Reflexión a las lecturas del domingo veinticuatro del Tiempo Ordinario A ofrecida por el sacerdote Don Juan Manuel Pérez Piñero bajo el epígrafe "ECOS DEL DÍA DEL SEÑOR"
Domingo 24º del T. Ordinario A
A Pedro le costaba perdonar como a nosotros y sabía que los rabinos enseñaban que hay obligación de perdonar hasta cuatro veces, y es posible que pensara que si él le proponía al Señor perdonar hasta siete veces, llegaría a un “entendimiento” con el Maestro, y podría quedarse tranquilo.
Pero el Señor le responde que no, que hay que perdonar hasta setenta veces siete, es decir, siempre; que al que no perdona, le va a tocar la suerte del empleado de la parábola; y, además, que el perdón es algo que debe ser fácilmente comprensible para uno que ha sido perdonado por Dios muchas veces y de las más diversas cosas, y le enseña la “lógica del perdón”.
El rey de la Parábola había perdonado a aquel empleado diez mil talentos, una cantidad muy grande, enorme; equivalía a sesenta millones de denarios. Y un denario era lo que ganaba un obrero trabajando un día, de sol a sol. El compañero le debía al empleado cien denarios; era una cantidad un tanto respetable, porque hacían falta cien días de trabajo para ganarlos. Pero ¿qué era eso comparado con los sesenta millones de denarios?
De este modo el Señor presenta el hecho de no perdonar al hermano, como algo completamente absurdo; es lo que le dice el rey al empleado: “¡Siervo malvado! Toda aquella cantidad te la perdoné porque me lo pediste ¿No debías tú también tener compasión de tu compañero como yo tuve compasión de ti?”
Y concluye la Parábola diciendo: “Lo mismo hará con vosotros mi Padre del Cielo si cada cual no perdona de corazón a su hermano”.
¡No basta, pues, con perdonar. Hay que perdonar de corazón!
El perdón no puede ser algo “estratégico”, algo que tengo que hacer si quiero conseguir el perdón de Dios. No; no es así, porque no se trata de hacer “un simulacro” de perdón. El Señor dice que hay que perdonar “de corazón”.
Además, ¡el perdón es un bien! para el que lo que recibe, que se siente liberado de la ofensa, y también para el que perdona, porque se siente liberado en su corazón. Hay personas que dicen que tienen que perdonar, porque si no “se les crea como un tumor en el corazón”.
Pero, en la actualidad, esta Parábola está en crisis, porque la mayoría de la gente dice que no tiene pecados. Por tanto, es gente que no se siente perdonada, que no se siente en deuda con el Señor. ¡Es terrible e incomprensible, pero es así!
En un primer momento, da la impresión de que la Parábola no vale para ellos. En efecto, si yo no he sido perdonado, no me vale la argumentación de la Parábola. Lo más que podríamos decir es que Dios estaría dispuesto a perdonarnos todo y siempre; y, por tanto, de algún modo, quedaríamos dentro de su espíritu.
Pero, además, el Papa San Juan Pablo II nos enseñó que la justicia no basta, por sí sola, para regular la vida social. Que hace falta introducir la misericordia y el perdón, como formas más perfectas de justicia. (Dives in M. 12).
Por poco que reflexionemos, comprendemos enseguida lo importante que es la misericordia y el perdón en la convivencia de los seres humanos, que estamos llenos de faltas y limitaciones, y que, incluso, no siempre hacemos lo que realmente queremos. (Rom 7, 15-25).
En las enseñanzas sobre la vida de la comunidad cristiana, que escuchamos estos domingos, es lógico, por tanto, que Mateo haya querido introducir estas enseñanzas del Señor sobre el perdón, como una exigencia necesaria para la buena marcha de la comunidad cristiana. ¡Sin perdón y sin misericordia, fracasa toda institución humana!
¿Quién no descubre aquí la necesidad de una luz y de una fuerza superiores, para poder realizar todo esto, para poder vivir así?
¡FELIZ DÍA DEL SEÑOR!