Viernes, 28 de agosto de 2020

Reflexión al evangelio del domingo veintidos del Tiempo Ordinario A ofrecida por el sacerdote Don Juan Manuel Pérez Piñero bajo el epígrafe "ECOS DEL DÍA DEL SEÑOR".

Domingo 22º del T. Ordinario A

 

¡Pensar como los hombres! ¡Pensar como Dios!

La diferencia es muy grande, a veces, radical, total.

En el Evangelio de este domingo, contemplamos como Jesucristo le dice a Pedro: “Quítate de mi vista, Satanás, que me haces tropezar; tú piensas como los hombres, no como Dios”.

¡Son, tal vez, las palabras más duras y más graves que salen de los labios del Señor!

¡Qué diferencia tan grande con lo que escuchábamos el domingo pasado!:  “Bienaventurado tú, Simón…” Eso te lo ha revelado “mi Padre que está en el Cielo…” Y también: “Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia…”

¿Qué ha pasado?

Está claro. ¡Jesucristo alaba y felicita a Pedro cuando piensa como Dios, y le corrige duramente cuando su pensamiento se desvía, y piensa como los hombres!

¿Pero quién podría aceptar ni siquiera imaginar en todo Israel que el Mesías tuviera que padecer? Ellos pensaban en un Mesías vencedor, un Mesías Rey… Si él era el libertador que tenía que venir, ¿cómo iba a terminar humillado, vencido, y, sobre todo, condenado en una cruz? ¡Ellos no entendían nada! Por eso, Jesús tendrá que llevar enseguida a los tres predilectos a una montaña alta, para transfigurarse y enseñarles “que, de acuerdo con la Ley y los Profetas (Moisés y Elías), la Pasión no el término de todo, no es el fracaso absoluto, sino el camino de la Resurrección”. ¡Y este acontecimiento dejará en sus corazones una huella muy profunda! (1 Pe 1, 16-18).

Las palabras de Pedro hacen que Jesús se sienta tentado: “me haces tropezar…” También a Él le gusta más el otro camino, pero reacciona con energía como siempre que se pone en cuestión la voluntad del Padre.

Algo parecido le sucede al profeta Jeremías (1ª lect.). Tampoco a él le gusta la manera de ser profeta que le ha tocado, y piensa, en un primer momento, como los hombres, y decide dejarlo todo. ¡Pero no puede!, la Palabra de Dios no se lo permite, no le deja tranquilo… Y tiene que pensar como Dios, y seguir adelante.

¡Y lo mismo nos puede pasar a nosotros muchas veces!

La cuestión que se nos plantea a todos este domingo, es, pues, muy clara: ¿Tú piensas como los hombres o piensas como Dios?

Y pensar como Dios supone para cada uno negarse a sí mismo, tomar la cruz y seguir a Jesucristo. ¡Es lo que nos dice a continuación el Evangelio de hoy!

Entonces, ¿qué hacer?

S. Pablo, en la segunda lectura, nos da la respuesta: “Y no os ajustéis a este mundo, sino transformaos por la renovación de la mente, para que sepáis discernir lo que es la voluntad de Dios, lo bueno, lo que le agrada, lo perfecto”. Y eso exige conversión, abrirse a la conversión. Nos explican que la “metanoia”, la conversión bíblica, supone, en primer lugar, un cambio de mente, de manera de pensar y, después, un cambio de conducta. ¡Y eso no se consigue solamente con el esfuerzo humano, sino que es, además, don de Dios! Por eso, La Sagrada Escritura nos enseña a decir: “Conviértenos, Señor y nos convertiremos a ti” (Lam 5, 21).

El trato con Dios, la meditación de su Palabra, la participación en la Eucaristía, el testimonio de los santos, la recepción frecuente del Sacramento de la Penitencia y la práctica de la dirección o acompañamiento espiritual, irán transformando nuestra mente y nuestro corazón  hasta llegar a “pensar como Dios”; hasta que podamos decir como S. Pablo: “Y nosotros tenemos la mente (la forma de pensar) de Cristo”. (1 Co, 2, 16).

                                                                                                 ¡FELIZ DÍA DEL SEÑOR!


Publicado por verdenaranja @ 13:20  | Espiritualidad
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