Reflexión a las lecturas de la fiesta de la Sagrada Familia C ofrecida por el sacerdote Don Juan Manuel Pérez Piñero bajo el epígrafe "ECOS DEL DÍA DEL SEÑOR"
Fiesta de la Sagrada Familia
¡Es un misterio sobre el que nunca reflexionaremos bastante: el Hijo de Dios vive en familia la mayor parte de su vida! En Navidad lo contemplamos así a cada paso: En Belén, en el destierro de Egipto y, sobre todo, en Nazaret. Con todo, ¡dedicamos un día de la Navidad a celebrar la Fiesta de la Sagrada Familia!
La Navidad se celebra en familia y conscientes de que pertenecemos a la gran familia de los hijos de Dios, que es la Iglesia.
¡La Jornada de hoy, que promueve la Conferencia Episcopal, centra nuestra atención en la Familia y la Vida!
A mí me gusta siempre hablar del “secreto del Hogar de Nazaret”: ¿Por qué en la familia de María y José, a pesar de la pobreza y las dificultades, se encuentra ese ambiente de paz, bienestar, comunión y alegría?
¡Yo no tengo ninguna duda! ¡Por la presencia de Jesucristo allí! Porque Jesús no estaba presente sólo físicamente en aquel bendito Hogar, sino también en el corazón de la Virgen María y de S. José.
Me parece que es esta una gran lección para nuestras familias en el ambiente en el que vivimos. Y también para la Iglesia: ¡Jesús en el corazón de todos y de cada uno!
Y en la familia cristiana esta presencia viene garantizada por un sacramento. ¡El sacramento del matrimonio! En la introducción que hace el sacerdote al consentimiento matrimonial, dice: “Cristo bendice copiosamente vuestro amor conyugal. Y Él, que os consagró un día con el santo Bautismo, os enriquece hoy y os da fuerza, con un sacramento peculiar, para que os guardéis mutua y perpetua fidelidad y podáis cumplir las demás obligaciones del matrimonio”.
Retengamos estas tres palabras: Bendice, enriquece y da fuerza! Y si esto es así, ¿qué más se puede pedir?
“Nuestra capacidad viene de Dios”, decía S. Pablo (2 Co 3, 5). Y esto lo podemos aplicar al matrimonio. ¡Es la única manera de llegar a ser buenos esposos y buenos padres!
Como aprendemos siempre en la Palabra de Dios, ¡el éxito en la vida, y también en el matrimonio, viene de Dios, y Él lo quiere dar a todos! Por eso, dice el salmo: “Dichoso el que teme al Señor y sigue sus caminos” (127, 1-2).
Recuerdo que este año, en unas Bodas de Oro en la parroquia, decía que aquel matri- monio no había llegado a los 50 años, porque habían “tenido suerte” o porque vida de familia les ha resultado más fácil, sino por estos tres motivos: a) Porque se han casado por la Iglesia y han aprovechado la gracia del sacramento que recibieron. b) Porque ha sido siempre un matrimonio de cristianos practicantes, y c) Porque han acertado a ir construyendo y reconstruyendo su matrimonio cada día, a lo largo de toda la vida.
¡Esto se me quedó grabado y suelo repetirlo algunas veces!
Hoy es un día apropiado para recordar y renovar el “Credo de la Familia y de la Vida”. Recordarlo y renovarlo, especialmente, cuando desciende el número de matrimonios por la Iglesia y nos invade un cierto pesimismo ante la realidad del matrimonio cristiano en el futuro. Y también ¡cuando hay tantas deficiencias y tantas faltas de respeto a la vida!
Además, siempre me sorprende constatar cómo el Señor no libera a la Sagrada Familia de ningún problema. ¡Sólo les acompaña y les ayuda! Lo contemplamos en el Evangelio de hoy, cuando se pierde el Niño y sus padres lo andan buscando, angustiados, tres días, hasta que lo encuentran en el templo, escuchando y haciendo preguntas a los maestros de Israel.
En esta fiesta preciosa se nos recuerda que ¡La familia es fuente y guardiana de la vida! Que sepamos acogerla y respetarla desde su concepción hasta su término natural.
¡FELIZ DÍA DEL SEÑOR!
DOMINGO SAGRADA FAMILIA
MONICIONES
PRIMERA LECTURA
En la lectura que ahora escucharemos, la Palabra de Dios recoge la antigua sabiduría popular acerca de la vida de familia. Se trata de un canto y una exhortación a cumplir el cuarto Mandamiento de la Ley de Dios
SALMO
El salmo nos recuerda que el secreto del éxito y del bienestar en la vida familiar reside en vivir unidos al Señor y cumplir sus mandatos.
SEGUNDA LECTURA
Las actitudes de los cristianos, en sus relaciones con los demás, es preciso vivirlas, de una manera especial, en la familia. S. Pablo nos ayuda hoy a concretarlas.
TERCERA LECTURA
La protección de Dios Padre se extiende sobre la familia de Jesús, a pesar de que no siempre le libera de las dificultades. Todo se va entretejiendo bajo la Providencia divina y se va cumpliendo lo que habían anunciado los profetas, como subraya S. Mateo.
Pero, antes de escuchar el Evangelio, aclamemos al Señor con el canto del aleluya.
COMUNIÓN
En la Comunión recibimos a Jesucristo, el Hijo de María, concebido por obra del Espíritu Santo, y a quien llamaban el hijo del carpintero. Que Él nos ayude a ser en medio de nuestras familias y en medio de la Iglesia, la familia de los hijos de Dios, constructores de paz, concordia, progreso y alegría.
Reflexión de José Antonio Pagola al evangelio del domingo de la Sagrada Familia C
UNA FAMILIA DIFERENTE
Entre los católicos se defiende casi instintivamente el valor de la familia, pero no siempre nos detenemos a reflexionar el contenido concreto de un proyecto familiar, entendido y vivido desde el Evangelio. ¿Cómo sería una familia inspirada en Jesús?
La familia, según él, tiene su origen en el misterio del Creador que atrae a la mujer y al varón a ser «una sola carne», compartiendo su vida en una entrega mutua, animada por un amor libre y gratuito. Esto es lo primero y decisivo. Esta experiencia amorosa de los padres puede engendrar una familia sana.
Siguiendo la llamada profunda de su amor, los padres se convierten en fuente de vida nueva. Es su tarea más apasionante. La que puede dar una hondura y un horizonte nuevo a su amor. La que puede consolidar para siempre su obra creadora en el mundo.
Los hijos son un regalo y una responsabilidad. Un reto difícil y una satisfacción incomparable. La actuación de Jesús, defendiendo siempre a los pequeños y abrazando y bendiciendo a los niños, sugiere la actitud básica: cuidar la vida frágil de quienes comienzan la andadura por este mundo. Nadie les podrá ofrecer nada mejor.
Una familia cristiana trata de vivir una experiencia original en medio de la sociedad actual, indiferente y agnóstica: construir su hogar desde Jesús. «Donde dos o tres se reúnen en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos». Es Jesús quien alienta, sostiene y orienta la vida sana de la familia cristiana.
El hogar se convierte entonces en un espacio privilegiado para vivir las experiencias más básicas de la fe cristiana: la confianza en un Dios Bueno, amigo del ser humano; la atracción por el estilo de vida de Jesús; el descubrimiento del proyecto de Dios, de construir un mundo más digno, justo y amable para todos. La lectura del Evangelio en familia es una experiencia decisiva.
En un hogar donde se le vive a Jesús con fe sencilla, pero con pasión grande, crece una familia acogedora, sensible al sufrimiento de los más necesitados, donde se aprende a compartir y a comprometerse por un mundo más humano. Una familia que no se encierra solo en sus intereses, sino que vive abierta a la familia humana.
Muchos padres viven hoy desbordados por diferentes problemas, y demasiado solos para enfrentarse a su tarea. ¿No podrían recibir una ayuda más concreta y eficaz desde las comunidades cristianas? A muchos padres creyentes les haría mucho bien encontrarse, compartir sus inquietudes y apoyarse mutuamente. No es evangélico exigirles tareas heroicas y desentendernos luego de sus luchas y desvelos.
José Antonio Pagola
Sagrada Familia – C (Lc 2,41-52)
Evangelio del 30 / Dic / 2018
por Coordinador - Mario González Jurado
Reflexión a las lecturas de ldomingo cuarto de Adviento C ofrecida por el sacerdote Don Juan Manuel Pérez Piñero bajo el epígrafe "ECOS DEL DÍA DEL SEÑOR"
Domingo 4º de Adviento C
¡Estamos a las puertas de la Navidad!
Por el camino del Adviento, hemos sido acompañados por algunos personajes de la Historia Santa, que nos han ayudado en nuestra preparación, y que se convierten en “los iconos” de este Tiempo: Los profetas, particularmente, Isaías, el profeta de la esperanza, Juan el Bautista, y la Virgen María, especialmente, en su Concepción Inmaculada.
El cuarto domingo centramos nuestra atención, cada año, en la Maternidad Divina de María.
¡Qué bien celebraríamos la Navidad de la mano de la Virgen María, tratando de hacer nuestros sus pensamientos y sentimientos inefables, y su modo peculiar de vivir los distintos acontecimientos que celebramos!
El Evangelio de hoy nos presenta la escena magnífica de la Visitación de María a su prima Isabel: “Por aquellos días, María se puso en camino y fue aprisa a la montaña, a un pueblo de Judá; entró en casa de Zacarías, y saludó a Isabel”.
¡Qué provechoso sería contemplar a la Virgen de camino, llevando a Cristo en su seno! “¡Ah, qué procesión del Corpus la que se inició aquel día!”, dice un himno de Corpus.
¡En ella llegan a su cumplimiento las promesas de la Historia de la Salvación!
¡Ella centra y encierra los anhelos, las ilusiones y las esperanzas de todos los hombres, sedientos de salvación… de todos los pueblos, de todos los tiempos. ¡Ella es, en efecto, “la Madre del Enmanuel!”, del Dios con nosotros. ¡Porque, por medio de ella, Dios mismo ha acampado entre nosotros!
¡Ella es “la Madre de Jesús”, que significa “Yahvé salva”, porque el Señor viene como Salvador!
En la Montaña, su prima Isabel, llena del Espíritu Santo, proclama la grandeza de la Virgen Madre convertida en “La Mujer”, la nueva Eva, que nos trae al Salvador del mundo, diciéndole: “¡Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre!”
El Espíritu Santo es la clave para entender la sabiduría y las actitudes admirables de Isabel y la santificación de Juan Bautista en su seno.
¡Y ella, la Mujer sencilla de Nazaret, es también “la Madre del Mesías!” Por eso añade Isabel: “¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor?”
Isabel representa a todo aquel que celebra la Navidad con alegría desbordante, porque está experimentando la salvación que ha llegado: “En cuanto tu saludo llegó a mis oídos la criatura saltó de alegría en mi vientre.”
¡Y representa también a todos los que, en estas fechas, se esfuerzan por llevar a los hermanos la Buena Noticia de la Navidad! Ella, en efecto, proclama en la Montaña , como decía antes, la grandeza de su prima, la Virgen Madre.
Isabel nos presenta a María como el prototipo de aquel que ha recibido el don de la fe y experimenta, en la Navidad, la dicha de creer: “¡Dichosa tú que has creído, porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá!”.
Mis queridos amigos: ¡Llega el Señor! ¡Él es el Rey de la gloria! ¡Dichosos los que están preparados para salir a su encuentro!
¡FELIZ DÍA DEL SEÑOR! ¡FELIZ NAVIDAD!
DOMINGO 4º DE ADVIENTO C
MONICIONES
PRIMERA LECTURA
Ocho siglos antes de que sucediera, el profeta anuncia el lugar del nacimiento de Jesucristo: Belén, donde había nacido el rey David. Él es el descendiente de David por antonomasia, el Mesías.
Escuchemos con atención y con fe.
SALMO
Unámonos a las palabras del salmo. Ya, cercana la Navidad, pidamos al Señor que venga a restaurarnos y a salvarnos.
SEGUNDA LECTURA
En la lectura que vamos a escuchar, se nos revelan las disposiciones del corazón de Cristo cuando entró en el mundo: “Tú no quieres sacrificios ni ofrendas por los pecados, pero me has preparado un cuerpo. Aquí estoy, oh Dios, para hacer tu voluntad”.
TERCERA LECTURA
Dispongámonos a escuchar ahora el anuncio gozoso del Evangelio, que centra nuestra atención en la mujer elegida para ser la Madre del Señor.
Aclamemos a Jesucristo, que viene de María, la Virgen, con el canto del aleluya.
COMUNIÓN
En la Comunión recibimos a Jesucristo, que un día se hizo hombre en el seno de la Virgen María. Pidámosle, por su intercesión, que nos ayude a celebrar las fiestas que se acercan con auténtico espíritu cristiano.
Comentario litúrgico del IV Domingo de Adviento por el P. Antonio Rivero, L.C. Doctor en Teología Espiritual, profesor en el Noviciado de la Legión de Cristo en Monterrey (México) y asistente del Centro Sacerdotal Logos en México y Centroamérica, para la formación de sacerdotes diocesanos. diciembre 19, 2018 (zenit)
CUARTO DOMINGO DE ADVIENTO
Ciclo C
Textos: Mi 5, 1-4; Heb 10, 5-10; Lc 1, 39-45
Idea principal: La visita de María a su prima Isabel es un gesto de caridad y misericordia.
Síntesis del mensaje: Hoy tenemos el ejemplo de caridad misericordiosa de María. Ain Karim es el lugar de la misericordia de María para con su prima Isabel, embarazada, que necesitaba los cuidados y la ternura de María. El mayor holocausto agradable a Dios es la caridad misericordiosa para con nuestro hermano. Resuena todavía en nuestro corazón el año de la misericordia, convocado por el papa Francisco en el año 2016.
Puntos de la idea principal:
En primer lugar, el viaje de María a Ain Karim tiene resonancias bíblicas: el traslado entre danzas y alegría del Arca de la Alianza en tiempos de David: ¡presencia de Dios lleno de misericordia con su pueblo elegido! El Arca de la Alianza es ahora la Madre del Mesías: ¡Dios continúa derramando su misericordia ahora a través de María! El encuentro de las dos mujeres creyentes está lleno de simbolismo misericordioso: María lleva en su seno al Mesías, el Dios de la ternura y misericordia, y también Isabel va a ser madre del Precursor. Las dos están llenas de alegría, las dos han aceptado el plan de Dios sobre sus vidas y le entonan sus alabanzas, cantando la misericordia divina. El encuentro entre estas dos mujeres sencillas, representantes del Antiguo y del Nuevo Testamento, es también el encuentro entre el Mesías, lleno de misericordia, y su precursor. Es más, entre Dios misericordioso y la humanidad pecadora. Encuentro cargado todo de gran misericordia. De Dios con la humanidad, simbolizada en esas dos mujeres, María e Isabel.
En segundo lugar, veamos los gestos de misericordia de María en este evangelio de la Visitación a su prima Isabel. ¿Quién debe sembrar en nosotros esa misericordia? El Espíritu Santo. El Espíritu Santo es el amor del Padre y del Hijo; amor hecho ternura, detalles, bondad, caridad, servicio. María sale con prisa de Nazaret movida por el Espíritu Santo para ayudar a su prima, pues la caridad misericordiosa madruga. María entra en la casa de su prima impulsada por el Espíritu Santo y la saluda y abraza deseándole la paz, “Shalom”, pues la caridad misericordiosa siempre desea la paz a todos. Será el Espíritu Santo quien hace saltar de gozo a Juan que estaba en el seno de su madre Isabel al enterarse del fruto que María llevaba en su vientre, Jesús lleno de misericordia. Será el Espíritu Santo quien hará exclamar a Isabel: “Bendita tú entre las mujeres”, pues la caridad misericordiosa siempre sabe reconocer las bendiciones de Dios para con sus hijos, sin dejarse llevar por la envidia. María canta el Magnificat, porque reconoce con humildad la misericordia de Dios para con Ella. Y María se queda con Isabel tres meses porque la misericordia es generosa y se da hasta el final sin medida alguna.
Finalmente, decía el Papa Francisco en el año de la misericordia: “¡Cómo deseo que los años por venir estén impregnados de misericordia para poder ir al encuentro de cada persona llevando la bondad y la ternura de Dios! A todos, creyentes y lejanos, pueda llegar el bálsamo de la misericordia como signo del Reino de Dios que está ya presente en medio de nosotros”(Misericordiae Vultus, n. 5). Y más adelante en la misma bula de proclamación del año santo dice esto: “Es determinante para la Iglesia y para la credibilidad de su anuncio que ella viva y testimonie en primera persona la misericordia. Su lenguaje y sus gestos deben transmitir misericordia para penetrar en el corazón de las personas y motivarlas a reencontrar el camino de vuelta al Padre” (n. 12). Al igual que María manifestó su misericordia con Isabel con gestos, así también nosotros en nuestro día a día, en casa, en el trabajo, en el colegio y universidad, en la calle, en el comercio, en la parroquia, entre los amigos y vecinos, y también para con aquellos con los que no simpatizamos naturalmente. Gestos de perdón, ternura, bondad, comprensión, consuelo, servicio, atención, ayuda. Sigue el Papa: “Abramos nuestros ojos para mirar las miserias del mundo, las heridas de tantos hermanos y hermanas privados de la dignidad, y sintámonos provocados a escuchar su grito de auxilio. Nuestras manos estrechen sus manos, y acerquémoslos a nosotros para que sientan el calor de nuestra presencia, de nuestra amistad y de la fraternidad. Que su grito se vuelva el nuestro y juntos podamos romper la barrera de la indiferencia que suele reinar campante para esconder la hipocresía y el egoísmo” (n. 15)
Para reflexionar:¿mi corazón esta lleno de misericordia para con todos mis hermanos? ¿Cómo vivo las 14 obras de misericordia que la Iglesia me ha enseñado en el catecismo, n. 2447? Ahí están resumidas: Dar de comer al hambriento, dar de beber al sediento, dar posada al necesitado, vestir al desnudo, visitar al enfermo, socorrer a los presos, enterrar a los muertos (materiales). Enseñar al que no sabe, dar buen consejo al que lo necesita, corregir al que está en error, perdonar las injurias, consolar al triste, sufrir con paciencia los defectos de los demás y rogar a Dios por vivos y difuntos (espirituales).
Para rezar: Hoy con más fervor, si cabe, recemos la Salve que aprendimos desde niños, oración que rezuma misericordia: “Dios te salve, Reina y Madre de misericordia, vida, dulzura y esperanza nuestra; Dios te salve. A Ti llamamos los desterrados hijos de Eva; a Ti suspiramos, gimiendo y llorando, en este valle de lágrimas. Ea, pues, Señora, abogada nuestra, vuelve a nosotros esos tus ojos misericordiosos; y después de este destierro muéstranos a Jesús, fruto bendito de tu vientre. ¡Oh clementísima, oh piadosa, oh dulce siempre Virgen María!”.
Para cualquier duda, pregunta o sugerencia, aquí tienen el email del padre Antonio, [email protected]
diciembre 19, 2018 17:44Espiritualidad y oración
Reflexión de josé Antonio Pagola al evangelio del domingo cuarto de Adviento C.
MUJERES CREYENTES
Después de recibir la llamada de Dios, anunciándole que será madre del Mesías, María se pone en camino sola. Empieza para ella una vida nueva, al servicio de su Hijo Jesús. Marcha «deprisa», con decisión. Siente necesidad de compartir con su prima Isabel su alegría y de ponerse cuanto antes a su servicio en los últimos meses de embarazo.
El encuentro de las dos madres es una escena insólita. No están presentes los varones. Solo dos mujeres sencillas, sin ningún título ni relevancia en la religión judía. María, que lleva consigo a todas partes a Jesús, e Isabel que, llena de espíritu profético, se atreve a bendecir a su prima en nombre de Dios.
María entra en casa de Zacarías, pero no se dirige a él. Va directamente a saludar a Isabel. Nada sabemos del contenido de su saludo. Solo que aquel saludo llena la casa de una alegría desbordante. Es la alegría que vive María desde que escuchó el saludo del Angel: «Alégrate llena de gracia».
Isabel no puede contener su sorpresa y su alegría. En cuanto oye el saludo de María, siente los movimientos de la criatura que lleva en su seno y los interpreta maternalmente como «saltos de alegría». Enseguida bendice a María «a voz en grito» diciendo: «Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre».
En ningún momento llama a María por su nombre. La contempla totalmente identificada con su misión: es la madre de su Señor. La ve como una mujer creyente en la que se irán cumpliendo los designios de Dios: «Dichosa porque has creído».
Lo que más le sorprende es la actuación de María. No ha venido a mostrar su dignidad de madre del Mesías. No está allí para ser servida sino para servir. Isabel no sale de su asombro. «Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor?».
Son bastantes las mujeres que no viven con paz en el interior de la Iglesia. En algunas crece el desafecto y el malestar. Sufren al ver que, a pesar de ser las primeras colaboradoras en muchos campos, apenas se cuenta con ellas para pensar, decidir e impulsar la marcha de la Iglesia. Esta situación nos está haciendo daño a todos.
El peso de una historia multisecular, controlada y dominada por los varones, nos impide tomar conciencia del empobrecimiento que significa para la Iglesia prescindir de una presencia más eficaz de la mujer. Nosotros no las escuchamos, pero Dios puede suscitar mujeres creyentes, llenas de espíritu profético, que nos contagien alegría y den a la Iglesia un rostro más humano. Serán una bendición. Nos enseñarán a seguir a Jesús con más pasión y fidelidad.
José Antonio Pagola
Domingo 4 Adviento – C (Lucas 1,39-45)
Evangelio del 23 / Dic / 2018
Reflexión a las lecturas del domingo tercero de Adviento C ofrecida por el sacerdote Don Juan Manuel Pérez Piñero bajo el epígrafe "ECOS DEL DÍA DEL SEÑOR"
Domingo 3º de Adviento C
“¿Entonces, qué hacemos?”
Esta pregunta que le hace la gente a Juan el Bautista, nos puede servir hoy a nosotros, en este tiempo de preparación para la Navidad.
El domingo pasado contemplábamos a Juan Bautista, que nos invitaba a preparar los caminos del Señor, porque Jesucristo viene a salvar a su pueblo, a cada uno de nosotros.
Aquello era muy interesante, pero no concretaba mucho lo que nosotros teníamos que hacer. La celebración de la Concepción Inmaculada de la Virgen, nos ayudaba a concretar un poco más. Contemplábamos cómo preparó el Señor a la Virgen Madre, para hacerla una digna morada de su Hijo. Y proclamábamos: ¡Exenta de pecado y llena de gracia! Pues así, decíamos, tenemos que prepararnos nosotros para la Navidad.
Pero el Evangelio de hoy lo precisa todavía más, porque la gente va a Juan y le pregunta, más en concreto: “¿Entonces, qué hacemos?” Y los publicanos y los militares, lo mismo.
A la gente le pide que comparta su ropa y su comida; y a los publicanos y a los militares, el recto ejercicio de su deber, sin aprovecharse de los demás.
Me parece que es fácil traducirlo a nuestra propia vida, a nuestra propia situación. En el contexto del Adviento de este año, ¿qué tengo yo que hacer? ¿Qué tengo que cambiar, qué tengo que mejorar en mi vida? ¿Que recuerdo, que huella, dejará en mí el Adviento-Navidad de este año?
Y el evangelista termina diciendo: “Añadiendo otras muchas cosas, exhortaba al pueblo y le anunciaba la Buena Noticia”.
¡Hoy es la Iglesia la que hace este gran anuncio, la que proclama al mundo entero la Buena Noticia de la Navidad! Y cada uno de nosotros, miembros de la Iglesia, no podemos olvidar esta misión. ¡Urge, por todas partes, un testimonio claro, fuerte, valiente…, de la alegría del Evangelio, de la “razón de nuestra esperanza”, de la verdadera alegría de la Navidad.
La situación de tristeza, agobio, desesperanza…, en que vive hoy tanta gente, constituye también una de las periferias existenciales a las que tenemos que llegar con urgencia, según nos indica nuestro Plan Diocesano de Pastoral.
Es la alegría de este domingo, que, desde antiguo, se llama “Gaudete”, que significa “alegraos”. Es el mensaje de la segunda lectura: “Estad siempre alegres en el Señor; os lo repito, estad alegres”. “El Señor está cerca”. El apóstol se refiere aquí, de un modo directo, a la Venida Gloriosa de Cristo. Y, en este contexto, acogemos hoy la alegría de la Navidad que se acerca.
En la oración de la Misa de este domingo, le decimos al Señor: “Concédenos llegar a la alegría de tan gran acontecimiento de salvación y celebrarlo siempre con fidelidad y júbilo desbordante”.
¡Es, por tanto, la alegría de la salvación que llega! Ésta es magnífica: Liberación del pecado, del mal y de la muerte, y sobreabundancia de bienes, hasta hacernos hijos de Dios.
Es lógico que se nos invite a la alegría, a la máxima alegría, al júbilo desbordante, como dice la oración de la Misa. ¡Es algo así como si nos tocara la lotería de Navidad! ¡Es mucho más que eso!
¡A veces, es precisamente, la alegría la que se nos hace difícil!
Esta es la misma salvación que ya anunciaba el profeta Sofonías en la primera lectura: “Regocíjate, hija de Sión, grita de júbilo, Israel, alégrate y gózate de todo corazón, Jerusalén”.
Por todo ello, proclamamos en el salmo de este domingo: “Gritad jubilosos, porque es grande en medio de ti el Santo de Israel”.
¡FELIZ DÍA DEL SEÑOR!
DOMINGO 3º DE ADVIENTO C
MONICIONES
PRIMERA LECTURA
El profeta nos invita ahora a la alegría al contemplar, en esperanza, la llegada de la salvación. La alegría, la fiesta y el gozo deben ser las características del cristiano, y no la tristeza y el desánimo, especialmente, en el Tiempo de Navidad.
SEGUNDA LECTURA
San Pablo nos invita también a la alegría, porque la Venida del Señor, su Vuelta Gloriosa, que esperamos, está cerca.
En este contexto de gozo y esperanza, nos disponemos a celebrar, con la máxima alegría, en las fiestas de Navidad, la llegada gozosa de la salvación.
TERCERA LECTURA
En el Evangelio es Juan el Bautista, el que anuncia la Buena Noticia de la Venida del Señor, y la gente que acude a recibir el bautismo, le pregunta: ¿qué tenemos que hacer? Escuchemos con atención.
Pero, ante todo, cantemos al Señor que viene.
COMUNIÓN
En la Comunión experimentamos la alegría inmensa de la presencia del Señor entre nosotros. Él llega hasta lo más profundo de nuestro corazón y de nuestra vida. Es como un anticipo de la Navidad y de su Vuelta Gloriosa.
Pidámosle de corazón que estas fiestas que se acercan sean para nosotros fiestas de gozo y salvación.
Comentario litúrgico para el III Domingo de Advientopor el P. Antonio Rivero, L.C. Doctor en Teología Espiritual, profesor en el Noviciado de la Legión de Cristo en Monterrey (México) y asistente del Centro Sacerdotal Logos en México y Centroamérica, para la formación de sacerdotes diocesanos. diciembre 11, 2018 (zenit)
TERCER DOMINGO DE ADVIENTO
Ciclo C
Textos: Sof 3, 14-18; Flp 4, 4-7; Lc 3, 10-18
Idea principal: La alegría a la que Dios nos invita exige unas consecuencias morales bien concretas, sobre todo en el campo de la caridad y justicia.
Síntesis del mensaje: Hoy, domingo 3 de Adviento, es el domingo de gaudete (“Regocijaos”), pues así inicia la estrofa de la misa de hoy, tomada de la carta de san Pablo a los Filipenses 4, 4. En medio de nuestro camino de austeridad y penitencia, hacemos un alto, como el domingo 4 de laetare (“Alegraos”) en la Cuaresma, por la cercanía de la venida del Señor. Alegría, sí, pero con un programa muy exigente en el campo de la actuación moral y social.
Puntos de la idea principal:
En primer lugar, nuestro mundo de hoy, mirándolo con mirada superficial, no está como para alegrarnos. Basta leer la exhortación del Papa Francisco Evangelii gaudium y su encíclica Laudato si’. Resumiendo, los mil problemas que nuestra sociedad afronta: Economía de la exclusión, idolatría del dinero, inequidad que genera violencia, acedia egoísta, pesimismo estéril, mundanidad espiritual, guerras, contaminación y cambio climático, pérdida de la biodiversidad, deterioro y degradación social, inequidad planetaria, corrupción, injusticias, etc. Y otras lacras que nos entristecen: la aprobación de leyes terribles que atentan contra la ley de Dios y contra la dignidad de la persona humana: la ley del aborto y la eutanasia, la aprobación del matrimonio del mismo sexo, la ideología del género y demás “avances” de esta dictadura del relativismo, permisivismo, hedonismo. Y no digamos ya los escándalos de algunos clérigos de la Iglesia, la falta de vocaciones para la vida sacerdotal y religiosa. Entonces, ¿cómo es que Dios nos invita a alegrarnos?
En segundo lugar, también nosotros preguntamos como los que escuchaban a Juan Bautista en el evangelio de hoy: ¿qué debemos hacer? La alegría a la que Dios nos invita no es una alegría desangelada y etérea. No. Exige compromiso moral y social. No podemos llegar a la Navidad de cualquier modo, con nuestras mañas y costumbres desviadas e impropias de un seguidor de Cristo. San Juan Bautista pidió en ese tiempo: caridad y repartición de bienes y riquezas con los necesitados, justicia conmutativa, distributiva y social, y honradez por encima de todo. ¿Le habrán entendido? ¿Le habrán hecho caso? Y hoy, ¿qué nos diría el Bautista? ¿Qué diría a los que pagan los impuestos, a los que escamoten los impuestos y los que engordan con los impuestos? No sé si a estas alturas uno tiene que decir que pagar impuestos al Estado es de justicia distributiva y quehacer de conciencia cristiana porque eso es contribuir a las cargas comunes para el bien común. Los impuestos, para ser justos, tienen que ser proporcionales al capital de cada uno. Los bienes salidos de los bolsillos ciudadanos tienen que regresar en bienes sociales para los mismos ciudadanos: educación escolar, servicios médicos y puestos de trabajo. ¡Cuántas veces nuestros impuestos van a parar a parlamentarios ausentes o a escándalos festivaleros de autonomías o a despilfarros para programas de televisión, cenas pantagruélicas en barco por París, a aviones privados de líderes políticos para hacer sus viajes de negocios o de placer, que todo tiene que ser dicho!
Finalmente, desde la moral social y cristiana hay que decir lo siguiente: el ciudadano está hoy en su derecho ético de torear a los impuestos con las mejores manoletinas que sepa, pero sin pasarse de “el precio justo” y sin olvidar, eso siempre, -siguiendo el lenguaje taurino- que el morlaco administrativo puede, de una embestida trapera, enviarle a los tendidos de sangre y sol. Es justa la ley que mira el bien común, porque, si mira al bien de particulares, es injusta y, si injusta, mala y, si mala, no obliga. Este evangelio de hoy nos va a todos: a ti, a mí y a Dios. Y así las demás cosas de la policía y orden público: detenciones, sí, pero torturas, nunca; justicia, sí, pero a base de hechos comprobados y no de sospechas fundadas; cárcel, sí, o sea privación de libertad, pero no de trato humano. Y después, cumplida la condena, y hay garantías de enmienda, libertad y a la calle. Si hay que ir a la huelga, que sea lo que tiene que ser, laboral, y no política, sin piquetes ni informativos, que serían coactivos, intimidantes, dictatoriales y a sueldo. Sólo si hacemos esto, tendremos la alegría profunda del corazón a la que nos invita Dios en este domingo, porque se acerca el auténtico Libertador de esas lacras morales y sociales.
Para reflexionar: ¿Cómo trato a mis hermanos pobres y necesitados? ¿Cómo estoy viviendo mis deberes como ciudadano? ¿Tengo la conciencia tranquila a este respecto? ¿Dónde radica mi alegría, cuál es su fuente?
Para rezar: Con el salmo 42, quiero rezar:
Envía tu luz y tu verdad: que ellas me guíen y me conduzcan
hasta tu monte santo, hasta tu morada.
Que yo me acerque al altar de Dios,
al Dios de mi alegría.
Para cualquier duda, pregunta o sugerencia, aquí tienen el email del padre Antonio, [email protected]
diciembre 11, 2018 16:03Espiritualidad y oración
En nuestro camino haciala Navidad, se presenta este domingo, en medio de nuestra asam-blea, la figura de Juan, el Bautista. ¡Con qué relieve, con qué veneración, lo hace el evangelista S. Lucas!
La Iglesia acoge hoy la voz y la misión del Bautista, porque ella, toda entera, tiene que prepararse para la Navidad; y, además, tiene ahora el encargo de preparar al Señor, como hizo Juan, el Bautista, “un pueblo bien dispuesto” para celebrar la Navidad y para su Venida Gloriosa.
El Evangelio de este domingo nos dice: “Y recorrió toda la comarca del Jordán, predicando un bautismo de conversión para el perdón de los pecados...” Y, además, que se cumple lo anunciado por el profeta Isaías: “Una voz grita en el desierto: preparad el camino del Señor, allanad sus senderos… Y todos verán la salvación de Dios”.
El planteamiento que se nos hace es muy sencillo: Dios quiere que cada cristiano, que todo su pueblo santo, goce de la salvación que nos trae y nos ofrece, cada año, la Navidad. Y cada uno tiene que preguntarse seriamente: ¿Qué es lo que impide, o qué es lo que obstaculiza que llegue a mí, este año, la gracia de la Navidad o que llegue en mayor plenitud?
Siguiendo el texto, podríamos preguntarnos, en concreto: ¿Cuáles son, en mi vida, los valles, las deficiencias, que tengo que rellenar? ¿Cuáles, los montes y colinas que tengo que allanar? ¿Qué es lo torcido que tengo que enderezar y lo escabroso que tengo que igualar?
¿Quién no ve aquí la necesidad de una labor espiritual, de un esfuerzo, serio y decidido, para conseguirlo? ¿Quién no ve aquí la necesidad del Adviento?
Y a todo esto se llama en la Iglesia, conversión. El Adviento, lo sabemos, es tiempo de conversión. Y ésta consiste en pasar del pecado a la gracia, o de la gracia a más gracia, a mejor gracia. En definitiva, a la santidad, a la que nos llama el Señor.
Precisamente, en la segunda lectura, S. Pablo quiere que los cristianos lleguemos al “Día de Cristo”, su Segunda Venida, “santos e irreprochables, cargados de frutos de justicia, por medio de Cristo Jesús, a gloria y alabanza de Dios”. ¡Es un reto muy grande el que nos presenta el Apóstol!
¿Quién no descubre aquí la necesidad del sacramento de la Penitencia? ¿No debería terminar el Tiempo de Adviento con la recepción, humilde y confiada, de este sacramento?
La primera lectura es un bello cántico, una invitación a la alegría, que se hace, entonces, a Jerusalén, y ahora, a la Iglesia, la nueva Jerusalén, al contemplar a sus hijos que vuelven a ella.
Y es que la preparación y la celebración de la Navidad no es algo sólo de tipo individual, sino también, de tipo comunitario y misionero. Tiene que ser la Navidad de una “Iglesia en salida misionera”, que anuncia a todos la llegada de la salvación, que no puede dejar a nadie indiferente, que no olvida que tiene que llegar también a las periferias geográficas y existenciales, donde un día nació el Señor, como se nos recuerda este año, en el Plan Pastoral, en la Misión Diocesana.
Ojalá que lo hagamos así. Entonces, en las fiestas de Navidad, proclamaremos, gozosos, con el salmo responsorial de este domingo: “El Señor ha estado grande con nosotros, y estamos alegres”.
¡FELIZ DÍA DEL SEÑOR
DOMINGO 2º DE ADVIENTO C
MONICIONES
PRIMERA LECTURA
Con un lenguaje, lleno de colorido y poesía, anuncia el profeta que el Señor trazará, por sí mismo, la ruta de su pueblo, que retornará del destierro de Babilonia lleno de alegría y esperanza. Escuchemos con atención.
SALMO
El salmo canta el retorno del pueblo de Israel del destierro de Babilonia. También nosotros, como pueblo liberado por la Sangre de Cristo, podemos unirnos a la alegría de aquel pueblo, y proclamar también la dicha de nuestra propia liberación.
SEGUNDA LECTURA
S. Pablo siente gran aprecio por los cristianos de Filipos, como se expresa en esta Carta. Él ruega por ellos para que se mantengan limpios e irreprochables para el Día de Cristo, la Venida Gloriosa del Señor que esperamos.
TERCERA LECTURA
S. Lucas nos presenta hoy, con toda solemnidad, la inauguración del ministerio de Juan el Bautista, que viene a preparar el camino del Señor, predicando un bautismo de conversión.
Pero antes de escuchar el Evangelio cantemos el aleluya.
COMUNIÓN
En la Comunión recibimos el Cuerpo entregado y la Sangre derramada para el perdón de los pecados.
Pidámosle al Señor que nos ayude a preparar en nuestros corazones, el camino del Señor, especialmente, con la recepción frecuente del sacramento de la Penitencia, que Él ha instituido para el perdón y la santificación de su pueblo.
Comentario en el 2º Domingo de Adviento por el P. Antonio Rivero. diciembre 04, 2018 (zenit)
Segundo Domingo de Adviento
Ciclo C
Textos: Ba 5, 1-9; Filp 1, 4-6.8-11; Lc 3, 1-6
¿QUÉ ES LA CORONA DE ADVIENTO?
Origen
La Corona de Adviento tiene su origen en una tradición pagana europea que consistía en prender velas durante el invierno para representar al fuego del dios sol, para que regresara con su luz y calor durante el invierno. Los primeros misioneros aprovecharon esta tradición para evangelizar a las personas. Partían de sus costumbres para enseñarles la fe católica. La corona está formada por una gran variedad de símbolos:
La forma circular
El círculo no tiene principio ni fin. Es señal del amor de Dios que es eterno, sin principio y sin fin, y también de nuestro amor a Dios y al prójimo que nunca debe de terminar.
Las ramas verdes
Verde es el color de esperanza y vida, y Dios quiere que esperemos su gracia, el perdón de los pecados y la gloria eterna al final de nuestras vidas. El anhelo más importante en nuestras vidas debe ser llegar a una unión más estrecha con Dios, nuestro Padre.
Las cuatro velas
Nos hacen pensar en la obscuridad provocada por el pecado que ciega al hombre y lo aleja de Dios. Después de la primera caída del hombre, Dios fue dando poco a poco una esperanza de salvación que iluminó todo el universo como las velas la corona. Así como las tinieblas se disipan con cada vela que encendemos, los siglos se fueron iluminando con la cada vez más cercana llegada de Cristo a nuestro mundo.
Son cuatro velas las que se ponen en la corona y se prenden de una en una, durante los cuatro domingos de Adviento al inicio de la santa misa o al hacer la oración en familia.
Las manzanas rojas que adornan la corona representan los frutos del jardín del Edén con Adán y Eva que trajeron el pecado al mundo, pero recibieron también la promesa del Salvador Universal.
El listón rojo representa nuestro amor a Dios y el amor de Dios que nos envuelve.
Los domingos de Adviento la familia o la comunidad se reúne en torno a la corona de Adviento. Luego, se lee la Biblia y alguna meditación. La corona se puede llevar al templo para ser bendecida por el sacerdote.
Y ahora resumamos el mensaje de las lecturas de este segundo domingo de Adviento.
Idea principal: ¡Preparemos el camino! Necesitamos la voz de un nuevo Isaías o de un nuevo Juan que nos recuerde lo que Dios quiere de nosotros en este Adviento: rellenar valles, rebajar montañas, enderezar lo torcido en nuestra vida para caminar y recibir dignamente a Cristo que viene en la Navidad.
Síntesis del mensaje: El domingo pasado Dios nos invitaba en la liturgia a estar despiertos sin dejarnos distraer por las preocupaciones de aquí abajo; ocuparnos, sí, preocuparnos, no. Hoy nuestro buen Dios nos estimula a caminar durante el Adviento al encuentro de Cristo, animosos, quitando de nuestro camino lo que nos estorbaría para llegar a Dios o para que Él se acerque a nosotros (evangelio), sin cara de luto y aflicción porque se acerca nuestra completa liberación (1ª lectura) y llevando una vida irreprochable y santa, dando frutos de caridad (2ª lectura).
Puntos de la idea principal:
En primer lugar, Juan nos recuerda la gran promesa del Antiguo Testamento: viene alguien importante, el gran libertador de la humanidad, Cristo. ¡Caminemos a su encuentro! En tiempo del profeta Isaías, cuando venía alguien importante con su cortejo, se cortaban malezas, se llenaba la hondonada, se aplanaba un obstáculo, se reparaba un puente o se acomodaba un vado. De ahí se inspira también Juan Bautista: está por llegar alguien que está por encima de todos, alguien a quien él denomina “el que ha de venir”, el esperado por la gente. Hay que trazar un camino en el desierto para que pueda llegar. Tres cosas fundamentales hay que arreglar en ese camino: primero, “todo valle será rellenado”. ¡Cuántos valles de depresión, desaliento y tristeza encontramos en nuestra vida que nos hunden y, por lo mismo, nos impiden llegar a Cristo! Segundo, “toda montaña será rebajada”. ¡Cuántos montañas de orgullo, soberbia y engreimiento también encontramos a la izquierda y derecha de nuestra vida que nos llevan a desterrar a Dios! Y tercero, “lo tortuoso, enderezado”. ¡Cuántos sendas tortuosas nos salen en nuestro caminar hacia Dios: la senda de la mentira, del egoísmo, de la corrupción, de la lujuria, de la violencia, de la moral sin escrúpulos, de la teología de la prosperidad! Esas tres acciones se llevan a cabo en el corazón de cada uno de nosotros.
En segundo lugar, pero ¿qué pasa? El hombre complicó sus caminos con el pecado y se quedó atrapado adentro como en un laberinto. Inspirados en el mito antiguo, necesitamos el “hilo de Ariadna” para salir del laberinto donde se encuentra el Minotauro de tres cabezas –mundo, demonio y carne-, que nos quiere devorar los valores y la dignidad cristiana. Y no sólo salir, sino dar muerte al monstruo que nos incita al pecado, llámese orgullo, pereza, superchería, hipocresía, superficialidad, embriagueces de todo tipo: no sólo de vino o de drogas, sino de la propia belleza, de la propia inteligencia o de uno mismo que es la peor ebriedad. Ariadna le dio a Teseo una espada para matarlo, y así Teseo salió victorioso, incólume y salvo. Cristo nos dio la espada de su Palabra y así nos libra del terrible tributo a que el demonio nos estaba obligando: dar pábulo a nuestras pasiones ya sea del espíritu o de la carne. Y así, matado este Minotauro, podemos caminar expeditos y seguros al encuentro de Cristo, nuestro Salvador.
Finalmente, y, para resumir, ahí está la consigna: “rellenar, rebajar, enderezar los caminos”. Sólo así al final del camino del Adviento, estaremos preparados para recibir a Cristo. Sólo así Cristo se parará al pie de nuestra alma y nos pedirá la llave de nuestro corazón para entrar y comer e intimar con nosotros y volcarnos su gracia, y celebrar la Navidad. Sólo así seremos veredas asequibles para que nuestros hermanos también lleguen a Cristo al final del Adviento, y no pozos o acantilados donde caigan. Sólo así también nosotros, parafraseando el evangelio de hoy, podemos decir: “En el año 2018 del reinado de emperadores, reyes y presidentes del mundo entero, bajo el pontificado del Papa Francisco, vino la Palabra de Dios que el Espíritu Santo nos hizo entender, para que preparemos el camino al Señor Jesús”.
Para reflexionar: ¿Qué sector de mi vida debo enderezar para hacer bien este camino hacia Cristo: mi mente, cerrada a algunas verdades de la fe y moral católica; mi afectividad, que anda desajustada y loca; mi voluntad, floja y sin ganas para cumplir con mis compromisos?
Para rezar: Recemos esa canción:
Ven con nosotros al caminar;
Santa María, ven.
Ven con nosotros al caminar;
Santa María, ven.
2. Aunque te digan algunos
que nada puede cambiar,
lucha por un mundo nuevo,
lucha por la verdad.
3. Si por el mundo los hombres
sin conocerse van,
no niegues nunca tu mano
al que contigo está.
4. Aunque parezcan tus pasos
inútil caminar,
tú vas haciendo caminos:
otros los seguirán.
diciembre 04, 2018 13:31Espiritualidad y oración
Reflexión de josé Antonio Pagola al evangelio del domingo segundo de Adviento C
ABRIR CAMINOS NUEVOS
Los primeros cristianos vieron en la actuación del Bautista al profeta que preparó decisivamente el camino a Jesús. Por eso, a lo largo de los siglos, el Bautista se ha convertido en una llamada que nos sigue urgiendo a preparar caminos que nos permiten acoger a Jesús entre nosotros.
Lucas ha resumido su mensaje con este grito tomado del profeta Isaías: «Preparad el camino del Señor». ¿Cómo escuchar ese grito en la Iglesia de hoy? ¿Cómo abrir caminos para que los hombres y mujeres de nuestro tiempo podamos encontrarnos con él? ¿Cómo acogerlo en nuestras comunidades?
Lo primero es tomar conciencia de que necesitamos un contacto mucho más vivo con su persona. No es posible alimentarnos solo de doctrina religiosa. No es posible seguir a Jesús convertido en una sublime abstracción. Necesitamos sintonizar vitalmente con él, dejarnos atraer por su estilo de vida, contagiarnos de su pasión por Dios y por el ser humano.
En medio del «desierto espiritual» de la sociedad moderna, hemos de entender y configurar la comunidad cristiana como un lugar donde se acoge el Evangelio de Jesús. Vivir la experiencia de reunirnos creyentes, menos creyentes, poco creyentes e, incluso, no creyentes, en torno al relato evangélico de Jesús. Darle a él la oportunidad de que penetre con su fuerza humanizadora en nuestros problemas, crisis, miedos y esperanzas.
No lo hemos de olvidar. En los evangelios no aprendemos doctrina académica sobre Jesús, destinada inevitablemente a envejecer a lo largo de los siglos. Aprendemos un estilo de vivir realizable en todos los tiempos y en todas las culturas: el estilo de vivir de Jesús. La doctrina no toca el corazón, no convierte ni enamora. Jesús sí.
La experiencia directa e inmediata con el relato evangélico nos hace nacer a una nueva fe, no por vía de «adoctrinamiento» o de «aprendizaje teórico», sino por el contacto vital con Jesús. Él nos enseña a vivir la fe, no por obligación sino por atracción. Nos hace vivir la vida cristiana, no como deber sino como contagio. En contacto con el evangelio recuperamos nuestra verdadera identidad de seguidores de Jesús.
Recorriendo los evangelios experimentamos que la presencia invisible y silenciosa del Resucitado adquiere rasgos humanos y recobra voz concreta. De pronto todo cambia: podemos vivir acompañados por Alguien que pone sentido, verdad y esperanza en nuestra existencia. El secreto de toda evangelización consiste en ponernos en contacto directo e inmediato con Jesús. Sin él no es posible engendrar una fe nueva.
José Antonio Pagola
Domingo 2 Adviento – C (Lucas 3,1-6)
Evangelio del 09 / Dic / 2018
Publicado el 03/ Dic/ 2018