Mi?rcoles, 30 de diciembre de 2020

Reflexión sobre la liturgia dominical de la Solemnidad de Santa María Madre de Dios, el próximo viernes 1 de enero de 2020, escrito por el padre Antonio Rivero L.C.

COMENTARIO A LA LITURGIA DOMINICAL

Solemnidad de Santa María, Madre de Dios

Ciclo B

Textos: Nm 6, 22-27; Gal 4, 4-7: Lc 2, 16-21

Idea principal: Hoy celebramos la solemnidad de Santa María, Madre de Dios y el día internacional de la paz.

Síntesis del mensaje:  Fue el Papa Pablo VI quien trasladó al día 1 de enero la fiesta de la Maternidad divina de María, que antes caía el 11 de octubre. En efecto, antes de la reforma litúrgica realizada después del concilio Vaticano II, en el primer día del año se celebraba la memoria de la circuncisión de Jesús en el octavo día después de su nacimiento —como signo de sumisión a la ley, su inserción oficial en el pueblo elegido— y el domingo siguiente se celebraba la fiesta del nombre de Jesús.

Puntos de la idea principal:

En primer lugar, en este primer día del año ponemos a Santa María como intercesora, para que nos consiga la paz que necesitamos. Es el primer día del año y se lo dedicamos a Ella, a la Madre de Dios, a la Reina de la Paz, para que bendiga también todos nuestros esfuerzos y deseos de paz. La escena del Evangelio también nos trae sentimientos de paz.

Volvemos a Belén, al pesebre, a contemplar “a María, a José, y al niño acostado en el pesebre”. Nos unimos a los pastores en este momento de adoración, contemplando esta escena, sintiéndonos parte de ella, como aquella gente sencilla que supo ver en aquel niño a todo un Dios que venía a nacer entre nosotros.

También damos gloria a Dios, como los pastores, por haberle descubierto en nuestras vidas, por haber dejado que Dios nazca, un año más, en nuestros corazones. Ese niño llena nuestros corazones y nuestras vidas de paz, de su paz. “La paz os dejo, mi paz os doy”. Una paz verdadera y para siempre, a pesar de la pandemia que trata de arrebatarnos esta paz que nos trajo el Niño Dios. No lo permitamos.

 En segundo lugar, pedimos en este día que el Señor se fije en nosotros y nos conceda la paz. Es esta una oración que hacía todo buen israelita, y es una oración y un deseo que debemos hacer hoy nuestro todas las personas de buena voluntad.

Queremos que el Señor conceda la paz, su paz, a todos nuestros familiares y amigos, y a todas las personas que quieran recibirla, al mundo entero. Hoy es la jornada mundial de la paz. ¡La paz de Dios! El salmo 84 nos dice que la justicia y la paz se abrazan, se besan.

Queremos una paz que sea fruto de la justicia, no una paz impuesta violentamente por la fuerza de las armas o por la fuerza del dinero. No queremos la paz de personas que viven aplastadas por el poder político, social y económico.

No queremos la paz de los cementerios. Queremos la paz de los cuerpos y de las almas, la paz material y la paz espiritual. Sabemos que esta paz de Dios no la podemos conseguir plenamente mientras vivamos en esta tierra, pero debemos aspirar cada día a acercarnos un poco más a ella.

Tampoco la vamos a conseguir con nuestras solas fuerzas humanas, necesitamos la ayuda de Dios. Por eso, vamos a pedirle hoy a Dios que, por intercesión de su madre, Santa María, se fije en nosotros y nos conceda la paz.

Finalmente, este es un día para dar gracias a Dios. Gracias por todo lo que hemos vivido en este año que terminamos y que ha sido duro y difícil por el coronavirus, gracias por lo que viviremos en el año que comienza, gracias por todo lo nuevo que aparece en nuestra vida.

Le pedimos a Dios que todos los buenos deseos que tenemos y que nos decimos en el Nuevo Año sepamos hacerlos realidad. Hacemos nuestro propósito de favorecer todo lo que ayude a que haya más felicidad para todos, amigos y desconocidos. Este es nuestro deseo: “Paz y bien para todos”.

Para reflexionar: ¿Cómo inicio el nuevo año: con esperanza y fe? ¿Con alegría y optimismo? ¿Dispuesto a generar la paz en mi familia y por donde vaya?

Para rezar: Porque Jesús, fue nacido de mujer, amamos y veneramos el nombre de esa mujer: María. Porque María es espejo de la humanidad redimida, bendecimos y suspiramos, en este Año Nuevo, a la nueva Eva, a Aquella que nos ha dado tanto: a Jesús.

Para ser Madre de Dios y Madre nuestra, no dejó atrás su pobreza ni su sencillez, su obediencia y su ser maternal. ¡Bendecimos tu docilidad, María! Porque María, meditaba las cosas sagradas en lo más hondo de su corazón, bendecimos su memoria, su espíritu y su fe. ¡Bendita Tú, María! Porque María, como el sol que amanece ilumina los rincones más oscuros de nuestra casa.

Cualquier sugerencia o duda pueden comunicarse con el padre Antonio a este email: [email protected]


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S?bado, 26 de diciembre de 2020

Reflexión a las lecturas de la Solemnidad de la Natividad del Señor ofrecida por el sacerdote Don Juan Manuel Pérez Piñero bajo el epígrafe "ECOS DEL DÍA DEL SEÑOR".

La Natividad del Señor

 

El problema que tenemos en la Navidad de este año es que hay mucha gente que dice que no la va a celebrar porque no está el ambiente, la casa y la sociedad para fiestas.

Y es que llaman fiestas a eso que celebramos en los pueblos: con ventorrillos, bailes, fuegos y todo. Pero eso no es la Navidad.

Como decíamos el domingo pasado la Navidad nos trae la alegría de un gran acontecimiento de salvación y tenemos que celebrarlo con solemnidad y júbilo desbordante.

Me parece que si la cosa es así, nunca hemos necesitado tanto la Navidad como este año.

Ella nos trae el nacimiento del Salvador y sus primeras manifestaciones hasta llegar a la fiesta de su Bautismo, cuando va a comenzar su Vida Pública. Un largo espacio de la vida del Señor.

Y si Dios viene como Salvador, ¿qué será lo que no podrá salvar? ¿Y quién puede decir que no necesita la visita del Salvador? Pero en concreto: en su iglesia, en su casa y en su corazón.

Además esto que celebramos no es algo que pasó hace mucho tiempo, y que nosotros recordamos ahora para hacer fiesta y pasarlo bien. Esta es una realidad que, de algún modo, se hace presente, para que podemos ponernos en contacto con ella, y llenarnos de la gracia de la salvación, es decir, de los dones, de las gracias, que nos trae. Es lo que nos enseña el Vaticano II.

Por eso, me gusta mucho cantar el salmo responsorial de la Misa de la Noche, en que proclamamos con una inmensa alegría: “Hoy nos ha nacido un Salvador, el Mesías, el Señor”.

¡Es el hoy de la Liturgia! Y me gusta mucho contemplar así la Liturgia de la Iglesia.

Y esto llega a su punto culminante cuando celebramos la Cena del Señor, la Santa Misa, y se hace presente su Pasión, Muerte y Resurrección, como si estuviera sucediendo de nuevo. ¡Qué impresionante!

Y la salvación que Cristo nos trae a Belén consiste en dos cosas fundamentales: la liberación del pecado, del mal y de la muerte, y la sobreabundancia de dones, de bienes, hasta el punto de hacernos hijos de Dios; y si hijos, herederos, que dice San Pablo.

Cuando esto se piensa y se contempla despacio, entonces sí que entendemos la Navidad, si que queremos con toda el alma, que llegue la Navidad y que “nos toque” a todos como la lotería.                                    

¡Incluso, estos días, nos felicitamos unos a otros por la “suerte” que hemos tenido!

Y si en casa lo estamos pasando mal, lo que necesitamos es que venga, que llegue el Señor.

¡Para eso nos hemos venido preparando en el Adviento!

Y si en casa ha muerto alguien, entonces todo se llena de la luz de la Navidad, que nos dice, que nos grita, que gracias a ella, la muerte ya cambió de sentido, es el nacimiento para el Cielo. No podemos olvidar que el día siguiente de la gran fiesta, celebramos el martirio de San Esteban, el primer cristiano que vio que su muerte se convertía en Cielo. 

Y es que confundimos a la Navidad con sus acompañantes tradicionales: comidas, regalos, felicitaciones y mucho jaleo, pero, cada año, nos falla alguno de esos acompañantes, pero nunca falla la Navidad. ¡Igual nos pasó en la Semana Santa!

Llevamos mucho tiempo con un único tema de referencia en los medios: cuántos se pueden reunir en la cena familiar, como si eso fuera el único que nos tiene que preocupar.

Los cristianos sabemos celebrar la Navidad con cena y sin cena. Lo fundamental es que viene el Señor y que quiere nacer en nosotros, quedarse con nosotros. Y eso solo es la Navidad, con los acompañantes o sin ellos.

Cuando me pasaba la Navidad como capellán del Hospital no tenía esos acompañantes, pero la celebraba lo mejor que podía y sabía, con los enfermos y sus familiares y con el personal de guardia. Y no pasaba nada. Y, al día siguiente, celebrábamos con toda solemnidad  la Santa Misa, presidida por el Obispo y televisada para todas las habitaciones.

Y para muchos, allí, en el hospital, no podía haber Navidad, vaya que si la había. Teníamos al Señor con nosotros y a un personal excelente de guardia, que cuidaba a los enfermos.

Por eso, con los acompañantes tradicionales o sin ellos, ¡FELIZ NAVIDAD!


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Reflexión a las lecturas de la Solemnidad de La Sagrada Familia ofrecida por el sacerdote Don Juan Manuel Pérez Piñero bajo el epígrafe "ECOS DEL DÍA DEL SEÑOR"     

La Sagrada Familia

 

Con todo lo que se habla hoy de la familia y con todo lo que ha cambiado la relación matrimonial con las nuevas formas de convivencia, etc. a todos nos gustaría hablar de la familia ideal. Que alguien, con autoridad y con experiencia contrastada, nos dijera cómo tendría que ser la familia en la Iglesia y en el mundo de hoy, pero en concreto.

En un tiempo relativamente corto, los cambios han sido verdaderamente vertiginosos. En lo que se refiere, por ejemplo, a la vida de los novios ha cambiado tanto todo, que me parece que estoy en otro país, incluso, en otra Iglesia.

Ante toda esta realidad verdaderamente dramática, celebramos hoy la Fiesta de la Sagrada Familia y le decimos al Señor en la oración de la Misa: que ha propuesto a la Sagrada Familia como maravilloso ejemplo.

Dios es el que más sabe de familia porque es el que la ha creado. ¿Y quién entenderá más de una cosa que el que la ha diseñado, la ha creado?

Y continuamos diciendo: concédenos con bondad que, imitando sus virtudes domésticas y su unión en el amor, lleguemos a gozar de los premios eternos en el hogar del cielo. ¡Impresionante!

Traduciendo el mensaje tendríamos que decir que en la plenitud de los tiempos, Dios Padre colocó en la historia una familia para enseñarnos cómo tiene que ser la familia.

Siempre suelo decir que el secreto de la Sagrada Familia está en que Jesús, el Señor, vivía en medio de ella, formando parte de ella, y también en el corazón de la Virgen María y de San José.

Eso es lo fundamental de la Sagrada Familia; y sin eso, las cosas no pueden ir bien en una familia por pura lógica: “Los que se alejan de ti se pierden” leemos en el salmo 72,27 Y hoy se pierden muchas cosas y muchas personas porque nos hemos empeñado en vivir sin Dios, en expulsar a Dios de todo.

Sin Él somos tan pobres que basta un virus, que ni se ve, para descontrolarlo todo.

Y la presencia y la acción de Dios se garantiza en el matrimonio por medio de un sacramento, que, como sabemos, actúa con eficacia, por su propio poder, pero que exige respuesta: una decisión formada, una preparación seria y la recepción del mismo. Y luego, un estilo de vida acorde con esa realidad; si no el matrimonio, con sacramento y todo, se va también a pique.

Cuando estaba en el Seminario Mayor, se me ocurrió leer el Concilio de Trento (S. XVI); y aquello me resultó muy interesante. Y recuerdo que los padres conciliares se temían que muchos no aceptaran los principios de la religión cristiana por razón de su ignorancia. Se me quedó grabada la expresión latina: “damnetur ne ignorata” que quiere decir: “no sea que, ignorada, sea despreciada”. Y ese es, según mi parecer, el drama, la tragedia, de la familia hoy. La doctrina del matrimonio cristiano es muy grande y valiosa, pero la gente, en general, la ignora por completo.

¿Y quién se va a creer, por ejemplo, que unos novios que se acercan a la Iglesia a casarse y no han hecho sino la Primera Comunión, tienen suficiente preparación para algo tan grande y tan complejo como el matrimonio, con una convivencia de un fin de semana? Y, a veces, ni eso. Dicen que algunas parejas toman la relación como un juego, ¿pero como llamarían vds lo que se hace en la Iglesia? Y eso, desde hace mucho tiempo.

¡Pues si las cosas por aquí andan así,  entonces se entiende todo con mucha facilidad!

La Conferencia Episcopal ha determinado que los novios deben prepararse durante dos años como para los demás sacramentos; en algunas diócesis de la Península enseguida se llenó el cupo, ¡pero aquí, como estamos tan lejos, las noticias tardan en llegar! A ver si cuando pase el virus…

Y si las cosas en la Iglesia se hacen así, no podemos tirar  piedras contra nadie, sino asumir, con humildad y propósito de la enmienda, nuestra propia responsabilidad.

Por eso me llevo tan bien con las parejas de hecho, enseguida nos entendemos y terminamos haciéndonos amigos, y ellos, a veces, manifestando su deseo de casarse por la Iglesia y me dicen: “pero todavía no”. Y está claro que todavía no. Hay que prepararse bien porque es un sacramento y yo, por lo menos, todavía no he perdido la fe.                              

                                                                                                   ¡FELIZ DÍA DEL SEÑOR!


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DOMINGO SAGRADA FAMILIA     

MONICIONES

  

 

PRIMERA LECTURA

En la lectura que ahora escucharemos, la Palabra de Dios recoge la antigua sabiduría popular acerca de la vida de familia. Se trata de un canto y una exhortación a cumplir el cuarto Mandamiento de la Ley de Dios

  

SALMO

             El salmo nos recuerda que el secreto del éxito y del bienestar en la vida familiar reside en vivir unidos al Señor y cumplir sus mandatos. 

 

SEGUNDA LECTURA

            Las actitudes de los cristianos, en sus relaciones con los demás, es preciso vivirlas, de una manera especial, en la familia. S. Pablo nos ayuda hoy a concretarlas. 

 

TERCERA LECTURA

            La protección de Dios Padre se extiende sobre la familia de Jesús, a pesar de que no siempre le libera de las dificultades. Todo se va entretejiendo bajo la Providencia divina y se va cumpliendo lo que habían anunciado los profetas, como subraya S. Mateo.

            Pero, antes de escuchar el Evangelio, aclamemos al Señor con el canto del aleluya. 

 

COMUNIÓN

            En la Comunión recibimos a Jesucristo, el Hijo de María, concebido por obra del Espíritu Santo, y a quien llamaban el hijo del carpintero. Que Él nos ayude a ser en medio de nuestras familias y en medio de la Iglesia, la familia de los hijos de Dios, constructores de paz, concordia, progreso y alegría.


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Reflexión sobre la liturgia dominical de la Sagrada Familia, el próximo domingo 27 de diciembre de 2020, escrito por el padre Antonio Rivero L.C y titulado “La Sagrada Familia de Nazaret es modelo, aliento y fuerza para nuestras familias todas”.

Domingo dentro de la Octava de Navidad

Ciclo B

Textos: Eclo 3, 3-7.14-17; Col 3, 12-21; Lc 2, 20-40

Idea principal: La Sagrada Familia de Nazaret es modelo, aliento y fuerza para nuestras familias todas.

Síntesis del mensaje: Esta fiesta es reciente y fue establecida hace poco más de un siglo por el Papa León XIII para dar a las familias cristianas un modelo evangélico de vida, virtudes domésticas y de unión en el amor, para que después de las pruebas de esta vida puedan gozar en el cielo de la eterna compañía de Dios y de la Sagrada Familia de Nazaret.

Puntos de la idea principal:

En primer lugar, todos sabemos de los grandes peligros que hoy sufren algunas de nuestras familias, y que puso en evidencia el sínodo extraordinario de la familia en octubre de 2014: familias fragmentadas, heridas, rotas, en necesidades de pobreza, de miseria y de angustia.

Dificultades internas y externas. Preocupaciones de tipo laboral y económico; visiones distintas en la educación de los hijos, provenientes de diferentes modelos educativos de los padres; los reducidos tiempos para el diálogo y el descanso.

A esto se añaden factores disgregadores como la separación y el divorcio, y el preocupante crecimiento de la práctica abortiva. El mismo egoísmo puede llevar a la falsa visión de considerar los hijos como objetos de propiedad de los padres, que se pueden fabricar según sus deseos.

Violencia, abusos, alcohol, drogas, pornografía y otras formas de dependencia sexual.  Y también esas situaciones pastorales difíciles: las uniones libres o en segundas nupcias sin haber recibido el sacramento del matrimonio. ¿Qué hacer ante estos desafíos?

En segundo lugar, hoy tenemos que mirar el modelo de la Sagrada Familia para que nos digan el secreto para formar una familia ideal y podamos lanzar luz a esos desafíos. Cuando Pablo VI estuvo en Nazaret sacó unas notas o lecciones de la Sagrada Familia de Nazaret, a modo de fotografía.

“Primero, lección de silencio. Renazca en nosotros la valorización del silencio, de esta estupenda e indispensable condición del espíritu; en nosotros, aturdidos por tantos ruidos, tantos estrépitos, tantas voces de nuestra ruidosa e hipersensibilizada vida moderna. Silencio de Nazaret, enséñanos el recogimiento, la interioridad, la aptitud de prestar oídos a las buenas inspiraciones y palabras de los verdaderos maestros; enséñanos la necesidad y el valor de la preparación, del estudio, de la meditación, de la vida personal e interior, de la oración que Dios sólo ve secretamente. Segundo, lección de vida doméstica. Enseñe Nazaret lo que es la familia, su comunión de amor, su sencilla y austera belleza, su carácter sagrado e inviolable; enseñe lo dulce e insustituible que es su pedagogía; enseñe lo fundamental e insuperable de su sociología. Y tercero, lección de trabajo. ¡Oh Nazaret, oh casa del “Hijo del Carpintero”, cómo querríamos comprender y celebrar aquí la ley severa, y redentora de la fatiga humana; recomponer aquí la conciencia de la dignidad del trabajo; recordar aquí cómo el trabajo no puede ser fin en sí mismo y cómo, cuanto más libre y alto sea, tanto lo serán, además del valor económico, los valores que tiene como fin; saludar aquí a los trabajadores de todo el mundo y señalarles su gran colega, su hermano divino, el Profeta de toda justicia para ellos, Jesucristo Nuestro Señor!”. (Homilía de Pablo VI, 5 de enero de 1964 en Nazaret).

Finalmente, debemos volver una y otra vez al plan originario de Dios para la familia. Es cierto que Dios comenzó su plan arrancando a Abraham del seno de su familia, pero al mismo tiempo le hizo la promesa de un descendiente, de un heredero, Cristo, en torno al cual se formaría la familia perfecta.

Y cuando con brazo poderoso sacó a los judíos del Egipto lo hizo para constituirlos en pueblo, en familia de Dios. Siguiendo la misma línea, Dios constituyó luego la Iglesia –nuevo Israel- al modo de una familia, con un Padre común.

Somos de la familia de Jesús. Y en esta familia perfecta está el padre, la madre y los hijos. San Pablo en la segunda lectura de hoy nos da la clave para edificar esta familia de Jesús con un único cemento: el amor mutuo, hecho humildad, afabilidad, paciencia, perdón, paz, gratitud, oración, respeto, obediencia. El padre es la cabeza, la madre es el corazón y los hijos son la corona de esos padres.

Para reflexionar: ¿Qué es lo que más me impresiona de la Sagrada Familia de Nazaret? ¿Qué es lo que con más urgencia nuestras familias deberían aprender de la Sagrada Familia de Jesús, José y María? ¿Cómo debería comportarse la Iglesia con esas familias que están pasando por graves dificultades.

Para rezar: Sagrada Familia de Nazaret: enséñanos el recogimiento, la interioridad; danos la disposición de escuchar las buenas inspiraciones y las palabras de los verdaderos maestros. Enséñanos la necesidad del trabajo de reparación, del estudio, de la vida interior personal, de la oración, que sólo Dios ve en lo secreto; enséñanos lo que es la familia, su comunión de amor, su belleza simple y austera, su carácter sagrado e inviolable. Amén.

Cualquier sugerencia o duda pueden comunicarse con el padre Antonio a este email: [email protected]


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Mi?rcoles, 23 de diciembre de 2020

Reflexión sobre la liturgia dominical de la Natividad del Señor, el próximo jueves 24 de diciembre de 2020, escrito por el padre Antonio Rivero L.C y titulado “Las paradojas de Dios en esta Nochebuena”.

COMENTARIO A LA LITURGIA DOMINICAL

Nochebuena

Ciclo B

Textos: Is 9, 1-3, 5-6; Tit 2, 11-14; Lc 2, 1-14

Idea principal: Las paradojas de Dios en esta Nochebuena.

Síntesis del mensaje: Dios hecho hombre. El Eterno descendió al tiempo. El Inabarcable e Infinito cabe en los brazos de María. La Palabra del Padre en silencio. El Inmensamente Rico recostado en un pesebre y envuelto en unos pañales.

El Alimentador del género humano pendiente del pecho de María para no morir. El Fuego ardiente de caridad tiritando de frío en esa noche helada de invierno. El Deseado de las naciones rechazado; y como no había lugar para él en el mesón de este mundo humano, tuvo que nacer en una cueva de animales.

Puntos de la idea principal:

En primer lugar, ¿por qué y para qué de esta paradoja? Porque se cumplió el tiempo, el “kairós” pensado por Dios desde toda la eternidad para reconquistar al hombre caído y hacerle entrar en la luz (primera lectura).

Y todo por pura benignidad de Dios, para convertirnos en pueblo suyo (segunda lectura), para devolverle su gloria y traer la paz tan deseada a toda la humanidad (evangelio). Paz con esa densidad bíblica: bienestar, prosperidad, desarrollo, alegría, justicia.

Paz que es armonía entre hombre y hombre; entre hombre y cosmos; entre hombre y Dios. La paz es la definición misma de Cristo, “Príncipe de la paz”. Paz es vida, amor, salvación, donación. “No apaguemos la llama ardiente de esta paz encendida por Cristo” (François Mauriac).

En segundo lugar, ¿cómo fue esta paradoja? En la sencillez de los personajes: una doncella humilde y pura; un casto varón, justo y sin dinero; y un niño indefenso toda candor y ternura; unos pastores pobres sin poder, sin influencias ni títulos, que vivían a la intemperie y en vida seminómada.

En la sencillez del lugar: no en la Jerusalén prestigiosa y religiosa, sino en la pequeña ciudad de Belén, lugar del pan; ese pan tierno de Jesús que necesitará cocerse durante esos años de vida oculta y pública, hasta llegar al horno del Cenáculo y Calvario; y llegará a nosotros misteriosamente en cada misa.

En la sencillez de la cueva miserable de animales porque los humanos no le dieron posada. En la sencillez de la noche, sin estruendos de cohetes, bengalas y fuegos artificiales.

Finalmente, ¿a cambio de qué esta paradoja? De que nuestros ojos le miren con ternura y le sonrían, y así de nuestros ojos caigan las escamas de nuestras miopías. De que nuestros labios le besen y queden así purificados, libres de mentiras y palabras indecentes.

De que nuestros brazos le acojan, y queden bien fortalecidos para sostener al caído en el camino. De que nuestras manos le acaricien y se abran a la generosidad con los que sufren y estén necesitados. De que nuestras rodillas se doblen y le adoren en la oración como Dios y Señor. De que nuestro corazón sea un dulce mesón donde invitar a Jesús.

Para reflexionar: Con san León Magno reflexionemos: “No puede haber lugar para la tristeza, cuando nace aquella vida que viene a destruir el temor de la muerte y a darnos la esperanza de una eternidad dichosa.

Que nadie se considere excluido de esta alegría, pues el motivo de este gozo es común para todos; nuestro Señor, en efecto, vencedor del pecador y de la muerte, así como no encontró a nadie libre de culpa, así ha venido para salvarnos a todos.

Alégrese, pues, el justo, porque se acerca a la recompensa; regocíjese el pecado, porque se le brinda el perdón; anímese el pagano, porque es llamado a la vida” (Sermón I sobre la Natividad, 1-3).

Para rezar: Terminemos con esta oración:

“Niño del pesebre, pequeño Niño Dios, hermano de los hombres. El alma se me llena de ternura y el corazón de dicha, cuando te veo así, pequeño, pobre y humilde, débil e indefenso, recostado en las pajas del pesebre.

Enséñame, Jesús, a apreciar lo que vale tu dulce Encarnación. Ayúdame a comprender el profundo sentido de tu presencia entre nosotros. Haz que mi corazón sienta la grandeza de tu generosidad, la profundidad de tu humildad, la maravilla de tu bondad y de tu amor salvador. No te pido entender las paradojas de Belén sino de saborearlas con el corazón extasiado en fe y gratitud”.

Cualquier sugerencia o duda pueden comunicarse con el padre Antonio a este email: [email protected]


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Reflexión sobre la liturgia dominical de la Navidad, el próximo viernes 25 de diciembre de 2020, escrito por el padre Antonio Rivero L.C y titulado “El Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros”.

Navidad

Ciclo B

Textos: Is 52, 7-10; Heb 1, 1-6; Jn 1, 1-18

Idea principal: El motivo profundo de nuestra alegría está aquí: El Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros.

Síntesis del mensaje: Navidad es el cumplimiento del viejo sueño de Dios: convivir con el hombre. Ya desde el Paraíso, cuando el Señor visitaba a nuestros primeros padres al caer de la tarde, así como en la tienda de reunión durante la travesía del desierto.

Y luego en el Templo de Jerusalén, lugar privilegiado de la presencia de Dios en medio de su pueblo. Siempre es el mismo intento: habitar entre los hombres. Y ahora ello llega a su plenitud: Dios planta su tienda en la historia. Es Emmanuel, es decir, Dios con nosotros. ¡Alegrémonos, porque hoy es Navidad!

Puntos de la idea principal:

En primer lugar, por muy preocupados que estemos por los problemas de la vida – ¡que los hay! -, y por negro que veamos el panorama social o eclesial -¡que ahí está y nos amenaza!-… escuchemos la voz de la Iglesia mensajera que anuncia esta gran noticia en la santa misa: Dios ha visitado a su pueblo y nos trae su consuelo y su paz (1ª lectura).

Una paz sin límites, hecha de justicia y derecho. ¡Alegrémonos, porque hoy es Navidad, y con la Navidad recuperamos el sentido de la vida y la fuerza para afrontar esos problemas de la vida diaria, familiar y laboral, porque Dios en Cristo camina a nuestro lado, que para eso se hizo hombre! ¡Contagiemos el espíritu de la Navidad!

En segundo lugar, por muchas palabras que escuchemos de sirenas engañadoras que nos silban prometiéndonos la liberación material, el éxito fácil, la supresión del dolor y angustias, o palabras tentadoras del enemigo de nuestra alma para que claudiquemos en nuestra fe y confianza en Dios al ver tantos desmanes y desastres naturales y humanos, como la pandemia…

Dios Padre hoy pronunció su última y definitiva Palabra que es su Hijo. Y esa Palabra encarnada nos ha purificado de nuestros pecados y nos ha liberado de nuestras ataduras, muriendo voluntariamente por nosotros, revistiéndonos de la filiación divina (evangelio) para que llevemos una vida digna y noble (2ª lectura).

¡Alegrémonos, porque hoy es Navidad, y con la Navidad renace la esperanza que no defrauda y nos salva! ¡Contagiemos el espíritu de la Navidad!

Finalmente, por muchas y espesas tinieblas que nos quieren envolver por doquier –ideologías de cuño liberal, marxista, hedonista y pragmático- , hoy una Luz nos brilló (evangelio), y gracias a esta Luz podemos ver todo desde una nueva perspectiva, la perspectiva de la eternidad: las sanas y humanas alegrías, y también las tristezas y dolores; los éxitos conquistados a pulso y honestidad, y también los fracasos injustos; los trabajos bien remunerados, y también los despidos; la salud rebosante y la enfermedad que nos carcome; los momentos de plenitud radiante y los instantes de dudas y perplejidades; la aceptación entre nuestros amigos y familiares, y también el desengaño y olvido en que nos tienen prostrados.

Todo desde la luz de Belén se ilumina, se esclarece, recobra sentido. ¿Por qué? Porque el Hijo de Dios se hizo hombre para experimentar en su propia carne y redimir todas estas situaciones humanas. ¡Alegrémonos, porque hoy es Navidad, y con la Navidad renace la fe que disipa toda tiniebla del corazón y de la mente! ¡Contagiemos el espíritu de la Navidad!

Para reflexionar: ¿Vivo los siete días de la semana, las cuatro semanas del mes y los doce meses del año el espíritu de la Navidad: alegría, paz, victoria, liberación, justicia, filiación divina? ¿Quién quiere robarme el espíritu de la Navidad? ¿Este mundo anticristiano, el demonio tentador o mis pasiones bajas? ¿Qué le pediré hoy al Niño Dios que nace en Belén? ¿Y qué le ofreceré yo a cambio? ¿Contagio el espíritu de la Navidad?

Para rezar: Con toda la Iglesia recemos el gran pregón de Navidad y llenémonos de alegría profunda: “Os anunciamos, hermanos y hermanas, una buena noticia, / una gran alegría para todo el pueblo. / Escuchadla con corazón gozoso: / Habían pasado miles y miles de años / desde que, al principio, Dios creó el cielo y la tierra / e hizo al hombre y a la mujer a su imagen y semejanza. / Miles y miles de años habían transcurrido / desde que cesó el diluvio / y el Altísimo hizo resplandecer el arco iris, / signo de alianza y de paz. / En el año 752 de la fundación de Roma; / en el año 42 del imperio de Octavio Augusto, / mientras sobre toda la tierra reinaba la paz, / en la sexta edad del mundo, / hace años, / en Belén de Judá, pueblo humilde de Israel, / ocupado entonces por los romanos, / en un pesebre, porque no tenían sitio en la posada, / de Santa María la Virgen, esposa de José, / de la casa y familia de David, / nació Jesús, llamado Mesías y Cristo, / que es el Salvador que el pueblo esperaba. / Alegraos, hermanos. / Esta es la buena noticia del ángel: / «Os ha nacido un Salvador: el Mesías, el Señor».

 Termino con estos pensamientos de un sacerdote español, Javier Leoz:

«¿QUE NO HABRÁ NAVIDAD?”

 ¡Claro que sí!

Más SILENCIOSA y con más PROFUNDIDAD

Más parecida a la primera en la que Jesús nació en soledad

Sin muchas luces en la tierra

pero con la de la estrella de Belén

destellando RUTAS de VIDA en su INMENSIDAD

Sin cortejos reales colosales

pero con la HUMILDAD de sentirnos

pastores y ZAGALES buscando la VERDAD.

Sin grandes mesas y con amargas ausencias

pero con la PRESENCIA de un Dios que todo lo llenará

¿QUE NO HABRÁ NAVIDAD?

¡Claro que sí!

Sin las calles a rebosar

pero con el corazón ENARDECIDO

por el que está por llegar

Sin ruidos ni verbenas,

reclamos ni estampidas…

pero viviendo el Misterio sin MIEDO

 al «covid-herodes» que pretende

quitarnos hasta el SUEÑO de ESPERAR.

Habrá Navidad porque DIOS está de nuestro lado y comparte, como Cristo lo hizo en un pesebre, nuestra POBREZA, prueba, llanto, angustia y orfandad.

Habrá Navidad porque necesitamos

una LUZ divina en medio de tanta oscuridad.

Covid19 nunca podrá llegar al corazón ni al alma de los que en el cielo ponen su esperanza y su alto ideal

¡HABRÁ NAVIDAD!

¡CANTAREMOS VILLANCICOS!

¡DIOS NACERÁ Y NOS TRAERÁ LIBERTAD!»

(Javier Leoz).

Javier es sacerdote navarrico y el papa Francisco le llamó el otro día para FELICITARLE por este texto, tan bonito, con tanta hondura y que nos señala la próxima y ya cercana NAVIDAD. Yo pienso como decía aquella oración… que cada vez que una MAMÁ trae un NIÑO a la tierra, es Navidad.

Cada vez que un HOMBRE tira su ARMA al suelo y da una OPORTUNIDAD al diálogo, es Navidad.  Cada vez que una MUJER no se calla y denuncia los MALOS TRATOS, es Navidad. Cada vez, en fin, que un sacerdote dice las PALABRAS SAGRADAS y Cristo viene a la tierra es Navidad.

Feliz Navidad CADA DÍA del año… De ti depende que hoy sea Navidad en tu vida, porque la Navidad es un ESTADO del ALMA.

Cualquier sugerencia o duda pueden comunicarse con el padre Antonio a este email: [email protected]


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Viernes, 11 de diciembre de 2020

Reflexión a las lecturas del domingo tercero de Adviento B ofrecida por el sacerdote Don Juan Manuel Pérez Piñero bajo el epígrafe "ECOS DEL DÍA DEL SEÑOR

 Domingo 3º de Adviento B      

           

   El domingo 3º de Adviento se conoce, desde antiguo, con el nombre de “Domingo Gaudete”;  éste es un término latino que significa “alegraos”.

   Las Navidades son unas fiestas muy alegres. Y ya sabemos que en las Navidades hay muchos motivos de alegría: la familia que se reúne, las comidas, las felicitaciones, los adornos navideños, los regalos, los villancicos… ¡Todas esas cosas contribuyen a crear un ambiente, un clima, de alegría y de fiesta! ¡Y todo ello, de un modo u otro, lo tendremos también este año, a pesar de este la terrible epidemia que nos ha tocado!

   Pero a nosotros, los cristianos, nos interesa señalar  cuál es “el motivo” de la alegría de la Navidad. Nos la señala la oración colecta de este día: “Concédenos llegar a la alegría de tan gran acontecimiento de salvación y celebrarlo siempre con solemnidad y júbilo desbordante”.

   Hay, por tanto, un motivo de gozo característico de estas fiestas: “un acontecimiento de salvación” tan grande que nos mueve al “júbilo desbordante”. Lo demás son manifestaciones de esa alegría, como ya sabemos. ¡Ojalá que lo experimentemos así!

   S. Pablo, en la segunda lectura, nos invita a la alegría: “Estad siempre alegres”.  A pesar de las crisis, de un tipo o de otro, a pesar de esta pandemia tan dramática, a pesar de todo, siempre hay motivos para alegría!

   Cuando el pueblo de Israel estaba desterrado en Babilonia,  el profeta Isaías se les presenta como mensajero de una buena noticia de salvación que alegra su corazón oprimido. Lo escuchamos en la primera lectura. El salmo responsorial recoge el Cántico de júbilo de la Virgen María en casa de su prima Isabel; y todos vamos repitiendo: “Me alegro con mi Dios”.

   Y, por último, en el Evangelio,  contemplamos a Juan el Bautista, que dice que el Mesías ha llegado, que está ya en medio de su pueblo; y él “es la voz” que prepara el camino. Por eso, este domingo él es para nosotros el mensajero de la verdadera alegría de la Navidad: la llegada del Salvador, ardientemente esperado. Lo contemplaremos hecho Niño, que nace muy pobre en las afueras de Belén, pero que es nuestra mayor riqueza. ¡Sin Él no somos ni valemos nada! ¡Es lo que nos grita con fuerza esta gran epidemia!

   Y llegamos a felicitarnos unos a otros por “la suerte” que hemos tenido, por “la lotería”, que nos ha tocado, por “la liberación” tan grande que nos ha traído el Señor. ¡Las felicitaciones, por tanto, no deben ser una costumbre más o “una rutina.” Tienen un enorme sentido!

   Vemos, por tanto, que el motivo de la alegría de la Navidad no radica en cuestiones de tipo material o, simplemente, humano.  Se trata de un motivo de orden espiritual y sobrenatural, que, como decía antes, se expresa a través de nuestras manifestaciones tradicionales, pero que nadie ni nada nos puede arrebatar. ¡Ni la muerte, que es para nosotros nuestro nacimiento para el Cielo!

   ¡Pero como no tengamos cuidado, nos quedamos sin  la verdadera alegría de la Navidad!

   El Bautista habla de que el Mesías es uno “que no conocéis”. Por eso es lógico que muchos nos alegremos intensamente en la Navidad por la presencia del Señor que viene como Salvador, y otros digan que las Navidades son unas fiestas muy tristes y más este año.

   Y tenemos que decirlo de un modo más concreto: si no hemos descubierto a Jesucristo ni la salvación que nos trae, ¿de qué vamos a alegrarnos en las fiestas que se acercan?

   ¿Y cómo se van a alegrar, de corazón, estos días, los que sustituyen el Misterio asombroso de la Navidad por unas simples fiestas sin contenido? Se habla, incluso, de “una Navidad sin Niño”.

   De ahí la necesidad del Adviento, que nos ayuda a reflexionar sobre todas estas cosas!

   ¡Sin Adviento verdadero no habrá una Navidad auténtica!

   Y hay otra alegría muy propia de la Navidad, que este año nos apremia: ¡la alegría de dar, de compartir, a ejemplo del Padre del Cielo que nos lo ha dado todo, incluso a su Hijo!    

                                                                             

                                                                                                     ¡FELIZ DÍA DEL SEÑOR!


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DOMINGO III DE ADVIENTO B

MONICIONES 

 

PRIMERA LECTURA

                Las lecturas de hoy son, todas ellas, una invitación a la alegría por la salvación que se acerca. El Espíritu del Señor que invade al profeta, descenderá también sobre Jesús, el Señor, como proclamará enla Sinagogade Nazaret.                Jesucristo es “el Ungido por el Espíritu Santo”, es decir, el Mesías, que viene a proclamar la buena noticia de la salvación. 

SALMO

                Las palabras de júbilo del profeta resuenan en el cántico de la Virgen María, que ocupa el lugar del salmo, y que ahora nosotros proclamamos con alegría. 

SEGUNDA LECTURA

                S. Pablo nos invita a vivir siempre alegres y a llevar una verdadera conducta cristiana, mientras esperamos la Segunda Venida del Señor.        

 

TERCERA LECTURA

                “En medio de vosotros hay uno que no conocéis”, nos dirá Juan el Bautista, en el Evangelio que vamos a escuchar. Que avancemos en su conocimiento y en su amor para vivir en la auténtica alegría de la Navidad. 

COMUNIÓN

                Al acércanos a Jesucristo en la Comunión, pidámosle que nos ayude a avanzar en su conocimiento y a valorar la salvación que nos ofrece, para que podamos experimentar y proclamar la verdadera alegría de la las fiestas, que se acercan. 

 


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Reflexión sobre el Evangelio del domingo 13 de diciembre de 2020, tercer domingo de Adviento, escrita por el padre Antonio Rivero L.C Doctor en Teología Espiritual, profesor de Humanidades Clásicas en el Centro de Noviciado y Humanidades y Ciencias de la Legión de Cristo en Monterrey (México). (ZENIT)

Domingo 3 de Adviento

Ciclo B

Textos: Is 61, 1-2.10-11; 1 Tes 5, 16-24; Jn 1, 6-8.19-28

 Idea principal: ¡Alegraos! La verdadera alegría en la vida es Jesús que con su nacimiento viene a disipar las tinieblas del pecado y envolvernos en su luz maravillosa.

Síntesis del mensaje: a este domingo la Iglesia lo llama “Domingo Gaudéte”, es decir, domingo del “Alegraos”. Recibe ese nombre por la primera palabra en latín de la antífona de entrada, que dice: Gaudéte in Domino semper: íterum dico, gaudéte (“Estad siempre alegres en el Señor, os lo repito, estad alegres” Filipenses 4, 4.5). Las tinieblas que cubrían el Antiguo Testamento comenzaron a disiparse con la luz –tenue aún- de los profetas. Luego brilló la antorcha precursora –Juan-. Hasta que finalmente amaneció Cristo, Sol nacido de lo alto para iluminar a los que estaban sentados en las tinieblas de la muerte. La primitiva Iglesia nutrió su piedad en esta idea de Cristo-Luz. Y dicha piedad cristalizó en una fórmula del Concilio de Nicea inserta en el Credo: “Creo en un solo Señor Jesucristo…, Dios de Dios, Luz de Luz”. Y con su Luz vino la alegría (segunda lectura, evangelio).

Puntos de la idea principal:

En primer lugaralegrémonos, porque se acerca nuestro Salvador y Libertador. ¿De qué nos salva? (1ª lectura). De las cadenas y grilletes a los que tal vez nuestra alma está atada y por eso no es libre para relacionarse en la oración humilde con ese Dios de la Salvación. De los miedos que nos paralizan y no nos dejan descubrir que ese Salvador es Padre y Amigo y Compañero de camino hacia la eternidad. De las tristezas que nos ahogan, que nos impiden sonreír al experimentar la ternura de ese Dios Libertador que viene con los despojos de su victoria en la mano después de una lucha terrible contra el enemigo de nuestra alma. De las falsas expectativas, ilusiones y guiños que nos hace este mundo y nuestros sueños fatuos, que nos pintan el seguimiento de Cristo como un camino de rosas, de éxitos y reconocimientos, cuando en realidad sabemos que debemos seguirle por un sendero de cruz, de esfuerzo, pero con Él a nuestro lado. De todo eso viene a salvarnos: de las falsas ideologías, de esperanzas disfrazadas, de sistemas socio-económicos esclavizantes e inhumanos, de nuestros ridículos e devoradores egoísmos, vanidades y ambiciones. Salvación completa, de cuerpo y alma y espíritu (segunda lectura).

En segundo lugaralegrémonos porque vuelve a nacer el Sol de justicia que lanza su luz sobre nuestro mundo, también en estos momentos de coronavirus. ¿A dónde quiere llegar con su luz? A nuestra Iglesia en esta hora aciaga, pero al mismo tiempo entusiasmante y desafiadora, de su historia para que siga guardando con celo y cariño el depósito de la fe sin permitir elixires dulces o brebajes extraños. A nuestro mundo que se ufana de sus conquistas científicas, al margen de Dios e incluso en contra de Dios; y lo único que está pretendiendo es ser luciérnaga para sí mismo. A nuestras familias hoy bombardeadas y cuyos escombros no nos permiten ver la belleza de esta iglesia doméstica. A nuestros jóvenes que se preparan para un matrimonio fiel y feliz, para que tengan la luz y el discernimiento para dar ese paso noble en el proyecto de vida matrimonial según los designios de Dios. A nuestros seminaristas y sacerdotes para que descubren o redescubran la hermosura de la vocación de entrega alegre y gozosa al Señor en el celibato por el Reino de los cielos, y no busquen otras compensaciones mundanas o álibis, que nunca les harán felices por llevar una vida doble y no acorde a su consagración a Dios en santidad de vida. A nuestros ancianos, para que la Luz de Cristo les llene de esperanza y consuelo en esta etapa dorada de su existencia y puedan vislumbrar la eternidad en el ocaso de su vida. A nuestros hermanos más pobres y desfavorecidos, para que esa Luz de Cristo entre en los corazones de todos los que puedan socorrerles material, espiritual, moral y psicológicamente. A nuestros hermanos enfermos, para que encuentren en Cristo la fuerza para sobrellevar y soportar sus dolores. Y, en fin, la luz de Cristo quiere llegar a todos: niños, artistas, comunicadores, literatos; al igual que el sol manda sus rayos a todos, así Cristo. Sólo quien no abre la ventana quedará en la oscuridad.

 Finalmente, alegrémonos porque la Palabra de Dios se encarna y acampará entre nosotros. ¿Qué nos dirá esa Palabra? Dios es Amor y Padre. Bienaventurados los pobres, los mansos, los sufridos, los que tienen hambre y sed de la Voluntad de Dios, los puros, los misericordiosos, los pacificadores, los perseguidos. “Amaos unos a otros como Yo os he amado”, repartiendo el pan con el necesitado, enjugando las lágrimas del que llora, consolando al triste, animando al desalentado y perdonando al enemigo.

Para reflexionar: ¿Vivo alegre en mi vida cristiana? ¿Quién es la fuente de mi alegría? ¿He abierto de par en par las puertas de mi existencia a la luz de Cristo o tengo algunas ventanas cerradas donde no ha entrado todavía esta luz de Cristo? ¿Cuáles: afectividad, voluntad, sentimientos, éxitos, fracasos…?

Para rezar: Señor, lléname de tu alegría y de tu luz. Señor, que sea portador a mi alrededor de tu alegría y de tu luz. Que mi alegría sea honda y profunda, fundamentada en Ti.

Cualquier sugerencia o duda pueden comunicarse con el padre Antonio a este email: [email protected]


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Viernes, 04 de diciembre de 2020

Reflexión a las lecturas del domingo segundo de Adviento B ofrecida por el sacerdote Don Juan Manuel Pérez Piñero bajo el epígrafe "ECOS DEL DIA DEL SEÑOR"

 Domingo 2º de Adviento B

 

  Hay un villancico que dice: “¡El Niño Dios ha nacido en Belén! Aleluya. Aleluya. ¡Quiere nacer en nosotros también! Aleluya. Aleluya”.

  Este es el objetivo de este Tiempo de Adviento y de la misma Navidad. El Concilio  Vaticano II nos enseña que el Año Litúrgico realiza una obra maravillosa: los que no vivíamos cuando sucedían los distintos acontecimientos, que ahora celebramos, podemos ponernos, de algún modo, en contacto con ellos, y llenarnos de la gracia de la salvación (S. C. 102). Es lo que se llama “el hoy de la Liturgia”. 

  Esta doctrina es muy importante. ¡Es un auténtico descubrimiento! A veces pensamos: “Si yo hubiera estado aquella noche en Belén…” “Y si hubiese sido uno de aquellos pastorcitos…” ¡Pues eso, de algún modo, es posible! ¡Lo podemos conseguir ahora, dentro de unas semanas!

Y, porque tiene sus dificultades para conseguirlo, nos dedicamos unas cuatro semanas a intentarlo, mientras decimos: “El Señor va a venir; “el Señor va a nacer”; “¡Ven Señor, no tardes…!”  

  Ya sabemos que, durante las primeras semanas de Adviento, nos preparamos para la Navidad, recordando y celebrando la esperanza de la Vuelta Gloriosa del Señor, de la que nos habla hoy San Pedro en la segunda lectura.

  Y en este tiempo surgen, en medio de nuestras celebraciones, unos personajes que nos ayudan en esta tarea: uno de ellos es el profeta Isaías, “el profeta de la esperanza”. Él anuncia la gran noticia de que el pueblo de Israel, desterrado en Babilonia, va a ser liberado, y hace falta preparar los caminos, que podrían estar intransitables, para que el pueblo de Dios pudiera llegar a su patria. (1ª lect.)

  Este domingo centramos nuestra mirada en otro personaje del Adviento. Se trata de Juan el Bautista, que viene a preparar los caminos, como anunciaba el profeta. Y ya sabemos que, entonces como ahora, no se trata de preparar unos caminos materiales, sino los caminos, tantas veces difíciles e interceptados, de nuestro interior, de nuestro corazón. De este modo  podremos alcanzar nuestro objetivo: el encuentro con el Señor, su nacimiento espiritual en nosotros, la renovación de nuestra vida, y el don de “la alegría espiritual”, en medio de una sociedad triste, desencantada, en crisis y, además, desgarrada y agobiada por esta terrible pandemia.

  S. Marcos subraya que el Bautista predicaba también con su ejemplo de vida, íntegra y austera, en el cumplimiento estricto de su misión. ¡Qué importante es siempre el testimonio de vida!

  ¡Y cómo reacciona aquella gente a la voz del Bautista! Nos dice el Evangelio que “acudía  a él toda la región de Judea y toda la gente de Jerusalén. Él los bautizaba en el río Jordán y confesaban sus pecados”. Constatamos aquí como eso de confesar los pecados es algo muy antiguo. Para los cristianos es uno de los momentos –no el único- del Sacramento de la Reconciliación. Este tiempo intenso de preparación debería tener su punto culminante en la celebración de este sacramento, especialmente, unos días antes de la Navidad, para hacer posible y real la llegada del Señor a nosotros, su nacimiento en cada uno de nosotros, y para recibirle mejor.

  La solemnidad de la Inmaculada que celebraremos el martes, nos recordará cómo preparó el Padre del Cielo a la Virgen María para que fuera una digna morada de su Hijo, haciéndola, desde el momento de su concepción, limpia del pecado original y llena de gracia.

  ¡Todo va en la misma dirección! ¡Y qué importante es descubrir o redescubrir este sentido, un tanto desconocido u olvidado, de la Navidad!

  La oración colecta de la Misa de hoy  sigue también en ese mismo sentido. Dice: “Dios todopoderoso, rico en misericordia, no permitas que, cuando salimos animosos al encuentro de tu Hijo, lo impidan los afanes terrenales, para que, aprendiendo la sabiduría celestial, podamos participar plenamente de su vida”.  

  ¡Esto es la Navidad!

  Que María, la Inmaculada, la figura más importante del Adviento nos ayude a conseguirlo.                 

                                                                                             

                                                                                              ¡FELIZ DÍA DEL SEÑOR!


Publicado por verdenaranja @ 11:55  | Espiritualidad
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II DOMINGO DE ADVIENTO B

MONICIONES

 

 

PRIMERA LECTURA

                El pueblo de Israel vive desterrado en Babilonia. Y anda desconcertado, sin ánimo ante el futuro. El profeta les habla de esperanza. Escuchemos con atención sus palabras y sintámosla como dirigidas a nosotros.

 

SALMO

                Como el pueblo de Israel, liberado del destierro, los cristianos creemos en la salvación, que Cristo nos ha traído y nos trae constantemente; pero anhelamos la salvación plena, total, que llegará a su punto culminante el Día de su Venida Gloriosa. 

 

SEGUNDA LECTURA

                San Pedro nos habla de la Venida gloriosa del Señor y de la repercusión que este hecho debe tener en nuestra vida. Su intención no es hacer afirmaciones científicas sobre el fin del universo, sino transmitirnos unas enseñanzas religiosas con el ropaje literario propio de la época. 

 

TERCERA LECTURA

                San Marcos comienza su Evangelio presentándonos a Juan el Bautista, el pregonero de la venida del Mesías, según nos había anunciado la profecía de Isaías.

                Aclamemos a Cristo, el Señor, que viene, cantando el aleluya.

 

COMUNIÓN

                Enla Comuniónnos encontramos con Jesucristo, el Mesías, que ha venido, que vendrá, que está, aunque invisible, en medio de nosotros.

                Que Él nos ayude a preparar nuestro corazón y nuestra vida para que eliminemos los obstáculos que impiden que Él llegue con mayor plenitud, a cada uno de nosotros.


Publicado por verdenaranja @ 11:51  | Liturgia
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Comentario del Evangelio del del domingo 6 de diciembre de 2020, 2º domingo de Adviento, escrito por el padre Antonio Rivero L.C.  Doctor en Teología Espiritual, profesor en el Noviciado de la Legión de Cristo en Monterrey (México) y asistente del Centro Sacerdotal Logos en México y Centroamérica, para la formación de sacerdotes diocesanos. DICIEMBRE 01, 2020 (ZENIT)

“Adviento, tiempo para convertirnos y purificarnos”

Ciclo B

Textos: Is 40, 1-5.9-11; 2 Pe 3, 8-14; Mc 1, 1-8

Idea principal: Juan Bautista es ejemplo de lo que él predica a todos nosotros y a toda la Iglesia: “Arrepentíos, haced penitencia y preparad los senderos para el Señor”.

Síntesis del mensaje: el domingo pasado Dios nos pedía estar alertas y velar. Hoy a través del profeta Isaías (1ª lectura) y Juan Bautista nos urge a preparar el camino de nuestro corazón para recibir a Cristo (evangelio). Esto supone una lucha contra el pecado y un inmenso trabajo por la santidad para llevar una vida sin mancha ni reproche (2ª lectura). San Juan Bautista al hablar así tan fuerte y convencido sacudió las columnas de la religión y los corazones de los hombres, y los nuestros. Entonces, los hombres y mujeres le abrían las cuentas corrientes de sus vidas – ¿y nosotros? -, los sacerdotes de Jerusalén le abrieron un expediente -¿también nosotros?-, el rey Herodes le abrió las puertas de la mazmorra de Maqueronte y, a petición de una corista, le cortó la cabeza para no escuchar esos gritos ensordecedores, ¡ojalá que nunca nosotros!-. Cayó eliminado como un profeta.

Puntos de la idea principal:

En primer lugar, no podemos negar que este san Juan Bautista, que cada año nos sale al paso en el Adviento, es un “tipo raro” a los ojos de este mundo placentero, consumista, vividor y ambiciosamente competitivo. Vestía áspero como un camello, comía saltamontes a la parrilla del sol y miel silvestre, bebía agua del río, vivía soltero conventual y amanecía como le cogía la noche: rostro a tierra y en oración. Radical él. Y durante el día, a gritar para preparar los caminos al Señor. Sí, los caminos de la conciencia, para destiznarla de tanto hollín acumulado por el pecado. Sí, los caminos de la mente, para que se abra a los criterios de Dios, y no vaya por ahí destilando ideas liberales y opuestas a su Palabra salvífica en el campo de la moral familiar, sexual y doctrinal que rozan a ambigüedad, cuando no a herejía. Sí, los caminos de la afectividad, para que esa fuerza poderosa que tenemos ame a Dios sobre todas las cosas y al prójimo, por encima del egoísmo, los apegos y los cacareos turbios. Sí, los caminos de la voluntad, para que siempre elija en la libertad y amor lo que Dios pide para nuestra felicidad temporal y salvación eterna, aunque exija sacrificio, renuncia y tascar el freno al capricho y veleidad. ¡Gracias, Juan Bautista, por recordarnos esto en este tiempo de Adviento, aunque tu voz nos moleste y aturda!

En segundo lugar, aunque este Juan Bautista es en cierto sentido un “tipo raro”, sin embargo, a los ojos de Cristo es amigo del Esposo y un grande profeta porque durante su corta vida sólo habló de las tres cosas que preocupan a los hombres y mujeres de todos los siglos, razas, culturas, religiones, continentes: primero, que somos malos; segundo, que tenemos que ser buenos; y tercero, que debemos reconciliarnos con Dios. ¡Poca cosa! ¿Predicamos los laicos, los curas, obispos y Papa estas verdades? Tres verdades: pecado, arrepentimiento y reconciliación. A esas dianas tiraba Juan Bautista la flecha. ¿A todos alcanzó el tiro certero de su flecha?

 Finalmente, si hoy volviera este Juan Bautista con esos pelos, esa palabra afilada y esa vida, ¿no sería anacrónico? ¿Sería bien recibido, cuando no le interesa el dinero, ni el bienestar ni la comodidad ni el placer ni…? No tengo la menor duda de que, si hoy volviera y sentara cátedra de espartano por las orillas de cualquier río lugareño o rascacielos americano…sería un electroimán: a él marcharíamos todos. Porque bien miradas las cosas, si algo buscan los hombres hoy es la autenticidad y él fue auténtico; bravura, y él fue bravo; toque divino y él era un tocado de Dios; visionario de trascendencias divinas y él lo era. O tal vez me equivoco.

Para reflexionar: ¿Me reconozco pecador? ¿Estoy arrepentido de mis pecados de pensamiento, de palabra, de obra, de omisión…de mi niñez, adolescencia, juventud, edad madura y vejez…de mis pecados ocultos y desconocidos? ¿Acudiré en este Adviento al sacramento de la reconciliación para encontrarme con ese Padre lleno de misericordia y ternura para que me perdone, me purifique y así poder llegar lo menos indignamente preparado para la santa Navidad?

Para rezar: Señor, reconozco tu infinita misericordia. Señor, reconozco mis inmensos pecados y te pido que los perdones a través de tu ministro sagrado, empapándome con la sangre de tu Hijo Jesucristo. Sólo así, Señor, tendré mis caminos preparados para cuando tú vengas en esta Navidad y pueda yo abrirte mi puerta y puedas tú cenar conmigo y yo contigo.

Cualquier sugerencia o duda pueden comunicarse con el padre Antonio a este email: [email protected]

Publicado por verdenaranja @ 11:42  | Espiritualidad
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El cardenal Felipe Arizmendi Esquivel, obispo emérito de San Cristóbal de Las Casas, y responsable de la Doctrina de la Fe en la Conferencia del Episcopado Mexicano, ofrece su reflexión semanal, titulada “El camino es Jesús”. DICIEMBRE 02, 2020 (zenit)

El prelado fue creado purpurado el pasado sábado, 28 de noviembre de 2020, en el Consistorio de Cardenales convocado por el Santo Padre y tomó posesión del título de San Luis María Grignion de Montfort al día siguiente.

VER

En la vida hay muchos caminos, y Dios nos hizo libres para escoger el nuestro.

Una periodista de una televisora francesa me preguntó qué opinaba de que me califican como avanzado en cuestiones sociales, pero conservador en lo moral. Mi respuesta inmediata, sin pensarla demasiado, fue que me siento feliz de ser conservador, que así he decidido ser y así quiero seguir siendo: conservador de los valores del Evangelio. Estoy convencido de que esos valores son los que pueden salvar al mundo de sus pandemias sociales, morales, políticas, económicas, ecológicas e incluso religiosas.

Hace ya casi 41 años, escribí mi testamento, que no tiene que ver con cosas materiales que pueda dejar, pues he decidido no tener casa ni otras propiedades, más que mi vehículo, mi computadora, algunos libros y mi ropa personal. En mi testamento, quiero compartir mi experiencia de vida, que resumí de esta manera:

“Estando próximo a cumplir cuarenta años y sabiendo que el Señor en cualquier momento me puede decir ‘Ven’, quiero expresar lo siguiente: ¡¡¡ VALE LA PENA HACERLE CASO AL SEÑOR!!! Lo que Él nos dice y el camino que Él nos propone es el medio más seguro para ser feliz, para ser alguien, para que la vida tenga sentido.

De esto me he convencido por experiencia de mi propia vida. Y como he tenido oportunidad de conocer a mucha gente en un nivel muy profundo, puedo decir con toda seguridad que, mientras alguien no se decida a hacerle caso al Señor, mientras no acepte practicar su Palabra, nunca va a encontrar la paz interior total, nunca va a ser plenamente feliz, por más cosas, dinero o experiencias sensibles que pueda tener.

Personalmente, me siento lleno de vida, salud, paz, esperanza y seguridad; me considero muy fecundo y realizado…Y todo esto que considero haber logrado y que me hace profundamente feliz, me lo explico no porque yo sea muy capaz o muy inteligente, sino porque el Señor ha estado conmigo y porque he procurado hacerle caso al camino que Él me ha enseñado.

 la vez, puedo decir que cuando me he dejado llevar por el medio ambiente o por mis propias inclinaciones, y no he vivido conforme a su Palabra, me he sentido triste, solo, angustiado, con temor y sin paz interior. Pero Él me comprende más que yo a mí mismo; me da nuevas fuerzas y, con Él, voy luchando y triunfando.

Por experiencia de mi vida, puedo asegurar que VALE LA PENA HACERLE CASO AL SEÑOR.

Cómo quisiera que todo el mundo conociera a Jesús, que hiciera la experiencia de dejarse conducir por El… Toda su vida cambiaría. Y para quien no me crea, sólo le sugeriría que hiciera la prueba. Este es el principal mensaje que quisiera dejar… Pido perdón a todos y que el Señor se apiade de mí”.

Esto lo ratifiqué el 1 de mayo de 2004, y lo sigo ratificando hasta el presente. Por ello, en mi escudo episcopal puse esta frase: ¡Cristo, único camino! Es mi convicción más profunda.

PENSAR

El Papa Francisco, en la homilía del 28 de noviembre, cuando nos creó cardenales de la Iglesia, nos dijo algo muy claro, que ojalá todos tuviéramos en cuenta:

“El camino es el lugar donde se realiza la escena que describe el evangelista Marcos (10, 32-45). Y es el lugar donde se desarrolla siempre la trayectoria de la Iglesia: el camino de la vida, de la historia, que es historia de salvación en la medida en que se hace con Cristo, orientado a su Misterio pascual. Jerusalén siempre está ante nosotros. La cruz y la resurrección pertenecen a nuestra historia, son nuestro presente, pero también son la meta de nuestro camino. Él mismo es este camino. «Yo soy el camino» (Jn 14,6). Este camino, y ningún otro”.

Al recordarnos la petición de los apóstoles Juan y Santiago: «Concédenos sentarnos en tu gloria uno a tu derecha y otro a tu izquierda», el Papa nos expresó: “Este es otro camino. No es el camino de Jesús, es otro. Es el camino de quien, quizás, sin ni siquiera darse cuenta, “usa” al Señor para promoverse a sí mismo; de quien —como dice san Pablo— busca su propio interés, no el de Cristo (cf. Flp 2,21).

Todos nosotros queremos a Jesús, todos deseamos seguirlo, pero tenemos que estar siempre vigilantes para permanecer en su camino. Porque con los pies, con el cuerpo podemos estar con Él, pero nuestro corazón puede estar lejos y llevarnos fuera del camino. Pensemos en los muchos tipos de corrupción en la vida sacerdotal. Así, por ejemplo, el rojo púrpura del hábito cardenalicio, que es el color de la sangre, se puede convertir, por el espíritu mundano, en el de una distinción eminente. Y tú ya no serás el pastor cercano al pueblo, sentirás que eres sólo “la eminencia”. Cuando sientas esto, estarás fuera del camino.

También nosotros, Papa y cardenales, tenemos que reflejarnos siempre en esta Palabra de verdad. Es una espada afilada, nos corta, es dolorosa, pero al mismo tiempo nos cura, nos libera, nos convierte. Conversión es justamente esto: desde fuera del camino, volver al camino de Dios. Que el Espíritu Santo nos conceda, hoy y siempre, esta gracia”.

ACTUAR

Decidámonos a seguir siempre el camino de Jesús, que no es el camino del mundo. Que el Espíritu Santo nos asista.


Publicado por verdenaranja @ 11:32  | Hablan los obispos
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