S?bado, 28 de agosto de 2021

Reflexión a las lecturas del domingo veintidós del Tiempo Ordinario B ofrecida por el sacerdote Don Juan Manuel Pérez Piñero bajo el epígrafe "ECOS DEL DÍA DEL SEÑOR"

Domingo 22º del T. Ordinario B 

 

De nuevo volvemos a S. Marcos. Lo habíamos dejado durante cinco domingos, para acercarnos a escuchar y a meditar el Sermón del Pan de Vida del capítulo 6º de San Juan.

El texto de hoy trata de resolver y, realmente lo hace, el tema que llamamos nosotros de “la pureza o impureza legal”, con el que nos encontramos a cada paso en la S. Escritura.

Uno de los objetivos del creyente de cualquier religión es, precisamente, agradar a Dios, ser puro e irreprochable en su presencia y servirle con un corazón limpio. Pero éste no era el sentido que tenía para los fariseos y escribas. Para ellos todo se reducía a una pureza externa, ritual, legal, a cumplir con rectitud lo establecido.

Éstos se acercan a Jesucristo para hacerle una pregunta muy concreta: “¿Por qué comen tus discípulos con manos impuras (es decir, sin el lavado ritual de manos) y no siguen la tradición de los mayores?”.

Jesús les responde citando a Isaías que había profetizado sobre ellos, diciéndoles que no practican la verdadera religión de Moisés porque honran a Dios sólo con los labios mientras su corazón está lejos de Él; porque el culto que le dan está vacío, pues han dejado la Ley Santa de Dios, que contemplamos hoy en la primera lectura, y la han cambiado por preceptos humanos. Y concluye: “Dejáis a un lado el mandamiento de Dios, para aferraros a la tradición de los hombres”.

¡Qué importante es esta expresión para tantas ocasiones en que, en la existencia cristiana, se le da más importancia a esta o a aquella costumbre que a los auténticos valores del Evangelio y a las prácticas fundamentales de la religión cristiana.

Y el evangelista que quiere resolver, de una vez, el problema, alude a otra ocasión en la que Jesús trata el mismo tema, y dice, dirigiéndose a los discípulos: “Nada que entre de fuera puede hacer impuro al hombre, porque no entra en el corazón sino en el vientre, y se echa en la letrina”. “¡Con esto declaraba puros todos los alimentos!” (Mc 7, 17-20).

Y añade: “Lo que sale de dentro es lo que hace impuro al hombre. Porque de dentro, del corazón del hombre, salen los pensamientos perversos, las fornicaciones, robos, homicidios, adulterios, codicias, malicias, fraudes, desenfreno, envidia, difamación, orgullo, frivolidad. Todas esas maldades salen de dentro y hacen al hombre impuro”.

¡El corazón, el interior,  por tanto, es la clave, lo fundamental!

Jesucristo ha venido al mundo, precisamente, para arrancar al hombre de toda impureza y de todo pecado y para llevarle al culto verdadero del Dios vivo (Heb 9, 14), a la práctica de la verdadera religión que, como decía, radica en el interior del hombre y se manifiesta, como es lógico, en prácticas internas y externas.    

¡El mismo Jesucristo es el modelo y el camino de todo hombre que quiera vivir así! ¡Nadie ha tenido una relación con el Padre y con los hermanos tan perfecta como Él!

La súplica característica de este domingo y de esta semana podría ser: “¡Oh Dios, crea en mí un corazón puro”!

                                                                                  ¡FELIZ DÍA DEL SEÑOR!


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DOMINGO XXII DEL TIEMPO ORDINARIO B

 MONICIONES 

 

 

PRIMERA LECTURA

            A punto de entrar en la tierra prometida, Moisés recuerda al pueblo la alianza que ha hecho con el Señor, hablándole de los mandamientos que debe cumplir. 

 

SEGUNDA LECTURA

            Comenzamos hoy a leer la Carta de Santiago. La actitud religiosa auténtica –nos dirá- lleva consigo el cumplimiento de la Palabra de Dios, no limitándonos a escucharla, sino llevándola a la práctica en la solidaridad y la ayuda efectiva  a los más necesitados. 

 

TERCERA LECTURA

Volvemos de nuevo al Evangelio de S. Marcos, después de haber escuchado y reflexionado sobre el discurso del Pan de Vida de San Juan.

Jesús nos enseña hoy en qué consiste la verdadera práctica de la religión.

Pero, antes de escuchar el Evangelio, cantemos de pie el aleluya. 

 

COMUNIÓN

            En la Comunión recibimos la luz y la fuerza que necesitamos, para  seguir cada vez mejor a Jesucristo, maestro y modelo en el  cumplimiento de los mandatos del Señor. Que Él nos  dé un corazón limpio del que nunca salga el mal, sino siempre el bien. 


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Viernes, 20 de agosto de 2021

Reflexión a las lecturas del domingo veintiuno del Tiempo Ordinario B ofrecida por el sacerdote Don Juan Manuel Pérez Piñero bajo el epígrafe "ECOS DEL DÍA DEL SEÑOR"

Domingo 21º del T. Ordinario B

 

El Sermón del Pan de Vida concluye de un modo inesperado. A lo largo de su exposición, la gente le ha ido presentando al Señor toda una serie de objeciones, pero nadie esperaba que, al llegar al final, muchos discípulos dijeran: “Este modo de hablar es duro, ¿quién puede hacerle caso?” Y que, desde entonces, muchos discípulos suyos se echaran para atrás y no volvieran a ir con Él.

Pero Jesús no tiene miedo de que lo dejen solo, porque Él sabe que lo que enseña es la verdad y que, muy pronto, lo llevará todo a cabo en la Última Cena y lo entregará a los apóstoles, a la Iglesia, para que lo hagan en conmemoración suya por los siglos hasta que Él vuelva en su gloria. Y después de su Resurrección será la Eucaristía el misterio central de nuestra fe y de nuestra vida cristiana. No, no tiene miedo el Señor de quedarse solo. Por eso, les dice a los Doce con toda claridad y firmeza: “¿También vosotros queréis marcharos?” Simón Pedro le contesta: “Señor, ¿a quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de vida eterna; nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo de Dios”.

Pedro habla en nombre de los Doce. Y el objeto directo de su profesión de fe no es la Eucaristía sino Jesucristo: “Nosotros sabemos que tú eres el Santo de Dios”. Todo lo demás, incluso la Eucaristía, es consecuencia de su sabiduría, de su poder y de su bondad, porque Él tiene palabras de vida eterna.

Por tanto, la Santa Misa no es, simplemente, una reunión de amigos, admiradores o simpatizantes de Jesús que se reúnen para recordarlo, sino una reunión de cristianos que han hecho una opción definitiva  por Cristo y que tienen que expresarla y alimentarla en la Eucaristía que es “el gran signo” que Él nos ha dejado de su condición de Mesías.

La primera lectura nos enseña que, al llegar a la tierra prometida, Josué convoca en Siquén a los representantes de Israel y les presenta esta alternativa: “Escoged a quien servir: al Señor o a los otros dioses. Yo y mi casa serviremos al Señor. Y el pueblo contesta: “También nosotros serviremos al Señor, porque Él es nuestro Dios”.

De esta forma, Yahvé será el Dios de aquella tierra nueva y ellos serán su pueblo que le obedece y le ama.

Qué necesidad tenemos los cristianos, tantas veces, de hacer un alto en nuestra vida y plantearnos una alternativa parecida. De este modo, seremos verdaderos cristianos que, en el cruce de caminos de nuestra vida, hemos hecho una opción por Cristo, firme y definitiva.

¡Este el verdadero sentido de la fe en Cristo, Pan de vida!

Al llegar aquí, constatamos cómo la Eucaristía siempre ha estado envuelta en dificultades y contradicciones a lo largo de los siglos: desde que Jesús la anuncia en este discurso hasta nuestros días, en que la Santa Misa se designa muchas veces como “el problema del domingo” y donde grandes masas de cristianos no participan ni siquiera en la Eucaristía del Día del Señor. De este modo, se van alejando de Jesucristo, Pan de Vida, que es una realidad indispensable para llevar una vida cristiana auténtica.

¡Siempre, la dificultad! ¡Siempre, la contradicción! ¡Siempre, el misterio!

Nosotros, en medio de nuestras limitaciones, al terminar estas enseñanzas de Cristo, hacemos este domingo una profesión de fe, una opción por Él, y con el salmo responsorial, proclamamos: “Gustad y ved qué bueno es el Señor”.

Al terminar este discurso, ¡cuántas gracias debemos darle al Señor que nos ha concedido este verano, el don de escuchar y de reflexionar sobre el misterio central de nuestra fe! Y qué provechoso sería que hiciéramos un esfuerzo por retener y meditar tantas cosas como nos ha enseñado.

La Virgen María fue llamada por el Papa San Juan Pablo II “la Mujer Eucarística” en un documento importante. Siempre podemos y debemos contar con su ejemplo y con su valiosa intercesión.

                                                                                                  ¡FELIZ DÍA DEL SEÑOR!


Publicado por verdenaranja @ 12:45  | Espiritualidad
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DOMINGO  21º DEL TIEMPO ORDINARIO B    

MONICIONES 

 

PRIMERA LECTURA

                        Después de su larga peregrinación por el desierto, el pueblo de Israel llegó a la Tierra Prometida y se estableció allí. Empezaba una nueva etapa de su historia. Ahora los israelitas deben escoger qué camino van a seguir.

Escuchemos.

 

SALMO

                        El salmo nos invita, un domingo más, a admirar y alabar la bondad de Dios, que nos da el Pan del Cielo. Cantemos hoy de nuevo: "Gustad y ved qué bueno es el Señor".

 

SEGUNDA LECTURA

       La unión del hombre y la mujer, en el matrimonio cristiano, es fuerte y profunda. San Pablo la compara con la que existe entre Jesucristo y la Iglesia.

       En este contexto, han de entenderse sus expresiones.

 

TERCERA LECTURA

         Terminamos hoy la lectura del capítulo sexto del Evangelio de S. Juan, que hemos venido escuchando durante los cinco últimos domingos. Contemplemos hoy la distinta reacción que producen sus palabras en aquellos que le escuchan.

          Pero antes, aclamemos a Cristo, Pan de Cielo, con el canto del aleluya. 

 

COMUNIÓN

          La Comunión de hoy es una invitación a dar gracias a Dios, nuestro Padre, porque nos ha concedido la gracia de llegar hasta Cristo, Pan de vida, de conocerle  y de permanecer con Él. Ojalá que también nosotros podamos decirle como S. Pedro: "Señor, ¿a quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de vida eterna; nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo de Dios".        


Publicado por verdenaranja @ 12:40  | Liturgia
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Viernes, 13 de agosto de 2021

Reflexión a las lecturas de la fiesta dela Asunción de la Virgen ofrecida por el sacerdote Don Juan Manuel Pérez Piñero bajo el epígrafe "ECOS DEL DÍA DEL SEÑOR"         

La Asunción de la Virgen María

 

Siempre se había celebrado entre nosotros la fiesta de la Candelaria en su día propio, que es el 2 de febrero, en el que la Liturgia de la Iglesia señala la Presentación del Señor y la Purificación de María, que en Canarias es solemnidad porque se trata de la Patrona de las Islas.

Pero, desde antiguo, tuvo que buscarse una fiesta en el verano, debido, sobre todo, a la dificultad de peregrinar a Candelaria en invierno; y nuestros antepasados eligieron este día en que celebramos, con toda la Iglesia, la Asunción de la Virgen María en cuerpo y alma al Cielo.

Por eso, la fiesta de la Candelaria del verano nos trae el mensaje hermoso, alegre y esperanzador de la Asunción.

Constituye como un aire fresco que acaricia nuestro rostro herido por el drama del sufrimiento y de la muerte que todos los días nos golpea, especialmente, en este tiempo de epidemia que parece que no termina.

Esta fiesta viene a confirmar nuestra fe, nuestra certeza, sobre nuestra victoria definitiva sobre la muerte: “Si por un hombre vino la muerte, por un hombre ha venido la resurrección”, dice la segunda lectura. Y añade el apóstol: “Pero cada uno en su puesto: primero Cristo, como primicia, después, cuando Él vuelva, todos los que son de Cristo”.

En la Asunción de María no tratamos, por tanto, de una ilusión, de una imaginación o de ciencia ficción. Se trata de lo que nos enseña la Palabra de Dios que podemos encontrar en la Sagrada Escritura y en la Tradición Apostólica, que también contiene la Palabra de Dios. Y por eso, la Pascua de María que celebramos este día, es un dato fundamental de nuestra fe como declaró, de modo solemne, el Papa Pío XII el 1 de noviembre de 1950.

Entonces ¿qué es lo que celebramos en esta fiesta tan grande? Sencillamente, que la Virgen María no ha tenido que esperar como nosotros, hasta la Segunda Venida del Señor, para ser glorificada, sino que, terminada su vida en la tierra, ha sido llevada en cuerpo y alma al Cielo.

Fue el Vaticano II el que nos enseñó que la Iglesia “contempla con gozo, en ella, como en una imagen purísima, aquello que ella misma, toda entera, desea y espera ser” (S. Conc. 103).

Hoy es, por tanto, un día en el que experimentamos la dicha de creer: “Dichosa tú que has creído, porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá”, escuchamos en el Evangelio de este día.

En esta solemnidad comprendemos, de un modo especial, la necesidad de conservar y acrecentar nuestra fe y también de transmitirla a todos; y recordamos, particularmente, a tantos que por no haber llegado a la fe, lloran ante la muerte como gente sin esperanza. (1 Tes. 4, 12).

Cuántas gracias debemos dar hoy al Señor, que nos concede un destino tan glorioso y eterno después de las vicisitudes de esta vida, si acertamos a seguir a Jesucristo con toda fidelidad.

Estos domingos en los que estamos escuchando y reflexionando sobre el Discurso del Pan de Vida del Evangelio de San Juan, podemos recordar aquellas palabras del Señor: “El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna, y yo le resucitaré en el último día” (Jn 6, 54).

La Iglesia, que peregrina rumbo a una eternidad gloriosa, levanta hoy los ojos a María que resplandece como modelo de virtudes para toda la comunidad de los elegidos (L. G. 65). Ella, “asunta al Cielo, no ha olvidado su función salvadora, sino que continúa procurándonos, con su múltiple intercesión, los dones de la salvación eterna. Con amor de Madre cuida de los hermanos de su Hijo, que todavía peregrinan y viven entre angustias y peligros, hasta que lleguen a la patria feliz” (L. G. 62).

Esta condición gloriosa de María, a la que alude la primera lectura, la contemplamos representada en la mayoría de sus imágenes, como, por ejemplo, en la de Candelaria. No en vano se nos presenta con una corona en su cabeza, rodeada de doce estrellas, con un manto enriquecido con prendas, con la luna bajo sus pies, en un trono lleno de luces y flores; y la aclamamos diciendo al Señor: “De pie a tu derecha está la Reina, enjoyada con oro de Ofir”.

Toda esta grandeza ha de tener su repercusión en nuestra vida de cada día, como nos enseña San Pablo: “Os anima a esto lo que Dios os tiene reservado en los Cielos” (Col 1, 5).

Me parece que aquellos antepasados nuestros que eligieron este día para la fiesta de verano de la Virgen de Candelaria, acertaron plenamente.                  

                                                                                                       ¡FELIZ DÍA DEL SEÑOR!


Publicado por verdenaranja @ 17:32  | Espiritualidad
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  SOLEMNIDAD DE LA ASUNCIÓN       

 MONICIONES

 

PRIMERA LECTURA

                Dentro de un lenguaje simbólico, propio del libro del Apocalipsis, se nos presenta ahora una visión de la Iglesia que lucha y que triunfa sobre el enemigo y sobre el mal. María es figura y primicia de esa Iglesia, que, como ella, un día será glorificada. 

SALMO               

                El salmo responsorial, que ahora recitamos, contempla y proclama la gloria de la Virgen María en el Cielo, donde vive para siempre junto a Dios, como la reina madre de una antigua corte real. 

SEGUNDA LECTURA

                Entre la glorificación de Cristo y la de todos los cristianos cuando Él vuelva, se sitúa la glorificación de María, llevada en cuerpo y alma al Cielo. ¡Es la gran fiesta  que hoy celebramos!

                Escuchemos.            

 

TERCERA LECTURA

                En la Asunción de María llegan a su punto culminante las palabras de su célebre cántico: “Desde ahora me felicitarán todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí”. 

 

COMUNIÓN

                El Banquete de la Eucaristía, en el que participamos ahora, es un anticipo del Banquete festivo del Cielo, hacia donde nos dirigimos como peregrinos; y al mismo tiempo, es garantía de nuestra futura resurrección.

                Ojalá participemos siempre de la Eucaristía como lo hacía María, “la Mujer Eucarística”, la Madre del Señor.


Publicado por verdenaranja @ 17:28  | Liturgia
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Viernes, 06 de agosto de 2021

Reflexión a las lecturas del domingo diecinueve del Tiempo Ordinario ofrecida por el sacerdote Don Juan Manuel Pérez Piñero bajo el epígrafe "ECOS DEL DÍA DEL SEÑOR"

Domingo 19º del T. Ordinario B

 

  Los que escuchan a Cristo se quedan en lo humano: ¿No es éste Jesús, el hijo de José? ¿No conocemos a su padre y a su madre? ¿Cómo dice ahora que ha bajado del Cielo?

  ¡Es el peligro que tenemos siempre! Con Jesucristo, con la fe cristiana, y en la vida de la Iglesia: ¡Rechazar los dones de Dios por la “envoltura humana” con que llegan hasta nosotros!

  Los que oyen a Jesús en Cafarnaúm tropezarán en la misma piedra que los de Nazaret y se quedarán sin el Pan de Vida. 

  Pero Jesucristo nos enseña este domingo algo muy importante, trascendental: “¡El que cree tiene vida eterna!”.

  ¡Esto es algo original de Jesucristo, algo exclusivo de la vida en Cristo! Porque si yo conozco a alguien importante, si le admiro, si le aprecio mucho, no puedo, sin embargo, recibir en mi interior nada que pertenezca a su ser, a su naturaleza humana. Aquello es algo puramente exterior, por grande e intenso que sea. Pero con Jesucristo sucede algo distinto: el que cree en Él, el que le sigue, cambia por dentro: ¡posee la misma vida de Dios! Así nos lo enseña San Juan: “Vino a su casa, y los suyos no le recibieron. Pero a cuantos le recibieron les da poder para ser hijos de Dios, a los que creen en su nombre” (Jn 1, 12).

En efecto, la fe nos lleva al Bautismo que es un nacimiento nuevo, que nos da una participación creada de la misma vida de Dios.

Y a esta vida nueva, ¿no habrá que cuidarla, que alimentarla, que hacerla crecer?

¡Se puede, incluso recuperar! Bien lo sabemos los cristianos.

¿Y para alimentarla, ¿dónde encontraremos la comida? ¿Cuál y cómo será ese alimento? ¿Dónde tendremos que ir a buscarlo? ¿A lo más alto de los cielos?

¡No, porque el Pan del Cielo ha bajado a la tierra! Es Jesús de Nazaret, el que habla en la sinagoga. Por eso, les dice: “Yo soy el Pan de la vida. Vuestros padres comieron en el desierto el maná y murieron. Éste es el pan que baja del Cielo, para que el hombre coma de él y no muera”. Y también: “El que coma de este Pan vivirá para siempre”.

No se puede confundir la muerte biológica con la muerte de la vida espiritual. Cuando un cristiano muere, no por eso, termina la vida de Dios en él. Son dos realidades distintas. Precisamente, porque tenemos la vida de Dios podemos entrar, después de la muerte, en el Cielo, que es la Casa de Dios y, por tanto, la Casa de los hijos de Dios. Lo que hace morir la vida de Dios en nosotros es sólo el pecado mortal.

El Pan de la Eucaristía, por tanto, no es un simple “pan bendito” que se reparte a todos los que quieran. No. Es la carne y la sangre de Cristo que sólo puede recibir el que tiene la vida de Dios en él, es decir, el que está en gracia de Dios. El que no tiene la vida divina porque la ha perdido por el pecado, ¿qué va a alimentar? ¿Una vida divina que no existe? No puede entonces recibir la Comunión por ningún concepto. Sería comer el Cuerpo de Cristo indignamente como enseña San Pablo y se hace uno reo del Cuerpo y de la Sangre del Señor (1Cor, 11, 30).

¡En todo el universo no hay un alimento más grande y más importante que éste que nos llena de Dios y nos transforma en Cristo!

Si aquel pan misterioso que comió Elías fue suficiente para caminar cuarenta días y cuarenta noches hasta el Monte de Dios, como escuchamos en la primera lectura, ¡cuánta mayor fuerza no recibirá el que se alimenta con Cristo, Pan de vida! Ya San Juan Crisóstomo exclamaba: “Salimos de esa Mesa como leones espirando llamas, haciéndonos temibles hasta el mismo diablo”.

Esta es la fuerza que necesitamos para construir cada día, desde nuestro entorno, “la civilización del amor” como decía San Pablo VI; y para que no entristecer al Espíritu Santo con nuestra conducta como nos enseña S. Pablo en la segunda lectura de hoy.

Si no, ¿en qué se va a notar que somos cristianos?

                                                                                                  ¡FELIZ DÍA DEL SEÑOR!


Publicado por verdenaranja @ 13:46  | Espiritualidad
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DOMINGO 19º DEL TIEMPO ORDINARIO B

MONICIONES

 

   PRIMERA LECTURA

Prestemos atención a la primera lectura. El profeta Elías defiende la alianza con Dios frente a la idolatría;  y la reina Jezabel lo persigue para matarlo. Elías escapa al desierto y se siente desfallecer hasta desear la muerte; pero Dios sale a su encuentro y le alimenta con un pan misterioso. Y, de esta manera, llega hasta Horeb, el Monte del Señor. 

 

SALMO

Como Elías, también todo creyente puede andar su camino confiando en el Señor y alimentado con el Pan del Cielo. Por eso proclamamos, en el salmo: “Gustad y ved que bueno es el Señor”. ¡Cantemos, pues, con alegría la bondad del Señor! 

 

  SEGUNDA LECTURA

  Acojamos la invitación del Apóstol a ser imitadores de Dios y vivir en el amor, a ejemplo de Cristo.

          Escuchemos atentamente. 

 

  EVANGELIO

            En el Evangelio continuamos escuchando las enseñanzas de Cristo sobre la Eucaristía: La vida de Dios, que en el Bautismo se infunde en nosotros, necesita ser alimentada con el Pan de del Cielo.

            Pero antes de escuchar el Evangelio aclamemos a Cristo con el canto del aleluya. 

 

 COMUNIÓN

            Nosotros, como el profeta Elías, caminamos en medio de muchas dificultades hasta llegar "al Monte del Señor", que es el Cielo. Por eso, tenemos necesidad de alimentarnos con el Pan de la Eucaristía, para que no desfallezcamos por el camino.          Pidamos al Señor que acreciente nuestra hambre de ese Pan.


Publicado por verdenaranja @ 13:42  | Liturgia
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