Jueves, 30 de enero de 2020

Comentario litúrgico a fiesta de  la Presentación de Jesús en el Templo por el P. Antonio Rivero, L.C. Doctor en Teología Espiritual, profesor en el Noviciado de la Legión de Cristo en Monterrey (México) y asistente del Centro Sacerdotal Logos en México y Centroamérica, para la formación de sacerdotes diocesanos. ENERO 28, 2020 (zenit)

2 de febrero, Día de la vida consagrada

Ciclo A

Textos: Malaquías 3, 1-4; Salmo 23; Hebreos 2, 14-18; Lucas 2, 22-40

Idea principal: Jesús es presentado a Dios para ser consumado en la llama de la oferta, y así ser luz en su sacrificio. Así también cada consagrado y consagrada en este día de la vida consagrada: debemos ser cirio que nos consumimos al pie de Cristo y nuestro sacrificio da luz y calor a quienes pasan a nuestro lado.

Resumen del mensaje: Los cirios que se llevan hoy a la iglesia son un símbolo bellísimo de esta oferta para ser luz. La cera significa toda la disponibilidad a la llama, se consume en la llama y así difunde la luz. Así fue Cristo que se ofreció como cirio y se consumió hasta el final. Y por eso llegó a ser la Luz del mundo. Si esto se dice de Cristo, también se debe decir de cada consagrado y de cada cristiano. ¿No nos dieron el día del Bautismo un cirio? No fue para meterlo debajo de la cama sino para consumirnos en Cristo y con Cristo, y así dar luz a este mundo que vive en tinieblas en tantas partes.

Puntos de la idea principal:

En primer lugar, la vida de Jesús es luz. Él es todo disponible al fuego del amor que viene del Padre, el amor del Espíritu Santo: se ofrece a este fuego para que la humanidad que Él ha asumido se transforme en gloria y luz. Cada instante de la existencia de Jesús es ofrecido para llegar a ser luz. Y esa luz se irradia de manera especial en el momento del sacrificio de la cruz. Ahí la luz es puesta sobre el candelabro para iluminar toda la casa, todo el mundo. Todos miramos a esa luz que viene del Calvario. También miramos hoy a todos los consagrados y consagradas que se van consumiendo en su entrega total a Cristo en obediencia, castidad y pobreza, en todas partes donde se encuentren: misiones, colegios, residencias de ancianos, hospitales, conventos. Se inmolan para encontrar en Cristo la verdadera libertad, el verdadero amor y la verdadera riqueza. Y así son visibilización de Cristo obediente, casto y pobre.

En segundo lugar, esta fiesta es un preanuncio del misterio pascual. La procesión con las velas es una anticipación de aquella del Sábado Santo, cuando acompañamos a Cristo-Luz, simbolizado en el cirio pascual. Las palabras de Simeón dejan entrever la pasión, el misterio de Cristo que llega a ser luz a través de su sacrificio, iluminando así las naciones todas. Hay que morir para dar vida. Cristo con su muerte y resurrección nos dio la vida nueva. Y también los consagrados y consagradas con su muerte e inmolación. En palabras del papa emérito Benedicto XVI: “Os invito en primer lugar a alimentar una fe capaz de iluminar vuestra vocación. Os exhorto por esto a hacer memoria, como en una peregrinación interior, del «primer amor» con el que el Señor Jesucristo caldeó vuestro corazón, no por nostalgia, sino para alimentar esa llama. Y para esto es necesario estar con Él, en el silencio de la adoración; y así volver a despertar la voluntad y la alegría de compartir la vida, las elecciones, la obediencia de fe, la bienaventuranza de los pobres, la radicalidad del amor. A partir siempre de nuevo de este encuentro de amor, dejáis cada cosa para estar con Él y poneros como Él al servicio de Dios y de los hermanos” (2 de febrero 2013).

Finalmente, nosotros hoy vamos al encuentro de esta luz que es Cristo, para ser también luz a nuestro alrededor, en nuestra casa, en nuestra parroquia, en el puesto de trabajo. Nuestra vida cristiana tiene que ser luminosa con nuestro ejemplo de entrega. Pero, sobre todo, llega a ser luminosa nuestra vida porque ofrecemos nuestros cuerpos como sacrificio viviente en la cruz de Cristo. Nuestra vida así se consume en la llama del amor y llega a ser luz, gracias al Espíritu Santo. Así fue la vida de María, que hoy presenta a su Hijo en el templo y Ella misma se ofrece también junto con su Hijo al Padre. Y a los consagrados y consagradas les dice de nuevo el papa emérito Benedicto XVI: Finalmente os invito a renovar en este día la fe que os hace ser peregrinos hacia el futuro. Por su naturaleza, la vida consagrada es peregrinación del espíritu, en busca de un Rostro, que a veces se manifiesta y a veces se vela: «Faciem tuam, Domine, requiram» (Sal 26, 8). Que éste sea el anhelo constante de vuestro corazón, el criterio fundamental que orienta vuestro camino, tanto en los pequeños pasos cotidianos como en las decisiones más importantes. No os unáis a los profetas de desventuras que proclaman el final o el sinsentido de la vida consagrada en la Iglesia de nuestros días; más bien revestíos de Jesucristo y portad las armas de la luz —como exhorta san Pablo (cf. Rm 13, 11-14)—, permaneciendo despiertos y vigilantes. San Cromacio de Aquileya escribía: «Que el Señor aleje de nosotros tal peligro para que jamás nos dejemos apesadumbrar por el sueño de la infidelidad; que nos conceda su gracia y su misericordia para que podamos velar siempre en la fidelidad a Él. En efecto, nuestra fidelidad puede velar en Cristo»” (Sermón 32, 4).

Para reflexionar: ¿pedimos con insistencia al Espíritu Santo que nuestra vida sea una ofrenda bella, santa, agradable a Dios porque la hemos inmolado en la cruz de Cristo y de ahí Jesús la hace luz para iluminar a nuestro mundo? ¿Rezamos todos los días por los consagrados y consagradas para que, con su inmolación, sean luz para sus hermanos? Si soy consagrado, ¿vivo en clave de amor mi profesión religiosa, visibilizando a Cristo consagrado al Padre y a la humanidad?

Para rezar: También hoy, Dios mío, me presento en el templo ante Ti, para ofrecerme todo lo que soy y tengo. Y quiero rezar desde lo más profundo de mi corazón la oración de Charles de Foucauld:

Padre, me pongo en tus manos,
haz de mí lo que quieras,
sea lo que sea, te doy las gracias.

Estoy dispuesto a todo,
lo acepto todo,
con tal que tu voluntad se cumpla en mí,
y en todas tus criaturas.

No deseo nada más, Padre.

Te confío mi alma,
te la doy con todo el amor
de que soy capaz,
porque te amo.

Y necesito darme,
ponerme en tus manos sin medida,
con una infinita confianza,
porque Tú eres mi Padre.

Para cualquier duda, pregunta o sugerencia, aquí tienen el email del padre Antonio, [email protected]


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Lunes, 27 de enero de 2020

Homilía del papa Francisco en el Domingo de la Palabra de Dios (Basílica de San Pedro, 26 de enero de 2020, III Domingo del Tiempo Ordinario) (AICA)

«Jesús comenzó a predicar» (Mt 4,17). Así, el evangelista Mateo introdujo el ministerio de Jesús: Él, que es la Palabra de Dios, vino a hablarnos con sus palabras y con su vida. En este primer domingo de la Palabra de Dios vamos a los orígenes de su predicación, a las fuentes de la Palabra de vida. Hoy nos ayuda el Evangelio (Mt 4, 12-23), que nos dice cómo, dónde y a quién Jesús comenzó a predicar.

1. ¿ Cómo comenzó? Con una frase muy simple: «Conviértanse, porque el Reino de los Cielos está cerca» (v. 17). Esta es la base de todos sus discursos: Nos dice que el reino de los cielos está cerca. ¿Qué significa? Por reino de los cielos se entiende el reino de Dios, es decir su forma de reinar, de estar ante nosotros. Ahora, Jesús nos dice que el reino de los cielos está cerca, que Dios está cerca. Aquí está la novedad, el primer mensaje: Dios no está lejos, el que habita los cielos descendió a la tierra, se hizo hombre. Eliminó las barreras, canceló las distancias. No lo merecíamos: Él vino a nosotros, vino a nuestro encuentro. Y esta cercanía de Dios con su pueblo es una costumbre suya, desde el principio, incluso desde el Antiguo Testamento. Le dijo al pueblo: “Piensa: ¿Dónde hay una nación tan grande que tenga unos dioses tan cercanos como yo lo estoy contigo?” (cf. Dt 4,7). Y esta cercanía se hizo carne en Jesús.

Es un mensaje de alegría: Dios vino a visitarnos en persona, haciéndose hombre. No tomó nuestra condición humana por un sentido de responsabilidad, no, sino por amor. Por amor asumió nuestra humanidad, porque se asume lo que se ama. Y Dios asumió nuestra humanidad porque nos ama y libremente quiere darnos esa salvación que nosotros solos no podemos darnos. Él desea estar con nosotros, darnos la belleza de vivir, la paz del corazón, la alegría de ser perdonados y de sentirnos amados.

Entonces entendemos la invitación directa de Jesús: “Conviértanse”, es decir, “cambia tu vida”. Cambia tu vida porque ha comenzado una nueva forma de vivir: ha terminado el tiempo de vivir para ti mismo; ha comenzado el tiempo de vivir con Dios y para Dios, con los demás y para los demás, con amor y por amor. Jesús también te repite hoy: “¡Ánimo, estoy cerca de ti, hazme espacio y tu vida cambiará!”. Jesús llama a la puerta. Es por eso que el Señor te da su Palabra, para que puedas aceptarla como la carta de amor que escribió para ti, para hacerte sentir que está a tu lado. Su Palabra nos consuela y nos anima. Al mismo tiempo, provoca la conversión, nos sacude, nos libera de la parálisis del egoísmo. Porque su Palabra tiene este poder: cambia la vida, hace pasar de la oscuridad a la luz. Esta es la fuerza de su Palabra.

2. Si vemos dónde Jesús comenzó a predicar, descubrimos que comenzó precisamente en las regiones que entonces se consideraban “oscuras”. La primera lectura y el Evangelio, de hecho, nos hablan de aquellos que estaban «en tierra y sombras de muerte»: son los habitantes del «territorio de Zabulón y Neftalí, camino del mar, al otro lado del Jordán, Galilea de los gentiles» (Mt 4,15-16; cf. Is 8,23-9,1). Galilea de los gentiles: la región donde Jesús inició a predicar se llamaba así porque estaba habitada por diferentes personas y era una verdadera mezcla de pueblos, idiomas y culturas. De hecho, estaba la vía del mar, que representaba una encrucijada. Allí vivían pescadores, comerciantes y extranjeros: ciertamente no era el lugar donde se encontraba la pureza religiosa del pueblo elegido. Sin embargo, Jesús comenzó desde allí: no desde el atrio del templo en Jerusalén, sino desde el lado opuesto del país, desde la Galilea de los gentiles, desde un lugar fronterizo. Comenzó desde una periferia.

De esto podemos sacar un mensaje: la Palabra que salva no va en busca de lugares preservados, esterilizados y seguros. Viene en nuestras complejidades, en nuestra oscuridad. Hoy, como entonces, Dios desea visitar aquellos lugares donde creemos que no llega. Cuántas veces preferimos cerrar la puerta, ocultando nuestras confusiones, nuestras opacidades y dobleces. Las sellamos dentro de nosotros mientras vamos al Señor con algunas oraciones formales, teniendo cuidado de que su verdad no nos sacuda por dentro. Y esta es una hipocresía escondida. Pero Jesús –dice el Evangelio hoy– «recorría toda Galilea […], proclamando el Evangelio del reino y curando toda enfermedad» (v. 23). Atravesó toda aquella región multifacética y compleja. Del mismo modo, no tiene miedo de explorar nuestros corazones, nuestros lugares más ásperos y difíciles. Él sabe que sólo su perdón nos cura, sólo su presencia nos transforma, sólo su Palabra nos renueva. A Él, que ha recorrido la vía del mar, abramos nuestros caminos más tortuosos –aquellos que tenemos dentro y que no deseamos ver, o escondemos–; dejemos que su Palabra entre en nosotros, que es «viva y eficaz, tajante […] y juzga los deseos e intenciones del corazón» (Hb 4,12).

3. Finalmente, ¿a quién comenzó Jesús a hablar? El Evangelio dice que «paseando junto al mar de Galilea vio a dos hermanos […] que estaban echando la red en el mar, pues eran pescadores. Les dijo: “Síganme y yo los haré pescadores de hombres”» (Mt 4,18-19). Los primeros destinatarios de la llamada fueron pescadores; no personas cuidadosamente seleccionadas en base a sus habilidades, ni hombres piadosos que estaban en el templo rezando, sino personas comunes y corrientes que trabajaban.

Evidenciamos lo que Jesús les dijo: los haré pescadores de hombres. Habla a los pescadores y usa un lenguaje comprensible para ellos. Los atrae a partir de su propia vida. Los llama donde están y como son, para involucrarlos en su misma misión. «Inmediatamente dejaron las redes y lo siguieron» (v. 20). ¿Por qué inmediatamente? Sencillamente porque se sintieron atraídos. No fueron rápidos y dispuestos porque habían recibido una orden, sino porque habían sido atraídos por el amor. Los buenos compromisos no son suficientes para seguir a Jesús, sino que es necesario escuchar su llamada todos los días. Sólo Él, que nos conoce y nos ama hasta el final, nos hace salir al mar de la vida. Como lo hizo con aquellos discípulos que lo escucharon.

Por eso necesitamos su Palabra: en medio de tantas palabras diarias, necesitamos escuchar esa Palabra que no nos habla de cosas, sino que nos habla de vida.

Queridos hermanos y hermanas: Hagamos espacio dentro de nosotros a la Palabra de Dios. Leamos algún versículo de la Biblia cada día. Comencemos por el Evangelio; mantengámoslo abierto en casa, en la mesita de noche, llevémoslo en nuestro bolsillo o en el bolso, veámoslo en la pantalla del teléfono, dejemos que nos inspire diariamente. Descubriremos que Dios está cerca de nosotros, que ilumina nuestra oscuridad y que nos guía con amor a lo largo de nuestra vida.

Francisco


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Viernes, 24 de enero de 2020

Reflexión a las lecturas del domingo tercero del Tiempo Ordinario A, ofrecida por el sacerdote Don Juan Manuel Pérez Piñero bajo el epígrafe "ECOS DEL DÍA DEL SEÑOR"

Domingo 3º del  T. Ordinario A 

Después de la Navidad, hemos venido contemplando a Jesucristo, el Señor, en los comienzos de su Vida Pública.  Podríamos decir que en este domingo, se nos presenta el comienzo de la Vida Pública de Jesús, según San Mateo, el evangelista de este año.

Cuando leemos algunas páginas del Evangelio, quedamos admirados de la capacidad que tenían los evangelistas, inspirados, eso sí, por el Espíritu Santo, para presentar a Jesucristo de una manera tan atrayente, incluso para el hombre de hoy. Miremos cómo lo hace este domingo Mateo: “Recorría toda Galilea enseñando en las sinagogas y proclamando el Evangelio del Reino, curando las enfermedades y dolencias del pueblo”. ¡Precioso!

Mateo, que escribe su Evangelio para los judíos, siente el  deseo de ayudarles a comprender que Jesucristo es el Mesías que esperaban, porque en Él se cumple todo lo que habían anunciado los profetas. Y así, a cada paso, nos va señalando el cumplimiento de las profecías. Cuando quiere presentarnos  a Jesucristo iniciando su actividad en Galilea, recuerda lo anunciado por el profeta Isaías, que escuchamos hoy en la primera lectura: “País de Zabulón y país de Neftalí, camino del mar, Galilea de los gentiles. El pueblo que habitaba en tinieblas, vio una luz grande; a los que habitaban en tierra y sombras de muerte, una luz les brilló”.

Y ya conocemos el sentido de la oposición “luz-tinieblas” en la Sagrada Escritura y en la vida de la Iglesia desde antiguo.

Al mismo tiempo, nos transmite las primeras palabras de Jesús: “Convertíos, porque está cerca el Reino de los Cielos”.

¿Qué significa todo esto?  Sencillamente, que el Hijo de Dios ha venido a la tierra  a traernos el Reino de los Cielos. Es algo así como la forma de pensar y de vivir que hay en el Cielo. Por eso hay que convertirse. ¡El cielo debe ser tan diferente de la tierra!

Hay algunas realidades concretas que hoy nos llaman a la conversión: la Jornada Misionera de los Niños la Santa Infancia, que celebramos hoy y el Octavario de Oración por la Unidad de los Cristianos que hemos venido celebrando durante toda esta semana. ¡Cuántas reflexiones podríamos hacer! ¡Qué necesidad sentimos de conversión!

Si a esto añadimos la celebración, por primera vez, por indicación del Papa Francisco del Domingo de la Palabra de Dios, esta llamada se hace muchísimo más fuerte y decisiva, ¡porque la Palabra de Dios es una invitación constante a la conversión!

Después Mateo nos presenta a Jesús paseando junto al lago de Galilea. ¡Qué contemplación más hermosa podríamos hacer sobre Jesucristo caminando junto al mar y llamando a los primeros discípulos: En primer lugar, a Simón  y a Andrés; más adelante, a Santiago y a Juan. Eran pescadores y estaban en su trabajo. Y lo dejan todo para ser “ser pescadores de hombres”. ¡Qué impresionante es todo esto!

Hoy tratamos de ayudar los niños cristianos del mundo para que también se sientan llamados, de algún modo, a ser pescadores de otros niños para llevarlos a Jesús, para que tengan la misma alegría que ellos: ¡la alegría incomparable y desbordante de ser cristianos!

¡Seguir a Jesús, convertirnos para entrar en el Reino de los Cielos, ser “pescadores de hombres, ser oyentes y testigos alegres y convencidos de la Palabra!

¡He ahí el múltiple compromiso, el reto enorme nos presenta el Señor este domingo a todos!

Que María, la Virgen Madre, que nos disponemos a celebramos el próximo domingo con el título de Ntra. Sra. de la Candelaria, nos acompañe y nos guíe con su ejemplo y con su intercesión materna.

                                                                                   ¡FELIZ DÍA DEL SEÑOR!


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DOMINGO 3º DEL TIEMPO ORDINARIO A             

MONICIONES

 PRIMERA LECTURA

         La región de Galilea a la que se refiere el profeta estaba lejos de Jerusalén, que era el centro  religioso de Israel; era una región donde convivían judíos y paganos, y era poco valorada. Pero será allí, en la periferia de Israel,  donde surgirá la gran luz de la Buena Noticia de Jesucristo, el Mesías. Escuchemos ahora la voz del profeta.   

 

SEGUNDA LECTURA

         San Pablo reacciona fuertemente contra las divisiones que desgarraban la Iglesia de Corinto, y les invita a vivir unidos, centrados en el único Señor que nos ha salvado a todos.

 

TERCERA LECTURA

         En el Evangelio, S. Mateo comienza el relato del ministerio de Jesús en “la Galilea de los gentiles”, y ve, en este hecho, el cumplimiento de la profecía de Isaías, que escuchábamos en la primera lectura. 

 

COMUNIÓN

La Comunión es el encuentro más íntimo y personal con Jesucristo, y nos exige compartir sus sentimientos y deseos más profundos, como son, en este día, la preocupación porque todos los niños del mundo le conozcan y lleven una vida digna de hijos de Dios; porque todos los cristianos alcancemos la unidad para que el mundo crea y para que todos acojamos su Palabra, la demos a conocer y la llevemos a la práctica.


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«Fiestas patronales» por  Felipe Arizmendi Esquivel, Obispo Emérito de San Cristóbal de Las Casas. ENERO 22, 2020 (zenit)

Expresión de fe sólida y de solidaridad 

VER

Mi pueblo natal está celebrando sus fiestas a la Virgen de Belén, nuestra patrona. Con tal motivo, hay cosas bellísimas, que no se deben perder, y otras muy lamentables.

La fiesta del pueblo es ocasión para celebrar la fe de nuestros padres y para que las familias se reúnan y convivan alegremente. Vienen los paisanos que radican en los Estados Unidos y refuerzan sus raíces culturales y religiosas. Se espera esta fiesta para bautismos y otros sacramentos. Todo el pueblo coopera con los gastos para cohetes, música, alimentos para los visitantes, celebraciones religiosas y espectáculos. Sobra comida para todos durante cinco días. Vienen los pueblos vecinos en peregrinaciones, como signo de comunión en la fe. El templo de adorna en forma espléndida con orquídeas, tulipanes, anturios y una gran variedad de flores naturales, cultivadas aquí y en otras partes del país por una familia del lugar. Hay mayordomos encargados de organizar todo, elegidos por el pueblo y que asumen su servicio como una forma de pertenencia afectiva al pueblo, aunque radiquen fuera del país. Hay castillos pirotécnicos, jaripeos, conjuntos musicales, artistas que le cantan a la Virgen, bandas de música y mariachis, danzas, mucha participación en las Misas, presencia del obispo diocesano, visita de sacerdotes nativos del lugar y anteriores párrocos, juegos mecánicos, ventas de todo tipo, etc. Se nota que hay dinero, que hay trabajo, que hay estrenos, que hay recursos económicos. Todo esto es muy hermoso y ojalá no se pierda.

Por el lado contrario, ¡cuántos borrachos! Es triste ver a muchos paisanos que se exceden en bebidas embriagantes, que presumen de ofrecer a los visitantes las mejores marcas, que insisten a todos que beban cuanto quieran. Duele mucho ver a jovencitas tomando sin control, junto con muchachos con no siempre buenas intenciones. Presumimos de que la nuestra es una de las mejores fiestas de la región, por la cantidad de cohetes y por los conjuntos musicales. Sin embargo, muchos no se confiesan y su vida no cambia. Cuando pedimos que se destinen algunos de los recursos recaudados para alguna obra social, para ayudar a personas pobres, hay rechazo e incomprensión. Como cuando pedí, en otra parte, a los encargados de las fiestas a la Virgen de la Merced que nos ayudaran con una pequeña cantidad de diez o quince mil pesos para pagar la fianza de un preso y saliera libre, durante años se me criticó y nada hicieron, pero con el tiempo lo asumieron y en la Misa del 24 de septiembre participaban los presos liberados.

Es muy laudable la decisión tomada por la diócesis venezolana de San Cristóbal, con su obispo Mario Moronta, de suspender las tradicionales fiestas en honor del mártir San Sebastián, por los suntuosos gastos que hacen instancias gubernamentales con el pretexto religioso, siendo que hay gravísimas carencias de alimentos, medicinas, electricidad, gas doméstico e incluso de gasolina, siendo un país petrolero, pero mal administrado. Son decisiones extremas, pero dignas de aplauso. Eso es profético; es una denuncia contra el sistema, contra la manipulación de las fiestas religiosas.

PENSAR

El Papa Francisco, en su Carta Aperuit illis sobre el Domingo de la Palabra de Dios, nos advierte: “Es necesario no acostumbrarse nunca a la Palabra de Dios, sino nutrirse de ella para descubrir y vivir en profundidad nuestra relación con Dios y con nuestros hermanos. La Palabra de Dios nos señala constantemente el amor misericordioso del Padre que pide a sus hijos que vivan en la caridad… Escuchar la Sagrada Escritura para practicar la misericordia: este es un gran desafío para nuestras vidas” (Nos. 12 y 13).

Ya antes, en Evangelii gaudium, nos había dicho: “La mundanidad espiritual, que se esconde detrás de apariencias de religiosidad e incluso de amor a la Iglesia, es buscar, en lugar de la gloria del Señor, la gloria humana y el bienestar personal. Es lo que el Señor reprochaba a los fariseos: «¿Cómo es posible que creáis, vosotros que os glorificáis unos a otros y no os preocupáis por la gloria que sólo viene de Dios?» (Jn 5,44). Es un modo sutil de buscar «sus propios intereses y no los de Cristo Jesús» (Flp2,21). Toma muchas formas, de acuerdo con el tipo de personas y con los estamentos en los que se enquista. Por estar relacionada con el cuidado de la apariencia, no siempre se conecta con pecados públicos, y por fuera todo parece correcto. Pero, si invadiera la Iglesia, sería infinitamente más desastrosa que cualquiera otra mundanidad simplemente moral” (No. 93).

ACTUAR

Apreciemos las expresiones populares de nuestra fe, respetémoslas y acompañémoslas, pero ofreciendo siempre la Palabra de Dios en su integridad, para que las fiestas patronales no sean expresión de mundanidad, sino de fe sólida y de solidaridad con los más necesitados.


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Mi?rcoles, 22 de enero de 2020

Comentario litúrgico al DOMINGO III DEL TIEMPO ORDINARIO por el P. Antonio Rivero, L.C. Doctor en Teología Espiritual, profesor en el Noviciado de la Legión de Cristo en Monterrey (México) y asistente del Centro Sacerdotal Logos en México y Centroamérica, para la formación de sacerdotes diocesanos.

Ciclo A

Textos: Isaías 8, 23 – 9, 3; 1 Co 1, 10-13.17; Mateo 4, 12-23.

El Papa Francisco ha instituido el 30 de septiembre del 2019 el Domingo de la Palabra en el tercer domingo del Tiempo Ordinario en su carta apostólica “Aperuit illis” (“Les abrió el entendimiento para que entendiesen las Escrituras” Lucas 24, 45). Por tanto es el primer año en que celebramos este domingo del Tiempo Ordinario, que nos compromete a leer cada día la Palabra de Dios, interiorizarla, dejarnos transformar por ella y llevarla por doquier, como apóstoles de Cristo, para que todos alcancen la salvación traída por Cristo.

Idea principal: la misión salvadora de Cristo es universal, es decir, vino para salvar a todos.

Resumen del mensaje: Ese Hijo de Dios, Jesús, que tiene su carnet de identidad de Siervo (domingo pasado), necesita colaboradores para llevar adelante la misión universal de salvación encomendada por el Padre (evangelio), que es de luz (primera lectura) y amor y unión (segunda lectura).

Puntos de la idea principal:

En primer lugar, Jesús comienza su misión salvadora universal no en la Jerusalén sagrada y religiosa, ni en la más pacífica Judea, sino en Galilea, la de los gentiles, donde había una mezcla de razas y lugar de paso de civilizaciones, mezcla de judíos y de paganos. Galilea estaba “en la frontera” y allí se daban desmanes, desvaríos y descreencias. La elección de este escenario ya da a entender que Jesús va a ofrecer una salvación universal. Jesús se presenta como luz (primera lectura) para los que andan en tinieblas, como amor para los que viven anclados en su egoísmo y como salvación para todos sin excepción. Nadie está excluido.

En segundo lugar, como esta misión salvadora universal de Jesús es ardua, quiere la colaboración libre y amorosa de hombres que le echen una mano. Por eso, los llama con amor y confianza. Ellos responden libremente dejando todo y siguiéndolo. Y tienen que ir a evangelizar como nos dice el Papa Francisco en su exhortación, no a lugares fáciles, sino a lugares “incómodos”, y esto “sin demoras, sin asco y sin miedo” (Evangelii gaudium, 23), “primereando” en el amor (id. 24) y llevando la consigna de la conversión a Jesús (evangelio) y la unión mutua que rompe todo partidismo eclesial (segunda lectura).

Finalmente, a esta misión salvadora universal Jesús nos ha invitado a cada uno de nosotros bautizados para que seamos sus colaboradores. Cristo pasa por las casas, por los colegios, por las fábricas, por las legislaturas, por los caminos, e invita a todos a seguirlo y difundir su evangelio, cada uno según sus posibilidades y de acuerdo con su peculiar vocación. A algunos como laicos –la mayoría-, a otros como religiosos y a unos cuantos como sacerdotes. Como bautizados estamos llamados a apoyar esta misión universal salvadora de Cristo, siendo profetas que anuncian a Cristo y su Palabra y denuncian, desde el evangelio, cuanto hiere a Dios y al hermano; sacerdotes que saben ofrecer sus penas y alegrías; y reyes para servir a todos y luchar contra el pecado en sus corazones y en el corazón de los demás. Para ello tenemos que dejar nuestra barca, nuestras redes, tal vez nuestros padres y posibilidades lícitas y buenas (evangelio). La misión de los religiosos y religiosas es dar testimonio de los bienes celestiales. La misión de los sacerdotes es pastorear y santificar al pueblo santo de Dios para que cada uno de los fieles, a ellos encomendados, descubra su vocación y se entregue de lleno a colaborar con Cristo en la obra de la salvación en su medio ambiente, en sus comunidades y parroquias y en sus lugares de trabajo.

Para reflexionar: si Cristo me llamara hoy a comprometerme más seriamente en su misión universal salvadora, ¿le diría “sí”, o “no”? ¿Qué cosas me atan a mi barca y a mis redes? ¿Estoy revestido de la luz y el amor de Jesús para transmitirlo?

Para rezarSeñor, cuenta conmigo en tu gran tarea de la salvación de la humanidad. Ya he quemado las redes de mi egoísmo y de mis miedos. Confío en Ti. ¿A dónde quieres que vaya?

Para cualquier duda, pregunta o sugerencia, aquí tienen el email del padre Antonio, [email protected]


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Viernes, 17 de enero de 2020

Reflexión a las lecturas del domingo segundo del Tiempo Ordinario A ofrecida por el sacerdote Don Juan Manuel Pérez Piñero bajo el apígrafe "ECOS DEL DÍA DEL SEÑOR"

Domingo 2º del T. Ordinario

 

El domingo pasado salíamos de la Navidad fijando nuestros ojos en Jesucristo que, con su Bautismo,  iniciaba su Vida Pública. Durante esta semana, el Evangelio de cada día nos ha venido presentando sus primeras palabras, sus primeros discípulos, sus primeros milagros, sus primeros pasos.

El Evangelio de hoy nos ofrece la presentación que hace Juan Bautista de Jesucristo: “Éste es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo”.

A nosotros nos puede parecer esta una expresión un tanto extraña, sin embargo, para un judío piadoso no lo era. ¡Era un título mesiánico! Por eso dos de los discípulos, al oírlo, siguen a Jesús.

De esta manera, se enlaza la Navidad con la Pascua, con la Muerte y la Resurrección de Jesucristo, por la que quita el pecado del mundo.

Quitar el pecado del mundo es algo muy importante, trascendental, porque el pecado de Adán y de cada persona constituye una fuente incesante de males. ¿Cómo sería el mundo, la sociedad, la misma Iglesia, si se pudiera quitar todo pecado, de modo que cada persona estuviera centrada en hacer, en cada momento, la voluntad de Dios, todo y sólo lo que Dios quiere y nunca el mal, el pecado?

Pues a eso estamos convocados los cristianos este domingo. Esa es nuestra tarea y nuestra misión fundamental: ¡hacer el bien y evitar el mal!

Y eso es lo que nos recuerda la primera lectura de hoy: ¡estamos llamados a ser santos!

¡Pero eso no se puede imponer por la fuerza! Se nos ofrece como don y tarea, que respetan siempre la libertad.

Y aquí se encuentra la gran  tragedia del hombre y de la humanidad entera: que, pudiendo ser feliz y dichosa, siguiendo los preceptos del Señor, se cierra sobre sí misma y  desoye y se opone a su voz, y así sufre y muere incesantemente. Por eso hoy y siempre nos dice: “Si escucháis hoy su voz, no endurezcáis vuestro corazón”.

Y Juan, el Bautista, nos recuerda hoy, además, la cuestión fundamental. que contemplábamos el domingo pasado, en la ribera del Jordán: El Espíritu Santo, que desciende sobre Jesús, con ocasión de su Bautismo, es el que le unge y le consagra, para la Misión, que san Pedro sintetizaba diciendo que “pasó haciendo el bien y curando a los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con Él”.

Escuchémosle: “Yo no lo conocía, pero el que me envió a bautizar con agua me dijo: Aquel sobre el que veas bajar el Espíritu y posarse sobre él, ése es el que ha de bautizar con Espíritu Santo. Y yo lo he visto, y he dado testimonio de que este es el Hijo de Dios”.

Es para una contemplación interminable de Jesucristo: "¡El que tiene el Espíritu Santo!". “El que ha de bautizar con Espíritu Santo!”

¡Y los sacramentos del Bautismo y de la Confirmación garantizan en cada cristiano la presencia y la acción del Espíritu Santo!  

Es una grandísima pena que existan hoy tantísimos cristianos, jóvenes y mayores, que se resistan al Espíritu Santo; que digan que no les interesa recibir la Confirmación.

¡No conocen la gravedad que tiene todo eso!

¡Y el problema se agranda porque en sus familias y en su ambientes no tienen a nadie que les ayuden a conocer y comprender la grandeza, la belleza y  la necesitad del Don del Espíritu del Señor, que es el fruto más importante de la Pascua.

 Y sin el Espíritu Santo, ¿quién se dedicará, como Jesucristo, a pasar por la vida haciendo el bien y a curando a los oprimidos por el mal?

                                                                                               ¡FELIZ DÍA DEL SEÑOR!


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DOMINGO 2º DEL TIEMPO ORDINARIO  A  

MONICIONES 

 

PRIMERA LECTURA

        Las lecturas de hoy son como un eco de las fiestas de la Epifanía, de la Manifestación del Señor. Esta primera lectura nos ayudará a comprender la misión del Siervo de Dios, destinado, desde el seno materno, a anunciar la salvación a todos los pueblos.     

 

SALMO

        Hoy las palabras del salmo, expresan las actitudes fundamentales del corazón de Cristo al entrar en el mundo. Hagámoslas también actitudes nuestras diciendo: Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad.

 

SEGUNDA LECTURA

        Iniciamos hoy la lectura de la primera de las cartas que S. Pablo escribió a los corintios. Iremos escuchando fragmentos de esta carta hasta el comienzo del Tiempo de Cuaresma.

        Comienza hoy S. Pablo, manifestando su condición de llamado a ser após-tol, y con un saludo de gracia y de paz.   

 

TERCERA LECTURA

        El Evangelio de hoy nos presenta el testimonio de Juan el Bautista acerca de Jesús: “Este es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo… Este es Aquel sobre el que ha descendido el Espíritu Santo”.

Aclamémosle ahora con el canto del aleluya. 

 

COMUNIÓN

        En la Comunión nos acercamos a recibir a Jesucristo, el Cordero de la Pascua Nueva, inmolado para la vida del mundo, y que ahora se nos da en comida. Así tendremos fuerzas para luchar contra el pecado y el mal en el mundo.


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Mi?rcoles, 15 de enero de 2020

Comentario litúrgico al 2º Domingo del Tiempo Ordinario A por el P. Antonio Rivero, L.C. Doctor en Teología Espiritual, profesor en el Noviciado de la Legión de Cristo en Monterrey (México) y asistente del Centro Sacerdotal Logos en México y Centroamérica, para la formación de sacerdotes diocesanos.  ENERO 14, 2020 (zenit).

DOMINGO II DEL TIEMPO ORDINARIO

Ciclo A

Comenzamos el Tiempo litúrgico ordinario. ¿Qué significa? 

“Además de los tiempos que tienen un carácter propio, quedan 33 o 34 semanas en el curso del año, en los cuales no se celebra algún aspecto peculiar del misterio de Cristo, sino más bien se recuerda el mismo misterio de Cristo en su plenitud, principalmente los domingos. Este período de tiempo recibe el nombre de Tiempo Ordinario. El Tiempo Ordinario comienza el lunes que sigue al domingo posterior al 6 de enero y se extiende hasta el martes antes de Cuaresma, inclusive. De nuevo comienza el lunes del domingo de Pentecostés y termina antes de las primeras vísperas del domingo I de Adviento” (Normas Universales para el Año Litúrgico y el Calendario, 43-44).

Este tiempo tiene su gracia particular.

  • Primero, nos acompaña en la tarea de crecimiento y maduración de lo que hemos celebrado en la Navidad y en la Pascua, nos hace descubrir la gracia de lo ordinario: encontramos a Dios también en los acontecimientos diarios, “entre los pucheros anda el Señor”, diría santa Teresa en el libro de las Fundaciones 5, 8.
  • Segundo, nos ayuda a vivir la vida cotidiana como tiempo de salvación: el “chronos”, el tiempo inexorable que pasa, se va llenando de “kairós”, oportunidad y tiempo para transformarnos en Cristo.
  • Finalmente, el Tiempo Ordinario es momento privilegiado para experimentar nuestra pertenencia a la comunidad cristiana; para vivir el “día del Señor” con la conciencia gozosa de que Él está presente, aunque no lo vemos; para escuchar la Palabra y alimentarnos con el Cuerpo y Sangre de Cristo, sacramento que nos da fuerza en nuestro camino, y así salir de nuevo a “la vida” con más ánimos y energías.

Textos del Domingo 2 del Tiempo Ordinario:

Isaías 49, 3.5-6; 1 Co 1, 1-3; Juan 1, 29-34.

Idea principal: Ese Dios que vino al mundo es Siervo.

Resumen del mensaje: Ese Hijo de Dios, Jesús, después de su vida oculta y humilde en Belén y Nazaret, sale feliz y radiante a su vida pública a los treinta años con su carnet de identidad: es Siervo. Su huella dactilar está bien clara y legible: “Vine para servir, no para ser servido”.

 

Puntos de la idea principal:

En primer lugar, Jesús es siervo para servir, primero, a su Padre celestial, glorificándole y cumpliendo incansablemente la misión de ser luz y poder reunir a su pueblo y traer de vuelta a Dios a los supervivientes (primera lectura). Este siervo experimentará cansancio, es verdad, pero nunca será en vano. Y aunque los resultados de su servicio no corresponden a las expectativas y esfuerzos, Él se encuentra en paz, porque trabajó para dar gloria a su Padre y la recompensa le vendrá de Él. En el servir a su Padre celestial esta su agrado y deleite.

En segundo lugar, Jesús es siervo para servir también a la humanidad, a cada hombre y mujer. Para cumplir su misión de siervo se reviste de entrañas de Cordero que se dejará inmolar y sacrificar para quitarnos el pecado (evangelio) y darnos el Espíritu de santidad. Este título de Cordero incluye los siguientes rasgos: Cordero vencedor, Cordero expiatorio, Cordero pascual liberador. A Jesús en la cruz, igual que al cordero pascual, no le quebrarán ningún hueso. ¿Cómo quita Jesús el pecado de la humanidad? Asumiendo la condición humana de siervo y ofreciéndose desde la cruz, en ofrenda voluntad y servicio de amor. Desde la cruz nos da el Espíritu Santo que purifica y perdona todos nuestros pecados. Nos sirve con amor y desprendimiento, sin buscar compensaciones, sin ser un “mandón” que esclaviza y humilla.

Finalmente, todo seguidor de Cristo tiene que vivir esta dimensión de siervo en todas partes y con todos: con Dios, en la familia, en el trabajo, en las comunidades. Servir a Dios con una vida santa (segunda lectura). Servir a la familia con una vida de entrega, sacrificio y ejemplo para los hijos. Servir en el trabajo con una vida honesta y coherente. Servir en las comunidades mediante la disponibilidad desinteresada en los diversos apostolados que surjan, sin buscar puestos de honor ni querer ser un “mandón” soberbio y altanero.

Para reflexionar: ¿Tengo manos, corazón y pies de servidor o de mandón? ¿Domino o sirvo? ¿Sirvo con amor o a regañadientes? 

Para rezar:

Nos has mostrado con tu ejemplo, Señor,
que es posible vivir para los demás.
Tu vida es un espejo fiel donde mirarnos
para descubrir cuánto nos falta cambiar
y cuánto todavía podemos dar a los demás.
Tú saliste a recorrer los caminos
para ir al encuentro del necesitado
y el excluido.
Tú acogiste a los despreciados
y a los que todos marginaban
y dejaban a un costado.
Tú atendiste las necesidades del pueblo,
sanaste sus enfermedades,
les enseñaste a compartir el pan,
y vivir unidos.
Tú ofreciste tu vida
hasta el final, hasta entregarla por amor
y pura donación, para que todos vivamos más y mejor,
y podamos alcanzar la vida verdadera.
Señor del servicio, muéstranos el camino
que lleva a darlo todo por los demás.
Ayúdanos a tener tus mismos sentimientos, preocupaciones y opciones.
Haz que atendamos las necesidades, sufrimientos y esperanzas de nuestro pueblo.

Haznos cercanos y hermanos de todos.
Enséñanos a vivir pensando primero en el otro,

enséñanos a vivir
como verdaderos servidores, dispuestos, generosos,

alegres y fraternos con todos, Señor, con todos.

Amén.



Publicado por verdenaranja @ 15:56  | Espiritualidad
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S?bado, 11 de enero de 2020

Reflexión a las lecturas del domingo del Bautismo del Señor A ofrecida por el sacerdote Don Juan Manuel Pérez Piñero bajo el epígrafe "ECOS DEL DÍA DEL SEÑOR"

Fiesta del Bautismo del Señor

 

¿Y ahora, qué hacemos?

Esta es la pregunta que surge espontáneamente al constatar que, con la Fiesta del Bautismo del Señor, termina el Tiempo de Navidad.

¿Y ahora qué? ¿Hasta que llegue la Cuaresma, qué hacemos?

La Fiesta que celebramos hoy nos da la respuesta. Porque el Bautismo del Señor señala el comienzo de su Vida Pública. En estos días que siguen, el Evangelio nos irá presentando sus primeras palabras, sus primeros discípulos, sus primeros milagros, sus primeros pasos.

En la primera lectura de hoy hemos escuchado: “Mirad a mi siervo a quien sostengo, mi elegido en quien me complazco...”

¡De eso se trata, de mirar al Señor Jesús, que se nos ha manifestado! ¡Salimos, por tanto, de la Navidad, fijando nuestros ojos y nuestro corazón en Jesucristo, que inicia su Vida Pública!

El Evangelio nos presenta a Jesús, que quiere recibir aquel bautismo de purificación con el que Juan preparaba al pueblo para que recibiera, bien dispuesto, al Mesías. Y Jesús baja al agua del Jordán llevando sobre sus hombros los pecados de toda la humanidad, hasta el fin de los siglos. Y con este hecho, consagra las aguas, que serán, desde ahora, signo eficaz de la vida nueva que se recibe en el Bautismo cristiano, que Él instituirá.

¡Y con ocasión del Bautismo, se produce una gran revelación! ¡Por eso este acontecimiento forma parte de la Solemnidad de la Epifanía! En efecto, se abre el Cielo, nos dice el Evangelio, y  el Espíritu Santo desciende sobre Jesucristo y lo consagra para la misión que iba a comenzar,  y que S. Pedro sintetiza en la 2ª lectura, diciendo: “Pasó haciendo el bien y curando a los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con Él”.

Y se oye la voz del Padre que lo presenta solemnemente a Israel, su pueblo elegido: “Este es mi Hijo amado, en quien me complazco”.

Y en medio de todo, contemplamos a las tres Personas de la Santísima Trinidad. Dice el himno de Vísperas: “Y así Juan, al mismo tiempo, vio a Dios en personas tres: Voz y Paloma en los cielos, y al Verbo Eterno a sus pies”.

Es tan importante este acontecimiento, esta Unción del Espíritu Santo, que de ahí  deriva el nombre principal con el que conocemos a Jesús: “Cristo”, es decir, “el Ungido”,  que en hebreo, se dice “Mesías”; y de Cristo, “los cristianos”, que significa “los ungidos”.

¡Qué importante es todo esto! ¡Cuántas reflexiones podríamos hacer! 

Y el Señor viene a traernos el nuevo Bautismo, el Bautismo de los cristianos. “Él os bautizará con Espíritu Santo y fuego”, decía Juan, el Precursor (Mt 3, 11).

Por eso, hoy es un día apropiado para reflexionar sobre el Bautismo, particularmente, sobre el Bautismo de los niños y la responsabilidad de sus padres y padrinos. ¡Cuánta seriedad, cuánta importancia y gravedad  tiene sus compromisos y qué negativos son sus efectos, cuando no los cumplen! ¡Dichosos los niños cristianos que tienen unos padres y padrinos que sí lo hacen!

¡Con mucha frecuencia el Papa Francisco recuerda a los cristianos la necesidad de conocer el día de su Bautismo y a tenerlo siempre presente!

Todos los años el Papa, este día, bautiza en Roma a un grupo numeroso de niños.  

¡Hoy es también un día apropiado para renovar, para revivir nuestro Bautismo! ¡Es el mejor “broche de oro” de la Navidad!

Ojalá que se hará realidad en nuestra vida lo que proclamamos en el salmo responsorial: “El Señor bendice a su pueblo con la paz.

                                                                                                ¡FELIZ DÍA DEL SEÑOR!


Publicado por verdenaranja @ 11:54  | Espiritualidad
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FIESTA DEL BAUTISMO DEL SEÑOR A   

MONICIONES 

 

PRIMERA LECTURA

      La Liturgia de la Palabra nos ofrece hoy, como primera lectura, una página de Isaías. En ella, el profeta nos presenta al Siervo de Dios, figura de Cristo, ungido por el Espíritu Santo, para ser promotor del derecho y la bondad entre los hombres. 

 

SEGUNDA LECTURA

      Escuchemos ahora a S. Pedro, que evoca el Bautismo de Jesús y su Unción por el Espíritu Santo, para repartir el bien y liberar del mal a los hombres. Síntesis de la misión de Cristo y programa de vida para todo cristiano. 

 

TERCERA LECTURA

      En el Evangelio se nos narra el Bautismo de Jesús y la gran manifestación del Mesías al pueblo de Israel.

Pero antes de escuchar el Evangelio, aclamemos a Cristo con el canto del aleluya. 

 

COMUNIÓN   

      La Comunión es el alimento principal e imprescindible de la vida de Dios, que recibimos en el Bautismo. Por eso, sin Comunión frecuente, no hay vida de Dios en nosotros, al igual que sin comida frecuente no puede haber vida humana.

      Acerquémonos, por tanto, al Señor, sintiendo una inmensa necesidad de su ayuda.

 


Publicado por verdenaranja @ 11:50
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