Viernes, 20 de julio de 2018

El Card. Fernando Filoni, Prefecto de la Congregación para la Evangelización de los Pueblos, enviado especial del Santo Padre Francisco,  durante el acto inaugural del Quinto Congreso Americano Misionero (CAM 5), " (FIDES)

 

SALUDO Y MENSAJE DEL ENVIADO ESPECIAL DEL CARDENAL FERNANDO FILONI EN V CONGRESO MISIONERO AMERICANO

ACTO INAUGURAL – MIÉRCOLES, 11 JULIO 2018

 

Queridos Hermanos en el episcopado y en el sacerdocio,

queridos Delegados, participantes y amigos todos:

 

¡Buenos días!

Con mucho gusto, como Enviado Especial del Santo Padre a la celebración del Quinto Congreso Misionero Americano, les traigo su saludo y su bendición.

Ayer presidí la solemne concelebración de apertura de nuestro Congreso y todos oramos pidiendo la ayuda de Dios, no solo por el éxito positivo del Congreso, sino también para que el Señor nos haga evangelizadores y misioneros alegres y entusiastas de llevar su nombre hasta las periferias del mundo actual y al servicio de una sociedad más justa, solidaria y fraterna.

Este Congreso está ligado al celebrado en Maracaibo y a los precedentes Congresos, que representan etapas significativas del compromiso misionero en este gran Continente. Todos ellos forman parte, a su vez, del proyecto misionero de Cristo que, envió primero a sus discípulos a prepararle el camino en las aldeas a las que se iba a dirigir, y luego amplió el campo, enviándolos a todo el mundo, para anunciar la buena noticia del Evangelio y bautizar a todas las gentes con el signo y en el nombre de la Trinidad. Nosotros no podemos no pensar en la esperanza y la consolación con que Jesús envió a sus discípulos a mirar el nuevo y amplio horizonte de la humanidad: “Yo os digo: Alzad vuestros ojos y ved los campos, que amarillean ya para la siega” (Jn. 4, 35).

Dios tiene un designio también, y de modo especial, sobre este Continente americano, en el cual, como muchas veces hizo notar Juan Pablo II, la Iglesia ha dado un gran impulso misionero en la segunda parte del pasado milenio.

En la convocatoria de este Congreso, los organizadores, en efecto, han escrito que “las Iglesias particulares de las Américas, desde Aparecida, están comprometidas con la Misión de anunciar la Buena Noticia de Jesucristo en la desafiante realidad social de nuestro Continente, como respuesta a los desafíos de estos tiempos marcados por profundos y vertiginosos cambios de alcance global, que traen oportunidades, pero también impactos que desconciertan a nuestros pueblos en el ámbito cultural y religioso. En este contexto, hoy la Misión exige a nuestras comunidades responder con generosidad, inventiva y ardor a la llamada constante e incesante del Papa Francisco, para caminar hacia un profundo proceso de Evangelización en nuestro Continente y en el mundo”.

Son palabras que comparto plenamente y que tendrán un desarrollo en el curso no solo de este Congreso, sino también de la Asamblea Especial del Sínodo de los Obispos para la Región Panamazónica en octubre de 2019, y que se celebrará en concomitancia con el Mes Misionero Extraordinario, a través del cual el Santo Padre desea llamar a toda la Iglesia – como ha escrito en la Carta que me dirigió el 22 de octubre de 2017 – a un renovado compromiso y entusiasmo misionero. Este Mes Misionero Extraordinario ha sido inducido por el Papa en ocasión del centenario de la Carta Apostólica Maximun Illud de Benedicto XV, con la cual quiso «recualificar evangélicamente» a la obra misionera ad gentes, «purificándola de cualquier fijación colonial», alejándola de las «miras nacionalistas y expansionistas que habían causado tantos desastres» (Carta al Card. Fernando Filoni, Prefecto della Congregación para la Evangelización de los Pueblos, citada).  Los frutos de aquel especial impulso dado a la missio ad gentes por Benedicto XV, fueron largamente reconocidos y recogidos por el Concilio Vaticano II, siendo el Decreto Ad Gentes la columna portante y la apertura del camino a dos sucesivos documentos inolvidables, también ellos pilares en el grande y meritorio desarrollo de la acción misionera de estos últimos decenios: la Exhortación Apostólica Evangelii Nuntiandi (1975) de Pablo VI y la Carta Encíclica Redemptoris Missio (1990) de Juan Pablo II.

Un posterior desarrollo en nuestros días lo constituye, finalmente, la Exhortación Apostólica del Papa Francisco, Evangelii Gaudium, en la que el Santo Padre pone a toda la Iglesia en estado permanente de evangelización. Este Congreso, por lo tanto, está llamado a recoger esta visión del Papa, a hacerla suya y adecuarla a la rica variedad de las situaciones del Continente americano.

Como muchos de nosotros sabemos bien, el Papa Francisco reconoce tres ámbitos de acción de la obra de evangelización, que ya marcó en una de las Propositio (7) del Sínodo de los Obispos del 2012, sobre La nueva evangelización para la transmisión de la fe cristiana: a) el primer ámbito es el de la pastoral que se orienta al crecimiento espiritual y moral de los creyentes, para que respondan mejor y con toda su vida al amor de Dios; b) el segundo ámbito es el de las personas bautizadas que no viven las exigencias del bautismo, es decir, que aparentemente ya no experimentan la consolación de la fe; y, por último, c) el tercer ámbito es la misión ad gentes, es decir, el de aquellos que no conocen a Cristo y lo han rechazado (cfr. EG 14). Estos tres ámbitos están presentes en las Américas y representan hoy un gran reto para la Iglesia (cfr. EG 15).

Antes de concluir mi saludo, deseo ponerles en guardia de un peligro en el que se cae cuando se desvirtúan la frescura del Evangelio y el entusiasmo de la vocación misionera, y nosotros nos dejamos llevar o por las infidelidades personales o por la crisis de la eficacia y de las apariencias; quiero decir que ya no nos fiamos de la palabra de Jesús, que en el contexto de la obra misionera nos sigue recordando: “Si alguno quiere venir detrás de mí, que se niegue a sí mismo, que tome su cruz de cada día y que me siga” (Lc. 9, 23). Debemos guardarnos de la lógica del algoritmo, de considerar que la eficacia solucionadora sea la verdadera lógica a seguir. Tampoco pensemos que bajar el nivel de la generosidad puede resolver, por ejemplo, el problema de las vocaciones misioneras; sino que este se debe afrontar, más bien, incrementando una auténtica pastoral misionera, una generosa disposición a compartir el personal apostólico entre las Iglesias más ricas y las Iglesias más pobres y, finalmente, dejándose tomar por un profundo y generoso amor por el servicio de las comunidades privadas del anuncio del Evangelio. Además es necesario motivar todas las realidades eclesiales a la acción misionera: obispos, sacerdotes, religiosas, religiosos, laicos, parroquias, asociaciones, grupos y personas individuales, porque la acción misionera ayuda a la fe y la entusiasma. Hay que ir siempre a la raíz y a la esencia de la cuestión, pero, ante las dificultades y los problemas, no hay que ceder a la rebaja eclesiológica o al ocasionalismo de las soluciones, especialmente cuando se trata de la calidad del personal y del compromiso misionero. En muchas partes de América se necesitan auténticos ministros del Evangelio. Todos nosotros, en efecto, somos deudores de nuestra fe a la generosidad de los evangelizadores y misioneros que nos han precedido, y no creo que esta generosidad se haya agotado.

Ahora les dejo a ustedes, queridos Delegados, que afronten, en la lógica del objetivo general y de los objetivos específicos, bien delineados en la convocatoria de este Congreso, y que lleven adelante los trabajos con sus intervenciones y sus reflexiones.

Gracias por su compromiso en estos días y renuevo mi agradecimiento a los organizadores.


Publicado por verdenaranja @ 13:31  | Hablan los obispos
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