Mi?rcoles, 30 de septiembre de 2020

Comentario del Evangelio del  Domingo XXVII del Tiempo Ordinario, 4 de octubre de 2020, escrito por el padre Antonio Rivero, L.C. Doctor en Teología Espiritual, profesor en el Noviciado de la Legión de Cristo en Monterrey (México) y asistente del Centro Sacerdotal Logos en México y Centroamérica, para la formación de sacerdotes diocesanos. (ZENIT).

DOMINGO XXVII DEL TIEMPO ORDINARIO

Ciclo A

Textos: Isaías 5, 1-7; Filipenses 4, 6-9; Mateo 21, 33-43

Idea principal: O uvas sabrosas o uvas agrias. Todo depende si estoy o no unido a Cristo verdadera Vid, pues yo soy sarmiento.

Resumen del mensaje: la viña es una imagen privilegiada para designar al pueblo de la antigua alianza (Israel) y al pueblo de la Nueva Alianza (Iglesia); por eso es el símbolo elocuente de la entera historia de la salvación. La primera lectura, el salmo y el evangelio de hoy están llenos de alusiones a la viña. La parábola de hoy es otra parábola muy intencionada, la de los trabajadores de la viña que no sólo no entregan al dueño los beneficios que le tocan, sino que maltratan y apalean a sus enviados y matan al hijo, para quedarse ellos con la viña y sus frutos.

Puntos de la idea principal

En primer lugar, hay dos maneras de leer esta parábola de la viña: una en clave histórica o narrativa, y una en clave actual. Históricamente, la viña es el pueblo hebreo. Dios eligió libremente este pueblo, lo liberó de Egipto con mano fuerte y lo trasplantó con cariño en la tierra prometida como se trasplanta una vid. Aquí lo llenó de cuidados y mimos, como hace el viñador con su viña, o mejor, como hace el esposo con su esposa. La rodeó, la defendió de los enemigos y raposas. Pero ¿qué pasó? La viña, en lugar de uva, produjo agrazones. En lugar de producir obras de justicia y fidelidad, se rebeló y le pagó a Dios con traiciones, desobediencias e infidelidad. Curioso: no se rebeló la viña, sino los viñadores. ¿Qué hará Dios? Isaías habla de destrucción de la viña (caída de Jerusalén y exilio). Jesús, no. Jesús dice que esa viña será dada a otro destinatario, la Iglesia o nuevo Pueblo de Dios. Dios es libre.

En segundo lugar, nosotros somos ese nuevo Pueblo de Dios a quien Jesús nos ha confiado esta viña suya, la Iglesia. La situación ha cambiado con Cristo. Ahora Él es la Vid verdadera y nosotros, los sarmientos. Sólo nos pide permanecer en Él por la oración y los sacramentos para dar mucho fruto. Dios no repudiará más la viña que es la Iglesia, porque esta viña es Cristo; la Iglesia es el cuerpo de Cristo. No habrá un tercer “Israel de Dios” después del pueblo hebreo y del cristiano. Pero si la vid está segura por el amor del Padre, no sucede lo mismo con los sarmientos individuales. Si no dan fruto, pueden ser apartados y tirados. Es el riesgo de nosotros, los cristianos de hoy, como individuos y como grupo.

 Finalmente, si aplicamos ahora el mensaje a cada uno en particular, las consecuencias son bien serias. Dios nos dio todo. Nos plantó en la Iglesia, nos injertó en Cristo, nos podó con pequeñas o grandes cruces y nos alimentó. Por tanto, tiene todo el derecho de pedir los frutos. ¿Qué encontrará? ¿Hojas solamente? O peor, ¿ramos secos? La Eucaristía nos ofrece la posibilidad de reactivar nuestro bautismo en nosotros y también la circulación de aquella savia que proviene de la Vid. Si no damos fruto, ya sabemos el triste desenlace: nos tirará. Por eso nos manda de vez en cuando sus emisarios para alertarnos: amigos, catequistas, sacerdotes, luces, buenos ejemplos. Hagamos caso.

Para reflexionar: ¿Qué queremos ser: un sarmiento unido a Cristo, a su Palabra, a sus sacramentos, en estado de crecimiento y conversión, o un sarmiento estéril, rico sólo en pámpanos, es decir, un cristiano de palabra y no de hecho? ¿Qué damos: racimos jugosos o abrojos y espinas?

Para rezarSeñor, gracias por haberme hecho sarmiento de tu Viña. Señor, quiero que mi sarmiento esté fuerte y bien alimentado con la savia de tus sacramentos. Señor, que mi sarmiento dé frutos sabrosos de santidad y de virtudes, para que quien a mí se acerca pueda recibir el jugo de mi ejemplo positivo o de mi consejo acertado. No permitas, Señor, que mi sarmiento venga destruido por algún parásito que quiera meterse en sus “venas”. Amén.

Para cualquier duda, pregunta o sugerencia, aquí tienen el email del padre Antonio, [email protected]


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Viernes, 25 de septiembre de 2020

Reflexión a las lecturas del domingo veintiséis del Tiempo Ordinario A ofrecida por el sacerdote Don Juan Manuel Pérez Piñero bajo el epígrafe "ECOS DEL DÍA DEL SEÑOR"

Domingo 26º del T. Ordinario A

 

Lo primero que tenemos que hacer este domingo, es situar el  Evangelio en su contexto. De un domingo a otro, ha cambiado por completo. El texto está colocado después de la Entrada de Jesucristo en Jerusalén, con todas sus circunstancias. Ahora, el Señor, dirigiéndose a los sumos sacerdotes y ancianos del pueblo, les presenta unas parábolas para explicarles por qué tiene que dejar al pueblo de Israel y formar un pueblo nuevo, la Iglesia y por qué están todos convocados a ella, también los publicanos y los pecadores, que se están convirtiendo e incorporándose al Reino. Comenzamos hoy a escuchar estas parábolas.

La de hoy es  “La Parábola de los dos hijos”. Los dos fueron mandados por su padre a la viña. El tema, por lo  tanto, sigue siendo el mismo que el del domingo pasado: tenemos que ir todos a trabajar en la Viña del Señor, tenemos que acoger de verdad el Reino de los Cielos, que Jesucristo anuncia, tenemos que reconocerle como Mesías y hacer siempre su voluntad.

En esta parábola Jesucristo se presenta como una persona moderna y práctica, que les pregunta con toda franqueza a aquellos sumos sacerdotes y ancianos: “¿A la hora de la verdad, cuál de los dos hijos hizo lo que quería el padre?”

Ellos le contestaron: el primero, es decir, el que le dijo que “no iba” a trabajar a la viña, pero después se arrepintió y fue. Éste era el caso de aquellos publicanos, prostitutas y gente de mala fama. Es evidente que primero dijeron que “no”; Jesús no niega su pecado, pero cuando vino Juan y también ahora, se están convirtiendo y están yendo a la Viña.

Los sumos sacerdotes y ancianos, por el contrario, eran los hombres del sí, los del cumplimiento de la Ley,  los del culto en el Templo, los dirigentes religiosos de Israel, pero cuando vino Juan dijeron que no y ahora, cuando ha venido el Mesías, están diciendo y haciendo lo mismo. Por eso, se les quitará a ellos el Reino y se dará a otro pueblo que responda siempre que sí. (Mt 21, 43). Es la Iglesia, “el Israel de Dios”.

Jesucristo, por tanto, sigue insistiendo en la posibilidad, la importancia y la validez de la misericordia y el perdón de Dios, para los que se convierten de corazón. Es también lo que nos enseña la primera lectura: “Y cuando el malvado se convierte de la maldad que hizo, y practica el derecho y la justicia, él mismo salva su vida”. Y esto es lo que proclama sin cesar la Iglesia, cada día, de oriente a occidente, como Buena Noticia, como la mejor Noticia: ¡con Jesucristo siempre es posible comenzar de nuevo! Se ha dicho que los santos no lo son, porque nunca cayeron, sino porque siempre se levantaron. Y en la oración de la Misa de hoy decimos: “Oh Dios, que manifiestas especialmente tu poder con el perdón y la misericordia…” Y en el salmo proclamamos: “Recuerda, Señor, que tu misericordia es eterna”.

Siempre es bueno decir que “sí” a Dios, a la primera, pero Él no se deja engañar ni deslumbrar por las buenas palabras  sino que se fija en la realidad de nuestra vida para ver si, a la hora de la verdad, le decimos sí o no con nuestras obras. Ya Él nos advierte: “No todo el que dice Señor, Señor, entrará en el Reino de los Cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en el Cielo” (Mt 7,21). Y nosotros estos domingos debemos reflexionar seriamente sobre estas cosas, no sea que, aún perteneciendo al nuevo pueblo de Dios, vayamos a ser rechazados y desheredados como aquellos que dijeron primero sí y luego no a las llamadas del Señor. El Vaticano II nos habla de los que pertenecen a la Iglesia con el cuerpo pero no con el corazón. (L. G. 14).

Jesucristo es el Hijo de Dios, que siempre dijo que sí al Padre. Sólo Él ha podido decir: “Yo hago siempre lo que le agrada al Padre”. (Jn 8, 29) Él es, por tanto, el modelo, el camino, y también el que nos ofrece la ayuda y la fortaleza que necesitamos para poder decir a Dios que sí con palabras y obras.                                                      

                                                                                         ¡FELIZ DÍA DEL SEÑOR!


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DOMINGO 26º DEL TIEMPO ORDINARIO A

MONICIONES 

  

PRIMERA LECTURA

                Nos enseña el Señor, en la primera lectura, que su proceder con el hombre, es siempre justo, y, además, que es también misericordioso, porque en el pecado, da siempre lugar al arrepentimiento. 

 

SEGUNDA LECTURA

                Para el apóstol Pablo, prisionero en la cárcel, lo fundamental es que los cristianos formen una verdadera comunidad,  que vivan un clima de auténtica fraternidad.

                Escuchemos con atención. 

 

TERCERA LECTURA

                Comenzamos hoy a escuchar algunas parábolas en las que Jesucristo explica a los sumos sacerdotes y ancianos de Israel la necesidad de formar un pueblo nuevo, la Iglesia, que responda, de una forma adecuada, a las llamadas del Señor. La primera de las parábolas  es la de los dos hijos, enviados por su padre trabajar en la viña.                                                                     

 

COMUNIÓN

                Al acercarnos  a recibir al Señor en la Comunión, deberíamos recordar aquellas palabras del Evangelio: "No todo el que me dice Señor, Señor, entrará en el Reino de los Cielos, sino el que cumple la voluntad de mi Padre que está en los cielos".

                La Comunión nos ofrece el alimento y la fortaleza que necesitamos para conseguirlo. 


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Comentario del Evangelio del domingo, 27 de septiembre de 2020, Domingo XXVI del Tiempo Ordinario,  escrito por el padre Antonio Rivero, L.C. Doctor en Teología Espiritual, profesor en el Noviciado de la Legión de Cristo en Monterrey (México) y asistente del Centro Sacerdotal Logos en México y Centroamérica, para la formación de sacerdotes diocesanos. (ZENIT).

DOMINGO XXVI DEL TIEMPO ORDINARIO

Ciclo A

Textos: Ezequiel 18, 25-28; Filipenses 2, 1-11; Mateo 21, 28-32

Idea principal: No bastan las palabras, lo que cuentan son los hechos.

Resumen del mensaje: Cristo, hablando a los dirigentes de los judíos, que creían que con pertenecer al pueblo elegido de Dios ya estaba todo conseguido, nos habla también a nosotros. Esta parábola vendrá complementada con las próximas de los siguientes domingos: la viña que el dueño tiene que arrendar a otros, y el banquete festivo al que tiene que invitar a otros, ante el rechazo de los primeros invitados. El pueblo elegido no ha sabido ver el día de la gracia, no ha sabido acoger al Enviado de Dios.

Puntos de la idea principal:

En primer lugarhechos, no palabras. El primer hijo dijo: “Sí, pero no fue”. Jesús critica la hipocresía de los fariseos, y la nuestra, que cuidaban la fachada con mil palabras huecas y altisonantes, pero no los contenidos de su fe. ¿No nos puede pasar también a nosotros lo mismo? Es fácil cuando estamos en la iglesia, cantar salmos al Señor, o contestar “amén” a oraciones y propósitos. Pero luego esa fe, ¿se traduce en obras? Cuántos de nosotros estamos bautizados, hemos hecho la primera comunión, somos casados por la Iglesia, vamos a misa los domingos, llevamos una medalla al cuello, hacemos peregrinaciones a santuarios, rezamos el rosario…pero luego, en la vida, nuestro estilo de actuación no se parece en nada a lo que dicen creer. Pronunciamos el “sí” superficialmente, sin personalidad, por costumbre o por miedo.

En segundo lugarhechos, no palabras. El segundo hijo, ¿quién es? “Dijo no, pero después fue”. ¡Cuántos estamos también reflejados en ese segundo hijo! Tenemos momentos de rebeldía: rebeldía contra la autoridad paterna o contra superiores o contra la Iglesia o contra Dios mismo. Momentos de desaliento o de berrinche. Momentos de inconstancia y de cansancio. Momentos de irreflexión o de egoísmo. ¿Causas de este cambio de humor? Influencias externas que son auténticas ventoleras ideológicas y éticas; tal vez este hijo del “no, pero sí” no recibió la semilla de la fe en la familia o en la escuela. No sería el modelo para seguir ciertamente este hijo; Jesús no nos invita a imitar a este hijo o a las prostitutas o publicanos, sino a imitar la capacidad que tuvieron de convertirse y cambiar. Si esas personas están por delante en el Reino, no es por lo que habían sido, sino por el cambio que dieron, como el buen ladrón, a última hora, en la cruz.

 Finalmente, hechos, no palabras. El ideal es decir “sí” con convicción y luego ser consecuente y perseverar en el bien. Ya Jesús dijo en otros momentos: “No entrará en el Reino de los cielos aquel que dice Señor, Señor, sino el que cumple la voluntad de mi Padre del cielo…el que cumple la voluntad de mi Padre del cielo, ese es mi hermano, mi hermana y mi madre…el que edifica sobre roca es el que oye estas palabras y las pone en práctica…que nuestro sí sea si, y nuestro no, no”. Las declaraciones, las promesas y los manifiestos cuestan muy poco. Lo que cuesta es actuar con coherencia. Decir “sí” es sencillo. Pero actuar conforme a ese sí, es otro cantar. Por tanto: Sí, a la voluntad de Dios. Sí, a la verdad, a la castidad, a la obediencia, al respeto, a la caridad. Sí, para ayudar al pobre, al emigrante, al enfermo. Sí, a la oración y al sacrificio. Sí, a los momentos de luz y de oscuridad; de alegría y tristeza, de éxito y fracaso. Y por consecuencia: No, al pecado, y a las manifestaciones del mismo.

Para reflexionar: ¿A cuál de los tres hijos nos parecemos: “Sí, pero no…No, pero sí…Sí y es sí”? ¿A cuál queremos parecernos de hoy en adelante? Pensemos en esto: ¡a cuántos santos y santas veneramos que fueron del “No, pero después fueron”: san Agustín, santa María Magdalena, san Ignacio de Loyola…! Y también tenemos santos del “Sí y fueron”: santa Teresa del Niño Jesús, Teresa de Jesús, san Juan XXIII y san Juan Pablo II…Pero no tenemos santos del “Sí, pero no fue”.

Para rezar: Señor, que en mi vida sepa responderte siempre con un “Sí, con hechos”, y no sólo con palabras lindas y huecas. Tú fuiste del “Sí, y fuiste” a donde te mandaba tu Padre Celestial”. Tu Madre Santísima, también. Trabajaré en la coherencia de vida y contemplaré constantemente tu ejemplo. Amén.

Para cualquier duda, pregunta o sugerencia, aquí tienen el email del padre Antonio, [email protected]


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S?bado, 19 de septiembre de 2020

Reflexión a las lecturas del domingo veinticinco del Tiempo Ordinario A ofrecida por el sacerdote Don Juan Manuel Péresz Piñero bajo el epígrafe "ECOS DEL DÍA DEL SEÑOR"

Domingo 25º del T. Ordinario A           

            A primera vista, nos da la impresión de que aquellos jornaleros que protestaban, tenían razón. No parece justo que el dueño de la viña trate por igual a todos los  obreros: a los que han trabajado de sol a sol y a los que han llegado al caer de la tarde. Por eso es fundamental la aclaración del amo: “amigo, no te hago ninguna injusticia. ¿No nos ajustamos en un denario? Toma lo tuyo y vete”.

     Me parece que esta parábola es fundamental para entender el corazón de Dios, el Padre del Cielo, que Jesús nos manifiesta con sus palabras y  sus obras. Ya en la primera lectura se nos advierte: “Como el Cielo es más alto que la tierra, mis caminos son más altos que los vuestros, mis planes, que vuestros planes”.

     Con frecuencia hago alusión a las enseñanzas de San Juan Pablo II, sobre la necesidad de introducir el perdón y la misericordia en la vida de la sociedad y de la Iglesia (Dives in M, 12). Y es que somos todos débiles y frágiles, y, de hecho fallamos muchas veces. Y este domingo nos damos cuenta de que esa ha sido siempre la forma de actuar de Dios, que, ahora en Jesucristo, alcanzará su punto culminante.

     Él les brindaba a todos la oportunidad de trabajar en su Viña, aunque fuera ya tarde. Y así llega la hora de Zaqueo (Lc 19,1-10) la de la pecadora de la casa de Simón, el fariseo, (Lc 7,36-50), la de la samaritana (Jn 4,5-42) y la de tantos otros; hasta que llega la hora del buen ladrón, ya bien atardecido, al que le dice desde la Cruz: “Te lo aseguro: Hoy estarás conmigo en el Paraíso” (Lc 23, 43).

     Nosotros hemos tenido la inmensa fortuna de haber encontrado en el camino de nuestra existencia, a un Dios que es así. San Pablo nos dejará bien claro que la gracia de la justificación “no se debe a vosotros sino que es un don de Dios, ni se debe a las  obras, para que nadie pueda presumir” (Ef 2,8-9).

     Además la paga del Amo de la Viña es siempre desproporcionada a nuestros méritos. ¿No nos promete el Señor el ciento por uno y la vida eterna? (Mt 19,29). Sobre esta parábola, hay un himno en la Liturgia de las Horas en el que le decimos al Señor: “Al romper el día, nos apalabraste, cuidamos tu viña del alba a la tarde; ahora que nos pagas, nos lo das de balde, que a jornal de gloria no hay trabajo grande". (Vísp. Lun. I)

     Después de haber reflexionado en estos pasados domingos sobre algunas enseñanzas de Jesucristo acerca de la vida en comunidad, qué importante es que, a la luz de esta parábola preciosa, nuestro corazón se parezca al corazón de Dios,  para que sepamos acoger, con un inmenso cariño y comprensión, a los que llegan tarde a trabajar en la Viña; para que nunca caigamos en la tentación de “recordarle” a éste o a aquella que, en su día, llegaron tarde; para que tengamos la convicción firme de que el Amo está dispuesto siempre a acogernos en su Viña, a cualquier hora, incluso, en el atardecer del día, de la vida.

     Y ahora que estamos comenzando un nuevo curso, también en  la comunidad cristiana, me parece que el Señor, como en la parábola,  anda por las calles de nuestros pueblos y ciudades, diciendo a los que encuentra parados: “Id también vosotros a mi Viña y os pagaré lo debido”.  Y cada cual tendrá que responder a esta invitación personal, que nos hace el Señor, a través de mil formas, y descubrir cuál es el puesto de trabajo que nos tiene asignado en su Viña, porque hay mucho que hacer, y no podemos ser de aquellos que se pasan  “el día entero sin trabajar”.

     La Eucaristía del domingo o de cada día es la Mesa de la comunidad cristiana, donde el Amo de la Viña reúne a sus jornaleros, para que sea posible el trabajo que nos encomienda.

 

                                                                                                          ¡FELIZ DÍA DEL SEÑOR!            


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DOMINGO 25º DEL T. ORDINARIO A

MONICIONES

  

 

PRIMERA LECTURA

       Dispongámonos ahora a escuchar la Palabra de Dios. Nos enseña el Señor, en esta primera lectura, que su manera de pensar y de actuar es distinta de la nuestra. Nos vamos disponiendo así para escuchar el Evangelio. 

 

SALMO

       Como respuesta a la Palabra del Señor, que hemos escuchado, proclamamos, en el salmo, que Dios es clemente y misericordioso. 

 

SEGUNDA LECTURA

       San Pablo, desde la cárcel, presenta a los filipenses la alternativa propia de todo corazón cristiano: sus deseos de morir para estar con Cristo, y sus deseos de vivir para poder seguir anunciándoles el Evangelio. 

 

TERCERA LECTURA

       El Evangelio nos presenta la parábola, preciosa y desconcertante, al mismo tiempo, de los obreros enviados a la viña.

       Aclamemos al Señor, que nos habla, con el canto del aleluya.      

 

COMUNIÓN

       En la Comunión recibimos a Jesucristo, que nos invita a todos a trabajar en su Viña, y que siempre nos alimenta y fortalece, para que no desfallezcamos en nuestra tarea.


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S?bado, 12 de septiembre de 2020

Reflexión a las lecturas del domingo veinticuatro del Tiempo Ordinario A ofrecida por el sacerdote Don Juan Manuel Pérez Piñero bajo el epígrafe "ECOS DEL DÍA DEL SEÑOR"

Domingo 24º del T. Ordinario A

 

A Pedro le costaba perdonar como a nosotros y sabía que los rabinos enseñaban que hay obligación de perdonar hasta cuatro veces, y es  posible que pensara que si él le proponía al Señor perdonar hasta siete veces, llegaría a un “entendimiento” con el Maestro, y podría quedarse tranquilo.

       Pero el Señor le responde que no, que hay que perdonar hasta setenta veces siete, es decir, siempre; que al que no perdona, le va a tocar la suerte del empleado de la parábola; y, además, que el perdón es algo que debe ser fácilmente comprensible para uno que ha sido perdonado por Dios muchas veces y de las más diversas cosas, y le enseña la “lógica del perdón”.

       El rey de la Parábola había perdonado a aquel empleado diez mil talentos, una cantidad muy grande, enorme;  equivalía a sesenta millones de denarios. Y un denario era lo que ganaba un obrero  trabajando un día, de sol a sol. El compañero le debía al empleado cien denarios; era una cantidad un tanto respetable, porque hacían falta cien días de trabajo para ganarlos. Pero ¿qué era eso comparado con los sesenta millones de denarios?

       De este modo el Señor presenta el hecho de no perdonar al hermano, como algo completamente absurdo;  es lo que le dice el rey al empleado: “¡Siervo malvado! Toda aquella cantidad te la perdoné porque me lo pediste ¿No debías tú también tener compasión de tu compañero como yo tuve compasión de ti?”  

       Y concluye la Parábola diciendo: “Lo mismo hará con vosotros mi Padre del Cielo si cada cual no perdona de corazón a su hermano”.

       ¡No basta, pues, con perdonar. Hay que perdonar de corazón!

       El perdón no puede ser algo “estratégico”, algo que tengo  que  hacer si quiero conseguir el perdón de Dios. No; no es así, porque no se trata de hacer “un simulacro” de perdón. El Señor dice que hay que perdonar “de corazón”.

       Además, ¡el perdón es un bien! para el que lo que recibe, que se siente liberado de la ofensa, y también para el que perdona, porque se siente liberado en su corazón. Hay personas que dicen que tienen que perdonar, porque si no “se les crea como un tumor en el corazón”.

       Pero, en la actualidad, esta Parábola está en crisis, porque la mayoría de la gente dice que no tiene pecados. Por tanto, es gente que no se siente perdonada, que no se siente en deuda con el Señor. ¡Es terrible e incomprensible, pero es así!

       En un primer momento, da la impresión de que la Parábola no vale para ellos.  En efecto, si yo no he sido perdonado, no me vale la argumentación de la Parábola. Lo más que podríamos decir es que Dios estaría dispuesto a perdonarnos todo y siempre; y, por tanto, de algún modo, quedaríamos dentro de su espíritu.

       Pero, además, el Papa San Juan Pablo II nos enseñó que la justicia no basta, por sí sola, para regular la vida social. Que hace falta introducir la misericordia y el perdón, como formas más perfectas de justicia. (Dives in M. 12).

       Por poco que reflexionemos, comprendemos enseguida lo importante que es la misericordia  y el perdón en la convivencia de los seres humanos, que  estamos llenos de faltas y limitaciones,  y que, incluso, no siempre hacemos lo que realmente queremos. (Rom 7, 15-25).

       En las enseñanzas sobre la vida de la comunidad cristiana, que escuchamos estos domingos, es lógico, por tanto, que Mateo haya querido introducir estas enseñanzas del Señor sobre el perdón, como una exigencia necesaria para la buena marcha de la comunidad cristiana. ¡Sin perdón y sin misericordia, fracasa toda institución humana!

       ¿Quién no descubre aquí la necesidad de una luz y de una fuerza superiores, para poder realizar todo esto, para poder vivir así?

                                                                                                      ¡FELIZ DÍA DEL SEÑOR!


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DOMINGO 24º DEL TIEMPO ORDINARIO A  

MONICIONES 

 

 

PRIMERA LECTURA

            En la primera lectura, la Palabra de Dios nos enseña lo inútil y absurdo que es tratar de obtener el perdón de Dios, si no perdonamos primero a los hermanos. Escuchemos con atención. 

 

SALMO

            Con las palabras del salmo cantemos ahora a nuestro Dios que nos ama y nos perdona siempre. 

 

SEGUNDA LECTURA

Escuchemos ahora la segunda lectura. Es el último fragmento de la Carta a los Romanos, que hemos venido escuchando hace ya muchos domingos. Es una invitación a vivir toda nuestra existencia, unidos a Jesucristo. 

 

TERCERA LECTURA  

Acojamos ahora las palabras de Jesucristo que nos hablan de la necesidad de perdonar siempre, de perdonar como el Padre del Cielo nos perdona. 

 

COMUNIÓN

            Al acercarnos a recibir al Señor no podemos olvidar que “se trata de una doble comunión: con Cristo y entre nosotros.

            Comulgar es unirnos íntimamente a Jesucristo y a todos los hermanos, que están unidos a Él por la fe y el Bautismo. Por tanto, acercarnos a comulgar exige estar en comunión con todos.

            Pidámosle que nos dé un corazón semejante al suyo.


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Viernes, 04 de septiembre de 2020

Reflexión a las lecturas del domingo veintitrés del Tiempo Ordinario A ofrecida por el sacerdote Don Juan Manuel Pérez Piñero bajo el epígrafe "ECOS DEL DÍA DEL SEÑOR"

Domingo 23º del T. Ordinario A

 

       A primera vista, puede sorprendernos el mensaje de la Palabra de Dios de este domingo: "Si tu hermano peca contra ti,  repréndelo estando los dos a solas. Si te hace caso, has salvado a tu hermano".

       Estamos en una época de mucho individualismo, que hace que, incluso, en la vida cristiana, se pretenda, a veces, ir por libre, sin ninguna relación con los demás. Esto hace también que mucha  gente se sienta autónoma en su vida moral, inaccesible a una pequeña corrección u observación. Y si ésta se produce, no es raro que se reaccione desde un espíritu orgulloso y herido. Y en la vida de cada día, qué difícil se hace hoy hacer una corrección. Eso se le permite sólo al jefe porque es el que paga y el que puede echarnos del trabajo.

     Sin embargo, la vida cristiana no es así. Es vida de familia, de comunidad, una vida de hermanos, que se ayudan mutuamente a seguir a Jesucristo, a amar a los demás y a avanzar por el camino de  la perfección cristiana, de la santidad. Por eso, quedan lejos del espíritu cristiano expresiones como éstas: “No te metas en mi vida”. “¿Y quién eres tú para llamarme la atención?” “¿Por qué no te metes en tus cosas?”.

     Este domingo comienzan en el Evangelio de Mateo unas enseñanzas del Señor sobre la vida de la comunidad. Vamos a escucharlas durante algunos domingos.

     El amor es la señal que nos dejó el Señor de nuestra condición de cristianos (Jn 13, 35); y “amar es cumplir la ley entera”, nos dice hoy S. Pablo en la segunda lectura. Por lo tanto, hemos de preocuparnos de los hermanos que tienen necesidad por cualquier motivo: material o espiritual. Este domingo se nos invita a reflexionar sobre las necesidad espirituales, y se nos habla de un tema muy clásico en las páginas del Evangelio, de la corrección fraterna. Un cristiano no puede permanecer insensible e inactivo ante la situación de un hermano, que vaya equivocado de camino; o que, incluso, pueda perderse para siempre. Y, como el amor tiene que impregnarlo todo en la vida del cristiano, el Evangelio nos enseña a practicar la corrección fraterna con delicadeza, con amor, de modo que “pueda ganarse al hermano”. A veces, preferimos echar en cara a un hermano sus defectos en un momento de enfado, que hacer el ejercicio de corrección fraterna con delicadeza, humildad y amor, como nos dice el Evangelio de hoy.

     Y esa obligación puede ser grave, como nos enseña el Señor en la primera lectura: “Si yo digo al malvado: malvado, eres reo de muerte, pero tú no hablas, para advertir al malvado  que cambie de conducta, él es un malvado y morirá por su culpa, pero a ti te pediré cuenta de su sangre. Pero si tú adviertes al malvado que cambie de conducta, y no lo hace, él morirá por su culpa, pero  tú has salvado la vida”.

     Ese espíritu responsable y fraterno es el  que debe vivirse en la comunidad cristiana; Jesús, el Señor, nos enseña, incluso, lo que debemos hacer cuando el hermano no acepta la corrección.

     Y cada uno de nosotros necesita también de la ayuda de los demás para corregirse de sus faltas y permanecer y avanzar en la vida cristiana. Necesitamos también nosotros la corrección fraterna; más todavía, hemos de preguntarnos con frecuencia: ¿Qué piensan de mí los demás?: mis familiares  y amigos; las personas que tienen más relación conmigo? ¡Este es un buen espejo para mirarnos con frecuencia! Y en la medida que la corrección responda a lo que Dios quiere de nosotros, el objeto de la corrección fraterna puede expresar su voluntad y hemos de recibirla con gratitud, con alegría y con un amor, que corresponde al amor con que el que está hecha.

     El salmo responsorial de este domingo es una síntesis de todo: “Ojalá escuchéis hoy su voz: “No endurezcáis vuestro corazón”.                                    

                                                                                                   ¡FELIZ DÍA DEL SEÑOR!


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DOMINGO 23º DEL TIEMPO ORDINARIO A

MONICIONES 

 

   PRIMERA LECTURA

                Tanto la primera lectura como el Evangelio de hoy, constituyen una llamada a sentirnos responsables de nuestros hermanos, también en su conducta, en su forma de vivir y de proceder. Somos miembros de una misma familia, participamos en un mismo combate, debemos alentarnos y corregirnos mutuamente. 

 

SALMO

                Sintamos, con el salmo, la invitación del Señor a escuchar su voz, también cuando llegue hasta nosotros a través de cualquier hermano, que quiera ayudarnos. 

 

SEGUNDA LECTURA

                "Amar es cumplir la ley entera", nos dirá S. Pablo en la segunda lectura. Escuchemos con atención. 

 

TERCERA LECTURA

                Este domingo el Evangelio comienza a presentarnos una serie de recomen-daciones del Señor, acerca de la vida de la comunidad cristiana.

                Pero antes de escucharlo, aclamemos al Señor con el canto del aleluya. 

 

COMUNIÓN

                                Recibir a Jesucristo en la Comunión, exige de cada uno de nosotros, una preocupación efectiva por la vida de nuestros hermanos y un esfuerzo por ser constructores de comunidades verdaderamente cristianas. Y el Señor nos brinda el alimento y la fuerza de su Cuerpo y de su Sangre para conseguirlo


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Mi?rcoles, 02 de septiembre de 2020

Comentario del Evangelio del domingo, 6 de septiembre de 2020, Domingo XXIII del Tiempo Ordinario, escrito por el padre Antonio Rivero, L.C. Doctor en Teología Espiritual, profesor en el Noviciado de la Legión de Cristo en Monterrey (México) y asistente del Centro Sacerdotal Logos en México y Centroamérica, para la formación de sacerdotes diocesanos. (ZENIT)

DOMINGO XXIII DEL TIEMPO ORDINARIO

Ciclo A

Textos: Jr 33, 7-9; Rm 13, 8-10; Mt 18, 15-20

Idea principal: La corrección fraterna, no como fiscal o espía, sino como hermano que ama, pues sólo quien ama tiene derecho a corregir.

Resumen del mensaje: Hoy Dios nos invita a la corrección fraterna. Somos vigías y centinelas (primera lectura) que debemos avisar si se acerca algún peligro para nuestra salvación y la salvación de nuestros hermanos, pues Dios nos pedirá cuenta de nuestro hermano. Cristo en el discurso comunitario presentado por Mateo nos da las pautas para esta corrección: primero en particular y en privado; después con ayuda de otro hermano como testigo para que el corregido se dé cuenta que la cosa es seria e importante; y si tampoco el corregido hace caso, hay que decirlo a la comunidad eclesial para decirle que ese hermano no quiere pertenecer a la comunidad. Esta corrección fraterna tiene que estar motivada por el amor (segunda lectura), síntesis de toda la ley, y con humildad.

Puntos de la idea principal:

En primer lugar, la corrección fraterna parece una de las constantes de la pedagogía de Dios ya en el Antiguo Testamento. ¡Cuántas veces tuvo Moisés que corregir, en nombre de Dios, a ese pueblo de dura cerviz, y los mismos profetas! Dios “golpea” para que aprendamos (cf. Jr 2, 30; 5, 3; Ez 6, 9), o para purificarnos (cf. Is 1, 24), o para expiar nuestras culpas (cf. Mi 7, 9). ¡Feliz el hombre a quien corrige Dios! (cf. Job 5, 17). Dios al que ama, reprende (cf. Deut 8, 5; Prov 3, 11). El mismo Dios pide corregir al prójimo (cf. Lev 19, 17).

En segundo lugar, la corrección fraterna la ejercitó Jesús con sus apóstoles, con los jefes religiosos y políticos de su tiempo, y con la turba. Jesús corrige a sus discípulos sus miras raquíticas, horizontalistas, demasiado humanas y ambiciosas. Jesús corrige la hipocresía de los jefes religiosos, y por querer manipular a Dios. Jesús corrige los desmanes, injusticias y abusos y corrupción de los jefes políticos y les dice que la autoridad es servicio y no dominio. Jesús corrige de la turba su inconstancia, sus caprichos, sus intereses egoístas; muchos le siguen para arrancar curaciones y pan, sin las debidas disposiciones de fe y confianza en Él. Jesús corrige porque ama y porque quiere la salvación de todos.

Finalmente, también nosotros deberíamos poner en práctica esta corrección fraterna. Amar al prójimo no es siempre sinónimo de callar o dejarle que siga por malos caminos, si en conciencia estamos convencidos de que es este el caso. Amar al hermano no sólo es acogerle o ayudarle en su necesidad o tolerar sus faltas; también, a veces, es saberle decir una palabra de amonestación y corrección para que no empeore en alguno de sus caminos. Al que corre peligro de extraviarse, o ya se ha extraviado, no se le puede dejar solo. Si tu hermano peca, no dejes de amarle: ayúdale. Corrección fraterna, primero en nuestra familia, corrigiendo al esposo o esposa, a los hijos, puntos objetivos que tienen que superar. Después, entre nuestros amigos, si nos consta que caminan por malos caminos. Más tarde, en nuestros trabajos, si vemos que hay corrupción, malversación de fondos o engaños. El obispo o el párroco deben ejercer su guía pastoral en la diócesis o parroquia, respectivamente. Y lógicamente también en nuestros grupos y comunidades eclesiales y parroquiales, para que no nos corroan la envidia, la murmuración y las ambiciones. “Cuando alguno incurra en alguna falta, vosotros, los espirituales, corregidle con espíritu de mansedumbre, y cuídate de ti mismo, pues también tú puede ser tentado” (Gal 6, 1).

Para reflexionar: abramos hoy las siete cartas del ángel a las siete iglesias del Apocalipsis, en las que, con las alabanzas y ánimos, se mezclan también palabras muy expresivas de corrección y acusación de parte de Dios. En la regla de san Benito se dice: “El abad se preocupará con toda solicitud de los hermanos culpables, porque no necesitan médico los sanos, sino los enfermos. Por tanto, como un médico perspicaz, recurrirá a todos los medios; como quien aplica cataplasmas, esto es, enviándole monjes ancianos y prudentes, quienes como a escondidas consuelen al hermano vacilante y le muevan a una humilde satisfacción, animándole para que la excesiva tristeza no le haga naufragar, sino que, como dice también el apóstol, la caridad se intensifique y oren todos por él” (n. 27).

Para rezarSeñor, corrígeme con cariño y ternura. Señor, que sepa corregir a mis hermanos con recta intención y por amor. Señor, doy permiso a mis hermanos para que me corrijan lo que en mí vean torcido y no acorde a tu evangelio. Amén.

Para cualquier duda, pregunta o sugerencia, aquí tienen el email del padre Antonio, [email protected] 


Publicado por verdenaranja @ 11:32  | Espiritualidad
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