Viernes, 23 de octubre de 2020

Reflexión a las lecturas del domingo treinta del Tiempo ordinario A ofrecida por el sacerdote Don Juan Manuel Perez Piñero bajo el epíografe "ECOS DEL DÍA DEL SEÑOR"

Domingo 30º del T. Ordinario

 

       Sigue la oposición, la conspiración…, contra Jesucristo, y, en este contexto, las preguntas capciosas “para ponerlo a prueba”. El Evangelio de hoy nos dice que los fariseos se enteraron que Jesús había dejado callados a los saduceos en la cuestión de la mujer de los siete maridos, el tema de la resurrección de los muertos (Mt 22, 23-33). Entonces, preparan su estratagema para demostrarles a los saduceos que ellos sí que eran capaces de dejar callado al Maestro  de Nazaret: “se reunieron en un lugar y uno de ellos, un doctor de la Ley, le preguntó para ponerlo a prueba: Maestro, ¿cuál es el mandamiento principal de la Ley?”

       ¡A primera vista, no comprendemos la dificultad! Esta pregunta es muy fácil para nosotros. La conocemos desde pequeños. Sin embargo, en la época de Jesús,  la cuestión era realmente difícil: los rabinos contaban hasta 613 preceptos en la Ley y en sus interpretaciones; y discutían acaloradamente en las escuelas rabínicas, acerca del mandamiento principal de la Ley. Por tanto, para Jesús, señalar ese precepto era muy arriesgado. Realmente, era una pregunta “para ponerlo a prueba”. Sin embargo, Él, Maestro supremo de todos, les dice: “Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente. Este mandamiento es el principal y primero. El segundo es semejante a él: amarás a tu prójimo como a ti mismo. En estos dos mandamientos se sostienen la Ley entera y los Profetas.”

       ¡Asombroso! Cristo no sólo les señala cuál es el mandamiento principal y primero, sino que también les dice cuál es el segundo, en orden de importancia, y, además, que estos dos mandamientos resumen la Ley entera y los Profetas, es decir, todo el Antiguo Testamento.

       Pero no podemos olvidar que Jesucristo está respondiendo a unos judíos, y acerca de la Ley de Moisés. Por eso dice: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”. Para los cristianos es diferente: Tenemos que amar al prójimo “como Jesucristo nos amó”. Así nos lo enseñó Él. (Jn 13, 34).

       Además no es cualquier tipo de amor a Dios y al prójimo; hay que amar a Dios con todo el corazón, con toda el alma, con todo el ser, y, al prójimo no sólo como a nosotros mismos, que sería bastante, sino como Cristo nos amó.

       Y si esto es así, ya conocemos lo más importante, lo fundamental, el núcleo de nuestra vida cristiana:  el amor. ¡Nuestra  tarea es amar! Se ha dicho que lo importante en la vida no es hacer cosas grandes y valiosas, sino el amor que ponemos en lo que hacemos, sea grande o pequeño. Por eso no es raro que el Papa Benedicto XVI centrara el programa de  su Pontificado en el amor; de ahí su Encíclica primera: “Deus Charitas est”. Dios es Amor.

       Recordemos el gran descubrimiento de Santa Teresa del Niño Jesús: “Oh Jesús, amor mío, por fin he encontrado mi vocación: mi vocación es el amor. Sí, he hallado mi propio lugar en la Iglesia… En el corazón de la Iglesia, que es mi madre, yo seré el amor; de este modo lo seré todo, y mi deseo se verá colmado.”

       Además, como siempre, para los cristianos, Jesucristo es el modelo perfectísimo  de todo y también del verdadero amor. ¡Nadie ha amado al Padre y a los hermanos como Él!

       Y  ¿no es el amor el que pone a la Iglesia cada día en “pie de misión”? ¿No es el amor el que tiene que impulsar nuestra tarea cristiana en casa, en la parroquia o donde nos encontremos?

       Por tanto, en nuestra formación cristiana nuestra asignatura principal es el amor. ¡Y, además, se necesita hacer prácticas, como en algunas especialidades!

       Y sin esto no somos nada, no vale nada de lo que hacemos, aunque tengamos cargos importantes en la misma Iglesia (1 Co 13, 1-3).

       Dios, que es amor infunde en nuestros corazones, por el Espíritu Santo, el amor verdadero, por eso, ¡sin una vida espiritual intensa todo esto es imposible!

                                                                                                                  ¡FELIZ DÍA DEL SEÑOR!


Publicado por verdenaranja @ 17:22  | Espiritualidad
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