Viernes, 26 de julio de 2019

Reflexión a las lecturas del domingo diecisisiete del Tiempo Ordinario C ofrecida por el sacerdote Don Juan Manuel Pérez Piñero bajo el epígrafe"ECOS DEL DÍA DEL SEÑOR"

Domingo 17º del T. Ordinario C

 

          Este domingo se nos recuerda algo muy importante, extraordinario:  ¡Podemos hablar con Dios!

          Los personajes, la gente importante de este mundo, con frecuencia, son inaccesibles, es imposible hablar con ellos. Y, a veces, ¡bien que lo desearíamos o que lo necesitaríamos!

         Sin embargo, ¡podemos hablar con Dios! En cualquier momento del día o de la noche, en cualquier circunstancia. Nos escucha siempre, las 24 horas. ¡No tenemos que someternos a un horario estricto o a una larga lista de espera!

       ¡Y podemos y debemos hablar con Dios,  porque somos sus hijos! Y Dios no quiere que sus hijos sean mudos o sordos. ¡Quiere que hablemos con Él!; ¡que le escuchemos! ¡Tiene tantas cosas que decirnos!

       ¿Y qué le vamos a decir a Dios? ¿Qué le vamos a pedir?

       El Evangelio de hoy nos recuerda que Jesús nos ha enseñado a orar. El Padre nuestro es la oración que nos enseñó el Señor, la oración de los cristianos, porque orar no es sólo encomendar a Dios nuestras cosas, encerrándonos en nuestros intereses. Orar es, en primer lugar, abrirnos a “los intereses”, a “las intenciones” de Dios y a las grandes intenciones y necesidades de la Iglesia y del mundo (Cfr. Mt 6, 9-14).

       El Padre nuestro nos acerca, de algún modo, a la forma de orar de Jesucristo, nuestro Maestro: ¿Cómo oraría el Señor? ¿Qué le diría al Padre? ¿Qué le pediría? ¿Por quién o por quiénes rezaría? Hay muchos textos en el Evangelio que nos muestran cómo oraba Jesús. El Padre nuestro me parece que es una síntesis de todos.

       Y nos dirigimos a Dios llamándole Padre. ¡Llamar a Dios Padre es impresionante! ¿Cómo lo harían, por ejemplo, los esclavos cristianos de los primeros siglos?

       Y le llamamos Padre nuestro, es decir, de todos, sin excepción, es el Padre universal.

       Y le pedimos, en primer lugar, que su Nombre sea santificado, que venga su Reino, que se haga su voluntad en la tierra como se hace en el cielo.  

       ¡Estas son las grandes “intenciones y necesidades” del Hijo de Dios!; lo que más quiere, lo que más le interesa, lo que más le preocupa. ¡Qué impresionante es todo esto!

       Sólo después de eso, le pedimos el pan de cada día. El pan significa y resume todas nuestras necesidades materiales, y también el Pan de la Eucaristía. Y le pedimos el pan nuestro, es decir, de todos y de cada uno; y de cada día, sin agobiarnos por el mañana (Mt 6, 25-34).

       Y le rogamos, además, que nos perdone como nosotros perdonamos, porque somos pecadores; y le pedimos también que nos conceda la gracia de no caer en la tentación, de no ofenderle nunca. Y que nos libre de todo mal y del Maligno. De este modo, se nos ayuda a comprender que el mayor mal es el pecado y el peor enemigo, el Diablo, que trata siempre de engañarnos, de alejarnos de Dios.

       El Evangelio, además, nos anima a pedir con insistencia, sin desanimarnos, como el amigo inoportuno de la parábola. Y también con la confianza que tiene un hijo con su padre.

       Y Jesús termina preguntándonos: “Si vosotros, pues, que sois malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¿cuánto más el Padre del Cielo dará el Espíritu Santo a los que se lo piden?”

       ¿Pero nosotros le pedimos que nos dé El Espíritu Santo? ¿O hay otras cosas que nos interesan más? ¡El Espíritu Santo es, sin duda, el mayor Don que podemos recibir de Dios!

       Ojalá que oremos siempre de tal manera, que podamos proclamar con en el salmo responsorial de hoy: “Cuando te invoqué, me escuchaste, Señor”

                                                                                                                

                                                                                                     ¡FELIZ DÍA DEL SEÑOR!

 


Publicado por verdenaranja @ 18:07  | Espiritualidad
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DOMINGO 17º DEL T. ORDINARIO C 

 MONICIONES 

 

PRIMERA LECTURA

     Escuchamos ahora un diálogo conmovedor: Abrahán, el hombre de la fe y de la confianza en Dios, trata de conseguir el perdón para la ciudad pecadora de Sodoma. Escuchemos con atención.

 

SEGUNDA LECTURA

       S. Pablo nos recuerda que, por el Bautismo, hemos muerto y resucitado con Cristo: La muerte de Cristo nos ha merecido el perdón de los pecados y nos ha enriquecido con la vida de hijos de Dios.

 

TERCERA LECTURA

        El Evangelio nos trasmite la oración que nos enseñó el Señor y nos invita a pedir con insistencia.

        Aclamémosle ahora con el canto del aleluya. 

 

COMUNIÓN

         La presencia del Dios vivo en nuestros corazones por la Comunión eucarística, es un momento privilegiado para hablar con Dios. Él viene a nosotros; y hemos orar para adorarle, alabarle, darle gracias, pedirle perdón, pedirle tantas cosas como necesitamos. Pedirle especialmente el don de su Espíritu Santo.


Publicado por verdenaranja @ 18:03  | Liturgia
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Viernes, 19 de julio de 2019

Reflexión a las lecturas del domingo dieciséis del Tiempo Ordinario ofrecida por el sacerdote Don Juan Manuel Pérez Piñero bajo el epígrafe "ECOS DEL DÍA DEL SEÑOR"

Domingo 16º del T. Ordinario C

 

            Los pueblos primitivos tenían una rica tradición de hospitalidad. Cuando no existían los grandes hoteles, residencias, pensiones…, que tenemos ahora, la acogida se realizaba en la propia casa, y esto tenía especiales dificultades, incomodidades y gastos. La Palabra de Dios y la enseñanza de los Santos Padres y escritores cristianos, exhortaban con frecuencia a la hospitalidad, a la acogida de los que iban de camino (Hb 13, 2). Nosotros hemos recogi-do toda esa rica tradición, y la guardamos como una gran herencia.

            Hay una obra de misericordia que dice: “Dar posada al peregrino”.

            En el mundo moderno, con toda la movilidad que lleva consigo, se nos invita también a acoger a los demás, a los de cerca, y también a los que vienen de lejos, especialmente, a los inmigrantes y refugiados.

                        La palabra de Dios centra hoy nuestra atención en este tema: También el Señor quiere gozar de nuestra hospitalidad. También Él quiere ser acogido en muestra propia casa, en nuestro corazón, en nuestra vida de cada día; y Él se siente también personificado en todo hombre o mujer que va de paso. “Fui peregrino y me hospedasteis” (Mt 25,36).

          En la primera  lectura, Abrahán acoge al Señor, personificado en aquellos tres misteriosos caminantes, a los que brinda una especial hospitalidad. Ellos le recompensan con la promesa del próximo nacimiento de un hijo: Isaac, que significa “sonrisa de Dios”.

           Y aunque este texto no se refiera directamente a la Santísima Trinidad, ¿quién no ve en aquellos caminantes una imagen, una profecía, incluso, de la gran revelación del Nuevo Testamento?

            En el Evangelio contemplamos cómo Jesucristo, que va de camino hacia Jerusalén, es acogido en casa de Marta.

            En aquel contexto, Lucas se detiene en un dato concreto, que indica el clima y el grado de amistad y confianza que tenía Jesús en aquella casa. Y enseguida nos damos cuenta de que su reproche a Marta es un hecho anecdótico, que Cristo quiere aprovechar para enseñar la importancia y supremacía de la escucha de su Palabra. Me parece, pues, que hemos de retener la enseñanza del Señor, pero sin extralimitarla. Marta también acogería la Palabra de Cristo en muchas ocasiones. Le tengo una especial simpatía a Santa Marta por su rica personalidad, tal como la contemplamos en el Evangelio, y, especialmente, por su profesión de fe en Cristo: “Si, Señor, yo creo que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios, el que tenía que venir al mundo” (Jn 11, 27).

          Hemos de admitir que no faltan ocasiones en que, frente a la urgencia de los quehaceres materiales, consideramos lo espiritual como una “pérdida de tiempo”. Por ahí va el reproche del Señor. Y por eso también el Vaticano II nos recuerda la primacía  de  la oración y de la contemplación, por mucho que urjan las necesidades materiales (P. C. 7).         

         Además fijémonos un momento en las palabras de Jesús a Marta: “Andas inquieta y nerviosa con tantas cosas: Sólo una es necesaria. María ha escogido la parte mejor y no se le quitarán”.

          ¿No es esto un reproche a la gente de nuestro tiempo, inquiera y nerviosa tantas veces, olvidada, con frecuencia, de la parte mejor? ¿No es ésta una especie de radiografía del hombre moderno?

          S. Benito, cuya fiesta acabamos de celebrar, hizo la síntesis: “Ora et labora”. Y la Congregación de Marta y María, que atiende nuestra Casa Sacerdotal, se esfuerza por conseguirla.                                                            

                                                                                              ¡FELIZ DÍA DEL SEÑOR!


Publicado por verdenaranja @ 17:32  | Espiritualidad
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DOMINGO 16º DEL TIEMPO ORDINARIO C  

MONICIONES 

 

PRIMERA LECTURA

        Escucharemos ahora una historia del Antiguo Testamento, que nos muestra el espíritu acogedor y hospitalario de Abrahán.

        En aquellos caminantes, que se acercan a su tienda, Abrahán reconoce al mismo Dios.

        Escuchemos con atención y con fe. 

 

SEGUNDA LECTURA

        S. Pablo nos habla con alegría de su misión al servicio del Evangelio. En medio de sus dificultades y sufrimientos, se siente animado considerando su sentido y su valor. Escuchemos. 

 

TERCERA LECTURA

        El Evangelio nos presenta a Jesús que, camino de Jerusalén, disfruta de la hospitalidad de María y de Marta. Una escuchaba y la otra servía.

                Aclamemos a Jesucristo con el canto del aleluya. 

 

COMUNIÓN

            En la Comunión recibimos a Jesucristo, que quiere gozar de nuestra hospitalidad. Le acogemos en nuestro corazón y en nuestra vida. El Evangelio nos ofrece las dos maneras de recibirle y atenderle bien: escucharle y servirle, especialmente en los hermanos.


Publicado por verdenaranja @ 17:28  | Liturgia
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S?bado, 13 de julio de 2019

Reflexión a las lecturas del domingo quince del Tiempo Ordinario C ofrecida por el sacerdote Don Juan Manuel Pérez Piñero bajo el epígrafe  "ECOS DEL DÍA DEL SEÑOR"

Domingo 15º del T. Ordinario C

 

        La pregunta que aquel maestro de la Ley le hace a Jesús, con mala intención, pone delante de nuestros ojos la cuestión  fundamental y decisiva de nuestra vida: lo que hay que hacer para heredar la vida eterna.

        Existen muchas personas, incluso cristianas, que reducen la existencia humana a la vida presente. El maestro de la Ley habla de una herencia, de una vida que no termina, que es eterna. La pregunta, por tanto, resulta fundamental, decisiva.

        Jesucristo le responde: “¿Qué está escrito en la Ley? ¿Qué lees en ella?”

        Y el escriba le contesta con la formulación del primer mandamiento de la Ley y del segundo: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma y con todas tus fuerzas y con todo tu ser. Y al prójimo como a ti mismo”

        Jesucristo le responde: “Bien dicho. Haz esto y tendrás la vida”.

        Todo parece un eco de la primera lectura: “El precepto que yo te mando hoy no es cosa que te exceda ni inalcanzable”. No está en el cielo ni más allá del mar. “El mandamiento está muy cerca de ti: en tu corazón y en tu boca. Cúmplelo”.

        ¡Qué importante, qué trascendental es todo esto!

        Y aquel maestro de la Ley, queriendo aparecer como justo, le pregunta: “¿Y quién es mi prójimo?”

        Entonces Jesús le cuenta la parábola impresionante y hermosa, al mismo tiempo, del buen samaritano.  Y termina preguntándole: “¿Quién de estos tres te parece que se portó como prójimo del cayó en manos de los bandidos?”

        “¿Quién se portó como prójimo?”

         Para Jesucristo lo importante, lo fundamental, no es saber quién es el prójimo, sino “quién se comportó como prójimo”.

         En definitiva, ¿de qué me vale saber quién es mi prójimo si, a la hora de la verdad, doy un rodeo y paso de largo, como el sacerdote y el levita?

         Y Jesucristo es el verdadero buen samaritano, que, compadecido de la humanidad, herida por el pecado, se hizo hombre y murió por nosotros; “que, en su vida terrena,  pasó haciendo el bien y curando a los oprimidos por el mal; que también hoy se acerca a todo hombre que sufre en su cuerpo o en su espíritu, y cura sus heridas con el aceite del consuelo y el vino de la esperanza”.

         Nosotros, los cristianos, lo reconocemos también, misteriosamente presente, en todo hombre herido, al borde del camino de la existencia, en todo hombre o mujer que sufre por cualquier motivo… Y todos cuando, “incluso, nos vemos sumergidos en la noche del dolor, vislumbramos la luz pascual en el Hijo, muerto y resucitado” (Pref. VIII).

         ¡Jesucristo!  Él es, por tanto,  el buen samaritano, Él es el herido, Él con la Iglesia, que es su Cuerpo, es también la posada; Él, por su Espíritu, es el aceite y el vino; Él es el Maestro y el Señor. A Él la gloria ahora y siempre y por todos los siglos. Amén.                               

                                                                ¡FELIZ DÍA DEL SEÑOR!


Publicado por verdenaranja @ 10:56  | Espiritualidad
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DOMINGO DECIMOQUINTO C 

MONICIONES

 

 

PRIMERA LECTURA

            La Ley del Señor no es una norma puramente externa, impuesta al hombre desde fuera, sino que es algo muy íntimo y personal, grabado en el corazón humano por el mismo Dios. 

 

SEGUNDA LECTURA

            S. Pablo nos habla de Jesucristo con un gran entusiasmo. Nos presenta al Señor en toda su grandeza de Hijo de Dios, que se hace hombre para ser el primogénito de toda criatura, el buen samaritano del hombre caído, el principio de una humanidad nueva. 

 

TERCERA LECTURA

            El Señor nos invita a caminar en el amor. La parábola del buen samaritano ilustra el segundo mandamiento de la Ley de Moisés: amarás a tu prójimo como a ti mismo.

            Escuchemos con atención y con fe. 

 

COMUNIÓN

            En la Comunión nos encontramos con Jesucristo, nuestro Salvador, el buen samaritano de la humanidad caída al borde del camino de la historia.

            Recibámosle con gratitud y con fe.

 


Publicado por verdenaranja @ 10:52  | Liturgia
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Viernes, 05 de julio de 2019

Reflexión a las lecturas del domingo catorce del Tiempo Ordinario C ofrecida por el sacerdote Don Juan Manuel Pérez Piñero bajo el epígrafe "ECOS DEL DÍA DEL SEÑOR"

Domingo 14º del T. Ordinario C

 

¡Ser enviados por el Señor, volver a Él!

¿No es esta una síntesis de la vida cristiana, del quehacer cristiano?

          Lo recordamos este domingo, en el que el Evangelio nos presenta la misión de los setenta y dos discípulos.

Con una serie de instrucciones, Jesús los dispone para la Misión.

¡Con la confianza en Dios y ligeros de equipaje!

No irán, por tanto, con el lujo de una rica corte oriental, ni con la sensación de fuerza de una legión romana. No. Ellos son de otro espíritu, del espíritu de Jesús.

Van a anunciar el Reino con un mensaje de paz. “Cuando entréis en una casa, decid primero: Paz a esta casa. Y si allí hay gente de paz, descansará sobre ellos vuestra paz; si no, volverá a vosotros”.

En la primera lectura el profeta anuncia la paz como un don de Dios: “Yo haré derivar hacia ella (Jerusalén), como un río, la paz”.

La paz en el pueblo judío, y luego, en la vida cristiana, no es una simple ausencia de guerra o de conflictos; es el conjunto de los dones divinos. Cuando el judío saludaba con la paz estaba pensando en este concepto de paz. Ahora, el cristiano tiene que hacerlo con el mismo espíritu, que es el espíritu de Jesús.

Se suele decir que “la paz del corazón” es el don más grande que podemos recibir de Dios en esta vida, y la paz eterna es la que reina en el Cielo.

En la segunda lectura, escuchamos el final de la Carta a los Gálatas, con un mensaje de paz, gracia y misericordia, para los que se ajustan a la enseñanza del Apóstol sobre la justificación, y para “el Israel de Dios”, La Iglesia.

En estos tiempos un poco revueltos en la vida de la Iglesia, no deberíamos olvidar la advertencia del Señor para aquellas personas y lugares, que no acojan a sus enviados: “Os digo que aquel día será más llevadero para Sodoma que para ese pueblo”.

Y es que tenemos que recordar lo mal que tratamos, en algunas ocasiones, a los enviados del Señor: Un obispo, un sacerdote, un catequista…, o no le acogemos y le tratamos como “el que viene en el Nombre del Señor”. Y esto constituye una falta que puede llegar a ser grave o muy grave, como nos advierte el Señor.

La paz es una realidad fundamental en la vida cristiana, porque el Hijo de Dios se hizo hombre y se entregó por nosotros para alcanzarnos la verdadera paz: Con Dios, con los hermanos, con toda la Creación. “Él es nuestra paz”, decía el Apóstol Pablo. (Cfr. Ef 2, 14-19). Por eso la paz con Dios y con los hermanos es una realidad necesaria, imprescindible en nuestra vida de cristianos.

Luego, el Evangelio nos presenta también la vuelta de los setenta y dos, llenos de alegría, contándole al Señor “todo lo que habían hecho y enseñado”; y Jesús les dice que el verdadero motivo de alegría es que sus nombres están inscritos en el Cielo.

Hay prácticas cristianas de apostolado inspiradas en este texto. Por ejemplo, he conocido la costumbre de algunas personas que se reunían ante el Sagrario de la parroquia antes de realizar una obra de apostolado, y, al terminarla, volvían a él.

¿Y algo parecido no es la Misa del domingo o de cada día?

En la Eucaristía, en efecto, somos enviados por el Señor a hacer el bien: “Obras de caridad, piedad y apostolado”; y volvemos después a Él, en la próxima celebración, llenos de alegría, contándole y presentándole todo. Y así, una y otra vez.

¿No es esto muy hermoso?

                                                                       ¡FELIZ DÍA DEL SEÑOR!


Publicado por verdenaranja @ 12:38  | Espiritualidad
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DOMINGO DECIMOCUARTO C

MONICIONES

 

PRIMERA LECTURA

            La primera lectura es un mensaje de esperanza del profeta Isaías, que trata de consolar al pueblo de Dios, vuelto del destierro a una patria desolada. La alegría y la paz que les transmite llegarán a su punto culminante en los días del Mesías. 

 

SEGUNDA LECTURA

            Frente a los “partidarios de la circuncisión”, S. Pablo, que lleva en su cuerpo "las marcas de Jesús",  nos dice que lo fundamental es ser un hombre nuevo, una criatura nueva, y termina su carta a los gálatas deseando la paz a todos cuantos siguen el estilo de vida que él les propone. 

 

TERCERA LECTURA

            El Señor envía otros setenta y dos discípulos a prepararle el camino, anunciando la Buena Noticia a los pueblos.

Ligeros de equipaje y siguiendo sus instrucciones, llevan un mensaje que es la paz para todos. 

 

COMUNIÓN

            En la Comunión recibimos a Jesucristo, que nos envía al mundo, como mensajeros de su Reino de paz. Ojalá lo hagamos de tal manera, que merezcamos tener nuestros nombres inscritos en el Cielo. 


Publicado por verdenaranja @ 12:35  | Liturgia
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