Viernes, 22 de febrero de 2019

Reflexión a las lecturas del domingo séptimo del Tiempo Ordinario C ofrecida por el sacerdote Don Juan Manuel Pérez Piñero bajo el epígrafe "ECOS DEL DÍA DEL SEÑOR"

 Domingo 7º del T. Ordinario C

 

En medio del Sermón de la Llanura de S. Lucas, que comenzábamos el domingo pasado, el evangelista nos presenta hoy una página que a todos nos resulta, a veces, un tanto difícil de comprender y llevar a la práctica. Es el tema del perdón.

El Señor Jesús nos habla muchas veces del perdón; unas veces nos señala unos motivos, otras, otros. Hoy nos dice que, en este tema,  los cristianos tenemos que llevar un estilo de vida diferente, porque somos hijos del Altísimo, que es “bueno con los malvados y desagradecidos”. Y que tenemos que ser “compasivos como el Padre es compasivo”.

Esta cuestión tan compleja, que ha hecho tropezar tantos en la vida cristiana, hemos de situarla en un contexto más amplio: Lo fundamental e imprescindible del cristiano es el amor. El perdón es una de las expresiones más grandes de aquel amor, que “disculpa sin límites, cree sin límites, espera sin límites, aguanta sin límites” (1 Co 13, 7). Y hemos de hacer todos los esfuerzos para convencernos, de una vez para siempre, que si no tenemos amor, no somos nada y de nada nos sirve lo que hagamos, por grande que sea. Me gusta un canto que recoge esta doctrina de S. Pablo (1 Co, 13, 1-4).

Lo fundamental, por tanto, está en que no podemos presentarnos como cristianos, es decir como hijos de Dios, como discípulos de Jesucristo, y llevar una forma de vida diferente de la del Padre del Cielo, que se ha manifestado, especialmente, en Jesucristo, su Hijo, que ha venido para salvarnos y para enseñarnos a vivir como auténticos hijos de Dios, y, por tanto, como verdaderos hermanos. Por eso, me afecta mucho ver a gente de la Iglesia que se cierra a esta enseñanza fundamental del Señor.

Con mucha frecuencia recuerdo lo que S. Juan Pablo II nos enseña en la Encíclica “Dives in Misericordia”, (Dios)“Rico en misericordia”. Dice el Papa que no basta la justicia para resolver las cuestiones en la sociedad y en la Iglesia; que hace falta introducir el perdón y la misericordia (Cfr. D. in M., 12 y 14). Me parece que sin perdón y sin misericordia no puede subsistir ninguna realidad en la sociedad y en la Iglesia: Una familia, una comunidad religiosa, un grupo parroquial, una pequeña empresa… Se necesita del perdón y la misericordia, porque todos somos frágiles y, con mucha frecuencia, necesitamos del amor y del perdón de los demás.

Cuando me encuentro con alguna persona a la que le parece difícil perdonar, le recuerdo, entre otras cosas, a aquel obispo alemán (no sé su nombre), que dejó en su testamento que si había ofendido a alguien, le perdonara por amor a Jesucristo. El perdón es también teologal y se orienta a Dios, y se convierte en una ofrenda agradable a sus ojos, que miran siempre con agrado al que, como Él, practica la misericordia. Y conviene recordar que perdonar no supone que la ofensa no tenga importancia o que tenga menos importancia, o que el que la ha hecho no tenga tanta culpa, etc. Se trata de un ejercicio de amor a Dios y al hermano, que trasciende las realidades humanas. Se trata también de un servicio excelente al que ha ofendido y que, tal vez, está ya arrepentido y necesitado de recobrar por el perdón, la paz, especialmente, cuando ya ha perdido perdón.

La conocida expresión “yo perdono pero no olvido”, puede expresar que el perdón no es auténtico o también, la condición de nuestra naturaleza, que recuerda siempre, de un modo u otro, los hechos pasados. Pero hay que hacer todos los esfuerzos por comprender y por olvidar.

¡Cuánto nos queda que comentar sobre estos textos tan hermosos! Baste recordar que este es el camino para avanzar hacia la “civilización del amor”, de la que hablaba el Papa San Pablo VI.  

Termino con una oración a la Virgen, Maestra del perdón y la misericordia, que conocí hace mucho tiempo y que, entras cosas, dice:

“Santa María, Madre de Dios, consérvame un corazón de niño, puro y cristalino como una fuente…, fiel y generoso, que no olvide ningún bien ni guarde rencor por ningún mal…, un corazón grande e indomable, que con ninguna ingratitud se cierre, que con ninguna indiferencia se canse… Amén”.

 

¡FELIZ DÍA DEL SEÑOR!


Publicado por verdenaranja @ 16:36  | Espiritualidad
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DOMINGO 7º DEL TIEMPO ORDINARIO C

MONICIONES

  

PRIMERA LECTURA

            Escucharemos ahora una historia muy antigua que se refiere al perdón de los enemigos. El rey Saúl persigue a muerte a David. Una noche David logra entrar en el campamento de Saúl mientras todos dormían. He aquí lo que sucedió. 

SALMO

            El gesto heroico de David, que perdona la vida al rey Saúl, nos lleva a contemplar en el salmo, el gran modelo de perdón y generosidad que es Dios, nuestro Padre. Él “no nos trata como merecen nuestros pecados ni nos paga según nuestras culpas”. 

SEGUNDA LECTURA

            S. Pablo habla a los corintios de la resurrección de los muertos, haciendo una comparación entre Adán  y Jesucristo. Escuchemos con atención.    

TERCERA LECTURA

            El Evangelio continúa presentándonos el mensaje fundamental de Jesucristo, que se iniciaba el domingo pasado. Hoy el Señor nos habla de las actitudes que ha de tener el cristiano con relación a sus enemigos.

            Pero antes de escuchar el Evangelio cantemos a Cristo modelo supremo de amor y de perdón. 

COMUNIÓN

            En la Comunión nos encontramos con el mismo Jesucristo, que nos enseñó, con su palabra y su ejemplo, a amar y a perdonar.

Pidámosle que nos ayude a llevar a la práctica sus enseñanzas, aunque, a veces,  puedan resultarnos difíciles de entender y de practicar.

Que Él nos dé un corazón nuevo, un corazón semejante al suyo. 

 

 


Publicado por verdenaranja @ 16:33  | Espiritualidad
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Comentario litúrgico del 7º Domingo Ordinario por el P. Antonio Rivero, L.C. Doctor en Teología Espiritual, profesor en el Noviciado de la Legión de Cristo en Monterrey (México) y asistente del Centro Sacerdotal Logos en México y Centroamérica, para la formación de sacerdotes diocesanos. febrero 19, 2019 

SÉPTIMO DOMINGO TIEMPO COMÚN

Ciclo C

Textos: 1 Sam 26, 2.7-9.12-13.22-23; 1 Co 15, 45-49; Lc 6, 27-38

Idea principal: Amemos y perdonemos a nuestros enemigos. Esta es la regla de oro del cristianismo.

Síntesis del mensaje: Hoy toda la liturgia está permeada de misericordia. Bien nos hará profundizar en esta virtud, corazón del cristianismo. Cristo, en este discurso de la llanura, nos pide amor misericordioso sobre todo con los enemigos, algo muy difícil de practicar, porque el hombre por naturaleza es vengativo y rencoroso. Perdonar a nuestros enemigos, humanamente es imposible, pero si Dios pone alguna de las fibras de su corazón en el nuestro o si nos hace un “trasplante de corazón”, sí podremos.

Puntos de la idea principal:

En primer lugarDavid nos da ejemplo de gran magnanimidad –con los ojos de Cristo, diríamos de gran misericordia- con el rey Saúl. Lo tenía a tiro de piedra para acabar con él, por todo el mal que el rey por envidia le deseaba, aunque David nada malo le había hecho a Saúl. David venció el deseo de venganza, justificado humanamente, con ese gesto de magnanimidad. Por respeto y veneración al ungido de Dios, David supo perdonarlo. No quiere arriesgarse a que Dios le castigue por haber puesto la mano encima al consagrado del Señor. Por eso se contenta con llevarse la lanza y el jarro de agua de la cabecera de Saúl, y después grita desde lejos: “¡Rey!, aquí está tu lanza, manda uno de tus criados a recogerla”. Este gesto de grandeza de alma de David, renunciando a la venganza, sin duda fue inspirado y premiado por Dios. Más tarde, el rey David tendrá necesidad de esa gran misericordia de Dios, porque pecó gravemente (2 Sam 11).

En segundo lugarJesús nos pide mucho más, respecto a nuestros enemigos. No sólo que renunciemos a responder a la violencia con la violencia, a las palabras violentas con palabras violentas, sino que los amemos y los perdonemos. Es la regla de oro del cristianismo. ¿Razones para perdonar a nuestros enemigos? Primero, son creaturas de Dios, como nosotros. Y muchos de ellos, por el bautismo, son hijos de Dios, y por lo mismo hermanos nuestros. Otro motivo: porque Dios nos ha perdonado y no nos trata según nuestros pecados (Salmo). El último motivo nos lo ofrece el Papa Francisco: “¡Cómo es difícil muchas veces perdonar! Y, sin embargo, el perdón es el instrumento puesto en nuestras frágiles manos para alcanzar la serenidad del corazón. Dejar caer el rencor, la rabia, la violencia y la venganza son condiciones necesarias para vivir felices” (Mensaje del Papa Francisco para la XXXI Jornada Mundial de la Juventud, 2016). Sigue el Papa: “El perdón es una fuerza que resucita a una vida nueva e infunde el valor para mirar el futuro con esperanza” (Vultus misericordiae, n. 10). El perdón es la única respuesta para romper la escalada de odio y represalias que nos tienta, tanto en el nivel de las relaciones políticas como en la vida eclesial y familiar. Nos aconseja de nuevo el Papa Francisco: “Cuánto deseo que (…) nuestras parroquias y nuestras comunidades, lleguen a ser islas de misericordia en medio del mar de la indiferencia” (Mensaje para la Cuaresma 2015).

Finalmente, reflexionemos en lo que Cristo nos dice: “La medida que uséis la usarán con vosotros”. Debemos medir con una medida generosa, “colmada, remecida, rebosante” (evangelio). De este modo obtendremos que Dios nuestro Padre nos colme de sus gracias. Es un hecho, el hombre está llamado a amar y ser amado. No hay más remedio que amar, porque ninguno puede parar el tictac del corazón. Siquiera por minutos. Amar, sí. Ya sea, sacando del corazón a los hermanos pequeños del amor cristiano: un saludo, una amabilidad, un respeto, un detalle, un adiós. Y debemos enterrar las hermanas pequeñas del odio: la crítica, la mala cara, el sacarle la vuelta para no saludar al otro. Pero un cristiano no se conforma con dar a conocer los hermanos menores del amor. Tiene que dar a conocer también a los hermanos mayores de ese amor cristiano, que llamamos caridad: el perdón sincero y lleno de misericordia, el acercarnos al que nos hirió y darle un abrazo sincero, el hablar bien de quien sabemos que nos despellejó hace unos días o unos meses o unos años, el ayudar a alguien que maltrató a alguno de nuestra familia. Estos son los hermanos maduros de nuestra caridad cristiana. Son frutos del Espíritu Santo que sana nuestro corazón y anida en él estos maravillosos destellos de la caridad de Dios.

Para reflexionar: San Juan Pablo II supo perdonar a Ali Agca, asesino profesional, que quiso matarlo el 13 de mayo de 1981 con una Browning del calibre 9. Le disparó con una pistola, hiriendo al Santo Padre en el vientre, en el codo derecho y en el dedo índice. Fue llevado al hospital Policlínico Gemelli y la operación duró cinco horas y veinte minutos. Cuatro días después del atentado, en el mismo hospital, manifestaba: “Rezo por el hermano que me ha disparado, a quien sinceramente he perdonado”. El Papa lo perdonó públicamente en su primer discurso después del atentado. Y pocos años más tarde en diciembre de 1983, el Papa lo visitó a la cárcel de Rebibbia, conversó con él y le otorgó el perdón. Yo, ¿hubiera hecho lo mismo? ¿Qué capacidad de perdón tengo?

Para rezar: Hoy nunca mejor que el himno de san Francisco de Asís:

Hazme un instrumento de tu paz
donde haya odio lleve yo tu amor
donde haya injuria tu perdón señor
donde haya duda fe en ti.

Maestro ayúdame a nunca buscar
el ser consolado sino consolar
ser entendido sino entender
ser amado sino yo amar.

Hazme un instrumento de tu paz
que lleve tu esperanza por doquier
donde haya oscuridad lleve tu luz
donde haya pena tu gozo señor.

Maestro ayúdame a nunca buscar
el ser consolado sino consolar
ser entendido sino entender
ser amado sino yo amar.

Hazme un instrumento de tu paz
es perdonando que nos das perdón
es dando a todos como tu nos das
muriendo es que volvemos a nacer.

Maestro ayúdame a nunca buscar
el ser consolado sino consolar
ser entendido sino entender
ser amado sino yo amar.

Hazme un instrumento de tu paz

Para cualquier duda, pregunta o sugerencia, aquí tienen el email del padre Antonio, [email protected]


Publicado por verdenaranja @ 16:27  | Espiritualidad
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VII Domingo del Tiempo Ordinario por el p. Enrique Díaz Díaz. febrero 21, 2019 (zenit)

Textos: Samuel 26, 2-23: “David no quiso atentar contra el ungido del Señor”. Salmo 102: “El Señor es compasivo y misericordioso”. I Corintios 15, 45-49: “Sean misericordiosos, como su Padre es misericordioso”.

 

Nunca como ahora comprobamos las funestas consecuencias de las venganzas. Nuestro estado y nuestra patria se han teñido de sangre y de dolor porque a un crimen horrendo se suceden otros peores como desquite. Vivimos en un mundo de violencia. Guanajuato se cimbra a cada momento por asesinatos, robos, extorciones y venganzas que superan toda imaginación. Los hogares, como bien lo decía alguien, también padecen violencia: “Está comprobado que en el hogar es donde se sufre un alto por ciento de la violencia que ocasiona graves trastornos en el individuo y que después lo torna violento en la sociedad” ¿No seremos capaces de encontrar caminos de solución? El Padre León Narvaez, colombiano que ha experimentado en carne propia la violencia, nos dice que no hay otro camino para la reconciliación que el perdón. El rencor, en todos los ámbitos, sólo propicia un clima de oscuridad, nunca de solución.

El mundo judío tenía una máxima que ahora nos parece brutal, pero que en un ambiente donde el más poderoso se imponía y mandaba, logró un significativo avance en la legislación: “Ojo por ojo y diente por diente”. Así, se rompía esa cadena de injusticia donde el más poderoso no recibía castigo. Era una ley dada para proteger al más débil y pretendía acabar con los abusos, los robos y las injusticias. Claro que el pueblo de Israel ya conocía el mandato del amor. En los Libros Sagrados se dice: “Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas… no serás vengativo ni guardarás rencor a tus conciudadanos y amarás a tu prójimo como a ti mismo” Pero esta ley se fue quedando en la práctica condicionada por la famosa ley del Talión del ojo por ojo y diente por diente. Muy parecida a la máxima que tan famoso ha hecho a Benito Juárez: “El respeto al derecho ajeno es la paz”. Medidas, muros, leyes, para evitar el contacto y el abuso, pero que al final se quedan en letras que no llegan a detener la violencia de los hombres.

En este ambiente, y en el ambiente de hoy, Jesús propone otro camino. El reino de Dios no puede estar basado en la venganza, ni siquiera en la venganza limitada, sino en el principio del amor y el perdón. El amor a los enemigos, que bien puede considerarse otra bienaventuranza, pues quienes lo practican son llamados por Jesús “hijos del Altísismo”, es expresado en este pasaje de San Lucas como un fundamento importantísimo en la propuesta de Jesús. Y es cierto, la venganza y el odio no son diques que frenen la violencia. Si no la frena el amor, no la podremos frenar jamás.

Recuerdo con cariño a un hombre muy anciano que en sus últimos momentos confesaba que había vivido casi toda su vida ahogado y podrido por el odio y el deseo de la venganza. Hasta que un día, de improviso, se decidió a perdonar. “Fue como si hubiera nacido de nuevo, me decía. El odio es como una manzana con un gusano adentro. Nadie se atreve a comer la manzana, pero la manzana sí queda podrida. El odio pudre a quien lo lleva en su corazón” Si miráramos con detenimiento las graves y grandes guerras de la historia y las actuales, descubriríamos que más allá de todo conflicto, fueron causadas por odios, por egoísmos y por venganzas que oscurecen la mente y entorpecen los sentidos. ¿A dónde nos han   llevado esas estúpidas guerras actuales? ¿Qué se ha logrado? Solamente mayores inseguridades, más temores y a alimentar nuevos rencores que justifiquen lo que no tiene razón.

En el camino de la “no violencia” a Jesús, se le han unido grandes hombres y reformadores, anunciando con su vida y con sus obras que puede más el amor que el odio. Tenemos los grandes logros de Gandi, de Martín Luther King, y de tantos hombres y mujeres que han sido capaces de enfrentar con dignidad, con valentía, pero sin violencia a los que cometen injusticias. En nuestras ciudades y en nuestros pueblos he encontrado hombres muy valientes que después de haber sufrido graves injusticias, sin renunciar a la verdad, sin dejarse comprar por unos cuantos pesos, han sido capaces de vencer los rencores e iniciar una nueva vida en las comunidades, buscando la reconciliación y una verdadera justicia que le permita a cada uno vivir dignamente.

Un segundo principio que nos ofrece Cristo, y prácticamente consecuencia del primero,  nos dice: “al que te golpee en una mejilla preséntale también la otra. Al que te arrebate el manto, entrégale también el vestido. Da al que te pide, y al que te quita lo tuyo, no se lo reclames”. Es ir más allá de la violencia.  Estas propuestas de Jesús nos parecen hasta ingenuas y motivo de abusos de los poderosos. Pero tengamos en cuenta lo que acaba de decir en las bienaventuranzas.  Se trata de ser mansos, pero no “mensos”. Jesús no intenta reducirnos a la pasividad, al conformismo o a la resignación. ¿Por cuánto tiempo utilizaron los poderosos la “resignación cristiana” para acallar las voces que exigían sus derechos? No se trata de renunciar a nuestros derechos ni de callarnos frente a las injusticias, sino de renunciar a la violencia como medio absoluto para resolver las diferencias y los conflictos, también, renunciar a nuestras comodidades o a nuestras prendas más preciadas para darlas a los que más las necesitan. En este sentido, Jesús supera el concepto de compartir que se tenía hasta el momento, pues ya no basta solo compartir el “pan con el hambriento…” sino entregarlo todo, incluso hasta la propia vida.

El tercer principio que Jesús nos presenta va todavía más allá: si es revolucionario el anuncio de las bienaventuranzas, porque tienden a descubrir a Dios y su Reino como la única riqueza y es, por tanto, capaz de poner en crisis todos los falsos valores que el ser humano se crea una y otra vez, se puede decir que es todavía más revolucionario el anuncio de un amor que enseña a buscar al otro sólo porque es el otro, prescindiendo del hecho de que nos quiera o nos deteste, nos haga el bien o nos haga el mal:“Sean misericordiosos, como su Padre es misericordioso…y serán hijos del Altísimo, porque Él es bueno hasta con los malos y los ingratos”. La misericordia se nos presenta como un elemento constitutivo del ser cristiano, porque lo es también de Dios.

Si miramos nuestro mundo, nuestra familia, nuestros ambientes,  debemos preguntarnos qué estamos haciendo realmente para acabar con la violencia y con el odio. ¿Nos hemos preguntando alguna vez qué tan misericordiosos somos? Muchas veces confundimos la misericordia o la compasión con la lástima y eso no es cristiano, por que el que tiene lástima inconscientemente se presenta como superior al otro; en cambio el que tiene misericordia establece una relación de hermanos para encontrar juntos el camino del Señor. Ser misericordioso es “poner el corazón” junto al corazón del otro. ¿Podremos hacerlo con aquellos que odiamos, especialmente cuando son cercanos a nosotros? Es mucho más que perdonar, es “amar al enemigo” lo que Jesús nos propone. En familia, en sociedad, más allá de los malos entendidos que debemos superar, nos ofrece hoy Cristo un camino de reconciliación. ¿Quién está necesitado de mi perdón y de mi amor? ¿Por qué considerar enemigo a mi propio hermano?

Jesús propone un final feliz: “Traten a los demás como quieran que los traten a ustedes… Porque con la misma medida con que midan, serán medidos”. Y es realmente una cuestión muy práctica. ¿Me gusta que me saluden, que me tomen en cuenta, que respeten mis derechos? Entonces debo yo a empezar a hacerlo con los demás. ¿Me gustaría encontrar el verdadero perdón y poder seguir siendo hermano de los demás? Entonces yo debo otorgar el perdón y amar “incluso a los enemigos”. Y la razón de fondo nos la da Jesús: “Para parecerte a tu Padre Celestial”. Es el sueño de Jesús: que todos podamos vivir como hermanos pareciéndonos a nuestro Padre Celestial.

Concédenos, Señor, escuchar tu Espíritu, ser dóciles a sus inspiraciones, cambiar las armas por instrumentos de paz, cambiar el odio por amor y construir un mundo nuevo conforme a tus designios de Padre Misericordioso. Por Jesucristo, Nuestro Señor.

febrero 21, 2019 08:05Espiritualidad y oración

 


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Reflexión de José Antonio Pagola al evangelio del domingo siete del Tiempo Ordinario C. 

SIN ESPERAR NADA

 

¿Por qué tanta gente vive secretamente insatisfecha? ¿Por qué tantos hombres y mujeres encuentran la vida monótona, trivial, insípida? ¿Por qué se aburren en medio de su bienestar? ¿Qué les falta para encontrar de nuevo la alegría de vivir?

Quizás, la existencia de muchos cambiaría y adquiriría otro color y otra vida, sencillamente si aprendieran a amar gratis a alguien. Lo quiera o no, el ser humano está llamado a amar desinteresadamente; y, si no lo hace, en su vida se abre un vacío que nada ni nadie puede llenar. No es una ingenuidad escuchar las palabras de Jesús: «Haced el bien… sin esperar nada». Puede ser el secreto de la vida. Lo que puede devolvernos la alegría de vivir.

Es fácil terminar sin amar a nadie de manera verdaderamente gratuita. No hago daño a nadie. No me meto en los problemas de los demás. Respeto los derechos de los otros. Vivo mi vida. Ya tengo bastante con preocuparme de mí y de mis cosas.

Pero eso, ¿es vida? ¿Vivir despreocupado de todos, reducido a mi trabajo, mi profesión o mi oficio, impermeable a los problemas de los demás, ajeno a los sufrimientos de la gente, me encierro en mi «campana de cristal»?

Vivimos en una sociedad donde es difícil aprender a amar gratuitamente. Casi siempre preguntamos: ¿Para qué sirve? ¿Es útil? ¿Qué gano con esto? Todo lo calculamos y medimos. Nos hemos hecho a la idea de que todo se obtiene «comprando»: alimentos, vestido, vivienda, transporte, diversión… Y así corremos el riesgo de convertir todas nuestras relaciones en puro intercambio de servicios.

Pero, el amor, la amistad, la acogida, la solidaridad, la cercanía, la confianza, la lucha por el débil, la esperanza, la alegría interior… no se obtienen con dinero. Son algo gratuito que se ofrece sin esperar nada a cambio, si no es el crecimiento y la vida del otro.

Los primeros cristianos, al hablar del amor utilizaban la palabra «ágape», precisamente para subrayar más esta dimensión de gratuidad, en contraposición al amor entendido solo como «eros» y que tenía para muchos una resonancia de interés y egoísmo.

Entre nosotros hay personas que solo pueden recibir un amor gratuito, pues no tienen apenas nada para poder devolver a quien se les quiera acercar. Personas solas, maltratadas por la vida, incomprendidas por casi todos, empobrecidas por la sociedad, sin apenas salida alguna en la vida.

Aquel gran profeta que fue Helder Cámara nos recuerda la invitación de Jesús con estas palabras: «Para liberarte de ti mismo, lanza un puente más allá del abismo que tu egoísmo ha creado. Intenta ver más allá de ti mismo. Intenta escuchar a algún otro, y, sobre todo, prueba a esforzarte por amar en vez de amarte a ti solo».

José Antonio Pagola


7 Tiempo ordinario – C (Lc 6,27-38)

Evangelio del 24 / Feb / 2019

por Coordinador - Mario González Jurado


 


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S?bado, 16 de febrero de 2019

Comentario del 6º Domingo del Tiempo Ordinario por el P. Antonio Rivero, L.C. Doctor en Teología Espiritual, profesor en el Noviciado de la Legión de Cristo en Monterrey (México) y asistente del Centro Sacerdotal Logos en México y Centroamérica, para la formación de sacerdotes diocesanos. febrero 12, 2019 (zenit)

SEXTO DOMINGO TIEMPO COMÚN

Ciclo C

Textos: Jr 17, 5-8; 1 Co 15, 12, 16-20; Lc 6, 17.20-26

Idea principal: Las bienaventuranzas proclamadas por Cristo van en contra de nuestras tendencias naturales y espontáneas.

Síntesis del mensaje: En la vivencia de las bienaventuranzas nos jugamos nuestra talla de cristianos y la eternidad bendita al lado de Dios. Hoy Cristo nos invita a escoger entre los verdaderos o los falsos valores. Quienes viven los verdaderos valores serán benditos y darán frutos ópimos y sabrosos. Quienes optan por los falsos valores son malditos y lo único que producirán serán cardos (1ª lectura). Y dado que continuamos en el año de la misericordia, digamos que Dios demuestra más su misericordia con los pobres, sufridos, marginados, desamparados, hambrientos. Y espera que se conviertan y vuelvan a Él todos los que ponen su confianza en la riqueza y en las cosas mundanas: los ricos roñosos y egoístas, los ahítos de banquetes, los que ríen sumergidos en los placeres.

Puntos de la idea principal:

En primer lugarCristo –en este evangelio de Lucas- llama felices y dichosos, o sea aplaude, a cuatro clases de personas: los pobres que no tienen dónde caerse muertos, los que pasan hambre, los que lloran y los que son perseguidos por causa de la fe. Mateo en el capítulo 5 aumentaba cuatro más: los puros, los pacificadores, los mansos y los misericordiosos. Lucas se lamenta y lanza sus “ayes” desgarrados o alarmas divinas –que no maldiciones- a otras cuatro clases de personas: los ricos, los que están saciados, los que ríen y los que son prepotentes y adulados por el mundo. Son cuatro antítesis. En el Magnificat, María ya había señalado también estas antítesis: Dios derriba los potentes y enaltece a los humildes, a los hambrientos los sacia y a los ricos los despide vacíos. En su primera homilía en Nazaret también Jesús había dicho que Dios le había mandado a los pobres, los cautivos, los ciegos y los oprimidos. Detrás de esas bienaventuranzas de Cristo se esconden estas virtudes y valores cristianos: desprendimiento del corazón, humildad, pureza, honestidad, penitencia, caridad, perdón, confianza en Dios. ¿El premio? La felicidad auténtica en la otra vida –o en palabras de la segunda lectura de hoy: la resurrección para la vida eterna; y la paz y la conciencia tranquila aquí abajo; o en palabras de la liturgia de hoy: fecundidad y lozanía en cuanto emprendan, porque Dios les mandará la lluvia de su gracia, el sol de su cariño, el consuelo en el dolor (1ª lectura).

En segundo lugar, el mundo, por contrario, llama felices y dichosos a los ricos, a los que tienen éxito, a los que gozan de salud, a los que son aplaudidos por todos, a los que nadan en placeres y esquilman a los pobres, a los malversadores de fondos, a los corruptos que se encumbran, a los expertos en la mentira. El mundo con sus satélites –enemigos de Dios- pregona estos falsos valores: “hasta que el cuerpo aguante… ¿a mí qué?… ¡que cada uno se las arregle solo!¡aprovechemos el día y la vida, que el tiempo es breve!”. ¿Qué cosecharán quienes siguen las máximas de este mundo? Sequía, cardos (1ª lectura), inestabilidad (salmo), manos vacías y agujereadas, esterilidad, músculos atrofiados, corazón arrugado, pies paralizados, ojos miopes.

Finalmente, es hora de tocar la puerta de nuestro corazón: ¿qué valores rigen nuestra vida: los de Cristo o los del mundo? Hoy la Palabra de Dios es realmente esa espada de doble hoja que divide, trazando un muro divisorio sobre la humanidad y sobre cada uno de nosotros: de un lado, los presuntos pobres que, en realidad, son ricos; del otro, los supuestos ricos que, en realidad, son pobres. Si hoy encontramos un pobre, arrimémonos a él y depositemos en su mano una dádiva, como hizo san Martín de Tours con el pedazo de su túnica a ese pobre hombre que tiritaba de frío; por la noche escuchó: “Martín, hoy me cubriste con tu manto”. Si hoy topamos con un hambriento, saquemos un pedazo de pan y démoselo con una sonrisa, como tantas veces hizo la beata Teresa de Calcuta.Si hoy nos despierta el lloro de alguien, saquemos el pañuelo de nuestra compasión y enjuguemos sus lágrimas, como hizo tantas san Alberto Hurtado en su “Hogar de Cristo”. Si sabemos de alguien perseguido a causa de su fe y honestidad, defendámosle con valentía; así Cristo también nos defenderá a nosotros delante de su Padre celestial.

Para reflexionar: ¿Dónde busco mi felicidad: en el poder, en el tener, en el disfrutar? ¿O tengo las categorías proclamadas por Cristo hoy en el evangelio de las bienaventuranzas: desprendimiento, generosidad, justicia, humildad, rectitud de vida? ¿Dónde está puesto mi corazón: en el cielo o en la tierra? ¿En quién tengo puesta mi confianza: en Dios o en mí mismo?

Para rezar: Recemos con el salmo 16, 5-9:

El Señor es la parte de mi herencia y mi cáliz…

Estoy contento con mi herencia.

Por eso mi corazón se alegra,

se regocijan mis entrañas

y todo mi ser descansa seguro.

Para cualquier duda, pregunta o sugerencia, aquí tienen el email del padre Antonio, [email protected]


Publicado por verdenaranja @ 13:18  | Espiritualidad
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Reflexión a las lecturas del domingo sexto del Tiempo Ordinario C ofrecida por el sacerdote Don Juan Manuel Pérez Piñero bajo el epígrafe "ECOS DEL DÍA DEL SEÑOR"

Domingo 6º del T. Ordinario C

           

Hasta llegar a la Cuaresma que se acerca, se nos presenta en estos tres últimos domingos, lo que se conoce como “el Sermón de la Llanura” de San Lucas, que está en relación con el Sermón de la Montaña de San Mateo.

El Evangelio de hoy nos presenta a Jesucristo bajando de un monte con los Doce, a los que acaba de elegir apóstoles, y se para en una llanura, donde se encontraba un grupo grande de discípulos y de gente proveniente de distintos lugares. Y mirando hacia éstos, decía: Bienaventurados los pobres, los que ahora tenéis hambre, los que ahora lloráis, los perseguidos por causa del Hijo del Hombre. Luego comienza a decir: ¡Ay de vosotros los ricos, los que estáis saciados, los que ahora reís, de los que todos hablan bien!

Lo primero que aprendemos aquí es que el Señor Jesucristo nos quiere bienaventurados, es decir, dichosos, felices, aunque sus caminos pueden parecernos, a primera vista, un tanto extraños. Es el tema de la primera lectura, que en el Evangelio llega a  su plenitud.        

Nos dice el Señor, en aquella lectura, que se trata de dos tipos, dos estilos de vida: La del pone su confianza en Dios y la del que pone sus confianza en los hombres, “apartando su corazón del Señor”.

Y el salmo responsorial es la síntesis de todo: “Dichoso el hombre que ha puesto su confianza en el Señor”.

Por poco que reflexionemos, nos daremos cuenta qué actual es el mensaje de este domingo:

Hay mucha gente, muchos cristianos, que en la vida de cada día, incluso en las circunstancias más difíciles, tienen su confianza en el Señor y dicen con S. Pablo: “Bien sé de quién me he fiado”                   ( 2 Tim 1, 12). ¡Muchas veces parecen cimentados en una roca inconmovible!

Pero lo más que abunda, diríamos lo propio de nuestra época, es vivir alejado de Dios y de la Iglesia. Abunda en nuestros ambientes “el rico de espíritu”, es decir aquel que piensa que no necesita nada de Dios. Considera que todo puede conseguirlo con sus medios, con sus fuerzas. Por eso, a la hora de formar una familia para qué va a acudir a la Iglesia si piensa que no lo necesita, es más, desconoce por completo lo que la Iglesia, en nombre de Cristo, puede ofrecerle, fundamentalmente, un sacramento, que es capaz de garantizar su vida de familia.

El rico de espíritu se manifiesta también en la educación de los hijos. Muchos padres piensan que ellos mismos son capaces de hacerlo sin necesidad de Dios ni de la Iglesia. Consideran que ellos, por sí mismos, son capaces de ofrecerles todo lo que necesitan, porque se contentan con el niño, el adolescente o el joven sea bueno, saque la carrera, etc. Y ya son muchos, los que no asisten a la catequesis, los que no reciben los sacramentos o los reciben a su manera. Son muchísimos los que no se confirman. La clase de Religión la aprovechan o no, a veces, dependiendo del gusto de cada uno.

Y así podríamos continuar con un largo etc., pero no tenemos espacio para más. Sólo queda proyectar sobre estas realidades el faro luminoso de las lecturas de este domingo que venimos comentando.

Yo suelo decir que de este estilo de vida, que tanto abunda, no se puede esperar nada bueno. Si algo nos enseña la historia desde el principio, es que el hombre y la mujer no han sido nunca grandes y felices en contra de Dios o al margen de Dios.

La Virgen decía en su célebre canto: “A los hambrientos los colmó de bienes y a los ricos los despidió vacíos”. Se trata, como es lógico, de los “ricos de corazón”.

Si, ¡el vacío del corazón y de la existencia es el signo de nuestra época, y que se expresa cada día de tantas formas!

Y esa dicha, esa bienaventuranza a la que nos llama el Señor, tiene su punto culminante en lo que nos enseña San Pablo en la segunda lectura: La resurrección de los muertos y la vida del mundo futuro. Para el apóstol la Resurrección de Cristo y la del cristiano son dos realidades inseparables.

¡Demos gracias a Dios que nos da la victoria por nuestro Señor Jesucristo! (1 Co 15, 57).

 

¡FELIZ DÍA DEL SEÑOR!

 


Publicado por verdenaranja @ 12:44  | Espiritualidad
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DOMINGO 6º DEL TIEMPO ORDINARIO C        

MONICIONES 

 

PRIMERA LECTURA

          La lectura de la Palabra de Dios que vamos a escuchar ahora, simplifica la vida de todo hombre en una alternativa frente a Dios: O pone su seguridad y su confianza en Dios o en lo humano, oponiéndose a Dios. Las consecuencias que ello supone se expresan con imágenes tomadas de la naturaleza.

Escuchemos con atención.     

 

SEGUNDA LECTURA

          Para S. Pablo la Resurrección de Cristo y la resurrección de los cristianos son dos realidades inseparables. Así los cristianos podemos estar seguros de nuestra victoria definitiva sobre el mal y la muerte. 

 

TERCERA LECTURA

         En el Evangelio de hoy y de los dos domingos que siguen hasta comenzar la Cuaresma, se nos presenta lo que se llama “el Sermón de la Llanura” de San Lucas, que comienza con las bienaventuranzas.

         Escuchemos con atención y devoción el Evangelio, pero antes cantemos todos el aleluya

  

COMUNIÓN

         En la Comunión nos encontramos con Jesucristo, que nos señala hoy  el verdadero camino que hemos de seguir, si queremos ser dichosos, felices, en el tiempo y en la eternidad. Se trata de poner nuestra confianza en Dios y no en la carne, en lo humano, apartando de Él nuestro corazón.

         El Señor nos ofrece, especialmente en la Comunión, la luz y la fuerza que necesitamos para conseguirlo.

 


Publicado por verdenaranja @ 12:41  | Liturgia
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Viernes, 08 de febrero de 2019

Reflexión a las lecturas del domingo quinto del Tiempo Ordinario C ofrecida por el sacerdote Don Juan Manuel Pérez Piñero bajo el epígrafe "ECOS DEL DÍA DEL SEÑOR"

Domingo 5º del T. Ordinario C

 

                   Comenzar la Vida Pública del Señor es escuchar sus primeras palabras,  contemplar sus primeros milagros, conocer a sus primeros discípulos... Es la novedad de Jesús, que se hace Buena Noticia para nosotros y para todos.

                 El Evangelio de este domingo nos narra cómo Jesucristo elige a los primeros discípulos: De sencillos pescadores del lago, los convierte en “pescadores de hombres”. Y es que Dios -lo contemplábamos el domingo pasado- para hablarnos, para darnos sus dones, para salvarnos…, ha querido tener necesidad de de la fragilidad de lo humano.

                 Las lecturas de la Palabra de Dios de este domingo nos presentan la vocación del profeta Isaías, la vida apostólica de S. Pablo, y la llamada de los primeros discípulos.

                 Es importarte subrayar que la decisión de cada uno de los llamados, viene precedida de una experiencia fuerte de la grandeza de Dios, o de un encuentro trascendental con Jesucristo. Es la visión gloriosa de Isaías, el camino de Damasco de San Pablo o la pesca abundante de los discípulos.

                 También nosotros, como ellos, somos llamados a ser discípulos del Señor, para seguirle y para ser pescadores de hombres, según la vocación de cada uno. Pero no podemos engañarnos: Nadie dará  un paso adelante en su vida cristiana, nadie optará por compromiso importante, mientras no tenga en su vida una experiencia fuerte de Dios. Es lo que suele llamarse “el descubrimiento de Jesucristo”, del que decía San Juan Pablo II, que es la aventura más importante de nuestra vida. Algunos lo llaman también “mi conversión”.

         A veces, en la vida de nuestras comunidades cristianas, constatamos que la gente no quiere comprometerse en nada, o que no se compromete mucho, o que son muy pocos los que se comprometen. ¡Y nos desanimamos y nos quejamos! Pero, normalmente, no tenemos razón, no respetamos el ritmo de crecimiento de las personas y de las comunidades. Hay que esperar a que tengan ese descubrimiento de Jesucristo, ese encuentro con Él; entonces, se comprometerán con Él y por Él.

                 ¡Los demás caminos son un tanto estériles y no tan fiables!

                 Por tanto, si queremos contar con unas verdaderas comunidades cristianas, llenas de vitalidad y de gente comprometida, tenemos que hacer todos los esfuerzos para propiciar en todos y en cada uno, “un verdadero encuentro con el Jesucristo”. Entonces,  contemplarán, como Isaías, al Señor que se pregunta: “A quién enviaré? ¿Quién irá por mí?” Y,  con el aliento del Espíritu del Señor, dirán como el profeta: “Aquí estoy mándame”. O, como Pablo, se pueden encontrar caídos en su propio camino de Damasco, preguntando a Jesucristo Resucitado: “¿Qué debo hacer, Señor?”. Y entonces escucharán: “Levántate, sigue hasta Damasco y allí te dirán lo que tienes que hacer”. O, tal vez, como Pedro, abrumados por el peso de sus pecados, podrán arrojarse a los pies de Jesús diciéndole: “Apártate de mí, Señor, que soy un pecador”. Y escucharán entonces la voz del Señor que les dice: “No temas: Desde ahora serás pescador de hombres”.         

                                                                                ¡FELIZ DÍA DEL SEÑOR!

 


Publicado por verdenaranja @ 17:56  | Espiritualidad
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   DOMINGO 5º DEL TIEMPO ORDINARIO C 

MONICIONES 

 

 

PRIMERA LECTURA

En la vocación de Isaías, que nos narra la primera lectura, contempla-mos el contraste entre la grandeza asombrosa de Dios y la pequeñez y pobreza del profeta. Pero esta realidad no le lleva a la inactividad o a la huída, sino a la acción y al compromiso: "Aquí estoy. Mándame". 

SALMO

Los ángeles de la visión de Isaías cantan a  Dios llamándole tres veces santo, como hacemos nosotros en la Santa Misa. Unámonos a esa alabanza con las palabras del salmo. 

SEGUNDA LECTURA

Siguiendo con sus enseñanzas a los corintios, S. Pablo señala la realidad fundamental de nuestra fe: La Muerte y la Resurrección del Señor. Escuchemos. 

TERCERA LECTURA

   Jesús elige a sus primeros discípulos para ser pescadores de hombres. También nosotros, como ellos, hemos sido llamados por el Señor, a ser discípulos suyos y, de algún modo, también pescadores de hombres.          

   Pero antes de escucharlo, aclamemos al Señor con el canto del aleluya. 

COMUNIÓN

                        El Señor Jesús alimenta a sus discípulos con su Cuerpo y con su Sangre, para que no desfallezcamos en el camino de su seguimiento y tengamos la fuerza necesaria para ser verdaderos pescadores de hombres.

 


Publicado por verdenaranja @ 17:52  | Liturgia
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Reflexión de José Antonio Pagola al evangelio del domingo quinto del Tiempo ordenario C. 

LA FUERZA DEL EVANGELIO

 

El episodio de una pesca sorprendente e inesperada en el lago de Galilea ha sido redactado por el evangelista. Lucas para infundir aliento a la Iglesia cuando experimenta que todos sus esfuerzos por comunicar su mensaje fracasan. Lo que se nos dice es muy claro: hemos de poner nuestra esperanza en la fuerza y el atractivo del Evangelio.

El relato comienza con una escena insólita. Jesús está de pie a orillas del lago, y la gente se va agolpando a su alrededor para oír la Palabra de Dios. No vienen movidos por la curiosidad. No se acercan para ver prodigios. Solo quieren escuchar de Jesús la Palabra de Dios.

No es sábado. No están congregados en la cercana sinagoga de Cafarnaún para oír las lecturas que se leen a al pueblo a lo largo del año. No han subido a Jerusalén a escuchar a los sacerdotes del Templo. Lo que les atrae tanto es el Evangelio del Profeta Jesús, rechazado por los vecinos de Nazaret.

También la escena de la pesca es insólita. Cuando de noche, en el tiempo más favorable para pescar, Pedro y sus compañeros trabajan por su cuenta, no obtienen resultado alguno. Cuando, ya de día, echan las redes confiando solo en la palabra de Jesús que orienta su trabajo, se produce una pesca abundante, en contra de todas sus expectativas.

En el trasfondo de los datos que hacen cada vez más patente la crisis del cristianismo entre nosotros, hay un hecho innegable: la Iglesia está perdiendo de manera imparable el poder de atracción y la credibilidad que tenía hace solo unos años. No hemos de engañarnos.

Los cristianos venimos experimentando que nuestra capacidad para transmitir la fe a las nuevas generaciones es cada vez menor. No han faltado esfuerzos e iniciativas. Pero, al parecer, no se trata solo ni primordialmente de inventar nuevas estrategias.

Ha llegado el momento de recordar que en el Evangelio de Jesús hay una fuerza de atracción que no hay en nosotros. Esta es la pregunta más decisiva: ¿Seguimos «haciendo cosas» desde una Iglesia que va perdiendo atractivo y credibilidad, o ponemos todas nuestras energías en recuperar el Evangelio como la única fuerza capaz de engendrar fe en los hombres y mujeres de hoy?

¿No hemos de poner el Evangelio en el primer plano de todo? Lo más importante en estos momentos críticos no son las doctrinas elaboradas a lo largo de los siglos, sino la vida y la persona de Jesús. Lo decisivo no es que la gente venga a tomar parte en nuestras cosas sino que puedan entrar en contacto con él. La fe cristiana solo se despierta cuando las personas se encuentran con testigos que irradian el fuego de Jesús.

José Antonio Pagola


5 Tiempo ordinario – C (Lc 5,1-11)

Evangelio del 10 / Feb / 2019

Publicado el 04/ Feb/ 2019

por Coordinador - Mario González Jurado


 


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Carta pastoral del obispo de la Diócesis Nivariense Don Bernardo Álvarez Afonso con motivo de la celebración de la Campaña contra el Hambre 2019 de Manos Unidas

Sesenta años con las "MANOS UNIDAS"


Queridos diocesanos:
Llevamos 60 años con las "MANOS UNIDAS" en la lucha contra el hambre en el mundo. Con la llegada de febrero se acentúa la campaña de sensibilización y recaudación de fondos para realizar los distintos proyectos programados en favor de las personas que sufren la pobreza en amplias regiones del mundo. Han sido millones de personas las que se han beneficiado de la acción eficaz de MANOS UNIDAS, pero el trabajo continúa. La ONU habla de más de 1.300 millones de personas que viven en situación de pobreza severa, personas que siguen necesitando de nuestra solidaridad. Una de cada nueve personas en el mundo padece hambre y una de cada tres, malnutrición.
A todos nos impactan las catástrofes naturales que producen grandes daños en las personas y en los bienes. Lo medios de comunicación se encargan de tenernos informados al minuto. Pero, de lo que no se nos informa con tanta frecuencia es que hay países que viven en "catástrofe permanente", no por fenómenos naturales, sino por los comportamientos humanos.
"La pobreza -nos dice el Papa Francisco- nos desafía todos los días con sus muchas caras marcadas por el dolor, la marginación, la opresión, la violencia, la tortura y el encarcelamiento, la guerra, la privación de la libertad y de la dignidad, por la ignorancia y el analfabetismo, por la emergencia sanitaria y la falta de trabajo, el tráfico de personas y la esclavitud, el exilio y la miseria, y por la migración forzada. La pobreza tiene el rostro de mujeres, hombres y niños explotados por viles intereses, pisoteados por la lógica perversa del poder y el dinero. Qué lista inacabable y cruel nos resulta cuando consideramos la pobreza como fruto de la injusticia social, la miseria moral, la codicia de unos pocos y la indiferencia generalizada […] Ante este escenario, no se puede permanecer inactivos, ni tampoco resignados… a todo esto se debe responder con una nueva visión de la vida y de la sociedad".
Esta respuesta que pide el Papa, ha marcado siempre el ser y el hacer de MANOS UNIDAS, que -no está por demás recordarlo- es una Asociación de la Iglesia Católica en España para la ayuda, promoción y desarrollo en los países más pobres. A su vez, en el ámbito de la sociedad en general, es una ONG católica, de voluntarios, seglares, sin ánimo de lucro y de carácter benéfico. Actualmente cuenta con más de 76.000 socios. Pero, MANOS UNIDAS somos también todos lo que con nuestras aportaciones voluntarias hacemos posible que cada año se recauden los millones de euros (casi 49 en 2017) con los que se realizan los proyectos humanitarios (570 proyectos en 59 países diferentes, en 2017). Su servicio también contribuye al bien de todos los españoles, pues al activar nuestra sensibilidad y enseñarnos a mirar con más atención las necesidades ajenas, nos hace más humanos, menos egoístas y más solidarios.
MANOS UNIDAS surgió en España hace 60 años y desde entonces no ha cesado en su lucha contra la pobreza, el hambre, la malnutrición, la enfermedad, la falta de instrucción, el subdesarrollo… Nacida por iniciativa de las Mujeres de Acción Católica y mantenida por ellas a lo largo de estos años, MANOS UNIDAS, junto con CÁRITAS, se ha convertido en el principal referente de los católicos en España para encauzar su deber de caridad para con el prójimo más necesitado: dar de comer al hambriento, vestir al desnudo, curar al enfermo, enseñar al que no sabe... "Dar de comer a los hambrientos es un imperativo ético para la Iglesia, que responde a las enseñanzas de su Fundador, el Señor Jesús, sobre la solidaridad y el compartir" (Benedicto XVI).
La presente campaña de 2019 está marcada por el lema "Creemos en la igualdad y la dignidad de las personas". Con ello se quiere acentuar la universalidad y la indivisibilidad de los derechos humanos: Todos los seres humanos debemos disfrutar de ellos, sin prescindir
de ninguno. De este modo, MANOS UNIDAS, como viene haciéndolo desde hace 60 años, quiere ser voz de los que, en la actualidad, no pueden reclamar sus derechos fundamentales. Particularmente, como muestra el cartel de la campaña, se quiere salir en defensa de los millones de mujeres (una de cada tres en todo el mundo) que en pleno siglo XXI no tienen autonomía, ni seguridad, ni voz. Actualmente, un tercio de las mujeres no son como te las imaginas, o estamos acostumbrados a ver, “ni independientes, ni seguras, ni con voz”.
Nuestras comunidades cristianas y la sociedad en general, y en ellas cada uno de nosotros, estamos llamados a unirnos a este empeño de MANOS UNIDAS. Todos estamos llamados a “unir nuestras manos con las de otros” para cambiar esta situación. Llamados a unirnos en la convicción de que la actual situación de pobreza y hambre en el mundo es la mayor demostración de la falta de reconocimiento de los derechos humanos.
Mientras en nuestras sociedades opulentas estamos reclamando de forma ilimitada nuevos “derechos secundarios” (la mayoría de corte individualista y egoísta), los dos tercios de la humanidad no pueden disfrutar de sus derechos fundamentales. Y esto, en parte, se debe a esos “derechos secundarios” que en los países ricos cada vez reclamamos más, sin darnos cuenta que es a costa del sufrimiento ajeno. Por así decir, la tarta es la misma para todos y cada uno ha de coger su parte, no a su gusto y capricho, sino atendiendo a que también otros tienen derecho a ella.
Para los católicos, como nos enseña el Vaticano II, la cuestión es clara: “Nadie debe tener las cosas exteriores que legítimamente posee como exclusivamente suyas, sino también como comunes, en el sentido de que no le aprovechen a él solamente, sino también a los demás… Alimenta al que muere de hambre, porque, si no lo alimentas, lo matas”. (GS 69).
Por la fe y la gracia que Dios nos da, el amor de Cristo por los pobres impregna nuestro corazón y nos mueve a partir nuestro pan con los hambrientos. Así lo hacemos en muchas ocasiones a lo largo del año. Ahora toca apoyar la Campaña de Manos Unidas contra el hambre en el mundo. Podemos hacerlo entregando nuestros donativos a través de las entidades bancarias colaboradoras y, también, en la colecta que se realiza en todas las misas del segundo fin de semana de febrero.
Sigamos con las “MANOS UNIDAS”. Así lo pido a todos, con mi afecto y bendición, en favor de tantos hermanos que nos necesitan.
† Bernardo Álvarez Afonso
Obispo Nivariense


Viernes, 01 de febrero de 2019

Reflexión de José Antonio Pagola al evangelio del domingo cuarto del Tiempo Ordinario C.

 PRIVADOS DE ESPÍRITU PROFÉTICO

 

Sabemos que la oposición a Jesús se fue gestando poco a poco: el recelo de los escribas, la irritación de los maestros de la ley y el rechazo de los dirigentes del templo fueron creciendo hasta acabar en su condena y ejecución en la cruz.

También lo sabe el evangelista Lucas. Pero, intencionadamente, forzando incluso su propio relato, habla del rechazo frontal a Jesús en la primera actuación pública que describe. Desde el principio han de tomar conciencia los lectores de que el rechazo es la primera reacción que encuentra Jesús entre los suyos al presentarse como Profeta.

Lo sucedido en Nazaret no es un hecho aislado. Algo que sucedió en el pasado. El rechazo a Jesús cuando se presenta como Profeta de los pobres, liberador de los oprimidos y perdonador de los pecadores, se puede ir produciendo entre los suyos a lo largo de los siglos.

A los seguidores de Jesús nos cuesta aceptar su dimensión profética. Olvidamos casi por completo algo que tiene gran importancia. Dios no se ha encarnado en un sacerdote, consagrado a cuidar la religión del Templo. Tampoco en un letrado ocupado en defender el orden establecido por la Ley. Se ha encarnado y revelado en un Profeta enviado por el Espíritu a anunciar a los pobres la Buena Noticia y a los oprimidos la liberación.

Olvidamos que la religión cristiana no es una religión más, nacida para proporcionar a los seguidores de Jesús las creencias, ritos y preceptos adecuados para vivir su relación con Dios. Es una religión profética, impulsada por el Profeta Jesús para promover un mundo más humano, orientado hacia su salvación definitiva en Dios.

Los cristianos tenemos el riesgo de descuidar una y otra vez la dimensión profética que nos ha de animar a los seguidores de Jesús. A pesar de grandes manifestaciones proféticas que se han ido dando en la historian cristiana, no deja de ser verdad lo que afirma el reconocido teólogo H. von Balthasar: A finales de siglo segundo «cae sobre el espíritu profético de la Iglesia una escarcha que no ha vuelto a quitarse del todo».

Hoy, de nuevo, preocupados por restaurar «lo religioso» frente a la secularización moderna, los cristianos corremos el peligro de caminar hacia el futuro privados de espíritu profético. Si es así, nos puede suceder lo que a los vecinos de Nazaret: Jesús se abrirá paso entre nosotros y «se alejará» para proseguir su camino. Nada le impedirá seguir su tarea liberadora. Otros, venidos de fuera, reconocerán su fuerza profética y acogerán su acción salvadora.

 

José Antonio Pagola


4 Tiempo ordinario – C (Lc 4,21-30)

Evangelio del 03 / Feb / 2019

Publicado el 28/ Ene/ 2019

por Coordinador - Mario González Jurado



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Reflexión a las lecturas del domingo cuarto del Tiempo Ordinario C ofrecida por el sacerdote Don Juan Manuel Pérez Piñero bajo el epígrafe "ECOS DEL DÍA DEL SEÑOR"

Domingo 4º del T. Ordinario C

 

Es impresionante el desenlace del Evangelio de hoy: Allí, en Nazaret, en su pueblo, donde se había criado, quieren acabar con Jesús... “¡Pero Él se abrió paso entre ellos y seguía su camino!”.

¿Qué había sucedido? ¡Que se complicó la cosa en la sinagoga! Allí dejamos a Jesucristo el domingo pasado. Allí llegó con fama de sabiduría y de milagros. Y, cuando el sábado, comenta la lectura de la Ley y los Profetas, les dice claramente que Él es el Mesías, el que tenía que venir: “Hoy se cumple esta Escritura que acabáis de oír”.

En un primer momento, “todos le expresaban su aprobación y se admiraban de las palabras de gracia, que salían de sus labios”. Pero después, comienzan a pensar y a decir: “¿No es este el hijo de José?”

Así sintetiza S. Lucas las impresiones de la gente de Nazaret sobre Jesús. San Mateo y San Marcos son más explícitos, y concluyen diciendo que “no pudo hacer allí muchos milagros a causa de su falta de fe” (Mt 13, 58. Mc 6,5-6).

Pero Jesucristo les dice que no se extraña de esta reacción, porque “ningún profeta es aceptado en su pueblo”. Y les pone dos ejemplos de la historia de Israel, en los que se manifiesta su cerrazón de mente y de corazón a Dios: Elías, cuando fue enviado a auxiliar a una viuda pagana de Sarepta, en el territorio de Sidón, y ella lo acoge y lo atiende,  y Eliseo, que curó de lepra a  Naamán, el sirio.

       Me interesa subrayar que en Nazaret se manifiesta, en toda su crudeza, lo que yo llamo “el drama de la encarnación”. Éste consiste en que Dios, para hablar al hombre, para relacionarse con él, para concederle sus dones, para salvarle…, ha querido valerse de la fragilidad de lo humano:  Hombres y mujeres, que hablan y actúan en nombre de Dios; realidades sencillas, que se presentan, por ejemplo, como materia de los sacramentos, expresiones, decisiones y realidades humanas, que  surgen como respuesta a una problemática concreta…, tantas cosas. Y entonces podemos rechazar al Señor y sus dones por la envoltura de lo humano en que llegan hasta nosotros.

        ¡De este modo, lo que se realiza y se ofrece para facilitar la comprensión y la acogida de Dios y de sus dones, resulta, por terrible y lamentable que parezca, ineficaz y hasta contraproducente. ¡Un drama! ¡Pudiendo encontrarnos con Dios y llenarnos de sus dones, nos quedamos sin nada, como los de Nazaret!

Así sucede en Cristo: Su Humanidad revela su Divinidad, su infinita grandeza, pero también la oculta. Por eso, muchos pudieron rechazarle, despreciarle, insultarle, maltratarle e, incluso, llevarle a la Cruz.

Y eso es lo que ha sucedido y sucederá siempre también en la vida de la Iglesia, Cuerpo de Cristo, por su analogía con el Misterio de la Encarnación. El Vaticano II, en efecto, nos ha enseñado que “así como la naturaleza humana asumida, está al servicio del Verbo Divino como órgano vivo de salvación, a Él indisolublemente unido, de la misma manera el organismo social de la Iglesia, está al servicio del Espíritu de Cristo, que le da vida para que el Cuerpo crezca”   (L. G. 8).

Por tanto, nos encontramos siempre ante esta alternativa: O aceptamos el designio de Dios, que ha querido valerse de lo humano como medio de salvación y de gracia,  o nos quedaremos como los de Nazaret, sin nada. Es más, ¡como tierra baldía, estéril, maldita! Incluso, podemos llegar a “despertar un día”, constatando, con espanto, vergüenza y tristeza, que, casi sin darnos cuenta, nos hemos colocado entre los adversarios de Cristo y de la Iglesia.

Y no olvidemos que, entonces, “Jesús se abrió paso entre ellos y seguía su camino”.

 

                                                                                                        ¡FELIZ DÍA DEL SEÑOR!


Publicado por verdenaranja @ 13:45  | Espiritualidad
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 DOMINGO 4º DEL TIEMPO ORDINARIO C

 MONICIONES 

 

PRIMERA LECTURA

        Escucharemos ahora la vocación del profeta Jeremías, que es constituido profeta de los gentiles, y es perseguido por su propio pueblo. De este modo, prefigura a Jesucristo, “el gran Profeta”, entregado por nosotros. 

SALMO

        Recitando este salmo, después de escuchar la situación del profeta Jeremías, meditamos en el dolor y el sufrimiento que entraña la vocación profética. En medio de todo, el elegido se refugia en Dios, que le ha enviado. 

SEGUNDA LECTURA

        “Quedan la fe, la esperanza y el amor; la más grande es el amor”. Pero ¿qué es el amor? ¿Cómo es el amor cristiano? Escuchemos con atención las palabras de San Pablo. 

TERCERA LECTURA

        Estos domingos escuchamos los comienzos de la predicación de Jesús, según S. Lucas. Hoy seguimos escuchando lo que sucede en la sinagoga de Nazaret, donde le dejamos el domingo pasado, presentándose a aquellos vecinos, como el Mesías, como el que tenía que venir.

        Aclamémosle ahora con el canto del aleluya. 

COMUNIÓN

        En la Comunión experimentamos cómo el Señor viene en persona a nosotros a través de la fragilidad de lo humano, escondido en el pan consagrado, que es su Cuerpo. Por eso, unos lo acogen con fe y  alegría, otros se quedan en la indiferencia y el abandono. Y otros, incluso, lo rechazan y lo desprecian; no les convence.

        ¿Y nosotros? ¡Dichosos nosotros, invitados a recibirle!


Publicado por verdenaranja @ 13:42  | Liturgia
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