Comentario del 4º Domingo Ordinario por el P. Antonio Rivero, L.C. Doctor en Teología Espiritual, profesor en el Noviciado de la Legión de Cristo en Monterrey (México) y asistente del Centro Sacerdotal Logos en México y Centroamérica, para la formación de sacerdotes diocesanos. enero 30, 2019 (zenit)
CUARTO DOMINGO TIEMPO COMÚN
Ciclo C
Textos: Jr 1, 4-5.17-19; 1 Co 12, 31-13,13; Lc 4, 21-30
Idea principal: Cristo y sus seguidores seremos signo de contradicción.
Síntesis del mensaje: Hoy es la continuación del Evangelio de la semana pasada. Un auténtico cristiano –llámese Papa, obispo, sacerdote, religiosa, laico- siempre será signo de contradicción, a ejemplo de Cristo, que no fue comprendido, que echó en cara la falta de fe de sus compatriotas, y por eso quisieron despeñarle (evangelio). Ante esto debemos reaccionar con la caridad de Cristo (2ª lectura), sin miedo y con la confianza en Dios, quien nos consagró desde el bautismo para ser profetas de las naciones y está a nuestro lado para salvarnos (1ª lectura).
Puntos de la idea principal:
En primer lugar, Cristo fue desde que nació signo de contradicción; así se lo dijo Simeón a María y a José cuando éstos lo presentaron en el templo (cf. Lc 2, 21-40). Tres veces fue Jesús a hablar a su pueblo, Nazaret. La primera le aplaudieron hasta el punto de echar humo las palmas de la mano, porque hablaba “como los ángeles”, era su paisano y no había más que hablar. La segunda le silbaron porque enmendó la página al profeta Isaías, el hijo del carpintero al profeta, ¡hasta ahí podemos llegar!, diciendo que el Mesías no es el Dios de las venganzas, sino el Dios de las bondades y del perdón. La tercera, fue la vencida: porque igualó delante de Dios a extranjeros, judíos y paganos, le empujaron por las calles del pueblo hasta las afueras, al despeñadero, un envite y… ¿a quién se le ocurre igualar paganos, extranjeros y judíos, estos últimos que eran raza elegida por Dios? Definitivamente este Jesús de Nazaret está loco de atar. ¡Signo de contradicción! Predica otra Noticia distinta –las bienaventuranzas-, más interior y no tanto exterior y esclava de preceptos, y que no hacía resonar el eco del Antiguo Testamento… ¡está desfigurando la religión de Israel! Iba a banquetes, era un comilón y bebedor. Se dejaba tocar por los pecadores, era un proscrito y un apestado. Se hacía acompañar por mujeres que le servían en sus necesidades, era un incumplidor de la ley de Moisés. Enseñaba en las calles y caminos sin tener su título y sin ser escriba sabihondo y sin llevar un libro debajo del brazo, era criticado. Dejaba que los niños se acercasen a Él, y los acariciaba y bendecía, estaba bajo la lupa de los fariseos y doctores de la ley. Era un peregrino itinerante que no tenía donde reclinar la cabeza. Era considerado raro y estrafalario. ¡Signo de contradicción! «Vino a los suyos, y los suyos no le recibieron» Jn 1, 11). ¿Para quién Jesús es signo de contradicción y piedra de escándalo? Para los soberbios, para los que se resisten a creer, se convierte en “roca de escándalo” (cf. 1 P 2,8). Y es el mismo Señor quien advierte: “Bienaventurado el que no se escandalice de mí” (Mt 11,6).
En segundo lugar, también la Iglesia fue, es y será signo de contradicción. La predicación de la Iglesia, su misma presencia en medio del mundo, resulta incómoda cuando, haciéndose eco de la enseñanza de Cristo, pronuncia lo que no desea ser oído; cuando recuerda que el hombre no es Dios, que la ley dictada por los hombres no siempre coincide con la ley de Dios; cuando desafía los convencionalismos pacíficamente aceptados por nuestro egoísmo, nuestra comodidad y nuestra soberbia; cuando proclama la verdad del matrimonio uno, indisoluble, fecundo, hasta la muerte, de un hombre y una mujer. La Iglesia es signo de contradicción cuando no comulga con las ideologías de moda: ayer con el liberalismo o comunismo, hoy, con la ideología del género y la ingeniería genética. Como Jeremías (1ª lectura), y como Cristo, la Iglesia no debe dejarse amedrentar. Es Dios quien hace al profeta plaza fuerte, columna de hierro y muralla de bronce. La fuerza de la Iglesia no proviene del poder de las armas, o del dinero, o del prestigio mundano. La fuerza de la Iglesia proviene de su fidelidad al Señor. La resistencia de la Iglesia radica en la fuerza paradójica del amor; un amor que “disculpa sin límites, cree sin límites, espera sin límites, aguanta sin límites” (1Cor 13,7). La auténtica prioridad para la Iglesia, ha escrito el Papa Benedicto XVI, es “el compromiso laborioso por la fe, por la esperanza y el amor en el mundo”. Con esa prioridad debemos trabajar todos, aceptando el desafío del rechazo, y dando, incansablemente, testimonio del amor de Dios.
Finalmente, los auténticos seguidores de Cristo, los profetas de Dios experimentarán también esta señal de contradicción. Esta es una constante que acompaña a los auténticos profetas, desde el Antiguo Testamento hasta los tiempos presentes. Los falsos profetas, los que dicen lo que la gente quiere oír y, sobre todo, lo que halaga el oído de los poderosos, prosperan. Pero los profetas verdaderos resultan incómodos y provocan una reacción en contra cuando en su predicación tocan temas candentes, poniendo el dedo en la llaga de alguna injusticia o situación de infidelidad. Si no, preguntemos a san Juan Bautista al denunciar el adulterio del rey Herodes. O a san Óscar Romero, que se ganó el sobrenombre de “la voz de los sin voz”.Su defensa de los más desfavorecidos de El Salvador hizo que el Parlamento británico lo propusiera como candidato al Premio Nobel de la Paz en 1979.
Desgraciadamente, sus continuas llamadas al diálogo, para que los ricos no se aferraran al poder, y los oprimidos no optaran por las armas, no surtieron efecto, a pesar de la popularidad que alcanzaron sus homilías dominicales. Obstinados en reprimir toda oposición, agentes del Estado terminaron por asesinar a monseñor Romero, el 23 de marzo de 1980 en plena misa, y continuaron violando los derechos humanos, provocando una guerra civil en El Salvador que duraría once años y causaría 70.000 muertos.
Para reflexionar: Reflexionemos en estas palabras del Papa Francisco: “’Mantenemos la mirada fija en Jesús, porque la fe, que es nuestro ‘sí’ a la relación filial con Dios, viene de Él, viene de Jesús. Es Él el único mediador de esta relación entre nosotros y nuestro Padre que está en el cielo. Jesús es el Hijo, y nosotros somos hijos en Él. […] Por esto Jesús dice: he venido a traer división; no es que Jesús quiera dividir a los hombres entre sí, al contrario: Jesús es nuestra paz, nuestra reconciliación. Pero esta paz no es la paz de los sepulcros, no es neutralidad, Jesús no trae neutralidad, esta paz no es una componenda a cualquier precio. Seguir a Jesús comporta renunciar al mal, al egoísmo y elegir el bien, la verdad, la justicia, incluso cuando esto requiere sacrificio y renuncia a los propios intereses. Y esto sí, divide; lo sabemos, divide incluso las relaciones más cercanas. Pero atención: no es Jesús quien divide. Él pone el criterio: vivir para sí mismos, o vivir para Dios y para los demás; hacerse servir, o servir; obedecer al propio yo, u obedecer a Dios. He aquí en qué sentido Jesús es ‘signo de contradicción'” (Homilía de S.S. Francisco, 18 de agosto de 2013).
Para rezar: Señor, dame valentía para poder ser signo de contradicción sin miedo, a ejemplo tuyo y de tantos hermanos y hermanas cristianos, que incluso dieron la vida por ti y el Evangelio.
Para cualquier duda, pregunta o sugerencia, aquí tienen el email del padre Antonio, [email protected]
enero 30, 2019 08:52Espiritualidad y oración
Reflexión a las lecturas del domingo tercero del Tiempo Ordinario C ofrecida por el sacerdote Don Juan Manuel Pérez Piñero bajo el epígrafe "ECOS DEL DÍA DEL SEÑOR"
Domingo 3º del T. Ordinario C
Salíamos, hace unas semanas, de la Navidad, centrando nuestros ojos en Jesucristo, que comenzaba su Vida Pública. Hoy podríamos decir que el Evangelio nos presenta el comienzo de la Vida Pública de Jesús, según San Lucas, el evangelista de este año.
Después del Prólogo de su Evangelio, en el que nos presenta el método, la forma y los recursos, que ha empleado en la composición del texto, en la celebración de este domingo, se nos traslada enseguida al capítulo cuarto que dice: “En aquel tiempo, Jesús volvió a Galilea con la fuerza del Espíritu, y su fama se extendió por toda la comarca. Enseñaba en las sinagogas y todos le alababan”. Luego nos narra lo que sucede en la Sinagoga de Nazaret. De esta forma, el evangelista señala el anuncio de la Palabra de Dios, como tarea prioritaria en el ministerio del Señor. En efecto, Jesús es “el Maestro”, es la Palabra encarnada, es el Hijo de Dios, que nos revela el Misterio del Padre, del mundo y del hombre; del tiempo presente y de la eternidad.
Ya la primera lectura nos presenta cómo el pueblo de Israel, liberado del destierro, reorganiza su vida cultual en torno a la Palabra de Dios, y la conmoción que se origina al escuchar la lectura del Libro Santo. Al mismo tiempo, se subraya la atención de aquella gente sencilla que escucha: “Todo el pueblo estaba atento a la Ley”. Algo parecido sucedería en Nazaret: “Toda la sinagoga tenía los ojos fijos en Él”.
Este es, por tanto, un domingo muy apropiado, para examinar nuestra actitud ante la Palabra de Dios.
El Vaticano II nos enseña: “Cuando alguien lee en la Iglesia la Sagrada Escritura, es Él (Cristo) quien habla” (S. C. 7). Hay, pues, una presencia de Dios en su Palabra; una presencia que los teólogos llaman “cuasi sacramental”.
Acoger la Palabra de Dios es, por tanto, acoger al Señor. Proclamamos hoy en el Salmo: “Tus palabras, Señor, son espíritu y vida”. Por todo ello, la escucha y la lectura de la Palabra de Dios adquiere una connotación muy especial, sagrada.
Podríamos preguntarnos hoy muchas cosas: ¿Cómo escucho yo a Dios? ¿Con qué frecuencia le escucho? ¿Cómo respondo a su Palabra? ¿Se centra mi vida en hacer la voluntad del Padre, que su Palabra nos señala constantemente? ¿Y la transmitimos? ¿Cómo? ¿Dónde?
La Palabra de Jesucristo se nos presenta, con frecuencia, como Evangelio, es decir, como Buena Noticia. Y ya sabemos que una buena noticia está llamada a propagarse por sí misma. Pero es que, además, hemos recibido el encargo, el mandato, de anunciarla por toda la tierra (Mt 18, 19-29), porque esta misión, que tiene todo cristiano, se hace personal y propia, en cada uno, al recibir los sacramentos de Iniciación Cristiana: El Bautismo, la Confirmación y la Eucaristía. Son los sacramentos que nos incorporan a la Iglesia, que recibió de Cristo aquel encargo.
Nuestra conciencia de estar llamados a formar un solo Cuerpo, como nos recuerda la segunda lectura, nos urge más aún a llevarla a los demás.
La Jornada Misionera de los Niños, que celebramos este domingo, nos ayuda a comprender el interés y la preocupación que tiene la Iglesia, porque los cristianos, desde que somos pequeños, nos vayamos haciendo conscientes, poco a poco, de la Misión de anunciar el Evangelio.
Se ha dicho, además, que el mayor bien que podemos hacer a una persona es darle a conocer a Jesucristo, llevarle a Él; ayudarle a progresar en su conocimiento y en su seguimiento, porque dice el Señor: “Buscad sobre todo el Reino y Dios y su justicia, y todo lo demás vendrá por añadidura” (Mt 6, 33). ¡Pues miremos a ver!
¡FELIZ DÍA DEL SEÑOR!
DOMINGO 3º DEL TIEMPO ORDINARIO C
MONICIONES
PRIMERA LECTURA
La proclamación y escucha de la Palabra de Dios, es el mensaje de este domingo.
Contemplamos ahora cómo el pueblo de Israel, después del destierro, reorganiza su vida religiosa en torno a la Palabra de Dios. El pueblo la escucha con mucha atención.
SEGUNDA LECTURA
La unión que se establece, por el Bautismo, entre Jesucristo y los cristianos y de éstos entre sí, es tan íntima y profunda, que S. Pablo la compara a la que existe entre los miembros de un solo cuerpo, donde cada uno ocupa un lugar y desarrolla una función necesaria para el conjunto del organismo.
TERCERA LECTURA
Después del prólogo de su Evangelio, San Lucas nos presenta a Jesucristo enseñando en las sinagogas, con especial referencia a lo que sucede en la de Nazaret.
Pero antes de escuchar el Evangelio, aclamemos al Señor con el canto del aleluya.
COMUNIÓN
En la Comunión recibimos a Jesucristo, el Hijo de Dios, la Palabra del Padre, que se ha hecho hombre para anunciar la Buena Noticia de la salvación.
Que Él avive en nosotros el deseo ardiente de escuchar y conocer mejor su Palabra, y de llevarla a los hermanos.
Reflexión a las lecturas de la fiesta del Bautismo del Señor ofrecida por el sacerdote Don Juan Manuel Pérez Piñero bajo el epígrafe "ECOS DEL DÍA DEL SEÑOR"
Fiesta del Bautismo del Señor C
Con ocasión del Bautismo de Jesucristo, se produce una gran manifestación de su persona y de su misión. Por eso, este acontecimiento pertenece a la Solemnidad de la Epifanía, como recordábamos el otro día.
El Evangelio de hoy nos dice que “en un bautismo general Jesús también se bautizó. Y, mientras oraba, se abrió el cielo, bajó el Espíritu Santo sobre Él en forma de paloma, y vino una voz del cielo: Tú eres mi Hijo, el amado, el predilecto”.
Es, por tanto, una gran manifestación de Jesucristo, e incluso, de la Santísima Trinidad. El himno de Vísperas dice: “Y así Juan, al mismo tiempo, vio a Dios en personas tres, voz y paloma en los cielos y al Verbo eterno a sus pies”.
De este modo, se hace realidad lo que escuchamos en la primera lectura: “Se revelará la gloria del Señor y la verán todos los hombres juntos…” En efecto, en la Navidad se experimenta, de un modo especial, lo que leemos en el Evangelio de S. Juan: “Hemos contemplado su gloria, gloria propia del Hijo unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad” (Jn 1, 14).
Juan el Bautista nos habla en el Evangelio, de aquel que nos “bautizará con Espíritu Santo y fuego”. Es el fuego que purifica y el agua que, además de purificar, da vida. El prefacio de la Misa dice: “En el Bautismo de Cristo en el Jordán has realizado signos prodigiosos para manifestar el misterio del nuevo Bautismo…” Éste es purificación del pecado y nacimiento de la vida de Dios en nosotros; porque cuando alguien es bautizado, el Espíritu Santo infunde en su interior una participación creada del “Ser de Dios”, de la naturaleza divina, por lo cual nos llamamos y somos hijos de Dios (1 Jn 3, 1). San Pablo dirá que “somos miembros de la familia de Dios” (Ef 2, 19).
Precisamente, los santos Padres resumen todo el Misterio de la Navidad diciendo que “El Hijo de Dios se hizo hombre para hacer al hombre hijo de Dios”. ¡Cuánta grandeza!
Hoy es un día apropiado para reflexionar sobre el Bautismo, para celebrar el Bautismo, para renovar nuestro Bautismo y para tratar de la problemática del Bautismo de niños.
Bautizar a un niño, recién nacido, es algo muy hermoso y muy importante. ¡Recordemos nuestro propio Bautismo! Pero garantizar su educación cristiana, por parte de los padres y padrinos, se hace, a veces, difícil o muy difícil. Y me parece que hemos de proceder como mucha cautela, porque se trata de una vida, “la vida de Dios en nosotros”.
Se nos exige, por tanto, mantener un equilibrio, muchas veces difícil, entre la grandeza y gratuidad del don de Dios, y la necesidad de que, desde muy pronto, el niño lo descubra y lo viva. ¡Hemos reconocer que muchas veces la realidad del Bautismo queda como sepultada en la vida del niño! ¡Y esa es una realidad muy grave, qué tendríamos que estudiar y resolver con urgencia!
Y los sacerdotes tenemos en esto una gran responsabilidad, y no hemos de tener miedo, porque hacemos un gran bien, cuando, según las orientaciones de la Iglesia, aplazamos el Bautismo, o empleamos otros medios en orden a garantizar la formación cristiana del niño. ¡Se trata de un problema de conciencia para el sacerdote que bautiza! ¡Y aquí “la pastoral de conjunto” se hace más necesaria que nunca!
Esta Fiesta del Bautismo del Señor es también muy apropiada, como decíamos antes, para renovar nuestro propio Bautismo. Si lo hacemos así, revivimos el don de Dios en nosotros, y actualizamos nuestra adhesión a Jesucristo y nuestro deseo de avanzar en su seguimiento. Y de este modo, salimos de la Navidad con los ojos fijos en el Hijo de Dios, que comienza su Vida Pública.
¡FELIZ DÍA DEL SEÑOR!
FIESTA DEL BAUTISMO DEL SEÑOR C
MONICIONES
PRIMERA LECTURA
Entre los desterrados de Babilonia irrumpe la buena noticia de su liberación, que les llena de confianza y de alegría. En Jesús de Nazaret, hecho uno de nosotros, se revela la gloria de Dios y los hombres contemplan su salvación.
Escuchemos con atención.
SALMO RESPONSORIAL
El salmo es una invitación a cantar las maravillas del Señor en la Creación, en la liberación del destierro, en la llegada del Mesías.
Hagámoslo así en el salmo responsorial.
SEGUNDA LECTURA
S. Pablo nos recuerda que con Cristo ha venido la salvación. No es obra humana sino del poder y de la misericordia de Dios. Y hemos de obrar en consecuencia.
Escuchemos.
TERCERA LECTURA
El Evangelio nos presenta el acontecimiento gozoso, que celebramos hoy: Jesús es bautizado por Juan en el Jordán. Él es el autor del nuevo Bautismo, el Bautismo cristiano, que hemos recibido.
Acojamos ahora al Señor con el canto del Aleluya.
COMUNION
El Bautismo de Jesucristo prefigura el nuevo Bautismo, que todos nosotros hemos recibido: el Bautismo que nos libera del pecado y nos da la vida nueva de Cristo Resucitado. De esa vida, la Eucaristía es el alimento más importante, imprescindible, que hace posible que la conservemos y acrecentemo
Comentario litúrgico en la Fiesta del Bautismo de Jesús por Mons. Enrique Díaz Díaz: ‘Hijo amado de Dios’. enero 10, 2019 (zenit)
Fiesta del Bautismo de Jesús
Isaías 42, 1-4. 6-7: “Miren a mi siervo en quien tengo mis complacencias”
Salmo 28: “Te alabamos, Señor”
Hechos de los Apóstoles 10, 34-38: “Dios ungió con el Espíritu Santo a Jesús de Nazaret”
San Lucas 3, 15-16. 21-22: “Después del bautismo de Jesús, el cielo se abrió”
Hijo de Dios
Hace un año, celebrábamos la fiesta del Bautismo del Señor, y resaltábamos la importancia de ser hijos de Dios. Después de casi un mes, se acercó a mi una mujer, de aproximadamente treinta años de edad, y me comentó: “Vengo a darle las gracias. El año pasado estaba yo completamente decepcionada. Las fiestas de Navidad en lugar de llenarme de alegría me sumieron en una profunda depresión y ya había decidido quitarme la vida. No le veía sentido, me sentía inútil, despreciada, sucia, sin valor. No sé por qué vine a la catedral. Usted insistió varias veces que hoy Papá Dios nos repetía a cada uno de nosotros: ‘Tú eres mi hijo amado, mi hija amada’. No sabe cómo penetraron esas palabras en mi corazón y tomé la decisión de enfrentar la vida como viniera puesto que Dios me amaba. Todavía me llegan las depresiones y no supero bien mis crisis, pero recuerdo esas palabras y me ayudan mucho. Gracias” Yo no recuerdo mucho qué dije ese día, ni he sabido qué sucedió después con esta persona, solamente sé que si pensamos seriamente en que somos hijos de Dios y que Él nos ama, nuestra vida tendrá otro sentido.
Manifestación de Jesús
El ciclo de la Navidad se cierra con la celebración del bautismo de Jesús que es una manifestación más de su persona. El nacimiento nos lo muestra como el “Dios-con-Nosotros”, el “Verbo Encarnado”, el “Verdadero Salvador”. La Epifanía nos abría nuevos horizontes con el universalismo de la salvación, es un Dios para todos, que rompe las barreras y hermana a todos los pueblos, “Luz que alumbra a todas las naciones”. El Bautismo de Jesús, como un preludio de su vida apostólica, nos muestra por una parte su vinculación y hermanamiento con todos los hombres que en el Bautismo de Juan buscaban el arrepentimiento y la conversión, pero por otra es la revelación de Jesús como Hijo de Dios y enviado del Espíritu Santo. Así al mismo tiempo que asume el bautismo de Juan, con agua, para la purificación según el uso judaico antiguo, muestra la gran diferencia con el bautismo según el Espíritu, que transforma el corazón, dando una vida nueva. El Espíritu revela la verdadera identidad de Jesús y marca cuál es su misión en la historia.
Hijo amado de Dios
Aunque ya Juan el Bautista lo proclamaba como “otro más poderoso que yo, a quien no merezco desatarle las correas de sus sandalias”,es la voz del Padre Celestial y la confirmación por la presencia del Espíritu quienes dan la plena manifestación de la persona y de la tarea de Jesús. La declaración: “Tú eres mi Hijo, el predilecto; en ti me complazco”,ratifica la misión que realizará Jesús en la historia de la salvación. Jesús se compromete con entera libertad en la obra de Dios Padre, camina en la construcción de un Reino nuevo, donde los pobres y los olvidados tienen un lugar especial. El sentido del bautismo de Jesús es insertarse en el Proyecto de Dios Padre que quiere que todos tengan vida y la tengan en abundancia. Pero estas palabras y este proyecto no quedan sólo en Jesús, se extienden a todo ser humano que debe reconocerse y reconocer a los hombres y mujeres como “hijos predilectos de Dios”. Si nos miramos con verdaderos hijos de Dios no podemos tener complejos de inferioridad ni arrastrar a cuestas una vida considerada inútil. Si reconocemos que tenemos la dignidad de ser hijos de Dios, ahí radica toda la fuerza y vitalidad del creyente. Pero también nos compromete en el reconocimiento de los demás como verdaderos hijos de Dios con quienes tenemos que construir su sueño y su plan de salvación. Por eso, cuando realmente nos reconocemos como hijos de Dios, son absurdas tantos las tentaciones del desaliento, como las discriminaciones e injusticias en contra de los que participan de la misma filiación divina.
Participación trinitaria
La manifestación de Jesús como una persona de la Santísima Trinidad, tiene también una gran importancia para enseñarnos lo que acontece en el bautismo de cada creyente. Cada bautizado es recibido e invitado a vivir plenamente esta comunión trinitaria. Por eso son absurdos esos bautismos que queriendo hacerlos más solemnes, se hacen privados y especiales, pues rompen la comunidad y el sentido de hermandad que el bautismo nos otorga. El bautismo, siendo un compromiso muy personal, en nuestro caso asumido por los padres y padrinos, se sitúa como el inicio de un camino espiritual pero no puede quedarse en un ámbito interior, sino que implica una responsabilidad para con los demás, un reto de hacer de nuestro mundo, un mundo nuevo: el Reino de Jesús.
Bautizados en Cristo
Muchos miran el bautismo como una especie de iniciación social y casi como un pretexto para una reunión o fiesta familiar. Pero es mucho más, es el inicio de la participación de la vida divina. Otros lo miran como un requisito o un pasaporte a la eternidad, o como si fuera una credencial o un boleto que nos acredita para participar en eventos religiosos, pero el bautismo es más: un regalo de divinidad y un compromiso personal para sumarnos a la propuesta de Jesús. Cada día deberíamos renovar los compromisos bautismales. Bastaría que recordáramos las renuncias a vivir en un mundo de pecado, de egoísmo y de muerte, y asumiéramos los compromisos de creer en un Dios Padre, de unirnos a su Hijo Jesús y de dejarnos conducir por Dios Espíritu Santo. Tendremos que renovar fuertemente este sentido bautismal tanto los padres y padrinos, como los propios bautizados. Por el Bautismo nos injertamos en el Cuerpo Místico de Jesús y nos hacemos templos del Espíritu Santo, no para vanagloriarnos en falsas dignidades, sino para asumir nuestro especial papel de discípulos y misioneros unidos a la misma misión de Jesús.
¿Qué sentido le hemos dado a nuestro bautismo? ¿Cómo estoy viviendo mi dignidad de Hijo de Dios? ¿Cómo construyo mi comunidad a semejanza del Dios Trino de cuya vida participamos por el bautismo? ¿Cómo respeto mi persona y la de los demás, sabiendo que es templo del Espíritu Santo?
Dios Padre Bueno, que en el bautismo de Jesús nos invitas a participar de tu vida Trinitaria, concédenos que, asumiendo con alegría nuestra dignidad de hijos tuyos, trabajemos en la búsqueda de la verdadera unión, armonía y paz de todos los pueblos. Amén
enero 10, 2019 16:56Espiritualidad y oración