Reflexión a las lecturas del domingo segundo de Cuaresma B oferecida por el sacerdote Don Juan Manuel Pérez Piñero bajo el epígrafe "ECOS DEL DÍA DEL SEÑOR"
Domingo 2º de Cuaresma B
El anuncio de la Pasión y Muerte del Señor desencadenó en los discípulos una profunda crisis, que iba a llegar a su punto culminante en aquellos días memorables, en los que aquel anuncio se hace realidad.
Ellos tropezaron, como nosotros tantas veces, con la cuestión del sufrimiento: ¿Por qué Jesús, el Maestro, en quien tenían puesta toda su confianza, y por quien lo habían dejado todo, tenía que sufrir y morir para después resucitar? El hecho de que el Mesías tuviera que ser desechado y morir era algo inaceptable, impensable, para cualquier israelita de la época.
Entonces Jesús lleva a los tres predilectos, Pedro, Santiago y Juan, a lo alto de una montaña, y se transfigura delante de ellos; es decir, les muestra algo de la gloria que escondía su humanidad, porque la condición humana de Cristo, revela su grandeza divina, pero también la oculta. S. Marcos nos dice que “sus vestidos se volvieron de un blanco deslumbrador, como no puede dejarlos ningún batanero del mundo”.
En mis tiempos de Párroco de El Batán me resultaba simpático leer este texto allí, en aquella querida comunidad.
¿Y por qué aparecen en la escena Moisés y Elías conversando con Él? Lucas dice que “hablaban de su muerte que se iba a consumar en Jerusalén” (Lc 9, 31).
El Prefacio de la Misa de este domingo, dice que Jesús “después de anunciar su muerte a los discípulos, les mostró en el monte santo, el esplendor de su gloria, para testimoniar, de acuerdo con la Ley y los profetas, que la Pasión es el camino de la Resurrección”. En efecto, Moisés representa a la Ley, y Elías, a los profetas. Por eso se dice, “de acuerdo con la Ley y los Profetas…” Es decir, con todo el Antiguo Testamento.
El día de la Resurrección, por la tarde, Jesús reprocha a los dos discípulos que caminan hacia Emaús: “¿No sabíais que el Mesías tenía que padecer esto para entrar en su gloria? Y comenzando por Moisés y siguiendo por los profetas les enseñó lo que se refería a Él en toda la Escritura” (Lc 24, 26-28).
Los discípulos descubren, en lo alto de la montaña, que aquel que va a padecer, morir y resucitar “según las Escrituras”, no es un hombre como los demás; algo había en Él más grande, más extraordinario. Y, por si fuera poco, se oye, desde la nube, la voz del Padre que les dice: “Éste es mi Hijo amado; escuchadlo”.
Los discípulos se abren al misterio pero, entonces, no entendían nada y “discutían qué querría decir aquello de resucitar de entre los muertos”. Pero todo esto dejó una huella profunda en el corazón de aquellos predilectos, que no olvidarán nunca aquel acontecimiento. S. Pedro, por ejemplo, en su segunda carta, escribe: "Cuando os dimos a conocer el poder y la última venida de nuestro Señor Jesucristo, no nos fundábamos en fábulas fantásticas, sino que habíamos sido testigos oculares de su grandeza. Él recibió de Dios Padre honra y gloria, cuando la sublime Gloria le trajo aquella voz: "Este es mi Hijo amado, mi predilecto”. Esta voz, traída del Cielo, la oímos nosotros en la montaña sagrada. Esto confirma la palabra de los profetas..."(2 Pe 1, 16-20).
¡Cuantas cosas aprendemos aquí! Pero, hay más. ¿Por qué en este segundo domingo de Cuaresma se nos presentan estos textos y no otros, que tal vez, pudieran parecer, a primera vista, más adecuados? ¿Por qué cada año, se pone delante de nosotros, en el segundo domingo de Cuaresma, esta escena de la vida del Señor?
Porque a nosotros los cristianos, en el tiempo de Cuaresma, se nos van presentando, poco a poco, día a día, en toda su crudeza, las exigencias de la vida cristiana, y, como los discípulos, podemos entrar, también nosotros, en una especie crisis espiritual. Y entonces, necesitamos subir a lo alto de la montaña para acoger, una vez más, el mensaje de la Transfiguración, de modo que bajemos del Tabor con una energía y una ilusión nuevas, para continuar el camino hacia la Pascua. ¡FELIZ DÍA DEL SEÑOR!
DOMINGO II DE CUARESMA B
MONICIONES
PRIMERA LECTURA
Siguiendo la lectura de los momentos más importantes de la Historia de la Salvación, recordamos hoy el ejemplo de Abrahán. Es el hombre de la fe y de la confianza absoluta en Dios. Él está dispuesto a desprenderse de su hijo amado, del hijo de la promesa.
Escuchemos la narración dramática del Génesis, que culmina con el gozo desbordante de la promesa.
SEGUNDA LECTURA
Si Abrahán estaba dispuesto a sacrificar a su Hijo, Dios Padre es el que entrega realmente a su Hijo, para nuestra salvación. Esto es lo que nos recuerda ahora S. Pablo.
TERCERA LECTURA
En el Evangelio de la Transfiguración, propio desde antiguo, del segundo domingo de Cuaresma, se proclama solemnemente que, de acuerdo con la Ley y los Profetas, la Pasión es el camino de la Resurrección.
COMUNIÓN
Nuestra fe en la presencia real de Jesucristo en medio de nosotros, también nos debería hacer exclamar como a Pedro en la cima del Tabor: “Señor, ¡qué bien se está aquí!”.
Que Él nos ayude a seguirle por el camino que nos ha señalado, con la certeza de que experimentaremos, ya en esta vida, la felicidad que anhelamos.
Reflexión a las lecturas del domingo primero de Cuaresma B ofrecida por el sacerdote Don Juan Manuel Pérez Piñero bajo el apígrafe "ECOS DEL DÍA DEL SEÑOR"
Domingo 1º de Cuaresma B
Estos días se nos hace un anuncio muy importante y alegre: ¡Dentro de 40 días celebraremos la Pascua! Y ya sabemos que ésta es la fiesta más grande e importante de los cristianos. Y, si es la más importante, será la que más y mejor tenemos que prepara.
¿Y cómo prepararla? Las fiestas de la Iglesia están centradas en las celebraciones litúrgicas y en el corazón de los fieles. Se trata, por tanto, de una preparación, fundamentalmente, interior.
Para ello seguimos el ejemplo de Jesucristo, que, al comienzo de su Vida Pública, “fue empujado por el Espíritu” al desierto, donde se dejó tentar por el diablo, como leemos en el Evangelio de hoy. Allí se prepara para la misión, que, inmediatamente, va a comenzar y que tiene enormes dificultades, hasta terminar en la Cruz.
Como los grandes personajes de la Historia Santa, Jesús vendrá del desierto. ¡Siempre ha sido el desierto un punto de referencia en la Historia de la Salvación y la en vida de la Iglesia! Muchos cristianos, en los primeros siglos, se retiraban al desierto, y allí se dedicaban a la oración y a la penitencia. ¡Y todos necesitamos esa experiencia!
Y, si no podemos ir al desierto, de algún modo, tenemos que hacer desierto en nuestra vida, incluso, en nuestra propia casa. ¡Por aquí se comienza a entrar en la Cuaresma! En efecto, sin un encuentro con Dios, que nos llama y nos habla, no hay Cuaresma posible. Y sin Cuaresma, es decir, sin preparación, no habrá una Semana Santa verdadera ni unas buenas Fiestas de Pascua.
Y esta experiencia importante de la Cuaresma nos servirá de punto de referencia para el resto del año, porque siempre necesitamos algunos espacios de desierto en nuestra vida.
Antes hacíamos referencia a que el Evangelio de hoy nos dice que Jesús “se deja tentar” por Satanás. Y la tentación es real: Jesús se siente verdaderamente tentado; pero vence al enemigo, triunfa en la tentación. ¡Y esta victoria de Cristo prefigura su triunfo definitivo por su resurrección, para cuya celebración nos preparamos!
Cuando comenzamos nuestro itinerario cuaresmal, también con sus tentaciones y dificultades, ¡cuánto nos ayuda y cuánto nos anima contemplar la figura de Cristo Vencedor!
Me impresiona cada año ver cómo el Papa y toda la Curia Romana se retiran a practicar los Ejercicios Espirituales en la primera semana de Cuaresma. Este año se adaptarán, de algún modo, por la pandemia. ¡Eso es tomar la Cuaresma en serio!
La primera lectura de hoy nos presenta la alianza del Señor con Noé, al terminar el diluvio; y en la segunda, Pedro nos dice que aquello prefiguraba el bautismo en el que el hombre consigue del Señor “una conciencia pura”.
Con relación a este sacramento, la Cuaresma se celebra de dos formas distintas: los adultos, que van a ser bautizados la Noche Santa de la Pascua, intensificando su preparación para el bautismo y los demás sacramentos de iniciación cristiana; los que estamos ya bautizados, preparándonos para renovar en serio, en esa noche, nuestro bautismo como si comenzáramos de nuevo a ser cristianos. De un modo o de otro, la Cuaresma hay que celebrarla siempre en clave bautismal.
Y el Evangelio de hoy nos da la clave fundamental para todo este tiempo. Es lo que anuncia Jesús en Galilea: “Se ha cumplido el plazo, está cerca el Reino de Dios. Convertíos y creed la Buena Noticia”.
Y si alguien me preguntara: “¿Qué me aconseja para este tiempo de Cuaresma?”, le contestaría, sin ninguna duda: “Seguir fielmente la liturgia de cada día”.
¡FELIZ DÍA DEL SEÑOR!
PRIMER DOMINGO CUARESMA B
MONICIONES
PRIMERA LECTURA
Durante estas semanas de Cuaresma, escucharemos, en la primera lectura, diversos pasajes del Antiguo Testamento, que nos muestran los momentos más importantes de la Historia de la Salvación; esa historia que culmina en la Muerte y Resurrección de Jesucristo, es decir, en la Pascua. Hoy se nos narra la alianza que Dios establece con Noé al terminar del Diluvio.
Escuchemos con atención y con fe.
SEGUNDA LECTURA
Las aguas del Diluvio, nos dirá S. Pedro, en esta segunda lectura, prefiguraban las aguas del Bautismo. Una misma agua puso fin al pecado y dio origen a una humanidad nueva.
El Bautismo es punto fundamental de referencia constante en el tiempo de Cuaresma.
TERCERA LECTURA
El Evangelio nos muestra a Jesús, tentado en el desierto, y predicando la conversión en Galilea.
Acojamos su Palabra con alegría y esperanza.
COMUNIÓN
La Eucaristía tiene un relieve especial en el tiempo de Cuaresma.
La Palabra de Dios, que escuchamos, nos llama a la conversión. El Cuerpo del Señor, que recibimos nos da fuerza sobreabundante para conse-guirlo.
Reflexión a las lecturas del domingo sexto del Tiempo Ordinario B ofrecida par el sacerdote Don Juan Manuel Pérez Pinero bajo el epígrafe "ECOS DEL DÍA DEL SEÑOR"
Domingo 6º del T. Ordinario B
La situación de aquel hombre que se acerca a Jesucristo, era terrible. ¡Se trata de un leproso! En la primera lectura escuchamos lo que decía la Ley de Moisés acerca de estos enfermos. El leproso era un hombre maldito ante Dios y ante los demás. Tenía que vivir “fuera del campamento”. Y tenía que estar gritando: “¡Impuro, impuro!”. Era una enfermedad contagiosa e incurable hasta hace, relativamente, poco tiempo. Alguna vez he tenido la ocasión de ver la película “Molokay, la Isla Maldita”. Se refería al P. San Damián, “el apóstol de los leprosos”. Con ella nos podíamos hacer una idea de la vida de los leprosos hace unos siglos.
El hecho es que aquel hombre tiene la suerte de poder acercarse a Jesús y, estando muy cerca de Él, suplicarle: “si quieres, puedes limpiarme”.
Pero, ¿cómo aquel leproso puede acercarse tanto a Jesús? ¿Y cómo llegó al convencimiento de que Jesús podía curarle? No lo sabemos. Dice el Evangelio que Jesús siente lástima de aquel hombre, extiende su mano, y lo toca diciéndole: “quiero, queda limpio”.
Tocar a un leproso estaba prohibido por la Ley de Moisés; pero a Cristo no le importa quedar impuro ante la Ley. Él ha venido a traernos la Ley Nueva, la del amor.
Tenemos que sentir lástima ante las dificultades de los demás, no acostumbrarnos a ver sufrir a la gente. Como se reza en la Liturgia de las Horas, “que el corazón no se me quede desentendidamente frío”.
El Evangelio continúa diciendo que Jesús le encarga severamente: “No se lo digas a nadie”. S. Marcos recoge con frecuencia expresiones como ésta, por el temor que tenía Jesucristo de que la gente reaccionara mal, porque no entendía su condición auténtica de Mesías. Pero ¡qué difícil es no hablar de Jesucristo cuando hemos sido “tocados”, curados por Él! Por eso, aquel hombre, “cuando se fue, comenzó a divulgar el hecho con grandes ponderaciones, de modo que Jesús ya no podía entrar abiertamente en ningún pueblo”.
Cuando vemos que se tambalea la práctica cristiana de mucha gente, cuando es tibio o frío el espíritu cristiano de tantos, cuando la dimensión apostólica de la vida cristiana está prácticamente ausente en muchos lugares, ¿será que no nos hemos sentido “tocados” por el Señor, curados por Él?
¿Y por qué le dice que vaya a presentarse al sacerdote? Sencillamente, porque el sacerdote era el encargado de comprobar si se trataba de una verdadera curación, e integrarle o no, en la comunidad. Y aquel sacerdote tuvo que reconocer que Cristo, el “Profeta de Nazaret”, era capaz de curar la lepra. ¡Qué impresionante nos resulta todo!
¿Y ahora? Ya Los santos padres nos enseñaron que aquel poder extraordinario con el que Jesús realizaba tantas obras prodigiosas, ha pasado ahora a los sacramentos. Y en efecto, ¿qué es más difícil curar a un leproso o limpiar de todo pecado, por el sacramento de la reconciliación, a una persona que lleva 30 años sin confesarse, y que ha hecho de todo en la vida?
Jesús decía que el que creyera, haría “las obras que Él hacía, y aún mayores” (Jn 14, 12). ¡Y Cristo “es el mismo ayer, hoy y siempre!” (Hb 13, 8). Es necesario que nos acerquemos a Él, como el leproso; con su misma fe, con su mismo convencimiento, para que cure nuestra lepra, sea la que sea, cada uno conoce la suya.
Que en esta Jornada contra el Hambre en el mundo también nosotros, como Jesús, sintamos lástima de ese digantesco “leproso” que sufre por el hambre y muere de hambre.
¡FELIZ DÍA DEL SEÑOR!
DOMINGO 6º DEL T. ORDINARIO B
MONICIONES
PRIMERA LECTURA
La situación de los leprosos, en la época de Jesús, era terrible. Escuchémoslo en la primera lectura de hoy. De este modo nos preparamos para escuchar y entender el Evangelio.
SALMO
La lepra se considera una imagen del hombre frágil, enfermo y pecador. Cantemos ahora con el salmo al Señor, que nos acoge y nos perdona.
SEGUNDA LECTURA
S. Pablo nos resume hoy, en la segunda lectura, las actitudes básicas que deben mover la vida de un cristiano, hasta el punto de poder decir: “Seguid mi ejemplo como yo sigo el de Cristo”. Escuchemos.
TERCERA LECTURA
Frente a aquellas leyes tan duras que regulaban la situación de los leprosos, como escuchábamos en la primera lectura, vamos a contemplar cómo actúa Jesús ante uno de aquellos enfermos: ¡Siente lástima, le acoge y le cura! ¡También Él tiene poder sobre la lepra!
Aclamémosle ahora cantando el aleluya.
COMUNIÓN
La Comunión es un encuentro con Jesús, que siente lástima de aquel leproso. En esta Jornada de Manos Unidas, también nosotros, debemos sentir lástima de tantos hombres y mujeres, que viven en las peores situaciones materiales y espirituales.
Ojalá que podamos acercarnos hoy a Él y decirle con la fe del leproso: “si quieres, puedes limpiarme”.
Reflexión a las lecturas del domingo quinto del Tiempo Ordinario B ofrecida por el sacerdote Don Juan Manuel Pérez Piñero bajo el epígrafre "ECOS DEL DÍA DEL SEÑOR"
Domingo 5º del T. Ordinario B
¡Qué bien nos presenta S. Marcos la figura de Jesucristo! Cuánto nos enseña a nosotros, hombres y mujeres de esta época de la Nueva Evangelización, en la que tenemos que presentar a Jesucristo con “nuevo ardor, nuevos métodos y nueva expresión”. Cuando tantos se van de la Casa del Señor, de la Iglesia, cuando tantos se alejan de Él, San Marcos nos dice hoy que Pedro y sus compañeros, al encontrarle orando a solas, le dijeron: “todo el mundo te busca”.
¿A qué se debe esa enorme diferencia?
Aquella gente había llegado a una doble conclusión: la primera es que tienen necesidad de muchas cosas: son pobres y enfermos muchos de ellos; la segunda es que están convencidos de que Jesucristo, y sólo Él, puede ayudarles. A Él no se le resiste ningún mal; y les libera de toda clase de sufrimientos. Por eso le buscan, le escuchan, le siguen: “Al anochecer, cuando se puso el sol, dice el Evangelio de hoy, le llevaron todos los enfermos y poseídos. La población entera se agolpaba a la puerta”.
Es la dura realidad del sufrimiento humano, que nos presenta hoy el Libro de Job, en la primera lectura, pero que en Cristo, se abre a la esperanza.
Sin embargo, al hombre de nuestro tiempo se le hace muy difícil comprender la relación que existe entre la práctica religiosa y el progreso y el bienestar del hombre y de la sociedad, más aún, de toda la humanidad, y piensa, está convencido de ello, de que es capaz, por sí mismo, de edificar la ciudad terrena, de organizarlo y resolverlo todo sólo con sus medios y sus fuerzas. Y no necesita de Dios a la hora de organizar la vida de la sociedad en sus diversas dimensiones: personales, familiares y sociales.
Son los falsos postulados del marxismo que no desaparecieron del todo con la caída del Muro, porque, como escribía el Cardenal Ratzinger, aquello no fue el resultado de “una conversión”, sino “la constatación de un fracaso”.
Por aquel camino, se llega a pensar que Dios no hace falta; más todavía, que estorba; que no vale para resolver los problemas, tantas veces graves y angustiosos, que afligen a la humanidad. Incluso, se piensa y se dice que la religión distrae a la gente de lo real, que es la lucha por su progreso y su bienestar; y, además, que nos agobia y hasta nos paraliza con sus pretensiones éticas y con su constante reproche moral, afirman. Y dicen: que la religión es “el opio del pueblo”.
Por todo ello, uno de los objetivos fundamentales de la Nueva Evangelización, consiste en ayudar a descubrir al hombre de nuestro tiempo, más allá de toda duda, su “radical necesidad de Dios”.
Cuando el Vaticano II nos habla de los desequilibrios del mundo moderno, nos enseña que éstos hunden sus raíces en otro desequilibrio más profundo, que está situado en el corazón del hombre (G. Spes, 10); y nos advierte que “el porvenir de la humanidad está en manos de aquellos, que sepan dar a las generaciones venideras razones para vivir y razones para esperar” (G. et Spes, 31). Y por aquí se comienza a comprender la necesidad de Dios. Ya el libro de los Salmos nos advierte: “Los que se alejan de ti se pierden” (72, 27). ¡Y cuántas realidades humanas se van perdiendo en nuestros días, en que al hombre se le ha ocurrido alejarse de Dios! Más todavía, ¿no es la sociedad, la humanidad misma, la que está, tantas veces, en peligro de perderse? El mismo Libro de los Salmos nos advierte también que si “el Señor no construye la casa, en vano se cansan los albañiles; si el Señor no guarda la ciudad, en vano vigilan los centinelas”; y que tantas cosas, que nos preocupan e, incluso, nos agobian, Dios las “da a sus amigos mientras duermen” (Sal 127).
¡Que Dios vuelva a ocupar su puesto en el mundo y en la historia fue el gran empeño del Papa Benedicto XVI! Por eso, el slogan de su último viaje a Alemania fue: “¡Donde está Dios, allí hay futuro!”.
En resumen, se trata estudiar y decidir, con sumo cuidado, cómo debe construirse el presente y el futuro del hombre y de la sociedad actual, “no vaya a ser que se repita el error de quién, queriendo construir un mundo sin Dios, sólo ha conseguido construir una sociedad contra el hombre" (M. obispos de Europa).
¡FELIZ DÍA DEL SEÑOR!
DOMINGO 5º DEL TIEMPO ORDINARIO B
MONICIONES
PRIMERA LECTURA
En la primera lectura escuchamos el lamento angustiado de Job, abatido por el sufrimiento, y que nos recuerda el de tantos enfermos que acuden a Jesús, para ser curados por Él, según escucharemos después en el Evangelio.
SALMO
El salmo de hoy es un canto de alabanza al Señor, que no quiere el dolor ni el sufrimiento; que lucha con nosotros contra todo mal y nos sostiene en nuestras dificultades.
SEGUNDA LECTURA
Siguiendo la carta a los corintios, se nos presentan hoy los esfuerzos de San Pablo por ganar nuevos hermanos para Cristo; y también aquella famosa expresión que debería hacernos reflexionar: “Ay de mí si no anuncio el Evangelio”.
TERCERA LECTURA
El Evangelio nos presenta a Jesucristo curando toda enfermedad y dolencia del pueblo, y anunciando la Buena Noticia del Reino de Dios. Todos le buscan, porque le necesitan.
COMUNIÓN
Venimos a la santa Misa porque sentimos necesidad de Dios, el único Salvador, el único que tiene palabras de vida eterna.
Ahora, bien dispuestos y preparados, nos acercamos a recibirle como verdadero Pan del Cielo, que nos alimenta y fortalece para poder seguirle siempre con fidelidad.