprar y consumir. Y, claro, para que el compromiso sea completo, lo ahorrado y todo lo que generosamente podamos añadir  hay que destinarlo a los más pobres. "El mundo necesita más gente comprometida", dice el lema de la Campaña. Tú y yo, uniéndonos activamente en la lucha Contra el Hambre en el Mundo, tenemos la posibilidad de ser esa gente comprometida. No lo olvidemos, "muchos pocos hacen mucho" y "la unión hace la fuerza".

Un cauce apropiado y seguro, para unir nuestros esfuerzos personales y alcanzar resultados eficaces en favor de los pobres, es precisamente MANOS UNIDAS, la ONG de desarrollo de la Iglesia católica y de voluntarios, que trabaja para apoyar a los pueblos del Sur en su desarrollo y en la sensibilización de la población española. Los ingresos, para sus proyectos en los países pobres, provienen en un 87,1 %, de fuentes privadas y en un 12,9 % del sector público. Información completa en:  http://www.manosunidas.org/

Esas "fuentes privadas" son los millones de españoles, como tú y como yo, que hacemos nuestros donativos directamente a la organización o mediante la colecta que cada año, el segundo fin de semana de  febrero (este año, el 11-12), se hace en todas las iglesias. MANOS UNIDAS cuenta con nuestra generosa aportación económica para continuar su labor. Millones de hermanos nuestros la necesitan. El hambre en el mundo es una cuestión de vida o muerte y, paradójicamente, "el mundo no necesita más comida, necesita más gente comprometida".

 

† Bernardo Álvarez Afonso

Obispo Nivariense


Viernes, 03 de febrero de 2017

Reflexión a las lecturas del domingo quinto del Tiempo Ordinario A ofrecida por el sacerdote Don Juan Manuel Pérez Piñero bajo el epígrafe "ECOS DEL DIA DEL SEÑOR"

Domingo 5º del T. Ordinario (A) 

 

Ser cristiano no es compatible con una forma de vida encerrada en sí misma, sin proyección externa, sin preocuparse de los demás, en una especie de “egoísmo religioso”. “Yo cumplo con Dios y ya está”. ¡No vale…!

En el Sermón de  la Montaña, el Señor señala enseguida la dimensión misionera y fraterna de la existencia cristiana. Con nuestra palabra y con nuestro testimonio de vida, tenemos que ser sal de la tierra y luz del mundo, es decir, tenemos que vivir abiertos a los demás, preocupándonos de compartir con todos  el Evangelio, la “Buena Noticia”, que hemos recibido.

Y el Señor se vale de estas comparaciones sencillas, que todo el mundo entiende, para señalarnos la misión del cristiano en el mundo y la importancia y la necesidad apremiante de que se haga realidad.

¿Qué sería de nosotros si  nos encontráramos sin sal y sin luz? ¿Cómo nos alimentaríamos sin sal, o entraríamos en la noche sin luz? Pues esta es la necesidad y la urgencia que tenemos del mensaje del Evangelio en nuestra vida de cada día. Como la sal, nosotros tenemos que mostrar a todos, que ser cristiano es dar sabor, gusto, sentido a la vida, especialmente, en los momentos más difíciles.

Hoy se habla mucho de corrupción. Pues los cristianos tenemos que preservarnos y preservar a los demás de cualquier tipo de corrupción. También para eso sirve la sal.

Y si queremos ser sal,  no podemos buscar protagonismo, lucimiento personal… Para que la sal dé  gusto a la comida,  tiene que diluirse, desaparecer.

Hoy casi todo se recicla. Sin embargo, si la sal se estropea, no se puede reciclar. “No sirve más que para tirarla fuera y que la pise la gente”.  Igual sucede al cristiano: Si pierde la condición de sal de la tierra, no sirve para nada.

¿Y qué sería de nuestra vida sin la luz? No sólo por la noche. Son ya tantas las cosas que dependen de la electricidad, que, cuando se va la luz, se paraliza casi todo. Y, además, queremos una luz de calidad. No nos conformamos ni nos vale ya cualquier tipo de luz: Una vela, una linterna… No. Nos hemos acostumbrado a la luz eléctrica y ya no podemos vivir sin ella.  ¡Lo mismo sucede a nuestra sociedad, al mundo, sin la luz del Evangelio!

La primera lectura de hoy nos enseña que, cuando hacemos  el bien a los demás, comenzando por el hambriento, el  pobre sin techo, el desnudo, somos  como la luz de la aurora. Y cuando desterramos de nuestra vida la opresión, las amenazas, la maledicencia, y, cuando damos pan al hambriento y al indigente, somos como la luz del mediodía. “Entonces clamarás al Señor y te responderá. Gritarás y te dirá: Aquí estoy”.

Y, además, ¿a quién se le ocurre encender una luz para ocultarla, esconderla,  e impedir que alumbre? Sin embargo, hay tantos cristianos que son luces escondidas, apagadas… Por eso muchas veces anda la gente en oscuridad, en tinieblas. Y nos lamentamos y criticamos…, sin darnos cuenta de nuestra propia responsabilidad.

Ya Paul Claudel lanzaba a los cristianos este reto profético: “Vosotros que veis, ¿qué habéis hecho con la luz?”.

 Decía antes que la sal no permite protagonismos, personalismos, lucimientos… La luz tampoco. A la luz nadie la considera ni le da las gracias. Está ahí y vale. Del mismo modo, nosotros, cuando seamos sal de la tierra y luz del mundo, hemos de decir: “Somos unos pobres siervos. Hemos hecho lo que teníamos que hacer”. (Lc 17, 10).

 

¡FELIZ DÍA DEL SEÑOR


Publicado por verdenaranja @ 21:10  | Espiritualidad
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DOMINGO 5º DEL TIEMPO ORDINARIO A               

MONICIONES 

 

PRIMERA LECTURA

            En el Evangelio de hoy, Jesús nos dirá que somos sal de la tierra y luz del mundo; pero ya en el Antiguo Testamento se nos enseñaba lo que tenemos que hacer para conseguirlo. Escuchemos con atención. 

 

SEGUNDA LECTURA

            S. Pablo quiere que la fe de los cristianos de Corinto, no se apoye en su persona y en sus cualidades personales, sino en el poder de Dios. 

TERCERA LECTURA

            Continuamos hoy escuchando las enseñanzas de Jesucristo en el Sermón de la Montaña.

Acojamos con alegría su palabra con el canto del aleluya.

 

COMUNIÓN

En la Comunión recibimos el alimento que necesitamos, para que podamos ser, como el mismo Jesucristo, sal de la tierra y luz del mundo, con nuestra palabra y con nuestro testimonio de vida, luchando con todas nuestras fuerzas contra todo sufrimiento, contra todo mal. 


Publicado por verdenaranja @ 21:07  | Liturgia
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En la festividad de la Presentación del Señor, y en la XXI Jornada Mundial de la Vida Consagrada, el papa Francisco presidió en la basílica vaticana de San Pedro la santa misa junto a sacerdotes de órdenes, congregaciones e institutos religiosos. 2 febrero 2017 (ZENIT – Ciudad del Vaticano)

Cuando los padres de Jesús llevaron al Niño para cumplir las prescripciones de la ley, Simeón «conducido por el Espíritu» (Lc 2,27) toma al Niño en brazos y comienza un canto de bendición y alabanza: «Porque mis ojos han visto a tu Salvador, a quien has presentado ante todos los pueblos; luz para alumbrar a las naciones, y gloria de tu pueblo Israel» (Lc 2,30-32).

Simeón no sólo pudo ver, también tuvo el privilegio de abrazar la esperanza anhelada, y eso lo hace exultar de alegría. Su corazón se alegra porque Dios habita en medio de su pueblo; lo siente carne de su carne. La liturgia de hoy nos dice que con ese rito, a los 40 días de nacer, el Señor «fue presentado en el templo para cumplir la ley, pero sobre todo para encontrarse con el pueblo creyente» (Misal Romano, 2 de febrero, Monición a la procesión de entrada).

El encuentro de Dios con su pueblo despierta la alegría y renueva la esperanza. El canto de Simeón es el canto del hombre creyente que, al final de sus días, es capaz de afirmar: Es cierto, la esperanza en Dios nunca decepciona (cf. Rm 5,5),

Él no defrauda. Simeón y Ana, en la vejez, son capaces de una nueva fecundidad, y lo testimonian cantando: la vida vale la pena vivirla con esperanza porque el Señor mantiene su promesa; y será, más tarde, el mismo Jesús quien explicará esta promesa en la Sinagoga de Nazaret: los enfermos, los detenidos, los que están solos, los pobres, los ancianos, los pecadores también son invitados a entonar el mismo canto de esperanza. Jesús está con ellos, él está con nosotros (cf. Lc 4,18-19).

Este canto de esperanza lo hemos heredado de nuestros mayores. Ellos nos han introducido en esta «dinámica». En sus rostros, en sus vidas, en su entrega cotidiana y constante pudimos ver como esta alabanza se hizo carne. Somos herederos de los sueños de nuestros mayores, herederos de la esperanza que no desilusionó a nuestras madres y padres fundadores, a nuestros hermanos mayores.

Somos herederos de nuestros ancianos que se animaron a soñar; y, al igual que ellos, hoy queremos nosotros también cantar: Dios no defrauda, la esperanza en él no desilusiona. Dios viene al encuentro de su Pueblo. Y queremos cantar adentrándonos en la profecía de Joel: «Derramaré mi espíritu sobre toda carne, vuestros hijos e hijas profetizarán, vuestros ancianos tendrán sueños y visiones» (3,1). Nos hace bien recibir el sueño de nuestros mayores para poder profetizar hoy y volver a encontrarnos con lo que un día encendió nuestro corazón. Sueño y profecía juntos.

Memoria de cómo soñaron nuestros ancianos, nuestros padres y madres y coraje para llevar adelante, proféticamente, ese sueño. Esta actitud nos hará fecundos pero sobre todo nos protegerá de una tentación que puede hacer estéril nuestra vida consagrada: la tentación de la supervivencia. Un mal que puede instalarse poco a poco en nuestro interior, en el seno de nuestras comunidades.

La actitud de supervivencia nos vuelve reaccionarios, miedosos, nos va encerrando lenta y silenciosamente en nuestras casas y en nuestros esquemas. Nos proyecta hacia atrás, hacia las gestas gloriosas —pero pasadas— que, lejos de despertar la creatividad profética nacida de los sueños de nuestros fundadores, busca atajos para evadir los desafíos que hoy golpean nuestras puertas. La psicología de la supervivencia le roba fuerza a nuestros

carismas porque nos lleva a domesticarlos, hacerlos «accesibles a la mano» pero privándolos de aquella fuerza creativa que inauguraron; nos hace querer proteger espacios, edificios o estructuras más que posibilitar nuevos procesos.

La tentación de supervivencia nos hace olvidar la gracia, nos convierte en profesionales de lo sagrado pero no padres, madres o hermanos de la esperanza que hemos sido llamados a profetizar. Ese ambiente de supervivencia seca el corazón de nuestros ancianos privándolos de la capacidad de soñar y, de esta manera, esteriliza la profecía que los más jóvenes están llamados a anunciar y realizar.

En pocas palabras, la tentación de la supervivencia transforma en peligro, en amenaza, en tragedia, lo que el Señor nos presenta como una oportunidad para la misión. Esta actitud no es exclusiva de la vida consagrada, pero de forma particular somos invitados a cuidar de no caer en ella. Volvamos al pasaje evangélico y contemplemos nuevamente la escena.

Lo que despertó el canto en Simeón y Ana no fue ciertamente mirarse a sí mismos, analizar y rever su situación personal. No fue el quedarse encerrados por miedo a que les sucediese algo malo. Lo que despertó el canto fue la esperanza, esa esperanza que los sostenía en la ancianidad. Esa esperanza se vio recompensada en el encuentro con Jesús. Cuando María pone en brazos de Simeón al Hijo de la Promesa, el anciano empieza a cantar sus sueños.

Cuando pone a Jesús en medio de su pueblo, este encuentra la alegría. Y sí, sólo eso podrá devolvernos la alegría y la esperanza, sólo eso nos salvará de vivir en una actitud de supervivencia. Sólo eso hará fecunda nuestra vida y mantendrá vivo nuestro corazón.

Poniendo a Jesús en donde tiene que estar: en medio de su pueblo. Todos somos conscientes de la transformación multicultural por la que atravesamos, ninguno lo pone en duda. De ahí la importancia de que el consagrado y la consagrada estén insertos con Jesús, en la vida, en el corazón de estas grandes transformaciones. La misión —de acuerdo a cada carisma particular— es la que nos recuerda que fuimos invitados a ser levadura de esta masa concreta.

Es cierto podrán existir «harinas» mejores, pero el Señor nos invitó a leudar aquí y ahora, con los desafíos que se nos presentan. No desde la defensiva, no desde nuestros miedos sino con las manos en el arado ayudando a hacer crecer el trigo tantas veces sembrado en medio de la cizaña.

Poner a Jesús en medio de su pueblo es tener un corazón contemplativo, capaz de discernir como Dios va caminando por las calles de nuestras ciudades, de nuestros pueblos, en nuestros barrios. Poner a Jesús en medio de su pueblo, es asumir y querer ayudar a cargar la cruz de nuestros hermanos. Es querer tocar las llagas de Jesús en las llagas del mundo, que está herido y anhela, y pide resucitar. ¡Ponernos con Jesús en medio de su pueblo! No como voluntaristas de la fe, sino como hombres y mujeres que somos continuamente perdonados, hombres y mujeres ungidos en el bautismo para compartir esa unción y el consuelo de Dios con los demás.

Ponernos con Jesús en medio de su pueblo, porque «sentimos el desafío de descubrir y transmitir la mística de vivir juntos, de mezclarnos, de encontrarnos, de tomarnos de los brazos, de apoyarnos, de participar de esa marea algo caótica que [con el Señor], puede convertirse en una verdadera experiencia de fraternidad, en una caravana solidaria, en una santa peregrinación. […] Si pudiéramos seguir ese camino, ¡sería algo tan bueno, tan sanador, tan liberador, tan esperanzador! Salir de sí mismo para unirse a otros» (Exhort. ap. Evangelii gaudium, 87) no sólo hace bien, sino que transforma nuestra vida y esperanza en un canto de alabanza.

Pero esto sólo lo podemos hacer si asumimos los sueños de nuestros ancianos y los transformamos en profecía. Acompañemos a Jesús en el encuentro con su pueblo, a estar en medio de su pueblo, no en el lamento o en la ansiedad de quien se olvidó de profetizar porque no se hace cargo de los sueños de sus mayores, sino en la alabanza y la serenidad; no en la agitación sino en la paciencia de quien confía en el Espíritu, Señor de los sueños y de la profecía. Y así compartamos lo que no nos pertenece: el canto que nace de la esperanza.


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Domingo V del Tiempo Ordinario por el  P. Antonio Rivero, L.C. Doctor en Teología Espiritual, profesor de Humanidades Clásicas en el Centro de Noviciado y Humanidades y Ciencias de la Legión de Cristo en Monterrey (México). 31 enero 2017 (zenit)

Ciclo A

 

Ciclo A
Textos: Isaías 58, 7-10; 1 Corintios 2, 1-5; Mateo 5, 13-16

P. Antonio Rivero, L.C. Doctor en Teología Espiritual, profesor de Humanidades Clásicas en el Centro de Noviciado y Humanidades y Ciencias de la Legión de Cristo en Monterrey (México).

Idea principal: el cristiano seguidor de Cristo debe ser sal y luz.

Resumen del mensaje: Jesús sigue haciendo el retrato y la fisonomía de sus discípulos y seguidores en el famoso Sermón de la Montaña (Mateo, capítulos 5-7). Además de las bienaventuranzas, que nos marcaban el camino de la auténtica felicidad (domingo pasado), hoy Jesús usa dos imágenes expresivas: quien lleve el nombre de cristiano debe ser sal y luz en este mundo (evangelio).

Puntos de la idea principal:

En primer lugar, Jesús nos dice que somos y debemos ser sal, no azúcar. ¿Qué hace la sal? Da sabor a las comidas, es aderezo. Impide la corrupción de los alimentos; es conservante, por ser ácido. Derrite el hielo en las carreteras para evitar los accidentes de tráfico. La sal de bicarbonato es un antiácido para el estómago. La sal también remueve la herrumbre acumulada en las chimeneas, evitando posibles incendios peligrosos. Los colores pueden ser restaurados con el auxilio de un paño humedecido en una solución con sal y agua. La sal mantiene lejos la polilla de las alfombras nuevas de lana. El secreto es limpiar el piso con una solución concentrada de sal y agua caliente antes de poner la alfombra. Todo un símbolo de lo que debe ser el cristiano. Así fue Jesús: con la sal de su palabra iba dando sabor a todas las situaciones humanas –alegres y dolorosas-; iba preservando los valores humanos y morales con su mensaje divino, para que no se pudrieran. Y la segunda imagen: también el cristiano tiene que ser luz, porque llevamos en el alma y en la conciencia el resplandor de Cristo resucitado. Somos cristianos de Pascua. Cristo con su Pascua disipó las tinieblas del demonio, que parecía haber triunfado en ese Viernes Santo. En nuestras pupilas brilla la luz del cirio pascual. En nuestros labios resuena el “Lumen Christi”. Nuestras manos sostienen la vela que se alimenta de ese cirio pascual que es Cristo. Desafiamos a Nietzsche, pues sí tenemos rostros de resucitados.

En segundo lugar, que Dios nos libre de ser cristianos insípidos y apagados. Con la sal, daremos sabor a nuestra vida cristiana y también curaremos las heridas de nuestros hermanos (primera lectura), no con palabras rimbombantes, sino con la palabra y bálsamo del crucificado (segunda lectura) y preservaremos nuestro mundo de la opresión e injusticia (primera lectura) y de la mundanidad. Con la sal –dice el Crisóstomo- podemos volver a su sabor quienes se tornaron insípidos, pero con la sal en su medida; mucha sal estropea la comida. Con la luz de la fe en Cristo iluminamos nuestro interior e iluminamos nuestro ambiente, allá donde estamos. Fe que nos ilumina desde dentro, como trata de expresarlo la iconografía oriental. Con ella vivimos en este mundo para no tropezar, sí, pero con los ojos puestos en la eternidad. Por la luz de la fe vemos con claridad cuál es el camino que nos conduce al cielo. Ya no somos “un pueblo que anda en tinieblas”, sino que tiene “la luz de la vida”.

Finalmente, cuidemos de no estropear la sal echándole otras sustancias edulcorantes, como pueden ser nuestros gustos personales y los condimentos picantes de este mundo. Cuidemos nuestra luz, que es participación de la de Cristo, para que no alumbremos con la minúscula luz de nuestras tontas vanidades o deslumbremos con nuestros saberes enciclopédicos y culturales mundanos (segunda lectura).

Para reflexionar: ¿Soy sal o azúcar; soso o salado? ¿Soy luz u oscuridad con mi mal ejemplo?

Para rezar:

Te necesito a ti, Señor, para ser sal en medio
de los quehaceres de la vida diaria;
ser sal cuando preparo la mesa, pongo la lavadora,
voy conduciendo, o estoy en mi oficina.
Ser sal y luz porque en tu nombre, Señor, sepa dar el sabor o la luz
de la concordia, del consuelo, de la alegría, del perdón, de la esperanza.

Te necesito, Señor, para ser luz en medio de un mundo de tinieblas,
un mundo injusto al que amo.


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Jueves, 02 de febrero de 2017

El Cuaderno de la Semana de Oración Por la Unidad de los Cristianos nos presenta un elenco de todos los temas que ha sido objeto de reflexión desde 1968 hasta 2017. 

Temas (1968-2017)



Elaborados desde 1968 por la Comisión "Fe y Constitución" del Consejo Ecuménico de las Iglesias y por el Pontificio Consejo para la Unidad de los Cristianos. 

1968 "Para alabanza de su gloria" (Ef 1,14) 

1969 "Llamados a la libertad" (Gal 5,13) 
(Reunión preparatoria en Roma, Italia) 

1970 "Somos colaboradores de Dios" (1 Cor 3,9) 
(Reunión preparatoria en el Monasterio de Niederaltaich, República Federal de Alemania) 

1971 "... y la comunión del Espíritu Santo" (2 Cor 13,13) 
(Reunión preparatoria en Bari, Italia) 

1972 "Os doy un mandamiento nuevo" (Jn 13,34) 
(Reunión preparatoria en Ginebra, Suiza) 

1973 "Señor, enséñanos a orar" (Lc 11,1) 
(Reunión preparatoria en la Abadía de Montserrat, España) 

1974 "Que todos confiesen: Jesucristo es el Señor" (Flp 2,1-13)
(Reunión preparatoria en Ginebra, Suiza. En abril de 1974 se dirigió una carta a las Iglesias miembros, así como a otras partes que estuvieran interesadas en crear grupos locales que pudiesen participar en la prepración del folleto de la Semana de Oración. El primero en comprometerse fue el grupo australiano, que en concreto preparó en 1975 el proyecto inicial del folleto de la Semana de Oración) 

1975 La voluntad del Padre: constituir a Cristo en cabeza de todas las cosas" (Ef 1,3-10) 
(Proyecto de texto elaborado por un grupo australiano. Reunión preparatoria en Ginebra, Suiza) 

1976 "Ahora somos hijos de Dios" (1 Jn 3,2) 
(Proyecto de texto elaborado por la Conferencia de Iglesias del Caribe. Reunión preparatoria en Roma, Italia) 

1977 "La esperanza no defrauda" (Rom 5,1-5) 
(Proyecto de testo elaborado en el Líbano, en plena guerra civil. Reunión preparatoria en Ginebra, Suiza) 

1978 "Ya no sois extranjeros" (Ef 2,13-22) 
(Proyecto de texto elaborado por un grupo ecuménico de Manchester, Inglaterra) 

1979 "Poneos unos al servicio de los otros para gloria de Dios" (1 Pe 4,7-11) 
(Proyecto de texto elaborado en Argentina. Reunión preparatoria en Ginebra, Suiza) 

1980 "Venga a nosotros tu reino" (Mt 6,10) 
(Proyecto de texto elaborado por un grupo ecuménico de Berlín, República Democrática de Alemania. Reunión preparatoria en Milán, Italia) 

1981 "Un solo Espíritu, distintos carismas, un solo cuerpo" (1 Cor 12, 3b-13) (Proyecto de texto elaborado por los Padres de Graymoor, USA. Reunión preparatoria en Ginebra, Suiza) 

1982 "¡Qué amables son tus moradas, Señor!" (Sal 84) 
(Proyecto de texto elaborado en Kenia. Reunión preparatoria en Milán, Italia) 

1983 "Jesucristo, vida del mundo" (1 Jn 1,1-4) 
(Proyecto de texto elaborado por un grupo ecuménico de Irlanda. Reunión preparatoria en Celigny-Bossey, Suiza) 
1984 "Llamados a la unidad por la cruz de nuestro Señor" (1 Cor 2,2 y Col 1,20) (Reunión preparatoria en Venecia, Italia) 

1985 "De la muerte a la vida con Cristo" (Ef 2,4-7) 
(Proyecto de texto elaborado en Jamaica. Reunión preparatoria en Grandchamp, Suiza) 

1986 "Seréis mis testigos" (Hch 1,6-8) 
(Textos propuestos en Yugoslavia (Eslovenia). Reunión preparatoria en Yugoslavia) 

1987 "Unidos en Cristo, una nueva creación" (2 Cor 5,17-6,4a) 
(Proyecto de texto elaborado en Inglaterra. Reunión preparatoria en Taizé, Francia) 

1988 "El amor de Dios elimina el temor" (1 Jn 4,18) 
(Proyecto de texto elaborado en Italia. Reunión preparatoria en Pinerolo, Italia) 

1989 "Edificar la comunidad: un solo cuerpo en Cristo" (Rom 12,5-6a) 
(Proyecto de texto elaborado en Canadá. Reunión preparatoria en Whaley, Bridge, Inglaterra) 

1990 "Que todos sean uno, para que el mundo crea" (Jn 17) 
(Proyecto de texto elaborado en España. Reunión preparatoria en Madrid, España) 

1991 "Alabad al Señor todas las naciones" (Sal 117; Rom 15,5-13)
(Proyecto de texto elaborado en Alemania. Reunión preparatoria en Rotenburg an der Fulda, República Federal de Alemania) 

1992 "Yo estoy con vosotros... por tanto, id" (Mt 28,16-20) 
(Proyecto de texto elaborado en Bélgica. Reunión preparatoria en Brujas, Bélgica) 

1993 "Llevad los frutos del Espíritu para la unidad de los cristianos (Gal 2,22-23) 
(Proyecto de texto elaborado en Zaire. Reunión preparatoria cerca de Zurich, Suiza) 

1994 "La casa de Dios: llamados a tener un solo corazón y una sola alma" (Hch 4,32)
(Proyecto de texto elaborado en Irlanda. Reunión preparatoria en Dublín, Irlanda) 

1995 "Koinonía: comunión en Dios y entre nosotros" (Jn 15,1-17) (Reunión preparatoria en Bristol, Inglaterra) 

1996 "Mira que estoy a la puerta y llamo" (Ap 3,14-22) 
(Proyecto de texto elaborado en Portugal. Reunión preparatoria en Lisboa, Portugal) 

1997 "En nombre de Cristo... dejáos reconciliar con Dios" (2 Cor 5,20)
(Proyecto de texto elaborado en Escandinavia. Reunión preparatoria en Estocolmo, Suecia) 

1998 "El Espíritu viene en ayuda de nuestra debilidad" (Rom 8,14-27) (Proyecto de texto elaborado en Francia. Reunión preparatoria en París, Francia) 

1999 "Él habitará con ellos. Ellos serán su pueblo y el mismo Dios estará con ellos" (Ap 21,1-7) 
(Proyecto de texto elaborado en Malasia. Reunión preparatoria en el Monasterio de Bose, Italia) 

2000 "Bendito sea Dios que nos ha bendecido en Cristo" (Ef 1,3-14) (Proyecto de texto elaborado por el Consejo de Iglesias del Medio Oriente. Reunión preparatoria en el Monasterio de La Verna, Italia) 

2001 "Yo soy el camino, la verdad y la vida" (Jn 14,1-6) 
(Proyecto de texto elaborado en Rumania. Reunión preparatoria en la "Casa de Odihna", Rumania) 

2002 "En ti está la fuente de la vida" (Sal 36 [35], 10) 
(Proyecto de texto elaborado por el Consejo de Conferencias Episcopales de Europa (CCEE) y la Conferencia de Iglesias de Europa (CEC). Reunión preparatoria en el Centro ecuménico de Ottmaring (Augsburgo, República Federal de Alemania) 

2003 "Este tesoro lo llevamos en vasijas de barro" (2 Cor 4, 3-18)
(Proyecto de texto elaborado en Argentina. Reunión preparatoria en el Centro ecuménico "Los Rubios" cerca de Málaga (España) 

2004 “Mi paz os doy” (Jn 14,27)
(Proyecto de texto elaboradoen Alepo, Siria. Reunión preparatoria en Palermo, 
Sicilia, Italia) 

2005 “Cristo, fundamento único de la Iglesia” (1 Cor 3, 1-23) 
(Proyecto de texto elaborado en Eslovaquia. Reunión preparatoria en Piestany, Eslovaquia) 

2006 “Donde dos o tres se reúnen en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos” (Mt 18,20) 
(Proyecto de texto elaborado en Irlanda. Reunión preparatoria en Prosperous, County Kildare, Irlanda) 

2007 “Hace oír a los sordos y hablar a los mudos” (Mc 7,37) 
(Proyecto de texto elaborado en Sudáfrica. Reunión preparatoria en el Castillo de 
Faverges, Alta Saboya, Francia)

2008 "No ceséis de orar" (1Ts 5, 17)
(Proyecto de texto elaborado en EE.UU. Reunión preparatoria en Graymoor, Garrison, en EE.UU.)

2009 "Estarán unidas en tu mano" (Ez 37, 17)
(Proyecto de texto elabordo en Corea. Reunión preparatoria en Marsella, Francia).

2010 "Vosotros sois testigos de todas estas cosas (Lc 24, 48)
(Proyecto de texto eleborado en Escocia. Reunión preparatoria en Glasgow, Escocia)

2011 "Unidos en la enseñanza delos apóstoles, la comunión fraterna, la fracción del pan y la oración" Hch 2,42)
(Materiales elaborados en Jerusalén. Reunión preparatoria en Saydnaya, Siria)

2012 "Todos seremos transformados por lavictoria de Nuestro Señor Jesucristo" (1Cor 15, 51-8
(Materiales elaborados en Polonia. Reunión preparatoria en Varsovia, Polonia)

2013 «¿Qué exige Dios de nosotros? « (cf. Miq 6, 6-8)
(Materiales preparados por un grupo de la India, compuesto mayoritariamente de universitarios pertenecientes a distintas Iglesias y comunidades cristianas.

2014 ¿Es que Cristo está dividido? (1 Corintios 1, 1-17)
(Materiales preparatorios elaborados en el Canadá - reunión celebrada en Montreal, Canadá)

2015 Jesús le dice: "Dame de beber" (Jn 4, 7)
(Materiales preparatorios elaborados en Brasil - reunión celebrada en Sao Paulo, Brasil)

2016 Destinados a proclamar las grandezas de Dios (cfr. 1 Pe 2, 9) 
(Materiales preparatorios elaborados en Letonia – reunión celebrada en Riga, Letonia)

2017 Reconciliación. El amor de Cristo nos apremia (cf. 2 Co 5, 14-20 )
 (Preparados conjuntamente por el Consejo Pontificio para la promoción de la unidad de los cristianos y la Comisión Fe y Constitución del Consejo Mundial de Iglesias)

 


Publicado por verdenaranja @ 12:26  | Ecumenismo
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Texto completo del papa Francisco en la catequesis de la audiencia del miércoles 1 de febrero de 2017 (ZENIT – Ciudad del Vaticano)

 

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

En las catequesis pasadas hemos empezado nuestro recorrido sobre el tema de la esperanza releyendo en esta perspectiva algunas páginas del Antiguo Testamento. Ahora queremos pasar a dar luz a la extraordinaria importancia que esta virtud asume en el Nuevo Testamento, cuando encuentra la novedad representada por Jesucristo y por el evento pascual.

Es lo que emerge claramente desde el primer texto que se ha escrito, es decir la Primera Carta de san Pablo a los Tesalonicenses. En el pasaje que hemos escuchado, se puede percibir toda la frescura y la belleza del primer anuncio cristiano. La de Tesalónica era una comunidad joven, fundada desde hacía poco; sin embargo, no obstante las dificultades y las muchas pruebas, estaba enraizada en la fe y celebraba con entusiasmo y con alegría la resurrección del Señor Jesús. El apóstol entonces se alegra de corazón con todos, en cuanto que renacen en la Pascua se convierten realmente en “hijos de la luz e hijos del día” (5,5), en fuerza de la plena comunión con Cristo.

Cuando Pablo les escribe, la comunidad de Tesalónica ha sido apenas fundada, y solo pocos años la separan de la Pascua de Cristo. Por esto, el apóstol trata de hacer comprender todos los efectos y las consecuencias que este evento único y decisivo supone para la historia y para la vida de cada uno. En particular, la dificultad de la comunidad no era tanto reconocer la resurrección de Jesús, sino creer en la resurrección de los muertos. En tal sentido, esta carta se revela más actual que nunca. Cada vez que nos encontramos frente a nuestra muerte, o a la de un ser querido, sentimos que nuestra fe es probada. Emergen todas nuestras dudas, toda nuestra fragilidad, y nos preguntamos: “¿Pero realmente habrá vida después de la muerte…? ¿Podré todavía ver y abrazar a las personas que he amado…?”. Esta pregunta me la hizo una señora hace pocos días en una audiencia, manifestado una duda: “¿Me encontraré con los míos?”. También nosotros, en el contexto actual, necesitamos volver a la raíz y a los fundamentos de nuestra fe, para tomar conciencia de lo que Dios ha obrado por nosotros en Jesucristo y qué significa nuestra muerte. Todos tenemos un poco de miedo por esta incertidumbre de la muerte. Me viene a la memoria un viejecito, un anciano, bueno, que decía: “Yo no tengo miedo de la muerte. Tengo un poco de miedo de verla venir”. Tenía miedo de esto.

Pablo, frente a los temores y a las perplejidades de la comunidad, invita a tener firme en la cabeza como un yelmo, sobre todo en las pruebas y en los momentos más difíciles de nuestra vida, “la esperanza de la salvación”. Es un yelmo. Esto es la esperanza cristiana. Cuando se habla de esperanza, podemos ser llevados a entenderla según la acepción común del término, es decir en referencia a algo bonito que deseamos, pero que puede realizarse o no. Esperamos que sucede, es como un deseo. Se dice por ejemplo: “¡Espero que mañana haga buen tiempo!”, pero sabemos que al día siguiente sin embargo puede hacer malo… La esperanza cristiana no es así. La esperanza cristiana es la espera de algo que ya se ha cumplido; está la puerta allí, y yo espero llegar a la puerta. ¿Qué tengo que hacer? ¡Caminar hacia la puerta! Estoy seguro de que llegaré a la puerta. Así es la esperanza cristiana: tener la certeza de que yo estoy en camino hacia algo que es, no que yo quiero que sea.

Esta es la esperanza cristiana. La esperanza cristiana es la espera de algo que ya ha sido cumplido y que realmente se realizará para cada uno de nosotros. También nuestra resurrección y la de los seres queridos difuntos, por tanto, no es algo que podrá suceder o no, sino que es una realidad cierta, en cuanto está enraizada en el evento de la resurrección de Cristo. Esperar por tanto significa aprender a vivir en la espera. Cuando una mujer se da cuenta que está embaraza, cada día aprende a vivir en la espera de ver la mirada de ese niño que vendrá. Así también nosotros tenemos que vivir y aprender de estas esperas humanas y vivir la espera de mirar al Señor, de encontrar al Señor. Esto no es fácil, pero se aprende: vivir en la espera. Esperar significa y requiere un corazón humilde, un corazón pobre. Solo un pobre sabe esperar. Quien está ya lleno de sí y de sus bienes, no sabe poner la propia confianza en nadie más que en sí mismo.

Escribe san Pablo: “Él [Jesús] que murió por nosotros, a fin de que, velando o durmiendo, vivamos unidos a Él” (1 Ts 5, 10). Estas palabras son siempre motivo de gran consuelo y paz. También para las personas amadas que nos han dejado estamos por tanto llamados a rezar para que vivan en Cristo y están en plena comunión con nosotros. Una cosa que a mí me toca mucho el corazón es una expresión de san Pablo, dirigida a los Tesalonicenses. A mí me llena de seguridad de la esperanza. Dice así: “permaneceremos con el Señor para siempre” (1 Ts 4,17). Una cosa bonita: todo pasa pero, después de la muerte, estaremos para siempre con el Señor. Es la certeza total de la esperanza, la misma que, mucho tiempo antes, hacía exclamar a Job: “Yo sé que mi Redentor vive […] yo, con mi propia carne, veré a Dios. (Jb 19, 25-27). Y así para siempre estaremos con el Señor. ¿Creéis esto? Os pregunto: ¿creéis esto? Para tener un poco de fuerza os invito a decirlo conmigo tres veces: “Y así estaremos para siempre con el Señor”. Y allí, con el Señor, nos encontraremos. 


Publicado por verdenaranja @ 11:59  | Habla el Papa
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Texto completo del ángelus del 29 de enero de 2017 (ZENIT- Ciudad del Vaticano)

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

La liturgia de este domingo nos hace meditar sobre las Bienaventuranzas (cfr Mt 5,1-12a), que abren el gran discurso llamado “de la montaña”, la “carta magna” del Nuevo Testamento. Jesús manifiesta la voluntad de Dios de conducir a los hombres a la felicidad. Este mensaje estaba ya presente en la predicación de los profetas: Dios está cerca de los pobres y de los oprimidos y les libera de los que les maltratan.  Pero en esta predicación, Jesús sigue un camino particular: comienza con el término “bienaventurados”, es decir felices; prosigue con la indicación de la condición para ser tales; y concluye haciendo una promesa. El motivo de las bienaventuranzas, es decir de la felicidad, no está en la condición requerida –“pobres de espíritu”, “afligidos”, “hambrientos de justicia”, “perseguidos”…– sino en la sucesiva promesa, para acoger con fe como don de Dios. Se comienza con las condiciones de dificultad para abrirse al don de Dios y acceder al mundo nuevo, el “reino” anunciado por Jesús. No es un mecanismo automático, sino un camino de vida de seguir al Señor, por el que la realidad de miseria y aflicción es vista en una perspectiva nueva y experimentada según la conversión que se lleva a cabo. No se es bienaventurado si no se es convertido, para poder apreciar y vivir los dones de Dios.

Me detengo en la primera bienaventuranza: “Bienaventurados los pobres en el espíritu, porque de ellos es el Reino de los cielos” (v. 4). El pobre de espíritu es el que ha asumido los sentimientos y la actitud de esos pobres que en su condición no se rebelan, pero saben que son humildes, dóciles, dispuestos a la gracia de Dios. La felicidad de los pobres en espíritu tiene una doble dimensión: en lo relacionado con los bienes y en lo relacionado con Dios. Respecto a los bienes materiales esta pobreza de espíritu es sobriedad: no necesariamente renuncia, sino capacidad de gustar lo esencial, de compartir; capacidad de renovar cada día el estupor por la bondad de las cosas, sin sobrecargarse en la opacidad del consumo voraz. Más tengo, más quiero; más tengo, más quiero. Este es el consumo voraz  y esto mata el alma. El hombre y la mujer que hace esto, que tiene esta actitud, “más tengo, más quiero”, no es feliz y no llegará a la felicidad. En lo relacionado con Dios es alabanza y reconocimiento que el mundo es bendición y que en su origen está el amor creador del Padre. Pero es también apertura a Él, docilidad a su señoría, es Él el Señor, es Él el grande. No soy yo el grande porque tengo muchas cosas. Es Él el que ha querido al mundo por todos los hombres, y los has querido para que los hombres fueran felices.

El pobre en espíritu es el cristiano que no se fía de sí mismo, de las riquezas materiales, no se obstina sobre las propias opiniones, sino que escucha con respeto y se remite con gusto a las decisiones de los otros. Si en nuestras comunidades hubiera más pobres de espíritu, ¡habría menos divisiones, contrastes y polémicas! La humildad, como la caridad, es una virtud esencial para la convivencia en las comunidades cristianas. Los pobres, en este sentido evangélico, aparecen como aquellos que mantienen viva la meta del Reino de los cielos, haciendo ver que esto viene anticipado como semilla en la comunidad fraterna, que privilegia el compartir a la posesión. Esto quisiera subrayarlo: privilegiar el compartir a la posesión. Siempre tener las manos y el corazón así (el Papa hace un gesto de mano abierta), no así (gesto de puño cerrado). Cuando el corazón está así (cerrado) es un corazón pequeño, ni siquiera sabe cómo amar. Cuando el corazón está así (abierto) va sobre el camino del amor.

La Virgen María, modelo y primicia de los pobres en espíritu porque es totalmente dócil a la voluntad del Señor, nos ayude a abandonarnos en Dios, rico de misericordia, para que nos colme de sus dones, especialmente de la abundancia de su perdón.

 

Después del ángelus, el Santo Padre ha añadido:

Queridos hermanos y hermanas,

¡Cómo veis han llegado los invasores, están aquí! (se refiere a los niños de Acción Católica)

Se celebra hoy la Jornada mundial de los enfermos de lepra. Esta enfermedad, aun estando en retroceso, está todavía entre las más temidas y golpea a los más pobres y marginados. Es importante luchar contra esta enfermedad, pero también contra las discriminaciones que esta genera. Animo a los que están comprometidos en la asistencia y en la reinserción social de las personas golpeadas por la lepra, a quienes aseguramos nuestra oración.

Os saludo con afecto a todos vosotros, venidos de distintas parroquias de Italia y otros países, como también a las asociaciones y a los grupos. En particular, saludo a los estudiantes de Murcia y Badajoz, y jóvenes de Bilbao y los fieles de Castellón. Saludo a los peregrinos de Reggio Calabria, Castelliri, y el grupo siciliano de la Asociación Nacional de Padres. Quisiera también renovar mi cercanía a la población de Italia central que todavía sufren las consecuencias del terremoto y de las difíciles condiciones atmosféricas. Que no les falte a estos nuestros hermanos y hermanas el constante apoyo de las instituciones y la solidaridad común. Y por favor, que cualquier tipo de burocracia no les haga esperar y ulteriormente sufrir.

Me dirijo ahora a vosotros, chicos y chicas de Acción Católica, de las parroquias y de las escuelas católicas de Roma. También este año, acompañados por el cardenal vicario, habéis venido al finalizar la “Caravana de la Paz”, cuyo eslogan es Rodeados de Paz. Bonito el eslogan. Gracias por vuestra presencia y por vuestro generoso compromiso en el construir una sociedad de paz. Escuchamos el mensaje que vuestros amigos, aquí junto a mí, nos leerán.

[Lectura del mensaje]

Ahora se lanzan los globos, símbolo de paz. 

Os deseo a todos un feliz domingo. Deseo paz, humildad, compartir en vuestras familias. Por favor, no os olvidéis de rezar por mí. ¡Buen almuerzo y hasta pronto! 


Publicado por verdenaranja @ 11:50  | Espiritualidad
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Reflexión de José Antonio Pagola al evangelio del domingo quinto del Tiempo Ordinario A 

SALIR A LAS PERIFERIAS

 

Jesús da a conocer, con dos imágenes audaces y sorprendentes, lo que piensa y espera de sus seguidores. No han de vivir pensando siempre en sus propios intereses, su prestigio o su poder. Aunque son un grupo pequeño en medio del vasto Imperio de Roma, han de ser la «sal» que necesita la tierra y la «luz» que le hace falta al mundo.

«Vosotros sois la sal de la tierra». Las gentes sencillas de Galilea captan espontáneamente el lenguaje de Jesús. Todo el mundo sabe que la sal sirve, sobre todo, para dar sabor a la comida y para preservar los alimentos de la corrupción. Del mismo modo, los discípulos de Jesús han de contribuir a que las gentes saboreen la vida sin caer en la corrupción.

«Vosotros sois la luz del mundo». Sin la luz del sol, el mundo se queda en tinieblas: ya no podemos orientarnos ni disfrutar de la vida en medio de la oscuridad. Los discípulos de Jesús pueden aportar la luz que necesitamos para orientarnos, ahondar en el sentido último de la existencia y caminar con esperanza.

Las dos metáforas coinciden en algo muy importante. Si permanece aislada en un recipiente, la sal no sirve para nada. Solo cuando entra en contacto con los alimentos y se disuelve en la comida puede dar sabor a lo que comemos. Lo mismo sucede con la luz. Si permanece encerrada y oculta, no puede alumbrar a nadie. Solo cuando está en medio de las tinieblas puede iluminar y orientar. Una Iglesia aislada del mundo no puede ser ni sal ni luz.

El papa Francisco ha visto que la Iglesia vive encerrada en sí misma, paralizada por los miedos y demasiado alejada de los problemas y sufrimientos como para dar sabor a la vida moderna y para ofrecer la luz genuina del Evangelio. Su reacción ha sido inmediata: «Hemos de salir hacia las periferias existenciales».

El papa insiste una y otra vez: «Prefiero una Iglesia accidentada, herida y manchada por salir a la calle que una Iglesia enferma por el encierro y la comodidad de aferrarse a las propias seguridades. No quiero una Iglesia preocupada por ser el centro y que termina clausurada en una maraña de obsesiones y procedimientos».

La llamada de Francisco está dirigida a todos los cristianos: «No podemos quedarnos tranquilos en espera pasiva en nuestros templos». «El Evangelio nos invita siempre a correr el riesgo del encuentro con el rostro del otro». El papa quiere introducir en la Iglesia lo que él llama la «cultura del encuentro». Está convencido de que «lo que necesita hoy la Iglesia es capacidad de curar heridas y dar calor a los corazones».

José Antonio Pagola

5 Tiempo ordinario – A (Mateo 5,13-16)

Evangelio del 05 / Feb / 2017

Publicado el 30/ Ene/ 2017

por Coordinador Grupos de Jesús


Publicado por verdenaranja @ 11:44  | Espiritualidad
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